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sacerdote

Vie 6 Sep 2024

Sacerdote, Eucaristía, Iglesia

Por P. José Antonio Díaz - “Desde hace más de medio siglo, cada día, a partir de aquel 2 de noviembre de 1946 en que celebré mi primera Misa en la cripta de San Leonardo de la catedral del Wawel en Cracovia, mis ojos se han fijado en la hostia y el cáliz en los que, en cierto modo, el tiempo y el espacio se han «concentrado» y se ha representado de manera viviente el drama del Gólgota, desvelando su misteriosa «contemporaneidad». Cada día, mi fe ha podido reconocer en el pan y en el vino consagrados al divino Caminante que un día se puso al lado de los dos discípulos de Emaús para abrirles los ojos a la luz y el corazón a la esperanza (cf. Lc 24, 3.35)”.Estas eran las palabras escritas por Juan Pablo II en su encíclica sobre la Eucaristía Ecclesia de Eucharistia, n° 59, dando testimonio del misterio que vivía cada día en la celebración eucarística. Este testimonio, tan personal y cautivante, demuestra, mucho mejor que cualquier razonamiento abstracto, el carácter esencial de la Eucaristía para la vida y la identidad del presbítero, cumbre y fuente verdadera de todo lo que éste es y hace. No entendería un sacerdote que no viviera a plenitud el misterio que celebra.Precisamente, este ejemplo me alienta a reflexionar sobre la relación que existe entre el sacerdote y el sacramento eucarístico, memorial de la pascua del Señor, dirigiéndome como hermano a mis hermanos presbíteros, pero también, para que los fieles en general conozcan la relación profunda, la verdadera espiritualidad, que debe existir entre el sacerdote, la Eucaristía y la Iglesia.Particularmente, a mis hermanos sacerdotes, los invito a reflexionar sobre el mayor don colocado en nuestras manos y sobre las razones que hacen de la Eucaristía el acontecimiento que da sentido, fuerza y belleza a cada uno de nuestros días. Pensar en el momento sublime en el que celebraremos, junto al pueblo de Dios, o incluso, solos, el Santo Sacrificio.Me permito comenzar con la pregunta que me han planteado muchas veces algunas personas: ¿por qué celebrar la Eucaristía cada día? ¿No será suficiente con el encuentro dominical en el que está reunida toda la comunidad cristiana? ¿Y por qué celebrar la Eucaristía estando solo o ante dos personas? ¿No se vacía así del sentido comunitario que tiene la celebración?Se podría responder a estas preguntas sólo con argumentos teológicos, pero quiero hacerlo también bajo la luz de la vivencia espiritual contenida en las palabras del Papa Polaco, y citadas al comienzo de este escrito, pues son un testimonio profundo y convincente. Las preguntas mencionadas no se podrían responder sin plantearse otras igualmente importantes: ¿por qué somos sacerdotes? ¿Quién nos ha llamado para dar nuestra vida por el servicio de la reconciliación, la Eucaristía y la caridad? Solo hay una respuesta posible: Jesús. Somos sacerdotes porque así lo ha querido Él, porque para ello nos ha llamado y nos ha amado, y aún sigue queriéndonos y amándonos por ello, Él que es siempre fiel en el amor.Decimos, entonces, el sentido de nuestra vida, la razón verdadera de nuestra vocación sacerdotal, no está en algo, aunque fuera lo más hermoso del mundo, sino en Alguien. Es decir, ese Alguien es Cristo el Señor. Somos sacerdotes porque un día Él nos llamó desde nuestra realidad histórica. Cada uno sabe cómo: en la palabra de un testigo, en el ejemplo de alguna persona, en un gesto de caridad que nos ha tocado el corazón, en el silencio de un camino de escucha y oración, tal vez en el dolor de una vida que de repente nos pareció desperdiciada sin Él.A la correspondiente invitación a seguirle le dijimos que sí. En realidad, no hubiéramos podido ser sacerdotes, y serlo, a pesar de todo, en la fidelidad, si no hubiéramos recibido de Él una invitación. Es precisamente este amor el que nos ha inspirado a todas las obras que hemos hecho por los demás: desde la acogida hasta la escucha perseverante y paciente de los demás y el esfuerzo transmitirles el sentido y la belleza de la vida vivida por Dios y su Evangelio, hasta las obras de caridad y el compromiso de trabajar por la justicia, compartiendo en especial la realidad del pobre y tratando de ser la voz de quien no tiene voz. Un sacerdote no lo es por sí mismo, ni por capricho, ni persiguiendo un interés personal, es sacerdote porque Jesús lo ha llamado para esa vocación. No podemos olvidar que nuestro sacerdocio está para el servicio de la comunidad de los creyentes, es decir, la Iglesia; tenemos la función de servir en el nombre de Cristo al Pueblo de Dios. Por eso, un sacerdote no podría ejercer la misión para la que ha sido llamado por Jesús, si niega la comunión con la Iglesia.Todo este testimonio me ayuda a explicar la razón por la que considero necesario celebrar cada día la Eucaristía: aquí no se trata de un precepto, sino de una real necesidad, no sólo emotiva sino profunda e ineludible. Se trata de la necesidad urgente que debe tener todo sacerdote de colmar su vida cada día con la de Jesús. ¿Dónde podríamos encontrarlo sino allí en donde Él nos ha prometido y garantizado el don de Su presencia? «Éste es mi cuerpo, éste es el cáliz de la nueva y eterna alianza, derramado por vosotros y por todos para remisión de los pecados» (Mc 14,22-25; Mt 26,26-29; Lc 22,19-20) (cf. Bruno Forte, Sacerdote y Eucaristía). Las diferentes versiones del Nuevo Testamento sobre la institución de la Eucaristía permiten suponer que la tradición de la Última Cena de Jesús con sus discípulos fue tomando forma literaria en las distintas comunidades, que, fieles al mandato del Maestro, celebraron desde el principio el memorial del Señor (cf. 1 Co 11,23-25).Cada sacerdote hace posible, por mandato de Jesús, y en comunión con el Obispo, ese memorial. Los sacerdotes en primer lugar somos calurosamente invitados a descubrir nuestra identidad sacerdotal, que se vive, especialmente, en la celebración de la Eucaristía. Por eso, la importancia de la relación sacramental que debe existir entre el presbítero y el Obispo, que forman el corazón palpitante de la entera comunidad diocesana. No se entendería nunca un presbítero que rompa la unidad, la armonía y la obediencia que debe existir con su Obispo. Como recordaba en un artículo anterior: del Obispo, se recibe la potestad sacramental y la autorización jerárquica para tal ministerio. La Exhortación Apostólica Post-sinodal Pastores Dabo Vobis, afirma: «En verdad no se da ministerio sacerdotal sino en la comunión con el Sumo Pontífice y con el Colegio episcopal, particularmente con el proprio Obispo, hacia los cuales debe observarse obediencia y respeto» (PDV 28).El amor a la Iglesia, como misterio de comunión para la misión, se aprende del amor del mismo Cristo, que "amó a la Iglesia y se entregó en sacrificio por ella" (Ef 5,25). Citando a Juan Pablo II, cuando afirmaba que "la santa Misa es absolutamente el centro de mi vida y de cada jornada" (Discurso del 27 de octubre de 1995, a los treinta años del Decreto Presbyterorum Ordinis), el Papa Benedicto XVI comenta: "Del mismo modo, la obediencia a Cristo, que corrige la desobediencia de Adán, se concretiza en la obediencia eclesial, que para el sacerdote es, en la práctica cotidiana, en primer lugar, su propio Obispo" (Benedicto XVI, Discurso 13 mayo).La celebración eucarística nos une a Cristo, dejándonos transformar por él, también en su obediencia a los designios del Padre. Por esto, nuestra obediencia "personifica a Cristo obediente" (Benedicto XVI, Discurso 13 mayo) (cf. Tema para la Jornada Mundial de Oración por la Santificación de los Sacerdotes: 3 junio 2005); siendo desobedientes atentamos contra esta unidad querida por el Señor.No se puede olvidar, que la comunión de los sacerdotes con el Obispo redunda en bien de la gente, de los fieles. De unas buenas relaciones los mayores beneficiarios son los fieles, las comunidades. En cualquier circunstancia, pensemos en el bien de la gente. Si uno de nosotros decide romper con esta comunión, rompe con Cristo y con la Iglesia.Para terminar, permítanme formular una última pregunta: ¿Es válida la Eucaristía de un sacerdote que está suspendido o en desobediencia? La situación de un sacerdote suspendido presenta un serio problema teológico - sacramental: Por una parte, la Iglesia le prohíbe el ejercicio del sagrado ministerio; por otra el sacramento del Orden imprime carácter; por consiguiente, quien lo recibió seguirá siendo siempre sacerdote. ¿Se lesiona de alguna manera la coherencia y comunión de la Iglesia?No olvidemos que la función estrictamente sacerdotal es la celebración de la Eucaristía. Todo sacerdote y solamente el sacerdote es ministro de la Eucaristía. Juan Pablo II recuerda: "Debéis celebrar la Eucaristía que es la raíz y la razón de ser de vuestro sacerdocio. Seréis sacerdotes, ante todo, para celebrar y actualizar el sacerdocio de Cristo..." "La Eucaristía se convierte así en el misterio, que debe plasmar interiormente vuestra existencia". (Ordenación sacerdotal de Valencia – España 8 noviembre 1982).Pero volvamos a la pregunta anterior, ¿la Eucaristía celebrada por un sacerdote suspendido o desobediente es válida? La comunión ¿es un sacramento real? Sobre el tema de la validez de la Eucaristía la Iglesia ya ha dado criterios bastante claros. Una Eucaristía es “válida” si en ella realmente sucede la consagración del Cuerpo y Sangre de Cristo. Por tanto, la consagración realmente sucede si y sólo el sacerdote que preside tiene intención de hacer lo que hace la Iglesia con este sacramento. Esto quiere decir, que la validez simplemente significa que Cristo se hace realmente presente por ministerio del sacerdote.Según la enseñanza anterior, una misa puede ser plenamente válida en circunstancias dignas o indignas. En alguna parte leía: como Cristo en su Pasión, así también Cristo en la Eucaristía está literalmente “en nuestras manos” para ser honrado y adorado, como Él realmente merece, o para ser ofendido y calumniado, como a veces sucede, o como cuando un sacerdote está en estado permanente, sin ningún tipo de contrición, en desobediencia. Por eso, en un clima de oración y penitencia, se tiene que decir: nadie está obligado a asistir, es más, no se debería asistir a una celebración eucarística que, aunque sea válida con un sacerdote suspendido o desobediente, pues termina por volverse en un espectáculo que ofende a Nuestro Señor.“Buen pastor, pan verdadero, oh Jesús, ten piedad de nosotros:aliméntanos y defiéndenos, condúcenos a los bienes eternos en la tierra de los vivos.Tú que todo lo sabes y puedes, que nos alimentas en la tierra,guía a tus hermanos al banquete del cieloen el gozo de tus santos. Amén”»(Ecclesia de Eucharistia, n° 62).P. José Antonio Díaz HernándezCanciller Diócesis de Santa Marta

Lun 4 Jul 2022

Jornada Mundial de Oración por la Santificación de los Sacerdotes: Subsidio

Coincidiendo con la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, este viernes 24 de junio, la Iglesia Católica celebra la Jornada Mundial de Oración por la Santificación de los Sacerdotes. Para animar este momento de gracia, los Departamentos de Ministerios Ordenados y Vida Consagrada, de la Conferencia Episcopal de Colombia han elaborado un subsidio litúrgico. Descargar SUBSIDIO LITÚRGICO En su presentación, expresan que esta jornada del 2022, es una ocasión para reflexionar frente al desafío que enfrenta el sacerdote hoy, enmarcado en la invitación hecha por el Papa Francisco, de caminar en sinodalidad. Recuerdan además que, fruto de la consulta hecha al pueblo de Dios y conocidas sus respuestas esto, agregan, "nos ha confrontado ante la necesidad de ser consecuentes con el ministerio recibido, notablemente requeridos como líderes del caminar juntos, hombres sensibles ante las necesidades de las personas, humildes y llenos de Dios para ser testigos del corazón de Jesús". Por su parte, el padre Manuel Hernando Vega León, director de los Departamentos de Ministerios Ordenados y Vida Consagrada de la Conferencia Episcopal colombiana, anima a los sacerdotes para que convoquen a los fieles a orar de manera especial este día, pidiendo por la santificación de los sacerdotes. Esta Jornada fue instituida por San Juan Pablo II en el año de 1995, pidiendo al Sagrado Corazón de Jesús, custodie en su corazón a todos los sacerdotes para que sean santos y para que sus corazones sacerdotales, también ardan de celo por la salvación de toda la humanidad.

Lun 22 Abr 2019

Una Iglesia sin dolientes

Por: Mons. Froilán Tiberio Casas Ortiz -Una de las diferencias prácticas entre un cristiano católico y uno protestante está en que aquél vive criticando a su sacerdote y éste nunca habla mal de su pastor. ¡Ah! La carne de cura, ¡qué cosa tan buena!, ¿verdad? No cabe duda que los creyentes cristianos esperan que sus ministros sean personas dignas de toda prueba. Eso está bien. Pero, por favor, los presbíteros son personas de carne y hueso igual que ustedes, tenemos la misma materia prima, -claro que esto no justifica los pecados cometidos-. Los escándalos de desórdenes sexuales de algunos clérigos han llevado a poner en la picota a todos los ministros ordenados, ¡qué horror! Pareciera que se ha etiquetado a todo eclesiástico por el terrible crimen, siempre censurable, de la pedofilia. Es claro que los niños merecen el más profundo respeto, que se deben tratar con guante blanco. También es claro que el religioso que haya caído en este terrible flagelo debe ir a la cárcel sin dilación. Igualmente, debe tenerse en cuenta que se espera de los eclesiásticos una conducta sexual y moral en general, intachable. Pero de ahí a calificar a todo sacerdote de pedófilo hay un abismo enorme. A los sacerdotes les pasa lo de los aviones: en este momento circulan por el firmamento centenares de aeronaves y gracias a Dios, en el momento no hay accidentes aéreos. Por fortuna, todo marcha normal. ¡Ah! El día en que haya un accidente aéreo es noticia de primera página. Algo similar pasa con los sacerdotes: viven en el silencio de su ministerio visitando enfermos y ancianos en el lecho del dolor, visitando barrios y veredas, llegando muchas veces a donde el Estado nunca hace presencia, asumiendo peligros de ríos, de climas inhóspitos; encuentro a sacerdotes organizando “tamaladas” para levantar fondos para la construcción, ora de un templo, ora de un salón parroquial para la catequesis, de una casa parroquial (que nunca van a “disfrutar” porque los trasladan). Encuentro a sacerdotes abnegados recorriendo valles, montañas y caminos sinuosos en búsqueda de la oveja perdida; encuentro a sacerdotes organizando a los niños en infancia misionera; sacerdotes liderando procesos de paz y de reinserción sin ningún protagonismo y publicidad; encuentro a sacerdotes acompañando a las parejas matrimoniales y a los jóvenes y … esto no es noticia. Pero, … caiga uno y verá lo que pasa: llegan rayos y centellas, sobre todo de quienes menos autoridad moral tienen. Si un laico o seglar cae en el horrible delito de la pederastia se le califica de abusador sexual, si es un sacerdote entonces, es pedófilo. Invito al lector a tener en cuenta estas estadísticas. ¿En dónde ocurre el abuso de los niños? Leía en un medio informativo que, el 63% de los casos de pedofilia ocurren en el ambiente familiar: padrastros, padres, hermanos, tíos, primos, etc. El 13% en el ambiente de barrio y pandillas juveniles. El 17% en el ambiente escolar; el 07% en el ambiente laboral y social. ¿En qué porcentaje está el número de eclesiásticos? En el 02%. Claro si cae en los medios un caso de pedofilia, ¡ah!, la mejor “chiva”. Por otra parte, la única institución en el mundo que combate abiertamente la pedofilia y ha elaborado diferentes instrumentos jurídicos y canónicos para condenar la pedofilia, es la Iglesia Católica. Los papas Juan Pablo II, Benedicto XVI y actualmente el papa Francisco han expedido distintos documentos en donde además de condenar la pederastia, la combaten agresivamente: los abusos sexuales han sido, en los últimos tiempos, combatidos de forma contundente. Para enunciar algunos: Sacramentorum sanctitatis tutela, en donde se reserva a la Congregación de la Doctrina de la Fe los casos de abusos a menores por parte de los clérigos, año 2001; Delicta graviora, año 2010 en donde se exhorta a tener cero tolerancia frente a estos execrables abusos. El papa Francisco convocó a los Señores presidentes de las conferencias episcopales en febrero de 2019 para analizar el problema y establecer aún más, directrices claras en favor de la tutela de los niños y la reparación a las víctimas. Tenemos un Código de Menores que ha sido adoptado, con algunos ajustes en cada diócesis para combatir el terrible flagelo que avergüenza a la Iglesia. Ahora todo sacerdote, religioso, personal colaborador cercano a la pastoral parroquial, debe firmarlo. Cada obispo ha dictado medidas aún más concretas y tajantes sobre el respeto a los niños y la exigencia de cuidar con suma delicadeza y trasparencia el apostolado con los niños. ¿Qué entidad del sector público o privado está implementando herramientas similares para combatir los abusos sexuales contra los niños? A la Iglesia es a la única que se le condena patrimonialmente por los delitos de abuso sexual contraído individualmente por alguno de sus miembros. ¿Qué tal que se demandara al Estado por la pedofilia de algunos de sus funcionarios? Háblese de ministerio de Educación Nacional (los ambientes escolares), gobernaciones, alcaldías, Fuerzas Armadas, hospitales, albergues infantiles manejados por el ICBF, etc. Sencillamente no alcanzarían los recursos del Estado para indemnizar a tantas víctimas. + Froilán Tiberio Casas Ortiz Obispo de Neiva

Mié 4 Jul 2018

El sacerdote es instrumento en las manos de Dios

Primera lectura: Ez 2,2-5 Salmo Sal 123 (122),1-2a.2bcd.3-4(R. 2d) Segunda lectura: 2Co 12,7b-10 Evangelio: Mc 6,1-6 Introducción La Palabra de Dios, dentro de toda su riqueza, para este XIV tiempo ordinario, nos proponen tres temas para meditar: La identidad de Jesús La identidad del profeta y el Apóstol La identidad de la comunidad ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La gente no sabe quién es Jesús y se sorprende de su sabiduría divina que contrasta con su origen humano y sencillo. El profeta Ezequiel, es rechazado por el mensaje que viene de Dios; y el Apóstol San Pablo, conforma su vocación desde la debilidad y contradicción de su carne. El pueblo no escucha la Palabra de Dios; el Pueblo no acepta a sus profetas; sino que buscan justificaciones para no seguir la Palabra de Dios. Se hará una aproximación a la vocación del profeta Ezequiel y del Apóstol San Pablo desde la óptica de Jesús.

Mié 18 Abr 2018

El Papa ordenará como sacerdote a un colombiano

El Papa Francisco ordenará 16 sacerdotes el domingo. Entre ellos estará el diácono colombiano Fabio Alejandro Perdomo Lizcano. Según reportó la agencia de noticia ACI Prensa, el Papa también ordenará al salvadoreño Moisés Pineda Zacarías. Ambos han estudiado en el seminario Redemptoris Mater del Camino Neocatecumenal, junto al croata Juraj Baskovic, de 37 años, el vietnamita Phaolo Do Van Tan, también de 37 años, Thein Lwin, de Myanmar; y Thierry Randrianantenaina, joven de 27 años originario de Madagascar. La Misa de ordenación sacerdotal será concelebrada, entre otros, por el Vicario de Roma, Mons. Angelo de Donatis, que el viernes 20 de abril presidirá en el Pontificio Seminario Romano Mayor la vigilia diocesana por las vocaciones. La Misa de ordenación sacerdotal comenzará a las 9:15 a.m. en la Basílica de San Pedro y se realizará en el marco del Día del Buen Pastor y la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones.

Vie 6 Abr 2018

La responsabilidad ética en el sacerdocio, adquiere en la librería de la CEC

Adquiere en la librería de la Conferencia Episcopal de Colombia el libro de Roberto Noriega "La responsabilidad ética en el ministerio sacerdotal. El Arte de servir". [tabs class="horizontal"][tab title="PRESENTACIÓN" icon="Icon name 1"] La formación de los presbíteros - inicial o permanente - ha sido siempre uan preocupación constante en la vida de la Iglesia. En la actualidad debe adaptarse a unos tiempos necesitados de presbíteros cualificados y competentes en su labor evangelizadora al estilo del Concilio Vaticano II. [/tab][tab title="DETALLE" icon="icon name 2"] Autor(a):Roberto Noriega OSA Catálogo: Libro Idioma: Español Número de Páginas:389 Editora: Desclée De Brouwer Año de publicación:2016 Dimensiones:15.5 x 23.5 [/tab][tab title="COMENTARIOS" icon="Icon name 1"] (function(d, s, id) { var js, fjs = d.getElementsByTagName(s)[0]; if (d.getElementById(id)) return; js = d.createElement(s); js.id = id; js.src = "//connect.facebook.net/es_LA/sdk.js#xfbml=1&version=v2.5"; fjs.parentNode.insertBefore(js, fjs); }(document, 'script', 'facebook-jssdk')); [/tab][/tabs] Mayores informes: PBX: 437 55 40 Ext. 264 Celular: 3138808447 Correo electrónico: libreria@cec.org.co

Jue 5 Abr 2018

Fe, amor, perdón y paz crean fraternidad y solidaridad

Estamos convencidos de la presencia del Señor Resucitado. El mensaje bíblico de este domingo de la Divina Misericordia, nos conduce a mirar y reconocer que la fe y el amor, el perdón y la paz, crean fraternidad y solidaridad; por eso demos “gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.” Escuchemos atentos. Primera lectura: Hch 4,32-35 Salmo Sal 118(117),2-4.15c-16a+17-18. 22-24 (R.1) Segunda lectura: 1Jn 5,1-6 Evangelio: Jn 20,19-31 Introducción La Palabra de Dios para este domingo, nos orienta y nos presenta testimonios de cómo la comunidad cristiana debe identificarse por la fe y el amor, la misericordia y la confianza en Dios, nuestro Padre. Igualmente, nos encamina a encontrarnos con Jesús de Nazaret para que podamos comprender y tener experiencia del amor misericordioso de Dios, quien cumple su designio de salvar la humanidad por amor y en el amor. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Los textos bíblicos dicen: que la comunidad cristiana se identifica por la fe y el amor, la misericordia y la confianza. Cada texto muestra cómo el amor a los otros es fruto del amor a Dios y del creer que Jesús es el Hijo de Dios; cómo el testimonio que dan los apóstoles de su resurrección y presencia, lleva a la vida de comunidad y comunica espíritu de servicio activo; y cómo el encuentro con Jesús resucitado como Señor contagia alegría y empuja a confesar la experiencia de la novedad de vida, a disfrutar la paz y a vivir de fe y de confianza. El Salmo refleja los misterios redentores de la vida de Cristo, quien lo cantó al final de la Última Cena y en la acción de gracias de la Nueva Alianza, que inauguraba con la Eucaristía. En los Hechos se refleja el optimismo y la conducta ejemplar de los primeros cristianos, quienes escuchan el testimonio valeroso de los apóstoles, están unidos y comparten todo. Sin duda, María está presente y con sus cuidados maternales y sus delicadezas femeninas crea el ambiente de familia y de comunidad con el que acompaña el nacimiento de la Iglesia. La primera Carta de San Juan, dice que el Espíritu es quien da testimonio acerca de Jesucristo, quien vino por el agua y la sangre. Él es el Mesías, el Hijo de Dios, anunciado, nacido, muerto y resucitada, en quien el amor venció la muerte. El relato evangélico de la aparición del Resucitado a sus discípulos, el primer día de la semana, en una casa en Jerusalén, donde estaban con las puertas cerradas por miedo a los judíos, nos recuerda que, tras la muerte de Jesús, la fe de los apóstoles tambalea y queda en riesgo, igual que la fe de sus discípulos y todos los suyos; pero que se robustece al escuchar el saludo de paz, al ver sus manos y costado, al renovar el envío y recibir el soplo del Espíritu. Jesús, el hijo de María, ahora resucitado, es el Hijo de Dios, Redentor y Salvador de Israel. Es el Mesías esperado por todos los pueblos, naciones y por la humanidad entera. Al que llamaban “Rabbí” -Maestro-, ahora Tomás le dice: “Señor mío” y “Dios mío". Comienzan las nuevas realidades: a la muerte y al miedo, le suceden las apariciones y la alegría; a la entrega en la Última Cena, le sigue la presencia del Señor y Dios vivo que les acompañará siempre; María, la “Madre de Jesús”, será para los apóstoles y discípulos ‘Madre del Señor’, o ‘de mi Señor’, por lo que crece su alegría, al cumplir la misión de la entrega misericordiosa de su Hijo desde la Cruz, de cuidar sus hijos, de hacer que crean en el Hijo de Dios y tengan vida eterna. DESCARGA LAS ORIENTACIONES PARA LA HOMILÍA ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Si miramos hacia Jesús de Nazaret, crucificado, y creemos en Cristo resucitado, podremos comprender el gran amor misericordioso de Dios, quien se hace carne en Jesucristo, actúa en la Iglesia, madre de toda la humanidad, mediante el Señor Jesús, quien, de forma sencilla y maravillosa, cumple su designio de salvar la humanidad por amor, y cumple la voluntad del Padre: que todos se salven. La fe de quienes entienden que Jesús es el Mesías, sin haber visto la persona de Cristo, muerto y resucitado, hace sentir tal alegría que es capaz de transfigurar al cristiano y darle la seguridad de la salvación, meta de la fe, el amor y la esperanza. Fe, la que en Tomás se torna experiencia espiritual que lo reta a crecer en la Palabra sin ver; y que motiva en la comunidad cristiana actitudes alegres y profundas de escucha, oración, perdón, servicio y disponibilidad para la fracción comunitaria del pan y para colocar los bienes al servicio de los otros, lo que despierta admiración y motiva a adherirse al grupo. ¿Qué me sugiera la Palabra que debo decirle a la comunidad? Dios me ama, nos ama a todos y ama toda la creación. En su visita, el Santo Padre Francisco nos invitó a soñar, arriesgar, dejar el miedo y a tomar iniciativas. Motivó al pueblo colombiano y, especialmente, a los jóvenes, reunidos en la Plaza de Bolívar, a reconocer el amor de Dios, “Dios nos ama con amor de Padre y nos anima a seguir buscando la Paz” y a repetir con él: “Dios nos ama.” Es Voz, que con entusiasmo allí proclamó y quiere ser repetida en toda la tierra: Dios me ama, Dios nos ama a todos, Dios es misericordioso. Igualmente, el Papa nos dijo, en la el Plaza de la Macarena, en Medellín: “Todos somos pecadores, todos necesitamos del perdón y la misericordia de Dios para levantarnos cada día; Él arranca lo que no está bien y hemos hecho mal, lo echa fuera de la viña, lo quema. Nos deja limpios para poder dar fruto. Así es la fidelidad misericordiosa de Dios para con su pueblo, del que somos parte. Él nunca nos dejará tirados al costado del camino, nunca. Dios hace de todo para evitar que el pecado nos venza y que después nos cierre las puertas de nuestra vida a un futuro de esperanza y de gozo. Él hace de todo para evitar eso, y si no lo logra se queda al lado, hasta que se me ocurra mirar para arriba, porque me doy cuenta que estoy caído. Así es Él”. (Encuentro con sacerdotes, religiosos, consagrados, seminaristas y sus familias, Medellín, 9 de septiembre de 2017). La fe en Jesús, el Cristo, nos hace merecedores de su acción misericordiosa y su bendición divina de salvación. Es por esto que la fiesta de la Divina Misericordia, que se nos propone a la luz del evangelio de hoy, es un impulso a reconocer la bondad divina, a agradecer su inmenso amor y a fortalecer nuestra fe de tal modo que nos ayude a amarlo y a amarnos más; nos recuerda las ideas que el Santo Padre Francisco expresó en la bula “Misericordiae Vultus”, al convocar el Jubileo de la Misericordia, el 13 de marzo de 2015, y que podemos tener presentes para tener experiencia de la misericordia divina: 1°. Jesucristo es el rostro de la Misericordia de Dios Padre, a quien nos revela. 2°. Contemplemos el misterio de la misericordia para ser compasivos y misericordiosos. 3°. La misericordia de Dios es una realidad concreta, que pide actitudes de buen trato, de palabra sincera, oración y servicio fiel. 4°. Jesús nos revela a Dios Padre, compasivo y misericordioso, que vence el pecado, y nos pide atesorar perdón y paz, fraternidad y solidaridad, para el encuentro definitivo con el Señor. 5°. La Iglesia está invitada a anunciar con alegría el perdón. 6°. Ser apóstoles de misericordia, que está dictada por el amor y centrada en la persona humana para comunicarla de modo que muchos más disfruten sus delicias. 6°. Todo cristiano está llamado a ser un oasis de misericordia: de fe y amor, de benevolencia y entrega, de fortaleza en las luchas y consuelo en las dificultades de cada persona. 7°. La misericordia de Dios, se refleja en el estilo de compromiso y vida de cada persona. 8°. Vivir las obras de misericordia, espirituales y corporales, lleva la riqueza de Jesús. 9°. El Sacramento de la Reconciliación expresa la grandeza de la misericordia y el cambio. 10°. Acoger la llamada a la conversión y cambiar de vida, supera toda justicia y toda devoción ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? La misericordia posee un valor que sobrepasa todo límite, porque nos comunica con Dios y nos impulsa a ir a los otros y favorecer el encuentro. El vivir el encuentro con Jesucristo nos lleva a reconocer a Jesús como Hijo de Dios, a amar al Padre que le da el ser y al Espíritu que da testimonio de Él, para que fortalecidos en la fe manifestemos el amor a los hijos de Dios con actitudes, palabras y vivencia de los mandamientos. Este Domingo es para sentir la bondad de Dios, celebrar y confiar en la Misericordia Divina y para corresponder con actitudes de misericordia al prójimo, quien merece un trato amable y acogedor, palabras de ánimo, acciones positivas, oración constante y comprensión con justos y pecadores; practicando la caridad con el extraño y asumiendo el compromiso: perdónanos nuestras ofensas como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden… y la sentencia: la fe sin obras de nada sirve para así vivir con gozo y dar gracias a Dios junto con toda la Iglesia.

Mié 12 Jul 2017

“…mi oración es judía…”

Es la expresión del Papa Francisco en una entrevista del 12 de junio de 2014, al hablar de la importancia de rezar los salmos y celebrar la Eucaristía diariamente. Orar los salmos en el contexto de la Liturgia de las Horas (LH) debe suscitar en los fieles cristianos y de manera especial en los Obispos, sacerdotes, diáconos y consagrados, una alegría espiritual que va más allá de un simple cumplir una promesa, y que encuentra su mayor expresión cuando el ser orante se apropia, “en el espíritu del resucitado” (Rm 8,11) de una verdad irrefutable predicada por el Papa Benedicto XVI: “todo lo debo esperar de Dios y basar la vida entera en Dios, que en Cristo nos lo ha regalado todo”. Es oportuno recordar algunas razones que sostienen la acción cotidiana de rezar la Liturgia de las Horas o el Oficio divino y contemplar que en ella, Dios se vale de mí para “misericordiar” a su Iglesia y al mundo entero. 1.- Celebramos la liturgia porque actualiza para nosotros la acción salvadora de Cristo y nos permite abrirnos a la esperanza en la que hemos sido salvados (Rm 8,24). Nos enseña el catecismo de la Iglesia “La Liturgia es "acción" del "Cristo total". Los que desde ahora la celebran participan ya, más allá de los signos, de la liturgia del cielo, donde la celebración es enteramente comunión y fiesta” (1136). 2.- El Misterio de Cristo, su Encarnación y su Pascua, que celebramos en la Eucaristía, especialmente en la asamblea dominical, penetra y transfigura el tiempo de cada día mediante la celebración de la Liturgia de las Horas, "el Oficio divino" (SC IV). La Liturgia de las Horas "realmente es la voz de la misma Esposa la que habla al Esposo; más aún, es la oración de Cristo, con su mismo Cuerpo, al Padre" (SC 84; CIC 1174). 3.- La Liturgia de las Horas nos fortalece en el ministerio, acrisola nuestra opción de vida, mantiene radiante nuestra identidad porque ella es fuente de vida espiritual y nos permite entender que el ideal de la vida cristiana y sacerdotal consiste en que cada uno se una con Dios íntima y constantemente (SC 86 y 96; PO 5). 4.- La Liturgia de las Horas es el medio privilegiado que favorece que cada jornada sea un constante diálogo con Dios, un sacrificio espiritual que se inspira y apoya en el único y definitivo sacrificio de Cristo con el cual se debe identificar el sacerdote. En la oración de la LH el presbítero se descubre inmerso en el misterio de la filiación divina que se hace entrega a los demás en el servicio pastoral. 5.- La oración es el acto central de la persona de Jesús en cuanto hombre y por lo tanto, un real conocimiento del Dios-Hombre es sólo posible entrando en ese acto de oración. En consecuencia, sintonizar nuestra vida con el misterio de Jesús sólo es posible participando de su mismo sacrificio que se actualiza en la Eucaristía y se prolonga en el tiempo por la Liturgia de las Horas. Cabe recordar que «en el Oficio Divino, los presbíteros, en nombre de la Iglesia, piden a Dios por todo el pueblo a ellos confiado y por todo el mundo» (PO 5). 6.- La LH tiene una profunda dimensión eclesial en la cual brilla, en la Iglesia que reza, el esplendor de la Santísima Trinidad y en la voz de la Iglesia resuena la voz de Cristo. El sacerdote no debe olvidar que toda acción litúrgica es un encuentro entre Cristo y la Iglesia. La Instrucción General para la LH enseña: “la santificación humana y el culto a Dios se dan en la LH de forma tal que se establece un diálogo entre Dios y los hombres, en que Dios habla a su pueblo…y el pueblo responde a Dios con el canto y la oración”. Acojamos la exhortación del Papa Benedicto XVI “celebrad la Liturgia de las Horas dirigiendo la mirada a Dios en la comunión de los santos, de la Iglesia viva de todos los lugares y de todos los tiempos, para que se transforme en expresión de la belleza y de la sublimidad del Dios amigo de los hombres”. Por bondad de una monja de clausura, llegó a mis manos la siguiente oración para ofrecer la celebración del oficio divino: “Abre, Señor, mis labios para que bendiga tu santo nombre; purifica mi corazón; ilumina mi entendimiento, inflama mi voluntad, para que digna, atenta y devotamente pueda cantar este oficio y merezca ser escuchado en la presencia de tu Divina Majestad. Canto el oficio Divino en nombre de la santa Iglesia, porque es tu oración al Padre, unida a aquella divina intención con que Tú mismo, en la tierra tributaste tus alabanzas al Padre, mirándolo con tus divinos ojos, en el Espíritu Santo. Amén. ¡Qué gran cosa es adorar bien a Dios en la Liturgia de las Horas! Juan Carlos Ramírez Rojas Ecónomo-Director Financiero Conferencia Episcopal de Colombia