Vie 10 Jun 2022
Lo que tiene el Padre es mío. El Espíritu recibirá y tomará de lo mío y se lo anunciará
LA SANTÍSIMA TRINIDAD
Junio 12 de 2022
Primera Lectura: Pr 8, 22-31
Salmo: Sal 8, 4-5.6-7.8-9 (R. 2a)
Segunda Lectura: Rm 5, 1-5
Evangelio: Jn 16, 12-15
I. Orientaciones para la Predicación
Introducción
• El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la jerarquía de las verdades de fe (CIC, n. 234)
• La comunión trinitaria es la fuente y el modelo de la comunión y participación en la Iglesia.
• Hoy, quienes hemos sido bautizados, renovamos nuestro compromiso misionero de anunciar el amor de Dios uno y trino.
1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?
Las lecturas de este día nos iluminan para comprender el sentido de la solemnidad de la Santísima Trinidad y vivir lo que esta celebración nos pide.
• El libro de los Proverbios nos presenta la personificación de la Sabiduría de Dios, haciendo énfasis sobre el orden y la perfección de las cosas creadas. Así, reconocemos a Dios Padre Creador que ha hecho todo por amor a la persona humana. También vislumbramos ya en este pasaje un anuncio de Cristo, Sabiduría del Padre, “por quien y para quien fueron creadas todas las cosas” (Jn 1,3; Col.1,16).
• El salmo 8, bien conocido, celebra la creación de Dios, de la que es cumbre la persona humana. Es enfática la afirmación de la superior grandeza del ser humano sobre las demás obras de la creación. No se trata de una afirmación de dominio irresponsable, si no de una primacía que llama a la administración y al cuidado de la casa común que Dios ha preparado para todos (cfr. LS, 95.116).
• El apóstol Pablo, en pocos versículos, sintetiza la obra de la redención; indicando que estamos en paz con Dios por medio de Cristo, en quien hemos conocido el amor del Padre, que ha derramado en nuestros corazones el Espíritu Santo. Este pasaje puede calificarse como una confesión de fe en la Trinidad, y en la acción redentora del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Es, además, una invitación a la vivencia de las virtudes teologales, fe, esperanza y caridad, que deben ser la manifestación concreta de nuestra vida en Dios.
• El Evangelio tiene un acento misionero, en la última cena Jesús se anticipa a asegurar la promesa del Espíritu Santo que guía a los discípulos de Cristo para que conozcamos el amor de Dios y lo anunciemos. No podemos dejar de ver en estas palabras la figura de comunión eclesial, que el mismo Jesús pedirá para todos los que creen en él: “Que todos sean uno” (Cfr. Jn 17,21).
2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad?
La solemnidad de este domingo hace como de puente entre la Pascua y el Tiempo Ordinario, invitándonos a contemplar y a dar gracias por la acción salvífica de Dios, que es uno en la comunión de tres personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
• Celebrar el misterio trinitario es, ante todo, un movimiento de contemplación del amor de Dios, que no nos deja solos, que está siempre actuando para salvarnos y que es Dios con nosotros. San Juan nos propone este reconocimiento y vivencia: “¡Dios es amor!” (1Jn 4). Al pensar, por tanto, en la Santísima Trinidad, no se trata de entender racionalmente un enunciado dogmático, sino de ir al encuentro del amor de Dios, que nos ha sido revelado en Cristo y que está en nosotros por el Espíritu Santo. San Juan Pablo II decía que “la Trinidad no es tanto un misterio para nuestra mente, como si se tratase de un misterio intrincado, sino, y mucho más, de un misterio para nuestro corazón” (Homilía, 29.05-1983).
• Celebrar el misterio de la Trinidad es, en segundo término, una invitación a renovar nuestra profunda identidad eclesial. San Cipriano define la Iglesia como un “pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (De Orat. Dom., 23; cf. Lumen Gentium, 4). Jesucristo mismo, en la última cena, pidió que “todos sean uno, como tú Padre en mí y yo en ti” (Jn 17, 21). Por eso, de modo particular, recorriendo el itinerario sinodal al que el Papa Francisco ha convocado a toda la Iglesia, en esta solemnidad estamos llamados a afianzar nuestra comunión y participación como discípulos y misioneros, que tienen como único fundamento la unidad de la Trinidad.
• Celebrar el misterio de la Trinidad es, en tercer lugar, una oportunidad para tomar mayor conciencia de la misión evangelizadora a la que estamos llamados todos los bautizados. El Evangelio de San Mateo concluye con el este envío: “Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo…” (Mt 28, 18b-19). La misión de la Iglesia parte, por tanto, de nuestra propia relación con la Trinidad y del compromiso que resulta de haber recibido la gracia bautismal.
3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?
Como ya ha sido subrayado, esta solemnidad nos mueve ante todo a la contemplación y a la oración. Santa Isabel de la Santísima Trinidad oraba de esta manera: “Dios mío, Trinidad que adoro, ayúdame a olvidarme enteramente de mí mismo, para establecerme en ti”. Hoy pudiéramos repetir esta plegaria, con el deseo de centrar nuestra vida en Dios, pidiendo que podamos experimentar su amor, para prolongarlo y comunicarlo en nuestro propio anuncio evangelizador.
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Recomendaciones prácticas:
• Conviene leer, antes de la celebración, los numerales 232 a 267 del Catecismo de la Iglesia Católica, bajo el título la Profesión de la Fe Cristiana.
• Concluye la semana de Oración por la Unidad de los Cristianos.
• Encuentro Nacional de las Familias (13-18 de junio)
II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles
Monición introductoria de la Misa
En este domingo celebramos el misterio central de la fe y de la vida cristiana: Dios es uno, en la comunión de tres personas Padre, Hijo y Espíritu Santo. Hoy estamos invitados de manera especial a contemplar el amor de Dios que no nos abandona. Para ello pedimos la gracia distinguir y adorar a cada una de las personas divinas, y de vivir la profunda unidad que hay entre ellas. Con estas disposiciones, participemos de este banquete del amor de manera plena, consciente y activa.
Monición a la Liturgia de la Palabra
Que la escucha atenta de las lecturas bíblicas, que nos proponen el camino de la revelación de Dios como comunión de personas, nos motive a ser testigos del amor trinitario, en los acontecimientos de la vida cotidiana. Recibamos con fe y alegría la Palabra de Señor.
Oración Universal o de los Fieles
Presidente: Al Dios Padre, elevemos nuestras súplicas confiadas por medio de su Hijo y con la asistencia del Espíritu Santo. Digamos juntos:
R. Dios de amor, escúchanos.
1. Oremos por toda la Iglesia, para que, guiada por Espíritu Santo, cumpla con su misión de enseñar la verdad que guía a todo hombre hacia la plenitud de la vida.
2. Por los gobernantes de las naciones, para que, vivificados por la gracia de la Santísima Trinidad, sean sabios en su trabajo en la construcción de una sociedad más armónica, conducida por la verdad y el bien, para el beneficio de las comunidades que han sido puestas en sus manos.
3. Por nuestras familias, para que se refleje en ellas la unidad de la Trinidad, que se manifieste en el amor, el respeto y el diálogo entre todos los miembros de nuestros hogares.
4. Por la consulta sinodal que se ha realizado en nuestra Iglesia local, para que guiados por el Espíritu, todas las decisiones tomadas a partir del discernimiento lleven a una común docilidad al Espíritu Santo.
5. Por la unidad de los cristianos, para que la Eucaristía, símbolo de amor y vínculo de caridad trasforme el corazón de los hombres, y superas las dificultades actuales, los lleve a formar una sola Iglesia.
Oración conclusiva
Dios, Padre todopoderoso,
que has enviado al mundo la Palabra de la verdad
y el Espíritu de la santificación,
escucha estas suplicas que te hemos presentado con fe y esperanza.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.