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Opinión

Vie 24 Oct 2025

Recibirán la fuerza del Espíritu Santo para que sean mis testigos

Por Monseñor José Libardo Garcés Monsalve, Obispo de la Diócesis de Cúcuta - Avanzamos en este mes de octubre consagrado por la Iglesia para reflexionar y orar por las misiones en todo el mundo, conscientes del mandato que hemos recibido del Señor de ser sus testigos por todos los confines de la tierra: “ustedes recibirán la fuerza del Espíritu Santo; Él vendrá sobre ustedes para que sean mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los extremos de la tierra” (Mt 28, 19 - 20), misión que estamos realizando en nuestra Diócesis de Cúcuta durante este mes, en el desarrollo del Proceso de Evangelización con el lema: sean mis testigos, vayan y hagan discípulos.Del mandato del Señor nadie queda excluido, ya que todo bautizado es un discípulo misionero, que tiene la misión de comunicar a otros la experiencia de Jesucristo, dando testimonio de Él con la vida y anunciándolo con las palabras. Así lo expresa el Concilio Vaticano II cuando afirma: “todos los fieles cristianos donde quiera que vivan, están obligados a manifestar con el ejemplo de su vida y el testimonio de la palabra el hombre nuevo de que se revistieron por el bautismo, y la virtud del Espíritu Santo, por quien han sido fortalecidos con la confirmación, de tal forma que, todos los demás, al contemplar sus buenas obras, glorifiquen al Padre (Cf. Mt 5,16) y perciban, plenamente, el sentido auténtico de la vida y el vínculo universal de la unión de los hombres” (Ad Gentes 11), para llevar a la salvación a los que están cerca, a los alejados y a los que rechazan abiertamente a Jesucristo (Cf. Evangelii Gaudium 14).La misión esencial de la Iglesia es evangelizar y lo realiza para convocar a todos en torno a Jesucristo y formar comunidad que en plena unión con Dios y con los hermanos pueda dar testimonio del Evangelio en todos los ambientes y lugares en los que se encuentra un cristiano, que, iluminado por el Espíritu Santo transmite la fe a otros. Así lo enseña el Concilio Vaticano II: “el Espíritu Santo, que llama a todos los hombres a Cristo por la semilla de la Palabra y proclamación del Evangelio, y suscita el homenaje de la fe en los corazones, cuando engendra para una vida nueva en el seno de la fuente bautismal a los que creen en Cristo, los congrega en el único Pueblo de Dios que es ‘linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido por Dios’” (AG 15).El primer ambiente para transmitir la fe es el propio entorno familiar y de trabajo, donde cada uno tiene la tarea de anunciar el Evangelio, “cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de nuestra propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio” (EG 20), periferias que pueden estar a nuestro lado e incluso en nuestro propio corazón, porque son lugares físicos y existenciales donde aún no ha llegado la Palabra de Dios y el mensaje de Jesucristo no ha inundado la existencia y por eso la salida misionera en la que estamos empeñados ayudará a fortalecer una vida nueva en Jesucristo que nos da la gracia de vivir en comunión con todos.La salida misionera que tenemos por mandato del Señor, no es algo añadido a la misión evangelizadora de la Iglesia, sino que hace parte del proceso evangelizador de la Iglesia que se acerca, que es capaz de llegar a todos, para comunicarles con alegría el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo. El Papa Francisco nos decía que: “la alegría del Evangelio que llena la vida de la comunidad de los discípulos es una alegría misionera que la sienten llenos de admiración los primeros que se convierten al escuchar predicar a los Apóstoles cada uno en su propia lengua en Pentecostés. Esa alegría es un signo de que el Evangelio ha sido anunciado y está dando fruto” (EG 21), que genera una vida nueva en quienes escuchan y reciben con gozo el primer anuncio, para luego profundizarlo en el proceso que podemos vivir en la comunidad cristiana y comunicarlo con fervor y alegría a los hermanos.La alegría de predicar el Evangelio brota de una experiencia con Jesucristo vivo en nuestro corazón y que está en medio de la comunidad, to¬mando conciencia que este gozo no lo podemos dejar encerrado en nuestra vida, sino que lo tenemos que comunicar. La salida misionera no es ir muy lejos de nuestro entorno, algunos tendrán vocación específica para hacerlo y saldrán fuera de los confines de su propio territorio, pero en el caso de la mayoría de los bautiza¬dos la salida misionera es renunciar al propio individualismo y egoísmo que ahogan a la persona, para salir a comunicar el mensaje de Jesucristo comenzando por la propia familia, donde en ocasiones se hace difícil ser misionero de Jesucristo.Terminar el mes de reflexión y oración por las misiones no es culminar la tarea, pues estamos en estado permanente de misión como nos lo ha pedido el Concilio: “esta misión continúa, y desarrolla a lo largo de la historia la misión del mismo Cristo, que fue enviado a evangelizar a los pobres. La Iglesia debe caminar por moción del Espíritu Santo, por el mismo camino de Cristo” (AG 5); por eso, los animo a todos en la Diócesis de Cúcuta a continuar con el anuncio gozoso de la persona, el mensaje y la palabra de Nuestro Señor Jesucristo, siempre en salida misionera y con la alegría de hacer nuevos discípulos misioneros del Señor. Que la Santísima Virgen María y el Glorioso Patriarca San José alcancen del Señor el fervor misionero y en el desarrollo del proceso pastoral de nuestra Diócesis podamos recibir con gozo el mandato del Señor: sean mis testigos, vayan y hagan discípulos.En unión de oraciones, reciban mi bendición.+José Libardo Garcés MonsalveObispo de la Diócesis de Cúcuta

Vie 17 Oct 2025

El presbítero, ministro de la Esperanza

Por Monseñor Gabriel Ángel Villa Vahos - El año jubilar de la Esperanza que estamos viviendo, debe ser para nosotros, los ministros del Evangelio, esto es, del amor, del perdón, de la misericordia, de la paz y la reconciliación, una gran oportunidad para recordar que somos ministros de esperanza.El Papa Francisco, al convocar el Año Santo jubilar, ha puesto como texto bíblico de base, Rm. 5,5: “La esperanza no defrauda”. Sí, para nosotros cristianos, el Señor Jesús es nuestra esperanza, en Él confiamos y a Él anunciamos. La esperanza nace del amor y se funda en al amor que brota del Corazón de Jesús traspasado en la cruz. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más ahora que estamos reconciliados, seremos salvados por su vida (Rm. 5,10). Y su vida se manifiesta en nuestra vida de fe, que empieza con el Bautismo, se desarrolla en la docilidad a la gracia de Dios y, por tanto, está animada por la esperanza, que se renueva siempre y se hace inquebrantable por la acción del Espíritu Santo .Para el ser humano no basta vivir, se requiere tener sentido. Hoy muchos sectores humanos, muchos jóvenes, buscan sentido a su existencia, piden razones para vivir. Cuando hemos optado por seguir a Cristo en el ministerio sacerdotal, la razón última ha sido porque en Él hemos encontrado el verdadero sentido de nuestra vida, porque reconocemos que “quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento” . Si esto es realidad en nosotros, la consecuencia es que estamos en capacidad de ser generadores de sentido, de ser portadores de esperanza, en un mundo con déficit de esperanza.La modernidad prometió que la luz de la razón superaría todo, hasta Dios, pero sus promesas se convirtieron en decepción. Por algo, algunos de los pensadores posmodernos hablan de la sociedad del cansancio, de la sociedad del miedo, de la sociedad líquida. Según san Agustín, nadie vive cualquier género de vida sin estas 3 disposiciones: creer, amar y esperar . La sola razón es insuficiente, y la esperanza está en la perspectiva del ser humano, pues su cerebro está hecho para mirar lejos, y la esperanza apunta a esto, a mirar lejos, más allá de lo meramente material. Es la esperanza la que nos hace propiamente cristianos.La promesa del Señor para nosotros ministros es donar la vida, dar la vida por las ovejas, por lo que debemos tener cuidado para no cimentar nuestra vida ministerial sobre vanas expectativas (puestos, promociones, títulos…) y en cambio sí sobre promesas ciertas.Como insistió el recordado Papa Francisco en diversos escenarios, no nos dejemos robar la esperanza. Somos, con nuestro pueblo santo fiel, peregrinos de esperanza. Mantengamos firme nuestra esperanza, cimentada en las promesas de Dios, y seamos para todos los que nos han sido confiados, para las comunidades con las que compartimos nuestra fe, signos visibles de esperanza.+Gabriel Ángel Villa VahosArzobispo de Tunja y vicepresidente de la Conferencia Episcopal de Colombia

Jue 9 Oct 2025

¡Clamar a Dios por el don de la paz!

A continuación, compartimos la homilía de Monseñor Gabriel Ángel Villa Vahos, arzobispo de Tunja y vicepresidente de la Conferencia Episcopal, en el encuentro del “Servicio Episcopal para el Perdón, la Reconciliación y la Paz” con responsables de “Iniciativas locales de paz en Colombia”. Bogotá, D.C., 08 de octubre de 2025.La lectio continua que nos presenta la Liturgia de la Palabra durante estos días nos ofrece algunos pasajes del profeta Jonás y del Evangelio según san Lucas.Jonás fue llamado por el Señor para una misión específica, y aunque él quiere huir, una experiencia lo sacude y finalmente cumple la misión de predicar la conversión a los habitantes de Nínive.Pero una vez que los habitantes de aquella ciudad han aceptado el llamado a la conversión, a Jonás le pareció muy mal que el Señor perdonara a los pecadores arrepentidos. Él deseaba que fueran castigados y no aceptó que el Señor se mostrara clemente y misericordioso con ellos. Hay quienes ven mal que el Señor sea bondadoso con los pecadores y piden que se apliquen castigos a todos los que delinquen. Dios, sin embargo, se alegra por los pecadores que hacen penitencia, aun cuando algunos se nieguen a participar de su alegría. Estos no comprenden que Dios quiere la salvación de todos. Jonás en su mezquindad, se entristecía por el arbusto que se había secado, el que no había sembrado ni cuidado y no compartía la preocupación de Dios por los habitantes de Nínive.Ya lo decíamos con el salmista: “porque tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan. Señor, escucha mi oración, atiende a la voz de mi súplica” (Sal. 86).A propósito de la importancia de la oración, en el evangelio de hoy, Lucas nos ofrece una catequesis de Jesús sobre la oración. Tres momentos contempla esta catequesis: ante la petición de los discípulos, Jesús les enseña a orar invocando a Dios como Padre; luego insiste en la necesidad de la oración continuamente y sin interrupción y finaliza afirmando que la oración perseverante será siempre escuchada por Dios.La oración, y Jesús como modelo de oración, son temas muy queridos para Lucas. Después de ser testigos de cómo Jesús ora, los discípulos quieren saber cómo deben dirigirse a Dios. Respondiendo a esta inquietud, Lucas nos transmite una versión del Padre Nuestro más breve que la de Mateo. Según esta versión, los discípulos deben dirigirse a Dios llamándolo Padre, Abbá, Papito.El ambiente propio para la oración es la relación filial con Dios. Por esto el discípulo de Jesús se pone ante Dios en actitud de amor, confianza y cercanía. Luego se pide al Padre que santifique su nombre, santificando a sus hijos, para que vivan de tal forma que todos comprendan, que el Dios de los seguidores de Jesús, es un Padre Santo. Se le pide que reine como Padre e implante la justicia y la paz en la tierra.El discípulo continúa pidiendo el alimento necesario para cada día y confiando en la misericordia de Dios, pues condición para vivir la paz y la justicia es, por lo menos, garantizar lo indispensable para vivir dignamente como personas.Cuando el discípulo pide perdón de sus pecados, recuerda que él, también debe perdonar a quienes le ofenden y librar de sus deudas a los pobres que no le pueden pagar.Finalmente, en un acto de reconocimiento de su propia debilidad, el discípulo pide a Dios que no lo ponga a prueba, porque de frente a la tentación, los cristianos saben que pueden fracasar.Qué importante no perder de vista la oración perseverante clamando a Dios por el don inestimable de la paz, el perdón y la reconciliación. Nos puede pasar que, confiamos más en nuestras estrategias, capacidades y maniobras para conseguir este objetivo. Debemos comprometernos y comprometer a nuestras comunidades en una oración continua y perseverante, incluso indicando las consecuencias a las que nos lleva la oración del Padre Nuestro, oración que seguramente rezamos casi a diario, pero que no logra realizar aquello a lo que ésta nos compromete, como, por ejemplo, perdonar a quienes nos ofenden, aunque sabemos que Dios siempre nos perdona.Agradecemos al Señor que nos ofrece hoy este camino de oración como elemento muy importante en nuestro trabajo por la paz y la reconciliación, en nuestra querida Colombia, tan aquejada a lo largo de su historia por la violencia, causada por nuestros egoísmos e injusticias.Nos encomendamos a la Santísima Virgen María, nuestra Señora de la Esperanza y Reina de la paz. Amén.+ Gabriel Ángel Villa VahosArzobispo de Tunja

Lun 6 Oct 2025

Misioneros de la esperanza

Por Luis Fernando Rodríguez Velásquez - Como es bien conocido, octubre es por tradición el mes de las misiones. Este año, coincide con el año santo cuyo tema es “Peregrinos de la esperanza”.Este es un tema muy importante, porque ¿cuáles son las motivaciones que subyacen para hacer misión en la Iglesia?Por un lado, está el mandato del Señor de ir por todo el mundo y anunciar el Evangelio, la Buena nueva de la salvación, que es su misma persona. Pero por otro, está el deseo de que la Iglesia crezca y que el Reino de Dios pueda expandirse por todos los rincones de la tierra.A esto debe agregarse que hacer misión significa sembrar en las personas las semillas de la esperanza, de la fe y del amor.Es necesario recordar que es deber de los bautizados ser testigos de la buena nueva que nos hace miembros de la Iglesia, Hijos de un mismo Padre y hermanos en Cristo. Nos hace también pregoneros de la paz, haciendo posible, como auténticos discípulos del Maestro, Cristo Jesús, que con nuestro aporte se consolide en todas partes la civilización del amor.Por esto mismo, hacer misión va más allá que enseñar rezos y ritos. El misionero anima al encuentro con el Señor, a la conversión y a asumir una vida nueva.Es una misión que tiene como destinarios a los que no conocen a Cristo, que entre nosotros son ya numerosos; a los que se preparan en el catecumenado para recibir los sacramentos de iniciación; a animar a los que, habiendo sido bautizados en la Iglesia, se han enfriado en la práctica de su fe; y a acompañar a los que viven con entusiasmo sus compromisos bautismales.No se puede negar que la Iglesia de ayer y de hoy ha pasado y pasa por momentos difíciles, y que está siendo siempre sometida a las insidias del maligno manifestadas de múltiples maneras. Pero una cosa es cierta, lo dice el Señor, que ni el poder del infierno prevalecerá contra ella (cfr. Mt. 16, 18).De esta manera, el llamado es hacer misión y que lo hagamos movidos por la esperanza. La Iglesia tiene futuro. Y nuestra responsabilidad es hacer que los creyentes de hoy sigan sembrando en las familias y en la sociedad la semilla de la fe en Cristo, y que la Iglesia siga creciendo con nuevos miembros.Cali y los otros municipios que conforman la Arquidiócesis: Jamundí, Yumbo, La Cumbre, y Dagua, son territorios de misión. Es necesario recordar que hay que salir sin miedo y con creatividad a buscar a los alejados, a los que se han enfriado, a los no creyentes en Dios y a los que se han distanciado de la Iglesia. Aquí está la urgencia de ser tomar conciencia de que nuestra tarea es la misión, y con ella, sembrar en todos la semilla de la esperanza.Los invito para que este mes sea dedicado a la oración por las misiones, pero también, para que estemos dispuestos a colaborar con la Colecta del Domingo de las Misiones, que se puede comenzar a preparar desde ya haciendo cada uno una renuncia como ofrenda agradable a Dios.Que haya mucha disposición para la oración por las misiones y los misioneros del mundo, y mucha generosidad para la colecta de las Obras Pontificias Misioneras, con las que el Papa León XIV apoya las actividades de las misiones del mundo, y también en Colombia.Misioneros de la esperanza sea nuestra principal tarea.+Luis Fernando Rodríguez VelásquezArzobispo de Cali

Lun 6 Oct 2025

Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos

Por Monseñor José Libardo Garcés Monsalve - Sigue resonando en nuestra Diócesis de Cúcuta la tarea que ha dejado el II Congreso Nacional de Evangelización PEIP, que tuvo como lema: peregrinos de la esperanza “vayan y hagan discípulos” (Mt 28, 19). En este mes de octubre la Iglesia invita a reflexionar haciendo propio el mandato misionero que Jesús nos ha dejado: “vayan y hagan discípulos a todos los pueblos y bautícenlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, enseñándoles a poner por obra todo lo que les he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 19 - 20).Con el mandato de Jesús “vayan y hagan discípulos a todos los pueblos” (Mt 28, 19), renovamos el compromiso que tenemos como evangelizadores de transmitir la fe a los demás, haciendo nuestra la misión esencial de la Iglesia que es evangelizar, tal como lo ha enseñado San Pablo VI: “evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda” (Evangelii Nuntiandi 14), conscientes que en esta tarea que asumimos con gozo, el Espíritu Santo es el protagonista principal de la evangelización: “ustedes recibirán la fuerza del Espíritu Santo; Él vendrá sobre ustedes para que sean mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los extremos de la tierra” (Hch 1, 8).En nuestra Diócesis como bautizados, discípulos misioneros, tenemos la certeza que hemos recibido el mandato del Señor de ser auténticos misioneros, para anunciar a Jesucristo en todos los ambientes y sectores, aún en los más difíciles; abiertos a la gracia del Espíritu Santo que nos da la fortaleza necesaria para dar testimonio de Él por todas partes, porque “el Espíritu en la Iglesia forja misioneros decididos y valientes como Pedro (Cf. Hch 4,13) y Pablo (Cf. Hch 13,9), señala los lugares que deben ser evangelizados y elige a quienes deben hacerlo (Cf. Hch 13,2)” (Documento de Aparecida 150). Cumpliéndose así, el mandato misionero de ir por todas partes a transmitir la persona, el mensaje y la Palabra de nuestro Señor Jesucristo.Esta tarea que es mandato del Señor no es para unos pocos en la Iglesia, sino para todos los bautizados, pues con el bautismo somos elegidos por Dios como discípulos misioneros y a la vez llamados y enviados por la Iglesia a la acción misionera en el mundo que debe ser iluminado por la Palabra de Dios. Así lo enseñó el Papa Francisco: “en todos los bautizados, desde el primero hasta el último, actúa la fuerza santificadora del Espíritu que impulsa a evangelizar” (Evangelii Gaudium 119); de tal manera, que cada día debemos tomar mayor conciencia de esta misión que es para todos, no importando el lugar y el estado de vida en que se encuentra cada uno, “en virtud del Bautismo recibido, cada miembro del Pueblo de Dios se ha convertido en un discípulo misionero (Cf. Mt 28, 19). Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador” (EG 120), basta simplemente tener a Dios en el corazón y estar lleno de su gracia y presencia para salir con alegría a dar testimonio de Él.Por esto, entendemos que la evangelización no se hace con mucha ciencia humana, sino con la sabiduría que viene de Dios, que es un don del Espíritu Santo, que hace que habite en nuestro corazón la gracia y que tengamos fervor interior para transmitirla, porque “si uno de verdad ha hecho una experiencia del amor de Dios que lo salva, no necesita mucho tiempo de preparación para salir a anunciarlo, no puede esperar que le den muchos cursos o largas instrucciones. Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús” (EG 120).La tarea misionera de todos los bautizados es mucho más urgente en el mundo actual que está sin Dios, para llevar a todos la Esperanza en el Señor y afrontar las dificultades y conflictos desde el Crucificado, porque la humanidad sin Jesucristo, pierde toda esperanza. Así lo expresó el Papa Benedicto XVI: “el hombre necesita a Dios, de lo contrario queda sin esperanza” (Spe Salvi 23), cayendo en el abismo más sombrío y tenebroso, de donde puede sacarlo solamente el amor de Dios manifestado a través de nuestra presencia misionera. Se trata de no perder la pasión y el fervor por la evangelización, recordando que la “primera motivación para evangelizar es el amor de Jesús que hemos recibido, esa experiencia de ser salvados por Él que nos mueve a amarlo siempre más” (EG 264).Como bautizados sigamos fortaleciendo nuestra condición de discípulos misioneros del Señor, comenzando por el anuncio de Jesucristo en el propio hogar y en el entorno en el que vivimos. Que este mes misionero que estamos viviendo juntos, sea un momento especial de gracia para conocer y amar más a Jesucristo y darlo a conocer a nuestros hermanos, incluyendo a aquellos que no lo conocen, lo rechazan abiertamente o se han alejado de su rebaño (Cf. EG 14). Que la Santísima Virgen María y el Glorioso Patriarca San José, alcancen de nuestro Señor Jesucristo el fervor misionero para cumplir con el mandato del Señor “vayan y hagan discípulos a todos los pueblos” (Mt 28, 19).En unión de oraciones, reciban mi bendición.+José Libardo Garcés MonsalveObispo de la Diócesis de Cúcuta

Mar 23 Sep 2025

Lámpara es tu Palabra para mis pasos

Por Monseñor José Libardo Garcés Monsalve- Caminamos en este mes de septiembre al ritmo del proceso evangelizador de la Iglesia en nuestra Diócesis de Cúcuta, pidiendo el don de la paz para nuestras familias y comunidades, con el lema del Plan Pastoral que dice: sean mis testigos, trabajen por la paz. Lo hacemos iluminados por la Palabra de Dios que nos permite renovar cada día nuestro caminar centrados en Cristo, “lámpara es tu Palabra para mis pasos, luz en mis caminos” (Sal 119, 105), reconociendo en la Sagrada Escritura a Jesucristo luz del mundo que nos confronta y nos ayuda a discernir la voluntad de Dios.Nuestra tarea evangelizadora consiste en compartir la Palabra de Dios con quienes no conocen a Jesucristo y también con aquellos que conociéndolo se encuentran tibios en su fe. Para cumplir con esta misión el Señor siempre nos renueva ese mandato para ir por todas partes, iluminados por el Espíritu Santo a comunicar el mensaje de salvación: “Ustedes recibirán la fuerza del Espíritu Santo; él vendrá sobre ustedes para que sean mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los extremos de la tierra” (Hch 1, 8).Santo que viene sobre nosotros por mandato del Señor, nos llenamos de fervor misionero para evangelizar que es la tarea prioritaria de la Iglesia; como nos lo enseñó el Papa Francisco: “quiero recordar ahora la tarea que nos apremia en cualquier época y lugar, porque no puede haber auténtica evangelización sin la proclamación explícita de que Jesús es el Señor, y sin que exista un primado de la proclamación de Jesucristo en cualquier actividad de evangelización” (Evangelii Gaudium 110), que está contenido en la Palabra de Dios y por esta razón la fuente de la predicación y la evangelización se encuentra en las Sagradas Escrituras, que contienen a Jesucristo que ilumina nuestros pasos.El llamado insistente que el Papa Francisco nos hizo es el fortalecimiento en la Iglesia de la conciencia misionera, que es el mandato de Jesucristo desde los orígenes “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos y bautícenlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, enseñándoles a poner por obra todo lo que les he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 19 - 20), como una invitación a compartir la fe, la esperanza y la caridad con los hermanos, en todos los ámbitos y circunstancias en las que se encuentran las personas. A todos tenemos que llegarles con la Palabra de Dios (Cf. EG 14).Con esto, todos los cristianos entendemos que la misión de la Iglesia de transmitir la Palabra de Dios, no puede ser algo opcional, ni un agregado a nuestra vida de fe, esperanza y caridad, sino que es el núcleo de nuestro ser cristianos; estamos llamados a comunicar como prioridad en nuestra vida. Se trata de participar en la vida y misión de la Iglesia, escuchando la voz del Espíritu Santo que nos ilumina la manera como debemos comunicar hoy a nuestro Señor Jesucristo. Así nos lo enseñó el Papa Benedicto XVI: “no podemos guardar para nosotros las palabras de vida eterna que hemos recibido en el encuentro con Jesucristo: son para todos. Toda persona de nuestro tiempo, lo sepa o no, necesita de este anuncio. El Señor mismo, suscita entre los hombres nueva hambre y sed de las palabras del Señor. Nos corresponde a nosotros la responsabilidad de transmitir lo que, a su vez, hemos recibido por gracia” (Verbum Domini 91).Con este llamado que hizo Benedicto XVI a todos a participar en la misión de la Iglesia de trasmitir la Palabra de Dios por todas partes, invito a todos los bautizados, familias, parroquias, comunidades cristianas, asociaciones y movimientos apostólicos de nuestra Diócesis de Cúcuta a redoblar los esfuerzos por la evangelización y cada uno desde su carisma y don que ha recibido del Espíritu Santo se ponga en salida misionera, para transmitir la fe a otros que no conocen a Jesús, porque “la actividad misionera representa aún hoy día el mayor desafío para la Iglesia y la causa misionera debe ser la primera” (EG 15). Sabemos que en esta tarea no estamos solos, pues el Señor mismo nos ha dicho que nos acompaña siempre en la misión: “sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 20), por lo que no hay que temer ir a todas partes, aún donde podríamos ser rechazados por llevar a Jesucristo.Se hace necesario para todos nosotros redescubrir la urgencia de anunciar la Palabra de Dios, para que el Reino de Jesucristo llegue y crezca en todos los corazones y familias de nuestras comunidades cristianas. Así lo enseñó el Papa Benedicto XVI cuando dijo que “la misión de anunciar la Palabra de Dios es un cometido de todos los discípulos de Jesucristo, como consecuencia de su bautismo. Ningún creyente en Cristo puede sentirse ajeno a esta responsabilidad que proviene de su pertenencia sacramental al Cuerpo de Cristo. Se debe despertar esta conciencia en cada familia, parroquia, comunidad, asociación y movimiento eclesial. La Iglesia como misterio de comunión, es toda ella misionera y, cada uno en su propio estado de vida, está llamado a dar una contribución incisiva al anuncio cristiano” (VD 94).Como creyentes en Cristo sigamos anunciando la Palabra de Dios por todos los confines de la tierra. Que este tiempo dedicado a la reflexión sobre la Palabra de Dios, fortalezca en nosotros la experiencia de Jesucristo, para salir a comunicar lo que hemos visto, oído y sentido por gracia de Dios. Que la Santísima Virgen María y el Glorioso Patriarca San José, alcancen de nuestro Señor Jesucristo el fervor misionero para cumplir con el mandato del Señor: “sean mis testigos por todos los extremos de la tierra” (Hch 1, 8).En unión de oraciones, reciban mi bendición.+José Libardo Garcés MonsalveObispo de la Diócesis de Cúcuta

Vie 12 Sep 2025

Salvar la familia

Por Mons. Ramón Alberto Rolón Güepsa - La familia hoy ha perdido su identidad; se ha desvirtuado su misión, ahora se hace necesario escuchar de nuevo la palabra iluminadora para volver a valorar el plan de Dios sobre la familia.Hechos 16, 25-33“Hacia la medianoche, Pablo y Silas estaban en oración cantando himnos a Dios, los presos le escuchaban. De repente, se produjo un terremoto tan fuerte que los mismos cimientos de la cárcel se conmovieron.Al momento, quedaron abiertas todas las puertas y se soltaron las cadenas de todos.El carcelero despertó y al ver las puertas de la cárcel abiertas, sacó la espada e iba a matarse, creyendo que los presos habían huido.Pero Pablo le gritó: «No te hagas ningún mal, que estamos todos aquí.»El carcelero pidió luz, entró de un salto y, tembloroso, se arrojó a los pies de Pablo y Silas, los sacó fuera y les dijo: «Señores, ¿qué tengo que hacer para salvarme?»Le respondieron: «Ten fe en el Señor Jesús, y te salvarás tú y tu casa.»Y le anunciaron la Palabra del Señor a él y a todos los de su casa.En aquella misma hora de la noche, el carcelero los tomó consigo y les lavó las heridas. Inmediatamente, recibió el bautismo él y todos los suyos. Les hizo entonces subir a su casa, les preparó la mesa y se alegró con toda su familia por haber creído en Dios”.El carcelero que custodiaba al apóstol Pablo al ver las puertas abiertas de la cárcel intenta quitarse la vida porque supone que no ha cumplido su misión de cuidar los presos que estaban bajo su responsabilidad. Entonces escucha una voz salvadora, el apóstol Pablo, también liberado por Dios, libera ahora al carcelero de la disciplina y pensamiento humano, salvándole la vida y otorgándole la verdadera libertad del espíritu que viene de Dios.Pide una luz y le fue concedida la Palabra divina de boca de Pablo y Silas. Ante este suceso, solo queda abrir el corazón a la acción divina.“¿Señores qué tengo que hacer para salvarme?” El carcelero comprende que la libertad está en Dios. Hace la pregunta fundamental. Dios ha actuado y ahora le corresponde a él; no puede dejar pasar esta oportunidad. Pidió una luz y le fue concedida la luz con la que se puede ver la realidad trascendente que supera toda verdad y pensamiento humano.«Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tu y toda tu casa» La luz que se irradia de la Palabra divina no solo ilumina su vida sino la de toda su familia. El Padre, cabeza de familia, ahora hace participe del don de Dios a toda su familia, que escucha la Palabra de Dios y se convierte.Este llamado continúa hoy, y tiene que llegar a todas nuestras familias. Hoy nuestra familia se encuentra en la oscuridad de pensamientos e ideologías que no nos dejan ver el valor y la dignidad de la familia, se rechaza a los enviados de Dios, a su Palabra y al anuncio de la Iglesia. Por eso, es indispensable volver a escuchar la Palabra Divina y dejar actuar a Dios en nuestras vidas, escucharle y seguir la luz que hacer ver la verdad que salva.Como miembros de nuestra familia, tenemos la responsabilidad de hacer llegar el mensaje de salvación a nuestro hogar, y convertimos a Dios, para salvar a los nuestros, a aquellos que forman parte de nuestro hogar. Esta responsabilidad es retadora porque me implica de manera personal: conocer el camino de salvación ante el llamado de Dios,El testimonio de la familia cristiana es hoy fundamental para la evangelización, porque:• Es responsabilidad y compromiso de todas las familias enseñar, trabajar y defender la verdadera cultura del amor, desde nuestra propia familia.• Es el lugar primordial para la educación en valores y principios evangélicos.• Allí se cultiva diariamente nuestra coherencia de vida familiar para que nuestro testimonio sea más fuerte que nuestras palabras.• Dios necesita de la familia para continuar realizando su obra su obra salvadora.Valoramos nuestro bautismo, en el que nos hacemos hijos de Dios y hermanos los unos con los otros. El Bautismo y los sacramentos santifican nuestra familia, que se ha de convertir en lugar sagrado del encuentro con el Señor.Dios Padre ha querido santificar la familia humana con la presencia de su amado Hijo en el hogar de Nazaret, con San José y la Santísima Virgen María. Recibamos en nuestros hogares a la familia de Nazaret y sigamos sus ejemplos para rescatar a nuestra familia colombiana, para recuperar los valores de nuestra sociedad y para lograr que nuestra familia sea un santuario donde se viva la paz, el amor y verdad. Solo así, volviendo a Dios, a escuchando su Palabra y viviéndola, las armas se silenciarán; nuestra tierra se verá regada de fertilidad en vez de sangre; los hijos podrán conocer a sus padres y crecer en el seno de sus hogares y no habrá más viudas llorando por sus esposos ni huérfanos lamentando la perdida de sus padres. Escuchemos a Dios, su palabra salvadora, antes que la voz humana que nos lleva a la oscuridad y desasosiego.Rescatemos nuestra familia, y así rescataremos nuestra sociedad, pues ella es la célula fundamental de una sociedad sana. Pero si la célula esta minada por el cáncer de la injusticia y la violencia, esta enfermedad seguirá dominado nuestra sociedad y nuestra familia. Es hora de vivir en la libertad de hijos de Dios.Escuchemos la Palabra de Luz que te salvará a ti y a tu familia.Oremos por y con nuestra familia: Que Dios bendiga y santifique a nuestras familias con el amor, la verdad y la paz que Dios nos da.Mons. Ramón Alberto Rolón Güepsa, obispo de ChiquinquiráMiembro de la Comisión Episcopal de Matrimonio y Familia

Mié 10 Sep 2025

Sinodalidad y profecía

Por Mons. José Clavijo Méndez - Cuando éramos estudiantes en Roma estaba en auge la «nueva Evangelización», introducida casi ex abrupto algunos años atrás por san Juan Pablo II en los años mozos de su pontificado, cuando apenas se estaban preparando nuestras Iglesias para celebrar los quinientos años de la Evangelización de América. En Haití nos sorprendió el papa, mientras se refería a la gesta evangelizadora de los misioneros que acompañaron a los colonizadores españoles no con el fin de hacerse ricos, sino de sembrar en el corazón de nuestros antepasados amerindios el tesoro del Evangelio; ellos también vinieron, autoexiliándose, para enriquecernos con su pobreza (2 Co 8,9). Entonces como un trueno, resonó en Puerto Príncipe la voz del Pontífice polaco:«Vuestros pueblos, marcados en su íntimo por la fe católica, imploran la profundización y fortalecimiento de su fe, la instrucción religiosa, el don de los sacramentos, todas las formas de alimento para su hambre espiritual. Sin embargo –hay que darse también cuenta de ello con humilde lucidez y realismo– problemas graves pesan sobre este pueblo desde el punto de vista religioso y eclesial: la crónica y aguda escasez de vocaciones sacerdotales, religiosas y de otros agentes de pastoral, con el consecuente resultado de ignorancia religiosa, superstición y sincretismo entre los más humildes; el creciente indiferentismo, si no ateísmo, a causa del hodierno secularismo, especialmente en las grandes ciudades y en las capas más instruidas de la población; la amargura de muchos que, a causa de una opción equívoca por los pobres, se sienten abandonados y desatendidos en sus aspiraciones y necesidades religiosas; el avance de grupos religiosos, a veces carentes de verdadero mensaje evangélico…..La conmemoración del medio milenio de evangelización tendrá su significación plena si es un compromiso vuestro como obispos, junto con vuestro presbiterio y fieles; compromiso, no de re-evangelización, pero sí de una nueva evangelización. Nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión».Dos años atrás el papa había expresado esta misma idea en su primera peregrinación apostólica a Polonia en junio de 1979. El huracán que arrancaba a Europa de sus raíces cristianas estaba a punto de lanzarse sobre el nuevo continente para arrasar con casi todo lo que la primera evangelización había sembrado y construido.Entonces parecía un desatino hablar de nueva evangelización en un continente tan católico y religioso, pero a los pocos días sobrevino el tsunami de la secularización que nos hizo entender la verdad de esa profética advertencia y la urgente necesidad de una nueva evangelización que pusiera cimientos firmes a una fe que se desmoronaba.Otro tanto había sucedido hace sesenta años cuando san Juan XXIII, ante la mirada atónita y el nerviosismo incómodo de los cardenales se atrevió a anunciar su deseo de convocar un Concilio ecuménico para la Iglesia como respuesta a la creciente desbandada de naciones y grupos humanos del seno de la Iglesia que, seducidos por el príncipe de las tinieblas, luchan contra la verdad y el bien acentuando la división entre lo que el genio de san Agustín llama las dos ciudades (Aloc. A los cardenales del 25 de enero de 1959). Lo que entonces parecía una locura del profeta fue en realidad una corriente de renovación y de nueva vitalidad para la Iglesia y para el mundo.La nueva profecía para el primer cuarto de siglo del tercer milenio es la sinodalidad. No nos quepa duda de que se trata de una inspiración profética que no podemos dejar pasar por alto refugiándonos en las falsas seguridades de una Iglesia que aparenta ser más sólida que nunca y más gloriosa que en otras épocas: la sinodalidad hará posible que la nueva evangelización y la salida misionera fortalezcan a la Iglesia para lanzar las redes de la gran misión del tercer milenio que buscará de nuevo llegar al corazón de cada hombre de este siglo para sembrar en su ser más íntimo la novedad fecunda del Evangelio y proponer a todos la construcción de un mundo nuevo, más fraterno, más humano, más abierto a la trascendencia. Para ello necesitamos formar a los discípulos misioneros que se aventuren a viajar a los nuevos continentes de la realidad virtual, la inteligencia artificial y los metalenguajes en los que habitan hombres y mujeres que siguen llevando la imagen y semejanza con Dios en lo más íntimo de su naturaleza y pueden abrir sus corazones, sus inteligencias y sus voluntades a la novedad del Evangelio de siempre anunciado en lenguajes nuevos, con ardor irresistible y expresiones novedosas.La Iglesia del primer milenio fue profunda y esencialmente sinodal en medio de una sociedad imperial y monolítica. La sinodalidad favoreció ese inatajable fuego misionero que como el carro de fuego de la «merkabá» se movía en la dirección de los cuatro puntos cardinales llevando «aquí, allí, allá y más allá» el potente y atractivo anuncio de una humanidad nueva y podríamos decir, otro tanto, no sin alguna reticencia, del segundo milenio, especialmente bajo el impulso renovador del Concilio tridentino. No podría ser diferente en estos primeros años del tercer milenio. La sinodalidad es un despertar eclesial a todos los niveles, un impulso renovador, un fuego purificador, un aliento nuevo y sanador que golpeará sin cansancio a las puertas de una humanidad cansada, agobiada y sin horizontes; la sinodalidad arrancará a la iglesia del letargo autocontemplativo y la llevará al corazón de la civilización posmoderna para abrirla al horizonte de la trascendencia.Vistamos las armaduras, alistemos nuestras alforjas y cantemos con el poeta: “Rotas mis ataduras, pagadas mis deudas, de par en par mis puertas, ¡Al fin!, me voy a todas partes” (Tagore: La cosecha).+ José Clavijo MéndezObispo de SincelejoPresidente Comisión Episcopal Lugares Eclesiales de Comunión