Sáb 3 Sep 2016
Condiciones para ser discípulos de Jesús
Por Mons. Omar de Jesús Mejía Giraldo - Dice la Palabra que a Jesús, el Maestro, el Señor, lo acompañaba mucha gente…, seguramente que Jesús siente alegría, por el hecho de saber que mucha gente lo sigue; pero no por eso, Jesús se ahorra la responsabilidad de aclararles el motivo de su predicación y la responsabilidad que implica ser sus discípulos. Dice Lucas “Miles de personas le seguían”. Entonces Jesús, en vez de atraerlos con promesas como suele suceder, pone a la multitud en el más fuerte aprieto, cuestionando la “sinceridad de la adhesión”. Ejemplos: “Te seguiré Señor le dice alguien”, Él se vuelve hacía aquella persona y le dice: “El Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza” (Cfr Lc, 57-58). Por lo tanto, quienes se quieran dedicar a predicar el evangelio deben ser libres frente a las presiones y frente a las preocupaciones. De las primeras se puede liberar no poseyendo bienes, pero de las preocupaciones solo se libera confiando absolutamente en el cuidado “paternal de Dios” (Lc 12,22-34).
Teniendo en cuenta éstas advertencias Jesús se dirige directamente a la multitud y les plantea, ¿Quieren ser mis discípulos? Deben entonces tener presente los siguientes principios:
Claridad en los vínculos familiares
Frente a los valores el verdadero discípulo debe tener claro que el primer puesto lo ocupa el Señor, aún frente a los padres. La lógica de los mandamientos lo expresa. Primer mandamiento: “amar a Dios sobre todas las cosas…” Cuarto mandamiento: “Honrar padre y madre…”. Recordemos el capítulo 12 del mismo evangelista Lucas, donde Jesús mismo se declara como objeto de discordia en la familia. “No he venido a traer paz sino división; de ahora en adelante habrá división: “los hijos contra los padres…”. Los mismos parientes de Jesús en algún momento pensaron que estaba loco (Mc 3,21; Jn 7,3-5).
Claridad en mis condiciones y fuerzas
La máxima que Jesús propone no es la de los griegos: “Conócete a ti mismo”; Jesús, en cambio, a quienes quieran ser sus discípulos les propone la siguiente máxima: “Niégate a ti mismo”. Jesús conoce cuan frágil y engañoso es el corazón de la persona. Jesús es el Maestro y el Señor, a manera de reto, nos invita a “descalificarnos a priori”; es decir, a dudar de nuestras estrategias, de nuestras fuerzas, de nuestro márquetin, de nuestras planeaciones, para confiar en la gracia y en el poder salvador de Dios Padre (Para Dios nada es imposible). Es una metodología bien extraña e incomprendida por el mundo súper planeado de hoy. Se trata de un método bastante útil, porque consiste en evaluar las fuerzas humanas con las cuales queremos seguir los postulados del evangelio y aún la vivencia de lo simplemente humano (Cfr Rom 3,4; Sal 115, 2). “Perverso el corazón e impenetrable, ¿quién podrá conocerlo? (Jer 17,9). “Maldito el hombre que confía en el hombre” (Jer 17,5). Dice la Palabra: “Jesús no se fiaba de los hombres, porque los conocía a todos” (Cfr Jn 2,24; Mc 8,34; (Mt 10,38).
Claridad en la opción
La opción, sea la que sea, debe ser en absoluta libertad, el secreto está en entender el significado de la libertad. En clave de fe, en clave bíblica, libertad es “ser lo que se es”, ser y obrar de acuerdo por lo cual se ha optado. Se opto por ser discípulo de Jesús, pues se debe vivir como discípulo del Señor. Se opto por ser esposo o esposa, se debe vivir como tal. Se opto por ser sacerdote, se debe vivir como sacerdote. Se opto por ser religioso, se debe vivir como religioso. Se opto por ser maestro, se debe vivir como maestro. Médico, abogado, ingeniero, servir público…
Se opto por seguir a Jesús, bien, recordemos que el gran secreto de Él es la predicación del Reino de Dios, el cual es un don absolutamente gratuito de Dios, pero en el cual se debe permanecer asumiéndolo con plena libertad y entrando por la puerta estrecha del sacrificio y de la cruz. Cuando la opción es en Jesús, la cuestión consiste en salvar la vida en Él (Lc 9,24-ss).
El evangelio de hoy nos insiste en la necesidad de estar atentos, a medir nuestras fuerzas, no con estrategias y planeaciones meramente humanas, no. El evangelio y en su generalidad la Palabra de Dios nos recuerda nuestra propia debilidad; no lo dudemos, “somos frágiles y sin Dios nada somos” (1 Pe 5,8-ss; Mt 10,39). No se nos olvide lo que dice la Palabra: “Sin mi nada pueden hacer” (Jn 15,5). Sin Dios somos nada, con Dios somos todo. El movimiento “cursillistas de cristiandad” tiene este lema que nos puede servir: “Cristo y yo, mayoría aplastante”. San pablo nos dice: “ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mi”.
Confianza, confianza, absoluta en Dios Padre, misericordioso, es lo que necesitamos hermanos, si de verdad queremos ser fieles a la vocación que cada uno hemos recibido del Señor, vocación por la cual cada uno ha optado con absoluta libertad. Recordemos lo que dice el Señor a sus discípulos en el capítulo seis de San Juan: “¿Ustedes también quieren marcharse?”.
A manera de conclusión
El evangelio de este domingo nos invita a decir definitivamente no a la mediocridad, no a las conversiones a medias, no a los entusiasmos sin renuncias y sin discernimiento. Hermanos, no vale la pena ser discípulos a medias. No es buena la mediocridad. No podemos jugar a dos bandos. No podemos servirle a Dios y a las cosas al mismo tiempo. Somos o no somos.
Quien busca a Jesús sin cruz, encontrará la cruz sin Jesús. “Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío”. No nos hagamos ilusiones no hay discipulado sin cruz, no hay vida sin cruz, no hay vocación sin cruz, no hay servicio sin cruz. La opción es con la cruz a cuestas.
Finalmente, no se nos olvide, queridos hermanos, lo que nos dice el Papa Juan Pablo II: “La cruz es sobreabundancia de amor de Dios hacía el mundo”. Cuando se ama de verdad, verdad, cuando se ama anteponiendo siempre el amor de Dios, la cruz se hace ligera y se asume como señal de redención. Sin amor no hay cruz y sin cruz no hay amor. Quien no es capaz de renunciar a algo por amor, no ama realmente. El amor es la medida de todo (1 Cor 13). Dios es amor, por eso, Dios es la medida de todo. “Dios lo es todo”.
Tarea
Continuar con la lectura del libro del Eclesiástico.
Monseñor Omar de Jesús Mejía Giraldo
Obispo de la diócesis de Florecia