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Opinión

Vie 21 Sep 2018

Dios perdona en mí

Por: Mons. Omar de Jesús Mejía Giraldo - “Son muchos los que no pueden perdonar todavía, pero hoy recibimos una lección de teología, de alta teología: Dios perdona en mí. Basta dejar que Él haga” (Septiembre 8 de 2017). Después de escuchar el testimonio de lo que ha sido en Colombia la experiencia del “hospital de campo”, el Papa quedó sobrecogido y nos dijo que jamás olvidaría las palabras: Dios perdona en mí. Hermosa lección de aprendizaje nos dio el Santo Padre, lección de humildad y apertura. Esta debe ser nuestra actitud, por más “alto” que podamos estar siempre hay algo nuevo que aprender. El aprendizaje de un líder debe ser constante, es lo que en nuestros círculos eclesiales llamamos “formación permanente” y que a veces confundimos con ciertos espacios de educación formal o informal que realizamos en nuestra Iglesia, instituciones, empresas, ciertamente, algo es esto; sin embargo, la lección de Francisco fue: en cada “instante existencial” nos formamos y mucho más cuando se trata de maneras tan sencillas como la gente humilde expresa su manera de vivir y de experimentar la gracia y el perdón de Dios. Estas palabras que la señora de “Machuca” nos dijo y que luego repitió el Papa: Dios perdona en mí, Colombia, necesita que las estemos recordando continuamente. Recordemos que los gobernantes dieron parte de tranquilidad sobre muertes y atracos durante los días de la presencia de Francisco entre nosotros. Sin embargo, es necesario reconocerlo, que una vez que el Santo Padre emprendió su regreso a la ciudad eterna, los colombianos volvimos a revivir nuestros sentimientos de venganza, odio, resentimiento, dolor… Si hoy hacemos un recuento de las muertes y maldades que han aflorado después de un año de la presencia del Santo Padre entre nosotros, tendríamos que decir que las estadísticas son alarmantes. Pensemos solo en las muertes por venganzas familiares, por herencias, conflictos pasionales, cuestión de limites entre vecinos, intolerancias. En nuestra querida patria siguen asesinando líderes, continúa el feminicidio y mil violencias más. Dios perdona en mí. Nuestro gran aporte como Iglesia al momento histórico y existencial que vive Colombia hoy, tiene que ser anunciar en Reino de Dios sin tregua, sin miedo y con esperanza; un Reino que se recibe como don de Dios, pero que también se gana con nuestro aporte y nuestra disponibilidad a él. Nuestro trabajo puntual hoy, debe ser anunciar la Buena Nueva como lo hizo Jesús y como lo realizó entre nosotros Francisco. El Papa dio el primer paso y durante una semana nosotros lo dimos con él. Ahora nos corresponde a nosotros dar el segundo y el tercer paso. Un segundo paso: perdonar y un tercer paso: reconciliarnos. Sin perdón no habrá reconciliación. Cuando el corazón humano no se ha desarmado del resentimiento, del odio, de la rabia…, por el mal sufrido, será imposible que se reconcilie. Solo un corazón sano de la impureza de un pensamiento mal sano será capaz de reconciliarse. Basta dejar que Él haga. Sin mucha reflexión y sin discernimiento ésta expresión aparece como si se tratará de una pasividad en el alma y es todo lo contrario. Para dejar que Dios haga la obra en nuestro ser necesitamos estar sumamente activos. Para que Dios haga la obra en nosotros necesitamos dejarlo ser Dios en toda su plenitud y con todas sus exigencias. Dice Jesús en el evangelio: “Nadie puede venir a mí, si no es atraído por el Padre” (Jn 6, 44). San Agustín dice que se trata de una atracción con libertad y por amor. Nadie es atraído contra su voluntad. La atracción debe ser por el gozo del amor y la alegría que produce la amistad con el Señor. Así es el perdón, Basta dejar que Él haga, pero hay que dejarlo hacer, Dios no violenta nuestra libertad, Él posee sumo respeto por nuestro ser. Al conmemorar un año de la visita del Santo Padre, la invitación es pues a que no olvidemos su mensaje. Sobre todo, quisiera insistir en la fuerza con la cual el Santo Padre nos habló de la necesidad de reconciliación entre nosotros. Recordemos: reconciliación que brota de un corazón lleno de Dios, reconciliación que se dará como consecuencia de la experiencia del perdón (Cf Mt 18,15-35). Reconciliación que solo es posible cuando el corazón está en paz con Dios, consigo mismo, con la naturaleza y con los hermanos. Reconciliación que no será posible sin recibir y vivir la gracia del perdón. + Omar de Jesús Mejía Giraldo Obispo de Florencia

Mié 19 Sep 2018

“Esclavos de la paz, para siempre”

Por: Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - Hace un año, estábamos de fiesta. Dispusimos de la mejor forma posible nuestra casa para recibir al Papa Francisco, quien nos visitaría del 6 al 11 de septiembre de 2017. Cómo es de necesario recordar y actualizar todas y cada una de sus palabras, sus mensajes, sus homilías, sus gestos y en general su testimonio de hombre creyente valiente, entusiasta y lleno de esperanza. Aparecen en la memoria las multitudes que en Bogotá, Villavicencio, Medellín y Cartagena, salieron alegres a saludar al Sucesor de Pedro, y a dejarse “tocar” por el haz de su presencia. Resuenan todavía los ecos de sus palabras prolongadas en el espacio por todos los medios de comunicación social, para que millones de personas, creyentes y no creyentes, en todo el territorio colombiano y más allá de nuestras fronteras, pudieran sentir cercano al Papa que vino a Colombia, siguiendo las huellas de Pablo VI y Juan Pablo II, para “compartir con mis hermanos Colombianos el don de la fe, que tan fuertemente arraigó en estas tierras y la esperanza que palpita en el corazón de todos”. ¿Para qué mas vino el Papa a Colombia? Lo dijo también en Roma, en la audiencia general del miércoles siguiente a su llegada: “Este viaje se hizo para llevar la bendición de Cristo, la bendición de la Iglesia, al deseo de vida y de paz que desborda en el corazón de esta nación”. Sin duda que el Papa quiso ayudarnos no solo a “dar el primer paso”, sino que nos estimuló para que siguiéramos dando nuevos pasos en orden a fortalecer el encuentro con Cristo, “en un país en el que las raíces cristianas son muy fuertes”, pero que requiere de un nuevo fervor que haga posible que el Evangelio permee la sociedad entera y dé los frutos de conversión esperados. Pero el Papa no solo quiso anunciar el Evangelio por sí solo. Quiso que este anuncio tocara nuestra realidad. ”Es evidente -dijo el Papa en Roma- que el maligno ha querido dividir al pueblo para destruir la obra de Dios, pero es también evidente que el amor de Cristo, su infinita misericordia es más fuerte que el pecado y que la muerte”. Así es, Francisco encontró un país divido, en la lucha de querer encontrar la paz, pero ante la subjetiva imposibilidad de perdonar, de reconciliarse, de mirar a los demás como hermanos. El Papa Francisco quiso, con su palabra y la palabra de Cristo, liberarnos del yugo del pecado, del rencor, de la iniquidad y la injusticia. Su sueño, su proyecto, que sigue vigente, es que nos hagamos esclavos en el amor, “esclavos de la paz, para siempre”, como fueron sus últimas palabras antes de subir al avión en Cartagena. Que la visita del Papa Francisco a Colombia hace un año, con los esfuerzos que implicaron esta inolvidable visita, no la hagamos inútil, como tantas cosas, que rápido son llevadas al rincón del olvido. La semilla de la esperanza ha sido sembrada, hagamos que produzca verdaderos frutos, y que el Papa, en su corazón, pueda decirse, “no perdí el tiempo en mi viaje a Colombia”. Vino el Papa Francisco y nos bendijo. A nosotros nos toca poner en práctica sus mensajes y orar por él, que tanto necesita de nuestra adhesión filial. + Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo Auxiliar de Cali

Lun 17 Sep 2018

Un momento difícil y salvífico

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - Han generado inquietud y dolor una serie de acontecimientos en los que está involucrada la Iglesia Católica. Los más recientes han sido el informe sobre mil víctimas de abuso sexual por parte de sacerdotes de siete diócesis de Pensilvania en los últimos setenta años; la situación de la Iglesia en Chile creada por numerosos casos de pederastia que al parecer han sido encubiertos; también se han denunciado casos de abuso a menores en nuestra Arquidiócesis y otros escándalos de sacerdotes en diversos lugares; finalmente, lo más grave es la acusación contra el Papa Francisco de que ha encubierto el lamentable comportamiento moral de un cardenal de Estados Unidos. Ante estas situaciones, comentadas por algunos medios de comunicación, varias personas me han preguntado: ¿Qué está pasando en la Iglesia? ¿Cuál es la causa o realidad de fondo de estas denuncias? ¿Qué debemos pensar y hacer frente a esta situación? Me parece que estos interrogantes no admiten respuestas evasivas o simplistas. Sin poder agotar la materia, me propongo exponer algunos elementos de respuesta y de reflexión para los fieles católicos que, como es natural, sienten una honda preocupación por su Iglesia y necesitan un poco de claridad frente a la confusión generada por las diversas informaciones de distintas fuentes. Pido el favor de tomar en su conjunto el contenido de este texto. 1. ¿Qué está pasando en la Iglesia? + Debemos comenzar por reconocer que la pederastia es un mal gravísimo, que atenta contra la dignidad, el bienestar y el futuro de las niñas, los niños y los adolescentes. Está presente en el mundo del deporte, de la salud, de la educación, de la familia y también, qué dolor y vergüenza, donde menos debería estar, en la Iglesia. + Los actos de pederastia de algunos sacerdotes y su ocultamiento por parte de la Iglesia se vienen denunciando desde hace unos veinte años. Ha sido un proceso que ha comenzado en Estados Unidos y que luego ha ido recorriendo las diócesis de diversas naciones del mundo. + Han aparecido casos reales de abusos a menores por parte de eclesiásticos y religiosos, que nos han llenado de tristeza. También, es preciso decirlo, se ha dado en diversas ocasiones manipulación y tergiversación de la información por parte de algunos medios. + La denuncia de pederastia en la Iglesia, aún en ocasiones con fundamento en la realidad, aparece en el contexto de un conjunto de acciones que, no se puede ignorar, afectan su vida y misión. Tal es el caso de documentales que, en algunos eventos, tergiversan la historia, promoción de leyes contra valores innegociables del cristianismo como la vida y la familia, estrategias para desdibujar la naturaleza y el innegable aporte de la Iglesia a la sociedad. + La Iglesia Católica ha venido condenando fuertemente este delito, ha promovido diversas iniciativas para prevenir dentro y fuera de ella el abuso a menores, ha emanado unas normas canónicas concretas y exigentes para el tratamiento de las denuncias y el acompañamiento de las víctimas, que no eximen a los abusadores de los procesos civiles. La aplicación de estos medios ha tenido variantes según las circunstancias eclesiales y las leyes civiles de cada país. 2. ¿Cuál es la realidad de fondo de estas denuncias? + La causa primera y fundamental de estas denuncias es que en la Iglesia algunos sacerdotes y religiosos han caído en el grave delito de la pederastia. Con estos actos han hecho mucho mal a los menores, a la Iglesia y a toda la sociedad. Por eso el Papa y los obispos hemos pedido repetida y humildemente perdón y nos hemos empeñado con todas nuestras fuerzas en la erradicación de este mal. + También está, en ciertos casos, aún sin mala voluntad, la lentitud o imprecisión para tratar estas situaciones en las que ha habido abuso sexual, de poder y de conciencia. Pueden darse también abusos que no se procesan porque no son denunciados. + Igualmente, en otras ocasiones, ha habido dificultades procesales porque no siempre se cuenta con declaraciones y pruebas concretas, porque se reciben testimonios contradictorios, porque hay que respetar la intimidad de las víctimas y porque es preciso cuidar la reserva necesaria en las posibles investigaciones de las autoridades civiles. + Algunos hablan también de que existe una agenda internacional que, a partir de hechos graves de pederastia que ocurren en la Iglesia, promueve este movimiento de denuncias y las acciones indicadas antes, con propósitos concretos en orden a una nueva visión y organización del mundo, en las que la Iglesia católica resulta incómoda. + En el fondo de todo, está la acción de Dios que, a través de estas dolorosas situaciones, nos llama a todos con urgencia a la conversión. Como dice san Pablo, Dios hace concurrir todas las cosas para el bien de los que le aman (Rm 8,28). 3. ¿Qué debemos pensar y hacer frente a esta situación? + Trabajar seriamente en una purificación de la Iglesia. La orden del Papa Francisco ha sido la de “tolerancia cero” para los casos de pederastia. Esta es una forma de valorar y amar a la Iglesia, que tiene personas que han pecado y que han cometido delitos, pero que no es una institución de criminales. Son muchos más los sacerdotes, religiosos y laicos que viven fielmente el Evangelio. + Luchar por acabar con todas las formas del mal que afectan a la Iglesia; su purificación no es sólo erradicar casos de pederastia. Debemos construir una comunidad que viva con santidad y eficacia su identidad y su misión: ser signo e instrumento del amor y de la salvación de Dios en el mundo. En la Iglesia todos hemos pecado y todos formamos un solo cuerpo (1Cor 12,26-27), por eso, como ha escrito el Papa Francisco, todos estamos implicados y todos somos responsables. + Continuar e incrementar los diversos programas e iniciativas para la protección de niñas, niños y adolescentes y para prevenir los abusos a menores, en colaboración armónica con las autoridades civiles. Esto es inherente a la misión de la Iglesia. De otra parte, como el buen Samaritano, debemos acompañar a las víctimas, compartir su dolor y sanar sus heridas. + Orar siempre sin desfallecer (Lc 18,1). Orar pidiendo perdón a Dios; un corazón quebrantado y humillado él no lo desprecia (Sal 51,19). Orar para tener un corazón limpio que nos permita ver a Dios y lo que él quiere (Mt 5,8). Orar por los obispos y por los sacerdotes. Orar por las víctimas y los abusadores. Orar y hacer penitencia por todos, para que aprovechemos esta hora de salvación. + Construir una profunda comunión eclesial. Es hora de apoyarnos unos a otros. Como recomienda san Pablo, los más fuertes deben hacerse cargo de los más débiles (Rom 15,1). Urge unir y formar a los fieles en pequeñas comunidades; es necesario llegar a tener laicos santos y apóstoles, que asuman su puesto y su misión en la Iglesia. Es el momento para construir la Iglesia con una profunda evangelización, con una liturgia viva, con un fuerte compromiso social; no para abandonarla. No hundimos el barco por unas personas que dentro de él se comportan mal. + Tener fortaleza y perseverar. No nos vamos a ahorrar los sufrimientos de la purificación. Jesús mismo no quedó exento del sufrimiento de la obra redentora. Hijo y todo como era, dice la Carta a los Hebreos, aprendió por los padecimientos la obediencia (Heb 5,8). La pascua es la fragua en la que se forja la vida de los cristianos. Este dolor nos debe dar fuerzas para luchar por una Iglesia mejor. Cuando nos denuncian no siempre nos hacen mal; si lo hacen con recta intención y con objetividad, lo debemos agradecer pues nos ayudan a encontrar la verdad, que aunque sea dolorosa nos libera (cf. Jn 8,32). + Mantener viva la confianza y la esperanza. No podemos desesperarnos ni impacientarnos. Es preciso avanzar en la fe y la responsabilidad. Como nunca, según la recomendación del Apóstol, debemos tener los ojos fijos en Jesús (Heb 12,2). La Iglesia es de él. Por eso, ella es más que sus miembros y a pesar de los pecados con los que la afeamos, ella sigue ofreciendo a todos enormes recursos para ser libres y felices en la vida nueva que presenta el Evangelio. Este es un momento de salvación; es la ocasión para una profunda renovación de la Iglesia. Ya sabemos, las fuerzas del mal no prevalecerán contra ella (Mt 16,18). + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Mié 12 Sep 2018

Hace un año

Por: Mons. Fabio Suescún Mutis - Sería un desperdicio histórico si la imagen y las enseñanzas del papa Francisco se hubieran ido sobre las alas del avión de regreso a Roma. Hace un año los colombianos recibimos este maravilloso regalo: tener con nosotros y entre nosotros al pastor de la Iglesia Universal. El Papa desde un principio se interesó por la suerte de un país agobiado por la violencia y sus daños colaterales. Se ofreció a colaborar a hacer cuanto estuviera de su parte para ser solidario en caminos de esperanza. De ahí que lo esperamos dispuestos a dar con él “el primer paso” hacia una convivencia reconciliada. El papa Francisco vino a acercarnos a Jesús, como misionero de la Buena Noticia del amor de Dios. Traía en su conciencia el deber de padre y pastor de reafirmar los esfuerzos para una reconciliación nacional que alejará la violencia, la muerte y la injusticia. Sabía que debía dar su aporte desde la enseñanza de Jesús, más allá de cualquier interés de grupo. La paz es para todos y un bien al cual todo ciudadano tiene derecho. El “primer paso” consistía en colocar una semilla de perdón y reconciliación para seguir avanzando en un camino que no es fácil. Consolidar un ambiente de paz lleva tiempo, exige paciencia y perseverancia. Debe beneficiar a todos y es obra de todos. El Papa desde un principio se interesó por la suerte de un país agobiado por la violencia y sus daños colaterales Reafirmó el Papa Francisco su constante invitación a instaurar “una cultura del encuentro”. Lo había dicho en la Universidad del Cairo en abril de 2017: “La única alternativa a la barbarie del conflicto es la cultura del encuentro”. En la plaza de Bolívar dio una definición de la cultura del encuentro: “Cultura del encuentro es saber que más allá de nuestras diferencias, somos todos parte de algo grande que nos une y nos trasciende, somos parte de este maravilloso país”. Lo contrario al encuentro es la distancia, la exclusión, la indiferencia, la polarización y en una palabra, es el pecado que lleva a la división, a mantener conflictos no superados, al descarte y a la corrupción. Cuando se recuerda la Visita esperada y gozada del Papa Francisco, hace un año, surge una pregunta lógica: ¿qué tanto ha calado y sigue calando su imagen y su enseñanza? Da la impresión que al no superarse las divisiones y enfrentamientos políticos, para muchos se trató de flor de un día. + Fabio Suescún Mutis Obispo Castrense de Colombia

Lun 10 Sep 2018

Y Ahora, ¿qué?

Por: Mons. Juan Carlos Cárdenas Toro - Indudablemente el viaje apostólico del Papa a Colombia fue un torrente de bendición y de gracia que millones de connacionales experimentamos. «El Señor no es selectivo, no excluye a nadie, el Señor abraza a todos; y todos somos importantes para Dios». Para el pueblo fue redescubrir la fuerza y vitalidad de la fe que se renueva en el encuentro con Dios por medio del sucesor de Pedro. Cada celebración y encuentro con el Papa fue una fiesta de fe; se podía casi que tocar la identidad cristiana de la nación. «Cuando las víctimas vencen la comprensible tentación de la venganza, se convierten en los protagonistas más creíbles de los procesos de construcción de la paz… ¡Basta una persona buena para que haya esperanza!». Para las víctimas y los que han sufrido por décadas el impacto de la violencia y las injusticias, la presencia del Sucesor de Pedro, sus gestos, sus palabras, su cercanía, fueron un impulso a la esperanza, a no dejar de creer que es posible caminar en la construcción de un futuro mejor. «Dios no nos quiere sumidos en la tristeza… Nuestra alegría tiene que es el primer testimonio de la cercanía y del amor de Dios». Para Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, la visita representó poder encontrar al hermano mayor que confirma en la fe y afianza la opción de servicio auténtico, creíble y valiente. Un modelo para asumir Así mismo, poder ver y escuchar al Papa fue una lección que deja mucho por interiorizar e incorporar en la acción eclesial. «…deseo vivir estos momentos de encuentro con alegría dando gracias a Dios por todo el bien que ha hecho en esta nación y en cada una de sus vidas». Vimos la pastoral de la cercanía, del respeto, del actuar desde los sentimientos y necesidades del otro. «Los ciudadanos deben ser valorados en su libertad y protegidos por un orden estable. No es la ley del más fuerte, sino la fuerza de la ley, la que es aprobada por todos, quien rige la convivencia pacífica». Escuchamos al profeta valiente, pero no agresivo que tuvo la palabra clara y oportuna para todos e invitó a construir, a superar, a unir. Y finalmente, en las agotadoras jornadas por Bogotá, Villavicencio, Medellín y Cartagena, acompañamos al misionero infatigable, que lo dejó todo y lo puso todo para sembrar en cada colombiano le buena semilla del Evangelio. Seguramente son muchas cosas más, pero a un año de este acontecimiento histórico, se encuentran estos dos sentimientos: Gracias, Señor, por los pies del mensajero que nos trajo palabras de bendición y paz; y ¡Cuánta tarea nos dejó! que se nos va el tiempo y hay que apurarse para ponerla en práctica. + Juan Carlos Cárdenas Toro Obispo Auxiliar de Cali

Sáb 8 Sep 2018

¿Cómo evangelizar la ciudad hoy?

Por: Mons. Omar Mejía Giraldo - Esta pregunta ha pasado muchas veces por mi corazón de pastor, es además, un interrogante que nos hace “perder” mucho tiempo en nuestras reflexiones pastorales. Al encontrarme con el presente texto y después de compartirlo, orarlo, meditarlo y contemplarlo con un grupo de hermanos sacerdotes, me he dado cuenta una vez más que definitivamente el único modelo evangelizador lo encontramos en Jesús, el Señor. Él es el camino, la verdad y la vida. Jesús, el Señor, es el único modelo que debe inspirar nuestra vida cristiana. El ADN propio del cristiano es la vida misma de Jesús, el Maestro y el Señor. Dice el apóstol Santiago que no podemos ser tan olvidadizos que nos acerquemos al espejo, miremos nuestro rostro y tan pronto salgamos de su presencia nos olvidemos de nuestra imagen (Cf Sant 1,23-24). Les propongo que miremos el precioso texto de hoy como el mejor espejo evangelizador que debe orientar nuestra vida de cristianos. Detengámonos en los detalles del texto. Comencemos por el final, dice la Palabra: “Y en el colmo del asombro decían: Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos”. La gente está maravillada, ¿y de qué se maravillan? Observemos los detalles. Jesús, manifiesta su poder sobre la enfermedad, su poder viene de lo alto. Jesús utiliza la pedagogía del encuentro. Escuchemos la Palabra: Él va hacía el mar de Galilea, pero antes pasa por la Decápolis, que significa literalmente diez ciudades. Era una región de diez ciudades al sudeste de Galilea, cuya población era de gente no creyente y marcada por la cultura helenista. Jesús va de camino y la gente de la ciudad recurre a Él. Allí precisamente le presentan un tartamudo sordo que además, apenas, podía hablar. La gente le ruega a Jesús que imponga la mano sobre él. Aparece así un signo precioso que expresa el amor misericordioso de Jesús: toma al enfermo y se lo lleva a un sitio aparte, “a solas”, donde le dedica tiempo para escucharlo, con atención, cuidado, paciencia, compasión, serenidad. Jesús tiene tiempo para el enfermo. Recordemos que el enfermo hablaba con dificultad, sin embargo, Jesús no tiene prisa, invierte su tiempo en escucharlo. Jesús le permite al enfermo que se exprese, que se comunique, que le manifieste su situación, su dolor, sus circunstancias… Luego, Jesús, continúa con otras acciones propias de su personalidad: le mete sus dedos en los oídos y le toca la lengua con su saliva, levanta los ojos al cielo y pronuncia una palabra con tono imperativo, da una orden contundente: “Effetá” – “Ábrete”. Interpretemos la actitud de Jesús frente al enfermo, en nuestra vida personal, familiar, social y comunitaria. Hermanos, necesitamos salir, ir de camino, el Papa nos invita a ser “callejeros de la fe”. Salgamos de nuestro individualismo, compartamos nuestra experiencia de Dios. Vayamos a la calle, a los campos, vayamos de camino, que alguien nos necesita, no nos encerremos en las sacristías, en las oficinas, en nuestro metro cuadrado. Salgamos de las comodidades de nuestras instituciones ancladas en el pasado. Salgamos de nuestras instalaciones físicas, institucionales y existenciales… Hay hermanos que nos necesitan, pero les da pena venir a nosotros, vayamos a ellos, basta de una pequeña iniciativa nuestra y nos dan la oportunidad de servirles en el nombre del Señor y con su poder. Si estamos necesitados también salgamos, dejémonos ayudar de los demás, nuestros líderes no son adivinos, hay que contarles de nuestras necesidades, de nuestras prioridades y motivaciones. El tartamudo sordo, no fue por sí mismo a Jesús, dice la Palabra que la gente le pide a Jesús que le imponga la mano. Un grupo de personas se interesó por la situación del enfermo y lo llevan a Jesús, interceden ante Él para que lo cure. Hermanos, todos, estamos necesitados, todos necesitamos de Dios y necesitamos de los demás, no nos encerremos, comuniquemos nuestras necesidades. Con prudencia y respeto, comuniquemos las necesidades de los nuestros hermanos para que sean ayudados. Otro detalle: contemos nuestras necesidades y las necesidades de los hermanos a las personas indicadas; los problemas y las dificultades personales y familiares no hay que ir pregonándolos por todas partes, cuando necesitemos ayuda, busquemos las personas adecuadas y preparadas para que nos orienten. Del evangelio de hoy podemos aprender también la importancia de la oración de intercesión. Madres, padres, maestros, sacerdotes, religiosas, amigos…, cuando veamos un pecado, una enfermedad…, en alguien de nuestra comunidad, no seamos imprudentes, no vayamos señalando a nuestros hermanos, y menos a través de las redes sociales. Cuando hayan errores entre nosotros, lo primero que debemos hacer es comunicar a Jesús, el Señor, la necesidad de nuestro hermano, estemos seguros que Él, con su amor, misericordioso le devolverá la salud. El evangelio de hoy nos enseña unas virtudes que nos pueden servir para mejorar nuestra manera de comportarnos y relacionarnos tanto en el campo como en la ciudad: Estar en actitud de salida, ir hacía los demás, apertura…, no encerrarnos, ir por los campos, pueblos y ciudad con menos prisa, con mayor apertura a observar y escuchar a los demás. Generar la cultura del encuentro, posibilitarle a los demás la oportunidad para que se acerquen, no nos encerrarnos, todos necesitamos de todos… Solidaridad, escuchar las necesidades de los hermanos, invertir tiempo en los demás, escuchar, “acariciar”. Nuestras manos son para bendecir y hacer el bien… Con nuestra lengua (comentarios), hablar bien, siempre bendecir, jamás maldecir… Ir más allá de nuestras fronteras, si Jesús visitó uno pueblos no creyentes, también nosotros debemos estar abiertos a coger a todos, sin distinción de raza o credo social… Escuchar para poder hablar, escuchemos antes de hablar, seamos prudentes para hablar. Pidámosle a Dios que nos conceda la gracia de sanarnos de nuestra sordera y de nuestra manera de hablar. Hablemos bien unos de otros… Oremos levantando los ojos al cielo, clamemos a Dios pidiendo la salud física, espiritual, mental y emocional de nuestros hermanos. La gente dice de Jesús: “Todo lo ha hecho bien”. Pregunta: ¿Si hoy me muriera, será que nuestra gente podría decir de mi: “todo lo ha hecho bien”? Máxima: “hacer el bien y evitar el mal”. Marcos 7, 31-37 En aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga la mano. Él, apartándolo de la gente, a solas, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y mirando al cielo, suspiró y le dijo: Effetá (esto es, «ábrete). Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba correctamente. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos. Tarea: - Leer la exhortación del Papa Gaudete et exsultate, números del 86 a 92. - Durante la semana vamos a proponernos a acercar alguien nuevamente a Dios.

Vie 7 Sep 2018

A un año de la visita del Papa

Por: Mons. Héctor Fabio Henao Gaviria - Un mensaje central de la visita del Papa Francisco a Colombia fue el de animar al pueblo colombiano a dar el primer paso en el camino de la reconciliación, nos invitó a abrir nuestros corazones de pueblo de Dios y dejarnos reconciliar “no tengan temor a pedir y a ofrecer el perdón. No se resistan a la reconciliación….es hora de sanar heridas, de tender puentes, de limar diferencias. Es la hora para desactivar los odios, renunciar a las venganzas y abrirse a la convivencia basada en la justicia, en la verdad y en la creación de una verdadera cultura del encuentro fraterno”. Recordamos que el viernes 8 de septiembre de 2017 en el parque de las Malocas en Villavicencio, el Papa Francisco dejo eco de su mensaje en el Encuentro de Oración por la Reconciliación Nacional. Durante este acto solemne, el presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, Monseñor Oscar Urbina exaltó que durante 30 años de la semana por la paz, la Iglesia Católica y diversas organizaciones de la sociedad civil, conscientes que la paz es un don de Dios y una responsabilidad confiada a todos, se ha celebrado anualmente esta semana de oración, reflexión y trabajo por la paz. Allí reunidos con el Papa Francisco más de 4 mil víctimas venidas de todas las regiones del país, excombatientes, sociedad civil y funcionarios del gobierno hicieron la oración al Cristo de Bojayá. Este año se cumplieron 16 años de la masacre de Bojayá siendo este un hecho representativo del conflicto en Colombia, y es frente al Cristo de Bojaya que el Papa dijo que verlo así “mutilado y herido, nos interpela” nos enseña que “el odio no tiene la última palabra, que el amor es más fuerte que la muerte y la violencia. Nos enseña a transformar el dolor en fuente de vida”. Esta reflexión la hizo tras escuchar el salmo 85 en relación con cuatro testimonios de personas que contaron desde su experiencia profunda, la manera como han vivido el conflicto armado, y cómo se han proyectado en un futuro de reconciliación y paz. Luego de un año Pastora Mira, uno de los testimonios escuchados en Villavicencio con mucha alegría cuenta que este ha sido uno de los mejores regalos para su vida, “me ha hecho más sensible y más comprometida especialmente con los jóvenes, me he dedicado a alimentar corazones que sufren el dolor”. Deisy Sánchez quien también compartió su testimonio, hoy cree que “confesar la verdad te permite construir la paz interior, que conozcan la verdad construye la paz en el mundo, después de dar el primer paso es indispensable dar los siguientes”. Luego de un año de esta visita apostólica, el Santo Padre ha dejado huellas históricas, ha sido un año de debates, pero también de caminos que se están abriendo hacia la reconciliación con ejercicios a nivel local donde las comunidades han empezado a dar vida al mensaje en sus territorios. Pero también nos sigue interpelando el llamado del Santo Padre cuando retomaba el salmo 85 “misericordia y verdad se encuentran, justicia y paz se abrazan” porque es un llamado que permanece vigente en la transición que vive el país y como el mismo Santo Padre lo dice, es una súplica a Dios a restaurar nuestras vidas. La capacidad de perdonar injusticias es sólo posible con la presencia del Señor. La relación entre verdad y misericordia es un binomio que sigue siendo pertinente a nuestro país hoy, donde miles de víctimas están en búsqueda de la verdad para dar ese paso a la reconciliación. Juan Carlos Murcia uno de los testimonios lo dijo de la siguiente manera: “Hoy puedo decir con certeza que me he liberado de la mentira que se esconde tras la violencia, y enfrento la verdad de mi historia”. Por otro lado, la misericordia a la verdad. El otro binomio del salmo que nos recordaba el Papa es de paz y justicia en donde para alcanzar la paz necesitamos de la justicia y no se puede separar ninguno de estos binomios. Un hecho para resaltar luego de este año es la misión de acogida que han asumido la Iglesia de frontera para atender a la población venezolana en tránsito fronterizo, donde se materializa la invitación del Santo Padre en cuatro acciones: acoger, proteger, promover e integrar. Ejemplo de ello es la acción que realiza la Diócesis de Cúcuta en la Casa de Paso la Divina Providencia que ha acogido a más de 1500 migrantes venezolanos que todos los días cruzan la frontera, brindando más de 400 mil almuerzos en un año. Mons. Héctor Fabio Henao Gaviria Director Secretariado Nacional de Pastoral Social

Mié 5 Sep 2018

El Papa Francisco en el ojo del Huracán

Por: Mons. Fabián Marulanda López - Leemos en el Evangelio de san Juan que “Jesús sabía desde el principio quienes no creían y quién lo iba a entregar” (Mt.6,64). Muchos se extrañaban de sus milagros y de su sabiduría, pero se negaban a creer que de Nazaret pudiera salir algo bueno. Esta historia parece repetirse hoy con el sucesor de Pedro en la Sede de Roma. El Papa Francisco se encontró desde el principio con una Curia “signada por la inercia, los escándalos, la corrupción y los más oscuros intereses”. No es pues casual que cada vez sean más los Prelados que lo critican. “Sin la menor duda, dice uno de ellos, el Papa es un genio de las comunicaciones; se comunica muy bien con las multitudes, los medios y los fieles. Una gran ventaja es que parece simpático. Por otra parte, sus opiniones sobre el capitalismo y la justicia social son demasiado de izquierda. Queda claro que el Papa está marcado por el ambiente del que proviene. En Suramérica existen grandes diferencias sociales y grandes discusiones sobre las cosas que suceden: es gente que habla mucho y resuelve poco”. El cardenal Robert Sarah, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino, dijo al regresar de un viaje a Francia: también dentro de la Iglesia Católica existe confusión sobre cuestiones doctrinales, morales y disciplinarias fundamentales. Con el mismo título de esta nota, los medios de comunicación han hecho eco a los informes sobre abusos y violación de menores por parte de sacerdotes y Prelados de Chile, Estados Unidos e Irlanda. Y aunque el Papa Francisco ha sido categórico en condenar dichos escándalos, en exigir tolerancia cero y en pedir perdón a las víctimas en nombre de la Iglesia, no han faltado las voces de quienes pretenden hacer recaer sobre el Papa la culpa de que estos hechos sucedan. Después de haber vivido los días inolvidables de la Visita del Papa Francisco a Colombia, de recordar la emoción y el entusiasmo de la gente y de volver a leer sus mensajes en un lenguaje familiar y sencillo, duele pensar que no haya sucedido lo mismo en sus visitas a Chile e Irlanda, donde la denuncia de abusos y escándalos sexuales por parte de clérigos y obispos, ha producido una pérdida de credibilidad y de entusiasmo en la feligresía católica. Al fin y al cabo, los abusos sexuales de los sacerdotes, hacen daño a la totalidad de la Iglesia Y duele pensar, por supuesto, que el Papa Francisco tenga que cargar, como Jesús, la cruz de los pecados cometidos por miembros de la Iglesia que, si bien es una Iglesia santa, está integrada por hombre pecadores. + Fabián Marulanda López Obispo emérito de Florencia