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Opinión

Jue 29 Dic 2016

¿Sirven las jornadas mundiales por la paz?

Escrito por: P. Raúl Ortiz Toro - Se celebra el 1 de enero de cada año la Jornada Mundial por la Paz, desde que el Papa Pablo VI les dio inicio el primer día de 1968. En esta jornada de 2017 que será la número cincuenta, el Papa Francisco ha querido hablar de la relación entre la No-Violencia y la política para la paz. Sin embargo, nos preguntamos, ¿sirven las jornadas mundiales por la paz? La pregunta es retórica pues es evidente que, aunque no hemos logrado acallar el ruido de las armas y la cerrazón de la violencia en el mundo, al menos sí hemos ido avanzando en la conciencia de la necesidad de la paz. El pesimismo quisiera hacernos convencer de que este tipo de esfuerzos resulta ineficaz para lograr la paz, pero la fe nos confirma que la eficacia de una Jornada no radica simplemente en lograr el silencio de las balas y la violencia – que sería la paz querida – sino, ante todo, lograr en el corazón de los fieles el deseo de cultivar la paz. Hasta el momento continúan cientos de conflictos bélicos en el mundo; muchos de ellos tienen una raíz o connotación religiosa. Algunos están ocasionados por litigios de limitación geográfica o por hegemonía económica. El Papa ha hablado en repetidas ocasiones de aquella Tercera Guerra Mundial diseccionada en el mundo. Y si nos vamos a los números, podremos descubrir que este tipo de conflictos, sumadas las víctimas, han generado tantos muertos como la Segunda Guerra Mundial. La intención del Papa en esta Jornada es que el mundo de la política no sea indiferente ante su compromiso por erradicar la violencia. Es interesante que el Papa no habla en esta ocasión simplemente de la “Guerra” sino de la “No-Violencia”. La distinción no es sutil, ya que la no-violencia se refiere a un espectro más amplio, pues implica evitar cualquier tipo de agresión contra las personas. Por ejemplo, el maltrato intrafamiliar no es guerra pero sí es violencia; y así mismo otros tipos de agresión y discriminación por motivos de religión, raza, nación, sexo, etc. hacen parte de este lamentable contexto de la violencia que descarga la ira ante el semejante sin calcular las tristes consecuencias que en algunos casos llega a la muerte. El Papa sugiere que la no-violencia debe constituir todo un estilo para que la política de la paz sea eficaz. Y es verdad, ya que “las violencias”, como lo recordaba el mensaje de la 101 Asamblea Plenaria de los obispos de Colombia, este año, son generadas por una serie de factores que van desde el alejamiento de Dios hasta la corrupción, que interfieren directamente con la construcción de la paz. Si a veces no nos sentimos muy comprometidos por cesar la guerra porque quizá no somos actores directos, sí hemos de sentirnos comprometidos en acabar con la violencia, a la que estamos tentados casi cada día, con palabras o con hechos. Empecemos pues haciendo un buen examen de cómo podemos aplicar una actitud de “no-violencia” en los ámbitos en los que nos movemos; no hagamos ineficaces aquellas palabras del Señor: “La paz les dejo; mi paz les doy” (Juan 14, 27). P. Raúl Ortiz Toro Docente del Seminario Mayor San José de Popayán rotoro30@gmail.com

Mar 27 Dic 2016

“Den gracias a Dios por todo”

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - Cercanos a concluir este año, tenemos la ocasión de vivir la recomendación del apóstol Pablo: “Den gracias a Dios por todo” (1 Tes 5,18). Dar gracias es una forma de leer la historia en clave de verdad y de bondad, es asumir la vida que tiene raíces en el pasado y que extiende sus ramas hacia el futuro, es percibir el paso sigiloso o clamoroso de Aquel que siendo eterno nos acompaña con paternal solicitud en el tiempo. Dar gracias es algo fundamental en el arte de vivir. En este año que culminamos, Dios nos ha mantenido en el milagro de la vida, nos ha permitido avanzar en el cumplimiento de una misión, ha hecho posible el fortalecimiento de relaciones entrañables con tantas personas y el nacimiento de nuevos encuentros por la amistad o el servicio, nos ha dado fortaleza para sobrellevar las pruebas y nos ha llenado los ojos de esperanza para proseguir el camino. Un año atesora tantas experiencias originales e irrepetibles que marcan la más honda identidad de cada persona. A nivel mundial, en este año, hemos vivido acontecimientos que han desconcertado a los sabios, que han mostrado el magnífico e impredecible juego de la libertad humana, que nos han dejado desconcertados al ver que la maldad llega tan lejos o al percibir que la ciencia y la técnica escalan metas tan altas. Nos sentimos protagonistas y a la vez prisioneros en un proceso que en ocasiones nos desespera con su lentitud y en ocasiones nos asusta con su velocidad. Entonces, como Jesús, alabamos al Padre porque a él le ha parecido bien así (Lc 10,21). Este año, en Colombia, todos hemos sentido la necesidad de la paz. Hemos aportado ideas y esfuerzos para diseñarla, conquistarla, protegerla. Como, fundamentalmente, la paz no está por fuera sino por dentro, cada uno le pone su rostro y su medida. Esto mismo nos enfrenta y nos divide. Es dramático y apasionante ser personas humanas, construir juntos una sociedad, establecer un proyecto seguro hacia el mañana. Cuando, al final de todo, no sabemos o no podemos ponemos en las manos de Dios nuestros sueños y nuestras luchas. Entonces, nos da paz saber que él nos lleva y nos hace capaces de crear el futuro. En la Iglesia, entre luces y sombras, hemos continuado la misión de anunciar la fuerza salvadora del Evangelio, de trabajar por la dignidad y los derechos de todo ser humano, de sembrar fraternidad y solidaridad en todos los surcos que se abren, de invitar a levantar el corazón a Dios, fuente de la verdadera alegría. En este sentido, damos gracias por la vida litúrgica en las parroquias, por las iniciativas de evangelización en tantos campos, por el acompañamiento, muchas veces desconocido pero siempre valioso, a los que sufren. Debemos dar gracias por este año que nos condujo de modo particular a contemplar, vivir e irradiar la misericordia de Dios, por la oración silenciosa pero fecunda de tantas personas que ha puesto cimiento a todo lo bueno que hemos hecho, por la vocación de servicio que hemos mantenido en medio de múltiples dificultades, por todos los apóstoles del bien que han surgido y se van formado entre los laicos, por la multiforme labor de las congregaciones religiosas y demás asociaciones católicas, por las pequeñas comunidades eclesiales que se van configurando y están trabajando para que Dios viva y reine en todo. Dar gracias a Dios por lo que hemos vivido en este año nos reconcilia con los demás y con nosotros mismos, nos hace valorar lo que hemos realizado aunque muchas veces no tenga la perfección que queríamos, nos da seguridad y pasión para afrontar con valores ciertos e ideales grandes el año que viene, nos llena de luz y de fuerza al sentir una Providencia que nos supera y que amorosamente nos cuida y nos guía. Como enseña San Pablo, demos gracias a Dios por todo. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Lun 26 Dic 2016

Navidad sin Jesús

Escrito por: Mons. Froilán Casas Ortiz - Cada día paganizamos más la navidad cristiana. El lenguaje se ha venido metiendo como un imaginario cultural que va suplantando el tradicional saludo: ¡FELIZ NAVIDAD! Por la expresión sin referencia a Jesús: ¡Felices fiestas! La gente lo repite sin darse cuenta, ¡qué falta de sentido crítico! En este mundo de las atiborradas comunicaciones que recibimos, encontramos sendos mensajes: un buen número de ellos, no hacen referencia a la fiesta cristiana de la navidad. Ahora son hermosos paisajes, lindas montañas, espléndidos arroyos y una pareja que se ama, con linda música de fondo, suplantando a los villancicos, todo sin referencia a Jesús. Es una filantropía sin trascendencia divina. Celebramos el cumpleaños de Jesús con ausencia del cumpleañero. ¡Qué tristeza! Se repite el relato bíblico que nos presenta San Lucas: “No hubo sitio en la posada”. El ruido de la ciudad no da un espacio para Dios. Claro, el hombre de la sociedad de consumo se ha llenado de tantos artefactos, que no queda un puesto para el Salvador del mundo. Como ayer, tiene que irse a un establo a nacer. ¡Qué importa! No hay comodidades físicas, pero tienen lo fundamental: el amor. El calor de José y María suplen con creces el frío de la campiña. No son los grandes de la tierra quienes escuchan el saludo de los ángeles: “¡Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres que aman a Dios!” Son la gente sencilla que recibe la alegre noticia del nacimiento del Redentor del mundo. En el corazón de los grandes de este mundo, no tiene cabida Dios. Pregunto: estos señores, ¿qué harán cuando llegue el envejecimiento, la enfermedad y la muerte? No se preocupe señor arrogante y autosuficiente: en su féretro le van a poner rollos de dólares, euros y libras esterlinas: eso fue lo que usted sembró a lo largo de su vida. ¿Dónde nace el Niño Dios? En el corazón del sencillo, del abierto a los demás, del que sirve con alegría, del honesto y trasparente, del fiel y cumplidor del compromiso adquirido. ¿Quién es trasparente? Quien no engaña, alguien en quien se puede confiar. Es aquel que lo comprende todo, porque en el amor no hay juicios, hay apertura al otro que llega con sus debilidades y con el ánimo de seguir mejorando. En los perfectos no hay navidad, ellos están llenos de sí, ellos nunca cometen errores, son la divina perfección andando; ellos siempre tienen la razón, ¿para qué dialogar con ellos si siempre les asiste la verdad? Jesús se queda con la sencillez de los pastores que vigilan y cuidan los rebaños en las montañas de Belén. Jesús se queda con los buscadores de la verdad que la supeditan al amor. No hay navidad en el discurso altivo y prepotente; no hay navidad en la propuesta de una paz con agresividad, una paz que descalifica a los otros; no hay navidad en quienes atropellan los derechos de los indefensos; no hay navidad en quienes mancillan el lecho del cónyuge; no hay navidad en quien maltrata la inocencia de los niños y los mata en el seno materno. + Froilán Casas Ortíz Obispo de Neiva

Dom 25 Dic 2016

mensaje arzobispal para Navidad

Escrito por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - Estamos ya en la Navidad 2016, celebrando “La Noche Buena y La Natividad de Jesús”, en sábado y domingo. ¡No es un fin de semana cualquiera! Mucho menos en este momento ambiguo de la humanidad y de nuestra patria. Porque la humanidad está herida por actos terroristas en Europa, por las guerras de Siria y Medio Oriente, por desplazamientos gigantescos y desconfianzas sobre ellos aún mayores, por el martirio de los cristianos en ambientes de hegemonía musulmana, por fuertes tendencias de involución hacia el pasado y el conservadurismo agresivo y violento en Estados Unidos y en Colombia, en fin, por un cambio climático desbordante y unos efectos globales de la economía impredecibles. En este contexto preocupante, la Navidad de Jesucristo sigue siendo la esperanza de la luz encendida en lo humano, dentro del fenómeno de la vida, en las entrañas del amor humano, de esposos, padres y ciudadanos, de pobres sin desespero ni violencia, de poderes herodianos e imperio romano, de magos y astrónomos orientales, peregrinos de una estrella, devotos de la verdad en su pequeñez, en su debilidad infantil, en su esplendor de paz interior y celestial. Los invito a vivirla, a sentirla por dentro, en el abrazo del hogar, en el compartir de las mesas y de las manos generosas con los más necesitados y empobrecidos. Los bendigo a todos, unido a mis Obispos Auxiliares, Luis Fernando y Juan Carlos, y al arzobispo Emérito, Juan Francisco, lo mismo que a cada uno de los pastores en sus comunidades. Agradezco a tantos su solidaria cercanía en estos tiempos ambiguos y los convoco a cerrar filas en torno a la conversión colectiva al bien de la vida humana, de la palabra humana, del respeto por la diversidad y diferencia, de unidad para proteger este comienzo histórico de un proceso de paz que se está implementando en Colombia. + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Dom 25 Dic 2016

El hombre es un ser sagrado

Escrito por: Mons. Froilán Casas Ortiz - La palabra ‘sagrado’ proviene del latín y del griego y significa que está separado, ¿separado de qué? De lo profano, del uso común y corriente. En las culturas primigenias se considera ‘sagrado’ al gobernante, incluso se llegó a adorar este “personaje”. Estos, aprovechando su inaccesibilidad cometieron toda clase de atropellos contra los indefensos. Las culturas animistas, consideraban sagradas las montañas, los bosques, los lagos, los arroyos, etc. Para la antropología cristiana, es sagrado el hombre. A diferencia de los templos paganos erigidos a las divinidades, los templos cristianos eran “fraternidades” = iglesias; o sea: comunidades. Para los cristianos no eran sagrados los lugares, eran sagradas las personas. Los primeros cristianos fueron perseguidos, entre otras cosas, porque no le daban culto al emperador; para ellos Dios es UNO SÓLO. Lo santo y lo sagrado en el hombre, no existían “per se”, sino en cuanto se están relacionados con el SANTO y ‘santo’ es solamente Dios. Lo sagrado en el hombre se traduce en su conducta, por ello, una conducta contra el hombre va en contra del SANTO, va en contra de Dios creador del hombre. Dios “protesta” cuando se mata al hombre. El relato bíblico de Caín y Abel, muestra que Dios es celoso cuando del hombre se trata. “La sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra”. Atentar contra el hombre es atentar contra Dios. La única criatura que es “imagen y semejanza de Dios” es el hombre. La naturaleza no es sagrada; la naturaleza es objeto de cercanía y respeto en función del único ser sagrado de la misma: EL HOMBRE. Las religiosidades animistas, es decir: que le dan vida a objetos inanimados, a saber: amuletos, sortijas, etc., no traducen “su culto” en una conducta social. Darle culto a la naturaleza que debe estar al servicio del hombre, es volver al paganismo, de alguna manera ya superado. Estamos volviendo a una era neopagana. Se le quiere dar culto a las aguas, los bosques, las montañas. Con frecuencia esta “nueva religiosidad” es un escape a los compromisos sociales con el mismo hombre en términos de justicia, de amor, respeto, honestidad, etc. A veces el hombre se queda en una religiosidad animista y con ello quiere mostrar su relación con el trascendente, cuando en el fondo está desviando la verdadera relación con un Dios persona que sí compromete con la historia. Es cuando la religión se puede volver un narcótico que adormece la conciencia y no permite que el hombre traduzca su “religiosidad” en una conducta intachable. Se quiere respetar a la naturaleza -lo cual en principio es bueno-, pero a la par se irrespeta al hombre. Ya las mascotas valen más que el hombre. Se ha llegado a la osadía de ponerle a las mascotas nombres cristianos: Lucas, Mateo, Salomé. ¡Qué irrespeto al hombre y al santoral cristiano! Se admira más a la mascota que al niño que lleva la señora. Vamos hacia una cultura en la que los animales primarán sobre el hombre. En algunos lugares de la India las vacas son sagradas, mientras en las mismas calles muere de hambre el hombre. + Froilán Casas Ortíz Obispo de Neiva

Jue 22 Dic 2016

Carta de Navidad

Por: Gonzalo Restrepo Restrepo - En esta época de Navidad es tiempo de abrir nuevamente nuestro interior para recibir la gracia de aquel, que siendo Rey nos muestra desde su nacimiento un camino de humildad y sencillez. Este acontecimiento debe impulsarnos a postrar nuestra vida delante del Principe de la Paz, para que así podamos recibir con gozo la bondad de Dios hecha carne en nuestros corazones, haciendo de ellos los modestos pesebres para el Divino niño. Nuestra mirada en este tiempo de celebración debe estar fija en la contemplación de la persona de Jesús, pues en Él que es la Verdad misma están puestas todas las virtudes. De igual forma, es también un tiempo propicio para traer a nuestras vidas una pregunta que tiene gran eco pero que en ocasiones poco le permitimos que resuene en nuestro interior: ¿Qué puedo ofrecerle a Él? y es en esta respuesta donde encontramos el centro mismo que nos convoca en estas fechas; nada mejor podemos ofrendarle que la verdad, la justicia, la libertad y el amor. Debemos procurar obsequiarle al Recién Nacido un corazón que se regocije en la verdad y que haga de ésta su estandarte. Un corazón justo iluminado por la misericordia. Un corazón libre que se done sin condiciones. Un corazón encendido por el fuego de Su amor y que arda en deseos de prosperidad para sus semejantes. Es a través de esta entrega que podemos vivenciar el verdadero sentido de la navidad como tiempo de paz, una paz que solo será posible si logramos hacer propias todas estas cualidades. Nuestro país anhela vivir un tiempo nuevo, este será posible si vivimos en la Caridad que se fortalece con la Justicia, se ilumina con la Verdad y se experimenta en la Libertad. Esta preparación del Nacimiento también debe involucrar profundamente el seno de cada familia, y extenderse a cada comunidad y parroquia, pues como la gran familia Arquidiócesana que somos estamos llamados a convertir nuestros corazones y a hacer de este tiempo de gracia no solo un momento pasajero cargado de festividad, sino el terreno fértil que nos lleve a todos como rebaño a un compromiso serio y profundo de transformación en nuestro diario vivir. Es por esto que los invito a que juntos pensemos en la primera noche donde María y José contemplan al Niño Jesús, el Salvador, el Dios con nosotros. Es allí en Belén donde esta Sagrada Familia tuvo también su propio nacimiento, donde por primera vez el gran misterio del amor se reveló a sí mismo a través de la donación, procurando de este modo en el corazón de sus padres el deseo ardiente de hacer de este pequeño niño profundamente divino pero a la vez profundamente frágil, el centro de sus vidas. Que hoy como ellos, acojamos en nuestro ser esta imagen y que este mismo deseo nos acompañe en nuestro transitar. Que la Paz y la Alegría del Recien Nacido les acompañe. Con mi bendición. + Gonzalo Restrepo Restrepo Arzobispo de Manizales

Lun 19 Dic 2016

¡No más niños soldados!

Por: P. Jorge Enrique Bustamante - El Santo Padre, en sus ya acostumbrados videos con la intención de oración mensual, nos ha invitado en este mes de diciembre a orar “para que en ninguna parte del mundo existan niños soldados”, ha manifestado que el mundo con su sofisticación tecnológica ha creado armas que muchas veces terminan en las manos de los niños convirtiéndolos en “niños soldados”, ha exhortado a la oración “para que en ninguna parte del mundo existan niños soldados”. Según la ONU, en el mundo existen 300 mil menores de edad que son usados como combatientes en diferentes conflictos de 19 países del mundo, y en este grupo de países aparece el nuestro: Colombia, y se cataloga a las FARC como el grupo con más menores en sus filas. Esta invitación del Santo Padre toca de lleno, por tanto, los corazones de los colombianos, pues de los países del continente americano es el único que padece este flagelo. Numerosas familias colombianas han sido destruidas con esta realidad, pues no solo se destruye al niño que se vincula a las filas de un combate que no es suyo, sino que destruye por completo los anhelos y esperanzas de todo su núcleo familiar, padres con el corazón desgarrado al ver como una guerra inútil les arrebata sus niños, hogares divididos y sumidos en el temor y la angustia de lo peor. Toda Colombia, invitada por el Papa, debe aprovechar el tiempo de Navidad para orar con insistencia para que se acabe esta crueldad, este flagelo, y no haya más niños en las filas de la guerra. Nuestro grito tiene que ser oración confiada a Dios, dueño de la vida y de la felicidad del hombre; y al mismo tiempo exigencia permanente para que quienes tienen en nuestro país niños en sus filas de combate nos los devuelvan, ¡son nuestros! ¡Saquemos nuestros niños de la guerra! Que todos los que los retienen, sean quienes sean, sin dar más largas, desvinculen a todos los menores de edad de sus filas. Esperamos que los vientos de paz que soplan en Colombia se hagan realidad y permita en un futuro no muy lejano, si no lo es de inmediato, que nuestro país salga de esa tenebrosa lista de países con niños combatientes. Colombianos, llámense como se llamen si ustedes tienen niños en sus filas, escuchen el clamor del pueblo, del Papa y sobre todo el clamor silenciado en esos inocentes y permitan que nuestros niños vuelvan a casa, puedan vivir con papá y mamá, estudiando, aprendiendo, jugando y disfrutando de esa hermosa etapa de la vida, no los retengan más, lo repito con fuerza, convicción y oración: “saquemos nuestros niños de la guerra”. Invito a todos los creyentes católicos que oremos por esta intención del Santo Padre; ojalá que los párrocos y sacerdotes todos hagamos real esta invitación teniendo diversas manifestaciones e iniciativas para acompañar y exigir la desvinculación de los menores de edad de las filas armadas. Que los niños que hoy están vinculados a las filas combatientes puedan volver a casa, abrazar a los suyos y decir. “Feliz Navidad”. P. Jorge Enrique Bustamante Mora Director del Departamento de Doctrina y Animación Bíblica de la CEC. pjorgebustamante@ce.org.co

Sáb 17 Dic 2016

Alegría de creer

Por: Mons. Libardo Ramírez Gómez - Hace 3 años (21-11-13), el Papa Francisco, ofrecía a la Iglesia y al mundo Uno de los primeros documentos de su pontificado, su Exhortación “La Alegría del Evangelio” fue eco al Sínodo de Obispos celebrando el año anterior, sobre una “Transmisión de la fe realizada en Nueva Evangelización”. En este mes de diciembre, anhelado por todos como “mes de alegría”, estimó oportuno destacar cual es la raíz más profunda de la alegría, y cuales los medios efectivos para cultivarla. Recientemente he cumplido, con grande gozo y satisfacción míos y de mis benévolos y selectos lectores, ir de la mano del Papa Francisco en confortante recorrido por los 9 capítulos de su Exhortación, que tituló “La Alegría del Amor”. Con íntima fruición hemos sido llevados a su cumbre cuando encontramos que una sencilla y vivificante espiritualidad del amor lleva a maravilloso sentir humano, en muy real contacto con la misma divinidad. He sentido, a la vez, nostalgia al echar mirada a mí alrededor, desde mis familiares y amigos, hasta los más lejanos seres humanos, al percibir que está ausente de ellos ese gozo íntimo e inefable esa exultante alegría que suscita la fe y el cultivo de los valores del espíritu, cuando sus vidas y actividades no están impregnadas de la fe y el amor. En ese ir y venir de sentimientos, me conforta, sí, palpar, en general, aprecio por las grandes verdades, “semillas del Verbo”, que ha colocado Dios en todo corazón humano. Pero de allí a vivir y disfrutar la fe, y las grandes satisfacciones que da la “Alegría del Evangelio” y del “Amor”, qué distancia tan grande. Es que sin ellas se va ubicando la vida en un desértico estar como si no tuvieran fe, así se perciban en ellos esas raíces íntimas de ella. Viene la misma celebración de la Navidad y del “mes de la alegría”, pero están lejos de un acercamiento al Niño del pesebre y a su vitalizante mensaje. Esto se refleja en que se ponen como medios de festejo tantas frivolidades, y hasta situaciones del todo opuestas a cuanto ese divino infante ha pregonado. No pide Jesús, Dios hecho hombre, salirse del vivir y quehaceres cotidianos, ni condena los regocijos y gozos honestos, pide sí que adquiramos la costumbre de que cada paso, cada actividad, cada proyecto esté dentro de las líneas de rectitud que El y su Evangelio, y su Iglesia, nos trazan como saludables. Cómo duele ver personas, por lo demás buenos católicos, en uniones conyugales fuera de la bendición sagrada del matrimonio y de la familia. Duele, también, esa manera de muchos que aspiraran ser auténticos creyentes pero con tan poco aprecio por el bello ideal de matrimonio y familia como el Señor lo quiere. Duele ver fácil aceptación de esos creyentes de tesis tan contrarias a la fe en cuanto a respeto a la vida, o a indicaciones morales, que, para bien general, se pregonan desde la doctrina cristiana. Otra expresión de poca fe, que no es en sí la fe pero sí manifestaciones de ella, es la no frecuente invocación a Dios en los momentos principales del día, como al principio y al final de el. Hay también, lamentable indiferencia para la participación, al menos los días festivos, a la Santa Misa. Con qué tranquilidad pasan semanas y semanas sin este tan saludable y necesario cultivo de la fe. Cuando ni en las costumbres ni en las práctica piadosas se manifiesta la fe, ¿cómo se va a sentir la alegría de ella?, ¿cómo se va a sentir la “Alegría del Evangelio”?, ¿cómo se va a sentir y vivir una alegre Navidad?. En la “Alegría de leer” adquirimos esa tan útil práctica para nuestra vida. En la Alegría de creer” estamos llamados a disfrutar, debidamente, la vida en la tierra, hasta llegar a la alegría sin fin cerca de Dios. Quienes, por bondad de Dios, disfrutamos de la “Alegría del Evangelio”, invitamos en Navidad, y, luego, permanentemente, a acompañarnos en ese inmenso gozo. + Libardo Ramírez Gómez Obispo Emérito de Garzón Email: monlibardoramirez@hotmail.com