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Opinión

Lun 10 Jul 2017

No sólo el páramo de Santurban

Por: Monseñor Ismael Rueda Sierra - El papa Francisco, a quien esperamos en su visita apostólica a Colombia en el mes de septiembre, nos ha entregado la carta encíclica “Laudato Si”, en continuidad con el magisterio pontificio del Beato Paulo VI y San Juan Pablo II, sobre el tema de la ecología. Pero indudablemente el papa Francisco va al fondo en su reflexión integral e interdisciplinar de lo que significa el cuidado de la casa común, como responsabilidad de todos. En los distintos foros mundiales y también los locales, estos temas ocupan primera línea, por cuanto está en juego la supervivencia misma de la humanidad y el adecuado tratamiento de la dignidad humana. Por tal razón, con base en una dimensión ética, entre otras, que debe estar necesariamente en la base del discernimiento, también existen unas consideraciones de tipo político, económico y cultural que afectan profundamente, por las competencias propias en materia de decisiones, conductas y vigencias culturales lo mismo que por los intereses de lucro y consumo, que en ocasionen se priorizan, como es usual en el mundo de hoy. Se ha vuelto recurrente, a la hora de conciliar el manejo adecuado del medio ambiente con las aplicaciones de tipo industrial, minero o urbanístico, etc. no dar la adecuada importancia a su componente ético y social, o brindar promesas ecológicas que francamente no convencen porque se sabe de antemano, del enorme impacto que producen sobre los bienes naturales. Quiere esto decir que para vender la idea de la explotación de los recursos, o la expansión urbana, a menudo los interesados se colocan un “traje ecológico” para obtener el visto bueno de la opinión pública especialmente. Quisiera hacer alusión sólo a algunos apartes de la encíclica papal aludida, que nos permiten ver el enorme reto que tenemos a la hora intervenir el medio ambiente, en favor del ser humano. Al referirse el Papa a una ecología integral afirma que “La ecología… También exige sentarse a pensar y a discutir acerca de las condiciones de vida y de supervivencia de una sociedad, con la honestidad para poner en duda modelos de desarrollo, producción y consumo. No estará de más insistir en que todo está conectado” (cf. L.S.138). Afirma además: “Cuando se analiza el impacto ambiental de algún emprendimiento, se suele atender a los efectos en el suelo, en el agua y en el aire, pero no siempre se incluye un estudio cuidadoso sobre el impacto en la biodiversidad, como si la pérdida de algunas especies o de grupos animales o vegetales fuera algo de poca relevancia” (cf.L.S.35). “El cuidado de los ecosistemas, afirma, supone una mirada que vaya más allá de lo inmediato, porque cuando sólo se busca un rédito económico rápido y fácil, a nadie le interesa realmente su preservación” (Id.36). En relación con la cuestión del agua, que sin duda es prioritaria a la hora de plantear los temas ecológicos, por cuanto su acceso, uso y consumo forma parte del derecho a la vida, el Santo Padre afirma que “En realidad, el acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal porque determina la sobrevivencia de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos” (Id.30). De modo que, en el caso nuestro de la intervención en el páramo de Santurbán, al que ya me había referido en otro editorial, invocando la aplicación del principio de precaución, será necesario para su adecuado manejo y conservación, no ignorar las consideraciones éticas y de responsabilidad social, presentadas por el Santo Padre Francisco en la encíclica “Laudato Si”. Con mi fraterno saludo. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga

Lun 3 Jul 2017

Una rápida mirada a los papas de mi vida

Por: Mons. Edgar de Jesús García Gil – El 9 de octubre del año 1958 entré al seminario menor de Cali. Ese día fue de luto total. Murió el papa Pio XII. Un hombre elegante, hierático, sagrado. A lo largo del recorrido entre Roldanillo y Cali en una chiva de pueblo los seminaristas oíamos por todos los municipios los cien repiques que se doblaban cuando moría un papa. ¡Qué impresión y que asombro esta entrada al seminario conciliar San Pedro apóstol de Cali! Fue elegido el gordito y querido Juan XIII, hoy santo. Para sorpresa de todo el mundo abrió las puertas de la Iglesia al mundo moderno con la convocación del Concilio Vaticano II. (1962-1965). Aires nuevos comenzaron a entrar en la Iglesia de Jesucristo. Falleció 3 de junio del año 1963. Fue elegido el papa Pablo VI, quien continuó el concilio y lo clausuró. Otro santo, hoy beato. Pastoreó la Iglesia con amor y ciencia sin igual. El progreso de los Pueblos fue una de sus preocupaciones sociales. Fui testigo de su santidad porque viví en Roma los dos últimos años de su vida (1976-1978) cuando estuve haciendo la licenciatura en teología dogmática en la Gregoriana. Lo acompañé en varias eucaristías en la plaza de San Pedro como sacerdote servidor de la Eucaristía. Lo observaba bien y su rostro envejecido y macilento reflejaba la luz del transfigurado. Murió el 6 de agosto de 1978 mientras yo estaba trabajando en la Mercedes Benz cerca de Stuttgart Alemania. Mientras regresaba a Colombia fue elegido el papa Juan Pablo I que vivió 33 días como una sonrisa de Dios. El 16 de octubre de 1978 fue elegido Juan Pablo II, hoy santo. Nacido en Polonia. Apenas yo había cumplido 32 años de vida. Fue el papa de mi vida sacerdotal y quien me llamó al episcopado el 8 de septiembre del año 1992, hace ya 25 años. Tenía un carisma especial con todos. Nos mostró la riqueza del humanismo cristiano en la persona de Jesucristo. Sus viajes pastorales rompieron un record en su afán evangelizador. Su persona, su palabra y su cercanía conquistaron el corazón de muchos especialmente de los jóvenes. Tuve la oportunidad de vivir la experiencia de dos visitas “ad limina apostolorum” con Juan Pablo II. Maravillosos encuentros en Roma con la riqueza de su personalidad santa. Murió el 2 de abril del año 2005 a los 27 años de pontificado. Sucedió a San Juan Pablo II Benedicto XVI el 19 de abril del año 2005. Academia y vida monástica según las reglas de San Benito fueron las dos combinaciones de su pontificado. Sufrió el manejo mundano de la sede de Pedro y tomo la decisión de renunciar al pontificado el 28 de febrero del año 2013 y se convirtió en un papa emérito. Increíble pero cierto. Su humildad con este gesto sorprendió al mundo entero. Y llegó para sorpresa del mundo cristiano la figura del papa Francisco. Argentino, Latinoamericano y Jesuita. Traía en el corazón la nueva evangelización, la misión permanente y la conversión personal y pastoral de Aparecida. Es la continuación de la apertura del Concilio Vaticano II que parecía frenado en la historia y en los territorios. Es la alegría del evangelio. Es la alegría del amor en los esposos. Es la conciencia ecológica del mundo. Es realmente una novedad. Ha comenzado a purificar a la Iglesia de la mundanidad espiritual y burocrática que tenía como un caparazón pesado y duro. Todos han sido sucesores de Pedro como obispo de Roma. Vicarios de Cristo en la tierra. Instrumentos de Dios para construir la unidad de la Iglesia. Del 06 al 10 de septiembre tendremos en nuestra tierra colombiana al papa Francisco. ¡Qué maravilla y que bendición! “Padre de Misericordia, te damos gracias por el papa Francisco y te suplicamos que su visita a Colombia sea un tiempo de bendición que nos confirme en la fe y nos ayude a dar el primer paso para comenzar con Cristo algo nuevo en bien de todos los colombianos”. + Edgar de Jesús García Gil Obispo de Palmira

Vie 30 Jun 2017

Demos el primer paso

Por: Mons. Luis Adriano Piedrahita Sandoval - Del seis al diez del próximo mes de septiembre tendremos la alegría de tener en nuestro país al Papa Francisco. El sucesor de Pedro, a quien el Señor colocó como la roca sobre la cual quiso edificar su Iglesia, el Obispo de Roma, Padre y Pastor de la Iglesia universal, viene a visitarnos y a ofrecernos con su visita un auténtico tiempo de gracia y momento especial y único, “reflejo en cierta medida de aquella especial visita con la que el supremo pastor (1 Pe 5,4) y guardián de nuestras almas (1 Pe 2,25), Jesucristo, ha visitado y redimido a su pueblo”. Sabemos que se trata de una visita eminentemente pastoral: El Papa viene a animarnos y a confirmarnos en la fe. Es este el mandato que Pedro recibió del Señor: “! Simón, Simón ¡Mira que Satanás ha solicitado el poder sacudirlos como trigo; pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos” (Lc 22,31-32). El Papa viene a impulsarnos en la tarea que tenemos de la Nueva Evangelización, como nos lo ha recordado en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium: “Hoy, en este “id” de Jesús, están presentes los escenarios y los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia, y todos somos llamados a esta nueva salida misionera” (20). Qué bueno sería que, como Iglesia diocesana, recibamos este momento de gracia como un llamado a tener un renovado compromiso de hacer de cada una de nuestras parroquias “comunidades de discípulos-misioneros que anuncian la alegría del Evangelio. El Papa viene a recordarnos el valor que tienen los dones del matrimonio y de la familia, y el compromiso consiguiente de hacer de las familias lugares en los que se vive y comparte la alegría del amor, alegría que es también causa de júbilo para la Iglesia (Amoris Laetitia, 1). Siguiendo su línea de pensamiento consignado en sus grandes documentos, no podemos dejar de lado el tema de la ecología de la carta encíclica “Laudato Si”; el Papa Francisco vendrá a recordarnos seguramente el desafío urgente de proteger nuestra casa común, que “clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella” (2). Como mensajero de la paz, el Papa viene a invitarnos a hacer decididamente de la necesidad de la paz en nuestro país un anhelo ferviente que nos lleve a sanar nuestros corazones de resentimientos y odios, y a construir una sociedad en la justicia, en la equidad, en la reconciliación, en el perdón, en el respeto mutuo, en el amor fraterno. Sabemos que constituirnos todos “en artesanos de la paz” es la tarea que de manera especial nos apremia como Iglesia en Colombia, y la Palabra del Santo Padre nos traerá sosiego, serenidad, alegría, esperanza, para emprender dicho camino. Como lo dice el lema de la visita, el Papa Francisco viene a invitarnos a “dar con él el primer paso”, a colocarnos en camino hacia algo nuevo, decidiéndonos a hacer crecer y madurar la semilla de su Palabra eficaz y creadora que ya el Señor ha sembrado, para que cosechemos unas personas, unos hogares, unas comunidades, unas instituciones, una Iglesia, renovados y renovadas para bien de todos los colombianos: “He aquí que yo renuevo lo antiguo, dice el Señor: ya está en marcha, ¿no lo reconocen? Sí, pongo en el desierto un camino, ríos en el páramo” (Is 43,19). Oremos, preparémonos, dispongámonos a acoger la visita del Papa Francisco como una verdadera bendición de Dios y a recibir su presencia y sus enseñanzas con corazones bien dispuestos. + Luis Adriano Piedrahita Sandoval Obispo de Santa Marta

Mar 27 Jun 2017

La grandeza del matrimonio

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo – Está bajando el número de los matrimonios. Para muchos, el matrimonio no produce más que problemas y hasta el divorcio resulta difícil y costoso. Por eso, algunos jóvenes optan por no casarse y otros por la unión libre que une sin unir y que presenta la relación ante la sociedad sin que establezca un gran compromiso hacia el futuro. Varios piensan que el matrimonio conserva las huellas de un pasado que cada vez está más lejos. Para algunos más es una celebración que pretende algo imposible: comprometer para toda la vida a dos personas cambiantes en una sociedad en evolución donde nada es estable y definitivo. Así se opaca el sentido del matrimonio. Se lo ve sólo como la garantía de una unión y hasta se lo ha utilizado para adquirir derechos, legitimar una herencia, reconciliar familias, reparar un acto prematuro o simplemente darle realce a una relación. Este no es el verdadero matrimonio. Sin embargo, a pesar de las apariencias, del ataque de ciertas ideologías y de la desconfianza de tantos, el matrimonio resiste. La mayoría de las parejas lo contraen o por lo menos lo desean, porque el auténtico matrimonio responde a un instinto natural fundamental en el que hay que buscar sus raíces El verdadero origen del matrimonio no está en la sociedad; Dios lo ha puesto en el interior de nuestro ser. Siguiendo la reflexión de Jean Onimus, nosotros tenemos necesidad de vivir juntos en un intercambio permanente, con las diferencias indispensables que fecundan el diálogo. Todo lo que es exterior a una pareja es contingente y de alguna forma la perturba. El amor durable es una realidad íntima, una exigencia del corazón; él vive sin hacerse notar, él madura y se purifica como el acero, él envejece como el buen vino, él no se deja arruinar por el tiempo porque sabe entrar en la eternidad. Probablemente, el matrimonio es la unión espiritual que cada vez se vuelve más inescrutable desde lo exterior; éste es su profundo misterio. Podría parecer grandioso pero a la vez absurdo que dos personas diferentes, cada una con sus costumbres, sus preferencias, su pasado, su libertad, se comprometan a vivir juntas hasta la muerte. Aparentemente, hay algo de locura en esta entrega total. Se han necesitado siglos para que la realidad del matrimonio se configurara en su plenitud. Cuando Jesús exige la fidelidad absoluta en el matrimonio, los discípulos reaccionan: “entonces es mejor no casarse”. En muchas culturas se ha tenido la presencia de una esposa principal rodeada de amantes de paso. Ha sido la solución cómoda para el doble deseo del amor: la permanencia y el cambio. Es la oposición entre el amor profano que aparece ante todo como un juego o un placer y el amor sagrado que es un fuego que trenza a la vez el deleite y lo espiritual. Con la ayuda de la contracepción, el acto de amor tiende hoy a volverse todavía más anodino y sin trascendencia. Comienzan a asomarse las graves consecuencias que vendrán de esta liberación de los sentidos, que está modificando la vida de las parejas. Es necesario llegar a la conciencia de que el verdadero amor está más allá; no puede surgir de un capricho sino de un don interior de otro orden. Lo que está aconteciendo entre nosotros anuncia una nueva etapa de la cultura, que ofrece la doble posibilidad de una sociedad dura y seca en la que el amor se configura con lo rutinario de la vida o de un amplio porvenir abierto al amor durable hecho de ternura y de donación. Pastoralmente tenemos que estar atentos a estos cambios, al principio casi imperceptibles, pero que dejan luego grandes efectos; así procede la evolución cultural. Hay que mostrar que el amor fiel es todavía más fresco y feliz que el otro; él lleva la alegría hasta la ancianidad; él introduce en lo absoluto y trascendente. La felicidad del matrimonio descansa en exigir toda la grandeza de que somos capaces. Es el poder de ir más lejos, hasta la completa unión. Es algo extraordinario y al mismo tiempo natural, como son todas las obras maestras de la vida. Sería una tristeza y una tragedia que permitamos que ya no se vea y se realice la belleza y la grandeza del verdadero matrimonio. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Lun 26 Jun 2017

Viene el Papa, ¿Cómo prepararnos?

Por: Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - Desde el momento en que el Señor Nuncio Apostólico y las Directivas de la Conferencia Episcopal Colombiana, junto con el Presidente de la República confirmaron la visita del Papa Francisco a Colombia, desde ese mismo instante se dio inicio a un camino de preparación no sólo de los aspectos logísticos en las ciudades que serán visitadas por el Romano Pontífice, sino también la preparación espiritual de los colombianos. En definitiva, cuando viene un invitado especial a casa, ésta se arregla con decoro y los corazones se disponen para acoger al mensajero de la paz. El Papa viene a Colombia, y por esto todos estamos siendo invitados a prepararnos para cuando llegue el 6 de septiembre. Así las cosas, en concreto, también los católicos colombianos, también los de las ciudades que no tendrán la visita personal del Papa Francisco, nos vamos a preparar. ¿Qué hacer? 1. Orar. La Conferencia Episcopal ha publicado ya la oración oficial de preparación de la visita del Papa. Ésta se puede hacer todos los días. Es necesario encomendar a Dios esta visita pastoral, para que tanto el Papa como nosotros, podamos ser dóciles a la acción del Espíritu Santo: en el Papa para anunciar con valentía la Verdad de Cristo, y en nosotros, para acoger el mensaje y ponerlo en práctica. Es importante estar atentos a las jornadas de preparación, sobre todo las Vigilias de oración antes de la llegada del Sumo Pontífice. 2. Profundizar en la figura del Papa en la Iglesia. Para esto, están próximas a ser publicadas las catequesis para realizar en las parroquias, en los movimientos y grupos apostólicos, en las Universidades y Colegios. En fin, serán unas catequesis que ayudarán a conocer qué significa el Papa en la Iglesia, cuál es su misión y por qué viene a Colombia. 3. Conocer al Papa Francisco. Ya se encuentran en muchos lugares libros, escritos, biografías del Papa Francisco, desde cuando era joven sacerdote jesuita, luego Arzobispo de Buenos Aires en Argentina, hasta llegar a ser Papa. Qué bueno que se conozca a este hombre, que siendo uno de los nuestros, por ser el primer Papa latinoamericano, lo podemos conocer desde lo profundo de sus pensamientos porque habla nuestra misma lengua. 4. Acercarse y leer el Magisterio del Papa Francisco. Es muy importante tener un acercamiento a los escritos pontificios: las cartas, las encíclicas, las homilías, especialmente en la casa Santa Marta donde reside y sus exhortaciones apostólicas, especialmente la última, Amoris Laetitia sobre la alegría del amor en familia. Si se quiere conocer al Papa, más allá de los comentarios que pueden hacer de él escritores, periodistas o críticos, es muy importante ir a la fuente primera que son sus escritos. En las librerías católicas hay abundante bibliografía sobre el Papa Francisco. 5. Ver al Papa. Desde ahora vale la pena informarse del itinerario y la programación oficial de la Visita del Papa a Colombia: la mayoría, para seguirlo a través de los medios de comunicación, y otros, para desplazarse a alguno de los lugares donde estará en Bogotá, Villavicencio, Medellín o Cartagena. Que la alegría de la espera del ilustre visitante, disponga nuestros corazones para una vida nueva, dispuesta al cambio, dispuesta dar con el Papa Francisco “el Primer paso”. +Luis Fernando Rodríguez Velásquez V. Obispo Auxiliar

Vie 23 Jun 2017

DAR EL PRIMER PASO ¿Hacia dónde?

Con gran alegría hemos recibido la noticia, que el papa Francisco visitará en el mes de septiembre y por cuatro días, nuestro país. Sin duda alguna, es un acontecimiento providencial que vivimos, porque viene el mensajero que anuncia la paz, la salvación y que trae buenas nuevas (Is 52,7), para este pueblo colombiano crucificado por tantas realidades que degradan su dignidad. Esta visita apostólica debe ser sinónimo de alegría para todos los colombianos sin excepción alguna, porque el mensaje de paz, de buena nueva y como tal, el plan salvífico de ese Padre de amor, de misericordia y Dios de todo consuelo, está dado para todos (1Tm 2,4), por ende, nos invita a dar el primer paso. Pero, ¿dar el primer paso hacia dónde? El primer paso debemos darlo en particular y como sociedad hacia la conversión, el amor y el seguimiento al resucitado. Es decir, el paso hacia la conversión (Mc 1, 15) significa un sincero arrepentimiento del pecado y un apartarse de ese pecado que degrada nuestra dignidad como seres humanos y como hijos de Dios. Dicho de otra manera, es momento de romper con esa indiferencia globalizada, cómoda y relativista, que multiplica todo tipo de injusticia social, corrupción y violencia hacia los pobres, los que sufren, los excluidos y silenciados al margen de la historia. En últimas, es hora de apartarse de esa indiferencia que activa la economía de la exclusión y que da lugar a la llamada cultura del descarte (Evangelii Gaudium, 54), para dar paso bajo el principio de misericordia, a aquella cultura que, promulgando la vida, la esperanza, la caridad, siembra la paz. Asimismo, dar un paso hacia el amor como ley de vida para corresponder al reino de Dios (Mc 12, 28-31; Lc 14, 12-14), significa ver al prójimo con ojos de misericordia y caridad. En otras palabras, en la medida en que seamos capaces de ver al otro –a ese que es totalmente diferente y que en ocasiones no aceptamos– con una mirada caritativa, podremos paulatinamente caminar juntos hacia la civilización del amor y construir con ello, un modelo de sociedad más humano. Por último, dar el paso al seguimiento de Jesús, no es otra cosa que estar abiertos, dispuestos a servir y acoger la misión de evangelizar a otros (Mc 1, 16-20; Mt 16, 24. 28, 19-20), que todavía no conocen de este misterio. Hacia ese trípode –conversión, amor y seguimiento– debemos dar el primer paso, antes, durante y después de la visita del Santo Padre, con un oído atento y un corazón dispuesto a la escucha de la Palabra. No quiero terminar esta reflexión sin antes recordar que el Papa no viene a Colombia a apoyar a un partido, movimiento o a un político en particular. Viene –como se dijo al comienzo–, como mensajero de paz que anuncia la salvación, que anima a la reconciliación y la esperanza. Que no turbe nuestro corazón el sensacionalismo mediático de algunos sectores, que sólo buscarán impedir que nos preparemos debidamente ante este acontecimiento providencial. Desde ya: ¡Bienvenido papa Francisco! Ismael José González Guzmán, PhD (c) Director Ejecutivo del Centro Estratégico de Investigación, Discernimiento y Proyección Pastoral de la Conferencia Episcopal de Colombia ismaelgonzalez@cec.org.co Twitter: @ismagonzalez / @cenestrategico

Jue 22 Jun 2017

¡Qué desconocimiento de la Corte Constitucional!

Escrito por: Mons. Froilán Casas Ortiz - Con la excusa que en concordancia con la Carta del 1991, Colombia es un país aconfesional, se ha venido sacando a la Iglesia de todo estamento del sector público. La presencia de un sacerdote o religioso en las entidades del Estado es un estorbo, para decir lo menos. La Constitución del 91 es laica, creo que eso es sano para la vida democrática de un país moderno. Sin embargo, un Estado laico no es un Estado laicista, éste maltrata y pisotea las creencias de un pueblo, aquél, las respeta. No se trata de establecer teocracias, la experiencia histórica, en el caso de la Iglesia Católica, nos demuestra que hizo tal sistema más mal que bien, -bueno, cada uno es hijo de su propia época cultural-. Todo extremo es vicioso, la virtud está en el medio. Desde que el médico y filósofo inglés John Locke introdujera en el colectivo cultural la frase que se volvió axioma en la cultura hodierna, especialmente en el Occidente del planeta, a saber: “La religión es asunto privado”; se pretende y se ha logrado en buena parte, por el silencio cobarde y vergonzante de los creyentes, que siendo creyente cristiana la mayoría del país, se sienten acorralados por el agresivo agnosticismo y visceral anticlericalismo de un segmento de la población que ahora está, en buena parte en el poder político, sacando de tajo cualquier expresión pública de fe: fuera los crucifijos, fuera cualquier símbolo religioso; tales expresiones son un irrespeto a los no creyentes, el Estado es laico. De modo que un funcionario creyente tiene que guardar sus expresiones de fe en el cuarto de San Alejo, en las sacristías de los templos. Quitarle al hombre sus creencias ha sido la pretensión secular de muchas personas, especialmente gobernantes, a lo largo de la historia: desde la entronización de la “diosa razón” en la catedral de París hasta la lucha contra toda idea religiosa impuesta por algunas décadas por el marxismo histórico, asumido por el comunismo soviético. De todo eso, ¿qué quedó? Que cuando cesa el poder despótico y anticlerical, el pueblo vuelve y en forma muy explícita, a expresar sus creencias en la vida pública. Tanto combatir a Dios en Cuba y buena parte del pueblo, sigue siendo creyente. Negar el aporte de los cristianos católicos a nuestra amada patria, es pretender tapar el sol con las manos. Si usted va a los archivos de instituciones educativas, hospitales, hospicios, asilos de ancianos, orfanatos, se verificará allí que hubo un sacerdote o religiosa en su fundación. ¡Ah, así le paga el diablo a quien bien le sirve! ¡Cuántos caminos y carreteras se construyeron bajo el impulso de algún presbítero! El SENA que fue fundado, entre otros fundadores por sacerdotes católicos, ahora, ¡fuera la Iglesia! Allí sobramos. ¿Quién fundó las Juntas d Acción Comunal? Pues la Iglesia con la feliz idea de monseñor José Joaquín Salcedo al fundar la Acción Popular. Las llamadas Escuelas radiofónicas por la década de los cincuenta y sesenta, ¡cuánto bien le hicieron al país! Con la potente emisora Radio Sutatenza, ¡cuántos colombianos dejaron de ser analfabetas! La ignorancia es atrevida. + Froilán Casas Ortíz Obispo de Neiva

Lun 19 Jun 2017

La caridad de cristo nos urge

Por: Mons. Víctor Manuel Ochoa Cadavid - Estas palabra de San Pablo, en la segunda Carta a los Corintios (2 Cor 5, 14) nos animan a dar razón de los gestos de caridad y de amor que nuestra Iglesia de Cúcuta quiere vivir de frente a los hermanos de la República Bolivariana de Venezuela que, en este momento de la historia, sufren y están necesitados de alimento y de medicinas. No podemos quedar impávidos de frente a su gran sufrimiento y necesidad, recordando que también muchos miembros de nuestra Patria, en momentos muy difíciles, fueron allí acogidos y ayudados. El Señor Jesús antes de padecer y en medio de la Última Cena, en la cual nos regaló el don más precioso que tiene la Iglesia, su Cuerpo y su Sangre, nos enseñó: “Un mandamiento nuevo os doy que os améis unos a otros como yo os he amado. En esto conocerán que sois mis discípulos” (Juan 13, 34). Este es el precepto de la caridad y del servicio, del amor y de la entrega a favor de los hermanos. Santo Tomás de Aquino, el Doctor Angélico nos enseña en la Suma Teológica que es la más noble de las virtudes que un cristiano puede vivir y experimentar (Suma Teológica II-IIae, q. 23, a. 6). La caridad hace parte de la esencia misma de la fe cristiana y de la forma concreta con la cual los que creen en Cristo se comportan. Tenemos necesariamente que compartir lo que tenemos entre nosotros, material y espiritualmente. Así lo podemos leer en el libro de los Hechos de los Apóstoles (Hechos 4,32 ss). La caridad y sus formas concretas de expresión en las obras de misericordia, tienen que ser la expresión viva de la fe en Cristo Jesús, ella nos regala la frescura del Evangelio y su alegría, con las palabras del Papa Francisco (Cf. FRANCISCO, La alegría del Evangelio, n. 1, 11). Cuando entramos a estudiar y comprender el misterio de la fe, encontramos que la caridad hace parte del contenido fundamental de la fe cristiana, el culto a Dios, y el reconocimiento de Cristo no es un culto alejado de la realidad y del contacto con los que sufren y están necesitados. La Caridad nos hace testigos creíbles del Evangelio en el mundo de hoy, nos enseñaba el Papa Emérito Benedicto XVI (Encíclica Caritas Deus est, n. 31). La caridad también nos regala esperanza y nos da la certeza de encontrar en los hermanos que sufren a Cristo el Señor que está presente entre nosotros los que tenemos la misma fe y la misma esperanza que surge de la fe en Nuestro Señor Jesucristo. La fe en Cristo Jesús se vive en medio del mundo, en confrontación y en relación con situaciones complejas y difíciles, muchas veces lejanas de la misma riqueza de la fe y de cuanto creemos en lo profundo de nuestro corazón. De frente a muchas de estas situaciones difíciles, las pruebas de la vida, nos queda la esperanza y la gracia que de Dios proviene. La fe no es solamente una actitud intelectual, de principios o verdades de fe, necesariamente nos lleva a la acción y a la realización de acciones y hechos de vida que nos muestren el camino para ponernos al servicio de los demás. La situación que vive la hermana República de Venezuela no nos puede dejar impávidos, inmóviles, nos tiene que llevar a la caridad y al servicio a la atención de los que sufren y de los que están necesitados de nuestra ayuda. Las terribles situaciones que venimos experimentando y viviendo en nuestra Ciudad de San José de Cúcuta, en la frontera, nos tienen que llevar a experimentar en nosotros el don invaluable de la caridad y del servicio, ponernos al servicio de los hermanos que sufren. Solamente un pequeño gesto de caridad ha sido difundido ampliamente, un poco de agua, un plato de alimento caliente, una palabra de consuelo o de guía son la expresión de nuestro cariño, afecto y atención hacia los hermanos en la misma fe, que sufren ampliamente en este momento. Muchos sufren, tienen limitaciones en los recursos de acceso a la salud, tienen falta de alimentos, necesitamos ayudarlos y manifestarles nuestro afecto y caridad. La vida Cristiana no puede separarse de las acciones concretas, que son signo de la misericordia, la cual esconde la caridad y la opción por los demás. Los actos de caridad, las acciones a favor de los que necesitan de nosotros, espiritualmente o materialmente, nos tienen que llevar a la práctica de otras virtudes, a expresar en nuestras acciones y en nuestra vida la caridad de Cristo, el amor de Cristo que amándonos, nos salvó y nos liberó del mal y del pecado. Gracias a todos los sacerdotes, religiosas, religiosos, laicos, fieles de las parroquias o miembros de los Movimientos Apostólicos de nuestra diócesis. El Señor bendiga abundantemente su servicio y generosidad. La caridad es signo de la actitud con la cual aceptamos la bondad de Dios y su salvación. La caridad, en la enseñanza de la teología católica es fruto del Espíritu Santo. Es la fuerza del Espíritu Santo, creador y paráclito, el que nos lleva a vivir estas acciones a favor de los demás, así lo enseña Santo Tomás de Aquino en la Suma Teológica (Suma Teológica, II-IIae, cuestión 26, números 4 al 7). El Señor nos está regalando en la caridad, en el ejercicio de este don precioso de la ayuda y el servicio a los necesitados, un don precioso para hacernos testigos de su persona en el mundo de hoy. + Víctor Manuel Ochoa Cadavid Obispo de Cúcuta