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arzobispo de medellín

Mié 17 Jul 2019

Nueva edición de los libros litúrgicos

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - Entre los elementos litúrgicos, tienen especial importancia los libros aprobados con los textos bíblicos y eucológicos y con las especificaciones de los ritos que son parte de los actos del culto. Los libros litúrgicos, a través de las plegarias y la presentación de los signos que expresan la fe, transmiten la tradición de la Iglesia. Además, ayudan para que la fe no sea patrimonio de una persona o de un grupo de fieles, sino la expresión de la vida de la única Iglesia de Cristo, que celebra en comunión los misterios de la salvación. Estos libros elaborados con la experiencia espiritual y la reflexión teológica de la Iglesia, acumuladas durante siglos, manifiestan, en la variedad de las formas, los diversos modos de celebrar el misterio de la redención ofrecido a la humanidad por el Padre, en Cristo, mediante la gracia del Espíritu. Por eso, en ellos está lo que oramos, que es lo mismo que debemos creer y vivir. Son, en realidad, una rica mina de espiritualidad, de teología y de vida. El Concilio Vaticano II pidió una revisión general de los libros litúrgicos, con la posibilidad de hacer las adaptaciones necesarias y de traducirlos a las diversas lenguas vernáculas. Varios grupos de expertos trabajaron, entonces, en su composición y las Conferencias Episcopales han venido haciendo diversas versiones y ediciones de estos libros entre los que sobresalen el misal, los leccionarios, el pontifical romano, los rituales de los sacramentos y la liturgia de las horas. En Colombia, hemos utilizado diversas ediciones de los libros litúrgicos; unas hechas en el país y otras traídas de España, México, Perú… Esto comporta varios problemas; entre ellos, la falta de unidad en la traducción de las oraciones y de los textos bíblicos, que se leen de una manera en el misal, de otra en los leccionarios, de otra en el breviario y de otra en los rituales. Por eso, se ha emprendido la importante tarea de hacer una edición completa, a partir de la Biblia para el uso litúrgico aprobada en España. Los beneficios de esta edición son grandes: 1) Lograr la unidad en el conjunto de los libros litúrgicos y en la totalidad de las parroquias y capellanías de Colombia. No tiene sentido que cuando se cambia de lugar, aun dentro de una misma ciudad, se celebre con un texto distinto. Los países de habla inglesa, aun con tan gran diversidad, han mantenido la unidad de una misma versión en los libros litúrgicos. 2) Llegar a una misma traducción del texto bíblico para la liturgia, la catequesis y aún para el estudio. El pueblo de Dios está encontrando la Palabra de una manera en su parroquia, de otra en las transmisiones radiales o televisivas y de otra en los folletos de divulgación pastoral. Esto dificulta mucho citar y memorizar los textos. 3) Tener los libros litúrgicos con las adaptaciones convenientes y aprobadas para nuestro país. Esto ofrece la posibilidad de construir celebraciones diferenciadas, de modo que respondan a diversas circunstancias, siempre dentro del espíritu litúrgico, la comunión eclesial y la búsqueda del bien de los fieles. 4) Contar con una edición digna, en una buena composición tipográfica y una adecuada presentación externa, que manifieste el respeto con que tratamos las realidades santas que los libros litúrgicos contienen. Sabemos que la misma liturgia prevé signos de veneración especialmente hacia los leccionarios. Se supera también que en una parte se celebre con un texto oficial, en otra con un libro de bolsillo y en otra con una hoja suelta. Hasta ahora, han sido publicados los leccionarios para la celebración eucarística diaria de los años par e impar; el leccionario para adviento, cuaresma y pascua; los leccionarios para los ciclos dominicales A, B y C. Los pueden adquirir en la Curia Arquidiocesana sólo los sacerdotes y miembros de las instituciones católicas, para evitar que personas que no están en comunión se los apropien con los fines ya conocidos. Próximamente tendremos el misal y los rituales. Como se ha terminado ya el plazo dado para comenzar a celebrar con estos nuevos leccionarios, que todavía algunas parroquias y muchas capellanías no han adquirido, pido a todos, sacerdotes, religiosas y laicos, entrar en esta unidad e incluso aprovechar el precio de esta primera edición. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Mié 5 Jul 2017

Mons. Ricardo Tobón fue elegido vicepresidente del episcopado

Los obispos de Colombia reunidos en la CIII Asamblea Plenaria del Episcopado eligieron, este miércoles 5 de julio, a monseñor Ricardo Antonio Tobón Retrepo, Arzobispo Metropolitano de Medellín como vicepresidente de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) para el trienio 2017-2020. Monseñor Ricardo Antonio Tobón nació el 8 de mayo de 1951; fue ordenado sacerdote el 21 de noviembre de 1975; el 25 de abril de 2003, el Papa Juan Pablo II lo nombró Obispo de la Diócesis de Sonsón-Rionegro y el 16 de febrero de 2010 fue nombrado por el Papa Benedicto XVI como Arzobispo de Medellín. Perfil del vicepresidente Monseñor Ricardo Antonio Tobón Restrepo nació el 8 de mayo de 1951 en Ituango, municipio de la Diócesis de Santa Rosa de Osos y del Departamento de Antioquia. Cursó sus estudios de Primaria en su pueblo natal, Ituango. El Bachillerato lo realizó en el Seminario Conciliar Santo Tomás de Aquino de su Diócesis de origen y los cursos institucionales de Filosofía y Teología en la misma sede. Frecuentó la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma donde obtuvo la Licenciatura y el Doctorado en Filosofía. Fue ordenado Presbítero en la Catedral de la Diócesis de Santa Rosa de Osos (Antioquia), el día 21 de Noviembre de 1975, y en esa misma circunscripción eclesiástica se incardinó. Ha desempeñado los siguientes cargos a lo largo de su vida sacerdotal: en su Diócesis fue, de 1975 a 1981, Vicario Parroquial del Señor de los Milagros en San Pedro (Antioquia). Fue trasladado en 1981, con igual cargo a la Parroquia de Donmatías (Antioquia). Fue miembro del Equipo diocesano de Pastoral de Santa Rosa de Osos (1982-1984). De allí pasó como alumno del Pontificio Colegio Pío Latinoamericano, a la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma en donde obtuvo el Doctorado en la Facultad de Filosofía (1985-1989). Tras su regreso a Colombia, fue formador y profesor del Seminario Diocesano Santo Tomás de Aquino de Santa Rosa de Osos (1989-1992). Desde finales de ese año 1992, el Reverendo Padre Ricardo Tobón ejerce su labor ministerial como Colaborador Local de la Representación Pontificia en Colombia. El 25 de Abril de 2003, Su Santidad Juan Pablo II lo nombró Obispo de la Diócesis de Sonsón – Rionegro y recibió su ordenación episcopal el 14 de Junio de 2003. La LXXXV Asamblea Plenaria celebrada en julio de 2008 fue nombrado Presidente de la Comisión Episcopal para la Pastoral de Ministerios Jerárquicos. El 16 de Febrero de 2010 Su Santidad Benedicto XVI lo nombró Arzobispo de Medellín y tomó posesión de la sede el 8 de mayo de 2010. El 5 de julio de 2017 la CIII Asamblea Plenaria del Episcopado lo nombró como vicepresidente de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC). Fuente: Conferencia Episcopal de Colombia

Mié 11 Nov 2015

“Aborto es sinónimo de autodestrucción”

Así lo calificó el arzobispo de Medellín Monseñor Ricardo Tobón Restrepo, tras conocer, que el Fiscal general, Eduardo Montealegre, presentará una propuesta para que el aborto sea considerado legal en el país, si se practica durante los primeros tres meses de gestación. Al rechazar esta propuesta, el arzobispo de Medellín dijo también que desde ningún punto de vista un ser humano tiene derecho sobre la vida de otra persona. “Si no defendemos la vida, no nos defendemos nosotros mismos y no podemos relativizar el derecho a la vida, en el mismo momento en que queremos reglamentar el derecho a la vida nos exponemos todos a una autodestrucción” aseveró el prelado. El Jerarca recordó que el llamado de la Iglesia Católica será siempre a reconocer la dignidad del ser humano antes de nacer y que se reconozca la vida como valor fundamental para la convivencia.

Dom 1 Nov 2015

El abrazo de la Iglesia a las familias

El pasado 24 de octubre concluyó en Roma el Sínodo sobre la familia. Fueron numerosas las conjeturas e interpretaciones de diversos medios de comunicación, que desde la búsqueda de sensacionalismo o desde sus intereses ideológicos, conducían el agua a su propio molino. De modo particular, se quiso reducir la reflexión de esta asamblea episcopal al tema de la comunión eucarística para los divorciados vueltos a casar. Infortunadamente, no pocas personas se quedaron con la visión recortada o con las suposiciones de dichos medios de comunicación. El contenido real de la reflexión sinodal quedó consignado en las 94 proposiciones, llenas de sugerencias y de esperanza, que, aprobadas por la mayoría, le fueron consignadas al Papa para la elaboración de un documento conclusivo. Pero no le corresponde, ahora, sólo al Papa hacer una reflexión más, sino a toda la comunidad eclesial seguir caminando con las familias, desafiadas por muchas pruebas y a la vez sostenidas por la fuerza de Dios, para ayudarlas a vivir su profunda identidad y a realizar su indispensable misión en la Iglesia y en el mundo. La primera conclusión que podemos sacar de estos dos años de reflexión de la Iglesia es la necesidad de contemplar y agradecer el don de Dios que es la familia. Tenemos que hacer hincapié en la belleza de la familia: iglesia doméstica basada en el matrimonio entre varón y mujer, célula fundamental de la sociedad, puerto seguro de los sentimientos más profundos, único punto de conexión en una época fragmentada, parte integral de la ecología humana. Debemos incluso hacer más significativo el lenguaje de la Iglesia, para que el anuncio del Evangelio de la familia responda realmente a las aspiraciones más grandes del ser humano. Luego, urge sentir el deber de acompañar las situaciones familiares complejas y la realidad de las familias heridas o en situación irregular. Esto requiere un especial discernimiento de acuerdo con la enseñanza de la Iglesia y con la experiencia de la gracia de Dios. Entre las ''sombras'' que se proyectan hoy sobre la familia el Sínodo cita el fanatismo político-religioso hostil al cristianismo, el creciente individualismo, la ideología de género, los conflictos, la pobreza, la inseguridad laboral, la coerción económica que excluye a la familia de la educación y la cultura, la globalización de la indiferencia que pone al dinero y no al ser humano en el centro de la sociedad, la pornografía y el descenso de la natalidad. Tiene en cuenta a los inmigrantes, a los refugiados, a los perseguidos, cuyas familias se disgregan y son víctimas que debemos acoger. No se olvida de las viudas y los viudos, de los discapacitados, de los ancianos y de los célibes por su compromiso en la Iglesia y la sociedad. Habla de la necesidad de valorizar la identidad y el papel del varón y de la mujer. De otra parte, dice que las personas con tendencia homosexual no pueden ser discriminadas. Frente a las dificultades de la familia no se trata solamente de decir que todo está bien o presentar una normativa, sino de tener el coraje de escuchar, acoger con ternura y buscar maneras de curar las heridas. La reflexión sinodal insiste en la necesidad de reforzar la preparación para el matrimonio, que no puede quedarse en cuatro o cinco clases antes de la boda. Es necesario formar la personalidad y la afectividad de los jóvenes para que aprendan a ser felices entregándose mutuamente. Hace un llamamiento a las instituciones, a las autoridades y a los católicos que participan en la política para que promuevan y protejan la familia y la vida, porque una sociedad que las descuida pierde su apertura al futuro. Es difícil sintetizar tantos temas; lo fundamental es acoger la invitación del Sínodo a trabajar seriamente porque cada familia sienta el abrazo de la Iglesia y el amparo de la misericordia de Dios. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Jue 8 Oct 2015

El abrazo de la Iglesia a las familias

El pasado 24 de octubre concluyó en Roma el Sínodo sobre la familia. Fueron numerosas las conjeturas e interpretaciones de diversos medios de comunicación, que desde la búsqueda de sensacionalismo o desde sus intereses ideológicos, conducían el agua a su propio molino. De modo particular, se quiso reducir la reflexión de esta asamblea episcopal al tema de la comunión eucarística para los divorciados vueltos a casar. Infortunadamente, no pocas personas se quedaron con la visión recortada o con las suposiciones de dichos medios de comunicación. El contenido real de la reflexión sinodal quedó consignado en las 94 proposiciones, llenas de sugerencias y de esperanza, que, aprobadas por la mayoría, le fueron consignadas al Papa para la elaboración de un documento conclusivo. Pero no le corresponde, ahora, sólo al Papa hacer una reflexión más, sino a toda la comunidad eclesial seguir caminando con las familias, desafiadas por muchas pruebas y a la vez sostenidas por la fuerza de Dios, para ayudarlas a vivir su profunda identidad y a realizar su indispensable misión en la Iglesia y en el mundo. La primera conclusión que podemos sacar de estos dos años de reflexión de la Iglesia es la necesidad de contemplar y agradecer el don de Dios que es la familia. Tenemos que hacer hincapié en la belleza de la familia: iglesia doméstica basada en el matrimonio entre varón y mujer, célula fundamental de la sociedad, puerto seguro de los sentimientos más profundos, único punto de conexión en una época fragmentada, parte integral de la ecología humana. Debemos incluso hacer más significativo el lenguaje de la Iglesia, para que el anuncio del Evangelio de la familia responda realmente a las aspiraciones más grandes del ser humano. Luego, urge sentir el deber de acompañar las situaciones familiares complejas y la realidad de las familias heridas o en situación irregular. Esto requiere un especial discernimiento de acuerdo con la enseñanza de la Iglesia y con la experiencia de la gracia de Dios. Entre las ''sombras'' que se proyectan hoy sobre la familia el Sínodo cita el fanatismo político-religioso hostil al cristianismo, el creciente individualismo, la ideología de género, los conflictos, la pobreza, la inseguridad laboral, la coerción económica que excluye a la familia de la educación y la cultura, la globalización de la indiferencia que pone al dinero y no al ser humano en el centro de la sociedad, la pornografía y el descenso de la natalidad. Tiene en cuenta a los inmigrantes, a los refugiados, a los perseguidos, cuyas familias se disgregan y son víctimas que debemos acoger. No se olvida de las viudas y los viudos, de los discapacitados, de los ancianos y de los célibes por su compromiso en la Iglesia y la sociedad. Habla de la necesidad de valorizar la identidad y el papel del varón y de la mujer. De otra parte, dice que las personas con tendencia homosexual no pueden ser discriminadas. Frente a las dificultades de la familia no se trata solamente de decir que todo está bien o presentar una normativa, sino de tener el coraje de escuchar, acoger con ternura y buscar maneras de curar las heridas. La reflexión sinodal insiste en la necesidad de reforzar la preparación para el matrimonio, que no puede quedarse en cuatro o cinco clases antes de la boda. Es necesario formar la personalidad y la afectividad de los jóvenes para que aprendan a ser felices entregándose mutuamente. Hace un llamamiento a las instituciones, a las autoridades y a los católicos que participan en la política para que promuevan y protejan la familia y la vida, porque una sociedad que las descuida pierde su apertura al futuro. Es difícil sintetizar tantos temas; lo fundamental es acoger la invitación del Sínodo a trabajar seriamente porque cada familia sienta el abrazo de la Iglesia y el amparo de la misericordia de Dios. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín