Jue 7 Nov 2019
“El Señor, que es fiel, les dará fuerzas y les librará del malo”
Primera lectura: 2M 7,1-2.8c-14
Salmo: Sal 17(16),1.5-6. 8b+15 (R. cf. 15b)
Segunda lectura: 2Ts 2,16 - 3,5
Evangelio: Lc 20,27-38
Introducción
• En estos últimos domingos del año cristiano, la temática de las lecturas apunta a la escatología, hacia el final de los tiempos. Empezando, hoy, por la fe en la resurrección de los muertos. El mes de noviembre está impregnado por este mensaje, que también cuenta con la celebración que ya hemos vivido de la fiesta de todos los Santos y la de los fieles Difuntos.
• La mirada hacia el final de la vida y la promesa de Dios de una nueva vida resucitada.
• El Dios cristiano es el Dios de la vida y de la alegría. Él ha transformado nuestra existencia y ha sembrado en ella la semilla de la esperanza.
1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?
Con cuatro frases descubramos la verdad escondida en cada uno de los textos que nos ofrecen las lecturas de este día.
• “El rey de universo nos resucitará para una vida eterna”.
• “Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor”.
• “El Señor nos dé fuerza para toda clase de palabras y de obras buenas”.
• “No es un Dios de muertos, sino de vivos”.
Primera lectura: La historia de la persecución en tiempo de los Macabeos nos prepara para la escucha del Evangelio. Sucede en el siglo II antes de Cristo, en la persecución de Antíoco IV que, con una mezcla de halagos y amenazas, intenta seducir a los israelitas y conducirlos a la religión oficial pagana, olvidando la Alianza. Llega a profanar el Templo -lo dedicó a “Zeus Olímpico”- y obliga a los judíos a aceptar las costumbres helénicas.
Es edificante la fortaleza de aquella madre y de sus siete hijos que resisten a todas las tentaciones y halagos y no quieren de ningún modo abandonar su fe y pasar al paganismo, con sus creencias y costumbres. Lo de comer o no la carne prohibida era solo un detalle: se trataba de algo más profundo, de mantenerse fieles al conjunto de la fe en Dios.
Salmo: Las palabras del salmo son palabras de un creyente que está sufriendo por su fe, pero que espera en la ayuda de Dios: “presta oído a mí suplica... yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío”, para terminar con lo que se ha convertido también en antífona repetida, como expresión de la fe en la otra vida: “y al despertar me saciaré de tu semblante”.
Segunda lectura: El apóstol Pablo quiere que sus cristianos de Tesalónica, en Grecia, tengan, por una parte, consuelo en sus dificultades -”un consuelo permanente”-, porque ya se están esforzando en ser fieles a su fe: “ya cumplieron y seguirán cumpliendo todo lo que les hemos enseñado”.
Pero, a la vez, les desea que Jesús les conceda fuerzas para lo que les espera: “para toda clase de palabras y obras buenas... el Señor les dará fuerzas y los librará del malo... para que amen a Dios y esperen en Cristo”. Lo que ya se ha conseguido es pasado, pero hay que mirar al futuro: “para que la Palabra de Dios siga el avance glorioso que comenzó entre nosotros”.
El Evangelio: Los saduceos, pertenecientes a las clases altas de la sociedad, no creían en la otra vida ni en la resurrección. Son ellos quienes hacen a Jesús una pregunta-trampa manifiestamente exagerada sobre los siete hermanos que se casan sucesivamente con la misma mujer a medida que va muriendo el anterior sin dejar descendencia. Esto es lo que mandaba la “ley del levirato”. La pregunta es: cuando llegue la resurrección ¿de cuál de ellos será ella la mujer?
La respuesta de Jesús, sorteando hábilmente la ridícula pregunta, afirma, ante todo, la fe en la vida futura y la resurrección. Además, les recuerda que, en la otra vida, como no pueden morir, ya no se casaran, o sea, el matrimonio no tendrá́ ya sentido para la procreación, porque todos “son hijos de Dios y participan en la resurrección”. Dios es un Dios de vivos: para él todos están vivos.
2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y qué me sugiere para decirle a la comunidad?
La Palabra de hoy nos deja grandes lecciones para seguir fortaleciendo nuestra vida de fe y el seguimiento del Señor.
• La fe que muestran todos los protagonistas en la primera lectura en la resurrección y en la otra vida es un hermoso ejemplo. Cuando están a punto de morir, los varios personajes de la historia van diciendo palabras muy significativas. Insisten en su fe convencida en la vida futura, en la resurrección que esperan.
• Al final de la vida al despertar a la realidad última, nos espera el rostro del padre y sus brazos abiertos, si le hemos sido fieles.
• Nuestro destino es la vida, no la muerte. Un destino de hijos, llamados a vivir de la misma vida de Dios y para siempre, en la fiesta plena de la comunión con él. Nosotros sabemos que, después de la resurrección de Cristo, los que nos incorporamos a él tendremos su mismo destino de resurrección.
• La Palabra de Dios nos invita hoy a tener despierta esta mirada profética hacia el final del viaje, que, pronto o tarde, llegará para cada uno. Este mundo no es nuestra meta. Como no lo es el seno materno para el que ha sido concebido, porque está destinado a abandonar esa etapa transitoria de su existencia. Nosotros también estamos destinados a la plenitud de la vida en Dios.
3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?
Supliquémosle al Señor para que nos ayude a alzar la mirada y recordemos cuál es la meta de nuestro camino. La fe en la vida a la que Dios nos destina es la que ha dado luz y fuerza a tantos millones de personas a lo largo de la historia, y la que también a nosotros nos ayuda en nuestra vida de fidelidad humana y cristiana, abiertos a Dios, que es el destino de nuestra historia personal y comunitaria.
Debemos pedirle al Señor Jesús que nos dé fuerza para seguir madurando en nuestro camino, porque nunca podemos sentirnos satisfechos de lo ya alcanzado. El “más allá́ ” sigue siendo también para nosotros un misterio. No pretendemos imaginar cómo es y cómo sucederán las cosas. Pero creemos a Cristo Jesús, el Maestro, que nos asegura que los que se incorporan a él, vivirán para siempre.
Cuando Jesús anunció la Eucaristía, nos dijo que este sacramento iba a ser una garantía y un anticipo de la vida definitiva: “si uno come de este pan, vivirá́ para siempre, yo le resucitaré el ultimo día... el que me come, vivirá́ por mí, como yo vivo por el Padre”.
A favor de los difuntos pedimos en la Plegaria Eucarística lo mismo que expresaba el salmo de hoy: “al despertar, me saciaré de tu semblante”. Por los difuntos pedimos: “admítelos a contemplar la luz de tu rostro”.
Vamos bien encaminados, si somos fieles a la convocatoria eucarística dominical, con lo que significa también de fe y de comunión y de estilo de vida: Jesús mismo, Palabra y Alimento, nos va dando fuerzas y nos prepara para el encuentro definitivo con él, o sea, con la vida plena.
RECOMENDACIONES PRÁCTICAS:
1. Estar atentos a las frases de la palabra en este día:
- “Vale la pena morir a manos de los hombres cuando se espera que Dios mismo nos resucitará”.
- “Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor”.
- “El Señor, que es fiel, les dará fuerzas y les librará del malo”.
- “No es Dios de muertos sino de vivos: porque para él todos están vivos”.
2. Palabras claves: Fe, resurrección, despertar, amor, consuelo, esperanza.
3. Hoy será apropiado decir uno de los prefacios de difuntos (el primero no, porque se refiere demasiado a la situación concreta del momento de la muerte), acompañado de la Plegaria Eucarística III.
4. Para el saludo inicial puede utilizarse el que se usa en la Cincuentena Pascual: “El Dios de la vida que ha resucitado…”
5. Enfatizar en que se va acercando el final del Año litúrgico, con su marcado acento escatológico.