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Dios

Vie 3 Ene 2020

¡Él se llama Carlos Calero!

El comunicador social Carlos Calero es un hombre de fe, confía en la misericordia de Dios y considera la familia “como el regalo más grande que Dios le puede entregar a una persona.” Casado con Paulina Ceballos, y padre de Sofía y Carlos, el talentoso presentador del programa de Caracol Televisión “Yo me llamo”, llegó a Bogotá hace 31 años con el deseo de formarse como comunicador social y abrirse camino profesional en la capital del país. ¡Y lo logró! Afirma que los momentos difíciles los afronta aceptando la voluntad de Dios. Comenta que él y su familia son creyentes, participan de la Eucaristía y rezan el santo rosario. “Desde muy niño he sentido la presencia de Dios en mi corazón y en mi vida”, expresa con alegría. De paso por la sede del episcopado, Calero nos compartió su mensaje de año nuevo para los colombianos, en el que resalta la importancia de “la reconciliación, el perdón y la esperanza”, como pilares para que Colombia avance en este 2020 hacia un mejor futuro.

Dom 29 Dic 2019

Pilín León: “Vivo agradecida con Colombia”

“Yo creo que Colombia me regaló no solo la forma de ayudar a otros, sino una fe plena, una alegría dentro del exilio al saber que siempre que lo tengo a Él (Dios) no estoy sola”, afirmó esta venezolana que salió de su patria hace unos diez años para residenciarse en Barranquilla, junto con su esposo y sus tres hijos, buscando un espacio donde poder vivir en paz. Ella es Carmen Josefina León Crespo, mejor conocida como Pilín León, la misma que en 1981 participó en Londres en el concurso de belleza ‘Miss Mundo’ obteniendo el primer lugar para su país. Compartimos con esta especial mujer un ‘encuentro navideño’ en su reciente visita a la Conferencia Episcopal de Colombia, donde nos participó sobre su fe, su servicio parroquial, su trabajo incansable por sus compatriotas migrantes y sus recuerdos navideños. “Al principio, cuando llegué a Colombia, no me encontraba en este país, pero soy una mujer de fe y mi padre siempre nos orientó en ese sentido y nos mantuvo, como familia, muy unidos a la Iglesia (...) Dejé entonces que Dios interviniera en mi vida y me acerqué a la parroquia del sector donde vivo, Santa Laura Montoya”, nos contó con emoción recordando su llegada a tierras colombianas. Allí, en su parroquia, con la guía del padre Edgardo Bernales, esta venezolana de corazón ya colombiano, se ha esforzado por enriquecer su vida espiritual y fortalecer el sentido social que la ha caracterizado desde cuando fue reina hace 38 años. “Junto con varias hermanitas del movimiento Emaús adelantamos obras sociales en la cárcel del Buen Pastor en Barranquilla (…) Colombia me ha dado tanto que no puedo limitar mi ayuda solo a los venezolanos, sino que debo también pensar en la gente necesitada de este país.” Y es que su gente venezolana siempre está presente en su corazón y en sus acciones, especialmente esos migrantes que llegan en alto grado de vulnerabilidad a la capital del Atlántico. Para ellos adelanta gestiones muy importantes como vicepresidente de la “Asociación Venezolanos en Barranquilla”, buscando alimentos, ropa, asistencia médica y techo provisional, mientras estas personas se ubican laboralmente. Pilín, hoy, más que una reina toda una ‘dama de fe’ comprometida con los más necesitados, concluyó su visita pidiendo a Dios bendiciones para Colombia y Venezuela en esta navidad y en el año nuevo, y resaltando la importancia de la oración y el perdón en estos días de fiesta cristiana: “Pedir perdón y perdonar a todos aquellos que nos han hecho daño; orar por nuestros gobernantes, tanto de Colombia como de Venezuela, para que sea Dios quien los guíe en el camino de guiar a sus pueblos hacia la paz, la reconciliación y la prosperidad”.

Vie 21 Sep 2018

Dios perdona en mí

Por: Mons. Omar de Jesús Mejía Giraldo - “Son muchos los que no pueden perdonar todavía, pero hoy recibimos una lección de teología, de alta teología: Dios perdona en mí. Basta dejar que Él haga” (Septiembre 8 de 2017). Después de escuchar el testimonio de lo que ha sido en Colombia la experiencia del “hospital de campo”, el Papa quedó sobrecogido y nos dijo que jamás olvidaría las palabras: Dios perdona en mí. Hermosa lección de aprendizaje nos dio el Santo Padre, lección de humildad y apertura. Esta debe ser nuestra actitud, por más “alto” que podamos estar siempre hay algo nuevo que aprender. El aprendizaje de un líder debe ser constante, es lo que en nuestros círculos eclesiales llamamos “formación permanente” y que a veces confundimos con ciertos espacios de educación formal o informal que realizamos en nuestra Iglesia, instituciones, empresas, ciertamente, algo es esto; sin embargo, la lección de Francisco fue: en cada “instante existencial” nos formamos y mucho más cuando se trata de maneras tan sencillas como la gente humilde expresa su manera de vivir y de experimentar la gracia y el perdón de Dios. Estas palabras que la señora de “Machuca” nos dijo y que luego repitió el Papa: Dios perdona en mí, Colombia, necesita que las estemos recordando continuamente. Recordemos que los gobernantes dieron parte de tranquilidad sobre muertes y atracos durante los días de la presencia de Francisco entre nosotros. Sin embargo, es necesario reconocerlo, que una vez que el Santo Padre emprendió su regreso a la ciudad eterna, los colombianos volvimos a revivir nuestros sentimientos de venganza, odio, resentimiento, dolor… Si hoy hacemos un recuento de las muertes y maldades que han aflorado después de un año de la presencia del Santo Padre entre nosotros, tendríamos que decir que las estadísticas son alarmantes. Pensemos solo en las muertes por venganzas familiares, por herencias, conflictos pasionales, cuestión de limites entre vecinos, intolerancias. En nuestra querida patria siguen asesinando líderes, continúa el feminicidio y mil violencias más. Dios perdona en mí. Nuestro gran aporte como Iglesia al momento histórico y existencial que vive Colombia hoy, tiene que ser anunciar en Reino de Dios sin tregua, sin miedo y con esperanza; un Reino que se recibe como don de Dios, pero que también se gana con nuestro aporte y nuestra disponibilidad a él. Nuestro trabajo puntual hoy, debe ser anunciar la Buena Nueva como lo hizo Jesús y como lo realizó entre nosotros Francisco. El Papa dio el primer paso y durante una semana nosotros lo dimos con él. Ahora nos corresponde a nosotros dar el segundo y el tercer paso. Un segundo paso: perdonar y un tercer paso: reconciliarnos. Sin perdón no habrá reconciliación. Cuando el corazón humano no se ha desarmado del resentimiento, del odio, de la rabia…, por el mal sufrido, será imposible que se reconcilie. Solo un corazón sano de la impureza de un pensamiento mal sano será capaz de reconciliarse. Basta dejar que Él haga. Sin mucha reflexión y sin discernimiento ésta expresión aparece como si se tratará de una pasividad en el alma y es todo lo contrario. Para dejar que Dios haga la obra en nuestro ser necesitamos estar sumamente activos. Para que Dios haga la obra en nosotros necesitamos dejarlo ser Dios en toda su plenitud y con todas sus exigencias. Dice Jesús en el evangelio: “Nadie puede venir a mí, si no es atraído por el Padre” (Jn 6, 44). San Agustín dice que se trata de una atracción con libertad y por amor. Nadie es atraído contra su voluntad. La atracción debe ser por el gozo del amor y la alegría que produce la amistad con el Señor. Así es el perdón, Basta dejar que Él haga, pero hay que dejarlo hacer, Dios no violenta nuestra libertad, Él posee sumo respeto por nuestro ser. Al conmemorar un año de la visita del Santo Padre, la invitación es pues a que no olvidemos su mensaje. Sobre todo, quisiera insistir en la fuerza con la cual el Santo Padre nos habló de la necesidad de reconciliación entre nosotros. Recordemos: reconciliación que brota de un corazón lleno de Dios, reconciliación que se dará como consecuencia de la experiencia del perdón (Cf Mt 18,15-35). Reconciliación que solo es posible cuando el corazón está en paz con Dios, consigo mismo, con la naturaleza y con los hermanos. Reconciliación que no será posible sin recibir y vivir la gracia del perdón. + Omar de Jesús Mejía Giraldo Obispo de Florencia

Jue 14 Jun 2018

Construyamos el reino de Dios desde las cosas más pequeñas

Nuestras acciones no son neutrales, un día tendremos el encuentro con el resucitado en su tribunal para recibir el premio o el castigo. Por ello, se nos invita a usar bien la vida para construir, sembrar, ser guiados siempre por la fe, mantener la confianza en Dios y construir el reino desde las cosas más pequeñas a las más grandes. Tareas: Haz un examen de conciencia. ¿Si hoy fuera tu encuentro con el resucitado qué recibirías?¿qué estás construyendo: vida eterna o condenación? Construye el reino de Dios desde lo más pequeño, usa buenas palabras, erradica la mentira de ti; no nos acostumbremos a decir mentiras. Comprometámonos como buenos cristianos con el país y con la familia.

Vie 1 Dic 2017

Si logras juzgarte bien a ti mismo. Eres un verdadero sabio

Por: Mons. Gonzalo Restrepo Restrepo - Una de las señales de la sabiduría de una persona es la prudencia. Alguien prudente es aquel que sabe callar cuando hay que hacerlo y sabe hablar cuando se necesita. Una persona prudente no hace juicios de nadie. Quien verdaderamente busca la sabiduría de la vida, entiende que no se debe juzgar a nadie porque el hombre no está hecho para juzgar a nadie. Sólo Dios puede juzgar a todos porque sólo él nos conoce enteramente en todo lo que somos, lo que pensamos y lo que hacemos. Sólo él conoce toda nuestra realidad, nos conoce por dentro y por fuera, íntegramente. Así que los juicios pertenecen sólo a Dios. Tú puedes y debes juzgarte a ti mismo, pero de la mejor manera. No tienes por qué ser un verdugo para ti mismo. Hay muchos que son tiranos para sí mismos. Debes mirarte con realismo, juzgarte con verdad porque cuando haces juicios exagerados sobre ti mismo, para ensalzarte o para despreciarte, te estás destruyendo. La verdadera sabiduría está en lograr juzgarte con verdad y realismo a ti mismo. ¿porqué andas buscando qué decir, qué opinar, qué pensar sobre los demás? Hay quienes viven alimentando pensamientos en contra de los demás, sueñan en lo que los demás no han hecho ni han pensado para desfigurar su imagen y esclavizarlos. Hay personas con las cuales no se puede convivir porque son tan imprudentes que no se les puede confiar nada, aunque están ávidos de saberlo todo para poder contar y tener la última noticia. No tienen el más mínimo sentido de la intimidad, del secreto, de la reserva. Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo que juzgar a los demás. Cuando se trata de juzgarnos a nosotros mismos, huimos, siempre nos justificamos sea lo que sea, siempre buscamos razones que nos justifiquen y no permitimos una condena como la que normalmente hacemos de los demás. Qué difícil es juzgarse a uno mismo y juzgar a los demás. Te invito a que manifiestes tu sabiduría, tu equilibrio y tu prudencia, haciendo un esfuerzo por no juzgar a nadie y por enfrentarte a ti mismo con realismo y con verdad. Sólo Dios puede juzgar al hombre. No tienes por qué apropiarte este derecho. + Gonzalo Restrepo Restrepo Arzobispo de Manizales

Vie 10 Nov 2017

Crueles herencias

Por: Mons. Luis Augusto Castro - La médica vino a hablarme de una investigación en proceso. Hay en nuestro departamento una enfermedad que genera retraso mental, deformidades físicas y otras dolencias. El estudio realizado la hace derivar de tiempos ancestrales, prehispánicos, cuando en los grupos, dadas las lejanías de unos a otros, se casaban entre primos hermanos. Estos matrimonios desaparecieron, pero por los factores hereditarios, de vez en cuando aparece algún enfermo de este tipo. No son pocos. No sé si llamarlo hereditario o no, pero algo parecido acontece con las guerras del pasado que transmiten rasgos de violencia impensables. Somos herederos de guerras muy crueles. Primero las llamadas guerras civiles a partir del 1812 hasta el 1877. Luego otra guerra terrible del 1899 al 1902. Luego la guerra de una violencia atroz desde el 1948 al 1958. Y luego la violencia de los grupos guerrilleros desde hace más de cincuenta años, etc. Cuántos nombres aparecieron entonces: Pájaros, chulavitas, bandoleros, comunistas, guerrilleros, paramilitares, etc. Así como se logra determinar la fuente de un mal tan terrible como el anotado al principio, cuyas raíces son las uniones de primos hermanos y que dura a través de los siglos hereditariamente y que aparece también hoy de manera inesperada, ¿no podemos formular una hipótesis semejante como la siguiente? Esta es: “Muchos grandes políticos y otros ciudadanos de hoy que luchan por la victoria de la guerra para acabar con la violencia, y ello, eliminando a los violentos, son un producto casi hereditario de miles de guerras del pasado y que van generando personas que quieren seguir con la violencia buena para acabar con la violencia mala, o mejor, para acabar con los violentos”. Se sabe ya que el deseo de venganza es hereditario, que puede transmitirse de padres a hijos y de generaciones a generaciones. Cuántos vengadores actuales, revestidos, sin saberlo, de un gen de violencia, quieren perpetuar la violencia justa pues ésta es su incurable enfermedad. Dar el paso del deseo de venganza a la posibilidad del perdón y la reconciliación no les es nada fácil. Pero no hay que desesperar. La gracia de Dios puede actuar poderosamente en estos corazones. Estoy seguro de que la mismísima visita del Papa motivó a más de uno a liberarse del deseo de venganza justa, para dar el primer paso hacia la reconciliación. Dios los ayuda. DESTACADO: “Dar el paso del deseo de venganza a la posibilidad del perdón y la reconciliación no es nada fácil” + Luis Augusto Castro Arzobispo de Tunja Fuente: Revista Vida Nueva

Vie 29 Sep 2017

Explicar el dolor

Escrito por: P. Raúl Ortiz Toro - Ni las preguntas sobre la existencia de Dios, ni sobre la virginidad de María, ni los cuestionamientos de los protestantes o los tristes casos de corrupción dentro o fuera de la Iglesia me han puesto tanto en aprietos como lo ha hecho la pregunta sobre la razón del dolor humano, máxime cuando son los niños quienes lo soportan o son ellos las víctimas fatales. Ninguna pregunta es tan misteriosa. Por ejemplo, estoy pensando en los niños muertos en los terremotos, en los huracanas, por causa de la violencia, del abuso, de las enfermedades. Muchos han intentado responder esta pregunta y se han quedado simplemente en el preámbulo. ¿Será una pregunta sin respuesta? ¿Se tratará de una pregunta retórica? Por supuesto la teología tiene una respuesta: desde el Génesis el dolor tiene una razón de ser como consecuencia del pecado. Incluso, la teología escolástica habló de la diferencia entre la voluntad activa de Dios (por la cual Él quiere el bien para el hombre) y su voluntad permisiva (por la cual permite el mal para sacar de allí un bien mayor). Es más: Cristo encarna en su propia persona como Hijo de Dios el dolor de la humanidad, del inocente, del que sufre como consecuencia del pecado de los otros. Él, que no tenía pecado, terminó siendo reo de muerte pero salió victorioso en la resurrección. La teología es una disciplina iluminadora, es fundamental para la vida de fe, pero no puede caer en el simplismo de las respuestas académicas ni estar desencarnada de la realidad. Por ello la teología necesariamente debe ir acompañada de actos concretos y, en el caso particular del dolor, de actos de solidaridad. Creo que la solidaridad hace concretas las respuestas teológicas. Leyendo el hermoso relato de la poeta Piedad Bonett titulado “Lo que no tiene nombre” donde hace una especie de catarsis espiritual tras la muerte de su joven hijo, sentí vergüenza ajena con estas líneas, cuando la autora cuenta el momento del funeral: “El sacerdote, un hombre joven que queriendo parecer simpático y desenvuelto me ha hecho bromas insulsas y extemporáneas antes del oficio, repite vaguedades y lugares comunes sobre Daniel, y a la hora de la homilía cuenta anécdotas triviales que aspiran a parecer sabias…” Entonces me pregunto: como sacerdote, pero sobre todo como ser humano ¿he sabido llegar al corazón del que sufre? Cuando celebro unas exequias ¿tengo buen trato hacia los dolientes? Cuando alguien siente dolor ¿Cuáles son mis palabras de consuelo? ¿He caído en la trivialidad de quien ve el dolor como algo normal? ¿Soy indiferente ante el mal que sufren los demás? Para intentar en algo explicar el dolor humano, sobre todo el de los niños, cuando unos padres me preguntan por qué murió su niño recién nacido, por qué fue abusada su pequeña, por qué su hijo sufre matoneo, etc. lo primero que hago es pedirles que hagamos un momento de oración; breve, espontáneo, pero sincero. “Señor, danos tu paz, que sepamos entender este momento de la vida y tengamos mirada amplia para saber lo que quieres de nosotros, valorar más lo que tenemos, corregir nuestros equívocos. Danos tu paz, Señor”. Un momento de silencio, un abrazo, una palabra de consuelo y de ánimo. Luego la escolástica; porque la solidaridad es la mejor respuesta al dolor. P. Raúl Ortiz Toro Docente del Seminario Mayor San José de Popayán rotoro30@gmail.com

Sáb 25 Feb 2017

Primero lo primero

Por: Mons. Omar Mejía Giraldo - El domingo anterior el evangelio nos ponía de manifiesto el amor como la máxima virtud cristiana, un amor que si es verdadero y si está inspirado desde Dios debe culminar en el “amor a los enemigos”, amor que se manifiesta fundamentalmente en el perdón. Hoy tenemos otra gran lección, la cual hace explicito el primer mandamiento de la ley de Dios: “Amar a Dios sobre todas las cosas”. Primero lo primero. Dice San Juan: “Dios nos amó primero”. El amor cristiano no consiste en que nosotros amemos a Dios, el amor cristiano es fundamentalmente dejarnos amar de Dios. Todo, absolutamente todo, lo debemos entender desde el amor divino y no meramente desde el amor humano. El amor de Dios es eterno, el amor humano es pasajero. Desde el amor de Dios, desde el amor a sí mismos y desde el amor a los demás, debemos asumir el amor a los bienes materiales (dinero). Nuestra relación con todo lo creado, incluyéndonos a nosotros mismos y a nuestro hermanos, debe brotar de la virtud del amor a Dios no al mundo. Jesús en el evangelio empieza diciendo: “Ustedes no pueden servir a dos patrones…. Ustedes no pueden servir al mismo tiempo a Dios y al dinero”. El evangelio no nos invita a despreciar el mundo, sus bienes , el dinero, no. El evangelio nos está exhortando a realizar una inversión de valores. “Primero lo primero”, primero Dios. Jesús no niega ninguna de las búsquedas, sencillamente las trastoca. Nuestra experiencia nos demuestra que solo se busca lo que consideramos necesario. En definitiva la Palabra de Dios nos dice que debemos poseer una auténtica jerarquía de virtudes y valores…. El evangelio nos convoca a buscar una justicia distinta, la justicia divina, la justicia que Jesús nos vino a proponer; justicia que necesariamente debe pasar por el tamiz del amor que Jesús vino a predicar. En éste orden de ideas es necesario entender que “sólo es libre nel que sirve a Dios”. Sólo es libre quien entiende que los bienes materiales son el medio y no el fin. La fe verdadera lejos de ser un desentenderse de la propia vida y de la vida de los demás, es más bien un modo diverso de asumir la vida, de asumirla y de tomarla a cargo responsablemente delante de Dios. Desde el punto de vista objetivo, la pobreza material no es querida por Dios, no figura en su plan. Representa entonces una contradicción con su voluntad y, por eso mismo un "pecado social" (Puebla 28). Por tanto, hay que erradicarla. La pobreza como virtud evangélica nace del Espíritu, de la confianza en Dios, de la fe en Él. La pobreza desde el Espíritu. Si no es así, la pobreza se rechaza; y si se tiene no se vive, se sufre, nos resiente, nos hace vivir amargados… La fuerzas humanas no bastan para asumir la virtud de la pobreza. Las fuerzas humanas no bastan para oponernos a la fuerte atracción que ejerce sobre nosotros el dinero. Recordemos la Palabra de Dios: “Lo que es imposible humanamente, es posible para Dios” (Mt 19,23-26). Solamente desde Dios es posible asumir la pobreza como virtud y como estilo de vida. Jesús nos exige entrega total y sabe muy bien que el apego esclavizante a la seducción de las riquezas es uno de los mayores obstáculos para el servicio incondicional por el Reino de Dios. La pobreza virtud es la disposición permanente de ofrecerse. La pobreza evangélica, es tener las manos abiertas para ofrecer lo que se es y lo que se tiene. Es ofrecer también las futuras posibilidades. La pobreza es virtud, porque hay entrega, no porque no se posea. Quien comienza el camino de esta virtud, llega a no tener, porque lo ha dado todo. Jesús mismo es quien primero nos da ejemplo de esta virtud: “Nació en un pesebre”. “No tenía donde reclinar la cabeza”. En la cruz entrego su Espíritu: “Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu”. El rico según el evangelio se contrapone al Reino y le es difícil entrar en él (fíjese bien, difícil, no imposible). Rico es el que acapara y acapara porque su confianza está en lo que acapara. El rico “defiende” lo suyo, el pobre ofrece lo suyo. El rico es insaciable en el “poseer”, el pobre es insaciable en el dar. Dar es pobreza, tener es riqueza. En la pobreza como virtud no se habla de cantidades, sino de actitudes. Por eso desde la visión evangélica de la pobreza, hay pordioseros con actitudes de ricos y hay ricos con actitudes de pobreza. Por eso, desde la pobreza virtud, actitudes como saber ser prudentes, ver la oportunidad, el saber repartir, el saber tener y acrecentar, el ser generoso, no despilfarrar y hasta ahorra…, son elementos que bajo el objetivo de “servir mas y mejor”, de tener más para ofrecer más, acrecientan la virtud. El Papa Benedicto XVI decía: “La caridad debe ser organizada”. El principio es claro: “Acrecentar lo que se tiene para servir más”. Lo importante es que el espíritu oferente sea el motor de todo. Si se pierde la visión – objetivo, que es ofrecer, se ha perdido la virtud, así se viva en la más física pobreza. De acuerdo al evangelio: Dar lo que no sirve es un engaño; dar lo que sobra, es obligación; dar de lo necesario, es virtud; darlo todo es santidad. Recordemos: “Sean santos como mi Padre celestial es santo”. La pobreza virtud hace que poseamos cosas, sin que las cosas nos posean a nosotros. A veces pensamos que tenemos, por ejemplo una finca, un carro, un animal… y lo que realmente pasa es que esas cosas tienen un esclavo a su servicio. La pobreza virtud, finalmente termina manifestándose en la sobriedad de vida y en el desprendimiento de los objetos materiales. La pobreza evangélica termina siendo confianza absoluta en la providencia divina, termina siendo fe, esperanza y caridad, termina siendo una lectura constante de los signos de los tiempos a la luz del querer de Dios. Por eso, pobreza es capacidad de dar y recibir. Pobreza es también recibir aún las contrariedades de la vida, con la claridad del objetivo por el cual se trabaja. Ejemplo, la Madre Laura: Cuenta la historia que ella, un día se dispuso a entrar a los diferentes lugares de su pueblo, para pedir una ayuda y así poder socorrer sus indígenas; en una tienda la insultaron y ella les dijo, ya me dieron a mi lo que yo me merezco, ahora, por favor denme una ayuda para mis indios”. Pidamos a Dios que nos conceda lo necesario para vivir dignamente y sin apegos humanos. Un ser humano libre, sin esclavitudes afectivas, no se instala, vive siempre como huésped y sabe que camina como peregrino hacía la patria celestial (somos los peregrinos que vamos hacia el cielo). Un ser humano libre posee y disfruta pero no es poseído, ni adora la riqueza, ni la maldice, usa libremente de ella y la comparte fraternalmente. Para ello es necesario aprender lo que San Ignacio de Loyola llamaba “La santa indiferencia”. + Omar de Jesús Mejía Giraldo Obispo de Florencia