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Iglesia

Vie 18 Feb 2022

La comunidad internacional pide a grupos armados un alto al fuego

Con miras a las elecciones que vivirá el país durante los próximos meses, representantes de la comunidad internacional, entre ellos el Nuncio Apostólico de Colombia, Luis Mariano Montemayor, hicieron un llamado a los grupos armados para que declaren un cese al fuego y en general un cese de hostilidades. En un comunicado piden “respetar las disposiciones del derecho internacional humanitario para la protección de la población civil” que participará a las elecciones legislativas y presidenciales en este año. El mensaje, firmado por más de 20 embajadas en Colombia y Naciones Unidas, resaltó “la importancia de que Colombia pueda conducir sus elecciones de forma libre e inclusiva, en un ambiente sin violencia”. Entre los firmantes del documento se encuentran: la Nunciatura Apostólica, Misión de Verificación de la ONU y Equipo País de Naciones Unidas en Colombia, la delegación de la Unión Europea y las embajadas de Alemania, Argentina, Austria, Bélgica, Brasil, Canadá, Dinamarca, España, Finlandia, Francia, Gran Bretaña, Hungría, Irlanda, Italia, México, Países Bajos, Polonia, Portugal, República Checa, Rumania, Suecia y Suiza. [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar convocatoria[/icon]

Jue 17 Feb 2022

“La espiritualidad sinodal sugiere salir de las inseguridades”: Mons. Rueda

En la eucaristía del tercer día de la Asamblea Plenaria, presidida por monseñor Luis José Rueda Aparicio, presidente de la Conferencia Episcopal, tomando el texto del Evangelio de San Marcos capítulo 8-10 y Efesios capítulo 1, que habla de la curación de dos ciegos, el prelado observó que esta lectura propone una curación de las cegueras. “Quisiera invitarlos a contemplar este pasaje bíblico desde nuestra realidad, cada uno en la misión que el Señor nos ha confiado como pastores, el Señor nos propone en el Evangelio una curación de nuestras cegueras, él quiere darnos ojos de pastores (…) a nosotros como al ciego de Betsaida, nos saca, nos toma de la mano y nos saca de nuestras seguridades” Al dirigirse al colegiado episcopal, explicó que la espiritualidad sinodal sugiere salir de las inseguridades y tradiciones a las que se está acostumbrado, “salir de varias fortalezas que hemos forjado en el camino de nuestra vida, lícitas, pero que el Señor quiere que las veamos desde otra óptica”. Agregó además que, seguramente el salir de estas inseguridades causará angustia “porque todo cambió produce angustia, toda etapa nueva en nuestra vida produce angustia y nosotros lo hemos experimentado” El también arzobispo de Bogotá, dijo que, así como el Señor sacó al ciego de la oscuridad, así también “nos saca a nosotros de las seguridades de la aldea, nos toma de la mano, nos levanta, nos anima, nos orienta, nos corrige y nos confirma en la fe” y agregó – “nos hace migrar de las seguridades, buscando la verdadera gloria de Dios, dejándonos guiar de la mano de Jesús” y esto explicó, es la sinodalidad”. Les dijo además, que así como el ciego que no podía ver o distinguir con claridad, así también, en ese mismo paso se encontraban ellos. “Esto nos habla de la conversión en proceso a la que estamos llamados todos nosotros, primero como pastores y a través de nosotros posiblemente motivando la conversión permanente de todo el pueblo de Dios” Concluyó, pidiendo la intercesión de la Santísima Virgen María, “que supo contemplar desde la fe su historia, en la humildad del hogar de Nazaret con José y que pudo con sus ojos contemplar al verbo eterno hecho carne, ella nos de ojos de pastores, de discípulos misioneros, ojos limpios para encontrar siempre la presencia de Dios en nuestra vida, en los hermanos, en la historia de la Iglesia y de la humanidad”.

Jue 17 Feb 2022

Tercer día. Informativo: ‘ASÍ VA LA ASAMBLEA’

Avanza la agenda de trabajo de los obispos reunidos durante su tercer día de la CXII Asamblea Plenaria de Episcopado. Ofrecemos otra entrega más del informativo ‘ASÍ VA LA ASAMBLEA’, donde les contamos los principales hechos del día. Durante la tercera jornada estos fueron los principales momentos: - Continuando con los trabajos del sínodo, los 84 obispos reunidos en su sede, se dieron a la tarea de realizar un análisis y proyección, a partir de dos preguntas: ¿Cómo se realiza hoy el caminar juntos de la Iglesia en Colombia? Y ¿Qué pasos los invita a dar el Espíritu Santo para crecer en el caminar juntos? - Desde la reflexión y en un ambiente de sinodalidad, el colegiado de obispos, proyectó una guía para el plan de trabajo que permitirá avanzar en el fortalecimiento de la Conferencia Episcopal de Colombia, para el trienio 2021-2024. - Los obispos de las provincias eclesiásticas de Florencia y Villavicencio se reunieron con miembros del Comité Asesor de la Red Eclesial Panamazónica (REPAM), para conocer un balance del trabajo de esta red y saber su visión sobre las orientaciones y acciones que desde la Iglesia se pueden implementar a la Amazonía en el contexto del cuidado de la casa común. - Con eucaristía, presidida por monseñor Luis José Rueda Aparicio, presidente de la Conferencia Episcopal, los obispos de Colombia, agradecieron el servicio que durante 48 años, prestó la señora Amanda Sánchez en esta Institución.

Mié 16 Feb 2022

Sigamos adelante con Jesucristo que ilumina nuestra vida

Por: Monseñor José Libardo Garcés Monsalve - Hemos celebrado la fiesta de la Presentación de Jesús en el templo el pasado 2 de fe­brero, en este inicio de nuestro año pastoral que tiene como lema: “Des­de el punto a donde hemos llegado, sigamos adelante” (Flp 3, 16). Esta es la fiesta de la ofrenda, la fiesta de la luz y la fiesta del encuentro, que nos ha permitido recordar y orar por el carisma de la vida consagra­da en la Iglesia y en nuestra Dió­cesis, como signo de la donación total de la propia vida al Señor. Es la fiesta de la ofrenda porque María y José presentan a Jesús en el tem­plo, atendiendo a la Ley de Moisés que ordenaba el ofrecimiento del primogénito a Dios (Ex 13,2.12). Esta fiesta anticipa y anuncia el sa­crificio redentor del Señor Jesús. El niño que ahora es ofrecido por sus padres, Él mismo se ofrecerá más tarde en la Cruz para aniquilar al diablo, autor de la división y des­trucción del ser humano. Esta ofrenda se convierte en un misterio de amor destinado a ser luz para los pueblos, la luz que guiará a los hombres a ser fieles a Dios, amándolo sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo, que nos permite tener la luz de la vida. Así lo expresa Jesús mismo en el Evangelio cuando afirma: “Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8, 12), indicando con ello que Jesús es la luz que nos acompaña, porque quien está con Él es capaz de reci­bir la sabiduría que viene de lo alto para iluminar toda su vida, su com­portamiento y su caminar ilumina­do por su Palabra, como lo expresa el salmista: “Tu Palabra es antorcha para mis pasos, y luz para mis ca­minos” (Sal 119 (118), 105), de tal manera que quien deja iluminar sus pasos por Jesucristo, es capaz de se­guir adelante fortalecido por la fe, la esperanza y la caridad, para ser también luz para los hermanos. Dejémonos iluminar por la luz ver­dadera que introduce en nuestro co­razón el gran acontecimiento del en­cuentro con Jesús que nos purifica y nos hace dignos para participar de la Eucaristía. En cada Eucaristía Je­sús nos encuentra para alimentarnos con su cuerpo y con su sangre, para darnos la luz y que a la vez noso­tros nos convirtamos en luz para el mundo, con un corazón humil­de y sencillo, como el de Jesús, para acercar­nos a quienes sufren y sobre todo a los que están en la oscuridad del pecado. Sin Jesús que es la luz del mundo, todos vi­viríamos en la oscuridad espiritual. No conseguiríamos ver el camino que nos conduce al Padre. Jesús vino para iluminar nuestra vida. Él vino para mostrar que en Él te­nemos la salvación eterna. Cuando Jesús murió en la cruz, pagó la pena que merecíamos por nuestros peca­dos. Así iluminó todas las personas con la luz del perdón. Por eso abra­mos el corazón a la gracia para que Cristo ilumine nuestros pasos hoy y siempre y con nosotros ilumine el mundo que camina en tinieblas y está necesitado de la luz que ilumi­na y transforma la vida de cada ser humano que se abre a su gracia. Fortalecidos por la luz de Cristo que ilumina nuestras vidas, tenemos el reto de seguir adelante, valoran­do lo que hemos recibido hasta el momento como gracia y bendición de Dios y compartir con los otros este tesoro y riqueza de tener a Je­sús como luz que ilumina nuestros corazones, que nos alimenta con la Eucaristía y desde allí nos com­promete a todos a vivir en la cari­dad, como una manera de iluminar muchas vidas con la luz de Cristo en esta región de frontera que nos pertenece como cristianos. Así lo expresa Aparecida cuando afirma: “El encuentro con Cristo en la Eu­caristía suscita el compromiso de la evangelización y el impulso a la so­lidaridad; despierta en el cristiano el fuerte deseo de anunciar el Evan­gelio y testimoniarlo en la sociedad para que sea más justa y huma­na. De la Eucaristía ha brotado a lo largo de los siglos un inmenso caudal de caridad, de participación en las ne­cesidades de los demás, de amor y de justicia. ¡Solo de la Eucaristía brotará la civilización del amor, que transformará todos los pueblos” (DA Pág. 262). La Diócesis de Cúcuta ha tenido vocación para la caridad, por todo el compromiso solidario de los cris­tianos, sacerdotes, familias y tra­bajadores que sienten el llamado a mirar la necesidad ajena, como fruto maduro del Proceso Evange­lizador de la Iglesia Particular y de la vivencia fervorosa de la Euca­ristía. Es el momento para renovar nuestro compromiso cristiano sien­do luz para los demás no dejando apagar el cirio de la caridad que ejercitamos en bien de los más po­bres y necesitados, como expresión del encuentro con Jesucristo vivo a quien seguimos como camino, ver­dad vida. Así lo enseña Aparecida cuando nos pide la configuración con Cristo desde la caridad: “Para configurarse verdaderamente con el Maestro, es necesario asumir la centralidad del mandamiento del amor, que Él quiso llamar suyo y nuevo: ‘ámense los unos a los otros, como yo los he amado’ (Jn 15, 12). Este amor con la medida de Jesús, de total don de sí, además de ser el distintivo de cada cristiano, no pue­de dejar de ser la característica de la Iglesia, comunidad discípula de Cristo, cuyo testimonio de caridad fraterna será el primero y principal anuncio, ‘reconocerán todos que son discípulos míos’ (Jn 13, 35), (DA 138). Al comenzar este nuevo año pasto­ral, los convoco para que sigamos adelante, dejándonos orientar por la luz de Cristo que ilumina nuestros pasos y nos saca de la oscuridad que deja el mal y como fruto de su se­guimiento, alimentados por la Eu­caristía, brote un caudal de caridad en nuestra Diócesis, que nos permi­ta hacer presente el mandamiento del amor, que sea luz para muchos que viven en las tinieblas del peca­do. Que nuestra caridad sea la voz de Dios para que muchas personas amen a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismos. El camino para crecer y salvarse es vivir plenamente la caridad en la fa­milia y en la parroquia, abriendo el corazón a la necesidad ajena. Haga­mos de nuestras familias y ambien­tes parroquiales lugares de caridad que nos lleven a la salvación y que oriente la vida de muchas personas con la luz de Cristo que ilumina nuestros pasos. En unión de oracio­nes, sigamos adelante. Para todos, mi oración y mi bendición. + José Libardo Garcés Monsalve Obispo de la Diócesis de Cúcuta

Mié 16 Feb 2022

Principales momentos de la jornada: ‘ASÍ VA LA ASAMBLEA’

La Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) presenta el informativo “Así va la Asamblea”, un espacio noticioso que ofrece los principales hechos de cada día del encuentro de los obispos colombianos, en desarrollo de la CXII Asamblea Plenaria. En esta entrega se podrá observar: Acto de instalación por Mons. Luis José Rueda Aparicio, arzobispo de Bogotá y presidente de la CEC, quien explica que el colegiado centrará la atención de la agenda principalmente en el Sínodo: “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”; momentos vividos de la eucaristía, presidida por Mons. Héctor Javier Pizarro, Vicario Apostólico de Trinidad; consulta sinodal de las 14 provincilas eclesiásticas del país, agrupadas en 7 regiones, quienes a la luz de 10 núcleos temáticos hicieron sus aportes al documento preparatorio del Sínodo; y concluyó con un homenaje por parte de las directivas de la CEC a los periodistas y comunicadores sociales que cubren la fuente de Iglesia.

Lun 14 Feb 2022

Iglesia y organizaciones etnicoterritoriales piden respuesta del Gobierno

La Iglesia Católica, otras Iglesias, organizaciones etnicoterritoriales, y organizaciones sociales del Chocó y Occidente de Antioquia, presentaron una carta al presidente Iván Duque en la que solicitan, con carácter urgente, una reunión con autoridades de alto nivel del Gobierno Nacional, acompañada por el Ministerio Público (Defensoría del Pueblo y Procuraduría General de la Nación) y por garantes de la comunidad internacional, entre ellas la Oficina de la ONU para los Derechos Humanos. Esta solicitud, señala la misiva, fruto de las respuestas recibidas por parte del Gobierno y de la Fuerza Pública, al informe presentado el pasado 18 de noviembre de 2021, donde se exponían los resultados de las seis Misiones Humanitarias que se realizaron a lo largo del año 2021 y que evidenciaban la cada vez más grave y compleja crisis humanitaria que se vive en esta parte del territorio, donde la más afectada siguen siendo la población civil. "Nos preocupa que la respuesta del Estado ante la grave situación social, visibilizada a través de las misiones humanitarias, sólo tenga una respuesta de negación que pueda contener en el fondo la intencionalidad de silenciar lo que está ocurriendo en el Chocó y occidente de Antioquia", señala la misiva. Según lo anunciaron, con esta reunión se busca tener “un diálogo transparente y respetuoso sobre los puntos planteados por las organizaciones sociales, etnicoterritoriales e Iglesias en el documento difundido el 18 de noviembre pasado y profundizar en las motivaciones y acciones de la sociedad civil”; así también "concretar respuestas integrales, inmediatas y eficaces, desde las distintas instancias del Estado y Gobierno a fin de detener la violencia y atender la crisis humanitaria que afecta gravemente la vida y supervivencia de las comunidades del Chocó, occidente antioqueño y Pacífico en general". Según indicaron los solicitantes de la reunión, la carta fue enviada formalmente el pasado 21 de enero de 2022. Descargar carta [icon class='fa fa-download fa-2x'] AQUÍ[/icon]

Lun 14 Feb 2022

Presidente del episcopado instala CXII Asamblea Plenaria

En la mañana de hoy, monseñor Luis José Rueda Aparicio, presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, fue el encargado de hacer la instalación de la asamblea plenaria de obispos, que llega a su versión ciento doce y que en esta ocasión tiene por título: "El caminar juntos de la Iglesia en Colombia". El prelado inició su discurso recordando que la Iglesia universal se encuentra caminando en el contexto de un Sínodo, convocado por el Papa Francisco: “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión” y explicó que en este momento el trabajo se encuentra en una fase diocesana que se prolongará hasta el 15 de agosto de 2022. “Dispongámonos con fe y disciplina a la escucha del Espíritu Santo” En el contexto del Sínodo que invita a caminar juntos, monseñor Rueda animó a los obispos a vivir este momento como un aliento renovador y esperanzador para la Iglesia y los invitó para que durante estos días de cesión se facilite el diálogo, la escucha y el discernimiento, partiendo la reflexión a partir de dos preguntas que son las que marcarán la ruta de la plenaria: ¿Cómo se realiza hoy, ese “caminar juntos”? ¿Qué pasos el Espíritu nos invita a dar para crecer como Iglesia sinodal? “Si nos ejercitamos en la espiritualidad de la escucha, los frutos del discernimiento serán más claros: el camino será con cruz, pero con valentía y tomaremos los senderos de conversión que renovarán nuestra vida. Si nos escuchamos entre nosotros, nos conoceremos en torno a la fracción del pan y nos ayudaremos a sobrellevar las cargas pastorales (…) La espiritualidad sinodal nos enseña a los obispos ser Pueblo, a reconocer nuestras raíces, a vivir la cercanía, a correr el riesgo de caminar con el Pueblo de Dios”. La ternura, fuerza humanizadora y evangelizadora El prelado continúo su intervención, explicando el significado de la palabra ternura, haciendo mención que, esta se debe manifestar en la misión del episcopado a través de los servicios y experiencias evangelizadoras que realiza, y, se debe materializar cuando se entra en contacto con la realidad concreta de las personas y de las comunidades. “La espiritualidad sinodal nos permite y exige cultivar la ternura de Dios y consentir que ella impregne nuestras relaciones eclesiales y sociales. La ternura propicia la experiencia de caminar juntos. (…) La ternura tiene fuerza humanizadora y por consiguiente posee fuerza evangelizadora”. Desafíos en el ser y el hacer de la Iglesia Explicó que, el Sínodo propone y exige una renovación en el ser y el hacer de la Iglesia, donde “se ofrezca al pueblo de Dios signos de esperanza e instrumentos eficaces que lleven a la renovación de la humanidad y se haga presente el Reino de Dios”, por tanto, agregó monseñor Rueda: “Formulemos, entonces, algunos desafíos que afloran en el presente y requieren nuestra respuesta”. Al respecto de cambios, el prelado profundizó sobre cuatro desafíos, que según recalcó, ayudarán a profundizar en el caminar de la Iglesia. Son ellos: Los desafíos en la identidad de la Iglesia, el desafío humanitario, el desafío social y el desafío ecológico. Desafíos en la identidad de la Iglesia El también arzobispo de Bogotá, recalcó, que es necesario hacer una renovación misionera al interior de la Conferencia Episcopal, que permita acercar y conocer más la realidad de lo que está pasando en las diferentes regiones del país. Frente a esto, dijo que ve con esperanza el escenario de las provincias eclesiásticas. “Allí se fortalece la comunión misionera de los obispos y, a su vez, concede vitalidad a la colegialidad de la Conferencia Episcopal”. Observó que, “una Conferencia Episcopal Colombiana en salida, fortalecerá las asambleas eclesiales a nivel provincial, para que desde allí se enriquezca la lectura de los signos de los tiempos y las propuestas de Iglesia en el anuncio del Evangelio, en la comunión y en el servicio al desarrollo humano integral”. En otro aspecto, advirtió que la Iglesia debe asumir y reconocer su condición pecadora, frente a la realidad de los abusos de poder, conciencia y sexuales, asumiendo sus consecuencias “apoyar los procesos preventivos y reconocer que nuestra condición pecadora nos exige coherencia para iniciar itinerarios de conversión personal, comunitaria y pastoral”. El desafío humanitario Al enunciar las extensas dolencias que aquejan al pueblo colombiano, entre ellas, el aumento de suicidios, la fragilidad del servicio de salud, la presencia devastadora de la pandemia, la llegada de migrantes al país, el consumo de estupefacientes, el confinamiento por violencia, el reclutamiento de menores, los secuestros, la legislación sobre el aborto y la eutanasia, la violación de los derechos humanos, entre otras, dijo “a nosotros, los obispos en servicio, a todo el Pueblo de Dios, nos desafía la dolorosa realidad humanitaria que constatamos en las zonas rurales y urbanas (…) Todas estas son voces con dolor que nos exigen anunciar y vivir el Evangelio de Cristo, porque de allí brota una ética basada en la opción fundamental por la buena nueva de la vida”. El desafío social “El ambiente social y cultural, la economía, la política, las comunicaciones nos desafían en nuestra misión como testigos de esperanza, porque pone muy cerca de cada uno de nosotros, en nuestras parroquias y en nuestras propias casas, temas fundamentales que no podemos ignorar: el valor del trabajo humano y la realidad del desempleo, la soledad y el abandono de las familias que habitan las zonas rurales, la vergonzosa realidad del hambre y la pauperización de grandes sectores urbanos, la devastadora penetración del narcotráfico y la multiplicidad de formas de microtráfico, la polarización política y social, el odio y nuevas formas de agresividad social, las búsquedas de los jóvenes y sus posibilidades de estudio o trabajos disminuidas, el rechazo a la corrupción y la búsqueda de nuevos estilos de sociedad con métodos que aún no muestran claridad ni solidez”. Frente a este contexto sombrío que expuso el prelado y que clama la voz solidaria de la Iglesia, monseñor Rueda planteó a los obispos hacerse la siguiente pregunta ¿Cuál es el servicio que el Señor nos pide en este contexto social? El desafío ecológico Advirtió que, si bien en las últimas décadas ha crecido la conciencia ecológica dentro de los miembros de la Iglesia y en la humanidad entera, aún falta más por profundizar y articular. Señaló que está surgiendo una cultura del cuidado por la casa común, una cultura de la ecología integral. También mencionó apartes de la encíclica del Papa Francisco: 'Laudato Si', donde advierte que “El desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar… Los jóvenes nos reclaman un cambio. Ellos se preguntan cómo es posible que se pretenda construir un futuro mejor sin pensar en la crisis del ambiente y en los sufrimientos de los excluidos”. Su intervención concluyó leyendo un fragmento de la oración del papa Francisco a la Virgen María, en Evangelii Gaudium. DESCARGAR ALOCUCIÓN INAGURAL [icon class='fa fa-download fa-2x'] AQUÍ[/icon]

Lun 14 Feb 2022

Volvernos territorios democráticos

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - En este año electoral nos sentimos desbordados por las realidades que se vienen dando en el mundo y en el país. La crisis sanitaria La crisis sanitaria, por el desencadenamiento sistemático de virosis y pandemias cuyas causas reales y colectivas no se desvelan con objetividad ni se afrontan aún, afecta todas las áreas de la vida humana. Los efectos y el control sobre el contagio requirieron un esfuerzo gigantesco y rápido para producir vacunas, que ya van hacia una cuarta dosis. Esfuerzos que aún deben ser correspondidos, sin falta, por toda la población, accediendo a vacunarnos y manteniendo medidas de bioseguridad. Por crisis sanitaria entendemos no sólo la producida por el COVID y sus mutantes. Hay muchos aspectos de nuestra realidad en acceso a la salud y manejo del sistema en Colombia, que pone en evidencia la pérdida del control público y privado del bien de la salud, su cobertura, su calidad y seguridad, la crisis por corrupción en la gestión de EPS, que generan la inviabilidad de “los hospitales de los pobres”, como el San Juan de Dios de Cali. Cuidar la salud humana y cuidar la salud del ecosistema son también esfuerzos que requieren articularse en contenidos y formas. El cambio climático Como un tsunami, el calentamiento global, causado por las actividades humanas que elevan la temperatura de la atmósfera y de los océanos, provocando el efecto invernadero, obliga a toda la humanidad y a los países mayormente responsables a una carrera contrarreloj por el cambio climático. En pocos años tendremos que pasar de los hidrocarburos a limpias y renovables fuentes de energía. Toda nuestra movilidad, nuestro hábitat y modos de producción se someten a calendarios de transformaciones precisas, si queremos recuperar el planeta, sus ecosistemas y su biosfera. El “cuidado de la casa común”, de los recursos naturales y de todo el medio ambiente y los entornos en que habitamos y actuamos, es tarea que obliga a cada persona, desde el niño hasta el anciano, exigiendo educarnos y disciplinarnos en esta materia. Como individuos, como ciudad y país, como Iglesia educadora, tenemos que conocer los pasos a dar en cada campo, desde el uso de energía solar hasta carros eléctricos, desde limpieza colectiva de canales y vías, hasta suspensión y cambio de productos y empaques no biodegradables. Una pastoral de la tierra y del territorio, un compromiso cristiano y comunitario, permanente, con este propósito, exige empeño y voluntariado de feligresías y de sectores socio ambientales, en la jurisdicción geográfica de nuestras parroquias. Armas, armados y violencia creciente Hace más grave aún la situación, y acongoja el alma de todos, la pobreza que se vuelve miseria y la violencia que se convierte en armamentismo y reclutamiento, en rebatiña de cuerpos armados por el control territorial, perdiendo la fuerza de la razón, del derecho y de la palabra. La tragedia que viven nuestras regiones, los indígenas y poblaciones negras, los campesinos y fronteras, las zonas periféricas urbanas, los torrentes migratorios que deambulan por Colombia, es horripilante. Una pastoral que anuncie la No Violencia de la Cruz de Cristo, que proclame y cultive el respeto por toda vida humana y por la vida humana toda, desde el óvulo fecundado hasta las cenizas del cuerpo y la soberanía del espíritu sobre la materia, es prioritaria en esta cultura de fuerza y eliminación genocida de seres humanos. La vida humana como propiedad de Dios y responsabilidad de los progenitores, de las sociedades y de todos los estados del mundo, debe ser la inspiración de toda ley y de todo proceso educativo. ¿Cómo hacerla lucha y causa de cada creyente y de toda comunidad eclesial? En nuestra realidad nacional, este panorama de violencia y de pobreza que se vuelve miseria se hace más dramático aún con las economías ilícitas y el narcotráfico, lo mismo que con la corrupción y abusos del poder público para enriquecerse. Sistema político clasista A ello se le suman el centralismo autoritario y la incertidumbre de vivir atrapados por un sistema político que se cierra, de modo intransigente y represivo, a toda transformación estructural por la inclusión masiva de población en tierra, trabajo y empleo, vivienda digna, ingreso garantizado, oportunidades universales y ciertas, protección a la vida humana, a la célula familiar, a la paz y convivencia civil como tarea de la fuerza pública en vez del fomento a la guerra interna y armamentismo por supuestas amenazas externas. Esto convierte al modelo colombiano en un blindado poder plutocrático, del dinero y lo financiero, de acumulación ilimitada y feroz de bienes y capitales, recurriendo a despojos y muertes, a la “compra venta” del estado por maquinarias burocráticas y contratantes. Como Iglesia católica, no podemos anclarnos en conveniencias políticas o diplomáticas, sin un claro profetismo de evidenciar la realidad y proponer alternativas de inspiración en el Evangelio y en la Soberanía del Amor, entendido como “Amor de la Cruz”, no exento de rechazo y persecución, incluso de martirio. Un país donde el mismo DANE (Departamento Nacional de Estadísticas), señala que más de 22 millones de personas tienen que pasar el día con menos de 10 mil pesos, y en donde las cifras de violencia, corrupción, informalidad y criminalidad son tan espantosas, no pueden “domesticar” el cristianismo como mera religiosidad popular o mero pulular de Iglesias biblicistas, algunas como partidos electorales y adheridas a las fuerzas intransigentes de nuestra sociedad. Año de elecciones y nuevo Gobierno No es un contexto alentador el nuestro, enmarcado en procesos geopolíticos de vecindad continental que presionan a que la vía electoral sea en Colombia una trasparente posibilidad de cambio pacífico y democrático. En este marco proceloso entramos en el año electoral 2022. Y vivimos la realidad urbana, regional y nacional, que aún resuena con los dolorosos enfrentamientos y muertos entre civiles y policías, los ataques a militares y de ellos a cuerpos armados ilegales, los bloqueos y daños graves a bienes sociales y públicos. Duelen, a más no poder las violencias y masacres agudizadas en territorios como Arauca y toda la gran frontera con Venezuela, el Pacífico y Suroccidente, Bajo Cauca y otras regiones. Violencias que denuncian un gigantesco poder armado que muta sus apariencias y actúa con planes de exterminio sistemático y acciones terroristas de miedo y amenaza. En este contexto es más importante el votante que el voto, la voluntad de cooperar en propósitos colectivos de supervivencia, solidaridad y paz, que las afiliaciones y los carnets partidistas. La democracia se vuelve más asamblearia y horizontal que meras filas ante las urnas y espera de resultados, más por nombres y pactos “históricos” entre aspirantes al poder, que pactos sociales y populares entre quienes deben concertar cambios y transformaciones territoriales. Asistimos más al sainete de peleas y ofensas que a la escucha de las poblaciones en los territorios, las propuestas sociales de cambio y los programas de gobierno propuestos. “Veo un gran bosque de candidatos y un enorme desierto de propuestas”, decía al respecto el Arzobispo de Bogotá, monseñor Rueda Aparicio. Cambiar de camino Cuando arrecian crisis como las que viven nuestras comunidades y Consejos Comunitarios del Bajo Calima y Cuencas de los ríos sobre el Pacífico, sólo queda esta certeza de que la masa social popular, ajena a armados, a plataformas ideológicas y a partidos políticos de confrontación, fortalezcan sus vínculos para la supervivencia colectiva. Hay que unir hacia dentro de los territorios y hacia afuera de las autonomías, una verdadera red de salvamento y resistencia comunitaria, fortaleciendo vínculos comunicacionales, solidarios y fraternos con las otras comunidades, tejiendo solidaridades regionales y nacionales. entre las poblaciones urbanas y las periféricas. En otras palabras, llega la hora en que más que electorado tradicional vamos a tener que volvernos un sujeto colectivo en cada territorio y ciudad, un pueblo que rehace sus discursos y actitudes sociales y se reorganiza para no recurrir ni al desplazamiento forzoso, ni a huir del país, ni a caer en la trampa de matarnos unos a otros, dejando empoderar de los territorios a hordas armadas e intereses oportunistas sobre ellos. A este propósito es indispensable la unión de ejes sociales e institucionales, de gobiernos locales, Iglesia o Iglesias, empresarios, Academia y Comunidad Internacional, que conciten al encuentro, a la confianza en la vía del diálogo y la concertación, del acuerdo y el consenso, al reconocimiento del otro, la interlocución y el consenso. Muchas poblaciones indígenas, negras y campesinas tienen bases y experiencia, capacidad instalada, saberes y conocimientos acumulados que los han hecho y harán fuertes ante esta oleada de nuevas violencias y multiplicación estratégica de actores armados para desestabilizarlos y debilitarlos. Requerirán del apoyo humanitario y la mano tendida de gobiernos y sociedades locales y regionales, así como del invaluable acompañamiento y el aporte de recursos que ha venido haciendo la Comunidad Internacional. Que esta “campaña electoral” no sea capitalizada por las violencias que quieren el caos, supuestamente para derribarlo todo y comenzar de nuevo, como predicaron los falsos idearios de la “lucha armada”, ni por las violencias intransigentes y sangrienta a de quienes están dispuestos a todo y al “todo vale”, con tal de que nada les cambie y se mantengan sus intereses, sus modelos, sus abusos. Ni mucho menos por las violencias y bombazos de los capos del narcotráfico, ajenos a toda consideración humana y social, que quieren volver el mundo un gran supermercado de sus alucinógenos y alucinadas idolatrías del dinero. Llamado a una nueva democracia Los llamamos a unirnos en aras de que sobrevivamos todos y sobreviva nuestra nación como patria digna, civilizada y con futuro. Dios no nos habla ahora tanto por medio de discursos. En esta Torre de Babel de estos tiempos, en estos “diluvios universales” nos habla por medio de las realidades. Ellas son los “profetas” y “los signos de los tiempos” que necesitamos escuchar todos. Es a ellas a las que hay que escuchar, para que así estemos dispuestos a escucharnos unos a otros, a recoger todas las propuestas pacíficas, a llegar pronto a los propósitos comunes y a definir los proyectos colectivos y prioritarios en cada territorio y ciudad. Una democracia de realidades asumidas y de unidad en las diversidades, de igualdad en la común dignidad humana y de consensos en el bien común, el desarme social, la paz y el desarrollo armónico, será la que ponga al centro el derecho y el respeto por toda vida y por la vida toda. Es la “democracia horizontal “más que la vertical y centralista. Que se centra en el ejercicio territorial, de calles, veredas e instituciones, más que en conceptos de derechas, centros e izquierdas. Que nos preparemos y estemos listos para acompañar al pueblo colombiano en estos trances históricos y para convocar a todos los armados legales e ilegales, a toda la sociedad y el nuevo Gobierno, a la comunidad internacional y los pueblos vecinos del continente, a un nuevo y completo proceso popular de paz en Colombia. +Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali