Mar 12 Sep 2017
“¿No ardían nuestros corazones?” (Lc. 24, 37)
Por: Orlando Escobar, C.M: El primer domingo de todos, Jesús Resucitado caminaba con sus discípulos que eran incapaces de reconocerle. Sólo después de que se marchó, comprendieron que era el mismo Jesús el que había estado compartiendo con ellos el pan y explicándoles las Escrituras, con lo cual no solamente inauguraron el primer domingo de la historia sino la primera Eucaristía después de la muerte de Jesús y desde su resurrección, es decir, la liturgia de la Palabra y la liturgia de la Eucaristía, por la que cada vez que la hacemos anunciamos su muerte, proclamamos su resurrección y suspiramos por la segunda venida del Señor.
También un domingo como ése, el Papa Francisco se ha marchado para regresar a su sede en Roma. Un periodista de un prestigioso medio hablaba del “guayabo” que nos produce su ida, pero más que tristeza por su ida, nos queda la alegría por lo que nos dijo, por lo que vivió entre nosotros, en donde él mismo afirmó con humildad que había aprendido; por los gestos tan cercanos y evidentes que manifestó a los que lo encontraron, por su atención a los que le hablaron, por su sonrisa natural y espontánea, propia de un ser humano como es él. Francisco en verdad ha dejado una huella en toda Colombia.
Antes de su visita hubo críticas y temores que se superaron uno por uno. Tengo la impresión de que la mayoría en este país (nada laico como dijo en un trino el Exprocurador durante la Misa del jueves 7 de septiembre en Bogotá) quedó muy satisfecha con la visita de este líder moral, espiritual y religioso que ha tenido una palabra para todos, una bendición para los que se la pidieron, una mirada tierna y bondadosa. Soy hombre de fe, pero no exagero en decir que su visita en un regalo venido del Cielo que incluso nos ha ayudado mucho a poner los pies en la tierra, que nos ha invitado a tocar las heridas de la humanidad y a ponerle remedio de una u otra forma. Algunas faenas de la vida de Jesús eran parecidas a las de Francisco (Cf. Lc 4, 38-44), y Él prometió que sus discípulos harían cosas mayores (Cf. Jn 14, 12), y es verdad…
No podemos no decir una palabra de agradecimiento al Gobierno Nacional y las alcaldías municipales de las ciudades donde estuvo, a la Fuerza Pública, a los medios de comunicación, a la Iglesia principalmente, e incluso a la empresa privada que ha puesto sus poderosos medios al servicio de esta Visita, y a todos los que han trabajado para el éxito de la misma, el cual ha sido evidente desde todo punto de vista. Gracias a Dios que permitió que todo saliera bien, sólo un pequeño incidente menor en Cartagena del que seguramente se aprenderá. Todos hemos quedado muy contentos, y sobre todo aquellos que pudieron tocarlo, estrechar su mano, escuchar una palabra personal, etc.
A todos los Colombianos él nos dijo algo importante, tal como lo hizo Jesús a los inicialmente frustrados discípulos de Emaús, que después de darse cuenta quién les había hablado no dudaron en dar media vuelta para retornar todos contentos a Jerusalén y relatar lo que habían vivido. Francisco se ha ido, pero nos ha dejado un contundente mensaje que debemos repasar, orar y poner en práctica. Principalmente su mensaje fue, como sabemos, el mismo de Jesús, es decir, reconciliarnos, perdonarnos, no volver a usar la violencia ni con hechos ni con palabras, ayudar a sanar las heridas causadas por el conflicto, recuperar la esperanza, no dejarnos robar la alegría, ser buenos porque basta uno sólo para que haya futuro, valorar la vulnerabilidad, entender que los mendigos y los pobres son los verdaderos protagonistas de la historia, escucharnos, orar por los amigos y por los enemigos, y también por favor, orar por el Papa, porque su tarea es grande, para que la siga haciendo como la ha hecho hasta ahora. Colombia no debe ser la misma de aquí en adelante. ¡Que Dios, la Virgen de Chiquinquirá y los nuevos Beatos colombianos nos ayuden!
Orlando Escobar, C.M.