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Pascua

Mar 6 Abr 2021

¿Qué hay detrás de esa horrorosa puerta?

Por: Mons. Jaime Sanabria Arias - Existe la curiosidad malsana de querer ver lo que no nos importa. Pero existe la curiosidad espiritual, muy provechosa, además, de querer ver más allá de los que nuestros ojos alcanzan a ver... En una tierra en guerra, había un rey que causaba espanto. Siempre que hacía prisioneros, no los mataba, los llevaba a una sala donde había un grupo de arqueros de un lado y una inmensa puerta de hierro del otro, sobre la cual se veían grabadas figuras de calaveras cubiertas de sangre. En esta sala el rey les hacía formar un círculo y les decía: "Ustedes pueden elegir entre morir atravesados por las flechas de mis arqueros o pasar por esa puerta misteriosa". Todos elegían ser muertos por los arqueros. Al terminar la guerra, un soldado que por mucho tiempo sirvió al rey se dirigió al soberano y le dijo: —Señor, ¿puedo hacerle una pregunta? Y le responde el rey: —Dime soldado. —¿Qué había detrás de la horrorosa puerta? —Ve y mira tú mismo… Respondió el rey. El soldado entonces, abrió temerosamente la puerta y, a medida que lo hacía, rayos de sol entraron y aclararon el ambiente... y, finalmente, descubrió sorprendido que la puerta se abrió sobre un camino que conducía a la libertad. El soldado admirado sólo miró a su rey que le decía: —Yo daba a ellos la elección, pero preferían morir que arriesgarse a abrir esta puerta. El relato de la resurrección de Jesús muestra a unas mujeres para quienes su única preocupación era ¿Quién les moverá la horrorosa puerta de entrada al sepulcro? Para nosotros, en cambio, tiene que ser de gran preocupación otra pregunta: ¿Qué hay detrás de esa horrorosa puerta del sepulcro? El Evangelio del día de hoy nos quiere ayudar a encontrar esa respuesta y nos invita a ‘ver’. Este verbo ‘ver’, aparece en cuatro versículos del evangelio de hoy. Veamos. “Levantando los ojos, ven que la piedra estaba removida” (v.4). La fe consiste en mirar a lo alto y contemplar. Es necesario levantar los ojos, mirar hacia arriba. Jesús fue levantado en la cruz, hay que mirarlo a él. Somos seres que miran al cielo, y no que clavan los ojos en el suelo. Nuestro horizonte debe ir más allá y más arriba. No podemos dejarnos engolosinar por los atractivos del mundo. Seamos más espirituales y valgámonos de las cosas materiales para conquistar el cielo. Vivamos con los ojos fijos en el Señor. “Entrando al sepulcro vieron a un joven sentado” (v. 5). La fe consiste en escuchar la voz del Mensajero divino y creer. El ángel está sentado, dispuesto a anunciar. Su mensaje es contundente: Jesús de Nazaret, el crucificado, ha resucitado. Esa es la única verdad que necesitamos creer y que nos salvará. Propongámonos oír más de Jesús, pero, sobre todo, a oír más al mismo Jesús. Él no es un fantasma, no produce miedo, no hace daño. No se asusten. “Vean el lugar donde lo pusieron” (v 6). La fe consiste en mirar la tumba vacía y asombrarse. Jesús no está muerto, ha resucitado. Eso debe producir admiración, alegría, asombro, porque han quedado derrotados el pecado y la muerte. Eso no lo puede hacer ningún humano, solo Dios puede vencer al mal. Jesucristo es en verdad el Mesías. ¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros! Somos seres para la vida. Amemos y cuidemos la vida propia y la ajena. “Él irá delante de ustedes a Galilea. Allí lo verán” (v 7). La fe consiste en ir a Galilea, encontrarse con Jesús y hacerse sus discípulos. Jesús ha realizado el reino que había proclamado. Jesús sigue vivo, y sus discípulos están invitados a encontrase con Él. Este nuevo llamamiento al encuentro con él, producirá alegría profunda que no puede ser oscurecida por cualquier miedo o temor, además nos hará discípulos misioneros del Señor. No miremos a Jesús desde lejos, hagamos camino tras él, y sigamos anunciado su amor por todos. Detrás de esa horrorosa puerta del sepulcro está Jesús resucitado. Arriesguémonos a abrirla. Asombrados contemplemos los rayos de sol que entran aclarando nuestra vida y la vida de todos, y descubramos que la puerta se abrió definitivamente y nos muestra el camino que conducirá a la felicidad eterna... Felices Pascuas. Monseñor Jaime Sanabria Arias Vicario Apostólico de San Andrés y Providencia

Vie 19 Mar 2021

Boletín "Notas de Actualidad Litúrgica" No. 78

El Departamento de Liturgia del Secretariado Permanente del Episcopado Colombiano (SPEC), presenta el Boletín Notas de ACTUALIDAD LITÚRGICA N° 78, Pascua en pandemia. La Iglesia, en efecto, celebra este gran evento salvífico en el Triduo de Pascua, a través de la Pasión y la Resurrección del Señor, centro de la fe, la celebración y la vida de los fieles creyentes. Para la celebración de la Pascua, tanto el año pasado, que tuvo lugar en pleno desarrollo de la pandemia, como este, en las actuales circunstancias, la Congregación para el Culto Divino, teniendo presente el drama de la pandemia que ha provocado muchos cambios, incluso en la forma habitual de celebrar la liturgia, ha dado sus respectivas directrices a la Iglesia universal, para que, luego, sean acogidas por las Conferencias Episcopales y aplicadas en las Iglesias particulares, por medio de sus respectivos obispos, quienes son los moderadores de la vida litúrgica diocesana. Como se puede concluir de las sendas orientaciones dadas por dicho Dicasterio, si la celebración de la Pascua 2020 tuvo lugar sin la participación de fieles y en un lugar adecuado, la próxima y ya cercana celebración pascual 2021, como se prevé, se podrá realizar en los templos, pero teniendo muy en cuenta la debida y correcta aplicación tanto de los aforos y de los protocolos de bioseguridad establecidos por la autoridad, como también la no realización de procesiones para evitar la aglomeración de personas. Igualmente, para una y otra solemnidad pascual, dicha Congregación ha orientado la importancia de dar a conocer los horarios de las celebraciones, la transmisión virtual y en directo de los actos celebrativos, la dedicación de un tiempo de oración de los fieles que no puedan participar presencialmente, apoyados en subsidios convenientemente preparados y ofrecidos para el encuentro familiar y personal, dando valor a la Liturgia de las Horas. Teniendo muy presente, en concreto, que para esta cercana celebración pascual unos no podrán participar presencialmente en los templos, ya sea por las restricciones establecidas en los protocolos, por razones de salud o de edad u otras, conviene mantener activa la preocupación y el esfuerzo pastoral para hacer que las familias en estas circunstancias, con las estrategias pastorales que se deben implementar en este momento excepcional, experimenten compañía y puedan unirse a las celebraciones de la comunidad, para que se sientan parte de la Iglesia que los pastorea. En este contexto, entonces, de la cercana celebración de la Pascua, en el tiempo excepcional que vivimos, se ofrecen los siguientes artículos que pueden ayudar a profundizar, catequizar y orientar mejor las diversas acciones litúrgicas que conforman la celebración de la Pascua en el hoy de la historia, porque, como dice afirma el Papa Francisco, “La Pascua de Jesús no es un acontecimiento del pasado: por el poder del Espíritu Santo es siempre actual y nos permite mirar y tocar con fe la carne de Cristo en tantas personas que sufren”. Descargar Boletín "Notas de ACTUALIDAD LITÚRGICA No. 78 ANTERIORES BOLETINES: Lea también: Boletín "Notas de ACTUALIDAD LITÚRGICA" No. 71 Lea también: Boletín "Notas de ACTUALIDAD LITÚRGICA" No. 72 Lea también: Boletín "Notas de ACTUALIDAD LITÚRGICA" No. 73 Lea también: Boletín "Notas de ACTUALIDAD LITÚRGICA" No. 74 Lea también Boletín "Notas de ACTUALIDAD LITÚRGICA No. 75 Lea también: Boletín "Notas de ACTUALIDAD LITÚRGICA" No. 76 Lea también: Boletín "Notas de ACTUALIDAD LITÚRGICA" No. 77

Lun 15 Mar 2021

A la Pascua con San José

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - “Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua”. “Cuando tuvo doce años...el niño se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres” (Lucas 2, 41 -43). Al escribir este mensaje editorial, en el año de San José y para el mes de marzo, dedicado a él y centrado en su fiesta del día 19, me viene espontánea esta imagen de la familia de Nazaret, que recorre y corre presurosa este camino de fieles peregrinantes a su “fiesta nacional”, fiesta de las fiestas. Es la imagen que recogen los misterios gozosos del Santo Rosario: “la pérdida y el dichoso reencuentro de María y José, con su hijo adolescente, Jesús” (quinto misterio). Una imagen que nos convoca como Pueblo de Dios a “caminar juntos”, Iglesia y humanidad, en esta hora de la historia. A caminar con Jesús y con María, fijando esta vez los ojos y el alma en la figura de José, el varón justo, descendiente de David, esposo de María, padre legal de Jesús, protector y custodio de la Iglesia que nace con ellos, carpintero de Nazaret. Acostumbrados a esta jornada anual, los padres de Jesús se integraban a la caravana de los hombres y a la de las mujeres, turnándose, al parecer, el llevar consigo al niño Jesús. Pero esta Pascua sería inolvidable para ellos: marcó todo un “crecimiento en la fe” para la Sagrada Familia. Descubrir los alcances de la filiación divina de Jesús; acoger, en diálogo y escucha cuidadosa, la autonomía y la “vocación” de Rabino, de Maestro, sin mengua de la sujeción y obediencia filial de Jesús a ellos; rehacer el camino de la ida y regreso pascual, por el de “angustiados te buscábamos”; superar la costumbre de suponer que Jesús estaba con ellos y ellos con Jesús; tener qué enmarcar ahora su misión de padres en la misión de Jesús, la de “ocuparse de las cosas” de su Padre: toda una “Nueva Evangelización”, diríamos hoy, para unos buenos e inmejorables cristianos convencionales, llamados a un discipulado del Padre a través del Hijo, de su hijo, su adolescente Jesús. Creyentes, esposos, padres e hijos, pastores y religiosos, todos podemos compartir esta Pascua 2021 como una prueba de Dios a nuestra fe quieta, a nuestra religiosidad de mera costumbre rutinaria, a nuestro vacío de diálogo y escucha con Dios, entre pastores y fieles, entre esposos y padres, con los hijos, especialmente los adolescentes y los jóvenes. La Pascua 2021, después del encierro por el coronavirus, que nos privó de la Semana Santa 2020, sea un “comenzar de nuevo”, después del frenazo histórico por la pandemia, nuestra relación más personalizada y cierta con Jesús y entre nosotros. Sea ésta la Pascua que recoge las angustias de una humanidad que busca superar la pandemia con la vacuna y la reactivación económica. La Pascua 2021 nos haga más espirituales, más humildes y fraternos, más unidos en cada casa, en cada parroquia, y en esta Nación y Casa Común, en el planeta Tierra de todos. A San José le encomendamos la gracia de “una buena muerte”, ahora que el virus deja tantos duelos por doquiera. Sobre todo en nuestra Colombia amada, donde “la mala muerte”, la que llega por vía del asesinato, rompiendo la ley de Dios y las leyes de la naturaleza humana, del cuidado que obliga a cada persona, sociedad e institución, con toda vida humana. Morir en los brazos de Jesús y de María; morir en el hogar de la Iglesia y por muerte natural; morir en la voluntad y la gloria de Dios, como obediencia del corazón, sean gracias que imploramos a San José, Custodio, protector e intercesor nuestro, Patrono de la Iglesia Universal. De San José aprendamos la espiritualidad del silencio, de la noche y de los sueños. Es la espiritualidad del discernimiento entre las tinieblas del alma y el amanecer de Dios y de sus planes. Es la “escucha del Ángel” que visita al corazón, cuando se debate en dudas y temores, y le susurra lo que hay qué hacer. Es responder con hechos de obediencia, ahorrándonos las palabras, haciendo de la profesión de fe una proclama de total certeza en Dios. Nos ayude, a servir a Cristo y a salvar unidos la humanidad, este varón silente y justo; este hombre que antepone a sus derechos la dignidad de la mujer y la grandeza inviolable de la vida humana; este esposo que honra a Maria y da ascendencia y ciudadanía a Jesús; este padre solícito y trabajador creativo de la carpintería; este destechado en Belén y migrante en Egipto. Difundamos el rico mensaje Josefino que nos dio el Papa Francisco con su Carta Apostólica “Patris Corde” (“Con corazón de Padre”) y veneremos con devoción y compromiso cristiano al gran San José, vinculado por Dios de manera esplendorosa al misterio de su Encarnación, del Verbo hecho carne, que “habitó entre nosotros”. +Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Mié 3 Mar 2021

Papa anima a acudir al sacramento de la Reconciliación

En este paso de camino a la Pascua, el papa Francisco en su intención de oración para el mes de marzo, ha puesto de presente el sacramento de la Reconciliación. Invita a redescubrir la fuerza de renovación personal que tiene el sacramento de la confesión en la vida de todo católico. “Recemos para que vivamos el sacramento de la Reconciliación con renovada profundidad y para saborear el perdón y la infinita misericordia de Dios”. El Pontífice asegura que el centro de la confesión no son los pecados que se dicen, sino “el amor divino que recibimos y que siempre necesitamos (…) El centro de la confesión es Jesús que nos espera, nos escucha y nos perdona”. Invita para que este sacramento sea vivido a profundidad y se pueda “saborear el perdón y la infinita misericordia de Dios”. Agrega además, “Dios dé a su Iglesia sacerdotes misericordiosos y no torturadores”.

Vie 1 Mayo 2020

Subsidio litúrgico para la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz y el Día de la Reconciliación

Con motivo de la visita apostólica del Papa Francisco a Colombia y del gran Encuentro de Oración por la Reconciliación Nacional, en Villavicencio en septiembre de 2017, los obispos de Colombia acordaron instituir el Día de la Reconciliación, el tres (3) de mayo, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, para que, “a través de la oración, la reflexión y el encuentro fraterno, experimentemos el amor y la misericordia de Dios Padre, que nos acompaña y nos reconcilia con Él mismo, con los hermanos, con nosotros y con la Casa Común y, así, nos convirtamos en artífices de paz”. Para la vivencia de esta conmemoración, el departamento de Liturgia del Secretariado Permanente del Episcopado Colombiano ha elaborado los subsidios: I.Oremos en familia con la Palabra de Dios, honremos la Santa Cruz y supliquemos el don de la Reconciliación. II. Mil Jesús, devoción popular para festejar la Exaltación de la Santa Cruz. Teniendo en cuenta que “este año prima la celebración del IV Domingo de Pascua, por lo que se deben mantener los textos bíblicos y eucológicos propios de esta domínica, los materiales propuestos pueden realizarse en momentos distintos de la celebración litúrgica propia para este día”, explica el departamento de Liturgia. [icon class='fa fa-download fa-2x']Descargar subsidio[/icon]

Sáb 25 Abr 2020

La voz del Pastor | 26 de abril de 2020

Reflexión del Cardenal Rubén Salazar Gómez - tercer domingo de Pascua Lectura del Santo Evangelio segúnSan Lucas 24,13-35

Mié 22 Abr 2020

¿Más de coronavirus?

Por: Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - No se puede negar que hay una especie de sobresaturación en cuanto a la información relacionada con la pandemia que nos acosa. No se trata de quitarle valor a este esfuerzo que se hace para informar a los ciudadanos sobre el desarrollo y expansión de este virus, que a veces se hace más urgente por el hecho de que todavía hay muchas personas que por distintas razones, justificadas o no, están haciendo caso omiso a las advertencias gubernamentales. Ahora no quisiera hablar más del coronavirus, quisiera que volviéramos a la escuela de Jesús. No deja de ser interesante, cómo los discípulos disfrutaban de estar junto a su maestro. De hecho, dice San Marcos, que Jesús “llamó a los que quiso, para que estuvieran con él” (Mc. 3,14). En Betania, Marta y María se esmeraban atendiendo a su amigo Jesús cuando las visitaba en su casa, la una atendiéndolo, la otra escuchándolo sentada a sus pies. (Lc. 10, 38 - 42). En estos días de Pascua, hemos podido también escuchar los pasajes en los cuales Jesús entra a la casa donde están los discípulos, estando las puertas cerradas, no una sino varias veces. Y allí, come con ellos y los instruye. Todo esto hace pensar en lo que estamos viviendo en la cuarentena, durante la cual, estamos siendo convocados, por no decir obligados, a estar recluidos en nuestras casas. La pregunta que debemos hacernos es: en nuestra condición de obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos, ciudadanos en general, ¿cómo estamos asumiendo viviendo esta experiencia? ¿En nuestras casas hemos dejado entrar a Jesús, el Cristo, para contar con su compañía? Sin duda que por lo sorpresivo e inesperado de la cuarentena, para la mayoría estos días de confinamiento son muy difíciles, y más cuando esta misma situación implica realidades como la ausencia de trabajo y por tanto la falta de alimento, o lo que es tan común para un inmenso número de personas, estar en un espacio inadecuado para una larga convivencia familiar, pues no se puede negar, que especialmente las llamadas viviendas de interés social, fueron pensadas más como lugares dormitorios, donde sus residentes trabajan o estudian todo el día y vienen solo a dormir, que lugares para la convivencia. Es entonces necesario aquí apelar a las grandes capacidades humanas y espirituales para superar la adversidad, en lo que hoy se denomina la “resiliencia”. Como creyentes, que ponemos nuestra confianza en Dios, considero que aparte de las muchas técnicas de convivencia, de ocupación de tiempo, de los juegos y actividades didácticas en familia, del trabajo en casa, vale la pena aprovechar esta ocasión para hacer lo mismo que los discípulos de Jesús: aprovechar para estar con él, para escucharlo, para aprender de quien “es manso y humilde de corazón (Mt. 11, 29), para hacer resonar de nuevo sus palabras “vengan a mí todos los que están fatigados y sobrecargados…y hallarán descanso para sus almas” (Mt. 11,28). Estoy seguro que la experiencia de una sana espiritualidad, de aquietamiento del alma, nos permitirá sanar los ímpetus, los cansancios, las frustraciones e incluso los signos de depresión y de tristeza que nos puedan querer dominar. Es vital recuperar el valor del silencio, de los ritmos pausados, de paz interior y de la oración, para sacarle provecho a los días de encierro. El Resucitado que nos ha dicho que estará siempre con nosotros, nos aliente con su palabra de vida: “no tengan miedo, yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt. 28, 20). El fin del mundo no ha llegado, pero estamos siendo probados. Dirá el Apóstol San Pedro que aún viviendo en la alegría pascual, “es preciso que todavía por algún tiempo sean afligidos con diversas pruebas, a fin de que la calidad probada de su fe, más preciosa que el oro perecedero que es probado por el fuego, se convierta en motivo de alabanza, de gloria y de honor, en la revelación de Jesucristo” (1Pe. 1, 6-7). Por esto mismo, es necesario que dediquemos un espacio de nuestro tiempo, para no hablar más del coronavirus, sino de aquel que nutre nuestra fe y fortalece en la debilidad. Estemos con Jesús. Escuchemos a Jesús, él es nuestro aliado en estos tiempos de pandemia. + Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo Auxiliar de Cali

Mar 21 Mayo 2019

Pascua, ¡Alegría misionera!

Por: Mons. Víctor Manuel Ochoa Cadavid - ¿Por qué buscar entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado” (Lucas 24, 5-6). Estamos en el tiempo de la Pascua, el acontecimiento fundamental de la fe. Jesucristo ha resucitado y nos ha redimido. Esta afirmación nos llena de alegría y de esperanza, es el fundamento de nuestra identidad de cristianos. Cuanto hemos celebrado en los días de la Pascua, pueden aparecer en nuestra realidad como un lugar común, celebrar la pasión y resurrección de Cristo. Hechos que conocemos y tenemos impresos en nuestra mente, también por un fuerte componente de cultura y realidad social. Los invito para que reflexionemos en la centralidad de esta verdad y de este acontecimiento de salvación. Sólo entrando profundamente en esta verdad de fe, podemos obtener la salvación y encontrar una nueva vida en Cristo. Podemos mirar signos y símbolos, historias y hechos que nos parecen comunes y casi parte de la cultura o del entorno social en el cual nos hemos educado. Hay un misterio profundo que hemos vivido y que marca la historia de los hombres: La salvación que Cristo nos ofrece. Estos días hemos recorrido con Jesús su camino de dolor y de sufrimiento; lo hemos visto crucificado y experimentando el dolor humano, como ningún otro ser. De la muerte del Señor, de Él mismo surge una fuente de vida y de misericordia para todos nosotros. La muerte de Jesucristo y su sacrificio lavan y borran el pecado de todos los hombres, en todos los momentos de la historia humana, restableciendo una comunión con Dios que se había perdido por el pecado de los primeros hombres, que había roto el plan de Dios para la creación y para el sujeto humano. Esta verdad de fe, toca la existencia de cada uno de nosotros, profundamente, exigiendo una respuesta concreta y una forma de vida, un comportamiento existencial que corresponda a la fe que hemos aceptado. Hemos contemplado a Cristo que derrama su sangre, la entrega libremente por los pecados de los hombres. Uno de los grandes directores de cine de nuestro tiempo, M. Gibson en la “Pasión de Cristo”, nos ha hecho contemplar esta escena con gran fuerza y crudeza, incluso, llegando a escandalizar a muchos por las fuertes escenas que transmiten el dolor y la muerte de Cristo. Estos días son los días de la alegría y de la luz, de la esperanza y del gozo por esta nueva existencia que hemos recibido de Cristo, especialmente por el bautismo, por ese concreto signo sacramental, en el cual participamos del Señor y de su victoria. En la Cruz, hemos visto el “amor hasta el extremo” (Juan 13,1) El misterio de Cristo doliente es un misterio de amor, en el cual Él, sufriendo, restaura y renueva la vida de todos los hombres, haciéndonos capaces del cielo. En ese madero merecemos todos la justificación, al aceptar ese don de Cristo. Pascua es restauración, renovación, actualización del plan de Dios para los hombres, en el tiempo y en la historia Él, Jesucristo, hace nuevas todas las cosas (Apocalipsis 21, 5). Es una buena noticia, que se sigue con el mejor de los anuncios: Dios ha cumplido sus promesas al resucitar a Jesús de entre los muertos (Hechos 13, 32-33). Esta es la verdad, el centro de nuestra fe cristiana. Cristo con su resurrección de entre los muertos, ha vencido a la muerte y nos ha dado una nueva vida. Cada uno debe vivir esta experiencia de aceptación, en la fe, de la salvación que Jesucristo ofrece a todos los hombres en el tiempo y en la historia. Allí debe presentarse la respuesta generosa de cada hombre al plan de Dios. Querido hermano en la fe, este es el centro de nuestra fe. No creemos en un muerto, no miramos solamente el misterio grandioso y redentor de la Cruz, sino que creemos en Cristo Glorioso y resucitado, vencedor del mal y de la muerte. Este es el ANUNCIO DE JESUCRISTO, que hacemos a todos los hombres de nuestro tiempo. De este anuncio gozoso, alegre, de la alegría que regala Cristo Vencedor de la muerte, surge la DIMENSION MISIONERA de nuestra Iglesia, tenemos que ser misioneros y difusores de este mensaje de vida, para que todos en la tierra tengan vida y una vida que es eterna, que no pasa, que supera las condiciones humanas y de limitaciones del hombre. Los relatos bíblicos de la resurrección de Cristo nos regalan premura para anunciar a Cristo (Magdalena va a buscar un muerto y se encuentra la noticia gozosa de Cristo viviente (Marcos 16, 1; Lucas 24, 1). Pedro y Juan corren también al sepulcro a corroborar el sepulcro vacío (Lucas 24, 9ss) y San Pedro confirma esta verdad de fe. La fe fue transmitida por la palabra y el testimonio de vida de los Apóstoles y de los primeros cristianos. Hoy en nuestro tiempo, en nuestras circunstancias tenemos que ANUNCIAR A CRISTO y con gran celeridad llevar su mensaje a todos los hombres. Cristo es nuestra Paz (Efesios 2, 14), que nos regala la alegría de la esperanza (Romanos 12, 12). Cantemos todos la alegría de Cristo Resucitado verdaderamente de entre los muertos, para salvarnos y darnos nueva vida. + Víctor Manuel Ochoa Cadavid Obispo de la Diócesis de Cúcuta