Lun 28 Mar 2016
Cristo nos revela la bondad del Padre
El Dios rico en misericordia nos envía su Palabra para manifestarnos su amor y su cercanía. Con cuidado y devoción escuchemos al Señor que nos revela la bondad del Padre, en el misterio pascual que renovamos.
Lecturas
[icon class='fa fa-play' link='']Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 5,12-16[/icon]
[icon class='fa fa-play' link='']Salmo de respuesta: 118(117),2-4.22-24.25-27a (R. 1)[/icon]
[icon class='fa fa-play' link='']Segunda lectura: Apocalipsis 1,9-11a.12-13.17-19[/icon]
[icon class='fa fa-play' link='']Evangelio: Juan 20,19-31[/icon]
[icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO BÍBLICO[/icon]
“Demos gracias al Señor porque es eterna su misericordia”. Esta celebración de la divina Misericordia nos ayuda a profundizar y comprender más el misterio de la muerte y resurrección del Señor como expresión infinita de la bondad y la misericordia del Padre con toda la humanidad. “Dios será siempre para la humanidad como Aquel que está presente, cercano, providente, santo y misericordioso” (Misericordiae vultus 6).
“Paz a ustedes”. El resucitado trae consigo la paz, porque nos ha reconciliado definitivamente con el Padre. Su sacrificio ha sido agradable y por eso nos trae la buena noticia de la reconciliación y de la paz. El Padre nos ha tenido entrañas de misericordia, nos ha mirado con ojos de bondad y en su Hijo ha restaurado nuestra condición, haciéndonos criaturas nuevas. Es la experiencia que tienen todos los que buscan a Pedro, su sombra ya ejerce un poder sanador que le viene del resucitado.
“Reciban el Espíritu Santo; a quienes les perdonen los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengan les queda retenidos”. El poder misericordioso de Dios realizado por el Señor Jesús en la obra redentora ahora se transmite a los discípulos, para que no falte esta presencia paternal de Dios que en todo momento busca al hombre para ofrecerle el abrazo cargado de cariño, afecto y cercanía que redime y salva. Los discípulos de Jesús están llamados a ser misericordiosos como el Padre y para ello, el Señor resucitado nos ha dado su Espíritu y el poder de perdonar.
El Papa Francisco nos ha enseñado que “Ante la gravedad del pecado, Dios responde con la plenitud del perdón. La misericordia siempre será más grande que cualquier pecado y nadie podrá poner un límite al amor de Dios que perdona” (Misericordiae vultus 3).
[icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO SITUACIONAL[/icon]
“Luego dijo a Tomás: (…) y no seas incrédulo, sino creyente”. En varias ocasiones el Señor Jesús reclama a sus discípulos la falta de fe. Pero en esta circunstancia, la actitud de Tomás lleva a una convicción muy importante en las primeras comunidades: El Resucitado es el Crucificado, el mismo que compartió con los discípulos todo lo que había recibido del Padre (Jn 16,12-15); las señales de las manos y del costado muestran que se trata con seguridad de Jesús de Nazaret.
También es importante entender que la falta de fe de Tomás significa una desconfianza en la Palabra de Jesús, quien les había anunciado su resurrección. No sólo no cree en lo que le dicen los demás apóstoles, sino que tampoco le cree al Señor.
En nuestras comunidades encontramos mucha fe, bastante piedad, pero también vemos desconfianza en la Palabra de Dios. Por eso muchas personas buscan refugio en cosas esotéricas, raras y extrañas. Dicen creer pero a la hora de la verdad ponen su confianza en el dinero, en las cosas materiales o en muchas supersticiones.
Un ejemplo muy claro tiene que ver con la paz. Hoy justamente el Señor se presenta dando la paz, sin embargo, aún personas muy creyentes, no hacen uso de ese don, no abren el corazón a Cristo resucitado que es capaz de reconciliarlos con los demás y con el propio Dios, devolviéndonos la tranquilidad, el buen trato, el respeto y la dignidad a cada uno y entonces persistimos en la violencia, la agresividad y se hacen vanos los esfuerzos por la sana convivencia. “La paz es posible”.
[icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO CELEBRATIVO[/icon]
“Aunque estuve muerto, ahora vivo por los siglos de los siglos”. En la eucaristía celebramos al Dios viviente “el primero y el último, yo soy el que vive”. Su presencia actualiza el don de la misericordia divina que se derrama abundante sobre el pueblo reunido.
“El día primero de la semana”. Hace referencia al “Domingo”, el día en que Jesús resucita de entre los muertos, el día de la nueva creación. El día en que la comunidad se reúne para celebrar el sacramento de la fe y como Tomás expresar en el momento de consagración del pan y el vino “Señor mío y dios mío”.
Es importante insistir en la necesidad de acudir al templo, especialmente el domingo, para participar en el sacramento de la eucaristía, fuente y cumbre de la vida cristiana. Así mismo, los sacerdotes debemos reforzar la atención al sacramento de la penitencia, especialmente en este año santo de la misericordia, para que los cristianos puedan participar plenamente del misterio de la fe.
[icon class='fa fa-play' link='']Recomendaciones prácticas[/icon]
Palabras para resaltar en el mensaje de este domingo de pascua: Paz, reconciliación, Espíritu Santo, Fe, ¡Señor mío y Dios mío!, Domingo: día primero de la semana.
Darle a la Eucaristía dominical la solemnidad y el decoro que requiere por ser el día primero de la semana.
Recordar que este año el lunes 4 de abril, se celebra la Solemnidad de la Anunciación del Señor
Año de la Misericordia: Jubileo de los devotos de la espiritualidad de la Divina Misericordia. Insistir en el lema: “Misericordiosos como el Padre”, promover la Coronilla de la Divina Misericordia.