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San José

Mar 30 Nov 2021

Subsidio de celebraciones para la conclusión del Año de San José

Con el propósito de animar en las Jurisdicciones Eclesiásticas la clausura del Año de San José, que concluye el próximo 08 de diciembre, en el marco de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, los Departamentos de Doctrina y Liturgia del Secretariado Permanente del Episcopado Colombiano (SPEC), han preparado un subsidio de celebraciones litúrgicas, que ayudará a vivir este momento de fe para la Iglesia. Teniendo en cuenta el Proceso Sinodal que se adelanta en las Iglesias Particulares, este subsidio permitirá encomendar la etapa diocesana del Sínodo a la protección y amparo del Santo Patriarca, quien, desde hace 150 años, fue declarado “Patrono de la Iglesia”; también busca facilitar la presentación de la vida de San José, a quien el Papa ha definido como una “figura extraordinaria, tan cercana a nuestra condición humana”, como modelo de vida sinodal; es decir, abierto a la escucha, acogedor del prójimo, obediente a la voluntad de Dios y poseedor de virtudes y cualidades propias de quien quiere caminar sinodalmente. El subsidio propone cuatro celebraciones que pueden realizarse en las comunidades parroquiales y religiosas, y en diversos ambientes eclesiales, bien sea en su totalidad o eligiendo la que se crea más conveniente: un retiro espiritual, un septenario, una hora santa y la Misa Solemne que puede ser celebrada antes o después del 8 de diciembre en razón de que la Solemnidad de la Inmaculada tiene precedencia. "Año de San José" Recordemos que la Iglesia Católica puso su mirada desde el pasado 8 de diciembre 2020 y hasta la misma fecha de 2021 en San José, padre de Jesús de Nazaret y esposo de María. Con la Carta Apostólica Patris corde (Con corazón de padre), el Papa Francisco quiso rememorar el 150 aniversario de la declaración de san José como Patrono de la Iglesia Universal. Fue precisamente un 8 de diciembre de 1870 cuando Pío IX le otorgó este título a través del decreto Quemadmodum Deus, 16 años después de aprobar el dogma de la Inmaculada Concepción. [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar subsidio[/icon]

Mié 15 Sep 2021

4º Congreso Bíblico Teológico Internacional

Desde el 29 de septiembre hasta el 02 de octubre, la Fundación Universitaria Católica Lumen Gentium, Unicatólica, con sede en Cali, realizará el IV Congreso nacional e internacional Bíblico Teológico, edición que girará en torno de la figura de San José, esto en comunión con el llamado que hizo el Papa Francisco de celebrar un año josefino. El objetivo planteado para este espacio de formación ha sido "Propiciar un espacio académico y pastoral para la reflexión sobre la figura de san José, que desde una lectura contextual bíblica y teológica, ofrezca luces frente a los desafíos actuales de la familia, el trabajo, la espiritualidad y la vida de fe". Sus organizadores han señalado que, el momento que se vive al interior de las familias en consecuencia de una pandemia, que aún continúa, amerita una reflexión que a la luz del Evangelio ayude a plantear unos desafíos para reavivar ese amor en los hogares, y, que mejor que hacerlo a través de la figura de San José. “En san José podemos ver, además de la representación de un hombre que creyó y confió, la de un hombre que asumió el cuidado de su familia y enfrentó de la mejor manera los diferentes desafíos que la situación del momento le presentó”. El texto bíblico que iluminará el tema del Congreso, ha sido tomado de san Mateo en el capítulo 2 versículo 21, donde se describe el regreso a la tierra de la promesa y donde la familia de Jesús encuentra un lugar donde habitar. "Esta elección la hacemos con la esperanza de que todos los que han tenido que huir de su tierra por diferentes razones, pueden regresar a ella. También que mientras regresan reciban la acogida de sus hermanos y pueden encontrar un lugar digno con las condiciones necesarias para rehacer la vida, de tal suerte que toda la tierra se vuelve lugar de la promesa, es decir, donde la vida puede ser posible según el deseo de Dios". El Congreso Bíblico-Teológico de UNICATÓLICA es promovido y organizado por la Facultad de Teología, Filosofía y Humanidades desde el año 2011 y en esta versión se suman como co-organizadoras del evento la Universidad Católica de Manizales y la Universidad Católica de Pereira, además del respaldo de la Arquidiócesis de Cali y la Federación Bíblica Católica. Este año es la Cuarta versión Internacional y la Décima Nacional. Al estar aún prendidas las alarmas por los efectos de la pandemia del COVID-19 en el continente, el Congreso será virtual (sincrónico) y tendrá un costo de $25.000 (pesos para Colombia) y 8 dólares para el resto de países. Los interesados en conocer más detalles de la agenda o inscribirse lo podrán hacer a través del siguiente enlace[icon class='fa fa-download fa-2x'] AQUÍ[/icon]

Sáb 19 Jun 2021

Inspirado en san José, arzobispo de Bogotá saluda a los padres de familia

En Colombia ya es tradición celebrar, el tercer domingo del mes de junio, el Día del Padre. La Iglesia se une a este homenaje reconociendo la labor de los padres y resaltando la figura de san José, patrono de los padres, quien fue llamado por Dios para servir directamente a la misión de Jesús mediante el ejercicio de la paternidad. Monseñor Luis José Rueda Aparicio, arzobispo de Bogotá y primado de Colombia, al expresar su saludo de felicitación en esta fecha y animar a los padres hacia el camino de una misión santificadora, ofrece tres pasos guiados desde la figura de san José, para vivir este momento. San José trabajador. El trabajo santifica El prelado pidió a los padres de familia que tienen su trabajo, fuere cual fuere, hacerlo cada día con entrega y hacer de él un espacio de santificación. “El trabajo no es un castigo, el trabajo es una dignificación y una santificación al estilo de San José. El trabajo tiene espiritualidad”. El papá debe ser fuerte, pero tierno como san José Recordó cómo, a ejemplo de San José, este hombre que vivió de cerca la ternura, expresada en el cariño y el afecto ofrecidos a su hijo Jesús y a María, los padres también deben cumplir esa misión de amar y guiar a la familia. “Esta ternura la necesitamos corrigiéndonos, amándonos y orientándonos, esa es la misión tierna de un papá al estilo de san José en el ambiente de la familia”, indicó. Necesitamos papás valientes en la fe Frente a este aspecto, el prelado resaltó la importancia de la presencia de Dios a través de la oración en familia, de manera especial cuando esta es animada por iniciativa del padre, siendo este capaz de mostrarse como misionero dentro del hogar. “Necesitamos papás que sean capaces de ser misioneros dentro del hogar, dentro de la familia. Que bello es ver a un papá orando con su esposa, hijos y nietos, porque se convierte en instrumento de Dios, para que toda su familia, a través de la oración, encuentre la presencia del Señor y de la Santísima Virgen”, puntualizó. Finalmente, agradeció a los padres el habernos dado el don de la vida, así como su presencia, su rostro y sus manos trabajadoras.

Lun 29 Mar 2021

San José, maestro de la vida interior

Por: Mons. José Libardo Garcés Monsalve - Su Santidad, el Papa Francisco, para celebrar el 150 aniversario de la declaración de san José como patrono de la Iglesia Univer­sal, ha dedicado este año a resaltar su figura e impulsar la devoción y el amor de todos los fieles a este gran santo, Así, motivados por su ejemplo e intercesión, ayude a todos a imitar sus virtudes, para vivir en la plenitud de la vida cristiana y la perfección de la caridad. La Sagrada Escritura no dice mucho sobre san José, pero con lo que pre­sentan en los episodios bíblicos, se re­fleja a san José fue un hombre con un amor profundo y ardiente por Dios, ya que en él predominó la decisión de hacer la voluntad de Dios, antes que su propia voluntad; en la dedicación al trabajo como carpintero, pero con pro­funda entrega al plan de Dios y a sus designios, que cumplió perfectamen­te, sin preguntar de qué se trataba el llamado y la misión, sino que supo vi­vir en los acontecimientos de su vida diaria, la entrega de toda su existencia, para que se cumpliera la voluntad del Padre Celestial de salvar a toda la hu­manidad. Frente a la llamada de Dios, siempre se le encuentra en las Escrituras como el hombre justo. La justicia es camino de santidad, manera de ser del cris­tiano, que vive en esta tierra con los criterios de Dios y no con la lógica del mundo; lo que significa vivir aferra­dos a Dios y no a la carne. Es vivir apegados a la Verdad absoluta que es Dios, transformando la vida en Cristo, viviendo con los mismos sentimientos del Hijo (Cf. Fil 2, 5). San José, siempre vivió su vida como fiel oyente del Señor, acudiendo a la oración, a la escucha orante de su Pa­labra y a los enviados de Dios para discernir, ha­cer y amar la voluntad de Dios. Para llegar a esta serenidad y armonía de su existencia, aún en medio de las dificul­tades y la Cruz, tuvo una profunda vida in­terior, es decir una pre­sencia permanente del Espíritu Santo de quien se dejaba iluminar día a día, en esa búsqueda del querer de Dios para rea­lizarlo en una vida sencilla, humilde y entregada totalmente al servicio de su Palabra. Vivió su vida en un trabajo activo como carpintero, pero en un clima de profunda contemplación, que lo ponía en contacto con la gracia de Dios des­de el silencio interior que lo caracteri­zaba y recibiendo la fuerza necesaria de lo alto para renunciar a su propia vida y asumir la vida de Dios en él. Así lo expresa el Papa San Juan Pablo II en Redemptoris Custos: “El sacrificio total, que José hizo de toda su existencia a las exigencias de la venida del Mesías a su propia casa, encuentra una razón adecuada en su insondable vida interior, de la que le llegan mandatos y consuelos singula­rísimos, y de donde surge para él la lógica y la fuerza -propia de las almas sencillas y limpias- para las grandes decisiones, como la de poner ense­guida a disposición de los designios divinos su libertad, su legítima voca­ción humana, su fidelidad conyugal, aceptando de la familia su condición propia, su responsabilidad y peso, y renunciando, por un amor virginal incomparable, al natural amor con­yugal que la constituye y alimenta” (n. 26). En esta síntesis que hace el Papa, en­cuentra ayuda y sostén toda vocación y misión a la que Dios llama a sus hijos. En­cuentra fundamento la fidelidad conyugal, que, en san José, le ayudó a renunciar a todo lo mun­dano, para entregarse sin reservas a la Santísima Virgen María y a Nuestro Señor Jesucristo con in­comparable dedicación. En la vida interior de san José y en su fidelidad conyugal, los matrimo­nios que han recibido la bendición de Dios, encuentran la fuer­za para seguir en sus luchas diarias de la vida, siendo fieles el uno al otro y fortaleciendo la propia familia a ejem­plo de la familia de Nazaret de la que San José es su custodio. Los sacerdotes y los consagrados al Señor en la vida religiosa, hombres y mujeres, con alma limpia y senci­lla, encontramos en san José, el fun­damento y la fuerza que nos enseña a renunciar al amor natural conyugal y a una familia en esta tierra, para en­tregar toda nuestra libertad, nuestros proyectos, por un amor virginal in­comparable, en la entrega generosa de la propia vida, abrazando la Cruz del Señor, en una actitud contemplativa que tiene como primacía la gracia de Dios y la vida interior. Desde el primado de la Gracia de Dios y de la vida interior en cada uno, San José enseña la sumisión a Dios, como disponibilidad para dedicar la vida de tiempo completo a las cosas que se refieren al servicio de Dios, logrando hacer su voluntad, desde el ejercicio piadoso y devoto a las cosas del Padre Celestial, que ocupaban el tiempo del niño Jesús, desde que esta­ba en el templo en medio de los docto­res de la ley escuchándolos y hacién­doles preguntas (Cf. Lc 2, 46 - 49). En san José todos encontramos la en­señanza que la vida contemplativa y activa no están en oposición, sino que se complementan, por el amor pleno por la Verdad, que es el mismo Dios, que se obtiene por la profunda con­templación, y por el amor pleno por la caridad, que se obtiene por el trabajo diario, en el servicio a los hermanos sin esperar nada a cambio, entregando la vida por todos, como lo hizo tam­bién la Santísima Virgen María, al dar el Sí a la Voluntad de Dios cuando re­cibió el anuncio del ángel, que iba a ser la madre del Salvador. No en vano la Iglesia mira a María y a José como modelos y patronos, reconociendo que ellos, no sólo me­recieron el honor de ser llamados a formar la familia en la que el salvador del mundo quiso nacer, sino que son el signo de la familia que Él ha que­rido reunir: la Iglesia comunidad de creyentes en Cristo. Que la meditación de la figura de San José nos ayude a todos nosotros a po­nernos en camino, dejando que la Pa­labra de Dios sea nuestra luz, para que así, encendido nuestro corazón por ella (Cf. Lc 24, 32), podamos ser au­ténticos discípulos de Jesús y transfor­mar la vida en Él, siguiéndolo como Camino, Verdad y Vida. + José Libardo Garcés Monsalve Administrador Apostólico de la Diócesis de Cúcuta

Lun 15 Mar 2021

A la Pascua con San José

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - “Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua”. “Cuando tuvo doce años...el niño se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres” (Lucas 2, 41 -43). Al escribir este mensaje editorial, en el año de San José y para el mes de marzo, dedicado a él y centrado en su fiesta del día 19, me viene espontánea esta imagen de la familia de Nazaret, que recorre y corre presurosa este camino de fieles peregrinantes a su “fiesta nacional”, fiesta de las fiestas. Es la imagen que recogen los misterios gozosos del Santo Rosario: “la pérdida y el dichoso reencuentro de María y José, con su hijo adolescente, Jesús” (quinto misterio). Una imagen que nos convoca como Pueblo de Dios a “caminar juntos”, Iglesia y humanidad, en esta hora de la historia. A caminar con Jesús y con María, fijando esta vez los ojos y el alma en la figura de José, el varón justo, descendiente de David, esposo de María, padre legal de Jesús, protector y custodio de la Iglesia que nace con ellos, carpintero de Nazaret. Acostumbrados a esta jornada anual, los padres de Jesús se integraban a la caravana de los hombres y a la de las mujeres, turnándose, al parecer, el llevar consigo al niño Jesús. Pero esta Pascua sería inolvidable para ellos: marcó todo un “crecimiento en la fe” para la Sagrada Familia. Descubrir los alcances de la filiación divina de Jesús; acoger, en diálogo y escucha cuidadosa, la autonomía y la “vocación” de Rabino, de Maestro, sin mengua de la sujeción y obediencia filial de Jesús a ellos; rehacer el camino de la ida y regreso pascual, por el de “angustiados te buscábamos”; superar la costumbre de suponer que Jesús estaba con ellos y ellos con Jesús; tener qué enmarcar ahora su misión de padres en la misión de Jesús, la de “ocuparse de las cosas” de su Padre: toda una “Nueva Evangelización”, diríamos hoy, para unos buenos e inmejorables cristianos convencionales, llamados a un discipulado del Padre a través del Hijo, de su hijo, su adolescente Jesús. Creyentes, esposos, padres e hijos, pastores y religiosos, todos podemos compartir esta Pascua 2021 como una prueba de Dios a nuestra fe quieta, a nuestra religiosidad de mera costumbre rutinaria, a nuestro vacío de diálogo y escucha con Dios, entre pastores y fieles, entre esposos y padres, con los hijos, especialmente los adolescentes y los jóvenes. La Pascua 2021, después del encierro por el coronavirus, que nos privó de la Semana Santa 2020, sea un “comenzar de nuevo”, después del frenazo histórico por la pandemia, nuestra relación más personalizada y cierta con Jesús y entre nosotros. Sea ésta la Pascua que recoge las angustias de una humanidad que busca superar la pandemia con la vacuna y la reactivación económica. La Pascua 2021 nos haga más espirituales, más humildes y fraternos, más unidos en cada casa, en cada parroquia, y en esta Nación y Casa Común, en el planeta Tierra de todos. A San José le encomendamos la gracia de “una buena muerte”, ahora que el virus deja tantos duelos por doquiera. Sobre todo en nuestra Colombia amada, donde “la mala muerte”, la que llega por vía del asesinato, rompiendo la ley de Dios y las leyes de la naturaleza humana, del cuidado que obliga a cada persona, sociedad e institución, con toda vida humana. Morir en los brazos de Jesús y de María; morir en el hogar de la Iglesia y por muerte natural; morir en la voluntad y la gloria de Dios, como obediencia del corazón, sean gracias que imploramos a San José, Custodio, protector e intercesor nuestro, Patrono de la Iglesia Universal. De San José aprendamos la espiritualidad del silencio, de la noche y de los sueños. Es la espiritualidad del discernimiento entre las tinieblas del alma y el amanecer de Dios y de sus planes. Es la “escucha del Ángel” que visita al corazón, cuando se debate en dudas y temores, y le susurra lo que hay qué hacer. Es responder con hechos de obediencia, ahorrándonos las palabras, haciendo de la profesión de fe una proclama de total certeza en Dios. Nos ayude, a servir a Cristo y a salvar unidos la humanidad, este varón silente y justo; este hombre que antepone a sus derechos la dignidad de la mujer y la grandeza inviolable de la vida humana; este esposo que honra a Maria y da ascendencia y ciudadanía a Jesús; este padre solícito y trabajador creativo de la carpintería; este destechado en Belén y migrante en Egipto. Difundamos el rico mensaje Josefino que nos dio el Papa Francisco con su Carta Apostólica “Patris Corde” (“Con corazón de Padre”) y veneremos con devoción y compromiso cristiano al gran San José, vinculado por Dios de manera esplendorosa al misterio de su Encarnación, del Verbo hecho carne, que “habitó entre nosotros”. +Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Sáb 26 Dic 2020

Sagrada Familia, familia humana y pandemia

En el domingo después de Navidad, la liturgia nos invita a celebrar la fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret, donde cada pesebre nos muestra a Jesús junto a la Virgen y a san José, en la gruta de Belén. Dios ha querido nacer en una familia humana, ha querido tener una madre y un padre como nosotros. Recordemos las palabras del papa Francisco en el Ángelus del domingo 27 de diciembre de 2015 cuando se refería, precisamente, a la fiesta de la Sagrada Familia: “El núcleo familiar de Jesús, María y José es para todo creyente, y en especial para las familias, una auténtica escuela del Evangelio. Aquí admiramos el cumplimiento del plan divino de hacer de la familia una especial comunidad de vida y amor. Aquí aprendemos que todo núcleo familiar cristiano está llamado a ser «iglesia doméstica», para hacer resplandecer las virtudes evangélicas y llegar a ser fermento de bien en la sociedad.” Precisamente uno de los principales pilares para la tranquilidad y el ánimo que necesita la comunidad humana para sortear este tiempo de pandemia que azota al mundo, es la familia. Ese anhelo de Dios de que toda familia sea “una especial comunidad de vida y amor”, debiera ser el que inspire y motive a la familia hoy para asumir el compromiso de reconstrucción de este mundo afectado por un virus letal. “Del ejemplo y del testimonio de la Sagrada Familia, cada familia puede extraer indicaciones preciosas para el estilo y las opciones de vida, y puede sacar fuerza y sabiduría para el camino de cada día”, afirmó el pontífice. Se requiere, pues, resaltar el modelo de la familia en la que creció Jesús, la familia que Dios se escogió para hacerse hombre; la familia que se dejó tocar, cuestionar y cambiar por el Dios humanado. En este contexto, monseñor Joselito Carreño Quiñonez, vicario apostólico de Puerto Inírida, nos recuerda el texto del libro del profeta Malaquías (4,6): "El hará cambiar el corazón de los padres en favor de los hijos y el corazón de los hijos en favor de sus padres” y, al mismo tiempo, nos hace la invitación para que en este tiempo de confinamiento las familias vuelvan a encontrarse consigo mismas y redescubran que no hay mejor lugar para estar que en el seno del hogar. Asegura que este tiempo de pandemia debe generar en el ser humano el compromiso de mejorar su vida y su relación con Dios y con quienes nos rodean, recordando con esto al papa Francisco cuando dijo que toda persona debe aprender de esta crisis para que pueda salir de ella renovada y con una actitud dispuesta al cambio. “En el caso de la familia, esta experiencia ha debido ir ayudando a reconciliar a los padres con los hijos y los hijos con los padres, para que este tiempo no haya sido un tiempo perdido, sino un tiempo en el que se ha sabido ganar y aprovechar”, puntualizó.

Mié 9 Dic 2020

El Papa Francisco convoca a un "Año de San José"

El Papa Francisco convocó un Año de San José desde este martes 8 de diciembre hasta el 8 de diciembre del próximo año 2021, durante el cual la Iglesia católica concederá indulgencias según una serie de condiciones establecidas por la Penitenciaría Apostólica. “Rogar a San José” para obtener de él la gracia de la conversión, y celebrarlo como “patrono de la Iglesia universal” a 150 años de la declaración de este título por Pío IX, es el principal motivo que impulsó al papa Francisco a publicar hoy, fecha precisa del 150 aniversario, una carta apostólica titulada “Patris corde” (corazón de un padre), enteramente dedicada al “padre adoptivo” de Jesús. El pontífice publicó además un decreto que establece una indulgencia plenaria especial para todos los que celebren el aniversario “en las ocasiones y en la forma” indicada por la Penitenciaría Apostólica. El decreto sobre la indulgencia explica que Pío IX confirió a san José el título de “patrono de la Iglesia universal”, “movido por las circunstancias graves y lúgubres en las que una Iglesia se ve acosada por la hostilidad de los hombres. La carta de Francisco recuerda el “papel central” de José “en la historia de la salvación”, tanto es así que “después de María, Madre de Dios, ningún santo ocupa tanto espacio en el Magisterio papal como José, su esposo”. Y enumera: “El beato Pío IX lo declaró ‘Patrono de la Iglesia Católica’, el venerable Pío XII lo presentó como ‘patrono de los trabajadores’ y san Juan Pablo II como ‘Custodio del Redentor’. El pueblo lo invoca como ‘patrono de una muerte feliz’". Una de las razones más urgentes que impulsaron al Santo Padre a publicar la Carta es que su figura está “tan cerca de la condición humana de cada uno de nosotros”. Señala que en esta época de pandemia “nuestras vidas están tejidas y sostenidas por gente corriente -generalmente olvidada- que no aparece en los titulares de periódicos y revistas, médicos, enfermeras y enfermeros, trabajadores de supermercados, limpiadores, cuidadores, transportistas, fuerzas policiales, voluntarios, sacerdotes, religiosos y muchos pero muchos otros que han entendido que nadie se salva solo”. “Cuántas personas ejercen la paciencia e infunden esperanza cada día, cuidando de no sembrar el pánico sino la corresponsabilidad. Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes muestran a nuestros hijos, con pequeños y cotidianos gestos, cómo afrontar y atravesar una crisis reajustando hábitos, mirando hacia arriba y estimulando la oración. Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos”. El Decreto finaliza especificando que “en el actual contexto de emergencia sanitaria, el don de la indulgencia plenaria se extiende de forma particular a los ancianos, a los enfermos, a los agonizantes, y a todos aquellos que por motivos legítimos se encuentran imposibilitados a salir de casa". Fuente: Agencia católica AICA

Vie 1 Mayo 2020

Día Internacional de Trabajo: Pandemia ¿precariedad laboral?

El día del trabajo ante todo es una fecha que nos lleva a exaltar el sentido profundo del trabajo humano como un don de Dios en medio de una sociedad que lo ha mercantilizado todo y en la cual el trabajo digno no alcanza a ser una realidad plena para todos los niveles de la sociedad. Es una fecha para renovar el compromiso por un reconocimiento de toda la sociedad sobre la dignidad del trabajo, del trabajador y del mundo del trabajo. Una fecha para reiterar el reconocimiento del legítimo derecho a la asociación y a la participación de los trabajadores. Esta celebración se hace en medio de circunstancias que impone la pandemia del CORONAVIRUS y que hace que miles de trabajadores y sus familias no conozcan el trabajo digno sino condiciones marcadas por la baja calidad en el empleo, de inestabilidad e ingresos precarios. De allí la importancia de dar a esta fecha un sentido tal que nos permita profundizar en el valor del trabajo y en la forma como este nos coloca en una relación profunda con la obra de la creación. Ante todo, el trabajo es una bendición de Dios que permite al ser humano cooperar en la obra de la creación, desarrollarse plenamente, conformar una familia, construir comunidad y aportar a la sociedad en términos de fraternidad y de solidaridad. Esta reflexión nos lleva hacia la pregunta por la forma como viven los hombres y mujeres del mundo del trabajo, especialmente aquellos que se encuentran en condiciones de precariedad laboral. Las cifras son impresionantes: según el DANE el 48.2% de los colombianos trabajan en situación de informalidad, estamos hablando de más de 10.000.000 de trabajadores que están en muy alto riesgo por el efecto del aislamiento social que estamos viviendo por la pandemia. Ante esta grave realidad, la urgencia que emerge con especial fuerza en este momento, es garantizar condiciones para quienes tienen que llevar el sustento a sus familias y asegurar su propio desarrollo humano en una época marcada por incertidumbre a todo nivel. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) presentó un estudio preliminar del impacto del COVID -19 en trabajadores y trabajadoras, en el que señala tres efectos: Sobre la cantidad de los empleos; aumento del desempleo y del subempleo -reducción de horas de trabajo. Sobre la calidad de los empleos: caída de los salarios y empeoramiento en acceso a la protección social. Sobre grupos de trabajadores vulnerables a “cambios en el mercado laboral”, tales como jóvenes, mujeres y migrantes. Y estiman un aumento del desempleo mundial de entre 5,3 millones (hipótesis “prudente”) y 24,7 millones (hipótesis “extrema”) en este 2020. En Colombia se calcula que 22 millones de trabajadores se han visto afectados por las normas del aislamiento social como medida de prevención de la expansión del Coronavirus. No podemos olvidar que “la Iglesia está convencida de que el trabajo constituye una dimensión fundamental de la existencia del ser humano en la tierra” (S.S. Juan Pablo II, Laborm Excersens, 4) y por lo tanto no es un accidente el que la población en grandes masas tenga que entrar en el mundo de la informalidad laboral. Estamos hablando de una dimensión fundamental del ser humano. La realidad de que solo uno de cada cuatro colombianos tiene garantizado el acceso a los sistemas de pensión se constituye en un reto para el desarrollo humano en nuestro país y, al mismo tiempo, un clamor a la solidaridad para que se tomen medidas prontas para resolverlo. La paradoja del crecimiento económico junto a estos niveles de informalidad laboral hace un llamado a revisar la forma como se ha planteado el desarrollo de manera que este tenga rostro humano y responda a las necesidades de la población. Estamos hablando de millones de trabajadores detrás de los cuales se encuentran sus familias. Son hermanos y hermanas nuestras que tienen aspiraciones, proyectos de vida y en muchos casos una profesión que han adquirido con mucho esfuerzo personal y familiar. En ese grupo encontramos principalmente mujeres, jóvenes y desde otro lado un grupo grande de personas con un nivel de educación precario. Este hecho nos llama a profundizar en el deber de nuestra sociedad de fortalecer los mecanismos para que se reconozca planamente la dignidad del trabajo, del trabajador y del mundo del trabajo para superar las condiciones de discriminación que viven muchos de nuestros hermanos y hermanas trabajadores, particularmente aquellos que se ven obligados a recurrir a la informalidad para poder obtener el sustento para ellos y sus familias. Uno de los fenómenos que más afecta a la dignidad del trabajo y de los trabajadores es justamente el despojo de tierras que ha empujado a miles de familias hacia la informalidad e incluso hacia la miseria. Quienes han perdido su tierra han perdido también la fuente de su trabajo y sustento familiar. Este es un drama cuya solución ha sido determinada por la ley pero que sigue siendo un desafío para el país. Garantizar la restitución de las tierras es un acto de reconocimiento a gentes que, en muchos casos, han labrado sus vidas en el trabajo cotidiano de la agricultura y la pesca. Hoy se impone hacer seguimiento y apoyar las iniciativas de restitución de las tierras y las iniciativas legislativas que puedan poner fin a la situación de quienes obtienen su sustento en medio de la informalidad laboral. En esta ocasión, Colombia se coloca ante uno de los desafíos más grandes porque tiene que armonizar las condiciones y derechos de trabajadores y trabajadoras ante las metas de libre comercio. Se trata de un tema muy sensible porque indudablemente el libre comercio debe realizarse en condiciones que favorezcan el desarrollo de las personas en la sociedad. Ante estas realidades hay que reconocer que muchas personas movidas por su fe se han convertido en apóstoles misioneros en el mundo del trabajo. A quienes se encuentran en este apostolado tan valioso les mueve el brindar un testimonio evangélico y evangelizador en los ambientes obreros, campesinos, profesionales, empresariales a todos los niveles. Saben que Jesucristo garantiza la liberación integral más allá de las fronteras culturales, raciales o de cualquier orden y se proponen llevar el mensaje de la dignidad del trabajo y de los trabajadores a todos los niveles de la sociedad. Ellos hacen presente el aprecio de la Iglesia por los movimientos de trabajadores y por la solidaridad entre los hombres y mujeres del mundo del trabajo. La pastoral del mundo del trabajo es presencia de la Iglesia en el camino de la dignificación del trabajo, el trabajador y el mundo del trabajo. El 1 de mayo, jornada de fiesta y de solidaridad y fraternidad en el mundo del trabajo, recuerda que los trabajadores son «artífices principales de las transformaciones prodigiosas que el mundo conoce hoy» (Concilio Vaticano II, Mensaje a los trabajadores). El 1 de mayo la Iglesia recuerda su reconocimiento y aprecio por el derecho de los trabajadores a organizarse y a participar en la vida y en las transformaciones de la sociedad mediante sus propuestas. En esta fecha la Iglesia recuerda a San José Obrero, modelo del mundo del trabajo y recuerda que Jesucristo es el “Hijo del carpintero” y ora por todos los trabajadores y trabajadoras del mundo sin olvidar a quienes no tienen un trabajo de calidad. Igualmente es una fecha especial para dar gracias a Dios por la misión y entrega de quienes se dedican al servicio de sus hermanos y hermanas trabajadores desde la obra evangelizadora de la Iglesia. El 1 de mayo es un momento para dar gracias por quienes trabajan y orar para que el Señor bendiga sus esfuerzos y fatigas y les permita alcanzar los niveles de justicia y de dignificación que anhelan. Por: Monseñor Héctor Fabio Henao Gaviria Director Secretariado Nacional de Pastoral Social