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Opinión

Jue 18 Nov 2021

El Obispo sucesor de los Apóstoles

Por: Mons. José Libardo Garcés Monsalve - Al recibir el nombramiento que me ha hecho el Papa Francis­co, como Obispo de la Dióce­sis de Cúcuta, como sucesor de los Apóstoles les ratifico mi oración fer­viente al Señor con la intención del crecimiento en la fe, la esperanza y la caridad, para seguir construyendo en camino sinodal, una comunidad viva, en salida misionera, al servicio de Dios y de los más pobres y nece­sitados. En la Iglesia Católica tenemos el re­galo de la sucesión apostólica, así lo enseña la Palabra de Dios cuando nos dice que: “El Señor llamó a los que Él quiso y se acercaron a Él. Desig­nó entonces a doce, a los que llamó Apóstoles, para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar” (Mc 3, 13 - 15), y aprendieron de Jesús todo cuanto debían anunciar por todas partes. Esta designación fue una elección gratuita de Dios, los Apóstoles no eligieron el estado apostólico, fue el Señor quien los llamó, así lo expresa el Apóstol san Juan: “No me eligieron ustedes a mí, fui yo quien los elegí a ustedes. Y los he destinado para que vayan y den fruto abundante y duradero” (Jn 15, 16), de esta manera, fueron hechos portadores del testimonio de Jesús, de su muerte y resurrección y del anuncio gozoso de la gran noticia de la misericordia del Padre para toda la humanidad y de la presencia perma­nente en la Iglesia de los misterios de la Salvación. Para cumplir con el mandato del Señor de anunciar todo el misterio pascual de la pasión, muerte y resu­rrección de Nuestro Señor Jesucris­to, los Apóstoles instituyeron a otros hombres, con la misma autoridad y función en la Iglesia que ellos, y los llamaron Obispos, estableciendo a la vez colaboradores para el servicio del culto y el anuncio del Evangelio, a quienes llamaron presbíteros, y eli­gieron a otros para el servicio de la caridad, a quienes denominaron diá­conos (Cf. LG 20). Desde el mismo origen, con Pedro a la cabeza por elección del mismo Se­ñor y los demás Apóstoles, Nuestro Señor Jesucristo instituye la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica, que sigue presente en los sucesores de los Apóstoles, que son los Obispos, que juntos conforman el Colegio Episcopal, al cual pertenecen to­dos los Obispos en co­munión con el Roma­no Pontífice, que en el momento actual es el Papa Francisco. Los Obispos presiden cada diócesis y garantizan la comunión en la ca­ridad, con Pedro y bajo la autoridad de Pedro; de tal manera, que la Iglesia de Cristo existe donde se encuentren hoy los sucesores de los Apóstoles, en comunión y obediencia al sucesor de Pedro, el Papa Francisco. Desde el principio hasta el día de hoy, el Obispo tiene la misión de ser testi­go de la Muerte y la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, principio de la comunión católica, animador de la misión de la Iglesia y estímulo para que el pueblo de Dios crezca en la fe, la esperanza y la caridad. Así lo enseña el Concilio Vaticano II cuando dice: “Con la consagración episcopal se confiere la plenitud del sacramento del Orden, que por esto se llama en la liturgia de la Iglesia y en el testimonio de los Santos Padres ‘supremo sacerdocio’ o ´cumbre del ministerio sagrado´. Ahora bien: la consagración episcopal, junto con el oficio de santificar, confiere también los de enseñar y regir, los cuales, sin embargo, por su naturaleza, no pue­den ejercitarse sino en comunión je­rárquica con la Cabeza y miembros del Colegio… los Obispos en forma eminente y visible, hacen las veces de Cristo, Maestro, Pastor y Pontífice, y obran en su nombre” (LG 21). La clave para el ejercicio del minis­terio episcopal está en la Comunión, afectiva y efectiva en el hoy de la historia con el Papa Francisco, como sucesor de Pedro y con la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica, misterio que se hace presente en cada diócesis, donde está un Obispo legítimamente constituido y que a la vez es garantía de la sucesión apostó­lica, enseñanza que a la vez retoma Apare­cida cuando afirma: “Reunida y alimen­tada por la Palabra y la Eucaristía, la Iglesia Católica exis­te y se manifiesta en cada Iglesia Particu­lar, en comunión con el Obispo de Roma. Esta es, como lo afirma el Concilio, ‘una porción del pueblo de Dios confiada a un Obispo para que la apaciente con su presbi­terio” (DA 165). En virtud de esa institución divina, los Obispos representan a Cristo, de manera que escucharlos significa es­cuchar a Cristo. Así pues, además del sucesor de Pedro, también los otros sucesores de los Apóstoles represen­tan a Cristo pastor. Esto lo enseña el Concilio: “En la persona de los Obis­pos, a quienes asisten los presbíteros, el Señor Jesucristo, pontífice supre­mo, está presente en medio de los fieles” (LG, 21), realidad que tiene raíces en el Evangelio: “Quien los escucha ustedes, a mí me escucha (Lc 10, 16). De tal manera, que escuchar al Obispo sucesor de los Apóstoles es escuchar a Nuestro Señor Jesucristo. Los invito a que en espíritu de comu­nión, todos vivamos este comienzo de una nueva etapa, como diócesis en camino sinodal y en salida misionera. Por voluntad de Dios y llamado de la Iglesia, en cabeza del Papa Francisco, vengo a caminar con ustedes, con la convicción que yo los voy a escuchar, ustedes me van a escuchar y juntos vamos a escuchar al Espíritu Santo, que nos iluminará para discernir la Voluntad de Dios para este momento de nuestra historia diocesana, que será estar en salida misionera, buscando a los que están alejados, siguiendo el espíritu de la enseñanza de Apareci­da cuando afirma: “La Diócesis, en todas sus comunidades y estructuras, está llamada a ser una ‘comunidad misionera’, cada Diócesis necesita robustecer su conciencia misionera, saliendo al encuentro de quienes aún no creen en Cristo en el ámbito de su propio territorio y responder adecua­damente a los grandes problemas de la sociedad en la cual está inserta. Pero también, con espíritu materno, está llamada a salir en búsqueda de todos los bautizados que no partici­pan en la vida de las comunidades cristianas” (DA 168). Con este buen propósito nos pone­mos bajo la protección y amparo de la Santísima Virgen María, Estrella de la Evangelización, que nos protege y ampara y del Glorioso Patriarca San José nuestro patrono, que custodia nuestra fe, esperanza y caridad. Que ellos nos alcancen de Jesucristo todas las bendiciones y gracias necesarias, para emprender esta experiencia en camino sinodal y en salida misionera, para mayor gloria de Dios y salvación nuestra. En unión de oraciones, reciban mi bendición. + José Libardo Garcés Monsalve Obispo electo de la Diócesis de Cúcuta

Vie 12 Nov 2021

4 C’s en la Jornada de los Pobres

La Jornada Mundial de los Pobres, instaurada por el papa Francisco, alcanza este domingo, 14 de noviembre, su quinta edición, con el deseo de que “arraigue cada vez más en nuestras Iglesias locales y se abra a un movimiento de evangelización que en primera instancia salga al encuentro de los pobres, allí donde estén” (Mensaje del Santo Padre para la V Jornada Mundial de los Pobres, n. 9). El lema escogido para la ocasión está tomado de la escena evangélica de la unción en Betania: “A los pobres los tienen siempre con ustedes” (Mc 14,7). Mi primera propuesta –la más sencilla, obvia y directa– es que aprovechemos este momento para leer y orar el Mensaje del papa Francisco, fácilmente accesible en la página web del Vaticano y en otros lugares. Como invitación a ello, ofrezco en los párrafos siguientes un posible esquema de lectura, centrándome en cuatro palabras, las 4 C’s: la convicción de que los pobres son un lugar sagrado, la necesaria contemplación de la realidad, la imprescindible y gozosa conversión que el mundo de los pobres exige de nosotros y el compromiso al que somos lanzados por el Señor Jesús y por la Buena Noticia de la Redención. Convicción. En el relato evangélico “Jesús les recuerda [a los comensales y a nosotros] que el primer pobre es Él, el más pobre entre los pobres, porque los representa a todos. Y es también en nombre de los pobres, de las personas solas, marginadas y discriminadas, que el Hijo de Dios aceptó el gesto de aquella mujer” (Mensaje, n. 1). De este modo, captamos “el vínculo inseparable que hay entre Jesús, los pobres y el anuncio del Evangelio” (Mensaje, n. 2). Aquí aparece una convicción central en la vida de la Iglesia: “Los creyentes, cuando quieren ver y palpar a Jesús en persona, saben a dónde dirigirse, los pobres son sacramento de Cristo, representan su persona y remiten a él” (Mensaje, n. 3). De un modo semejante a como afirmamos la presencia de Cristo en la Eucaristía, debemos afirmar la presencia real de Cristo en el cuerpo de los pobres, tal como Él mismo indicó: “Os aseguro que lo que hayáis hecho a uno solo de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis” (Mt 25, 40). Contemplación. Esta mirada sacramental de los pobres pide afinar nuestro talante contemplativo: “El rostro de Dios que Él revela, de hecho, es el de un Padre para los pobres y cercano a los pobres. Toda la obra de Jesús afirma que la pobreza no es fruto de la fatalidad, sino un signo concreto de su presencia entre nosotros. No lo encontramos cuando y donde quisiéramos, sino que lo reconocemos en la vida de los pobres, en su sufrimiento e indigencia, en las condiciones a veces inhumanas en las que se ven obligados a vivir” (Mensaje, n. 2). Esta mirada contemplativa va más allá de los casos individuales: “El Evangelio de Cristo impulsa a estar especialmente atentos a los pobres y pide reconocer las múltiples y demasiadas formas de desorden moral y social que generan siempre nuevas formas de pobreza” (Mensaje, n. 5). El Papa indica que, ante la cambiante realidad de nuestro mundo, “se requiere un enfoque diferente de la pobreza” (Mensaje, n. 7). Y añade: “Es decisivo que se aumente la sensibilidad para comprender las necesidades de los pobres, en continuo cambio como lo son las condiciones de vida… Debemos estar abiertos a leer los signos de los tiempos que expresan nuevas modalidades de cómo ser evangelizadores en el mundo contemporáneo” (Mensaje, n. 9). Conversión. Este ejercicio contemplativo exige, y a la vez provoca, una verdadera conversión de la mirada y de la vida. Dice el Papa: “Esta conversión consiste, en primer lugar, en abrir nuestro corazón para reconocer las múltiples expresiones de la pobreza y en manifestar el Reino de Dios mediante un estilo de vida coherente con la fe que profesamos. A menudo los pobres son considerados como personas separadas, como una categoría que requiere un particular servicio caritativo. Seguir a Jesús implica, en este sentido, un cambio de mentalidad, es decir, acoger el reto de compartir y participar” (Mensaje, n. 4). Obviamente, esto tiene implicaciones para nuestra vida cotidiana: “Un estilo de vida individualista es cómplice en la generación de pobreza, y a menudo descarga sobre los pobres toda la responsabilidad de su condición. Sin embargo, la pobreza no es fruto del destino sino consecuencia del egoísmo” (Mensaje, n. 6). Por eso, “servir eficazmente a los pobres impulsa a la acción y permite encontrar los medios más adecuados para levantar y promover a esta parte de la humanidad, demasiadas veces anónima y sin voz, pero que tiene impresa en sí el rostro del Salvador que pide ayuda” (Mensaje, n. 7). De este modo, entramos ya en el cuarto punto de nuestra reflexión. Compromiso. El Papa recuerda un texto de su exhortación apostólica Evangelii Gaudium: “Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos. Nuestro compromiso no consiste exclusivamente en acciones o en programas de promoción y asistencia; lo que el Espíritu moviliza no es un desborde activista, sino ante todo una atención puesta en el otro considerándolo como uno consigo” (Mensaje, n. 2). Reconoce que “la solidaridad social y la generosidad de la que muchas personas son capaces, gracias a Dios, unidas a proyectos de promoción humana a largo plazo, están aportando y aportarán una contribución muy importante en esta coyuntura” (Mensaje, n. 5). Aclara que “no se trata de aliviar nuestra conciencia dando alguna limosna, sino más bien de contrastar la cultura de la indiferencia y la injusticia con la que tratamos a los pobres” (Mensaje, n. 8). Y, a la vez, subraya que “la ayuda inmediata para satisfacer las necesidades de los pobres no debe impedirnos ser previsores a la hora de poner en práctica nuevos signos del amor y de la caridad cristiana como respuesta a las nuevas formas de pobreza que experimenta la humanidad de hoy” (Mensaje, n. 9). En definitiva, esta Jornada Mundial es una invitación a plantar cara, a la pobreza y a ayudar a los pobres, saliendo a su encuentro, enjugando sus lágrimas, tendiéndoles la mano, descubriendo en su rostro el de Cristo. “No podemos esperar a que llamen a nuestra puerta, es urgente que vayamos nosotros a encontrarlos en sus casas, en los hospitales y en las residencias asistenciales, en las calles y en los rincones oscuros donde a veces se esconden, en los centros de refugio y acogida… Es importante entender cómo se sienten, qué perciben y qué deseos tienen en el corazón. […] Los pobres están entre nosotros. Qué evangélico sería si pudiéramos decir con toda verdad: también nosotros somos pobres, porque solo así lograremos reconocerlos realmente y hacerlos parte de nuestra vida e instrumentos de salvación” (Mensaje, n. 9). Mons. Fernando Chica Arellano Observador Permanente de la Santa Sede ante la FAO, el FIDA y el PMA

Mié 10 Nov 2021

«A los pobres los tienen siempre con ustedes» (Mc 14,7)

Por: Dagoberto Cárdenas Artunduaga - Este 14 de noviembre la Iglesia Universal celebra la quinta Jornada Mundial de los Pobres, instituida por el Papa Francisco como un llamado a los católicos, no católicos, a los gobiernos y las organizaciones a no olvidarnos de los pobres, a tener muy en cuenta que su presencia en medio de nosotros es constante, pero, sobre todo, a involucrarnos con ellos, puesto que los pobres nos evangelizan. El Santo Padre invita también, a buscar las causas de la pobreza, para luego identificar las iniciativas necesarias para llegar a una posible solución, una tarea urgente para todos. En el mensaje para esta jornada el Papa resalta que Jesús es el primer pobre, el más pobre entre los pobres, porque los representa a todos y expresa muy categóricamente que “quienes no reconocen a los pobres traicionan la enseñanza de Jesús y no pueden ser sus discípulos. Los pobres están en el centro del camino de la Iglesia”, así mismo, afirma que ellos “son sacramento de Cristo, representan su persona y remiten a él. A Dios se le encuentra en la vida de los pobres, en su sufrimiento e indigencia, en las condiciones a veces inhumanas en las que se ven obligados a vivir”. En esta era en la cual la tecnología avanza, donde las libertades de las personas se marcan por el tener, el poseer y el individualismo se mira a los pobres como personas a quienes se debe descartar, o como personas “externas” y “ajenas” a la comunidad, ante esto, el Papa nos llama a verlos, sentirlos como hermanos y hermanas con los cuales es necesario compartir el sufrimiento para aliviar su malestar y marginación, así mismo, para devolverles la dignidad perdida y asegurarles la necesaria inclusión social. Jesús nos dice firmemente: «a los pobres los tienen siempre con ustedes» (Mc 14,7), por tanto, se convierte en una invitación a no perder nunca de vista la oportunidad que se ofrece de hacer el bien, de escucharlos, de compartir y acompañar, pero el Papa Francisco enfatiza que “no se trata de aliviar nuestra conciencia dando alguna limosna, sino más bien de contrastar la cultura de la indiferencia y la injusticia con la que tratamos a los pobres”. De hecho, continúa el Pontífice, “la limosna es ocasional, mientras que el compartir es duradero”. “La primera corre el riesgo de gratificar a quien la realiza y humillar a quien la recibe; el segundo refuerza la solidaridad y sienta las bases necesarias para alcanzar la justicia”. Otro de los puntos importantes de reflexión es la idea actual que impone la sociedad de que los pobres no sólo son responsables de su condición, sino que son una carga para el sistema económico que impone una cultura del individualismo y el consumo desenfrenado generando pobreza, ante esto, el Papa Francisco enfatiza que “la pobreza es consecuencia del egoísmo”, y expresa de manera vehemente que existen “muchas pobrezas de los “ricos” que podrían ser curadas por la riqueza de los “pobres”, ¡si sólo se encontraran y se conocieran! Ninguno es tan pobre que no pueda dar algo de sí mismo en la reciprocidad. Por tanto, esta jornada se convierte en una oportunidad desde nuestra Iglesia particular de Cali para reconocer las nuevas formas de pobreza que van agrandando la brecha de inequidad y las diversas violencias que se generan a raíz de situaciones de carencia, abandono, desempleo e injusticias y buscar desde cada una de las parroquias, las organizaciones y diversas instituciones estrategias para sensibilizar a la sociedad en la búsqueda de soluciones viables. Para el papa Francisco es “urgente dar respuestas concretas a quienes padecen el desempleo, que golpea dramáticamente a muchos personas, en especial a las mujeres y los jóvenes, quienes en este contexto de pandemia y de paro nacional han sido golpeados y conducidos a una pobreza extrema”. El mensaje de esta jornada es también un reclamo a los Gobiernos e Instituciones mundiales para que se sientan comprometidos con la construcción de un mundo mejor basado en la justicia. Así mismo, se necesita despertar en cada cada uno de los fieles católicos y demás ciudadanos la solidaridad social y la generosidad para con quienes sufren la pobreza, ellos están allí, a diario los vemos, y urgen de una solución a sus problemas y necesidades, dichas respuestas deben ser signos de amor y de caridad cristiana. Que esta V jornada de los Pobres nos ayude a vivir una reflexión personal sobre lo que estamos haciendo en favor de nuestros hermanos desde cada una de nuestras realidades, que no nos limitemos a saber que sí hay pobres, quiénes son y cuántos son, porque ellos, como dice don Primo Mazzolari “a los pobres se les abraza, no se les cuenta”. Recordemos siempre que Jesús no sólo está de parte de los pobres, sino que comparte con ellos la misma suerte, ¿será que nosotros compartimos los sufrimientos y esperanzas de nuestros hermanos necesitados? Padre Dagoberto Cárdenas Artunduaga Vicario Episcopal Arquidiócesis de Cali LEA TAMBIÉN⬇️ La pobreza, una violencia que sufren las mujeres Por: Adriana Lozada - “Mujeres y niñas están más expuestas a sufrir pobreza económica en todo el mundo. Brecha de género y pobreza son dos desigualdades interconectadas que vulneran los derechos de las mujeres”. Amnistía Internacional. Liliana cada mañana alista la masa de las arepas, la mantequilla y demás ingredientes para subir hasta la calle principal que atraviesa Terrón Colorado para venderlas, sube ilusionada porque de ellas depende el alimento diario para sus cuatro hijos, por lo menos garantizar uno al día. Ella vive en un asentamiento subnormal, su “casa” está hecha de bareque y latas que consiguió caminando calle arriba, calle abajo, buscando allí, pidiendo allá. “La pandemia me dejó en ruinas. Ya no podía con el arriendo, lo servicios y la comida, soy una mujer sola, he vivido la violencia y soy desplazada. Una amiga me dijo que me fuera a vivir al asentamiento, allí no pagaría arriendo y tendría por lo menos un techo seguro”, afirmó Liliana Candelo, mientras estira un plástico azul que sirve de pared al improvisado servicio sanitario. Como Liliana, existen cientos de mujeres pobres y en extrema pobreza, según Amnistía Internacional, el 70% de las personas pobres en el mundo son mujeres. Además, una de cada cinco niñas en el mundo vive en condiciones de extrema pobreza, esto producto de una gran desigualdad entre hombres y mujeres. Es evidente que este flagelo está asociado a las relaciones de poder que golpea con mayor fuerza a las mujeres, a las comunidades indígenas y afrodescendientes, además de la pobreza, se presenta la invisibilidad del trabajo doméstico no remunerado, la discriminación laboral, salarial y racial. Esta es una realidad que no se puede esconder, que marca y se nota, por ello el papa Francisco en esta Jornada de los Pobres, además de reflexionar sobre la necesidad de atender y servir a los pobres en general, hace énfasis en las mujeres, él pone de plano para su catequesis de esta Jornada, un pasaje bellísimo, tomado del evangelio de San Marcos 14, 7: "Jesús estaba en Betania, en casa de Simón el Leproso. Mientras estaban comiendo, entró una mujer con un frasco precioso como de mármol, lleno de un perfume muy caro, de nardo puro; quebró el cuello del frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús. Entonces algunos se indignaron y decían entre sí: «¿Cómo pudo derrochar este perfume? Se podría haber vendido en más de trescientas monedas de plata para ayudar a los pobres.» Y estaban enojados contra ella”. Ante esta situación Jesús expresó: «¡Déjenla! ¿Por qué la molestan? Ha hecho una obra buena conmigo» para Jesús ella, con su sensibilidad femenina, demostró ser la única que comprendió el estado de ánimo del Señor. Y agrega el Santo Padre “Esta mujer anónima, destinada quizá por esto a representar a todo el universo femenino que a lo largo de los siglos no tendrá voz y sufrirá violencia, inauguró la significativa presencia de las mujeres que participan en el momento culminante de la vida de Cristo: su crucifixión, muerte y sepultura, y su aparición como Resucitado”. Francisco sabiendo esta realidad, enfatiza que “las mujeres, tan a menudo discriminadas y mantenidas al margen de los puestos de responsabilidad, en las páginas de los Evangelios son, en cambio, protagonistas en la historia de la revelación” y más aún, es el mimo Jesús quien asocia a la mujer en su misión «Les aseguro que, para honrar su memoria, en cualquier parte del mundo donde se proclame la Buena Noticia se contará lo que ella acaba de hacer conmigo» (Mc 14,9). Ahora bien, es importante en esta jornada hacer una reflexión sobre la necesidad de reconocer que la pobreza afecta a hombres y mujeres de manera diferente, así como la exclusión de la mujer en todos los ámbitos. Si nos remitimos al pasaje bíblico citado por el Papa, podemos ver cómo los apóstoles se enojaron por la acción de la mujer hacia Jesús, descalificando su actuar frente al Mesías, por el contrario, fue Jesús quien valoró profundamente su acción que no es más que reconocerlo como el más pobre y tener una acción buena hacia Él, así también en esta sociedad no es visibilizada la pobreza en que viven las mujeres. Esta Jornada debe movilizar a la sociedad a diseñar políticas públicas que permitan dar solución a las situaciones de pobreza y desarrollar procesos que permitan la autonomía económica de las mujeres desde su empoderamiento, teniendo en cuenta que ellas representan más de la mitad de la población mundial. El Papa afirma que “es decisivo que se aumente la sensibilidad para comprender las necesidades de los pobres, en continuo cambio como lo son las condiciones de vida”. El llamado es entonces a que las soluciones planteadas a nivel mundial, nacional y regional para eliminar la pobreza sean bajo la perspectiva de género, puesto que erradicarla es fundamental porque sin igualdad no hay desarrollo posible. Recordemos siempre que fue Jesús el primero en empoderar a las mujeres, en reconocer su pobreza y la desigualdad existente desde esos tiempos: “les aseguro que, para honrar su memoria, en cualquier parte del mundo donde se proclame la Buena Noticia se contará lo que ella acaba de hacer conmigo” (Mc 14,9). Y termina diciendo: “Esta fuerte “empatía” entre Jesús y la mujer, y el modo en que Él interpretó su unción, en contraste con la visión escandalizada de Judas y de los otros, abre un camino fecundo de reflexión sobre el vínculo inseparable que hay entre Jesús, los pobres y el anuncio del Evangelio”. Adriana Lozada Vidal Vicaria Episcopal Desarrollo Humano Integral Arquidiócesis de Cali

Sáb 6 Nov 2021

Hacia una Iglesia sinodal (IV)

Por: Luis Fernando Rodríguez Velásquez - San Vicente de Lerins, nacido en Toulouse, Francia, y fallecido en el 450, monje declarado doctor de la Iglesia, afirmó que: “Lo propio del progreso es que la misma cosa que progresa crezca y aumente, mientras lo característico del cambio es que la cosa se muda y se convierta en algo totalmente distinto (…) Es también esto mismo lo que acontece con los dogmas cristianos: las leyes de su progreso exigen que éstos se consoliden a través de las edades, se desarrollen con el correr de los años y crezcan con el paso del tiempo” (San Vicente de Lerins, presbítero. del primer conmonitorio. Oficio de lectura viernes de la XXVII). El Papa Francisco, en el 2021, afirmó también, retomando palabras del Padre Congar que “No hay que hacer otra Iglesia, pero, en cierto sentido, hay que hacer una Iglesia otra, distinta”. La pregunta común que todos nos podemos hacer es ¿para qué servirá este ejercicio sinodal, para hacer otra Iglesia? Al final de la intervención del Papa en el encuentro de apertura del Sínodo en Roma, nos invita a “no dejarnos abrumar por el desencanto”. Esto es muy claro, pues en el ejercicio que se va al realizar, que ciertamente no es nuevo, a veces puede estar latente el sentimiento de desánimo por los resultados que pueden darse en la fase de consultación sinodal. Comparto una sencilla metodología, de manera que haya motivación para el trabajo y se logre llegar a conclusiones pertinentes y aplicables, a nivel particular y a un nivel global. Sugiero, antes que todo, que se parta de la realidad local, y cuando hablo de local, es la parroquia o grupo de interés primario, para pasar luego al grupo de interés secundario que es la Arquidiócesis, y posteriormente en el grupo de interés terciario que es la Iglesia Universal, pero sin olvidar que a la manera de los discos dentados de un reloj, el del segundero, el del minutero y del horario, los tres se inter relacionan y si uno falla, todo el reloj se detiene o atrasa o adelanta. Lo mismo en la Iglesia, y el ejercicio sinodal, teniendo en cuenta que la parroquia, la diócesis y la Iglesia Universal, tiene cada una un fin propio, todos se inter relacionan de manera que lo que se haga en la parroquia, si bien es cierto que el primer beneficiario será la misma parroquia, este beneficio y las reflexiones que se hagan, deberán tener una mirada más amplia, convencidos de que lo poco o mucho que se haga en cada porción de la Iglesia, es valioso y necesario y tendrá efectos en la Arquidiócesis y en la Iglesia Universal. En definitiva, el ejercicio sinodal nos hará entender mejor que hacemos parte de un proceso sistémico, donde todos somos necesarios. El Papa lo presenta cuando nos dice que “estamos en la misma barca”. ¿Y cómo responder a las preguntas que nos van a plantear? No se trata de responder con discursos elaborados o teóricos y alejados de la realidad. Se trata es de responder desde la experiencia vida de cada persona, grupo y comunidad. El itinerario sinodal será un espacio para realizar un auto examen a partir de lo que en el campo civil se ha denominado el DOFA, esto es, un acercarnos a las debilidades, oportunidades, fortalezas y amenazas que en cada momento y situación se puede estar viviendo en la Iglesia. Es reconocer lo que como persona, servidor, ministro y comunidad eclesial tenemos como debilidades y fortalezas, y también como en el mundo en que se vive, se pueden encontrar oportunidades y amenazas. Sugiero que se tengan en cuenta estos tips para que las reflexiones sean realmente motivadoras y aportantes. Un tip final: hay que dejar espacio al Espíritu Santo en los diálogos, en la escucha y el discernimiento. Con el Papa decimos: “Ven Espíritu Santo, dispón nuestros corazones a la escucha”. + Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo Auxiliar de Cali Lea también: Por una Iglesia sinodal (I) [icon class='fa fa-download fa-2x'] LEER AQUÍ[/icon] Hacia una Iglesia sinodal (II)[icon class='fa fa-download fa-2x'] LEER AQUÍ[/icon] Hacia una Iglesia sinodal (III)[icon class='fa fa-download fa-2x'] LEER AQUÍ[/icon]

Mié 3 Nov 2021

“Pónganse en camino” (Lucas 10,3)

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - El fenómeno de las migraciones masivas de pueblos enteros es un alarmante signo de estos tiempos. Colombia lo está viviendo, con inesperados flujos que atraviesan todas sus fronteras. El mapa demográfico del planeta se transforma en inmensas caravanas y riesgosas travesías. Estas enormes movilizaciones internacionales y las mismas grandes movilizaciones ciudadanas que se vienen dando en calles y plazas dentro del país, nos obligan a pensarnos como conjunto humano. Más aún cuando la comunicación por redes y medios visualizan en tiempo real lo que ocurre en cada lugar. O cuando la pandemia, con su expansión y confinamiento, con la vacunación y la reactivación progresiva, pone al desnudo que somos una misma humanidad, identificada en la igual fragilidad, pero con abismal desigualdad de condiciones y oportunidades. El mundo es planeta, humanidad y vida que a todos pertenece y a todos nos requiere. El pasado nos puede parecer lejano y lento, pero el presente tiene cara de conjunción y de síntesis, de celeridad y de necesaria apertura a la corresponsabilidad, a la movilización de las consciencias y voluntades hacia propósitos planetarios. Porque el futuro depende de nuestra capacidad de conjugarnos en tiempo, espacio y modelos de vida justos y equilibrados. No sin razón las nuevas generaciones, la juventud mundial, es el sector poblacional que más está reclamando cambios y transformaciones, para no dejarse robar el futuro de sus vidas por los poderes actuales, que acumulan dinero y depredan recursos y vidas humanas, sin acogerse a límites éticos. La realidad misma nos exige ese caminar juntos que la Iglesia llama Sínodo y que la humanidad define como inclusión y ecosistema. El tercer Evangelista, Lucas, ve en los 72 discípulos que envía Jesús junto con los 12, la unión del nuevo Israel, la Iglesia, con todos los pueblos de la tierra. Si la cifra de los 12 evoca al pueblo de Israel, la cifra de los 72, que solo trae el evangelio de Lucas, evoca a los pueblos gentiles o paganos. A la Iglesia y a la humanidad, a Israel y a todas las naciones de la tierra, nos dice Jesús en esta hora de la historia: “¡Pónganse en camino!”. Es la orden de marcha que asumimos como divisa en este tiempo de proceso sinodal que convoca a la Iglesia a reformarse y a configurarse de manera completa, como Cuerpo habitado por el Espíritu Santo, con el que ha sido bautizada por el mismo Jesús. Rehaciéndose con estilo bautismal y sinodal, como fue en sus inicios, con Jesús (Lucas 10) y con las comunidades apostólicas (Hechos 15), la Iglesia convoca a la humanidad a superar fronteras y barreras, excesos y abusos, exclusiones y violencias, para caminar juntos y darnos “una segunda oportunidad” sobre la tierra. El camino de la vida, con la fe que anuncia a Jesús y con la luz que Él enciende en nosotros, se transforma, no en una curva que asciende y desciende para morir, sino en un vivir progresivo y ascensional en el amor, hasta hacerse población total a Dios. Caminar juntos con Jesús e ir “a donde pensaba ir Él”, precediéndolo, anunciándolo, testimoniándolo, es la “movilización” misionera de la historia: la que permitirá que el amor convenza al mundo de algo: que es posible vencer con Jesús el odio, la mentira, la codicia, el pecado, la culpa y a la misma muerte. Que el secreto de la victoria se llama Cruz y Resurrección, caminando juntos con Jesús. Noviembre se inicia con la solemne asamblea de Todos los Santos, la asamblea del Cielo, como señal de vida que se absorbe a la muerte, conmemorando al día siguiente, el dos de noviembre, a Todos los Difuntos. Es un llamado a que recuperemos el don bautismal de la Vida Eterna, para que amemos el don sinodal de la vida temporal, sin jamás permitirnos interrumpirla con la manipulación humana de la muerte. Recuperar el amor por la vida y el respeto por la muerte es lo menos que la Iglesia puede suplicar a Dios para la humanidad y el primer paso ético para que podamos caminar juntos. + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Vie 29 Oct 2021

Iglesia en camino sinodal

Por: Mons. José Libardo Garcés Monsalve - El Papa Francisco ha convo­cado para el mes de octubre del 2023 un sínodo de Obis­pos, que tiene por tema: “Por una Iglesia sinodal: Comunión, par­ticipación y misión”, en donde la intención del Santo Padre es que desde las diócesis todos los cre­yentes, pastores y fieles, podamos participar en este proceso que ayu­da al crecimiento y fortalecimiento de la Iglesia en su misión evange­lizadora, del anuncio gozoso del Evangelio de Nuestro Señor Jesu­cristo. Camino sinodal en la Iglesia, sig­nifica “caminar juntos”. Esto se concretiza en la escucha atenta de todos los bautizados, sobre todas las cuestiones que tienen que ver con la evangelización, en un ca­mino que se recorre en comunión y participación para la misión que todos cumplimos en la Iglesia por llamado del Señor. El Papa Fran­cisco en la Exhortación Apostólica ‘Evangelii Gaudium’ lo ha expre­sado cuando afirma: “en virtud del Bautismo recibido, cada miembro del Pueblo de Dios se ha converti­do en discípulo misionero (Cf. Mt 28, 19). Cada uno de los bautiza­dos, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustra­ción de su fe, es un agente evange­lizador, y sería inadecuado pensar en un esquema de evangelización llevado adelante por actores cali­ficados sea sólo receptivo de sus accio­nes” (EG 120). Con esta enseñanza el Papa Fran­cisco nos está marcando el sendero de una Iglesia sinodal, que en pri­mer lugar es una Iglesia de escu­cha; donde todos, pastores y fieles, podemos escucharnos y aprender unos de otros y hacer discerni­miento para ir juntos a la misión con los mismos sentimientos de Cristo, iluminados por el Espíritu Santo, a comunicar la Buena Nue­va de la salvación. Así lo expre­sa el Papa en ‘Evangelii Gaudium’ cuando afirma: “necesitamos ejer­citarnos en el arte de escuchar, que es más que oír. La escucha nos ayuda a encontrar el gesto y la pa­labra oportuna que nos desintala de la tranquila condi­ción de espectadores. Sólo a partir de esta escucha respetuosa y compasiva se pueden encontrar los cami­nos de un genuino crecimiento, desper­tar el deseo del ideal cristiano, las ansias de responder ple­namente al amor de Dios y el anhelo de desarrollar lo mejor que Dios ha sembrado en la pro­pia vida” (EG 171). Para cumplir con el deseo del Papa de escucharnos desde las parro­quias y las Iglesias Particulares, se ha involucrado a todo el pueblo de Dios a participar, comenzando con la apertura solemne del Sí­nodo, que en Roma fue el pasado 9 y 10 de octubre del 2021 y en nuestra Diócesis se inauguró el domingo 17 de octubre desde cada una de las parroquias, para seguir en el desarrollo del mismo con participación en cada comunidad parroquial, con el propósito de re­flexionar juntos sobre el camino recorrido y las metas que tenemos como comunidad de creyentes. Así lo expresa el documento prepara­torio del sínodo: “Precisamente el camino de la si­nodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer mi­lenio. Este itinerario, que se sitúa en la línea del «aggiornamento» de la Iglesia propuesto por el Con­cilio Vaticano II, es un don y una tarea: caminando juntos, y juntos reflexionando sobre el camino re­corrido, la Iglesia podrá aprender, a partir de lo que irá experimen­tando, cuáles son los procesos que pueden ayudarla a vivir la comu­nión, a realizar la participación y a abrirse a la misión. Nuestro “caminar juntos”, en efecto, es lo que mejor realiza y manifiesta la naturaleza de la Iglesia como Pue­blo de Dios pere­grino y misionero” (Documento prepa­ratorio, 1). Por el bautismo so­mos discípulos mi­sioneros de Nuestro Señor Jesucristo y cumplimos con esta misión en la Iglesia, que en este momen­to histórico nos convoca a hacer discernimiento juntos a la luz de la Palabra de Dios, valorando lo que se ha vivido hasta el momento y abiertos al futuro desde lo que te­nemos, para buscar la voluntad de Dios y participar conscientemente en el desarrollo de la misión del Iglesia. En este sentido, el documento pre­paratorio del sínodo nos dice: “Ilu­minado por la Palabra y fundado en la Tradición, el camino sinodal está enraizado en la vida concreta del Pueblo de Dios… Por otra par­te, no se puede evitar la referencia a las experiencias de sinodalidad ya vividas, a diversos niveles y con diferentes grados de intensi­dad: los puntos de fuerza y los éxi­tos de tales experiencias, así como también sus límites y dificultades, ofrecen elementos valiosos para el discernimiento sobre la dirección en la que continúan avanzando” (Documento preparatorio, 25). Caminar juntos en la Iglesia ayuda a fortalecer la comunión, que nos permite afrontar las dificultades y tormentas de la vida, con espíritu eclesial y entre todos buscar solu­ciones que nos permitan avanzar en el camino de la fe, la esperanza y la caridad, en un estilo de vida comunitario, que también se aplica al caminar de cada familia, en me­dio de las luchas y las dificultades, aciertos y desaciertos; siempre en búsqueda constante de la volun­tad de Dios, dóciles a la acción del Espíritu Santo en nuestra vida personal, familiar y en la vida de la Iglesia, teniendo en cuenta que “todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Je­sús” (EG 120). Con la conciencia de ser discí­pulos misioneros de Nuestro Se­ñor Jesucristo, en la Iglesia y en nuestra Diócesis de Cúcuta, re­novamos la decisión de ser evan­gelizadores, caminando juntos, intensificando nuestra respues­ta de fe y anunciando a todos a Jesucristo nuestra salvación. Amparados por la intercesión de la Santísima Virgen María Estrella de la Evangelización y del glorio­so Patriarca san José, que custodia nuestra vida, vocación y misión, pidamos al Señor la gracia de vivir como Iglesia en camino sinodal, para ofrecer a los demás el testi­monio explícito del amor salvífico del Señor. En unión de oraciones, reciban mi bendición. + José Libardo Garcés Monsalve Obispo electo de la Diócesis de Cúcuta

Mié 27 Oct 2021

Caminando hacia el Encuentro Mundial de las familias

Por: Mons. Marco Antonio Merchán Ladino - En el contexto de la fiesta de San Juan Pablo II, aquel santo abanderado de la pastoral familiar, y precisamente en el día del agente de pastoral familiar, Como presidente de la comisión episcopal de familia, presento mi saludo muy especial y fraterno, unido a mi felicitación por ser ustedes los designados por Dios para que sean los agentes de pastoral familiar en este momento histórico que vivimos. Mi saludo a cada uno de los Señores Obispos, a los sacerdotes miembros de la comisión nacional, a cada una de las familias y de los laicos comprometidos en esta preciosa tarea que nos empeña a trabajar por resaltar la belleza del matrimonio y de la familia y por defender a nuestras familias de los tantos ataques de las que son objeto en la actualidad. Que el Señor bendiga, sus vidas, los esfuerzos y sacrificios que el cumplimiento fiel de esta misión, conlleva, pero estamos convencidos que valen la pena, en realidad todo aquello que se haga en bien de la familia, del matrimonio y de la defensa de la vida siempre valdrá la pena, no importan los sacrificios que se tengan que afrontar. Estamos ya en el contexto de preparación del encuentro mundial de familias que como bien sabemos, por querer del Santo Padre, tendrá lugar al mismo tiempo en Roma, como sede principal, y en cada diócesis, del 22 al 26 de junio de 2022 bajo el lema: “El amor familiar: vocación y camino de santidad”. Como ha subrayado el Santo Padre, se desarrollará de forma inédita y multicéntrica, con iniciativas locales en las diócesis de todo el mundo, similares a las que tendrán lugar simultáneamente en Roma, con lo que se favorece la implicación de las comunidades diocesanas de toda la Iglesia universal. Con esto, cada diócesis podrá, o mejor tendrá que ser el centro de un encuentro local para sus propias familias y comunidades, con el fin de que todos se sientan protagonistas. En Roma, durante estos tres días, se celebrará: el Festival de las Familias y el Congreso Teológico-Pastoral, en el Aula Pablo VI; y una solemne Eucaristía presidida por el Santo Padre y que tendrá lugar en la Plaza de San Pedro. En particular, se espera que participen algunos delegados de las conferencias episcopales y de los movimientos internacionales comprometidos con la pastoral familiar. Pero el querer del Santo Padre es que, al mismo tiempo, en cada una de las diócesis, los obispos puedan actuar a nivel local, organizando iniciativas similares, partiendo del tema del Encuentro y utilizando los símbolos que la Iglesia ha ya predispuesto como son (el logotipo, la oración, el himno y la imagen). El Papa Francisco nos ha recordado que, en los Encuentros anteriores, la mayoría de las familias se quedaban en casa y se percibía el Encuentro como una realidad lejana, a lo sumo seguida por televisión, y normalmente desconocida para la mayoría de las familias”. “Esta vez en cambio, seguirá una modalidad inédita: será una oportunidad para realizar un evento mundial capaz de involucrar a todas las familias que quieran sentirse parte de la comunidad eclesial”. Esto porque en realidad las familias son y están llamadas a ser parte esencial, célula básica, columna y fundamento de la Iglesia El Santo Padre nos pide y nos anima a todos como miembros de la Iglesia ser “dinámicos, activos y creativos para organizarse con las familias, en sintonía con lo que se celebrará en Roma”. “Es una oportunidad maravillosa para dedicarnos con entusiasmo a la pastoral familiar: ¿quiénes?: los esposos, las familias y nosotros los pastores, Obispos y sacerdotes, siempre en clave de sinodalidad que es el contexto en el cual debemos movernos. El Cardenal Farrell Prefecto del Dicasterio Vaticano para los Laicos, la Familia y la Vida nos hace ver que “No debemos ver esta modalidad inédita y multicéntrica como un límite. Al contrario, será una preciosa oportunidad, para hacer que las familias de cada diócesis se vinculen, se encuentren y participen”. Además, “las familias no pueden ser vistas como si fueran un terreno de irrigar que solo reciben pasivamente discursos, enseñanzas e iniciativas pastorales desde ‘el alto’, sino que son la semilla que puede (y agrego, que debe) fecundar el mundo, son ellos los evangelizadores, pues más que los discursos abstractos, ellos son los verdaderamente llamados a testimoniar al mundo la belleza del mundo familiar”. Esto como vemos, coincide con la propuesta del caminar juntos, camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio, camino que es propio de su naturaleza y de su misión: Obispos, sacerdotes, religiosos, laicos, familias, profesionales, etc. caminar juntos, que es el camino propio de la sinodalidad que estamos redescubriendo en toda su profundidad e iniciando en cada diócesis desde el pasado domingo. Debemos ver entonces esta propuesta y aprovecharla como “una oportunidad preciosa y única para reiniciar la pastoral familiar con renovado impulso misionero y creatividad, a partir de las indicaciones que nos da el Santo Padre en la exhortación Amoris Laetitia, es decir, con la implicación de los esposos, las familias y los pastores juntos”, como comentaba el también cardenal vicario para la diócesis de Roma, Angelo De Donatis. Logotipo Considero que el logotipo del evento, promovido por el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida y organizado por la Diócesis de Roma, nos presenta todo un programa de pastoral para las familias y para nuestras realidades de la pastoral diocesana. Permítanme resaltar los elementos de este logotipo, ya por todos ustedes muy bien conocido: La forma elíptica, que recuerda el columnario de Bernini de la Plaza de San Pedro, hace referencia a su significado original, que es el abrazo acogedor e inclusivo de la Madre Iglesia de Roma y su Obispo dirigido a todos los hombres y mujeres de todos los tiempos. Las figuras humanas que se encuentran bajo la cúpula, representan al marido, la mujer, los hijos, los abuelos, los nietos, los enfermos. Se trata de evocar la imagen de la Iglesia como “familia de familias” propuesta por Amoris Laetitia (AL 87) en la que “el amor vivido en las familias es una fuerza constante para la vida de la Iglesia” (AL 88). La cruz de Cristo que se alza hacia el cielo y los muros que protegen, son sostenidos por las familias, pues son ellas auténticas piedras vivas de la construcción eclesial. En el lado izquierdo, en la delgada línea de la columnata, se observa la presencia de una familia en la misma posición que las estatuas de los santos colocadas en las columnas de la plaza. Éstos nos recuerdan que la vocación a la santidad es una meta posible para todos en la vida ordinaria. La familia de la izquierda, que aparece detrás de la línea de la columnata, indica también a todas las familias no católicas, alejadas de la fe y ajenas a la Iglesia, que miran desde fuera el acontecimiento eclesial que está teniendo lugar. La comunidad eclesial siempre las ha mirado atentamente, subraya la explicación oficial. El dinamismo de las figuras que se mueven hacia la derecha. Se mueven hacia el exterior. Son familias en salida, testigos de una Iglesia no autorreferencial. Van en busca de otras familias para intentar acercarse a ellas y compartir con ellas la experiencia de la misericordia de Dios. Resumiendo: Hay una propuesta clara para la Iglesia, imagen del Padre misericordioso, y para cada uno de nosotros, llamados a abrazar, a acoger, a incluir a todos, pues todos somos llamados a la salvación, ninguno puede ser excluido o considerado como irrecuperable. La Iglesia está llamada a ser una familia, conformada por todas las familias, y cada una de las familias a su vez, está llamada a dar con su amor, fuerza y vigor a la gran familia que es la Iglesia, y a recibir de a Iglesia todo lo necesario para su salvación; es una retroalimentación recíproca. Las familias están llamadas también a ser piedras vivas, y a sostener a la Iglesia en este momento difícil que atravesamos; el Señor hace a cada familia, la misma llamada que hizo a San Francisco de Asís: Ven a reconstruir, a revigorizar, ven a sostener la Iglesia. La vocación al amor familiar, es definitivamente una llamada a buscar la santidad, meta última de todo nuestro peregrinar. El fin del matrimonio es la santidad de los dos cónyuges, junto a sus hijos, esto no lo podemos olvidar nunca, sucede a menudo que hasta en los cursos prematrimoniales se nos olvida hablar de la santidad como la meta última del proyecto de vida matrimonial. Los no católicos, los alejados de la fe, los ajenos a la Iglesia, también son llamados a la salvación, de manera que la pastoral familiar debe abrir los espacios de participación de acuerdo a la situación que estén viviendo y de acuerdo a las posibilidades, que siempre serán muchas en la Iglesia. Finalmente, la misión que nos urge a todos y que nace de la experiencia de comunión y de participación propia de la sinodalidad. Esta propuesta contrasta con la realidad que nos hacía ver Mons. Mauricio Vélez en el pasado encuentro con la comisión nacional: La creciente violencia intrafamiliar La crisis económica, La falta de solidaridad y de comunión familiar Los procesos de descristianización y la baja nupcialidad. De manera que el horizonte para nuestra misión es demasiado grande, y que trabajo por hacer tenemos y bastante… ORACION POR EL X ENCUENTRO MUNDIAL DE FAMILIAS El amor familiar: vocación y camino de santidad Padre Santo, estamos aquí ante Ti para alabarte y agradecerte el gran don de la familia. Te pedimos por las familias consagradas en el sacramento del matrimonio, para que redescubran cada día la gracia recibida y, como pequeñas Iglesias domésticas, sepan dar testimonio de tu Presencia y del amor con el que Cristo ama a la Iglesia. Te pedimos por las familias que pasan por dificultades y sufrimientos, por enfermedad, o aprietos que sólo Tú conoces: Sostenlas y hazlas conscientes del camino de santificación al que las llamas, para que puedan experimentar Tu infinita misericordia y encontrar nuevas formas de crecer en el amor. Te pedimos por los niños y los jóvenes, para que puedan encontrarte y responder con alegría a la vocación que has pensado para ellos; por los padres y los abuelos, para que sean conscientes de que son signo de la paternidad y maternidad de Dios en el cuidado de los niños que, en la carne y en el espíritu, Tú les encomiendas; y por la experiencia de fraternidad que la familia puede dar al mundo. Señor, haz que cada familia pueda vivir su propia vocación a la santidad en la Iglesia como una llamada a ser protagonista de la evangelización, al servicio de la vida y de la paz, en comunión con los sacerdotes y todo estado de vida. Bendice el Encuentro Mundial de las Familias. Amén + Marco Antonio Merchán Ladino Obispo de Vélez - Santander

Vie 22 Oct 2021

La “Buena noticia” del matrimonio

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - Cuando unos fariseos, confundidos por normas e interpretaciones de su tiempo, se acercaron a Jesús para preguntarle acerca de la licitud del divorcio, él simplemente los envía al “principio”, es decir, al acto creador de Dios. Les muestra la persona humana y el matrimonio como han salido de las manos de Dios. Al “principio”, Dios considera que el varón no debe estar solo y crea la mujer tan íntimamente vinculada a él, que cuando Adán la ve se llena de admiración y de alegría, porque ha encontrado su misma “carne”. Nuestra época necesita escuchar estos textos sagrados y reencontrar la profunda revelación que entrañan de la naturaleza del ser humano, de la vida conyugal y de su unidad indisoluble. Hoy, cuando se habla tanto de fracasos matrimoniales, cuando abundan las separaciones y divorcios, cuando se denomina matrimonio cualquier tipo de relación, cuando se ponderan las dificultades y no se quieren asumir las condiciones de la vida familiar, es necesario volver, como pide Jesús, a lo que Dios hizo al principio. Urge hablar más de la belleza de la unión fiel de los esposos; de la alegría de una familia estable; del proyecto divino sobre el amor, que trasciende los instintos y las pasiones. La indisolubilidad matrimonial no es una ley opresora de la que nos debemos deshacer o una obligación que viene de afuera a limitar la libertad, sino una realidad interior y bienhechora del amor, que traza el camino de la felicidad humana y revela que la relación conyugal y familiar es fuente de creación y de gozo. La indisolubilidad matrimonial expresa el anhelo profundo del amor, ya que todo amor verdadero exige compromiso, aspira a realizarse en la unidad, sabe que siempre puede resucitar, quiere ser eterno. El amor, como viene desde su origen, consiste en la posibilidad que tiene la persona de desarrollarse y renovarse indefinidamente. El cambio de cónyuge, por lo general, no es renovación, sino repetición. Es volverse a encontrar con el egoísmo, la superficialidad y la infidelidad, que lleva dentro el que no tiene madurez humana. El amor es la creación permanente de una persona, de una pareja, de una familia; por eso, la alegría inunda una persona cuando está enamorada. Es preciso conocer el movimiento del amor, que se vale de situaciones de prueba para llevar a las personas cada vez más lejos. De hecho, cuando una persona comienza a ser amada se descubre, se transforma, florece. Una separación a la ligera es arruinar el proceso que lleva a casarse, es decir, a inventarse cada día; una persona es inagotable, siempre tiene más futuro que pasado. El gran error es buscar afuera lo que se debe construir adentro. Cuando dos se aman y aprenden cada día el amor, se van creando, se van llamando permanentemente a la vida. Hay que evitar que los condicionamientos sociales y jurídicos hagan ver el matrimonio como algo estático e inamovible; en realidad, cuando hay auténtico amor, el matrimonio cada día es nuevo. Al amor no lo matan las dificultades sino la rutina, el egoísmo y la inmadurez. La indisolubilidad no es una ley, sino un programa de vida y realización. La prueba de ello está en que uno de los dolores más grandes de una persona es verse traicionada, cuando la infidelidad rompe la indisolubilidad que pide todo verdadero amor, cuando no se da más el movimiento de creación en el que cada uno transforma al otro, llama al otro a vivir. Es necesario que entendamos que lo que Dios ha hecho es bueno y no podemos dejar que lo perviertan el egoísmo, la lujuria y la soberbia. El plan de Dios es mejor que el proyecto hedonista y vacío del mundo. En este mes misionero, cuando nos proponemos hacer un particular énfasis en la pastoral familiar, trabajemos más por tener matrimonios felices y familias unidas; aprovechemos todos los medios para animar a los esposos que llevan años caminando fielmente en el amor; acompañemos a las parejas que tienen dificultades para que se renueven desde adentro con nuevas metas; mostremos a los novios que el matrimonio no es una veleidad de un día, sino una vocación que nos trasciende porque viene desde Dios. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín