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Opinión

Jue 2 Mayo 2019

La sociedad arrinconada

Por: Mons. Cesar Alcides Balbín Tamayo - Sí, la sociedad en la que vivimos la podemos definir como una sociedad arrinconada. Podemos hablar de muchas clases de sociedad: la sociedad antigua o primitiva, la sociedad del medioevo, la sociedad moderna, la agraria, la urbana, la industrial, la sociedad de consumo, hasta «la sociedad de los poetas muertos», y la sociedad del miedo, en el sentido en el que lo dice el sociólogo alemán Heinz Bude, cuando afirma que esta sociedad está fuertemente marcada por la incertidumbre, la amargura, la rabia y la impotencia. Esto se experimenta en muchos de los aspectos de la vida. Todo esto lleva a vivir en la sensación de una constante derrota, en la imposibilidad o al menos en la gran dificultad para avanzar; a la soledad en medio de la turba, a unas ganas irrefrenables de no hacer nada, a sentir que no vale la pena, que esto no tiene sentido y que la fuerza de unos pocos arrodilla a muchos: a las personas, a las instituciones, al comercio, a la industria. Sí, así se siente cuando asistimos a lo que estamos asistiendo en nuestro medio: estamos arrodillados por un puñado de forajidos, sin Dios y sin ley. Pequeños grupos de delincuentes que a todos amenazan, que no le es suficiente que hayan invadido nuestras calles, nuestras escuelas y colegios de droga, llevando a niños y niñas, desde la más tierna edad, a perder lo más preciado como es su inocencia y su tranquilidad, y a depender de la malvada droga. Todos acorralados: las autoridades, el Estado, que parece que funciona solo en la gran capital, y desde donde se hacen las leyes y se distribuyen las tareas, más no el presupuesto, gobiernos de escritorio que poco aparecen por nuestras veredas. Acorralados en los campos o en los pueblos, donde mandan los que tienen un arma. Todos confinados a las dos o tres calles del pueblo, y avanzando a pasos agigantados a sus casas, antes de que caiga la noche, a encerrarse por miedo a las bandas que han ocupado los espacios, incluso aquellos de las autoridades. Llaman, juzgan, dictan sentencia, aplican la justicia, hacen las veces de jueces y con la facilidad de quien se toma un vaso de agua, aplican «la ley», la de ellos, y así disponen de los bienes e incluso de la vida de los demás. Es una sociedad acorralada donde el respeto a la autoridad, (si es que la hay), ha desaparecido. Nuestros pueblos, nuestras calles y nuestras veredas están secuestrados nuestras familias, nuestros jóvenes y nuestros niños: todos secuestrados, todos acorralados, todos confinados, todos arrinconados. Ya los delincuentes no caben en las cárceles, tampoco en las calles. Vamos siempre a la defensiva, no sabemos con quien nos vamos a encontrar, cunde la desconfianza, y vamos en veloz carrera. Tememos a las motos, tememos a los carros, tememos a los que van por las calles drogados, “greñudos y sucios”, tememos a los que avanzan de manera sospechosa. Tememos salir por las carreteras veredales, por las calles solitarias y por las calles congestionadas. Tememos ir solos, tememos ir en el tumulto: ¡que contradicción! Es esta la experiencia que se vive en este sur del Valle de Aburrá y en este Suroeste Cercano. La vida en nuestros pueblos se ha venido convirtiendo en una verdadera pesadilla. Escuchar a los sacerdotes y a los laicos de la Diócesis, nos ha llevado a concluir que no hay rincón que se salve. Los pueblos grandes, los pequeños, los corregimientos, las veredas, todos viven la amarga experiencia de sentirse impotentes ante tanta inseguridad. Todos ubican con facilidad el origen de tanto mal. Ubican también los lugares, las bandas, los grupos, las personas. Saben de dónde procede la droga, quién la distribuye, de quién es este perverso mercado. Y es cuando nos hacemos la pregunta: ¿será que las autoridades no lo saben o no lo quieren saber? ¿O sí lo saben, pero…? Hay que escuchar los lamentos y la impotencia de los alcaldes, ante los oídos sordos del gobierno departamental, por ejemplo, cuando ponen en su conocimiento toda esta tragedia. ¿Hasta cuándo? La sociedad arrinconada es la sociedad del egoísmo: sálvese quien pueda. Es y seguirá siendo la sociedad del miedo, del silencio, muchas veces cómplice, y otras veces complaciente, máxime si seguimos en este silencio. ¿Tendremos que concluir, entonces, que en el Suroeste estamos perdiendo el norte? + Cesar Alcides Balbín Tamayo Obispo de Caldas

Mar 30 Abr 2019

Preparemos el sínodo estudiando Laudato Si

Por: Mons. Juan Carlos Cárdenas Toro -Del 6 al 27 de octubre próximos, por primera vez la Iglesia tendrá un sínodo que se ocupará específicamente del medio ambiente. El tema será: «Amazonía: nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral». La cercanía de este acontecimiento eclesial nos estimula para estudiar detenidamente la primera encíclica que Pontífice alguno haya dedicado al cuidado de la casa común. Así, estaremos conectados con la reflexión que se vivirá en octubre y entenderemos la urgencia de apropiarnos como cristianos de un tema que es tan urgente. De este modo, les propongo ir abordando en los seis meses que restan para el sínodo, cada uno de los capítulos de la Encíclica Laudato Sì (Alabado seas). En el espíritu de san Francisco de Asís El Papa Francisco comienza este documento, inspirándose en el fundador de la Orden de los Frailes Menores, en cuyo más famoso cántico llamaba hermano, hermana, a cada ser de la creación. Nos dice el Papa que el Pobrecito de Asís nos debe hacer caer en la cuenta de que «nuestra casa común es… como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos» (LS, 1). El Santo Padre, que no por casualidad tomo el nombre de este Santo para su pontificado, nos invita también a inspirarnos en San Francisco, en su relación entrañable con todo lo creado, de manera que a través de las criaturas se conectaba con Dios. Para San Francisco todo estaba conectado, de modo que profesaba «una atención particular hacia la creación de Dios y hacia los más pobres y abandonados», mostrando con ello, «hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior» (LS, 10). Pero además, el testimonio de este santo invita a ir más allá de lo simplemente biológico o matemático y abordar la relación con la casa común desde la fe y la espiritualidad; podemos decir que ellas le hablaban del Señor y con ellas, él proclamaba un cántico universal al Creador (Cf. LS 12). Y sumándose a la consigna del Concilio Vaticano II, según la cual a la Iglesia “nada le es ajeno” (Cf. GS), el Papa Francisco se suma a sus antecesores (Los santos Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II y el Papa emérito Benedicto XVI), quienes también abordaron la problemática ambiental, para hacer un llamado urgente a todos los seres humanos, para dialogar «sobre el modo como estamos construyendo el futuro del planeta»; además nos asegura que «todos podemos colaborar como instrumentos de Dios para el cuidado de la creación, cada uno desde su cultura, su experiencia, sus iniciativas y sus capacidades» (Cf. LS, 13-15). En la Arquidiócesis de Cali hemos iniciado el nuevo plan de pastoral, que contiene el cuidado de la casa común como una dimensión fundamental de nuestra acción evangelizadora. Estudiar la encíclica y estar atentos a las conclusiones del próximo sínodo, nos ayudará a iluminar los grandes problemas que en la materia se vive en nuestro territorio arquidiocesano (agua, contaminación, cultura del descarte, etc.). En la próxima edición iremos abordando, uno a uno, los capítulos de la encíclica, con el afán de motivar su lectura atenta que nos debe interpelar y mover al compromiso personal y comunitario. Si ayudamos a poner en oreen la casa común, todos estaremos también mejor. + Juan Carlos Cárdenas Toro Obispo Auxiliar de Cali

Lun 22 Abr 2019

Una Iglesia sin dolientes

Por: Mons. Froilán Tiberio Casas Ortiz -Una de las diferencias prácticas entre un cristiano católico y uno protestante está en que aquél vive criticando a su sacerdote y éste nunca habla mal de su pastor. ¡Ah! La carne de cura, ¡qué cosa tan buena!, ¿verdad? No cabe duda que los creyentes cristianos esperan que sus ministros sean personas dignas de toda prueba. Eso está bien. Pero, por favor, los presbíteros son personas de carne y hueso igual que ustedes, tenemos la misma materia prima, -claro que esto no justifica los pecados cometidos-. Los escándalos de desórdenes sexuales de algunos clérigos han llevado a poner en la picota a todos los ministros ordenados, ¡qué horror! Pareciera que se ha etiquetado a todo eclesiástico por el terrible crimen, siempre censurable, de la pedofilia. Es claro que los niños merecen el más profundo respeto, que se deben tratar con guante blanco. También es claro que el religioso que haya caído en este terrible flagelo debe ir a la cárcel sin dilación. Igualmente, debe tenerse en cuenta que se espera de los eclesiásticos una conducta sexual y moral en general, intachable. Pero de ahí a calificar a todo sacerdote de pedófilo hay un abismo enorme. A los sacerdotes les pasa lo de los aviones: en este momento circulan por el firmamento centenares de aeronaves y gracias a Dios, en el momento no hay accidentes aéreos. Por fortuna, todo marcha normal. ¡Ah! El día en que haya un accidente aéreo es noticia de primera página. Algo similar pasa con los sacerdotes: viven en el silencio de su ministerio visitando enfermos y ancianos en el lecho del dolor, visitando barrios y veredas, llegando muchas veces a donde el Estado nunca hace presencia, asumiendo peligros de ríos, de climas inhóspitos; encuentro a sacerdotes organizando “tamaladas” para levantar fondos para la construcción, ora de un templo, ora de un salón parroquial para la catequesis, de una casa parroquial (que nunca van a “disfrutar” porque los trasladan). Encuentro a sacerdotes abnegados recorriendo valles, montañas y caminos sinuosos en búsqueda de la oveja perdida; encuentro a sacerdotes organizando a los niños en infancia misionera; sacerdotes liderando procesos de paz y de reinserción sin ningún protagonismo y publicidad; encuentro a sacerdotes acompañando a las parejas matrimoniales y a los jóvenes y … esto no es noticia. Pero, … caiga uno y verá lo que pasa: llegan rayos y centellas, sobre todo de quienes menos autoridad moral tienen. Si un laico o seglar cae en el horrible delito de la pederastia se le califica de abusador sexual, si es un sacerdote entonces, es pedófilo. Invito al lector a tener en cuenta estas estadísticas. ¿En dónde ocurre el abuso de los niños? Leía en un medio informativo que, el 63% de los casos de pedofilia ocurren en el ambiente familiar: padrastros, padres, hermanos, tíos, primos, etc. El 13% en el ambiente de barrio y pandillas juveniles. El 17% en el ambiente escolar; el 07% en el ambiente laboral y social. ¿En qué porcentaje está el número de eclesiásticos? En el 02%. Claro si cae en los medios un caso de pedofilia, ¡ah!, la mejor “chiva”. Por otra parte, la única institución en el mundo que combate abiertamente la pedofilia y ha elaborado diferentes instrumentos jurídicos y canónicos para condenar la pedofilia, es la Iglesia Católica. Los papas Juan Pablo II, Benedicto XVI y actualmente el papa Francisco han expedido distintos documentos en donde además de condenar la pederastia, la combaten agresivamente: los abusos sexuales han sido, en los últimos tiempos, combatidos de forma contundente. Para enunciar algunos: Sacramentorum sanctitatis tutela, en donde se reserva a la Congregación de la Doctrina de la Fe los casos de abusos a menores por parte de los clérigos, año 2001; Delicta graviora, año 2010 en donde se exhorta a tener cero tolerancia frente a estos execrables abusos. El papa Francisco convocó a los Señores presidentes de las conferencias episcopales en febrero de 2019 para analizar el problema y establecer aún más, directrices claras en favor de la tutela de los niños y la reparación a las víctimas. Tenemos un Código de Menores que ha sido adoptado, con algunos ajustes en cada diócesis para combatir el terrible flagelo que avergüenza a la Iglesia. Ahora todo sacerdote, religioso, personal colaborador cercano a la pastoral parroquial, debe firmarlo. Cada obispo ha dictado medidas aún más concretas y tajantes sobre el respeto a los niños y la exigencia de cuidar con suma delicadeza y trasparencia el apostolado con los niños. ¿Qué entidad del sector público o privado está implementando herramientas similares para combatir los abusos sexuales contra los niños? A la Iglesia es a la única que se le condena patrimonialmente por los delitos de abuso sexual contraído individualmente por alguno de sus miembros. ¿Qué tal que se demandara al Estado por la pedofilia de algunos de sus funcionarios? Háblese de ministerio de Educación Nacional (los ambientes escolares), gobernaciones, alcaldías, Fuerzas Armadas, hospitales, albergues infantiles manejados por el ICBF, etc. Sencillamente no alcanzarían los recursos del Estado para indemnizar a tantas víctimas. + Froilán Tiberio Casas Ortiz Obispo de Neiva

Jue 18 Abr 2019

Confesar la verdad nos hará libres

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - Semana Santa es nuestra oportunidad de cruzar la mirada con Jesús, de vivir su PASO por nuestras vidas. La Iglesia en Cali convoca a los fieles y a quienes buscan un nuevo acercamiento a la persona del Señor Jesús, revelación de Dios en nuestra propia naturaleza y realidad humana, a abrirle la agenda, la casa y el corazón a los días santos. Las parroquias y centros de culto estarán también abiertos y dedicados a la liturgia, a las celebraciones y al sacramento de la reconciliación con Dios que el mismo Cristo nos confió. CONFESAR LA VERDAD se ha convertido en el gran desafío de nuestras vidas. Es el acto de encontrarse con Cristo y dejar que él rescate la conciencia de cada persona, difusa en las cosas y afanes de la vida. Tomar conciencia de lo que estoy siendo y haciendo, junto a Jesús, nos abre a la gracia del CAMBIO DE ACTITUD ante la vida, las relaciones con los demás y la percepción de los acontecimientos. Es la gracia de detenerse y agradecer, de escuchar una palabra iluminadora y reconocer mi parte en las cosas. Es la gracia de vivir la vida como proceso de conversión permanente. El sacramento de la CONFESIÓN nos permite este ejercicio de cinco puntos: *examen de conciencia, *contrición de corazón, *propósito de enmienda, *confesión de boca y *satisfacción de obra. Este ejercicio es también el que debemos aplicar a nuestra vida de parejas y esposos, de corrección fraterna en familias y comunidades de vida. Y, por supuesto, en la construcción de paz y reconciliación que las realidades nos reclaman a todos. CONFESAR LA VERDAD que nos hace libres en Jesús y abre la puerta al perdón, la corrección y la reparación es también la opción para una sociedad herida, en la que algunos hacen víctimas a muchos, en la que todos necesitamos oportunidad de vida y de cambio, de reconciliación y paz. Este es el GRAN DESAFÍO que Dios, en Jesús, nos hace ahora y aquí. Respondámosle con decisión. + DARÍO DE JESÚS MONSALVE MEJÍA Arzobispo de Cali

Mié 17 Abr 2019

Y el velo del templo se rasgó por medio (Lucas 23,45)

Por: Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - No dejan de ser impresionantes las imágenes del incendio que destruyó buena parte de la Catedral de Notre Dame en París. San Lucas describió el momento de la muerte de Jesús así: “El velo del templo se rasgó por medio… Y toda la gente que había acudido a aquel espectáculo, al ver lo que pasaba, se volvió dándose golpes de pecho. Todos sus conocidos y las mujeres que le habían seguido desde Galilea se mantenían a distancia, viendo estas cosas” (Luc. 23, 45. 48- 49). Seguramente estos fueron los mismos sentimientos de dolor del pueblo católico de París, y en general de los católicos del mundo, al ver en vivo y en directo el incendio de la Catedral de París. La sede catedralicia, sede del Pastor Metropolitano, se estaba destruyendo. Desde otra óptica cultural, patrimonial, histórica y artística, esta catástrofe generó también sentimientos de pesar. 856 años de historia amenazaban ruina. Pero hubo signos especiales para destacar. El empeño de los bomberos y voluntarios para evitar la destrucción total, la solidaridad del mundo entero con Francia, también de los líderes musulmanes y de otras confesiones religiosas y líderes políticos. De destacar la unidad de los católicos, que unidos en oración, de rodillas algunos, invocaban la misericordia de Dios, para que, de este fuego destructor, surgiera el fuego de la vida. Así lo interpretó el Arzobispo de París en su mensaje a los católicos de París, invitándolos a la Misa Crismal, que debió convocarla para la Iglesia de San Sulpicio, y en el que dice entender mejor a San Francisco de Asís, cuando escuchó el llamado del Señor para reconstruir la Iglesia, “toda entera”. Desde la fe otro signo que vale la pena destacar: ni la cruz dorada del altar mayor, ni la imagen de la Pietà (María que tiene en sus brazos a Jesús bajado de la cruz), fueron destruidos por el fuego. A sus pies quedaron las ruinas del incendio. María, la madre de Jesús, llora su muerte; María la esposa de la Iglesia llora también por nosotros que somos sus hijos, necesitados de una ayuda Divina para restablecernos, para reconstruirnos, para nacer de nuevo, incluso de las cenizas. “Ni las fuerzas del infierno prevalecerán contra ella” dijo Jesús a Pedro, en relación con la Iglesia. Es cierto. El fuego del pecado que nos quiere dominar, y que se expresó con vehemencia en este signo de París, amenaza la Iglesia, y no solo la Iglesia institución, sino también la Iglesia cuerpo místico de Cristo que somos todos, que requerimos no del fuego que destruye y quema, sino del fuego de la vida, la llama amorosa del Espíritu santo, que nos hace criaturas nuevas. Los signos de los tiempos son claves para descubrir el paso del Señor por nuestra historia. Muchas serán las lecturas de este “espectáculo”. Prefiero invitarlos para leerlo desde la fe y la invitación del Señor a renovar, por un lado, la fe, y por otro la confianza en el Señor y en su Santísima Madre, que lloran ante las cenizas que produce el pecado, pero pueden hacer de la ellas algo nuevo. Nacerá una Iglesia nueva. Todo es posible para aquel que tiene fe. +Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo Auxiliar de Cali

Sáb 13 Abr 2019

Hagan esto en memoria mía

Por: Mons. Omar Mejía Giraldo - La memoria la podemos entender como el conjunto de imágenes de hechos y situaciones que quedan en la mente de una persona o de una comunidad. Hacer memoria es revivir la vida. Nada más agradable que sentarse con un anciano y escucharle contar historias. Jesús le dice a los discípulos: “Hagan esto en memoria mía”. A la luz de la palabra memoria vamos a interpretar el sentido de la Semana Santa. Se trata de una semana densa en significado y simbología espiritual, a la luz de la vida de Jesús el Salvador y Señor. En la Semana Santa celebramos en esencia lo que es nuestra vida cristiana a la luz del Evangelio. En la Semana Santa celebramos el misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús el Salvador y Señor. El ser humano es un misterio, la muerte es un misterio, la vocación es un misterio; en fin, la vida en sí misma es un misterio. Podemos entender la palabra misterio desde la cultura popular y entonces decimos que es todo aquello desconocido y que está fuera del alcance de nuestra capacidad humana. Desde la Sagrada Escritura y desde la teología, la palabra misterio es: “La acción de Dios a través de acontecimientos y palabras”. Entendamos entonces la vida de Jesús el Salvador y Señor como el misterio por excelencia, Él, a través de su encarnación, vida, pasión, muerte y resurrección nos ha traído la Redención. Por medio de su Vida, Pasión Muerte y Resurrección, Jesús el Salvador y Señor, nos ha ganado para la eternidad. “Él ha venido a curar a quiénes tienen destrozado el corazón” (Cf Lc 4,18). Jesús el Salvador y Señor, “ha venido a traer vida y vida en abundancia” (Cf Jn 10,10). Él ha venido a ser nuestro amigo, “ya no los llamo siervos, sino amigos, porque les he dado a conocer todo lo que aprendí de mi Padre” (Jn 15,15). Él ha venido a salvarnos, las palabras que Jesús le dirige a Zaqueo son palabras para nosotros hoy, escuchemos: “Hoy ha llegado la Salvación a esta casa…, el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar a quienes andan perdidos” (Cf Lc 19,1-10). Jesús el Salvador y Señor ha venido a traernos la paz, escuchemos la Palabra: “Jesucristo es nuestra paz” (Ef 2,14). Durante la presente Semana Santa dispongámonos a escuchar la voz de Dios Padre que nos habla a través del Espíritu y como a su hijo nos “grita” desde el cielo: “Tú eres mi Hijo, el amado, en ti me complazco” (Cf Lc 3,21-22; Mt 3,17). Durante la Semana Santa y siempre, sintámonos hijos amados y predilectos de Dios Padre. Aprovechemos este tiempo litúrgico precioso de la Semana Santa para escuchar la Palabra de Dios, para hacer silencio y disponer nuestro ser a la obra redentora de Jesús el Salvador y Señor. Seamos sensibles al amor de Dios. No perdamos este tiempo oportuno, escuchemos a San Agustín que nos pone en alerta: “Temo a Dios que pasa y no volverá a pasar”. El pasar de Dios por la vida de cada persona y de cada comunidad es siempre un pasar novedoso, porque, Él nunca se repite, Él es el mismo ayer, hoy y siempre, pero cada instante para Dios es novedoso. Que no sea una Semana Santa más, no podemos sumarle años a la vida, sino vida a los años. Permitámosle a Dios que de verdad santifique nuestro tiempo, nuestra historia, nuestras relaciones, nuestra familia, trabajo, afectos, empresa, institución, ciudad, barrio, vereda… ¡Qué el Señor santifique a nuestros campesinos e indígenas! En fin, pidamos al Señor que durante esta semana y siempre, santifique y gobierne nuestra vida, que la haga cada vez más santa, para poder así dar de verdad gloria a Dios y poder servir mejor a los hermanos. En la Semana Santa del presente año vamos a meditar la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo en la narración de San Lucas. Allí, Jesús el Salvador y Señor, se nos manifiesta orante, misericordioso, cercano, afectuoso, compasivo, misionero, médico, maestro… Aprovechemos su enseñanza, contemplemos su vida y aprendamos de Él a ser mansos y humildes de corazón, porque su yugo es llevadero y su carga ligera (Cf Mt 11,30). La Semana Santa es tiempo para orar, para visitar nuestros templos y centros de culto. La Semana Santa es un tiempo oportuno para escuchar la voz de Dios Padre que nos habla en la liturgia, en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía. La Semana Santa es un tiempo para hacer silencio y dialogar con el Señor, a Él sólo se le escucha en el silencio. En Semana Santa incrementemos la “cultura del encuentro”; encontrémonos con Dios, con nosotros mismos, con nuestros hermanos, con la creación. Aprovechemos los espacios de la Semana Santa para restablecer lazos de hermandad y fraternidad entre nosotros. La Semana Santa es tiempo de unidad y paz. Aprovechemos este tiempo espiritual y lleno de gracia para fortalecer nuestra identidad de “cristianos – católicos”. Hagamos de la Semana Santa un tiempo para la misión, recordemos: “Iglesia diocesana, con rostro amazónico, en salida misionera”. Con respeto, responsabilidad y fuerza, (parresia), salgamos a las calles, barrios, veredas, sectores…, como “callejeros de la fe” y propongamos el Evangelio a nuestros hermanos. La Iglesia existe para evangelizar. Evangelizar es hacer que Dios llegue al corazón de cada hombre. Seamos mensajeros del amor de Dios. Caigamos en la nota del Evangelio y hagámonos conscientes que como bautizados somos por esencia misioneros y mensajeros de la Salvación que Jesús el Señor ha venido a traernos. Bautizados y enviados. “Hagan esto en memoria mía”. Celebremos Semana Santa hermanos, con fe y esperanza. Hagamos memoria de la redención traída por Cristo, anunciada por la Iglesia y disfrutada por cada uno de nosotros. ¡Concédenos Padre Santo, vivir una Semana Santa silenciosa, fraterna, en paz y con disposición interior a escuchar tu Palabra! ¡Qué sea una semana oportuna para sanar nuestras heridas! Por eso, aprovechemos también este tiempo para confesarnos, para recibir una asesoría y acompañamiento espiritual. ¡Abramos nuestro ser a Dios! + Omar Mejía Giraldo Obispo de Florencia

Mié 10 Abr 2019

¡Cristo vive y es joven!

Por: Mons. Ismael Rueda Sierra -Nada mejor que aludir en esta ocasión, a la Exhortación Post Sinodal que el Santo Padre Francisco acaba de entregar “a los jóvenes y a todo el Pueblo de Dios”, pues resulta muy propicia en este tiempo de preparación cuaresmal y celebración de la Pascua del Señor. Sí, Jesús está vivo, porque ha resucitado y ha devuelto la juventud a un mundo y a una humanidad subyugada por el pecado. Es la nueva creación, fruto de la victoria sobre la muerte y sobre una “cultura” que ha heredado tristezas y periferias existenciales. Profunda reflexión, saber que todo lo que Cristo vivo “toca”, se vuelve joven, se renueva, se llena de vida. Por esa razón el encuentro con Jesús que siempre está con nosotros porque nunca se va, es garantía para empezar siempre a pesar de los miedos, rencores y fracasos. El mismo Papa advierte que estas palabras no son únicamente para los jóvenes sino para todo el Pueblo de Dios, pastores y fieles, invitados a vivir la novedad y la juventud de Cristo. Y que el resultado de estas reflexiones son fruto del discernimiento sinodal consignadas en el Documento final, las más significativas, pero que representan un cúmulo de miles de voces escuchadas a creyentes y no creyentes, estos últimos, que incluso suscitaron en el Papa, nuevas preguntas. Capítulo a capítulo va desarrollando armónicamente una lección de vida partiendo de la presencia protagónica, a los ojos de Dios, en la Sagrada Escritura, de muchos jóvenes elegidos por él para realizar sus planes, teniendo en cuenta las características propias de su identidad; por ejemplo, José, el soñador, que siendo de los pequeños de la familia, en la flor de su juventud le confió una importante tarea en favor de sus hermanos, en Egipto. Del mismo modo, desfilan en esta elección de Dios, Gedeón, Samuel, el rey David, elegido siendo un muchacho y el mismo rey Salomón quien exclama ante el reto de suceder a su Padre “Soy un joven muchacho y no sé por dónde empezar y terminar” (Cfr.IRe 3,7), exclamación similar salida de los labios de Jeremías. Y qué decir de la joven Rut, generosa, comprometida y perseverante para vencer obstáculos y salir adelante. Un paradigma en el Nuevo Testamento, es el joven de la parábola del hijo pródigo, que puede reflejar los deseos de autonomía y libertad que mal interpretados pueden generar un desastre en el proyecto de vida. Pero el resultado que hace ver el Señor, es la capacidad de aquel joven para asumir el cambio, saber volver, saberse levantar. Contrasta con su hermano que no obstante también sus pocos años, tiene ya un corazón envejecido. Pero sin duda es Jesús quien a lo largo de toda su misión, aparece como el siempre joven y por eso sus palabras, sus signos y actitudes son una transparencia permanente del valor propio de ser joven. Jesús es por tanto inspiración para todo joven que busca madurar y cumplir una misión, compartiendo con la familia, con su pueblo, sin aislarse ni separarse, sino que a través de la cotidianidad de la vida, como lo hizo Jesús, reconociendo a su Padre, compartiendo con sus discípulos, compadecido de los débiles y los pobres, los enfermos y los pecadores. No desconoció el sufrimiento ni la incomprensión: “En Jesús todos los jóvenes pueden reconocerse”(Cf # 31). Mirando a Cristo la Iglesia también está llamada a rejuvenecerse, en un tiempo en el que, se notan en su rostro muchas arrugas y sonrojos por las infidelidades de sus hijos, rostro que las nuevas generaciones ayudarán a recrear. “En el corazón de la iglesia resplandece María”. Llamados por el Papa, como lo hiciera en Panamá, en la Jornada Mundial de la Juventud pasada, como el “ahora de Dios”, están llamados los jóvenes a transformar, unidos a todo el Pueblo de Dios, las diversas situaciones que ha generado un mundo en crisis, con un subproducto de crimen organizado, violencia en diferentes formas, esclavitud y explotación sexual, tráfico de drogas, migraciones etc. situaciones muchas veces, en las que son tanto protagonistas como víctimas. Y todo ello, en el vastísimo contexto de un mundo digital. Pero siempre hay una salida con esperanza, porque “Dios te ama”, “Cristo te salva” y, “¡Él vive!, con la fuerza del Espíritu Santo. Fraterno saludo Pascual y bendición. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga

Jue 4 Abr 2019

El fondo de los problemas sociales

Por: Mons. Luis José Rueda Aparicio - Diversos signos ponen de manifiesto que existe una degradación del ambiente humano y social, el primero de ellos es la subvaloración de la vida humana, el segundo la perdida de la verdad social, el tercero el crecimiento de una economía sin ética y finalmente pretender un desarrollo social sin espiritualidad. Estos cuatro signos son generadores de una realidad social compleja y en degradación. Levantamos la voz y hacemos un llamado a hombres y mujeres de toda raza y condición social, al análisis responsable y a la búsqueda de soluciones que sanen las causas profundas de la enfermedad social y no solamente a los síntomas. En las luchas por la vida, nada contra la vida humana: En distintas regiones del País, en zonas rurales y urbanas, constatamos con dolor que la vida humana se ha banalizado en extremo. Por tal razón es oportuno que, como seguidores de Jesucristo, promovamos y anunciemos con valentía, el Evangelio de la vida: “Trabajar en favor de la vida es contribuir a larenovación de la sociedadmediante la edificación del bien común. En efecto, no es posible construir el bien común sin reconocer y tutelar el derecho a la vida, sobre el que se fundamentan y desarrollan todos los demás derechos inalienables del ser humano. Ni puede tener bases sólidas una sociedad que —mientras afirma valores como la dignidad de la persona, la justicia y la paz— se contradice radicalmente aceptando o tolerando las formas más diversas de desprecio y violación de la vida humana sobre todo si es débil y marginada”. (Evangelium Vitae No. 101) Cuando la vida de la persona humana está en primer lugar, tanto en la conciencia de los ciudadanos como en las decisiones del Estado, se nos presentan diversos desafíos: Promover y defender la familia como célula vital de la sociedad; darle importancia al sistema de salud para todos; trabajar para que la educación propenda por la madurez integral de niños, adolescentes y jóvenes; educar en la valoración de la sexualidad humana con responsabilidad; luchar abiertamente contra la trata de personas; defender la vida frente a toda forma de atentados; prevenir de manera efectiva la drogadicción y las causas del suicidio; cuidar la casa común uniendo a todas las personas en la búsqueda del desarrollo sostenible e integral. El respeto a la vida de todas las personas, aún de quienes piensan distinto, es el criterio fundamental de cualquier lucha social: “Sólo el respeto de la vida puede fundamentar y garantizar los bienes más preciosos y necesarios de la sociedad, como la democracia y la paz” (Evangelium Vitae No. 101) La verdad es el fundamento del diálogo social: Los conflictos sociales generalmente presentan varios componentes políticos, económicos, ambientales, culturales, etc; de esta manera la solución de un conflicto requiere buscar la raíz originarte, discernir las posibles soluciones, y asumir los compromisos del futuro, para no caer una y otra vez en lo mismo. Lo anterior supone la búsqueda social de la verdad. “El desarrollo, el bienestar social, una solución adecuada de los graves problemas socioeconómicos que afligen a la humanidad, necesitan esta verdad. Y necesitan aún más que se estime y dé testimonio de esta verdad”. (Caritas in veritate No.5) Existe el grave peligro de confundir la verdad con los poderes, de tal manera que quien tiene más poder, supuestamente es poseedor de la mayor verdad. “Sin verdad, sin confianza y amor por lo verdadero, no hay conciencia y responsabilidad social, y la actuación social se deja a merced de intereses privados y de lógicas de poder, con efectos disgregadores sobre la sociedad, tanto más en una sociedad en vías de globalización, en momentos difíciles como los actuales”. (Caritas in veritate No.5) Además, las denominadas “verdades a medias” conducen a la soberbia de la ideología, porque no responden a los más profundos interrogantes del ser humano, y muchas veces pretenden ser impuestas como máximas verdades. Buscar la verdad social y vivirla nos hace libres, evita que caigamos en el despotismo, en la manipulación de los medios de comunicación, en la corrupción y en la polarización estéril. La polarización sociopolítica, tiene un alto componente de mentira social presentada como verdad. El único camino para superar la polarización es el esfuerzo permanente de todos por buscar y vivir la verdad social. Cuando los diálogos sociales o los debates públicos se fundamentan en la verdad, crece la confianza, se valora la parte de verdad que el otro tiene, se vive la cultura de la transparencia, se construye el bien común. Sólo la economía con ética conduce al desarrollo humano integral: Cuando la economía va a la par con la ética, se garantiza que la economía sea justa, solidaria y esté al servicio del ser humano, lo libere y no lo esclavice de ninguna manera. Desafortunadamente la economía infectada por el narcotráfico produce una falsa economía, es una narco – economía, con posibilidad de acumulación rápida. Las mafias mueven el dinero en las regiones, compran servicios de grupos armados ilegales para imponerse a la fuerza en los territorios, se aprovechan de las personas y las explotan, generan una economía falsa y sin ética, que tiende a la satisfacción de necesidades inmediatas, pero que no conduce al progreso integral, ni a responder a las necesidades básicas de las personas y las comunidades. Además, la narco – economía, destruye la casa común, desprecia la agricultura limpia, destruye la solidaridad de los pobres, infla los precios en el comercio, y crea una cultura de lo superfluo con una buena dosis de vanidad. El narcotráfico es una de las causas estructurales de la pobreza y subyace en el fondo de muchos conflictos sociales. El desarrollo integral requiere espiritualidad: El desarrollo integral requiere la dimensión espiritual como fundamento, sólo así, se garantiza que dicho desarrollo permita el crecimiento de la persona humana en su totalidad. La espiritualidad de comunión, que es la espiritualidad de la Iglesia, es ante todo la conciencia de las relaciones permanentes de la persona: consigo misma, con las demás personas, con Dios y con la creación. “El desarrollo necesita cristianos con los brazos levantados hacia Diosen oración, cristianos conscientes de que el amor lleno de verdad, del que procede el auténtico desarrollo, no es el resultado de nuestro esfuerzo sino un don. Por ello, también en los momentos más difíciles y complejos, además de actuar con sensatez, hemos de volvernos ante todo a su amor. El desarrollo conlleva atención a la vida espiritual, tener en cuenta seriamente la experiencia de fe en Dios, de fraternidad espiritual en Cristo, de confianza en la Providencia y en la Misericordia divina, de amor y perdón, de renuncia a uno mismo, de acogida del prójimo, de justicia y de paz. Todo esto es indispensable para transformar los «corazones de piedra» en «corazones de carne», y hacer así la vida terrena más «divina» y por tanto más digna del hombre”. (Caritas in veritate No. 79) La espiritualidad de comunión nos confirma en la misión como servidores del Reino de Dios. En medio de los difíciles conflictos sociales, seguiremos caminando, sufriendo y orando con nuestras comunidades, porque a pesar de todo, tenemos viva la esperanza en el respeto la vida humana, en el diálogo social fundamentado en la verdad, y en la economía al servicio de la persona humana. Es una esperanza en la vida nueva que Jesucristo nos da y que nosotros estamos llamados a acoger en las relaciones sociales. Con el aporte sincero y perseverante de todos, podremos salir de nuestros conflictos, creciendo en la calidad de nuestro ambiente humano y social. Saldremos reconciliados y trabajando unidos por el bien común. Nos anima y fortalece Jesucristo el Señor cuando nos dice: “Tengan valor: Yo he vencido, al mundo” (Jn 16,33). + Luis José Rueda Aparicio Arzobispo de Popayán