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Opinión

Vie 28 Dic 2018

La familia y su impacto social

Por Monseñor Juan Carlos Cárdenas Toro: Diciembre es asociado como un tiempo para compartir en familia. Son los días del reencuentro. Son los días en que se reavivan los valores aprendidos al calor del hogar. Definitivamente, es un tipo propicio para recordar que la familia cristiana no es sólo un espacio íntimo sino un semillero de principios y valores cristianos que han de germinar y fructificar no sólo para beneficio de los parientes sino de la sociedad en general. El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (CDSI, n. 209-210) sostiene que la familia es «el lugar primario de la humanización de la persona y de la sociedad, cuna de la vida y del amor». Allí los hijos «aprenden las primeras y más decisivas lecciones de sabiduría práctica a las que van unidas las virtudes». Así, se comprende cómo es de seria la tarea que los cónyuges asumen cuando reciben de Dios la misión de cuidar a los hijos. Papá y mamá se hacen los más eficaces educadores en humanidad y en la fe de sus hijos. Los conocimientos que adquieran fuera de la casa, nunca tendrán el arraigo de lo que aprendan en casa (no sólo con las palabras sino con el testimonio de sus padres). En el pesebre contemplamos la familia de Nazaret, y allí recordamos que «Jesús nació y vivió en una familia concreta aceptando todas sus características propias y dio así una excelsa dignidad a la institución matrimonial». La Navidad celebra el nacimiento de Jesús, pero también celebra a la familia como lugar privilegiado para encarnar el misterio de la redención humana al interior del hogar pero llegando a todos los ámbitos de la sociedad. La sociedad debe respetar el valor de la familia como célula social; en este sentido el CDSI advierte que «relegar la familia a un papel subalterno y secundario, excluyéndola del lugar que le compete en la sociedad significa causar un grave daño al auténtico crecimiento de todo el cuerpo social». Y justamente por ellos, la familia debe hacer valer su derecho a jugar este rol central que impacta a la comunidad a partir de los valores que allí se siembran en sus integrantes. De este modo, que estos días de la Navidad, alrededor de José, María y Jesús, afiancemos los vínculos de nuestras familias y entendamos que ellas no pueden ser simples espectadoras de una sociedad que decide en su nombre lo que quiere para las personas sino que han de ser protagonistas e influenciadoras en la construcción de aquello que san Juan Pablo II llamó “civilización del amor”. Por: Monseñor Juan Carlos Cárdenas Toro Obispo Auxiliar de Cali

Lun 24 Dic 2018

Un balance de pérdidas y ganancias

Por: P. Carlos Arturo Quintero Gómez - Estamos concluyendo este año 2018 y es la oportunidad para hacer un balance en el contexto económico, social, político, religioso, personal y familiar; un balance de pérdidas y ganancias, para reconocer que hemos terminado en saldo rojo, en déficit, o valorar que hemos avanzado, fortaleciendo los valores y afianzando nuestra identidad humana y cristiana. ¿Qué decir de este año 2018 en el Quindío? Hemos vivido una orfandad que se siente en los sectores menos favorecidos; no podemos ignorar que se han hecho avances y que los gobiernos departamental y de cada municipio se han esforzado, pero pasamos un año raspado ya que la corrupción tocó duramente a las puertas de nuestra casa común. El cuestionamiento de muchos de nuestros políticos y gobernantes, así como el deterioro moral de una sociedad que se ha erigido con valores y confianza en Dios, nos sacudió el alma. Fuimos noticia en el contexto regional, nacional y mundial por actos de corrupción, ocupamos por muchos meses el primer lugar en desempleo, violencia intra-familiar y altos índices de suicidios. Se ha incrementado el número de habitantes en situación de calle, el micro tráfico y el turismo sexual. ¡Cómo nos duele ver municipios como Salento y Filandia, en donde muchos de sus habitantes, hoy están al servicio de extranjeros, con sueldos de hambre y cumpliendo horarios que sobrepasan las exigencias de la ley, sin el más mínimo control de las entidades de vigilancia! La migración de hermanos venezolanos y retornados a Colombia es otro flagelo que ha exigido una mirada a la atención humanitaria; la difusión de noticias falsas y la falta de una conciencia real de responsabilidad social en algunos medios de comunicación y sector empresarial, el aumento de la delincuencia organizada, el incremento de niños y niñas en el mundo de las drogas y embarazos en niñas adolescentes; las riñas callejeras, la crisis educativa, el desamparo de nuestros ancianos, el relativismo moral, el desencanto de la vida en muchos corazones, y la pérdida de valores religiosos y espirituales, además de la desesperanza y el avance de las nuevas tecnologías que nos ha sumergido en una inteligencia artificial que nos desborda, como lo menciona Yuval Noah Harari, escritor e historiador israelí, en su libro “21 lecciones del siglo XXI” y que algunos le llaman el profeta de los algoritmos. ¿Y lo bueno? Hay muchas luces, lo bueno de nuestra sociedad quindiana es que tenemos una gente pujante, emprendedora, soñadora y querendona, con deseos de salir de la crisis, viendo en ella una oportunidad. Si bien hay sombras, que oscurecen y hacen sombrío nuestro panorama social, hay que destacar el papel de algunos medios de comunicación social y su deber con la verdad y con la paz; el compromiso de algunos empresarios con la realidad de sus empleados, familias fortalecidas en el amor que intentan sostenerse en medio de los ataques de la sociedad, la defensa de la vida, el trabajo de ONGs y fundaciones sociales que trabajan, muchas veces sin recursos, por defender la dignidad humana; cientos de proyectos sociales promovidos por personas e instituciones aportando a la construcción de la paz; impulso a la cultura ciudadana, favorecimiento de una cultura cristiana, un deseo profundo en muchas personas de volver a Dios, el surgimiento de nuevos voluntariados y nuevas comunidades eclesiales, la riqueza de nuestra tierra con una niñez y juventud creativa y con iniciativa; el tesoro humano de nuestros abuelos, la solidaridad de los quindianos ante la migración de venezolanos y al interior del país, volver la mirada a Dios. Podemos entonces, hacer un balance y darnos cuenta, que a pesar de los problemas, las sombras, las dificultades, hay mucha ilusión y esperanza de levantarnos, trabajando unidos por la recuperación del tejido social, haciendo que esta sociedad quindiana sea más justa y más humana. El gran desafío en esta navidad es que podamos hacerle un regalo a la ciudad y a nuestro departamento: unirnos, levantarnos de nuestras miserias y escombros y volver a soñar la vida. El Príncipe de la Paz, Jesús el niño recién nacido, viene para darnos la paz; Él es la esperanza que no defrauda, el Camino, la Verdad y la Vida. Celebrar la navidad en paz, sin pólvora, sin licor, sin asesinatos, sin violencia intra-familiar, sin peleas entre vecinos, será una muestra del deseo de aportar para que nuestra comunidad se transforme. Todo esto exige una conciencia clara que nuestras fiestas, tienen que transformarse en festivales culturales, gastronómicos y sociales en donde ganen los municipios y el departamento, porque cada fiesta, cada carnaval debiera ser una oda a la vida, al civismo, a la tolerancia y a la paz. “Feliz navidad y próspero año” P. Carlos Arturo Quintero Gómez Obispo electo de Armenia

Mié 19 Dic 2018

Adviento: Invitación a la esperanza

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - Cada etapa, en el año litúrgico de la Iglesia, tiene su índole y su peculiaridad. El Adviento es el tiempo que nos lleva a pensar en las promesas que Dios nos ha hecho en orden al proyecto que está realizando en la historia. El Adviento es, entonces, una ocasión para comprender lo que es y realiza, en la vida de cada uno y de todos nosotros, la esperanza. La esperanza como virtud que conforta y sostiene al ser humano en su camino. Nuestra sociedad está herida en la esperanza. Se percibe en la tristeza de tantos jóvenes, en la mediocridad de tantas personas, en el egoísmo que nos encierra a casi todos. Son signos de que nos falta esperanza la agitación, la amargura, la superficialidad, la inestabilidad. En la sociedad aparece la ausencia de esperanza en la falta de claridad frente al futuro, en la incoherencia que destruye la unidad interior, en la dispersión en múltiples cosas, en la deshonestidad para favorecer cualquier interés personal. Tantas caídas, desilusiones, frustraciones y crisis en la vida familiar, laboral, espiritual o apostólica tienen su origen en la ausencia de esperanza. La falta de esperanza y de fortaleza es el resultado de no tener perspectivas con relación al futuro, que termina por encerrar la persona en sí misma, por hacerle pensar que está terminada y por impedirle la libertad de ver el mañana desde el amor y el poder de Dios. Debemos preguntarnos: ¿Es posible ofrecer a tantas personas, con dolorosas señales de desesperación, manifiesta o escondida, un motivo de esperanza? ¿Se puede dar a este mundo fatigado, desilusionado y hasta enfadado un mensaje vigoroso de esperanza? Estas preguntas hay que hacerlas porque, dentro de algunos años, sólo sobrevivirán los que hayan encontrado, como los santos, motivos para tener esperanza. La esperanza no equivale a indiferencia ni a resignación ni a vivir de una ilusión. La esperanza es aprender a ver el proyecto que Dios va realizando en el mundo para colaborar con él y para animar a otros a tener la alegría de trabajar por un mundo nuevo. La esperanza es la capacidad de no aniquilarse en la rutina, de no perderse ante la incertidumbre del porvenir, de no replegarse ante los grandes proyectos de la historia. Es la fuerza que nos lanza hacia algo más allá de nosotros mismos, es la sabiduría para situarnos en los planes de Dios. La esperanza tiene dos características que el Adviento nos hace presentes. Es dinámica porque anima; hace ver la meta y, por tanto, impulsa hacia ella sin que preocupe tanto el cansancio o la distancia. Viendo la meta se corre hacia ella, como el que, perdido en una selva o en una ciudad, una vez encuentra una señal que lo oriente se apresura para alcanzar el lugar de llegada. La esperanza sostiene e impulsa para proseguir hasta el final a pesar de las dificultades que se presenten. De otra parte, la esperanza es la purificación que corrige y transforma el ser humano. Haciendo ver el objetivo que se busca, señala también aquello que falta a cada uno para poderlo alcanzar. La esperanza es como una levadura en la entraña misma de la persona, es como un acicate interior que empuja para obtener lo que se espera. Si mi esperanza es vivir la misión que he recibido, qué debo hacer todavía. Si Cristo es mi esperanza, qué me falta para alcanzarlo y tener su vida . Es necesario asumir estas dos dimensiones de la esperanza. La fuerza que estimula y hace llegar y la exigencia de cambio que evita caer en la desesperación. Aprendamos a vivir el tiempo de Adviento con los ojos fijos en Cristo que sustenta nuestra esperanza. Que desde él demos sentido a todo lo que somos y hacemos y con él tengamos sabiduría y fortaleza para llegar hasta el final. Sintamos con el salmista: el Señor es mi luz y mi salvación ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? (Sal 26,1). + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Lun 17 Dic 2018

El paso navideño

Por: Mons. Ismael Rueda Sierra - Las experiencias significativas no pueden olvidarse. Ya ha transcurrido un poco más de un año desde la visita apostólica del papa Francisco a Colombia. La invitación suya fue a “dar el primer paso”, necesario para abrir nuevos horizontes de paz y reconciliación. El tiempo de Adviento que peregrinamos y la Navidad que celebramos, son una ocasión propicia para evaluar el camino recorrido y verificar si hemos dado un paso adelante en la aplicación, no solamente de los acuerdos de negociación sino en las actitudes personales y colectivas favorables a una cultura de convivencia sana y pacífica. Para los creyentes, que somos invitados desde la fe a preparar la venida y el encuentro con el Señor, significa sin duda revisar nuestra conversión personal y comunitaria que es la garante de los cambios profundos en las conductas habituales y en las costumbres sociales cuyo fruto es aclimatar condiciones de paz y de justicia en solidaridad. Este sería un deseado paso navideño. No obstante, subsiste la amenaza de la repetición de conflictos aparentemente superados, el recrudecimiento de otros y el poco avance en los propósitos de superar sus causas como son entre otras, la corrupción, la inequidad y los difíciles avances en una reforma a fondo para la justa y recta aplicación de la justicia. Prueba de ello ha sido la enorme dificultad para avanzar en la aprobación de los proyectos legislativos que quieren salirle al paso a estos males sociales. Como se ha dejado ver en los últimos días, preocupa mucho no sólo la financiación sino la orientación de los proyectos educativos conforme a una construcción integral, incluyente y promisoria para el país, en el contexto de tantos condicionamientos ideológicos y presiones económicas y políticas a las que están obligadas las naciones. En todo esto también hay que dar el paso esperado. En nivel eclesial, las actuales dificultades que afrontamos como Pueblo de Dios, siguiendo la invitación del Papa a compartirlas solidariamente, nos conducen a asumir responsabilidades, prevenir con decisión y eficiencia las conductas y hechos que generan los escándalos y, con profunda confianza en el Señor, unirnos en oración por la Iglesia, suplicando el don de fortaleza y la sabiduría necesaria para consolidar desde la fe su tarea de nueva evangelización y la ininterrumpida misión que le compete, con humildad, espíritu de servicio a la humanidad especialmente en los escenarios de las periferias sociales, además con espíritu misionero, como el mismo Francisco permanentemente nos insiste. Actitud contraria, por el pesimismo o el desánimo, no estaría acorde con la virtud teologal de la esperanza ni con la certeza absoluta de la presencia del Señor Resucitado que conduce la historia y que, justamente a través de las duras pruebas en ella experimentadas, purifica, salva y suscita nuevos episodios de su amor y su misericordia en la conducción del Pueblo de Dios y su misión de servidor de toda la familia humana. En este ambiente, estamos invitados a vivir la alegría del Evangelio y a encontrarnos con Jesús del pesebre en esta pascua navideña que a su vez nos prepara para hacer camino con Él en el nuevo año. Fraternalmente. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga

Lun 17 Dic 2018

“Del Señor somos” y del domingo vivimos

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - La Iglesia es la eucaristía. Por la eucaristía, la Iglesia renueva constantemente su ser de “Iglesia de la Pascua”. Por ella, constituida por muchos pueblos, se transforma en un solo Pueblo, gracias a una sola MESA, que el Señor ha preparado para nosotros. Las primeras comunidades cristianas eran, por ello, asiduas a la celebración dominical de la eucaristía; para ellos resultaba algo connatural. Era, como lo entendemos hoy, fuente y cumbre de toda evangelización, pues en ella se sentían comunidad reunida y enviada (misa- misión), a comunicar el gozo de la Pascua, la alegría de la salvación, el anuncio de un futuro posible ya en Jesús y las primeras comunidades, con el poder y la fuerza interior y comunitaria del Amor. La eucaristía, nos dijo en tiempos recientes, San Juan Pablo II, “ha de ser principio y proyecto de misión. Entrar en comunión con Cristo en el Memorial de la Pascua significa, al mismo tiempo, experimentar el deber de hacerse misionero del acontecimiento que aquel rito actualiza. La despedida final de cada Misa constituye una consigna que impulsa al cristiano a comprometerse en la propagación del Evangelio y en la animación constante de la sociedad” (Mane Nobiscum Domine: “Quédate con nosotros Señor”, 24). Como para los primeros cristianos, para nosotros la eucaristía no solamente nos permite el encuentro con Cristo Resucitado en la Comunidad, animada por el Espíritu Santo con la Palabra, con el Sacramento del Sacrificio y el Ministerio sacerdotal y diaconal, sino que, como le gustaba decir a San Juan Crisóstomo, nos permite descubrir, entre tanta tragedia, sufrimiento y exclusión, a Jesucristo “EN EL ALTAR DEL POBRE”. La eucaristía es “la Mesa y Misa del mundo” porque es anticipación de “la Mesa y Misa del Cielo”, de la consumación definitiva del mundo. Por ello se ha de celebrar también “sobre el altar del mundo”, como esperanza de la humanidad transformada en Cristo e himno del universo. Desde estas apreciaciones podemos entender que nuestro Plan Quinquenal de Pastoral en la Arquidiocesis de Cali, tenga como fuente, camino, cumbre y pedagogía participativa, la celebración dominical de la Eucaristía, la Pascua que se prolonga en los domingos del Año Litúrgico. Que la comprensión y vivencia de la Eucaristía dominical, esté iluminada también desde la espiritual Esponsal y Familiar de la Mesa Eucarística, “Banquete de Bodas del Cordero”, Mesa del Hijo y de los “hijos adoptados en Él”, y Pan que el Padre Celestial sirve a los primeros invitados, que no le corresponden, al pueblo de Israel, y a todos los excluidos de la humanidad, para integrarlos a la Mesa Común, a la Familia surgida con Cristo Jesús. Desde los Santos Esposos de Nazaret, María y José, desde el misterio del Reino de Dios y de quienes se acogen a su Palabra y Voluntad, desde el don de María, hecho al pie de la Cruz, la Iglesia necesita mantener este “timbre esponsal y familiar”, inicio de un tejido social que tiene su raíz teológica en la Nueva Creación, en la nueva humanidad y familia que surge con Jesús. “Del Señor somos”, dice Pablo en Romanos14,8. “Y del Domingo vivimos”, añadimos nosotros en este inicio del quinquenio 2019-2023. Nuestro énfasis está entonces en afirmar a Cristo Jesús como SEÑOR DE LA NUEVA CREACIÓN, EL KYRIOS, Señor glorioso, por medio de la resurrección. Pascua y Pentecostés tuvieron lugar en el mismo día de la Semana, el primero, sellando la Nueva Economía de Cristo y la Iglesia, la Nueva Alianza de la salvación. El Domingo, Día del Señor, desde los comienzos, era la cena que recordaba el misterio pascual de Cristo y, al mismo tiempo, la espera de su segunda venida. Ya San Justino daba como razón para el nombre de DOMINICUM, Domingo, el Señorío de Jesús “por ser el PRIMER DÍA en que Dios creó el mundo, y el día en que Cristo Resucitó de entre los muertos”. Y la fe de las primeras generaciones, como la de los mártires de Abitene, en el siglo IV, proclamaba esta consigna: “Sine Dominico non possumus”: “NO PODEMOS VIVIR SIN CELEBRAR EL DÍA DEL SEÑOR” (Didascalia de los apóstoles). Y en el mismo siglo IV, después de Constantino, el Domingo se convertiría ya en “el día del descanso”, para darle espacio al encuentro con el Resucitado, a la Eucaristía y a la Asamblea, al “Altar del pobre”, al descanso y a la vida en común, en la comunidad de esposos y de la familia, a la fiesta y la esperanza, cifradas en la victoria de Cristo. Que este Año 2019 sea nuestro inicio de LA RECUPERACIÓN DEL DÍA DOMINGO, como tiempo y espacio de la espiritualidad cristiana, eucarística, eclesial, social y familiar. Que nos propongamos, al menos, recuperar con nuestras feligresías, en este año, los SIETE DOMINGOS imprescindibles: de Ramos, de Pascua, de Octava pascual (de La Misericordia), de Pentecostés, Corpus Christi, de la Jornada Mundial de los pobres (33 del tiempo ordinario), y de Cristo Rey del Universo. A todos les llegue mi saludo afectuoso de Año Nuevo y mi oración y bendición por un Año del Señor bien vivido y con la abundancia de los bienes divinos y de los que construimos los humanos para el bien común. A todos nos acompañen el Amor esponsal de María y José, de Cristo y la Iglesia, el Amor familiar del Hogar de Nazaret. Feliz año 2019. + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Sáb 15 Dic 2018

¿Qué hacemos nosotros?

Por Mons. Omar de Jesús Mejía Giraldo: “La conversión comienza en la cabeza, pasa al corazón y culmina en el bolsillo”. La conversión no se realiza sólo en el plano moral, sino también en la mente; aún más, para que la conversión moral sea real y efectiva, debe haberse dado primero en la mente. Sin cambio de mentalidad no hay conversión moral. Según el evangelio, Juan Bautista hablaba con tal convicción que la gente termina preguntando: ¿Y nosotros qué tenemos que hacer? Una vez más, es necesario decirlo: La conversión inicia desde dentro hacía afuera. Es decir, la conversión inicial es cambiar de mentalidad, es una manera novedosa de ver la historia y la vida. Conversión es empezar a amar a los demás desde los criterios de Dios y no desde los criterios humanos. Recordemos que Juan escucha la Palabra de Dios en el desierto y desierto en Sagrada Escritura, según el libro del Deuteronomio (Cf Dt 8, 15) es un lugar vasto y terrible, con serpientes de hálito abrasador y escorpiones, región árida carente de agua. Según el profeta Jeremías, el desierto es un lugar solitario, pero no siempre totalmente estéril o desprovisto de vegetación y agua, se trata de un lugar, en el cual a pesar de todo hay pastoreo (Cf Jer 9, 9; 17, 6). Cuando el Evangelio dice que a Juan Bautista le vino la Palabra de Dios en el desierto, quiere decir que eran tempos sumamente difíciles, donde reinaba la incertidumbre y la incredulidad y por lo tanto habían muchísimos falsos profetas. Cualquier parecido con la realidad de hoy con seguridad que no es mera coincidencia. En el mundo nunca ha sido fácil anunciar el evangelio. Sin embargo, observemos cómo a pesar de la gran indiferencia que reinaba en el pueblo, queda aún un pequeño grupo, los anawin o pobres de Yaveh, que esperaban al salvador. En este contexto tan doloroso, el evangelio nos ofrece una pregunta común: ¿Y nosotros qué tenemos que hacer?, pregunta que brota del corazón de la gente, de unos publicanos y de unos militares. El texto al ir de lo general a lo particular, nos está demostrando que el interrogante es valido para todos, también para nosotros hoy. Frente a la pregunta el evangelio nos ofrece tres respuestas: (1) Caridad - Compartir: “El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo”. (2) Justicia: “No exijan más de lo establecido”. (3) Honestidad: “No hagan extorsión a nadie, ni se aprovechen con denuncias, sino conténtense con la paga”. A pesar de la situación difícil, aún corriendo riesgo por su vida, Juan Bautista “exhortaba al pueblo y le anunciaba la Buena Noticia”. El profeta es un hombre de Dios. El profeta no se anuncia a sí mismo. El profeta obra con el poder que ha recibido de lo alto. Para el profeta no hay barreras. El profeta sabe que para Dios nada es imposible, él mismo lo ha experimentado. El profeta se sabe amado de Dios, por eso, sus palabras y sus acciones brotan de un corazón agradecido que ha sabido gozarse del amor divino. Hermanos, hoy nos corresponde a nosotros asumir el evangelio y aplicarlo a nuestra vida. Miremos: la actitud de Juan el Bautista en el evangelio de hoy es la de un hombre que no regaña, pero muestra caminos concretos de superación. Recordemos que la invitación a la conversión no debe partir de la critica ni de los defectos de los demás, la invitación a la conversión debe ser una buena noticia. Cuando se predica la conversión, lo importante es hacer ver la gracia que pierde la persona que vive en el pecado. La primera acción de quien predica la conversión es escuchar a Dios y desde Dios escuchar a los hermanos. Frente a la pregunta: ¿Y nosotros qué tenemos que hacer?, la respuesta de nuestra parte, al igual que la de la época de Juan, ha de ser la de buscar la justicia social. Hermanos, igual que en la época de los profetas, hoy también, nuestras devociones religiosas deben cederle el paso a toda forma de justicia social. Nuestras devociones debe concordar con la caridad, con la fraternidad, con la justicia, con el respeto por la vida y el amor por el hermano, de lo contrario, no pasamos de vivir ciertos actos que lo que hacen es hacernos perder el norte. Recordemos las palabras de San Juan de la Cruz: “Al final de la jornada seremos juzgados en el amor”. La conversión no se puede quedar en un discurso o en una idea, recordemos: “debe pasar de la mente al corazón y del corazón al bolsillo”; es decir, a la conversión hay que darle cuerpo, esto se logra cuando adquirimos, con la gracia y el poder de Dios unas acciones nuevas y concretas. “La conversión se reconoce en la “praxis”, sobre todo la de la caridad y la justicia” (Fidel Oñoro). En el evangelio cada categoría de persona es invitada a realizar su proceso de conversión (la gente, publicanos, militares). Igual para nosotros hoy, cada uno poseemos una misión especifica, tenemos una personalidad concreta, tenemos una manera única e irrepetible de ser, así a de ser la conversión. Cada uno de nosotros nos conocemos, lo propio es que en la intimidad de nuestro ser hagamos nuestro examen de conciencia, nos reconozcamos pecadores y necesitados del poder salvador del Señor, y desde nuestra “mismidad”, asumamos nuestro proceso de conversión. Terminemos nuestra meditación con una pregunta personal: ¿Y yo qué tengo que hacer? Juan el Bautista le dice a los cobradores de impuestos: “No exijan más de lo justo”, los está invitando a que renuncien a la “corrupción”. Hermanos, ¿esta invitación nos dirá algo en la actualidad?, cada uno da su propia respuesta. Estemos atentos porque precisamente el evangelio de Lucas nos va a contar muchos episodios en los que varios cobradores de impuestos se convirtieron e incluso terminaron siendo discípulos del Señor. Para Dios y para el hombre de Dios ninguna causa es perdida, todos tenemos siempre la oportunidad de convertirnos, lo importante es dejar actuar a Dios. Ánimo hermanos, todo es posible para Dios. Entendamos una cosa más: la conversión tiene que ser para nosotros una buena noticia y no una mala noticia. ¿Por qué nos extrañamos tanto cuando una persona decide comenzar una vida nueva en Dios, en el fondo no será envidia? Conozco muchas personas que cuando inician un proceso de conversión serio y honesto, en un inicio, son ridiculizadas por sus compañeros de trabajo e incluso por algunos miembros de su propia familia. ¡Cuánto nos falta hermanos conocer y experimentar mayor alegría en la vivencia de las cosas de Dios! La conversión total, continua y cotidiana va llenando el corazón de luz, de justicia, de amor, de paz y de alegría. Una persona que comienza de verdad un buen proceso de conversión y logra perseverar, su vida va cambiando poco a poco, hasta tal punto que su mismo cuerpo comienza a ser diferente. Hermanos, vivir en Dios y para Dios es causa de alegría y de belleza aún física. Atentos hermanos, porque el signo más elocuente de la persona que vive en Dios, desde Dios y para Dios es la alegría. San Lucas, durante el presente año en su evangelio nos lo va a demostrar. Por favor, que este tiempo de adviento y navidad, sea para todos nosotros un tiempo de gracia, de bendición, de paz y de alegría en el Señor. Cuidado con la pólvora, con el licor, con los abusos en la comida… Para vivir una buena navidad, se necesita sólo dejar que Dios tome nuestra vida y desde Él transformemos nuestras relaciones dolorosas con los demás, en relaciones de hermandad y fraternidad. Evangelio: Lucas 3, 10-18 En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: ¿Entonces, qué hacemos? El contestó: El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo. Vinieron también a bautizarse unos publicanos; y le preguntaron: Maestro, ¿qué hacemos nosotros? El les contestó: No exijáis más de lo establecido. Unos militares le preguntaron: ¿Qué hacemos nosotros? El les contestó: No hagáis extorsión a nadie, ni os aprovechéis con denuncias, sino contentaos con la paga. El pueblo estaba en expectación y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. El os bautizará con Espíritu Santo y fuego: tiene en la mano la horca para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga. Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba la Buena Noticia. Tarea: Compartir, justicia, honestidad. En cada una de estas virtudes hagamos un compromiso para esta navidad.

Lun 10 Dic 2018

Los arreglos de navidad

Por: Monseñor Luis Fernando Rodríguez Velásquez: Diciembre es un mes en donde todos los sentimientos se encuentran. Para muchos son días de alegría y jolgorio, para otros son días de nostalgia y remembranzas. Por otro lado, en la Iglesia se celebran dos tiempos litúrgicos, el Adviento y la Navidad. Ambos tienen un mensaje común centrado en la esperanza. Es la renovada invitación para que la vida de todos los cristianos esté enmarcada en la esperanza de la vida eterna, de los tiempos nuevos, en los que, como dice el profeta llegarán días en que “de las espadas forjarán arados, de sus lanzas podaderas. No alzará la espada nación contra nación, ni se prepararán más para la guerra. Estirpe de Jacob, venid, caminemos a la luz del Señor” (Isaías, 2, 4 - 5). Esto significa que es necesario prepararnos para acoger a Jesús que quiere nacer de nuevo en los corazones de todos. Espiritualmente nos preparamos con la oración, la penitencia, la caridad. Y en los días previos, los llamados tiempos fuertes, hacemos la novena al Niño Dios. Con esta preparación espiritual, que debe ser la más importante, se ha ido consolidando una tradición que viene de otras culturas, manifestada en la decoración de las casas, calles y templos, con luces de colores y arreglos navideños, inspirados muchas veces en costumbres nórdicas donde el papá Noel es el protagonista. El árbol de navidad y guirnaldas de variadas formas, ocupan los espacios, lastimosamente desplazando los signos religiosos y cristianos como el pesebre y la tradicional imagen de la Sagrada Familia. Qué bueno que sin dejar a un lado las decoraciones navideñas, tan costosas por cierto, los católicos y cristianos demos el lugar que merecen al auténtico y original significado del adviento y la navidad, como momento de encuentro de la familia alrededor del pesebre para que juntos podamos cantar con los ángeles: “Gloria Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que Dios ama” (Lucas, 2,14). Desde ya para todos, “Feliz Navidad”. Por: +Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo Auxiliar de Cali

Dom 9 Dic 2018

“Cuentas claras y chocolate espeso”

Por: P. Jorge Bustamante Mora: ¡Llegan días de gran alegría! ¡Llegó diciembre! Época marcada por sentimientos muy vivos como el gozo, la amistad, el compartir, florecen sentimientos de reencuentro y vivencia familiar o comunitaria; es tiempo de adornos, luces, colores, tradiciones y platos típicos… porque llegó navidad. Pero me pregunto, ¿Se tiene claro qué es lo que acontece? A esto me refiero con el refrán de “cuentas claras y chocolate espeso” me permitiré en estas líneas llamar “al pan pan y al vino vino” o como diría mi abuela “poner los puntos sobre las íes”. ¡Indudablemente diciembre es un tiempo cristiano! Quien da el sabor y el son a este tiempo es Cristo, Él es el centro del acontecimiento, pues Navidad es la celebración de su nacimiento, que llamamos “Natividad de Jesús”, es un tiempo que la experiencia cristiana ha marcado con su amor y vivencia, pero que con el correr de los años se ha hecho común a todos y se volvió una celebración del pueblo en general, y es aquí donde han entrado ciertas costumbres que colocan en riesgo la naturaleza y correcta vivencia de estos tiempos. La Iglesia del pasado tuvo la genialidad de cristianizar este tiempo dedicado a la celebración y recuerdo del nacimiento del Hijo de Dios. Hoy, a causa de los cristianos que no tienen “cuentas claras”, corremos el riesgo de permitir que la fiesta de la Navidad se convierta en una mezcla de paganismo, de mundanidad, es decir ceder al espíritu del mundo, que invita con todos sus tentáculos a actuar a espaldas de Cristo buscando su propio goce y no la gloria de Dios; esto lo hace de una manera tan sutil que parece no ser peligro para la fe. Coloquemos algunos puntos. ¿Cuándo comienza y cuando termina? El cristiano católico debe saber que el Adviento y Navidad son tiempos litúrgicos de la Iglesia, que ella, siguiendo sus ritmos, determina su inicio y finalización, los cuales no tienen fecha fija. Inicia el Adviento el domingo siguiente a la Fiesta de Cristo Rey, es para esta fecha que se colocan los arreglos de navidad; Navidad termina con la Fiesta del Bautismo del Señor Jesús, hasta este día deberían estar las casas de los cristianos adornadas con lo propio de la Navidad. ¡No te dejes robar estos tiempos! El comercio coloca sus arreglos con un mes de anticipación, y a finales de diciembre ya los retira. La razón es que a ellos no les interesa vivir estos tiempos, lo hacen para generar ambiente de ventas, por eso entre más temprano más ventas, y cuando ya no habrá ventas, hay que recoger los adornos y poner otros… ¡No siga el ritmo del comercio! ¡Siga el ritmo de la vida cristiana! ¿Qué arreglos colocar en mi casa? En el hogar de un cristiano católico no debe faltar, en ningún diciembre, el pesebre. El centro de todos los arreglos es el “Belén” que nos recuerda el nacimiento del Niño Jesús, Hijo de Dios. La Imagen del Niño, se puede colocar en una mesita, en espera de ser colocado en el pesebre, no escondido, hay que colocarlo a la vista de todos, donde quien llegue reciba así el testimonio de vida cristiana. La mundanidad se ha entrado en las familias y ya en muchos hogares católicos no se viste el pesebre, sino un “árbol”, en estos días el Papa Francisco ha recordado: “En navidad se celebra el nacimiento de Jesús, no el nacimiento de un árbol decorado”, el árbol de navidad es un signo que no remplaza el pesebre, no hay que desechar el pesebre para colocar costosos árboles, el Dios que nace es el Dios del amor de la pobreza. En muchas familias y lugares públicos se ha remplazado el nacimiento de Jesús por un viejo, barbado, barrigón y vestido de rojo, que absolutamente nada tiene que ver con la experiencia cristiana, ese viejo, apareció así envejecido en las dimensiones del comercio, que ha querido hacerle creer a los cristianos católicos que se trata de un santo, ¡no sea tan inocente! Navidad es la llegada del Hijo de Dios no de un viejo burlón, “jo, jo, jo”. En los hogares de los católicos no debe haber imágenes de este viejo. Coloque muchos Niños Jesús, estrellas, luces, signos que hablen del gran acontecimiento: Nacimiento de Jesús. Hagamos una cruzada de vivencia cristiana que dé testimonio de lo que creemos y celebramos, no nos dejemos robar el sentido cristiano del Adviento y la Navidad, hay que permanecer “vigilantes y en oración”. Inicie y termine estos tiempos con la Iglesia, arregle su pesebre, para que el mensaje entre por los ojos, cante villancicos de Jesús, de la Virgen, de san José, no de renos ni cosas raras. El mundo nos quiere quitar a Jesús y remplazarlo por cualquier cosa, necesitamos héroes de la fe como la niña de 10 años, que en una escuela en la Riviera Italiana Brenta lideró una protesta porque su maestra quiso quitar de un villancico el nombre de “Jesús” para no ofender a alumnos de otras religiones no cristianas, la reacción de esta valiente cristiana le ha dado la vuelta al mundo. La navidad es cristiana, quien la célebre respete su sentido cristiano, y el cristiano no corra tras de expresiones paganas o mundanas que quieren meter en la Navidad, es decir “Cuentas claras y chocolate espeso”. P. Jorge Enrique Bustamante Mora pjorgebustamante@cec.org.co