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Opinión

Jue 30 Jun 2016

¿Justicia social hoy?

Por: Mons. Víctor Manuel Ochoa Cadavid - En un momento muy particular de la historia, entre el siglo XIX y el siglo XX, un Pontífice, el Papa León XIII realizó profundas reformas en la Iglesia y puso en el centro de la discusión teológica y pastoral la situación de los obreros y de la realidad social. Un gran Pontífice, que con una de sus Encíclicas entró en un tema apasionante y que ha sido central en la historia de la acción pastoral de la Iglesia Católica, la llamada cuestión social. El Papa León XIII, fue acompañado y ayudado en su tarea por un sacerdote Jesuita, el Padre Luigi Taparelli (Turin, Italia, 1793 - Roma, 1862). El fue quien acuñó la expresión Justicia Social. En la tradición cristiana se hace referencia al término de justicia, “dando a cada uno según le corresponda”, este es un concepto que viene desde las doctrinas y enseñanzas de Aristóteles (Ética a Nicómaco, libro V). Este concepto de Justicia en Aristóteles, fue también desarrollado en el contexto de la cultura Romana, con una precisa locución, “Uniqueque suum”, a cada uno lo suyo. Es la que podemos llamar una justicia distributiva, que daba a los hombres aquello que les correspondía precisamente. Una justicia entendida en el marco de la distribución equitativa a todos según cuanto les corresponda. Esta virtud es la base de la conservación del mundo, del equilibrio entre las relaciones que unen a las personas y establecen las responsabilidades. Una reflexión filosófica, profunda que nos pone en este contexto de aquellos que cooperan al bien y al equilibrado desarrollado de los hombres. Esta situación sirvió a la Iglesia y, concretamente, al Papa León XIII para leer una situación completa y muy difícil que el mundo vivía en el desarrollo de las cuestiones sociales que habían creado las relaciones entre el capital, el trabajo, los obreros y el gran desarrollo de la industria. Se puso en ese momento, al final del siglo XIX, el tema de la pobreza, del gran desarrollo de las cuestiones sociales, pero en definitiva era la pérdida de los valores de la persona humana y de sus derechos. Este tema es el llamado argumento de la “cuestión social” que el Papa quiere poner en el centro de la reflexión de la Iglesia en esa Encíclica, Rerum Novarum, “Las cosas nuevas” que permite a la Iglesia establecer nuevamente la que se llama hoy, la “ Doctrina social de la Iglesia”. El respeto de la persona humana, el derecho a la propiedad por parte de todos, el derecho a un salario justo, las dignas condiciones en el trabajo y el descanso dominical, fueron los elementos centrales de esta reflexión sobre la llamada “Justicia Social”. El Evangelio de Cristo no puede existir alejado de las situaciones y de los hechos que afectan a los hombres y mujeres de todos los tiempos. Esa “Doctrina social de la Iglesia” es la respuesta y la lectura de muchos hechos y situaciones desde el Evangelio de Cristo, desde su enseñanza. La fe en Cristo tiene que propiciar una forma de vida, una moral, que haga translucido el Evangelio y las enseñanzas de Jesús. No es algo ajeno a la voluntad de Dios o a su Palabra, es parte de ella misma y nos debe hacer pensar profundamente en la vida y en el camino en el cual formamos nuestra fe y nuestras respuestas a los problemas sociales, de siempre y que hoy vivimos. Con Cristo nace y renace la Justicia Social. Nuestra fe, nuestro camino como iglesia de la Diócesis de Cúcuta, tiene que poner siempre en el centro de nuestra reflexión, trabajo y de nuestra comunidad a Cristo. Ello pasa obligatoriamente por la opción por fortalecer la persona humana, su condición y dignidad, por el buscar los derechos y justicia para todos. Elementos sencillos los que en este concepto, hace muchos decenios defendió y presentó el Papa León XIII, pero que siguen siendo válidos y que nosotros tenemos que fortalecer. Todavía hoy estos restos son actuales entre nosotros, tenemos que vivir una Justicia Social, tiene que propiciarse que muchos hermanos y hermanas nuestras vivan en condiciones dignas, tengan un salario, tengan los medios para sustentarse y sustentar a sus familiares, para que puedan asociarse libremente y defender sus derechos y asumir sus obligaciones La Justicia Social ha cambiado también, se va afirmando cada vez más la necesidad de defender al hombre, su entorno, su vida (desde la concepción hasta el término natural). La opción del Evangelio y la aceptación de la Buena Noticia de Cristo Jesús, pasa necesariamente por la “Vía del hombre” que es el camino de la Iglesia, con la frase de San Juan Pablo II en la Encíclica Redemptor Hominis: “Este hombre es el camino de la Iglesia, camino que conduce en cierto modo al origen de aquellos caminos por los que debe caminar la Iglesia, porque el hombre -todo hombre sin excepción alguna- se ha unido a Cristo de algún modo, incluso cuando ese hombre no es consciente de ello, «Cristo, muerto y resucitado por todos, da siempre al hombre» -a todo hombre y a todos los hombres- «… su luz y su fuerza para que pueda responder a su máxima vocación»” (San Juan Pablo II, Encíclica Redemptor Hominis.N.14). Para nuestra Diócesis y para Cúcuta, concretamente, éste es un gran reto. Una ciudad que tiene grandes signos de pobreza y de exclusión de las personas -hombres y mujeres, jóvenes y niños, ancianos- un reto inaplazable. De nuestra opción por Cristo y por su Evangelio, por la aceptación de su mensaje de salvación, tenemos que ir a ayudar y proteger al hombre, darle aquello que le corresponde justamente, esta es la Justicia Social. Es importantísimo para nosotros esta Justicia Social, porque de ella depende el futuro de la paz que todos estamos tratando de construir. ¡Alabado sea Jesucristo! + Víctor Manuel Ochoa Cadavid Obispo de Cúcuta

Lun 27 Jun 2016

Lo urgente, lo importante y lo necesario

Por: Mons. Gonzalo Restrepo - Hay acontecimientos inesperados que cambian el rumbo de nuestras vidas. Nos hacen aplazar los proyectos y las tareas que considerábamos como urgentes, importantes y necesarias. Un accidente, por ejemplo, es un campanazo fuerte en nuestra vida. Es como un anuncio que nos dice que nada de lo que teníamos proyectado hacer es ni lo más urgente, ni lo más necesario, ni lo más importante. Cuando uno ha vivido esta experiencia tiene que concluir que en la vida uno nunca sabe verdaderamente qué es lo urgente, qué lo necesario y qué lo importante. Creo que todo puede posponerse, retrasarse o incluso cancelarse, y la vida sigue normal. Claro se presentarán algunos cambios, pero por haber dejado de hacer algunas cosas, o haberlas pospuesto o simplemente reconsiderarlas, nada extraordinario va a pasar en nuestras vidas. Sin embargo, lo que no podemos dejar de hacer, posponer o cancelar, es vivir el momento presente. Sea como sea, el tiempo va pasando y los segundos y minutos se van sucediendo. El tiempo es inexorable, no se puede detener. Estemos activos o inactivos, pensando o escribiendo, en clase o en deporte, en oficios de casa o en oficina, estemos haciendo lo que sea, el tiempo pasa y no lo podemos detener. Por eso, lo más importante, lo urgente y lo necesario es vivir “plenamente” el momento presente. El presente no vuelve. Cuando pasa el presente dice adiós para siempre. Sólo quedan los recuerdos, pero no podemos vivir del recuerdo, porque los recuerdos, muchas veces no construyen nuestras vidas, por el contrario pueden destruirlas y empañarlas. Es cierto que necesitamos que tener un grado de planeación y proyección para el futuro y que, en cierto sentido, el futuro depende de lo que seamos y hagamos en el presente, pero también es cierto que no todo depende del pensamiento y del querer del hombre. Uno va poniendo de su parte y las cosas se van sucediendo. Por eso, en nuestra vida, sólo una cosa es necesaria, urgente e importante: tener una mente abierta y un corazón dispuesto para recibir la acción de las fuerzas de la naturaleza, a través de las cuales se manifiesta la acción de Dios. Ningún acontecimiento, ninguna persona, ningún ser existente o por existir puede estar sobre Dios. Por eso, frente a los acontecimientos inesperados, frente a todo lo que consideramos como lo más urgente, lo más importante y lo más necesario, puede servirnos este pensamiento de Santa Teresa de Jesús, maestra y doctora de la iglesia: “Nada te turbe, nada te espante, la paciencia todo lo alcanza. Dios no se muda, quien a Dios tiene nada le falta. Sólo Dios basta”. + Gonzalo Restrepo Restrepo Arzobispo de Manizales

Sáb 25 Jun 2016

Para orar, meditar y vivir

Por Monseñor Omar de Jesús Mejía - Seguimiento – identidad “Tú eres el Mesías”, es el reconocimiento que Pedro hace de Jesús. Ahora los discípulos, entre luces y sombras saben quien es el Señor. Él les invita a seguirle a pesar de la cruz. Si quieren ser de verdad, verdad, sus discípulos, deben donar sus vidas, de lo contrario el seguimiento se queda en mera teoría o en buenas intenciones. En éste sentido, el evangelio de hace ocho días con el de éste domingo, tiene una perfecta conexión. Hasta éste momento el ministerio público de Jesús se ha vivido en Galilea, ahora Jesús, el Señor, el Mesías, opta por ir a Jerusalén, ciudad capital, donde se concentran todos los poderes. Él sabe que será allí, donde debe asumir el reto de presentar el Reino de Dios y su justicia. Será en la ciudad donde finalmente debe configurar la identidad de sus discípulos e incluso donde donará su ser definitivamente, pero Él sabe que está en las manos de su Padre y quiere cumplir su santa voluntad: Salvar la humanidad. Jesús, el Señor, ahora va a Jerusalén, no como peregrino, ni de paseo, va con una misión especifica: Consumar definitivamente su misión y en ello compromete a sus discípulos. Dice la Palabra que “envía mensajeros por delante”. Sus mensajeros entran a Samaria para prepararle un alojamiento y no son bien recibidos. Ésta actitud es consecuencia de la división histórica entre judíos y samaritanos. Santiago y Juan, discípulos suyos, se llenan de sentimientos de dolor y furia, hasta tal punto que quieren destruir a los samaritanos, es la gran oportunidad de Jesús, para corregir a sus seguidores: “Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea”. En éste contexto de camino, sentimientos de dolor y corrección, se desarrolla la bonita escena del seguimiento del Señor. Seguir a Jesús es “identidad” con Él, con su misión, es compartir su misión y aún su suerte. Seguir al Señor es aprender a jugarnos la vida por Él y con Él. El seguimiento del Señor se debe caracterizar por las siguientes actitudes: Libertad absoluta • Libertad es “ser lo que se es”. Se es discípulo, se debe vivir como discípulo, se deben asumir las responsabilidades de discípulo. En la libertad el discípulo debe saber que nada, ni nadie, lo puede amarrar para ser lo que se es y para ser lo que se debe ser. • En la libertad que ofrece el Señor, el discípulo sabe que el evangelio es para todos, pero no es una obligación es una opción radical, seria y serena. La vida cristiana es un “camino”, Jesús es el “camino” y nos invita a ir con Él, para que donemos la existencia por la salvación de aquellos a quienes él nos confía. • Padres de familia, recuerden que deben ser instrumentos de salvación para sus hijos. Hermanos, debemos ser instrumentos de salvación entre nosotros. Maestros, jefes, empleados…, todos, deberíamos preocuparnos por la salvación de todos. El cristiano es un ser universal y por lo tanto no se debe escandalizar, ni se debe llenar de rabia frente a la diversidad. El cristiano debe amar a todos, sin distinción de credo o clase social. Si algunos tenemos que estar abiertos a la pluralidad, somos nosotros los seguidores de Jesús, el Señor. • Nada produce tanta libertad como cuando se obra el bien, es mas difícil ser malo que bueno, para hacer el mal nos debemos esconder, el bien se puede hacer a la luz de todos. Hacer el bien genera luz y esperanza, hacer el bien nos convierte en luz y sal de la tierra. 2. Disponibilidad para dejarse corregir • Dice la Palabra: “Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos? El se volvió y les regañó”. El discípulo tiene que estar dispuesto siempre a dejarse corregir de su Maestro y Señor. • El discípulo hace su tarea por mandato del Maestro y debe estar dispuesto a sufrir persecuciones e incomodidades. Seguir a Jesús, es identificarnos con Él, es aprender a “tratar a los demás como queremos ser tratados por ellos”. Ser discípulos del Señor es aprender a perdonar como Él perdona, es amar como él ama. 3. Firmeza de voluntad – opción definitiva • Con Dios no hay medias tintas, se es o no se es. No se puede ser discípulo del Señor a medias. No se puede ser seguidor del Señor sólo en los momentos placenteros de la vida. Dios es plenitud y es eternidad. Dios es trascendencia y es absoluto. Por eso, cuando se hace una alianza con Él, el compromiso es para siempre y es una opción que plenifica, aunque pase por momentos de cruz y de pasión. • Nuestras alianzas las debemos asumir como opciones definitivas y plenificantes, “el oro se prueba en el crisol y el leño en el fuego. Ejemplos: Sacerdocio, matrimonio, vida consagrada. La vida cristiana en sí misma tiene que ser una opción para siempre. 4. Vivir con pasión el presente • Dice el evangelio: “El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios”. Quien se decide a seguir al Señor, no puede estar anclado en el pasado. Si el pasado fue mejor, fijarse en él genera tristeza, porque se quiere volver a él. Si el pasado fue peor que el presente, genera tristeza, porque se vive con angustia y resentimiento. • El pasado paraliza y enferma cuando no se observa con gratitud. El ejemplo típico lo encontramos en Génesis 19,26, dice la Palabra: “Entonces la esposa de Lot miró atrás, a espaldas de él, y se volvió estatua de sal”. El Papa Juan Pablo II, al comenzar el nuevo milenio nos decía: Es necesario vivir con gratitud el pasado, con pasión el presente y con esperanza el futuro. Tarea: • Miremos el pasado, pero con sensatez, si fue mejor, demos gracias a Dios, si fue peor que el presente, por favor sanémoslo. • Soñemos el futuro, por favor, soñémoslo con esperanza y optimismo.

Vie 24 Jun 2016

La “Revolución tranquila”

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - Estamos viviendo un cambio cultural sin precedentes. Sobre el particular hay diversos análisis y pronósticos, que no siempre coinciden ni son totalmente creíbles. A primera vista no se ve quién guía este cambio; parece que obedece a sus propias dinámicas y que no logra tampoco escapar a sus efectos perversos. Nos alegra el desarrollo tecnológico que ofrece tantas posibilidades al hombre actual; las comunicaciones han ido generando rasgos nuevos a la forma de ser y de situarnos en el mundo; tenemos grandes e inéditos recursos para la integración e interacción de todos los países e instituciones del mundo. Hay un gran afán de conquistar la libertad, la más noble de todas las capacidades humanas; en este campo, se han logrado avances no pequeños pero se han desencadenado también nuevas formas de esclavitud personal y colectiva. Se pretende una ética mundial, hecha por consenso, y un estado laico, en el que Dios ya no se necesita. Se busca tener diversas formas y modelos de “familia”, para que las “parejas” puedan tener a su gusto el placer del sexo. Se exigen calidad de vida sin ningún sentido trascendente, derechos individuales sin ninguna norma, tolerancia acrítica frente a la diversidad cultural. La expresión “revolución tranquila” se ha usado para describir el proceso de secularización de Canadá. Hoy vemos, por todas partes, esta transformación silenciosa que va cambiando los principios, los valores y el comportamiento de los pueblos. Constatamos que todo está en movimiento, pero no analizamos qué está pasando, hacia dónde vamos y qué debemos hacer. Todos los adelantos de la ciencia y los logros de un proceso social deben alegrarnos y comprometernos en una permanente cooperación. Pero, igualmente, debemos estar atentos a ciertas realidades y procedimientos que trae este cambio y que preocupan. El capitalismo se ha corrompido por la codicia desenfrenada de ciertos grupos económicos, cuya voracidad los ha llevado incluso a operaciones suicidas que atentan contra los fundamentos mismos del sistema. El hedonismo se ha vuelto casi el único objetivo de la vida; los valores y deberes caen ante el compromiso prioritario con lo cómodo y placentero. El relativismo ha dejado en la incertidumbre la verdad y el bien, para que cada uno haga sus opciones como mejor le parezca renunciando a todo criterio objetivo y a toda norma aun natural. El individualismo nos aísla y disgrega, mientras concentra a cada uno en un amor propio excesivo que no admite ni contradicciones a sus propósitos ni compromiso con causas solidarias. Por eso, la corrupción cunde y se infiltra en los corazones y en las instituciones; la inequidad social se acentúa de modo amenazante; la agresividad se vuelve el medio más eficaz para conseguir cada uno lo que se propone; el abandono de Dios coincide con la idolatría del dinero que promueve la sociedad de consumo; la superficialidad se convierte en el estado normal de la vida y la angustia la consecuencia más común de todo lo anterior. El cambio es un dinamismo indispensable para el crecimiento de la humanidad. Cada generación tiene que dar un paso hacia delante y allá, en último término, se dirige todo lo que vivimos. Pero los resultados son mejores y se dan sin traumas si nos hacemos conscientes del camino y dirigimos la marcha. No podemos permitir que por buscar su bienestar y libertad, la humanidad ensaye un proceso de autodestrucción. Ahí estriba, desde cierto aspecto, la misión que debemos asumir todos en la Iglesia: transmitir la sabiduría y la fuerza del Evangelio para que acrisole y perfeccione lo mejor de la persona humana hacia el futuro. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Mié 22 Jun 2016

Bajar los índices de corrupción

Por Monseñor Froilán Casas - ¡Qué descaro! Hemos llegado al cinismo en la conciencia moral; conciencia moral que no existe. Ya no se le teme ni a Dios, ni al diablo. El relajamiento de la conciencia ha tocado fondo y todos sufrimos las consecuencias; doloroso para quienes somos honestos, justa consecuencia para los pillos y corruptos. El pícaro disfruta evadiendo todas las leyes, tiene una creatividad en grado superlativo para hacerlo. Se ha llegado incluso a admirar al infractor de la ley, ¿dónde está su sagacidad? En que no se deja pescar. Los calificativos morales se han cambiado en el imaginario cultural. Esa frase tan común en nuestra cultura: ¿usted no sabe quién soy yo? sí que es recurrente en todos los estratos sociales, cada quien desde su propio horizonte hermenéutico. Hasta el ser matón da “estatus”, sí, estatus de miedo. El salvaje oeste en muchos ambientes colombianos, es apenas una muestra insignificante de la crueldad con que se masacra a una población. Se atraca a la población cuando no hay control de precios y los intermediarios fijan los precios de acuerdo con el sucio e inmoral esquema de la oferta y la demanda. Con frecuencia los resultados de utilidades de algunas empresas no corresponden a la justicia social y el Estado que, se supone defiende el Bien Común, emplea el viejo esquema capitalista del: “Laisser faire, laisser passer”; en francés: “Dejar hacer, dejar pasar”. Una libre competencia en donde el pez grande se come al chico y después nos quejamos de la violencia. ¿Qué más violencia que una cultura de ese calibre? En la Antigua Grecia apareció una escuela en el mundo de la academia que se llamaron los sofistas. ¿Quiénes eran estos personajes? Aquellos que enseñaban las mentiras con base en las verdades. El ser humano, acrítico e ingenuo se traga el anzuelo con la forma en que le presentan el discurso. El sofista es aquél que presenta una dialéctica del discurso, empleando un método de investigación que se llama el silogismo. El silogismo tiene tres afirmaciones; las dos primeras son verdaderas y la conclusión es falsa. El oyente se queda con las dos primeras y se traga sin sentido crítico la tercera. Eso se podría llamar verdad a medias. Seamos definidos en nuestro moral y ética: o se es bueno o se es malo. Nadie puede ser medio bueno o medio malo. Robar poco es ser ladrón; robar mucho es ser igualmente ladrón. El que es infiel en lo poco es infiel en lo mucho, nos dice el Libro Santo. Dios no acepta al tibio: “Porque no eres frío ni caliente, estoy pata vomitarte de mi boca”. Cualquier porcentaje en los índices de corrupción es inmoral. ¡Qué engaño y qué sofisma! legalizar la llamada dosis mínima de consumo de una droga alucinógena. ¿Cuándo empieza la adición a una sustancia sicotrópica? Que lo digan los sicólogos clínicos, los genetistas y en general los académicos del área. ¿Quién mide la dosis? El funcionario que lo hace, ¿está en la capacidad científica de hacerlo? Pobre país con esas mediocres reglas de convivencia ciudadana. Desde el hogar empiezan estas sucias costumbres de exigir lo mínimo y ganar lo máximo. + Froilán Casas Obispo de la diócesis de Neiva

Lun 20 Jun 2016

Un paso más contra la pederastia

Escrito por: P. Raúl Ortiz Toro - La Iglesia sigue empeñada en implementar acciones contundentes contra el gran flagelo que es la pederastia. Los insatisfechos suelen decir que se hace poco quizá porque desconocen los grandes avances que se están dando en esta materia a nivel de la Iglesia Universal que desde hace algunos años tienen incidencia en las Iglesias Particulares. Toco el tema porque el pasado 4 de junio el Santo Padre Francisco firmó la Carta Apostólica llamada “Como una Madre Amorosa” que busca especificar los motivos por los cuales un Obispo o un Superior de un Instituto religioso o de una Sociedad de vida apostólica de derecho pontificio, puede ser removido de su oficio, haciendo aún más explícito el canon 193 del Código de Derecho Canónico. El documento no habla acerca de los casos en los que un prelado pueda incurrir en un delito de abuso, pues ese tema se trata a través de la Congregación para la Doctrina de la Fe y ya está tipificado, sino que habla de la “negligencia en el cargo” que daría causa a su remoción. Así inicia la Carta Apostólica dando las razones de esta disposición: “Como una madre amorosa, la Iglesia ama a todos sus hijos pero cuida y protege con particular afecto a los más pequeños e indefensos: se trata de una misión que Cristo mismo ha confiado a la Comunidad cristiana en su conjunto. Consciente de ello, la Iglesia dedica un cuidado vigilante a la protección de los niños y de los adultos en situación vulnerable”. Y luego pasa a expresar su determinación: “Con la presente Carta preciso que entre las denominadas “causas graves” se encuentra la negligencia de los Obispos en el ejercicio de su oficio, particularmente en lo relativo a los casos de abusos sexuales contra menores y adultos en estado de indefensión”. El Santo Padre de ninguna manera intenta estigmatizar a los Obispos descargándoles toda la responsabilidad en estos casos de abuso. Hay que tener en cuenta que en muchas ocasiones los Obispos son los últimos en enterarse de esta calamidad debido, sobre todo, a la presión social que ejerce sobre las víctimas un triste silencio; pero si en algún caso se llegara a evidenciar que el Obispo procuró un acto de dilación, encubrimiento, descuido o falta de aplicación en los principios y procesos que debe instaurar, entonces el Papa señala que debe iniciar una investigación en la que se determinen estas responsabilidades. El Papa solo quiere que los Obispos se esfuercen aún más en brindar caminos de prevención y solución a través de la atención a las víctimas y la ejecución de las penas justas para los victimarios. Su deseo es que se tenga absoluta prioridad y delicadeza en el trato a estos casos. En cinco artículos el Papa establece el proceso que se debe llevar a cabo para iniciar y desarrollar una investigación al Obispo, o al Superior que se le equipara según el derecho canónico. Las Congregaciones competentes para esta investigación son cuatro: Obispos, Evangelización de los Pueblos, Iglesias Orientales e Institutos de vida consagrada y Sociedades de Vida Apostólica. Es interesante anotar que no solamente la negligencia a la que alude la Carta Apostólica se refiere a pederastia sino también a aquellos actos que por negligencia hayan ocasionado daños graves a personas naturales o comunidades en su conjunto: a nivel físico, moral, espiritual o patrimonial. Y, además, en lo referente a abusos sexuales, no solamente a menores de edad sino también a adultos vulnerables, tanto incapacitados físicos como limitados mentales. Para consultar el texto completo únicamente se encuentra, hasta el momento, en la versión italiana de la página oficial www.vatican.va Las traducciones son mías, no oficiales, pero pueden confrontarse en el sitio señalado. P. Raúl Ortiz Toro Docente del Seminario Mayor San José de Popayán rotoro30@gmail.com

Jue 16 Jun 2016

Parroquias renovadas para una Nueva Evangelización

Por: Mons. Luis Adriano Piedrahita Sandoval - Habiendo culminado en el año 2014 la vigencia del plan diocesano de Pastoral, la Vicaría de Pastoral ha elaborado, con el concurso de todos, un nuevo plan que ha de orientar la actividad pastoral de la diócesis en el próximo decenio. Ella seguirá siendo orientada, naturalmente, a la tarea de la Nueva Evangelización, que es lo que nos pide la Iglesia en estos tiempos. Con motivo del encuentro sostenido con los Obispos del CELAM en Haití en el año de l983 con el que se preparaba la celebración en Santo Domingo del quinto centenario de la primera evangelización de nuestro continente, el Papa san Juan Pablo II comenzó a poner un particular énfasis en la expresión “Nueva Evangelización”. De esta manera, nuestro querido y recordado pontífice proponía a la Iglesia en América Latina y en el mundo entero el eje conductor que habría de iluminar y animar la acción pastoral en los tiempos presentes, dándole a ésta, como ya lo había insinuado su predecesor Paulo VI, “un nuevo impulso, capaz de crear tiempos nuevos de Evangelización, en una Iglesia todavía más arraigada en la fuerza y poder perennes de Pentecostés” (Evangelii Nuntiandi, 2). Los desafíos que en ese entonces aparecían frente a la acción evangelizadora de la Iglesia, talvez en lugar de disminuir o desaparecer, han ido en aumento, y las respuestas dadas, si acaso nos hemos sentido tocados por el compromiso de “crear nuevos tiempos de Evangelización”, requieren la pregunta sobre su oportunidad y eficacia. Podemos preguntarnos en qué va aquello de nuestra conversión pastoral hacia un renovado ardor apostólico, la conversión pastoral hacia la búsqueda de nuevos métodos que con imaginación y creatividad permitan que el Evangelio llegue al centro de la persona y de la sociedad y a todos los hombres y mujeres de una manera pedagógica y convincente, sin que falten el testimonio y el encuentro personal, la presencia del cristiano en todo lo humano, la confianza en el anuncio salvador de Jesús y en la actividad del Espíritu Santo, la conversión pastoral hacia la utilización de nuevas expresiones que hagan más cercano el mismo Evangelio de siempre a las nuevas realidades culturales de hoy. El Papa Francisco ha reafirmado esta decisión del compromiso de la Iglesia con una Nueva Evangelización. La Exhortación apostólica “Evangelii Gaudium”, la alegría del Evangelio que llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús, podemos comprenderla, sin lugar a dudas, como la carta de navegación que la Iglesia recibe para el tiempo presente: “Hoy, en este id de Jesús, están presentes los escenarios y los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia, y todos somos llamados a esta nueva salida misionera… Salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio (20). En este nuevo paso que damos, vamos a hacer hincapié en el fortalecimiento de la parroquia, comunidad de pequeñas comunidades, como el espacio privilegiado en el que se fortalezca y se anime el proceso de la Nueva Evangelización. El Papa Juan Pablo II estampó una hermosa frase para referirse a la institución eclesial de la parroquia: “Ella es, en cierto sentido, la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas” (Exhortación apostólica Christifideles laici, 26). De esta manera el Papa anotaba, por una parte, la misión que ella tiene de servir de espacio privilegiado en el que cada bautizado pueda vivir una experiencia primera de la Iglesia, ya que viene a ser la expresión más visible e inmediata de la comunión eclesial, la última localización de la Iglesia, el misterio mismo de la Iglesia vivo y operante en ella. Y por otra, el carácter cercano, familiar, próximo, que la parroquia ofrece a la vida de cada uno de los fieles, en la que, más importante que las estructuras, los edificios o el territorio mismo, es la comunidad que alrededor de ella se congrega como una familia, la familia de Dios, animada por el Espíritu de unidad, llamada a ser casa familiar, fraterna y acogedora. Recientemente, a la luz de los principios establecidos en Aparecida, hemos de mirar la parroquia, además, desde la óptica de la misión educativa y el carácter misionero que ella tiene, casa y escuela de discípulos misioneros de Jesús, lugar privilegiado en el que los fieles tienen una experiencia concreta de Cristo y de la comunión eclesial, y ámbito en el que la Palabra recibida, acogida, celebrada, expresada en la adoración del Cuerpo de Cristo, es fuente dinámica del discipulado misionero (Cfr: Aparecida 170ss). Los invito a seguir construyendo parroquias vivas y dinámicas que sean espacios privilegiados donde se genera una Nueva Evangelización. + Luis Adriano Piedrahita Sandoval Obispo de Santa Marta

Mié 15 Jun 2016

"Agujeros negros"

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - Hace exactamente un siglo, en 1916, el astrónomo alemán Karl Schwarzschild desarrolló el concepto de “agujero negro” para describir una región del espacio en cuyo interior existe una concentración de masa lo suficientemente elevada como para generar un campo gravitatorio tal que ninguna partícula material, ni siquiera la luz, puede escapar de ella. Nada que entre en su proximidad se libra de caer inexorablemente en el agujero. Podríamos decir, utilizando esta imagen, que también en nosotros hay “agujeros negros”. Actitudes y comportamientos que se tragan irremediablemente la paz, la alegría, la vida. Tantas veces no sabemos descubrir la presencia del mal en nosotros, porque se disfraza de protección o defensa del propio yo y, por eso, le permitimos estar en nosotros. Pero el mal es siempre ausencia de bien y nunca engendra algo provechoso. Si fuéramos lo suficientemente sagaces sabríamos desenmascarar las astucias del mal, que se presenta como nuestro aliado, pero que, más temprano que tarde, mediante unos efectos perversos se vuelve contra nosotros. Nuestros “agujeros negros”, en el fondo, son diversas expresiones del egoísmo, que una vez bien alimentado es, de un modo extraño, causa de segura autodestrucción. Podríamos enumerar muchos de estos “agujeros negros”, que nos succionan la vida. Pensemos, en primer lugar, en el desencanto. Es la pérdida de la esperanza o la ilusión; es la ausencia de ideales que nos deja sin sentido y fuerza para vivir. A veces, por la fatiga acumulada o por la experiencia de algún fracaso o por haber sido defraudados por alguien, se entra en este estado de desaliento y frialdad, en el que realmente se escapa la vida. Otro “agujero negro” es la desunión. Divididos y desarticulados se vive sin fuerza, sin integración a un conjunto, sin verdadera fecundidad. La unidad está implícita en toda la realidad; quien se aparta de ella se empobrece y de alguna forma retarda el proyecto común. Con frecuencia, se justifica bajo conceptos como autonomía, originalidad, libertad. Sin embargo, es camino rápido a la ineficacia y a la frustración. La indecisión nos lleva a pasar la vida pensando, calculando, esperando ciertas condiciones, deseando que las cosas se realicen por ellas mismas. Es una evidente pérdida de tiempo y un permitirse no realizar lo fundamental cuando es debido. Es otra forma de vivir a medias, de postergar lo que se debe hacer hoy, de dejarse robar las mejores oportunidades, de no saber ejercer la libertad y al final quedarse con las manos vacías. Podemos ver también la envidia como un “agujero negro”. Ella lleva a la tristeza por el bien del otro, a la crítica amarga y hasta la difamación y el atropello del otro. De alguna forma, es una infravaloración de sí mismo y una manifestación de la incapacidad de aprovechar gozosamente los dones de los demás. La envidia destruye la confianza, impide las relaciones armoniosas y genera bloqueos en una eficaz integración comunitaria. Del mismo modo la impaciencia nos quita la capacidad de vivir y actuar serena y provechosamente. Todo en la naturaleza tiene un ritmo y la interacción de la libertad de las personas, igualmente, demanda su tiempo. Si “la paciencia todo lo alcanza”, la impaciencia todo lo arruina. La impaciencia surge normalmente de la impotencia ante el mal, de la incapacidad de tener o construir inmediatamente lo que se quiere o necesita. Estos “agujeros negros” se tragan la fuerza y la alegría de la vida en cada persona, pero son también muy siniestros en los procesos de la comunidad y de la acción pastoral. Como responden a necesidades y pulsiones del propio yo, frente a ellos no vale la represión sino un estímulo positivo. Así, contra desencanto, entusiasmo y esperanza; contra desunión, fraternidad y comunión; contra indecisión, convicción y compromiso; contra envidia, nobleza y caridad; contra impaciencia, paz y fortaleza interior. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín