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Opinión

Lun 7 Mar 2016

La paz

Por: Ismael Rueda Sierra - El Beato Paulo VI, en su memorable Exhortación Apostólica, Evangelii Nuntiandi (1975), sobre la evangelización del mundo contemporáneo, hacía ver que esta tarea significaba para la Iglesia, “llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad.” Por tanto no se trata – añade - solamente de llevar el evangelio a zonas geográficas distantes y apartadas o poblaciones más numerosas, “sino de alcanzar y transformar con la fuerza del evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad, que están en contraste con la Palabra de Dios y con el designio de salvación” (cf. E.N. 18- 19). En Colombia, una vez más, frente al proceso o procesos de paz que adelanta el gobierno con los grupos armados, con la cooperación de diversas instituciones, suscita dirigir el mayor interés de los ciudadanos y creyentes en general, hacia este valor, a su vez, don y tarea como es el de la paz. Pero es cierto también en la práctica, que esta atención revela la diversidad e incluso divergencias en el modo de concebir la construcción auténtica de la paz y sobre todo en los métodos más idóneos para alcanzarla: todos queremos la paz pero no de la misma manera, se podría concluir. Como Iglesia, en estado de misión permanente, entendemos que la paz, juntamente con el valor de la vida humana, son “punto de interés” determinantes en la evangelización urgida y urgente del país, para ayudar a iluminar y transformar desde dentro y en la raíz una convivencia pacífica, duradera y sostenible de los colombianos. Los acuerdos que a través del diálogo se puedan lograr, contribuyen pero no agotan, indudablemente, la inmensa tarea de construir, como tarea de todos, la paz; sin embargo, nos llevan a examinar, frente a la diversidad de interpretaciones, el sentir evangélico traducido también por el Magisterio y el pensamiento social de la Iglesia para su aplicación con coherencia, en el camino de evangelización. En efecto, el Concilio Vaticano II en la Constitución sobre la Iglesia en el mundo de hoy, al discernir sobre la construcción de la paz en el mundo, dice que “la paz no es la mera ausencia de la guerra, ni se reduce al sólo equilibrio de las fuerzas adversarias, ni surge de una hegemonía despótica, sino que con toda exactitud y propiedad se llama ´obra de la justicia´ (Is.32,7) … Por eso la paz jamás es una cosa del todo hecha, sino un perpetuo quehacer …Para construir la paz son absolutamente necesarios el propósito de respetar a los otros hombres y pueblos y su dignidad, y el apasionado ejercicio de la fraternidad. Así, la paz es también fruto del amor, el cual sobrepasa a todo lo que la justicia puede realizar” (G.S. 78). De tal manera que además de todo el trabajo de base, en experiencias de reconciliación, perdón y reintegración social con los grupos, las comunidades, las personas afectadas de diversos modos por las consecuencias de un conflicto de tantos años, generadora de resentimientos, revanchas, odios viscerales, desplazamientos, víctimas de tantas clases, es necesario y de modo estructural una acción tendiente a buscar la justicia y la equidad en la construcción de esa nueva sociedad. De lo contrario, con seguridad no faltarían por parte de grupos, nuevos motivos para generar también nuevos conflictos. Invocamos la misericordia de Dios para que en Colombia se cumpla también lo anunciado por el profeta Isaías: “De sus espadas forjarán arados, y de sus lanzas podaderas. Las naciones no levantarán ya más la espada una contra otra y jamás se llevará a cabo la guerra” (Is 2,4). Con mi fraterno saludo de paz. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga

Dom 6 Mar 2016

¡Voy a volver a casa!

Por: Mons. Edgar de Jesús García Gil - Volver a casa ha sido para todos nosotros una alegría sin igual, especialmente cuando por estudios, viajes u opciones de vida estamos durante muchos años lejos de los nuestros. Decimos usualmente. No hay como volver a casa. Los abrazos de la familia, los lugares comunes, las comidas, las tertulias, todo se convierte en vida porque la familia es la matriz fundamental de nuestra existencia. La parábola del evangelio de San Lucas 5 en este cuarto domingo de cuaresma nos presenta una historia magistral de amor, ternura y misericordia como nunca la habíamos oído. El hijo menor pretendiendo ganar libertad encontró esclavitud y humillación. Los sabores de las algarrobas y los olores de los cerdos le recordaron con mayor fuerza los sabores y olores de su casa paterna. Pero sobre todo el amor de su familia querida donde era reconocido como hijo y como hermano. Tuvo el valor de reconocer su pecado y volver a casa. Este drama que vivió el hijo menor lo vivimos todos cuando pretendemos ganar vida y libertad sin Dios. El Pueblo de Israel en una etapa de su historia vivió esta situación. Fue sometido por los egipcios a la esclavitud y la vida se convirtió en opresión. Yahveh Dios como padre misericordioso los liberó a través de su siervo Moisés para traerlos de nuevo a la casa de la tierra prometida. Lo más conmovedor de la parábola es cuando el hijo menor regresa a casa con su lista de pecados resuelto a ser tratado como un siervo. En cambio, el padre siempre ha esperado a su hijo y apenas lo ve de lejos se lanza en una carrera de amor misericordioso. “Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió y echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo”. Esta actitud es indudablemente el colmo del amor de Dios que rompe los paradigmas de nuestras maneras de reaccionar ante el hijo o hermano que nos ha ofendido o ha vivido desordenadamente. El vestido, el anillo, las sandalias, la fiesta, el ternero cebado y el baile se convierten en los elementos más bellos de acogida al hijo y hermano que estaba muerto y ha vuelto a la vida. Este es el amor misericordioso de Dios. Hay muchas situaciones de pecado que nos esclavizan y nos hacen vivir lejos de la casa del padre. El sacramento de la reconciliación que Jesús ha dejado en su Iglesia es una de las maneras más humanas y bellas para experimentar este amor misericordioso de Dios cuando el presbítero en nombre de Cristo y de la Iglesia nos absuelve y perdona los pecados. De esclavos del pecado pasamos a hijos revestidos por el amor de Dios. “El que es de Cristo es una criatura nueva: lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado. Todo esto viene de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió consigo y nos encargó el servicio de la reconciliación. Es decir, Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirle cuentas de sus pecados, y a nosotros nos ha confiado el mensaje de la reconciliación” 2Corintios 5, + Edgar de Jesús García Gil Obispo de Palmira

Dom 6 Mar 2016

¡Voy a volver a casa!

Por: Mons. Edgar de Jesús García Gil - Volver a casa ha sido para todos nosotros una alegría sin igual, especialmente cuando por estudios, viajes u opciones de vida estamos durante muchos años lejos de los nuestros. Decimos usualmente. No hay como volver a casa. Los abrazos de la familia, los lugares comunes, las comidas, las tertulias, todo se convierte en vida porque la familia es la matriz fundamental de nuestra existencia. La parábola del evangelio de San Lucas 5 en este cuarto domingo de cuaresma nos presenta una historia magistral de amor, ternura y misericordia como nunca la habíamos oído. El hijo menor pretendiendo ganar libertad encontró esclavitud y humillación. Los sabores de las algarrobas y los olores de los cerdos le recordaron con mayor fuerza los sabores y olores de su casa paterna. Pero sobre todo el amor de su familia querida donde era reconocido como hijo y como hermano. Tuvo el valor de reconocer su pecado y volver a casa. Este drama que vivió el hijo menor lo vivimos todos cuando pretendemos ganar vida y libertad sin Dios. El Pueblo de Israel en una etapa de su historia vivió esta situación. Fue sometido por los egipcios a la esclavitud y la vida se convirtió en opresión. Yahveh Dios como padre misericordioso los liberó a través de su siervo Moisés para traerlos de nuevo a la casa de la tierra prometida. Lo más conmovedor de la parábola es cuando el hijo menor regresa a casa con su lista de pecados resuelto a ser tratado como un siervo. En cambio, el padre siempre ha esperado a su hijo y apenas lo ve de lejos se lanza en una carrera de amor misericordioso. “Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió y echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo”. Esta actitud es indudablemente el colmo del amor de Dios que rompe los paradigmas de nuestras maneras de reaccionar ante el hijo o hermano que nos ha ofendido o ha vivido desordenadamente. El vestido, el anillo, las sandalias, la fiesta, el ternero cebado y el baile se convierten en los elementos más bellos de acogida al hijo y hermano que estaba muerto y ha vuelto a la vida. Este es el amor misericordioso de Dios. Hay muchas situaciones de pecado que nos esclavizan y nos hacen vivir lejos de la casa del padre. El sacramento de la reconciliación que Jesús ha dejado en su Iglesia es una de las maneras más humanas y bellas para experimentar este amor misericordioso de Dios cuando el presbítero en nombre de Cristo y de la Iglesia nos absuelve y perdona los pecados. De esclavos del pecado pasamos a hijos revestidos por el amor de Dios. “El que es de Cristo es una criatura nueva: lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado. Todo esto viene de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió consigo y nos encargó el servicio de la reconciliación. Es decir, Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirle cuentas de sus pecados, y a nosotros nos ha confiado el mensaje de la reconciliación” 2Corintios 5, + Edgar de Jesús García Gil Obispo de Palmira

Vie 4 Mar 2016

Solo recibe perdón quien se arrepiente

Mons. Froilán Casas Ortiz - El perdón no viene por arte de magia o generación espontánea. El hombre es una criatura libre para tomar decisiones; a su vez, él debe responder por sus actos libremente realizados. En toda la historia bíblica es recurrente el tema del perdón: el Señor es clemente y rico en misericordia. El cínico nunca obtendrá el perdón pues su descarada y laxa conciencia lo hace ver como un héroe, cuando en realidad es un infeliz villano. Dios no entra en el corazón del soberbio, pues su personalidad está henchida de vanagloria y arrogancia. Allí no cabe Dios: su yo narcisista imposibilita dar cabida a Dios. Para el megalómano y narciso, su dios es él mismo. De ahí que dice el libro Santo: “Dios se resiste a los soberbios y abre su corazón a los humildes”. ¿Cómo va a recibir perdón aquel que se cree la divina perfección? En el colectivo cultural colombiano va entrando, con base en tanto adoctrinamiento publicitario la necesidad de la reconciliación nacional. Sí, hay que buscar la reconciliación, pero quienes cometieron atroces crímenes deben pedir perdón y arrepentirse sinceramente por haber causado tanto daño al país, a tanta gente. Claro, se debe perdonar, pero se espera que quienes han pecado gravemente, manifiesten un arrepentimiento sincero, cambien de conducta y muestren con hechos su nuevo comportamiento. Quien no se arrepiente está lejos de un cambio de conducta pues es tan cínico que antes se le sale a deber. Con esas personas no podrá establecerse un diálogo, pues ya de entrada tienen las de ganar. Reconocer el error es ganar la verdad. Hay gente tan descarada en su pecado que tras de ladrón bufón. Nuestro Maestro fue vilmente crucificado en medio de dos terribles bandidos. Ambos igualmente bandidos. Sólo uno recibió el perdón, porque sólo uno, reconoció su pecado. El cínico y desvergonzado murió en su ley, en su soberbia y así, asumirá sus propias consecuencias. Que no nos vengan con el sofisma de distracción que a todos se les dará perdón. Sí a todos se les ofrecerá el perdón, pero habrá algunos que creyéndose perfectos, su orgullo obnubila su inteligencia y entonces nunca reconocerán que han fallado. De soberbios está lleno el infierno. Sin arrepentimiento sincero no habrá perdón. Para que haya “borrón y cuenta nueva” tiene que visualizarse un cambio de actitud. Sí, habrá perdón, pero que por lo menos haya una declaración clara de arrepentimiento. Siguiendo el mandato divino, una víctima que ha sufrido todo el flagelo de la maldad, regalará el don precioso del perdón a quien se arrepienta y ofrezca un cambio de conducta. No olvidemos lo que nos dice la sabiduría popular: el que ofende escribe en el agua, el ofendido en la piedra; el que ofende se le olvida y el ofendido se acuerda. Comprendamos el dolor de la víctima y reconozcamos los errores cometidos para saborear la dulzura del perdón. Tú eres libre, pero Dios a la hora de la muerte te pediría cuentas del uso de tu libertad. “Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti”. Dios no es jurado de piedra, Dios ve tus actos. A Él no podrás engañar. + Froilán Casas Ortiz Obispo de Neiva

Mié 2 Mar 2016

Cuatrocientos años de evangelización

La fundación de Medellín puede pensarse como un proceso realizado a lo largo de muchos años. Los primeros pobladores indígenas, que habitaban estas tierras desde tiempo inmemorial, fueron encontrados, el 10 de agosto de 1541, por Jerónimo Luís Tejelo, el primer español que pisó el Valle de Aburra. Cien años después, en 1649, comienza a formarse el caserío de Aná, tomando el nombre de la quebrada que lo atravesaba, hoy conocida como Santa Helena. Más tarde, en 1675, se funda propiamente la Villa de Nuestra Señora de la Candelaria y se establece la parroquia denominada con esta advocación mariana, en el sitio que ocupa actualmente. Pero, entre esos acontecimientos hay uno, ocurrido exactamente hace cuatrocientos años, que no puede pasar desapercibido. El 2 de marzo de 1616, el Oidor-Visitador Francisco Herrera Campuzano inauguró, probablemente donde hoy se ubica el parque de El Poblado, un Resguardo Indígena con el nombre de San Lorenzo de Aburrá. Se trata de un ente jurídico que arropa unas construcciones básicas, alrededor de una capilla doctrinera, para la protección y evangelización de unos 500 nativos de distintas tribus de Antioquia. Se cumplía así una política del gobierno español que ordenaba concentrar los indígenas que sobrevivieron a la conquista, en rudimentarios caseríos con fines humanitarios y militares. El Oidor dispuso que los indígenas fueran adoctrinados, que se les enseñara el español, que se los defendiera en su libertad para tener una organización bajo jefes de su misma tribu y ordenó que no se sometieran a trabajos duros y que se protegiera especialmente a los ancianos y a los huérfanos. La fundación de San Lorenzo puede considerarse, de una parte, como el inicio del poblamiento de todos los municipios del Valle de Aburrá; y, de otra, como el verdadero comienzo de la evangelización en esta comarca. Hecho que resulta innegable por la constitución de la primera parroquia-doctrina y la toma de posesión del primer párroco, el portugués Baltasar Pereira Orrego. No es difícil imaginarse las dificultades del comienzo. En este sentido, concluye el P. Javier Piedrahíta, cuidadoso investigador de estos acontecimientos, que la evangelización de América fue tan meritoria como lo fue la primera evangelización del mundo pagano hecha por los apóstoles y sus inmediatos sucesores y añade que la evangelización de una cultura no puede verse sino como una obra de Dios. Junto a la acción insustituible de la gracia podemos pensar también cuánto esfuerzo y cuántos sacrificios han aportado obispos, presbíteros, religiosos y laicos bajo el sol de estos cuatro siglos para que la fe cristiana esté, desde la raíz, en nuestra historia y en nuestra organización social y cultural. Por eso, no se trata simplemente de recordar unos acontecimientos, sino de entrar en una realidad espléndida y permanente que se ha descrito desde el principio de la evangelización diciendo: “Y la Palabra de Dios cundía...”. Entonces, debe brotar en cada uno de nosotros, junto a la acción de gracias por el camino recorrido, el impulso apostólico para continuar, respondiendo a los desafíos de hoy, la misión que hemos recibido de Cristo. De tal manera, que nuestra sociedad no olvide su vocación cristiana y logre configurar desde ella un modelo de vida que no cambie los valores irrenunciables del Evangelio por los ídolos del poder, de la riqueza, del placer y de la violencia. La celebración de estos cuatrocientos años de evangelización es una nueva oportunidad para reforzar el sentido de pertenencia a nuestra Iglesia y para renovar la pasión por hacer verdaderos discípulos misioneros de Cristo; así los católicos no estarán tentados de acampar en sectas y grupos que los deslumbran, pero que no les dan la vida plena en Cristo. Debe acrecentarse la formación de los laicos, además, para que puedan trabajar con eficacia en la construcción de un tejido social que no ceda ante las propuestas de la corrupción, de la fuerza de las armas, de la codicia, del espejismo de la droga, de ciertas ideologías y del egoísmo que carcomen la integridad moral y la esperanza de nuestro pueblo. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Lun 29 Feb 2016

En la escuela de la Misericordia en camino hacia la pascua

Por Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez. Todos los años, los cristianos tenemos la gracia de vivir y celebrar la Cuaresma, como tiempo de gracia, tiempo de conversión, tiempo propicio para volver a Dios, tiempo que nos sirve para prepararnos adecuadamente para la Pascua anual. Pero este año 2016, reviste la Cuaresma un significado del todo particular. Estamos en el Jubileo de la Misericordia, y por esto mismo, hacemos caso del deseo del Santo Padre, el Papa Francisco, cuando en la Bula Misericordiae vultus nos dice que “la cuaresma de este Año Jubilar ha de ser vivida con mayor intensidad, como momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios” (MV, 17). Es por esto que en la pedagogía del encuentro, el Santo Padre nos invita a llevar a cabo, en todas las iglesias particulares del mundo, la “iniciativa de las 24 horas para el Señor” (MV, 17), que se propone realizar entre el viernes y el sábado anteriores al IV domingo de Cuaresma, es decir, antes del domingo 6 de marzo de 2016. La Arquidiócesis de Cali se vincula con vivo ardor a esta iniciativa pastoral, y organizada por cada una de las cuatro zonas pastorales, se llevarán a cabo sendas celebraciones penitenciales donde los fieles podrán acercarse al sacramento del perdón, animados también por la presencia de los Obispos y sacerdotes, que como Jesús, y en su nombre, impartiremos el perdón e invitaremos a la reconciliación. Unas jornadas de adoración y de encuentro con el Amor, en la alabanza eucarística, la escucha de la Palabra y la meditación. Será la ocasión, también, de celebrar con profunda esperanza el misterio de la fe, que es la Santa misa, para que cada fiel se una al sacrificio redentor de Cristo. El Santo Padre nos dice algo que es suma importancia: “De nuevo ponemos convencidos en el centro el sacramento de la Reconciliación, porque nos permite experimentar en carne propia la grandeza de la misericordia. Será para cada penitente fuente de verdadera paz interior” (MV, 17). En la escuela de la misericordia, el sacramento del perdón es una ayuda magnífica para aportar a la paz de nuestro mundo, porque no se puede negar que la paz comienza en el corazón de cada persona, cuando descubre que su vocación es a la fraternidad, y no a la venganza ni al odio fratricida. Por esto, “las 24 horas para el Señor”, se hará en todas las parroquias en los tiempos y modalidades que sean más oportunos. Ya hay parroquias en donde grupos de sacerdotes se están organizando para realizar celebraciones penitenciales y colaborarse mutuamente. Pero qué bueno que cada católico, de manera particular el fin de semana del 4 y 5 de marzo, que es viernes penitencial, si no puede asistir a las celebraciones programadas, se proponga dedicarle esas 24 horas al Señor desde su hogar, y haga una obra de misericordia especial. Ese día la Iglesia, en todos los rincones de la tierra, clamará y alabará al Señor “porque es eterna su misericordia” (Sal. 118), pues durante las 24 horas para el Señor, en todo el mundo se escucharán las palabras de los ministros del perdón, cuando a cada penitente haga saber que Dios los ama y que los perdona sin condiciones. Por otro lado, no sólo habrá fiesta en el cielo por un pecador que se convierta, sino por los tantos que movidos por el Espíritu Santo se acercarán en estos días al Amor, para tener la experiencia del abrazo del Padre celestial. Que todos, sacerdotes y fieles, nos dispongamos con humildad para participar en la fiesta del perdón, recordando las palabras de San Juan “Si decimos: «No tenemos pecado», nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos nuestros pecados y purificarnos de toda injusticia” (1Jn, 1,8-9).

Dom 28 Feb 2016

La misericordia de Dios nos quiere libres

En este tercer domingo de cuaresma las lecturas nos llevan de la mano para mostrarnos como el amor misericordioso de Dios busca a todo precio nuestra verdadera libertad. Yahveh, lleno de misericordia, se le presenta a Moisés en la zarza ardiente y lo envía a liberar a su pueblo Israel de la opresión de los egipcios. Yahveh quiera salvar al hombre con la colaboración del mismo hombre. Ante la impotencia y pequeñez que manifiesta Moisés, Yahveh lo respalda con su presencia. “Yo estaré contigo”. Moisés es instrumento de salvación en las manos de Dios. Éxodo 3, 1 Moisés era pastor del rebaño de Jetró su suegro, sacerdote de Madián. Una vez llevó las ovejas más allá del desierto; y llegó hasta Horeb, la montaña de Dios. 2 El ángel de Yahveh se le apareció en forma de llama de fuego, en medio de una zarza. Vio que la zarza estaba ardiendo, pero que la zarza no se consumía. 3 Dijo, pues, Moisés: «Voy a acercarme para ver este extraño caso: por qué no se consume la zarza.» 4 Cuando vio Yahveh que Moisés se acercaba para mirar, le llamó de en medio de la zarza, diciendo: «¡Moisés, Moisés!» El respondió: «Heme aquí.» 5 Le dijo: «No te acerques aquí; quita las sandalias de tus pies, porque el lugar en que estás es tierra sagrada.» 6 Y añadió: «Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.» Moisés se cubrió el rostro, porque temía ver a Dios. 7 Dijo Yahveh: «Bien vista tengo la aflicción de mi pueblo en Egipto, y he escuchado su clamor en presencia de sus opresores; pues ya conozco sus sufrimientos. 8 He bajado para librarle de la mano de los egipcios y para subirle de esta tierra a una tierra buena y espaciosa; a una tierra que mana leche y miel. 10 Ahora, pues, ve; yo te envío a Faraón, para que saques a mi pueblo, los israelitas, de Egipto.» 11 Dijo Moisés a Dios: ¿Quién soy yo para ir a Faraón y sacar de Egipto a los israelitas?» 12 Respondió: «Yo estaré contigo y esta será para ti la señal de que yo te envío: Cuando hayas sacado al pueblo de Egipto daréis culto a Dios en este monte.» Pablo le recuerda a los Corintios como un buen número de Israelitas no respondieron a la misericordia de Dios durante el éxodo que lideró Moisés por encargo de Dios. La rebeldía y la murmuración contra Dios los llevaron a la muerte. “Así pues, el que crea estar en pie, mire no caiga”. 1Corintios 10, 1 No quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube y todos atravesaron el mar; 2 y todos fueron bautizados en Moisés, por la nube y el mar; 3 y todos comieron el mismo alimento espiritual; 4 y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que les seguía; y la roca era Cristo. 5 Pero la mayoría de ellos no fueron del agrado de Dios, pues sus cuerpos = quedaron tendidos en el desierto. = El amor misericordioso de Jesús se traduce en un llamado a la conversión que es vida. No responder al llamado es muerte. Pero la paciencia de Dios con nosotros es infinita y espera hasta el final para que demos frutos de auténtica conversión. Estos frutos son el cumplimiento de las obras de misericordia, es decir, la caridad práctica. Lucas 13, 1 En aquel mismo momento llegaron algunos que le contaron lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de sus sacrificios. 2 Les respondió Jesús: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos, porque han padecido estas cosas? 3 No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo. 4 O aquellos dieciocho sobre los que se desplomó la torre de Siloé matándolos, ¿pensáis que eran más culpables que los demás hombres que habitaban en Jerusalén? 5 No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo.» 6 Les dijo esta parábola: «Un hombre tenía plantada una higuera en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo encontró. 7 Dijo entonces al viñador: "Ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro; córtala; ¿para qué va a cansar la tierra?" 8 Pero él le respondió: "Señor, déjala por este año todavía y mientras tanto cavaré a su alrededor y echaré abono, 9 por si da fruto en adelante; y si no da, la cortas."»

Vie 26 Feb 2016

Al servicio de la historia y de la juventud

Escrito por: Mons. Libardo Ramírez Gómez - Qué oportuno el impulso al espíritu misionero al dar a conocer la Historia de la Iglesia y al promover la Pastoral Juvenil. Apóstoles consagrados a esas tan trascendentales tareas fueron Mons. Guillermo Agudelo Giraldo, (1932-2015) y el Padre Luis María Fernández Pulido, “Pafer” (1916-1985). Qué buen servicio el prestado por ellos a la evangelización en esos ambientes. Dedicar tiempo y desvelos, con denodado cariño, a servir a la “Maestra de la vida”, como se ha definido a la historia, y hacer labor similar con la juventud, son labores de invaluable servicio a los humanos. Gran tarea al servicio de la historia de Bogotá y de Colombia cumplió Mons. Guillermo Agudelo, nacido el 10-06-32, quien pasó a recibir la recompensa celeste el 15-12-15. Fue ordenado Sacerdote en Bogotá (17-02-58), en donde adelantó amplia labor pastoral hasta su muerte (15-01-16). Varias Parroquias regentó el P. Guillermo, destacándose su labor en San Ignacio de Loyola (1961-79) y Cristo Rey (1979-98), en donde impulsó esas feligresías y dio la mano a centenares de niños y jóvenes para sus estudios. Por sus méritos le concedió, el Papa, ser Protonotario Apostólico. Hermanado con esas proyecciones pastorales estuvo su cultivo intelectual, con cátedras docentes y más de 20 publicaciones sobre diversos temas. Se destaca su amplia obra “Los Arzobispos de Bogotá”, con múltiples datos de interés para esta Ciudad, y para toda Colombia. Difundir la obra de la Iglesia para fiel recuerdo y estímulo a las presentes y futuras generaciones, y, también, como precisión necesaria ante las voces de crítica y condena, más que injusta, fue importante labor. Para perpetuar su labor al servicio de la historia fue feliz iniciativa de Mons. Agudelo fundar (25-02-00) la Academia de Historia Eclesiástica de Bogotá. Esta creación han sido y seguirán siendo faro de luz en la que se difundan verdades iluminadoras y testimonios que hablan de cómo servir positivamente a la humanidad. Merito grande Mons. Agudelo fue, también el impulso que dio desde 1988 a la Campaña del Óbolo de San Pedro. Supo el Prelado poner de manifiesto que esa colecta se destina a tantas ayudas que para diversos puntos del mundo envía, luego, el Santo Padre, para a tantas personas desprotegidas y víctimas de destructoras catástrofes, y a las Obras Misionales en todas las latitudes del mundo. A la par de lo realizado por Mons. Agudelo está la entusiasmadora y oportuna tarea de evangelización de los jóvenes, para que se conviertan en evangelizadores, con su alegra vivencia de la verdad cristiana, a la que consagró su vida el Padre Luis María Fernández (1916-1985), desde su Ordenación sacerdotal (03-09-39). Iniciativa feliz al servicio de esa causa, culminó con algo que le ha dado estabilidad, al fundar la “Central de Juventudes” (03-09-53). En el año 1972, como Obispo recién consagrado, entraba a formar parte de la Conferencia Episcopal de Colombia. En mi labor sacerdotal como Vicario de Pastoral en mi diócesis de Garzón, había realizado algunas labores en promoción de jóvenes, al lado de otros frentes, con formación cristiana de ellos y proyección, desde la fe, hacia obras sociales. Esa experiencia me llevó a poner de presente que en la Conferencia Episcopal no había un organismo que promoviera esa labor entre los jóvenes. Recibí, entonces, el encargo de dar pasos necesarios para que surgiera esa reclamada entidad. Ante esa responsabilidad, busqué contacto con personas y movimientos que tuvieran ese empeño. Había tenido relación con la Central de Juventudes, que ya estaba enviando jóvenes, debidamente capacitados, a impulsar esas tareas en las distintas Diócesis del País. Fue punto de apoyo, acertado primer paso para seguir dando vida a la Pastoral Juvenil en toda Colombia. Al lado del Padre Fernández encontré otros grandes apóstoles de la juventud, en Bogotá, como el Padre Miguel Triana, y los Jesuitas Alejandro Londoño y Jesús Vela. En Medellín la valiosa labor del Padre Luis Gaviria, con influencia en Antioquia y en otras regiones de Colombia. Con esos Sacerdotes, y muchos más que ya llevaban adelante meritorios esfuerzos fuimos realizando encuentros a escala nacional hasta formar una gran red con la cual se impulsó, coordinadamente, gran labor. Punto culminante fue la realizado en 1985 “Año de la Juventud”, con importantes jornadas, que fueron el fruto de esos trece (13) años de intensa labor. Artífices de ese impulso inicial de la Pastoral Juvenil organizada en Colombia fueron los Secretarios del Departamento que con ese fin se creó en la CEC, y la han seguido echando adelante los de los años subsiguientes. El gran servicio a la juventud, impulsado por Pafer, y promotores desde Comunidades Religiosas como Eudistas, Salesianos, Franciscanos y Jesuitas, ha sido semillero de bien. Evocando palabras de Tertuliano podemos decir que la sangre y el sudor apostólico de testigos en esta Pastoral han sido y siguen siendo “semilla de cristianos”. Mons. Libardo Ramírez Gómez Obispo emérito de Garzón monlibardoramirez@hotmail.com