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Opinión

Mar 25 Mayo 2021

De Babel a Pentecostés

Por: Mons. José Libardo Garcés Monsalve - Babel, en la Sagrada Escri­tura, es lugar de confusión y desorden, donde la pre­potencia, orgullo y egoísmo del hombre lo condujeron a creer que podía construir una torre para lle­gar hasta el cielo, olvidándose que el camino era la vivencia de los mandamientos. En Babel todos hablan y nadie se entiende, todos mandan y nadie obedece, todos gritan y nadie hace silencio, se exige justicia y ho­nestidad mientras se comulga con la injus­ticia y la corrupción, se pide hablar con la verdad mientras se di­funde la mentira. En Babel no hay espacio para el diálogo y la concertación, todos buscan imponer sus ideas a costo de lo que sea. En Babel la men­te y el corazón del ser humano se embotan de tal manera que, le es imposible reconocer en el otro al hermano, sólo ve adversarios a los que tiene que vencer, porque los considera una amenaza. Colombia, tierra consagrada al Sa­grado Corazón de Jesús, no puede ni debe ser la Babel donde el mie­do venza a la confianza, el odio al amor, la violencia a la paz, la di­visión a la unidad. El Santo Padre Francisco nos ha dicho que es en la fraternidad y con la solidaridad como lograremos vencer juntos la pandemia de la COVID-19, que, por estos días, entre otras cosas, ha encontrado en las aglomeracio­nes de personas presentes en las movilizaciones y protestas, espa­cios para su rápida propagación. Volvamos a reunirnos en una sola casa como lo hicieron los discípu­los de Jesús que, sin perder la fe y la esperanza en las palabras de su Maestro, perseveraron en la ora­ción, en la fracción del pan, y en el ejercicio de la caridad. Esa casa común es Colombia, lugar donde debe darse el Pentecostés, donde la presencia del Espíritu Santo nos una a todos y transforme la confusión en comunión, tienda puentes para el encuentro y de­rribe los muros de la indiferencia, del odio y de la violencia. Con un nuevo Pente­costés, los colombia­nos llenos del Espíritu Santo, seremos capa­ces de comprender la lengua de todos, pues hablaremos la lengua que hombres y mu­jeres entienden sin importar raza, credo o clase social: el len­guaje del amor, del perdón, la re­conciliación y la paz. Este nuevo lenguaje nos permite sentarnos a dialogar para escucharnos, reco­nocer con humildad que, en deter­minados momentos, por tratar de construir una torre a nuestro ca­pricho y antojo para sentirnos más fuertes y vernos más altos que los demás, he­mos olvidado el sentido de ser hermanos y la importancia de construir el bien común. Es el momen­to de pedirle al Espíritu Santo que así, como se posó en cada uno de los após­toles, encienda en cada colom­biano el fue­go de su amor, indispensable para asumir con valentía y deci­sión el compro­miso de trabajar juntos por la transformación de un país que necesita un pro­yecto integral de vida en el que se respete la dignidad del ser humano y se promueva el desa­rrollo de los pueblos. Este avivamiento, llenará nues­tros corazones de fe y esperan­za, hará posible que lo torcido se enderece, lo escabroso se allane, los adversarios se den la mano, y la búsqueda del bien común sea responsabilidad y compromiso de todos. De Babel son los capítulos negros de la historia de Colombia que se repiten cuando los colombianos se alejan y no aceptan la volun­tad de Dios, al contrario, constru­yen torres gigantes que terminan desmoronándose y aplastando en su caída a los más débiles e inde­fensos. En cambio, Pentecostés es una nueva creación con líneas en blanco para escribir a la luz del Espíritu Santo los nuevos ca­pítulos de los colombianos que se reconocen hijos de un mismo Padre y se hacen conscientes de que, si permanecen en el amor que Jesucristo les enseñó, vencen al pecado que genera caos, dolor y muerte, para vivir en la gracia que produce abundantes frutos. En unión de oraciones, reciban mi bendición. + José Libardo Garcés Monsalve Obispo de Málaga Administrador Apostólico de la Diócesis de Cúcuta

Jue 20 Mayo 2021

Claves para el diálogo en el pensamiento del Papa Francisco

Por: Mons. Juan Carlos Cárdenas Toro - Después de varias semanas de crisis nacional, tímidamente y no sin dificultades empiezan a instalarse algunas mesas de negociación y diálogo, de manera sectorial, territorial e incluso nacional. Sin más pretensión que ofrecer algunas ideas desde la enseñanza de la Iglesia, acudo a la Encíclica Fratelli tutti (hermanos todos), del Papa Francisco. 1. El diálogo no es un monólogo. Hay que estar muy atentos a estos. El Papa sostiene que se el diálogo no es «un febril intercambio de opiniones en las redes sociales, muchas veces orientado por información mediática no siempre confiable». Y advierte que «los monólogos no comprometen a nadie, hasta el punto de que sus contenidos frecuentemente son oportunistas y contradictorios». (FT, 200). 2. Cuidado con el egoísmo. Sobre este punto el Santo Padre advierte que «la falta de diálogo implica que ninguno, en los distintos sectores, está preocupado por el bien común, sino por la adquisición de los beneficios que otorga el poder, o en el mejor de los casos, por imponer su forma de pensar». Por el contrario, «los héroes del futuro serán los que sepan romper esa lógica enfermiza y decidan sostener con respeto una palabra cargada de verdad, más allá de las conveniencias personales» (FT, 201). 3. En sí mismo, el diálogo presupone disposición a «acercarse, expresarse, escucharse, mirarse, conocerse, tratar de comprenderse, buscar puntos de contacto» (FT, 198). Esto implica llegar a los escenarios de diálogo con la disposición para que estos presupuestos puedan verificarse. En este sentido se necesita grandeza, franqueza y humildad. Qué importante es darse y dar a los demás la oportunidad de un espacio con estas características. En un contexto así se pueden romper paradigmas y tender puentes. 4. El respeto por el otro es definitivo. Sobre esto, el Papa Francisco asegura que «el auténtico diálogo social supone la capacidad de respetar el punto de vista del otro aceptando la posibilidad de que encierre algunas convicciones o intereses legítimos. Desde su identidad, el otro tiene algo para aportar, y es deseable que profundice y exponga su propia posición para que el debate público sea más completo todavía» (FT, 203). 5. La aspiración al “poliedro”. El Papa plantea que en una sociedad plural, el diálogo debe llevar a la convivencia armoniosa en medio de la diversidad. En este sentido, vale la pena plantearlo como una meta. Y el Santo Padre explica que «el poliedro representa una sociedad donde las diferencias conviven complementándose, enriqueciéndose e iluminándose recíprocamente, aunque esto implique discusiones y prevenciones. Porque de todos se puede aprender algo, nadie es inservible, nadie es prescindible» (FT, 215). Ojalá autoridades y sectores populares vayan en la dirección del bien común. + Juan Carlos Cárdenas Toro Obispo Diócesis de Pasto

Jue 13 Mayo 2021

¡Felicitaciones catequistas!

Por: P. Raúl Ortiz Toro - En la mañana del 11 de mayo de 2021 el papa Francisco ha firmado la Carta Apostólica Antiquum ministerium (Un antiguo ministerio) con la que se instituye el ministerio de catequista en la Iglesia Católica. ¿Y qué es un ministerio? En enero de este año el mismo pontífice, en una carta dirigida al prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre el acceso de las mujeres a los ministerios del lectorado y del acolitado, respondió a esta pregunta. Explica el Papa que hay dos tipos: en primer lugar, los “ministerios ordenados”, es decir, los del obispo, el presbítero y el diácono; en segundo lugar, los “ministerios instituidos” o “laicales” que se confían “por un acto litúrgico del obispo, a una persona que ha recibido el Bautismo y la Confirmación y en la que se reconocen carismas específicos, después de un adecuado camino de preparación”. Sobre todo desde el siglo XVI los actuales ministerios laicales fueron llamados “órdenes menores” a las que solo podían acceder quienes eran candidatos al sacerdocio: eran cuatro, el ostiariado (“ostis” en latín significa puerta, y este era una especie de ministerio de sacristán o portero del templo), el exorcistado, el lectorado y el acolitado. El papa Pablo VI en 1972, como fruto de la renovación surgida a partir del Concilio Vaticano II suprimió el ostiariado y el exorcistado; luego, cambió el nombre de órdenes menores y convirtió al lectorado y acolitado en ministerios laicales para que no estuvieran ligados únicamente al proceso de ordenación sacerdotal sino abiertos a la ministerialidad de la Iglesia, es decir, a todos los fieles. Como se acaba de referir, en enero de este año el papa Francisco permitió que los ministerios de lectorado y acolitado pudieran ser oficios ejercidos por mujeres para hacer “más efectiva en la Iglesia la participación de todos en la obra de evangelización […]” y para que se hiciera más evidente “que estos ministerios están enraizados en los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación”. Es en este mismo camino de redescubrimiento de la corresponsabilidad de todos los bautizados en la Iglesia – que conlleva el reconocimiento de la especial misión que ejercen los laicos –, que el Papa Francisco ha instituido el ministerio de catequista. Es una gran noticia para la Iglesia y, en particular, para tantos maestros de la fe que en nuestras parroquias ejercen este valioso oficio pastoral. Por ello, desde los más profundo de nuestro corazón les decimos a los presentes y futuros catequistas: ¡Felicitaciones! Todos recordamos con gratitud a nuestros catequistas; nos recibieron en la parroquia cuando éramos apenas unos niños deseosos de conocer a Dios, nos llevaron con paciencia y dedicación a amar a Jesús Eucaristía, nos instruyeron para hacer una buena primera confesión, luego, cuando éramos más jóvenes, nos ayudaron a descubrir el amor por el Espíritu Santo para acceder a la Confirmación. En muchos Movimientos Eclesiales la labor del catequista es esencial en la Nueva Evangelización y en formación cristiana de adultos en general. Además, el Papa en esta Carta Apostólica exalta la labor de tantos miembros del Pueblo fiel que han difundido el Evangelio a través de la enseñanza catequística, “auténticos testigos de santidad” y “legión benemérita” de la evangelización entre los no creyentes. Y es que la labor del catequista es imprescindible en la Iglesia; como lo dice el Directorio General para la Catequesis (No. 61), después del primer anuncio del Evangelio, la catequesis (y, por extensión, el catequista), “promueve y hace madurar esta conversión inicial, educando en la fe al convertido e incorporándolo a la comunidad cristiana”. De allí que el Papa haya deseado elevar a categoría de ministerio instituido este oficio pastoral; el pontífice inicia su Carta Apostólica presentado los múltiples ejemplos de catequistas en el Nuevo Testamento, llamados en ese momento “maestros”, como en la primera carta a los corintios, capítulo 12, o específicamente catequistas, como en la carta a los Gálatas (6,6). Francisco destaca, además, en su Carta Apostólica, el movimiento de renovación de la catequesis emprendido después del Concilio Vaticano II; expresión de ello es la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, la Exhortación Apostólica “Catechesi tradendae” del Papa Juan Pablo II, los Directorios –General y específicos–, sobre este tema y la investigación y redacción de “catecismos nacionales, regionales y diocesanos”. Destaca el Papa que el obispo es “el primer catequista en su Diócesis junto al presbiterio, con el que comparte la misma cura pastoral” (No. 5) y que el nuevo ministerio de catequista no irá en menoscabo de esta responsabilidad; al contrario, obispos y sacerdotes, se verán apoyados de manera especial en responder a los nuevos desafíos que impone esta cultura globalizada en la que nos encontramos contando con catequistas que usen “metodologías e instrumentos creativos que hagan coherente el anuncio del Evangelio”. Francisco pide a los catequistas que estén presentes en las diversas etapas del servicio pastoral que conlleva la transmisión de la fe: anuncio kerigmático, catequesis presacramental y formación permanente porque “el catequista es, al mismo tiempo, testigo de la fe, maestro y mistagogo, acompañante y pedagogo que enseña en nombre de la Iglesia” (No. 6). Entonces, ¿quiénes pueden acceder a este nuevo ministerio en la Iglesia? Como reto, el Papa deja en manos de cada obispo el “debido discernimiento” para elegir a personas idóneas y bien preparadas; el obispo, seguramente apoyado en los delegados diocesanos de catequesis, debe encontrar, ¡leamos bien este perfil!: “hombres y mujeres de profunda fe y madurez humana, que participen activamente en la vida de la comunidad cristiana, que puedan ser acogedores, generosos y vivan en comunión fraterna, que reciban la debida formación bíblica, teológica, pastoral y pedagógica para ser comunicadores atentos de la verdad de la fe y que hayan adquirido una experiencia previa de catequesis […] y que sean fieles colaboradores de los sacerdotes y los diáconos y estén dispuestos a ejercer el ministerio donde sea necesario, y animados por un verdadero entusiasmo apostólico”. El anterior es el perfil que traza el Papa para quienes quieran ser instituidos por el obispo a través de un Rito que – anuncia el Papa – muy pronto publicará la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. El pontífice lanza, también, un desafío a las Conferencias Episcopales para que establezcan en cada nación un “itinerario de formación y los criterios normativos para acceder a él”. Indudablemente que esta Carta Apostólica tendrá incidencia también en el itinerario de formación al sacerdocio no solo en el aspecto académico sino en el litúrgico pues quienes hemos recibido el ministerio sacerdotal recibimos los ministerios anteriores: el ministerio ordenado del diaconado y los ministerios instituidos de lectorado y acolitado; seguramente, también los seminaristas deberán recibir el ministerio de catequista para el cual deberán prepararse con mayor ahínco. Buenas cosas auguramos para la evangelización y para el futuro de la Iglesia con este nuevo ministerio que el Papa Francisco nos deja como legado permanente. Padre Raúl Ortiz Toro Párroco Divino Niño – Venadillo Arquidiócesis de Ibagué rotoro30@gmail.com

Lun 10 Mayo 2021

“Llamado a la sensatez”

Por: Mons. Carlos Arturo Quintero Gómez - “Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que trae Buenas Nuevas, que anuncia la paz” (Is 52, 7). Con estas palabras del profeta Isaías, me dirijo al pueblo quindiano, como Padre y Pastor de esta Iglesia Particular, en unión con los sacerdotes y religiosos, para invitarles a la sensatez, a la serenidad de nuestros corazones y a la fraternidad, en estos tiempos difíciles de crisis social. Felicito a quienes han salido a protestar, mostrando finura, civismo y respeto por la vida y a la vez, invito, a hombres y mujeres que, con un corazón desalmado se han mostrado irreverentes e insensibles ante el dolor del hermano, a que depongan las armas de la violencia. No podemos seguir desgastándonos, mirando al otro como si fuera un enemigo; somos hermanos y juntos podemos salir airosos, no solo de esta pandemia que ya ha cobrado miles de vidas, sino que podemos salir victoriosos de esta crisis en la que hoy nos encontramos. Las manifestaciones pacíficas, la protesta, como expresión del inconformismo social son un derecho de la ciudadanía, pero, no permitamos que los desmanes y el vandalismo opaquen el deseo de reivindicar los derechos. No convirtamos nuestras calles, nuestras plazas y veredas en campos de batalla; recordemos que, detrás de cada rostro hay un drama humano; detrás del rostro de un policía, de un militar, de un joven estudiante, de una madre de familia, de un trabajador, de un comerciante, de un empresario, de un campesino, etc., hay una familia, una historia plagada de dolor, sufrimiento, gozos y esperanzas y, desafortunadamente, muchos de nuestros proyectos de vida se ven truncados por la violencia y las múltiples pobrezas sociales. El camino para los acuerdos y consensos no se construye bloqueando calles e impidiendo el paso de ambulancias, ocasionando una crisis por el desabastecimiento de alimentos, destruyendo las estaciones de policía, atacando los sistemas masivos de transporte o sembrando terror. El camino propicio es el diálogo, que San Pablo VI definía como “don interior de caridad, que tiende a hacerse don exterior”. Y en este diálogo conciliador y fraterno, debe haber lugar para el perdón y la reconciliación. Invito a la fuerza pública y a las autoridades a mantener la calma, a no excederse ni extralimitarse en el control del orden público, a garantizar la seguridad ciudadana y la legitimidad de la protesta social; llamo a los ciudadanos a la cordura, a despertar en sus corazones el sentido patriótico, el respeto por la autoridad. Que la solidaridad que hemos desplegado en cada catástrofe, en cada acontecimiento de dolor, como expresión de nuestra pujanza y tesón, no pierda su esplendor por los lunares de la desinformación y la violencia. Seguramente, sentimos que el retiro del texto de la reforma tributaria del Congreso de la República es una gran victoria, pero la mayor victoria es la paz; reitero la invitación a todos a que nos serenemos, a pensar en el otro como ‘hermano’ y a construir, desde la esperanza, caminos de paz y de justicia, afianzando en el corazón el perdón y la reconciliación. La Iglesia diocesana de Armenia, en su compromiso con la paz, está dispuesta a servir de garante en los diálogos que sea necesario promover y si es pertinente, a servir de mediadora y conciliadora para que estos enfrentamientos cesen, en beneficio de nuestra comunidad. Manifestamos nuestra preocupación por el índice de contagios en el departamento del Quindío y la ocupación de las camas UCI e instamos a todos al uso de los elementos de protección personal, a cuidar nuestra vida y la vida de nuestros semejantes. Las palabras de Jesús, Príncipe de la Paz: “la paz les dejo, mi paz les doy” (Jn 14, 27), resuenen en nuestra mente y en el corazón y tengamos la sabiduría para obrar siempre el bien. + Carlos Arturo Quintero Gómez Obispo de Armenia

Vie 7 Mayo 2021

Todo un mes con la Virgen María

Por: Mons, Fernando Chica Arellano - Mayo es el mes mariano por excelencia. En este año 2021 el Sumo Pontífice ha convocado a toda la Iglesia para que se una en oración, apoyada en la intercesión de la Bienaventurada Virgen María, pidiendo el fin de la pandemia y, de manera particular, elevando súplicas por los más afectados. Cada día de este mes la iniciativa ha sido especialmente asignada a un santuario mariano del mundo y el culmen de cada jornada de oración será el rezo del Santo Rosario. Como un modo de unirnos a esta intención, y para facilitar una ambientación general, quiero dedicar los párrafos siguientes a presentar algunas de las referencias explícitas que el Sucesor de Pedro ha reservado a la Madre de Dios en su magisterio pontificio. Concretamente, me centro en sus tres encíclicas: Lumen Fidei (2013), sobre la fe; Laudato Si’ (2015), sobre el cuidado de la casa común; y Fratelli Tutti (2020), sobre la fraternidad y la amistad social. Incluyo además la exhortación apostólica Evangelii Gaudium (2013), sobre el anuncio del evangelio en el mundo actual, ya que ha sido considerada por muchos analistas como el documento programático del pontificado de Francisco. Los misterios gozosos y Evangelii Gaudium “La alegría del evangelio” es, ya desde el título, el tema central de Evangelii Gaudium. Lo cual no puede sorprender, ya que “el Evangelio, donde deslumbra gloriosa la Cruz de Cristo, invita insistentemente a la alegría. Bastan algunos ejemplos: ‘Alégrate’ es el saludo del ángel a María (Lc 1,28). La visita de María a Isabel hace que Juan salte de alegría en el seno de su madre (cf. Lc 1,41). En su canto María proclama: ‘Mi espíritu se estremece de alegría en Dios, mi salvador’ (Lc 1,47)” (Evangelii Gaudium, n. 5). Los misterios gozosos del rosario nos impulsan a contemplar las escenas de la Anunciación a María, la Visitación de esta a su prima santa Isabel, la Natividad del Señor, la Presentación del Niño en el templo y el episodio del Encuentro en el mismo templo. En ellas, descubrimos que “María es la que sabe transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura” (Evangelii Gaudium, n. 286). En realidad, “hay un estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia. Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes. Mirándola descubrimos que la misma que alababa a Dios porque ‘derribó de su trono a los poderosos’ y ‘despidió vacíos a los ricos’ (Lc 1,52.53) es la que pone calidez de hogar en nuestra búsqueda de justicia. Es también la que conserva cuidadosamente ‘todas las cosas meditándolas en su corazón’ (Lc 2,19). María sabe reconocer las huellas del Espíritu de Dios en los grandes acontecimientos y también en aquellos que parecen imperceptibles. Es contemplativa del misterio de Dios en el mundo, en la historia y en la vida cotidiana de cada uno y de todos. Es la mujer orante y trabajadora en Nazaret, y también es nuestra Señora de la prontitud, la que sale de su pueblo para auxiliar a los demás ‘sin demora’ (Lc 1,39)” (Evangelii Gaudium, n. 288). Los misterios dolorosos y Laudato Si’ Por su parte, los misterios dolorosos nos conducen hasta la oración de Cristo en el huerto de Getsemaní, la flagelación del Señor, la coronación de espinas, el Via Crucis, y la crucifixión y muerte de Jesús en el monte Calvario. Junto a ello, el Obispo de Roma nosanima a “escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres” (Laudato Si’, n. 49), dado que, en realidad, “no hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental” (Laudato Si’, n. 139). También en este punto Nuestra Señora viene en nuestra ayuda. “María, la madre que cuidó a Jesús, ahora cuida con afecto y dolor materno este mundo herido. Asícomo lloró con el corazón traspasado la muerte de Jesús, ahora se compadece del sufrimiento de los pobres crucificados y de las criaturas de este mundo arrasadas por el poder humano. Ella vive con Jesús completamente transfigurada, y todas las criaturas cantan su belleza. Es la Mujer ‘vestida de sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza’ (Ap 12,1). Elevada al cielo, es Madre y Reina de todo lo creado. En su cuerpo glorificado, junto con Cristo resucitado, parte de la creación alcanzó toda la plenitud de su hermosura. Ella no solo guarda en su corazón toda la vida de Jesús, que ‘conservaba’ cuidadosamente (cf Lc 2,19.51), sino que también comprende ahora el sentido de todas las cosas. Por eso podemos pedirle que nos ayude a mirar este mundo con ojos más sabios”(Laudato Si’, n. 241). Los misterios gloriosos y Lumen Fidei Los misterios gloriosos nos introducen en algunas dimensiones absolutamente nucleares de nuestra fe; son realidades que, además, no pueden captarse plenamente si no es desde la fe. Estamos hablando, en primer lugar, de la Resurrección del Señor, pero también de su Ascensión a los cielos y de la venida del Espíritu Santo en Pentecostés; en el ámbito más directamente mariano, contemplamos la Asunción de María al cielo y la Coronación de la Virgen como Reina y Señora de todo lo creado. En la primera encíclica de Francisco leemos que “en la Madre de Jesús, la fe ha dado su mejor fruto, y cuando nuestra vida espiritual da fruto, nos llenamos de alegría, que es el signo más evidente de la grandeza de la fe. En su vida, María ha realizado la peregrinación de la fe, siguiendo a su Hijo” (Lumen Fidei, n. 58). Por eso, con el Santo Padre, nos dirigimos filialmente a María, madre de la Iglesia y madre de nuestra fe, con el texto que aparece en el número 60 de Lumen Fidei: “¡Madre, ayuda nuestra fe! Abre nuestro oído a la Palabra, para que reconozcamos la voz de Dios y su llamada. Aviva en nosotros el deseo de seguir sus pasos, saliendo de nuestra tierra y confiando en su promesa. Ayúdanos a dejarnos tocar por su amor, para que podamos tocarlo en la fe. Ayúdanos a fiarnos plenamente de él, a creer en su amor, sobre todo en los momentos de tribulación y de cruz, cuando nuestra fe es llamada a crecer y a madurar. Siembra en nuestra fe la alegría del Resucitado. Recuérdanos que quien cree no está nunca solo. Ensénanos a mirar con los ojos de Jesús, para que él sea luz en nuestro camino. Y que esta luz de la fe crezca continuamente en nosotros, hasta que llegue el día sin ocaso, que es el mismo Cristo, tu Hijo, nuestro Señor”. Los misterios luminosos y Fratelli Tutti Finalmente, los misterios luminosos son: el bautismo de Jesús en el río Jordán, la autorrevelación del Señor en las bodas de Caná, la predicación del Reino de Dios, la transfiguración del Señor y la institución de la Eucaristía. Estos misterios fueron introducidos por san Juan Pablo II en el año 2002 con la publicación de la encíclica Rosarium Virginis Mariae, para insistir en que Jesucristo es “la luz del mundo” (Jn 8, 12), lo cual se manifiesta, sobre todo, “en los años de la vida pública, cuando anuncia el evangelio del Reino” (n. 21). Al servicio de este Reino que Jesucristo anuncia y encarna, “la Iglesia es una casa con las puertas abiertas, porque es madre. Y como María, la Madre de Jesús, queremos ser una Iglesia que sirve, que sale de casa, que sale de sus templos, que sale de sus sacristías, para acompañar la vida, sostener la esperanza, ser signo de unidad, para tender puentes, romper muros, sembrar reconciliación” (Fratelli Tutti, n. 276). La vigorosa llamada del papa Francisco a la fraternidad universal, “tiene también una Madre, llamada María. Ella recibió ante la Cruz esta maternidad universal (cf. Jn 19,26) y está atenta no solo a Jesús sino también ‘al resto de sus descendientes’ (Ap 12,17). Ella, con el poder del Resucitado, quiere parir un mundo nuevo, donde todos seamos hermanos, donde haya lugar para cada descartado de nuestras sociedades, donde resplandezcan la justicia y la paz” (Fratelli Tutti, n. 278). Conclusión María santísima vivió en intensa y honda comunión con su divino Hijo. Ella es modelo perfecto y puro de santidad. Que su ejemplo nos aliente en este mes de mayo. No dejemos de repetir amorosa y constantemente su Nombre. No nos cansemos de abandonarnos a su cuidado materno, rezando para que se incremente en nuestros días el número de hombres y mujeres que, a través de una fe humilde y sencilla, testimoniada en la vida, sean por doquier sal de la tierra y luz del mundo. Con el rezo diario del Santo Rosario, encomendemos a la guía tierna y solícita de la Madre de Dios la vitalidad de las comunidades cristianas, la fidelidad de las almas consagradas, el camino futuro de los jóvenes, la penuria de los desempleados, la aflicción de los atribulados, la suerte de los prófugos, los migrantes y desterrados, el clamor de los hambrientos y la paz y la concordia del orbe entero. Que María enjugue las lágrimas de los contagiados por el coronavirus y de cuantos han visto fallecer a sus seres queridos por esta cruel pandemia. Que Ella alcance también cuantiosas bendiciones a quienes cotidianamente luchan para erradicar de una vez por todas este flagelo, que tan inicuamente nos está fustigando. Monseñor Fernando Chica Arellano Observador Permanente de la Santa Sede ante la FAO, el FIDA y el PMA

Mar 4 Mayo 2021

Para ser buen pastor, se necesita amar

Por: Mons. José Libardo Garcés Monsalve - Desde el Antiguo Testamento ante la presencia de tantos malos pastores que condujeron al pueblo a la desgracia, al exilio, a la dispersión, surge el deseo tanto en el pueblo como en los profetas, de tener a Dios como Pastor, que Dios mismo venga a guiar a su rebaño. Anhelo que Dios recibe como una súplica a la cual responde: “les daré pastores según mi corazón que los apacienten con conocimiento e inteligencia” (Jr 3, 15). Dentro de los signos que presenta el evangelista san Juan, está el de Jesús como el Buen Pastor, que anuncia públicamente el sentido de su misión: “he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10). Jesús Buen Pastor conoce, escucha, cuida y da la vida por las ovejas. No es un asalariado que vive de las ovejas, sino que vive con y para las ovejas. No las engaña prometiéndoles lo que nunca va a darles. Más bien, las consuela y si se pierden sale en su búsqueda, y al encontrarlas, las trae sobre sus hombros nuevamente al redil. El único camino para ser un buen pastor al estilo de Jesús, es amar. El que ama, escucha, conoce, cuida y llega a dar la vida por lo que ama. Así, se lo hizo conocer Jesús a su amigo Pedro a quien iba a poner de pastor al frente de su rebaño: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?” Él le respondió: “Sí, Señor, Tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis corderos” (Jn 21, 15-25). Cuando el sacerdote ama a Dios y se deja amar por Él, se gasta y se desgasta por el rebaño que el Señor le ha encomendado. La prioridad es la comunidad, sufre y se alegra con ellos, los anima, acompaña y defiende de cuanto pueda hacerle daño. El buen Pastor no calla ante las injusticias que se cometen en contra de los más pobres e indefensos de su rebaño, denuncia públicamente todo lo que atente contra la vida y la dignidad de quienes claman misericordia. En la Diócesis de Cúcuta hay buenos pastores que acompañan a los migrantes, asisten a los enfermos, visitan a los internos de la cárcel, dan de comer a los hambrientos, cuidan a los niños y mujeres, y capacitan técnicamente a quienes necesitan de un arte para contar con mejores oportunidades de trabajo, celebran la Eucaristía donde parten y comparten el Cuerpo de Jesús como alimento de vida eterna. La pregunta de Jesús sigue siendo la misma: “¿Me amas más que éstos?” y esta pregunta es para los jóvenes de los colegios y universidades que en su pensamiento tienen como deseo cambiar el mundo a mejores condiciones de como lo han encontrado. Estos jóvenes han de ser buenos pastores, buenos ciudadanos, buenos profesionales, buenos padres de familia, buenos servidores públicos. El llamado es a ser buenos y eso implica aprender a amar la obra que nos han encomendado. Pues no hay nada más angustioso y deprimente que hacer las cosas porque toca y no porque nacen de un corazón lleno de amor. El que quiera ser buen pastor debe vivir la gratuidad. En palabras del Papa Francisco: “quien no vive la gratuidad fraterna, convierte su existencia en un comercio ansioso, está siempre midiendo lo que da y lo que recibe a cambio” (Fra-telli Tutti #140). El buen pastor se da sin medidas, sin reservas, su vida es como un cirio encendido que entre más luz ofrece más se desgasta. + José Libardo Garcés Monsalve Administrador Apostólico de la Diócesis de Cúcuta

Vie 30 Abr 2021

Indignación sí, pero no así

Por: Mons. Juan Carlos Cárdenas Toro - Los recientes acontecimientos que ha vivido nuestra patria, y dolorosamente también en Pasto, no nos pueden ser indiferentes. Por un lado, es comprensible el malestar general por una reforma triburtaria en tiempos de crisis humanitaria. Y tal vez la molestia no viene de la reforma en sí misma sino del modo como esta ha llegado a perfilarse. Es claro que el Estado también sufre las consecuencias de la pandemia y debe buscar maneras para fortalecer su economía, siempre y cuando esta se ordene estrictamente a atender mejor las crecientes necesidades de una población más empobrecida. Una señal positiva y de conexión con el pueblo habría sido dar el primer paso implementando un serio programa de austeridad pública. Sin embargo, cualquier reforma debería salvaguardar la protección de los más vulnerables, librándolos de llevar sobre los hombros una carga impositiva sobre lo que les representa su seguridad alimentaria y vital. El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (CDSI) sostiene que «Una Hacienda pública justa, eficiente y eficaz, produce efectos virtuosos en la economía, porque logra favorecer el crecimiento de la ocupación […] y contribuye a acrecentar la credibilidad del Estado» (n. 355). Justicia, eficiencia y eficacia, credibilidad, son premisas clave que deben tenerse en cuenta. Por otro lado, es positivo apreciar a las jóvenes generaciones más conscientes de su país y partícipes activos en las decisiones de la nación. La protesta social, garantizada constitucionalmente es un derecho inalienable y laudable, cuando se hace con plena responsabilidad y honestos y nobles ideales fundados en el derecho fundamental a la vida, la dignidad y el bien común. En la mayoría de los jóvenes, las comunidades étnicas y organizaciones populares pueden confirmar estos ideales – yo mismo pude ver el jueves, mientras regresaba de Tumaco a Pasto, la manera respetuosa y pacífica como los indígenas Awá se manifestaron en la zona de El Diviso. Pero desde otra perspectiva, la legitimidad de la protesta social se ve gravemente comprometida cuando la violencia se vuelve la protagonista. Respetuosamente, creo que la responsabilidad de tutelar que este tipo de manifestaciones se den en paz no es sólo de las autoridades (de ellas lo es principalmente, por supuesto), sino también de los organizadores y participantes, impidiendo que unos pocos desnaturalicen lo que se quiere construir: «La violencia no constituye una respuesta justa […] La violenica es un mal […] la violencia es indigna del hombre […] La violencia destruye lo que pretende defender: la dignidad, la vida, la libertad del ser humano» (CDSI, 496). Bienvenidas iniciativas vividas con creatividad y responsabilidad. Nunca más escenas donde el protagonista es el caos y la anarquía en contra de los propios hermanos. +Juan Carlos Cárdenas Toro Obispo Diócesis de Pasto

Mar 27 Abr 2021

Revuelta o autorreforma

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - Los hechos desbordan los relatos y las palabras. No nos queda a quien reclamarle, porque la sordera es la primera “respuesta” de la terquedad. Ni declaraciones, ni comunicados, ni movilizaciones y plantones, ni encuestas, mucho menos aún el vandalismo o el extremo de la indiferencia, el “non me ne frega niente” (no me importa nada) del italiano. Vamos en un punto en el que sólo nos queda volvernos sobre nuestra propia libertad y acción. Solo nos quedan la fidelidad a valores y principios de vida y la disciplina social de la palabra, de romper cercos y prejuicios, de promover acuerdos de emergencia y de aplicación personal, doméstica, entre vecinos territoriales, gremios e instituciones. Todo, con la cooperación en redes y medios. Y con la fuerza misteriosa y espiritual del Dios o del Ser Superior presente en la propia consciencia. Se proclama a los cuatro vientos una “reforma tributaria”. Algo obtuso en su concepción, inoportuno en su concepto, inviable en su contexto. Pero algo válido, paradójicamente, en la pretendida filosofía de “solidaridad sostenible”. Porque es lo único salvable, quizás, de ese lenguaje engañoso que reviste, exactamente lo contrario, la sostenibilidad del “status quo” en el desastroso esquema del gobierno actual. ¡Más sobre la teoría de la irrigación descendente del poder económico sobre la miseria de los excluidos! ¡Más de la “economía naranja” basada en el “exprimidor” y en los agregados de agua! Lo que tendríamos que buscar es la solidaridad de quienes tienen el deber de pagar la gigantesca deuda social, empezando por la intervención que garantice sustento, territorio, techo, trabajo, especialmente el de economía familiar y de autoabastecimiento nacional. Nacionales y migrantes necesitan cobertura de “piso” y garantía legal de ingreso. Estado y privados tendrían que concertar una AUTORREFORMA en esa dirección. Solo garantizando piso y sustento a todo hogar y hogar comunitario a todo destechado y hambreado, en un país lleno de baldíos, de latifundios y propiedades en el limbo de la “extinción”, de tierras suburbanas y extensiones remotas, se podría pensar en esta base o cimiento de sostenibilidad y de crecimiento sostenible, hacia condiciones dignas y pacíficas de vida. La AUTORREFORMA es camino que no se mide en filigranas técnicas tributarias dentro del modelo injusto, sino en incluir a todos en la extensión de derechos y en la cobertura solidaria del bienestar básico. Todos necesitamos ser invitados a la mesa social de una vida con dignidad y respeto, pactando en cada hogar y vecindad “la disciplina del diálogo”, el recurso a la palabra, el desarme físico y el desmonte de extorsión y amenaza, de “dictaduras” y fronteras de muerte. Las reformas promovidas por el estado deberían ubicarse en este contexto de deuda social nacional, de grave emergencia para los más débiles, y de hacer pagar deudas como las de las acaparadoras EPS que quiebran el servicio de salud a los más pobres, en hospitales como El San Juan de Dios de Cali. La pandemia puede convertirse en un “modo sistemático de vida”. Ya la violencia y las armas, el asesinato y la fuerza extorsiva, se convirtieron en sistemáticos, en “pandemia de desangre”, hemorragia de barbarie. Quizás esta sea la última oportunidad para la humanidad y el planeta, en riesgo de desaparecer como biosfera que no encontró su equilibrio y armonía para mantener la vida. Desaparecer como género humano es ya, tristemente, una posibilidad a la vista. Todas nuestras calculadoras de economía, de política, de globalización, de longevidad y apariencia, de seguridad privada e ideologías de seguridad nacional y totalitaria, de demografía y control migratorio, los cálculos de todos los sistemas e “ismos”, entraron en crisis. La AUTORREFORMA y no unos ciclos de revueltas y vandalismo, que acelerarían la autodestrucción irracional de lo construido, que agudizan contradicciones y conflictos, es el camino que nos propone la vida y que coincide con el principio evangélico: “hagan con los demás lo que esperan que los demás hagan con cada uno de ustedes”. Mayo es un mes que nos pone ante el trabajo y la vida, la salida acordada del conflicto insurgente y armado, la reconciliación, la familia, con la figura de la madre y del hogar de Nazaret, la educación y la necesidad más profunda de ser “hombres y mujeres con Espíritu Santo”. Rescato el 2 de mayo, la memoria de Bojayá y del Cristo Mutilado, “El Santo Cristo Negro de Bojayá”, como lo llamó el Papa Francisco. Y el 3 de mayo, día tradicional de la Santa Cruz, para acordarnos de la no violencia, del perdón y la reconciliación. A todos, hombres y mujeres, se nos conmueva el corazón y asumamos nuevas decisiones de vida, decisiones de AUTORREFORMA. + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali