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Opinión

Jue 21 Mar 2019

Conversión ecológica

Por: Mons. Ismael Rueda Sierra - Estamos en el corazón de la cuaresma 2019 y así nos preparamos para la gran celebración pascual de este año. El mensaje anual del Papa en la ocasión, es siempre referente esencial para vivirla. A partir de un texto de la Carta a los Romanos desarrolla su reflexión: “La creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios” (Rm 8,19). La obra salvadora del Señor es dinámica e integral e incluye la historia y a toda la creación. Espíritu, alma y cuerpo en la unidad esencial del ser humano, son sujeto inseparable de esta acción misericordiosa de Dios con la humanidad. La cuaresma nos lleva a reflexionar nuevamente sobre el efecto destructivo del pecado, con el desequilibrio resultante y que en consecuencia, también genera la pérdida de la armonía con las demás criaturas y en concreto, con el medio ambiente. Reconocemos la bondad de la creación que Dios confió bajo su responsabilidad inmediata al hombre, a quien se la entregó por amor. Más aún al reconocer que es el hombre la “única creatura terrestre a quien Dios ha amado por sí mismo” (LG 24) como afirma el concilio Vaticano II. El ejercicio recomendado de la oración, el ayuno y la limosna para este tiempo, vivido con discreción y en profundidad de sentido, son sin duda una oportunidad para vincularlos con la responsabilidad ecológica en lo personal y comunitario y qué bueno si pudiera dejar como fruto, opciones políticas, legislativas y culturales en el manejo responsable del medio ambiente. Concretamente el ayuno que implica privarnos, poner límites y ubicar donde corresponde, entre otros aspectos, los bienes o recursos materiales en relación con el bien integral de las personas, debería llevar también a la convicción sobre el papel de esta práctica ascética para detener la depredación irresponsable de la naturaleza y reafirmar con convicción, lejos de utilitarismos y conveniencias económico- políticas, una ética sobre el uso adecuado de los recursos naturales, con previsión de futuro y con amplia conciencia solidaria. Por otra parte, hay una relación profunda entre la exigencia cuaresmal de mirar con espíritu de conversión la ayuda a los pobres y a quienes se encuentran en las periferias existenciales y lo que se constata cada vez más en el mundo global, como consecuencia del desorden ecológico, que termina afectando de manera directa y gravemente a los pueblos y personas menos favorecidas. La encíclica “Laudato Si” reflexiona ampliamente sobre ello al hablar, por ejemplo, de la degradación social y deterioro de la calidad de la vida humana o del cambio climático cuando dice: “Muchos pobres viven en lugares particularmente afectados por fenómenos relacionados con el calentamiento, y sus medios de subsistencia dependen fuertemente de las reservas naturales y de los servicios ecosistémicos, como la agricultura, la pesca y los recursos forestales” (LS. 25). Todo ello genera inequidades e injusticia, como ya lo denunciaban también los profetas desde el Antiguo Testamento, refiriéndose justamente al ayuno que quiere el Señor. Y otro escenario no será posible sin una conversión ecológica, hacia un nuevo estilo de vida distinto al consumismo compulsivo, como por ejemplo, con humildad y pobreza evangélica, lo testimoniara San Francisco de Asís. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga

Lun 18 Mar 2019

Plan Pastoral, compromiso de todos

Por: Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - “Vayan y hagan discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y he aquí que estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28, 19 - 20). Las Iglesias particulares en general, y nuestra Arquidiócesis de Cali en particular, acogemos con responsabilidad el mandato que el Señor dio a los discípulos, y que se repite una vez más. Por eso, cada una de acuerdo a sus realidades y contextos, está llamada a anunciar con ardor el Evangelio, y a hacer este anuncio, de manera que se logre cumplir el objetivo de que el Reino de Dios crezca en el mundo. Esta misión se lleva a cabo a través de lo que se denomina PLAN PASTORAL, que es una guía orientadora definida por el Arzobispo, como primer responsable del anuncio en la Iglesia particular a su cargo. Todos los fieles, de todas las parroquias son sus ovejas, son sus feligreses. Así, todos los párrocos, con la participación y ayuda de los agentes de pastoral de sus comunidades, están llamados a aplicar el Plan pastoral promulgado por el Arzobispo. Nadie puede sentirse exento de este deber. En comunión con el pastor de la Arquidiócesis, del cual cada sacerdote es su pródigo colaborador, se ha de acoger el plan pastoral y definir las principales acciones según las particularidades y exigencias de cada comunidad. El plan pastoral no es una camisa de fuerza. Es de anotar que puede haber comunidades con un camino evangelizador más avanzado, y otras que apenas comienzan. Algunas tienen ya pequeñas comunidades, algún sistema de evangelización en curso, movimientos o grupos de pastorales y de misión. Pero también puede haber otras más limitadas, por muchas razones. El plan pastoral servirá para animar las comunidades y personas que se encuentran avanzadas en sus procesos de evangelización, pero también ha de servir para hacer el anuncio del Evangelio, en un concepto amplio del kerigma, a los que apenas comienza su camino. Los fieles tienen el derecho de contar con un anuncio del Evangelio de forma organizada y en comunión de mente corazón y acción con la Iglesia particular. Por eso es oportuno que los fieles se motiven para participar en las distintas iniciativas para la implementación del plan pastoral Arquidiocesano 2019 - 2023. Por otra parte, vale la pena recordar que también tienen el derecho y deber de motivar a sus párrocos para que ninguno se sienta solo y aplique el plan pastoral querido por el Arzobispo. Motivación especial para entender la importancia del plan pastoral de Cali, nos hace el Papa Francisco, en la Exhortación apostólica La alegría del Evangelio Evangelii gaudium). Nos dice entre otras cosas que “La pastoral en clave de misión pretende abandonar el cómodo criterio pastoral del siempre se ha hecho así. Invito a todos a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores en las propias comunidades… Lo importante es no caminar solos, contar siempre con los hermanos y especialmente con la guía de los obispos, en un sabio y realista discernimiento pastoral” (n. 33). + Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo Auxiliar de Cali

Jue 14 Mar 2019

¿Qué más querían?

Por: Mario García Isaza - Fue, no cabe duda, un acontecimiento profundamente significativo la llamada “cumbre” celebrada en Roma y que se ocupó de lo que la Iglesia ha hecho, hace y deberá seguir haciendo para enfrentar el problema, sicalíptico sin duda y lacerante, de los abusos sexuales. Y me he detenido un poco en las incomprensibles reacciones que, tanto entre los que se presentan como víctimas de esas aberraciones, como en muchos medios de comunicación, se han presentado. De unos y de otros, en efecto, se han alzado voces disonantes. Que la cumbre fue “un saludo a la bandera”; que puede calificarse de un fiasco; que dejó frustradas las esperanzas de una actitud y de unas medidas más drásticas , de un pronunciamiento más contundente, de determinaciones más significativas en favor de las víctimas…”Las buenas y blandas intenciones del Vaticano”, así titulaba El Espectador su columna editorial de ayer, y en él se planteaba esta pregunta: después de años y años de dudar de las denuncias, la Santa Sede va a continuar con su timidez en la imposición de sanciones?. Me parece que no son, estas reacciones y este enfoque de lo que fue la reunión convocada por el Papa, ni objetivas, ni fruto de un análisis serio de lo que allí se cumplió. Ojalá otras instituciones y organismos tuvieran la humilde valentía con que la Iglesia, con el santo Padre a la cabeza, ha reconocido y ha enfrentado el problema. Toda las intervenciones del Pontífice están transidas, por una parte, del dolor y la vergüenza que causa el constatar las miserias que se han dado en el seno de la Iglesia; por otra, de la categórica decisión de poner todos los medios necesarios para extirpar de cuajo ese cáncer, maligno cual ninguno. Nadie que no tenga prevenciones contra la Iglesia, de esas que obnubilan, podría negar que sólo ella, como institución, ha puesto el pecho y la cara a esta dolorosa realidad. El Sumo Pontífice ha actuado con las armas que la ley eclesiástica, el Derecho Canónico, pone en sus manos; y lo ha hecho de modo contundente. Sin que le temblaran ni las manos ni la voz. Ha suspendido “ a divinis” a cardenales, obispos y sacerdotes convictos ; ha pedido que quien incurra en abuso sexual sea denunciado, no solamente ante sus superiores religiosos, sino también ante la autoridad civil; ha dado orden, sin ambages, de que en ésta más que en cualquiera otra materia, la norma sea “cero tolerancia” ; ha pedido que, dentro de sus atribuciones y posibilidades, la Iglesia brinde protección de todo orden a las víctimas de los abusadores. Acaso, ¿qué más querían? ¿Qué ante cualquier acusación, sin fórmula de juicio y sin el respeto a un proceso en búsqueda del esclarecimiento de los hechos, se lanzara a las tinieblas exteriores a quien bien pudo ser víctima de una calumnia? ¿O que el Papa construyera ergástulos en el Vaticano y allí aherrojara a los culpables? Hay que leer y analizar con actitud de fe las orientaciones del santo Padre. La extraordinaria intervención que en la reunión convocada por él tuvo el señor Cardenal Rubén Salazar, si bien está dirigida explícita y concretamente a las responsabilidades de los señores obispos, es, sin embargo, de veras iluminadora para todos; es una diáfana y comprometedora resonancia de las enseñanzas que ha venido dictando el santo Padre. Y un llamado a que todos los que debemos guiar al pueblo de Dios reflexionemos en nuestra obligación de trabajar con ahínco en la búsqueda de la santidad. Vale la pena leerla y releerla. Tiene una espléndida conclusión en la cita que trae de un discurso de san Juan Pablo II: “Tanto dolor y tanto disgusto deben llevar a un sacerdocio más santo, a un episcopado más santo, a una Iglesia más santa”. Padre, Mario García Isaza C.M, Formador, seminario mayor, Ibagué

Mar 5 Mar 2019

Carta pastoral, para la cuaresma 2019

Por: Mons. Omar de Jesús Mejía Giraldo Al inicio de la cuaresma permítanme queridos hermanos dirigir unas sencillas palabras de Padre y Pastor. Para comenzar recordemos nuestros énfasis en el Plan diocesano de Pastoral: Familia, formación y misión. Volvamos también a darle una mirada al lema que ha guiado en los últimos años nuestro proceso de evangelización: “He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10). Como hombres y mujeres de buena voluntad, como personas de fe, como cristianos, como hermanos, como hijos de Dios, debemos tener claro que nuestra misión es recibir vida y dar vida. La vida es don de Dios y es a su vez experiencia de comunión y comunicación. Al crearnos Dios nos ha comunicado su ser, nos ha hecho a su imagen y semejanza. Nuestra vocación última es volver a Dios. De Dios venimos y a Dios tenemos que volver. Dice San Agustín: “Nos has hecho para ti Señor y nuestro corazón está inquieto hasta que repose en Ti” (Conf 1,1). Como Iglesia diocesana, con rostro amazónico, queremos estar continuamente en salida misionera. La vida no se genera si no hay comunión. Morir es empezar a perder capacidad de comunicación y por lo tanto es incapacidad de dar vida. La muerte lleva en sí misma el estancarse, el encerramiento, incapacidad de movimiento, en síntesis, la muerte es falta de vida y dinamismo. El pecado en sí mismo, aunque al principio no lo notemos, nos trae la muerte. La tentación en sí misma es ilusoria y genera engaño, porque vive de la apariencia. Hoy los cadáveres los maquillamos precisamente porque queremos esconder la muerte. Así puede pasar en nuestra vida cotidiana, muchas veces, a pesar de ser cadáveres que andamos, queremos aparentar vida. Cuaresma son cuarenta días que Dios Padre, nuestro creador y Señor, nos regala para que caminemos hacía la Pascua. Cuarenta días de un camino continúo hacía el encuentro personal con el Señor Resucitado. Cuarenta días de formación en las virtudes cristianas, especialmente en las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. Cuarenta días de formación en el conocimiento de la Palabra. Durante la cuaresma del presente año, los invito hermanos a ser agradecidos con los misioneros capuchinos, con los misioneros del Instituto de la Consolata, con los misioneros diocesanos y desde luego con todos los hombres y mujeres de buena voluntad y de fe, que nos han conducido a profesar nuestra fe en Jesucristo como nuestro Dios y Señor. No se nos olvide que la cuaresma es tiempo oportuno para la oración, el ayuno y la limosna. Dice la Palabra: “Sus discípulos le preguntaron en privado: ¿Por qué no pudimos expulsar nosotros a ese espíritu?Y Él les respondió: «Esta clase de demonios no puede echarse sino mediante la oración” (Mc 9, 29). Sin oración es imposible asumir con dignidad nuestra identidad de cristianos. Nuestra iglesia será de verdad misionera si asumimos con seriedad la virtud de la oración como compromiso real de nuestro espíritu misionero. La misión de la Iglesia es evangelizar, todos somos Iglesia, por lo tanto, todos somos misioneros. Como cristianos debemos orar por todos, porque cuando se ora por todos, oramos por nosotros mismos que hacemos parte del todo. Dice la Palabra: “Oren por los que los injurian” (Lc 6, 27-38). ¡Tremendo desafío!. El cristiano vence el mal a fuerza de bien. Si en los hogares se orará más habrían menos separaciones matrimoniales. Si las familias fueran de verdad hogares llenos de oración habría menos dolor, menos suicidios, menos drogadictos, menos enfermos… Si oráramos de verdad, habría paz entre nosotros, habría más solidaridad, seriamos menos egoístas y menos rencorosos. En cuaresma intensifiquemos la oración. Hagamos en nuestras parroquias jornadas penitenciales y de oración. Iglesia diocesana, con rostro amazónico, en salida misionera, quiere decir: Iglesia haciendo bien la tarea, haciendo bien lo que sabe hacer, siendo realmente lo que se comprometió ser: luz y sal de la tierra. Iglesia en salida misionera. Al comenzar la cuaresma se nos invita a meditar sobre las tentaciones de Jesús en el desierto. El presente año en la versión de Lucas nos dice la Palabra: “Jesús volvió de las orillas del Jordán lleno del Espíritu Santo y se dejó guiar por el Espíritu a través del desierto,donde fue tentado por el demonio durante cuarenta días. En todo ese tiempo no comió nada, y al final sintió hambre” (Lc 4,1-2). Quien ayuna siente hambre, sentir hambre alguna vez es un beneficio, porque se nos pone de presente nuestra fragilidad humana. Pensemos en la virtud del ayuno en dos claves: humana y espiritual. En lo meramente humano, ayunemos no como un acto de vanidad, hagámoslo para preservar la salud, pero sobre todo, con la intención de compartir con los más necesitados. La Iglesia nos invita a ser solidarios. Si renunciamos a algo no es para guardarlo y luego en otro momento disfrutarlo, no. Se renuncia a algo con el fin de ayudar a quienes de verdad lo necesitan. En el campo espiritual, hablar de ayuno es vivirlo con sentido de trascendencia, con sentido de eternidad. Los invito para que en la presente cuaresma trascendamos el sentido del ayuno meramente en el campo de la comida al ayuno de los sentidos. Por ejemplo: ayunemos en la utilización de las redes sociales, ayunemos en el buen aprovechamiento del tiempo, ayunemos en la manera esclavizante cómo hemos asumido el trabajo, ayunemos del mal genio, las rabietas, los odios, los chismes, las críticas y los comentarios mal intencionados… En fin, ayunemos de algo que realmente nos cueste y nos lleve a una nueva vida. Ayunemos en la buena utilización de los recursos naturales como el agua, cuidemos el medio ambiente. Como un acto de ayuno fraterno, cambiemos nuestra actitud hacía los demás y hacía las creaturas. Ayunemos de ese afán desesperado por devorar la naturaleza con el fin de satisfacer nuestra codicia. Dice la Palabra: “Cuando ayudes a un necesitado, no lo publiques al son de trompetas; no imites a los que dan espectáculo en las sinagogas y en las calles, para que los hombres los alaben. Yo se lo digo: ellos han recibido ya su premio. Tú, cuando ayudes a un necesitado, ni siquiera tu mano izquierda debe saber lo que hace la derecha:tu limosna quedará en secreto. Y tu Padre, que ve en lo secreto, te premiará” (Mt 6, 2-4). Dar limosna es ofrendar, compartir, ir hacía el otro. También la naturaleza necesita de nuestra ofrenda, se trata de la obra creada, que clama por nuestro respeto y nuestro amor. Nos dice el Papa Francisco: “Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella” (Laudato si, 2). En esta cuaresma démonos a la tarea de dar a nuestros hermanos y a la hermana naturaleza la ofrenda de nuestro buen trato, del respeto por la casa común. El Papa Francisco para la presente cuaresma nos invita a hacerle el bien a la creación (Mensaje de cuaresma, 2019,1). Los invito hermanos a vivir con alegría el camino hacía la Pascua con unos actos de perdón y reconciliación que nos lleven a vivir de verdad una Semana Santa llena de paz y armonía. + Omar de Jesús Mejía Giraldo Obispo de Florencia

Lun 4 Mar 2019

Ser la profecía de la caridad en la frontera

Por: Mons. Víctor Manuel Ochoa Cadavid - Es un drama humano, de tristeza y dolor el que vivimos actualmente en la frontera. La Diócesis de Cúcuta tiene dos de los puentes que unen a Venezuela y a nuestra nación, Colombia: los puentes Simón Bolívar y el General Santander, tenemos también el nuevo puente de “Tienditas”. Por ellos pasan diariamente entre 45 y 70 mil personas para aprovisionamiento de alimentos o para buscar atención médica y hospitalaria, como para hacer provisión de todo cuanto falta en la hermana nación, también para emigrar a Colombia o a otras naciones de América Latina. Desde el inicio de esta crisis, en agosto de 2015, hemos querido poner a Cristo en el corazón y en la vida de estos hermanos que sufren, dando esperanza y aliento a sus urgencias y necesidades. La caridad de Cristo nos ha inspirado y el Padre José David Caña y un grupo de más de 800 servidores, miembros de grupos apostólicos y Movimientos Eclesiales han asumido este servicio a los necesitados. Precisamente, este drama ha comenzado desde el día 17 de agosto de 2015, cuando inició la deportación de más de 22 mil colombianos desde Venezuela. Es esta la historia que nos ha unido fuertemente, la frontera en esta zona es algo “vivo”, donde familias están emparentadas desde siglos pasados, se cruzaba con libertad y fraternidad en ambos lados del territorio. Ciertamente esta situación de dolor del pueblo venezolano nos afecta a todos. Nuestra Diócesis y especialmente nuestra ciudad de San José de Cúcuta han aumentado notoriamente el asentamiento de personas en las periferias pobres de la ciudad. Muchas parroquias han recibido centenares de familias. Solo una parroquia, la Parroquia Nuestra Señora de la Esperanza ha tenido el asentamiento de más de 1500 familias en el transcurso de un año. Esta emergencia ha suscitado también la urgencia de otras necesidades que tienen que resolverse: son más de 6.000 niños venezolanos que vienen a las escuelas en nuestra ciudad. El área metropolitana de Cúcuta tiene más del 20% de desempleo y una tasa de informalidad del 75%, personas que trabajan sin sus aportes a seguridad social, buscando de alguna manera completar sus necesidades. En nuestros centros de atención, la Casa de Paso y los comedores de caridad, entregamos unos 10.000 almuerzos diarios. Solo la Casa de Paso la ‘Divina Providencia’ entrega unas 5.000 raciones calientes cada día, sin contar cuanto entregamos al final de estas, lo que llamamos con gracia, “el repele”, que es pasta , atún y alverjas, con un pan. Entregamos también otro tanto en ocho (8) parroquias de Cúcuta: Parroquia Nuestra Señora del Rosario, Nuestra Señora de los Dolores, Jesús Cautivo, La Sagrada Familia, San Antonio, Inmaculado Corazón de María, Nuestra Señora de Fátima, Comedor La Misericordia, San Alberto Hurtado. Esta situación ha sacado lo mejor de nuestra Diócesis, son 800 voluntarios que atienden esta emergencia de humanidad y de caridad. Los agentes pastorales, los miembros de los movimientos apostólicos, los sacerdotes, los diáconos y religiosas atienden a estos hermanos con necesidades. Hemos repartido un millón de raciones en 18 meses, ordenadamente, a personas en grandes necesidades. También hemos procurado atender en un dispensario médico a unas 800 personas diariamente, con cuatro médicos, solo para la entrega de medicinas en atención y direccionamiento hacia los hospitales. Nuestro gran aliado es San José, que procura los alimentos y trae a los servidores que entregan su tiempo y su amor a estos hermanos en “la caridad de Cristo”. La Iglesia Católica, está dando esta ayuda desde hace más de tres años, hemos entregado muchos alimentos a hermanos que sufren y tienen necesidad, muchas toneladas de amor y caridad. En ocasión de la Navidad 2018, el Nuncio Apostólico, Monseñor Luis Mariano Montemayor, entregó más de tres toneladas de alimentos en nombre del Papa Francisco a familias venezolanas en Cúcuta, para hacerles vivir el nacimiento de Cristo con más alegría. También, un grupo de médicos y enfermeras que trabajan por los enfermos y necesitados han prestado su ayuda para el cuidado de los enfermos y de los niños, entregando medicinas gratuitamente. Esa ayuda es urgente, necesaria, esperada por muchas madres de familia, por ancianos. Muchos venezolanos sienten cansancio, manifiestan la tristeza por ver a su nación en estas circunstancias, esperan con fe en Dios que puedan retornar a condiciones de vida digna, donde no les falte el pan y la atención médica. Tenemos delante de nosotros el drama de familias enteras que caminan por Colombia buscando el pan y un poco de abrigo. Es la hora de la oración y la petición a Dios por estos hermanos que tanto lo necesitan. Sigamos todos apoyando la caridad y el cuidado a estos hermanos que en otros momentos nos ayudaron y acogieron. + Víctor Manuel Ochoa Cadavid Obispo de Cúcuta

Dom 3 Mar 2019

¡Apersónate de tu existencia!

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - Cada uno cuenta. Cuenta lo que somos. Cuenta lo que hacemos. Cuentan nuestra realidad y nuestro relato. Cada uno aprenda a contar su vida. Pero también que cuente yo en la vida de otros. Que otros cuenten en mi vida. Que cada uno sea importante para sí y haga sentir a los demás importantes para él. Pareciera todo tan fácil. Pero no lo es. Nuestro riesgo mayor es desconectarnos de lo que somos, desconectarnos de los demás, de la vida misma, de nuestro origen y destino. Nuestro riesgo más fatal es la alienación: perder de vista la identidad, la intimidad, la responsabilidad. Cosificarnos, volvernos autómatas, fichas de engranaje, títeres de otros. Podemos así llegar a la locura, a la alienación mental, a no ser dueños de sí, de nada, de las palabras y conductas. Cuaresma, Pascua, Pentecostés: un recorrido anual con Cristo vivo, de su mano, de la mano de la Iglesia, para apersonarme de mi existencia. Un recorrido para rehacer la conciencia, restaurar la libertad, recuperar el horizonte, iniciar el retorno, reencontrar al Padre y al hermano perdidos, saberme humanidad perdonada y dignidad asumida, volverme “criatura nueva”. Un itinerario que me volverá a la Galilea de mi cotidianidad, al Cenáculo de la eucaristía, a la comunidad de servidores y discípulos, a respirar con el Resucitado y recibir el fuego de su Espíritu. Que me llevará a encontrar la puerta abierta para salir del encierro, del miedo, del pesimismo y de la culpa, para ser Iglesia y vivir la misión, para transformar también mi entorno humano, el mundo. Será ya, para siempre, el camino del Amor Nupcial y de la espiritualidad esponsal, viviendo en mi corazón la felicidad de Cristo Esposo y de la Iglesia Esposa, de la Humanidad, invitada toda ella, a desposarse con el Dios Amor. Será la vivencia del mundo como “nuestra casa común”, de la eucaristía dominical y la presencia sacramental de Cristo, como la misa que se vuelve la tierra en el cielo y el cielo en la tierra. Es la dicha de los enamorados, de la existencia como romance entre el Amor, que es Dios mismo, y este yo que se deja “sacar” de sí mismo, ponerse en éxodo y alianza, en obediencia y servicio, en solicitud misionera y compasiva. Te invito a entrar en este recorrido anual. La entrada es el MIÉRCOLES DE CENIZA, 6 de marzo, con el “acuérdate hombre que eres”, y qué eres; con el “conviértete y cree”; con “el Padre que ve en lo secreto” de tu intimidad al orar, ayunar, ofrendar, hacer penitencia…Entonces, Dios, la conciencia recta de mi propio yo, del otro y de su diferencia en mi prójimo, de mi libertad y autocontrol, irán tomando realidad. ¡Apersónate de tu existencia! + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali.

Jue 28 Feb 2019

Otro paso importante

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - Ha sido noticia en estos días el encuentro del Papa Francisco con los Presidentes de las Conferencias Episcopales de todo el mundo para afrontar el tema de los abusos a menores. Decía, en efecto, el Papa “la carga de la responsabilidad pastoral y eclesial nos pesa, obligándonos a discutir juntos, de manera sinodal, sincera y profunda sobre cómo enfrentar este mal que aflige a la Iglesia y a la humanidad”. Esta reunión no es el punto inicial sino un paso más en un camino doloroso de prevenir y combatir este drama mundial de los abusos a menores, que la Iglesia viene recorriendo desde hace varios años. El encuentro apunta a que siendo un problema global tenga también una respuesta global. Enfrentar seriamente este problema es muy complejo, pues exige actuar en múltiples campos: la formación de los candidatos al sacerdocio, la recta y eficaz aplicación de las disposiciones legislativas ya dadas por el Magisterio para las denuncias, investigaciones y procedimientos frente a este crimen de acuerdo también con las disposiciones dadas en cada país, la cuidadosa atención a las víctimas, la colaboración con diversas entidades para la prevención y corrección con decisión y justicia de los delitos, la adecuada pastoral sacerdotal, el permanente acompañamiento de la comunidad cristiana. Si se quiere superar radicalmente este mal es preciso entrar en un espíritu de purificación y conversión. Hemos aceptado un contexto de materialismo, hedonismo y relativismo que borra los criterios y normas del comportamiento moral, que anula la dimensión trascendente de la vida y que impide una auténtica espiritualidad. Hemos perdido la fe; hemos pecado mucho. Por tanto, necesitamos una conversión profunda que vaya a las raíces; no basta con poner controles jurídicos. Nos tenemos que comprometer a asumir la transformación total que ofrece el Evangelio y que lleva a la madurez humana y a la santidad que brillan en Cristo. Es necesario de otra parte, como ha señalado el Papa, transformar este mal en una oportunidad para la limpieza y acrisolamiento de la Iglesia. Nos encontramos en un momento de transición. Es verdad que toda transformación entraña aspectos inquietantes, pero esta evolución marcará la llegada de una nueva era y esto nos debe llenar de esperanza. Para ello, debemos comenzar por sanar las graves heridas que ha dejado el escándalo de la pedofilia tanto en los menores como en los creyentes. Urge en todos los católicos una sólida formación humana, una fe a toda prueba, un recio camino espiritual y una inquebrantable decisión de comunión eclesial. La Iglesia debe fortalecer su credibilidad. Si quiere cumplir su misión de presentarse como maestra para guiar la vida moral y la formación espiritual de la sociedad, no puede empañar su autoridad con las incoherencias y los testimonios perversos de las personas que en su interior cometen estos crímenes gravísimos, que avergüenzan a toda la comunidad, que llevan a los sacerdotes inocentes a cargar el peso de esta plaga y que entorpecen su tarea apostólica. Esto está haciendo realmente mucho daño. Debemos lograr que la comunidad se sienta segura y que las niñas, los niños y los jóvenes puedan participar con confianza en la vida de la Iglesia. Estos propósitos requieren entre nosotros una verdadera solidaridad. Como ha subrayado el Papa Francisco, siguiendo a san Pablo, somos un solo cuerpo, por eso todos somos responsables. Precisamente, la convocatoria de todos los Presidentes de las Conferencias Episcopales, representantes de todas las comunidades eclesiales de cada país, significa que se trata de un problema global de la Iglesia y que debe afrontarlo todo el pueblo de Dios. Es una movilización de toda la Iglesia para que reaccione solidariamente. Toda la Iglesia junta debe escuchar, afrontar y encontrar los mejores caminos en este momento. Oremos mucho y comprometámonos decididamente con humildad y esperanza. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Mié 20 Feb 2019

Juventud en Sinodalidad

Por: Mons. Ismael Rueda Sierra - Podría parecer extraño el título, pues a menudo cuando se habla de “sinodalidad”, expresión utilizada ahora tanto por el Santo Padre Francisco, podría pensarse especialmente en el Colegio de los obispos en unión con el Papa, en la tarea de discernir conjuntamente para el bien de la Iglesia y la humanidad. Sin embargo, llama la atención que ahora cuando se ha dado a conocer en edición propia, el documento final de la pasada XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, sobre los jóvenes, la fe y su vocación, aparece una novedad allí expresada: “En este Sínodo hemos experimentado que la colegialidad que une a los obispos cum Petro et sub Petro en la preocupación por el Pueblo de Dios está llamada a articularse y enriquecerse a través de la práctica de la sinodalidad en todos los niveles”(#119). Y en el número siguiente como respuesta por ahora a una pregunta que también hoy nos hacemos, de si vendrá un documento final del Santo Padre, llamado tradicionalmente “Exhortación Postsinodal”, se declara: “El final de los trabajos de la asamblea y el documento que recoge los frutos no cierran el proceso sinodal, sino que constituyen una de sus etapas. Dado que las condiciones concretas, las posibilidades reales y las necesidades urgentes de los jóvenes son muy diferentes entre países y continentes, aún en la comunión de la única fe, invitamos a las Conferencias Episcopales y a las Iglesias particulares a que continúen este camino, comprometiéndose en proceso de discernimiento comunitario que incluyan también a quienes no son obispos en las deliberaciones, como lo hizo este Sínodo….. Esperamos que en estos caminos participen familias, institutos religiosos, asociaciones y, sobre todo, los jóvenes, de manera que la “llama” de lo que hemos experimentado estos días se difunda” (#120). No cabe duda de que, con ocasión de este discernimiento sobre el mundo de los jóvenes que hace hoy la Iglesia universal, se da un paso muy importante en la participación efectiva de todo el Pueblo de Dios, no solamente en las consultas, sino incluido el discernimiento y la toma de decisiones en los diferentes campos del apostolado y actividad misionera “ad intra” y “ad extra” de la Iglesia. Un gran paso inaugurado por el Concilio, pero en retraso para su plena y eficaz aplicación. Por otra parte, hemos podido vivir la experiencia de la Jornada Mundial de la Juventud en Panamá, al final del mes pasado, presidida por el papa Francisco y con la presencia de innumerables jóvenes de todo el mundo. Su preparación y realización ha sido también ya una muestra en la práctica de esta sinodalidad de los jóvenes, dispuestos a hacer propia y caminar juntos la vida de la Iglesia en los nuevos tiempos. A partir de escucharlos, compartir con ellos un mensaje, el de Jesús, en el lenguaje propio y con las expresiones típicas del mundo juvenil; reconociendo que son el “ahora de Dios”, como se lo repitió Francisco, va tomando fuerza un paradigma, cargado de esperanza para la renovación de la Iglesia y la humanidad. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga