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Opinión

Sáb 9 Dic 2017

Juan el Bautista

Por: Mons. Edgar de Jesús García Gil - Aparece en el horizonte del desierto de Judea un extraño personaje con un vestido de piel de camello y un cinturón de cuero en sus lomos. Comía langostas y miel silvestre. Es un profeta de Dios que grita en el desierto: “¡Preparen el camino del Señor. Abran caminos rectos!”. Así se presentó Juan el Bautista en el desierto llamando a todos a la conversión y bautizando con agua como señal de perdón por los pecados. Marcos 1,1-8. Preparar cuales caminos? Desde noviembre estamos preparando la navidad: Adornos, árboles de navidad, amigos secretos, pesebres, música en las emisoras y en nuestros autos, villancicos, luces en las ciudades, polvora aunque prohibida, regalos a nuestros amigos y familiares, viajes y encuentros de familia. Manjar blanco, natilla, bueñuelos, desamargado. Falta algo? Creo que si y es todavía lo mas importante. Tu corazon, mi corazón. El camino de tu corazon esta preparado para que Jesus re-nazca de nuevo en tu vida?. No me importa Jesús y no lo necesito me dijo un amigo. Wao! Yo si lo necesito y me importa mucho. Es la razon de mi vida como cristiano, presbitero, obispo. El marca mi camino. Va adelante. Pero yo tengo que arreglar baches, basuras, y egoismos que me han ido dañando mi camino. Debo arreglarlo. Para eso está este tiempo de adviento. Nos ahogan todos los preparativos del mundo. Son convenientes y buenos en cierta medida porque ambientan pero no son lo mas importante. Pongamole mas atencion a Dios y a su Hijo Jesus que nace en un pesebre del campo de pastores para iniciar una propuesta de vida humilde y llena de verdadero amor. Eso si, la cultura del encuentro que hacemos con nuestras familias por estos tiempos es la mejor plataforma para preparar la venida del Salvador. Por supuesto que El abrazo de la reconciliación y del perdon, el Fortalecer los lazos de amor entre la familia y los amigos y La solidaridad con los mas necesitados. + Edgar de Jesús García Gil Obispo de Palmira

Lun 4 Dic 2017

Navidad para la calma

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - Los ánimos, de final y comienzo de años como estos, están tensos. El mundo siente la incertidumbre de la tragedia por venir, provocada por el terrorismo de ISIS, por el exhibicionismo armamentista de los americanos, en lo interno y en lo internacional; en fin, por el acontecer riesgoso de aquí y de allá. En nuestra realidad local y nacional, cada vez más globalizada, se vive la tragedia de desbordamientos naturales y sociales, de incertidumbres políticas y contrastes económicos. Caminamos entre avances visibles, porque no todo es desastre; entre soluciones frustradas por la corrupción e ineficiencia de lo público, temores y trancas para avanzar hacia la pacificación, la participación democrática, la reconciliación social y la legalización de la economía nacional. A todos, aquí y en el mundo, nos afectan los cambios culturales y tecnológicos, los fanatismos, la manipulación por fuerzas dañinas de las redes y medios masivos. A todos nos llena de ansiedad el efecto global y planetario del modelo económico, que daña suelos, subsuelos, océanos y atmósfera, y arrastra a la depredación y degradación consumista del medio ambiente. Pero, sin duda alguna, lo que más duele y produce gran tristeza, es la degradación y enajenación de las personas, las heridas del tejido de género y generación, la destrucción del trabajo humano y de los sistemas de salud, de justicia y cárceles, de seguridad para la vida humana, para los bienes y la convivencia pacífica y honrada. Es una crisis cultural que pone en vilo el futuro de muchos sectores poblacionales, de instituciones y valores esenciales para el sano funcionamiento colectivo. La coyuntura que vive Colombia es de gran cambio en la valoración del país por el resto del mundo, en lo regional, el continente y el concierto de naciones. La economía de lo global, hacia lo local y regional, y sus estrategias; los procesos de paz interna, los reconocimientos políticos y deportivos, la visita del Papa Francisco, el drama fronterizo con Venezuela, el crecimiento del turismo hacia Colombia, entre otros factores, nos han puesto, positivamente, en el escenario mundial. Cali y El Valle, la región Pacífico y Suroccidente, tienen mucho que ver con todas estas dinámicas. Como Iglesia, en esta Arquidiocesis de Cali y de la Provincia Eclesiástica del Valle, en continuidad con la tradición propia de la fe católica, seguimos atentos a todos estos logros y desafíos sociales, para sacar nuevas respuestas del Evangelio y de la Doctrina Social de la Iglesia, en términos de evangelización, pastoral de las comunidades y de la sociedad (Pastoral Social), y de mediación eclesial para la reconciliación y construcción de paz. La Navidad 2017, con la sensación de tiempo veloz y espacio copado, nos exige abrir espacio interior para la espiritualidad, la familia, la vecindad, los símbolos tradicionales del misterio de Jesús, Dios Humanado. Serán espacios para vernos ante el relato bíblico, la representación del pesebre, las expresiones de arte tradicional y de la creatividad cristiana en cada época. La contemplación, la calma, la alegría sana, el intercambio humano, el descanso y la reflexión con la Novena de Navidad, los recordados mensajes del Papa Francisco, nos ayuden a ver más allá del comercio, de los viajes y de las ferias. Preparémonos para un año 2018, que exigirá de todos afinar el sentido de las propias responsabilidades, sobre todo ciudadanas, buscando hacernos parte del avance constructivo de nuestras vidas, vínculos, familias y nación. La paz del corazón, que nos viene del estar Dios-con-nosotros, de estar Jesús Resucitado y su Palabra Viva en nuestras vidas y contextos, capacite a nuestras comunidades eclesiales, a cada parroquia, para hacer presencia, más viva e incidente, en los territorios en que están. Vienen los tiempos para definir si seguiremos avanzando hacia el desarme de los ilegales, tanto de la subversión como de la criminalidad. Si el cese pactado en Quito se prolonga indefinidamente, como lo esperamos las mayorías, más allá del 9 de enero de 2018. Si el sometimiento a la justicia ordinaria por las BACRIM, y a la JEP (Justicia Especial para la Paz) por actores, gestores y promotores de hechos criminales), ayudan a conocer la verdad como justicia necesaria para corregir y sanar. Si optamos por construir sobre lo logrado o nos devolvemos al pasado con los profetas del desastre y falsos Mesías de la riqueza y de la inversión extranjera, especialmente la minera, que, supuestamente, crea bienestar colectivo. Esta Navidad 2017 tendrá, entonces, no solamente la hermosa y colorida memoria de dos mil años atrás, con el Nacimiento de Jesucristo en Belén, sino la preocupante proyección del futuro inmediato, a corto y largo plazo, para nuestra patria, nuestra sociedad, nuestro territorio y entornos humanos. Cien días después de haber recibido al Papa Francisco en Colombia, que se ajustarán el 14 de diciembre, volvamos a hacer resonar su voz afectuosa, testimonial, serena, con la que denunció el espejismo y la maldición del narcotráfico, el riesgo en que están nuestras generaciones jóvenes de sucumbir también al engaño y la mentira, la amenaza brutal de la corrupción, y de la guerra infinita que la alimenta en nuestro medio. ¡Navidad haga feliz, en diciembre, el corazón de todos! +Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Sáb 2 Dic 2017

Estén preparados y vigilando

Con la celebración de hoy comenzamos el tiempo de adviento y con él damos inicio a un nuevo año litúrgico. Para nuestra meditación, durante la mayor parte del año vamos a meditar el evangelio de San Marcos. Marcos hacía parte del equipo misionero de Pablo y en Roma se encontró con Pablo. Su evangelio es fundamentalmente un texto a través del cual se nos invita a la conversión constante y permanente para ser fieles a los compromisos del discípulo misionero. De los cuatro evangelios, el de Marcos es el primero que se pone por escrito, con su mensaje pretende alimentar la fe de aquellos no creyentes que después de un proceso de conversión serio (catecumenado), han decidido abrazar la fe en Jesucristo, Rey y Señor… En su evangelio el escritor sagrado nos insiste en la necesidad de permanecer en esa primera experiencia de amor de Dios para poder ser fieles hasta el final. La palabra clave para permanecer, para ser fieles, para mantener la identidad hasta la muerte es: “Vigilar”, término que significa: estar despiertos, atentos, cuidadosos; para los jóvenes, vigilar significa: “estar en la jugada.” Según nuestro castellano, vigilar es: “Observar atentamente una cosa y estar pendiente de ella para que se desarrolle u ocurra como se desea o para seguir su evolución o desarrollo.” Para perseverar en la fe, para permanecer, será siempre necesario volver con frecuencia a las dulzuras del primer amor. Pensemos por ejemplo en aquellas personas que realizan un retiro espiritual, un encuentro personal con el Señor, después de una larga vida de pecado, de indiferencia o simplemente de la vivencia de una fe social y cultural, cuando se encuentran con Jesucristo personalmente, necesitaran estar vigilantes, si quieren permanecer en las delicias del gozo inicial. Lo mismo acontece en nuestra vida humana, en nuestros negocios y empresas, en nuestra vocación, en nuestra profesión…; quien no vigila su conocimiento y aprendizaje permanentemente, por sí mismo sale del mercado… Quien está despierto y vigilante, recuerda el pasado, vive el presente y sueña el futuro. Ejemplos: al empresario no se le puede olvidar que su proyecto nació pequeño y rodeado de una serie de personas que en su momento le ofrecieron una mano amiga y lo sacaron adelante; pero tampoco se puede tranquilizar, porque cada día tiene nuevos retos. Cuando somos adultos, debemos recordar con frecuencia, que hoy somos y estamos aquí, por la presencia y compañía de nuestra familia, pero tampoco podemos dejar de soñar el mañana. Los grandes académicos y científicos deben tener siempre presente que tuvieron que aprender a leer, sumar, restar…, y que esa obra se la deben concretamente a unos buenos padres, maestros y maestras; pero también deben esforzarse por permanecer competentes frente a las exigencias del mundo de hoy. Los esposos deben recordar el primer amor, los primeros detalles, las primeras miradas y caricias…; pero también deben soñar un futuro pleno y feliz. El sacerdote, para ser fiel, tiene que ir con frecuencia a los orígenes de su vocación; pero debe vigilar su vocación si quiere vivir en la alegría del evangelio. Recordar el pasado con gratitud, vigilar atentos el presente, nos permite mirar con esperanza el futuro. Sólo permanecemos en el amor y en fidelidad, sólo somos felices cuando poseemos la capacidad de vigilar. Quien no vigila, se manifiesta orgulloso y prepotente. Una pregunta: ¿Cómo vigilar en la libertad, para no caer en enfermedad de los celos? En estos casos será necesario siempre ser obedientes al “sentido común”, a la prudencia, (no jugar con candela). El imperativo categórico de la Palabra de Dios hoy y lo será durante el tiempo de adviento es: “Estén preparados y vigilando”, estén atentos, no se duerman… “Camarón que se duerme se lo lleva la corriente.” Discípulo que no vigila se mundaniza y deja de ser luz y sal, y ya no sirve más que para tirarlo fuera y allí seré el llanto y el rechinar de dientes. Esposos y esposas, vigilen atentos su relación, “después de ojos sacados ya no vale Santa Lucía.” Hermanos, vigilemos nuestra relación con Dios, la podemos perder con facilidad y después que se pierde vienen las consecuencias; vigilemos nuestras relaciones fraternas…; sacerdotes y consagrados, vigilemos el don que Dios nos ha regalado…; parejas, vigilen sus relaciones matrimoniales, cuando una relación de familia se fractura es muy complicado restituirla, no imposible (para Dios nada es imposible), pero sí muy difícil. Vigilemos nuestra fe. la fe se puede perder por conversaciones imprudentes, por lecturas no apropiadas… La fe se puede confundir con un video y con las redes sociales no utilizadas con pulcritud y virtuosamente. ¿Cómo vigilar la fe? * Con la lectura y meditación constante de la Palabra de Dios. * Con la oración… * Con la celebración de los sacramentos. * Con una devoción recta y no afectada a la Santísima Virgen María. * Conociendo la vida de los santos. * Con la lectura de libros que orienten con rectitud el seguimiento de Jesús. * Fortaleciendo círculos de amigos, pequeñas comunidades eclesiales, casitas de oración, que sean espacios donde se comparta la vida y se fomente la formación en la fe. * Con la dirección espiritual. * Asistiendo a los espacios de formación que se ofrecen desde la diócesis, las parroquias, los movimientos apostólicos… * En las redes sociales hoy se pueden seguir las enseñanzas del Papa, de los obispos, de los sacerdotes… Tarea Durante la presente semana, leer, meditar y orar el capítulo 11 de la carta a los Hebreos. Marcos 13, 33-37 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Estén preparados y vigilando, porque no saben cuándo llegará ese momento. Cuando un hombre va al extranjero y deja su casa, entrega responsabilidades a sus sirvientes, cada cual recibe su tarea, y al portero le exige que esté vigilante. Lo mismo ustedes: estén vigilantes, porque no saben cuándo regresará el dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o de madrugada; no sea que llegue de repente y los encuentre dormidos. Lo que les digo a ustedes se lo digo a todos: Estén despiertos.

Vie 1 Dic 2017

Si logras juzgarte bien a ti mismo. Eres un verdadero sabio

Por: Mons. Gonzalo Restrepo Restrepo - Una de las señales de la sabiduría de una persona es la prudencia. Alguien prudente es aquel que sabe callar cuando hay que hacerlo y sabe hablar cuando se necesita. Una persona prudente no hace juicios de nadie. Quien verdaderamente busca la sabiduría de la vida, entiende que no se debe juzgar a nadie porque el hombre no está hecho para juzgar a nadie. Sólo Dios puede juzgar a todos porque sólo él nos conoce enteramente en todo lo que somos, lo que pensamos y lo que hacemos. Sólo él conoce toda nuestra realidad, nos conoce por dentro y por fuera, íntegramente. Así que los juicios pertenecen sólo a Dios. Tú puedes y debes juzgarte a ti mismo, pero de la mejor manera. No tienes por qué ser un verdugo para ti mismo. Hay muchos que son tiranos para sí mismos. Debes mirarte con realismo, juzgarte con verdad porque cuando haces juicios exagerados sobre ti mismo, para ensalzarte o para despreciarte, te estás destruyendo. La verdadera sabiduría está en lograr juzgarte con verdad y realismo a ti mismo. ¿porqué andas buscando qué decir, qué opinar, qué pensar sobre los demás? Hay quienes viven alimentando pensamientos en contra de los demás, sueñan en lo que los demás no han hecho ni han pensado para desfigurar su imagen y esclavizarlos. Hay personas con las cuales no se puede convivir porque son tan imprudentes que no se les puede confiar nada, aunque están ávidos de saberlo todo para poder contar y tener la última noticia. No tienen el más mínimo sentido de la intimidad, del secreto, de la reserva. Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo que juzgar a los demás. Cuando se trata de juzgarnos a nosotros mismos, huimos, siempre nos justificamos sea lo que sea, siempre buscamos razones que nos justifiquen y no permitimos una condena como la que normalmente hacemos de los demás. Qué difícil es juzgarse a uno mismo y juzgar a los demás. Te invito a que manifiestes tu sabiduría, tu equilibrio y tu prudencia, haciendo un esfuerzo por no juzgar a nadie y por enfrentarte a ti mismo con realismo y con verdad. Sólo Dios puede juzgar al hombre. No tienes por qué apropiarte este derecho. + Gonzalo Restrepo Restrepo Arzobispo de Manizales

Mié 29 Nov 2017

Eutanasia también para los menores

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - La Corte Constitucional ha ordenado recientemente al Ministerio de Salud que presente ante el Congreso, en el plazo de un año, una iniciativa acerca de la aplicación de la eutanasia en mayores y menores de edad; igualmente, solicita al Congreso que, en dos años, emita una ley sobre lo que llama el derecho fundamental de los niños y los adultos a morir dignamente. La Conferencia Episcopal de Colombia se ha pronunciado sobre las preocupantes consecuencias que entrañan estos hechos. Son un paso más en un proceso bien conducido que, entre otros, tiene antecedentes en la sentencia 239 de 1997, en el proyecto de ley 70/2012, en la sentencia 970 de 2014 y en la resolución 1216 del Ministerio de Salud de abril de 2015. Sin seguir el debido ordenamiento y sin hacer el necesario debate público, para obedecer a proyectos internacionales con intereses ideológicos, políticos y económicos, se insiste en esta conjura contra la vida humana. Se quiere imponer una decisión que compromete convicciones profundas de la mayoría de los colombianos con verdades parciales que, con tinte de cientificidad o de “piedad”, se difunden a través de los medios de comunicación y desconciertan a algunos legisladores, al personal sanitario y a la opinión pública. Es así como se genera confusión para discernir justamente apreciaciones jurídicas, conductas legales y actuaciones éticas, sobre todo en situaciones complejas donde la compasión por el sufrimiento puede poner en penumbra las implicaciones de atentar contra la vida humana. En esta forma de tomar decisiones y de legislar no se está respetando ni la Constitución de la República ni la separación de poderes que es fundamental en una democracia. No se debe aceptar pasivamente que la Corte dé ordenes al Congrego y al Ejecutivo sobre un tema tan grave, que afectará a millones de personas, como autorizar a los médicos para que ayuden a los pacientes a suicidarse y a los padres de familia para que decidan sobre la vida o la muerte de sus hijos. Estamos dejando pasar decisiones peligrosas que destruyen el orden moral y aun la estructura social y política del Estado. El Estado está para proteger a los ciudadanos y especialmente a los más indefensos; por tanto, los niños y los adolescentes merecen algo mejor que autorizar su sentencia de muerte. En un sistema de salud tan frágil y permeado de corrupción como el nuestro, es de temer que las autorizaciones para el homicidio muy pronto serán la única “opción de tratamiento” para los más vulnerables y la alternativa más “eficiente” y económica. Bajo el disfraz de humanidad se quiere presentar la eutanasia como una “muerte digna”. La prioridad sería legislar y trabajar para que la gente tenga, no una muerte, sino una vida digna. La corrupción también se apodera del lenguaje para esconder la deshonestidad de la actuación, pues lo que se quiere legalizar no es una ayuda para morir, sino el permiso para matar a otro ser humano. Está mal un país cuando, en lugar de pensar en que todos los ciudadanos tengan acceso a una atención médica de calidad, piensa en eliminar a los más débiles. Ciertamente, se pueden encontrar formas compasivas para dar tratamientos adecuados, mitigar el dolor y preparar la muerte sin caer en encarnizamientos terapéuticos y sin llegar tampoco a la aprobación de la “muerte por pedido”. En un momento en que buscamos acabar con la violencia, es un contrasentido legalizar la forma de matar con facilidad a los indefensos y a los que sufren; el orden moral de una sociedad en la que los asesinatos son frecuentes no se construye creando instrumentos jurídicos para nuevos asesinatos y abriendo la puerta para que otros, por los motivos que quieran, exijan o se apropien el mismo “derecho”. En medio de tanta confusión y de tantos intereses egoístas, la Iglesia Católica defiende con valentía y coherencia la vida y la dignidad de toda persona humana. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Lun 27 Nov 2017

La vivencia espiritual del Adviento

Por: P. Jorge Enrique Bustamante Mora - La Iglesia nos invita a recorrer el camino de la vida cristiana en el Año Litúrgico, que inicia con el Adviento, un tiempo de espera, de preparación, de conversión, de vigilancia, de fidelidad, de alegría y de confianza. ¿Cómo vivirlos espiritualmente? Pues al hablar de conversión, inmediatamente pensamos “que hay que hacer”; así le preguntaron a Juan el Bautista después de su discurso sobre la conversión, “¿Qué debemos hacer?”, fue la misma pregunta de la gente, de los maestros de la ley y de los soldados (cf. Lc 3, 10-14). Todos querían una indicación clara de “tareas”. El tiempo del Adviento marcado ya por la presencia de Jesús en medio de nosotros, es tiempo de conversión, pero no en las dimensiones del “que tengo que hacer” sino en la comprensión de la espiritualidad cristiana. Jesús inició su actividad pública con un llamado a la conversión: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; conviértanse y crean en la Buena Nueva” (Mc 1,14); esta es la actitud espiritual del adviento: remarcar la plenitud del tiempo, la cercanía del Reino, la conversión y la fe en la Buena Nueva. Cuatro elementos claros para vivir el Adviento. El tiempo se ha cumplido Reconocer la importancia de la Encarnación de Jesús como inicio de la Plenitud del tiempo. La espiritualidad de este tiempo debe producir una explosión de gracia, de alegría, de luz. El Año Litúrgico nos debe ayudar a comprender este misterio como una espiral en crecimiento, cada año una espera más intensa y ardiente, y por tanto una experiencia del Señor cada día más profunda y definitiva. Hay que ir más allá de las luces, las fiestas, los regalos para entrar no solo en el recuerdo de algo pasado, sino en la contemplación del misterio de la Encarnación. La presencia real de Jesús en la vida, en la Iglesia, en la historia. El Reino de Dios está cerca…. Está aquí. La actitud fundamental para vivir el Adviento es la disposición de recibir, de vivir, de acoger, de disfrutar, de dejarse tocar, de dejarse transformar. El crecimiento espiritual no acontece por sus propios esfuerzos del creyente, sino por la gracia – gratuita –de Dios. Conviértanse Este anuncio remarca un cambio, no se trata de “hacer” sino de “recibir”, es una gracia, un don, una oferta gratuita de Dios. No son los hombres los que “hacen” algo para acercarse a Dios, o producir la conversión, es Dios quien “hace todo” para acercarse al hombre y convertirlo. El interrogante de los cristianos, en el tiempo de Adviento, no es “¿Qué tengo que hacer?”, más bien, se trata de colocarnos delante del anuncio de la Buena Nueva e interrogarnos: ¿Qué quieres Tú, Señor, hacer en mí, para mí o a través de mí, en este momento? La conversión es reconocer la debilidad, las limitaciones, y que ellas se conviertan en la oportunidad para descubrir la necesidad de dejarse encontrar y transformar por Dios. Aceptar que la conversión está en las coordenadas del amor de Dios que nos perdona siempre, somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón, como nos lo ha recordado el Papa Francisco. Crean en la Buena Nueva El Adviento es un tiempo para descubrir que es Dios quien se acerca a mí, que me ama apasionada y amorosamente, y este amor es una invitación a dejarme encontrar por Él. Como lo recuerda el papa Francisco en su lenguaje en Evangelii Gaudium “Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso” (EG 3). El Adviento, tiempo de conversión, de espera, de aceptación del Reino, y aceptar la Buena Nueva, pide descubrir en nuestra vida aquello que el Señor quiere hacer de manera concreta. Por tanto es un tiempo de alto valor “vocacional” cristiano, a profundizar aquello que da identidad a nuestro ser, la identidad más profunda: hijos de Dios. Se necesita hacer espacio en el corazón, vaciarlo para llenarlo con el mensaje de la Buena Nueva; recordar de manera personal que Dios es mi Padre, todo es gracia de Dios y que Él me ama El Adviento tiempo mariano El Adviento es un hermoso tiempo para vivir la profundidad de la fe, acompañados por María Santísima, verdadera discípula. Ella acogió la gracia ofrecida, ella dice: “hágase en mí su voluntad – su palabra”, ella no dijo: “haré tu voluntad”. Ella recibe la gracia dada por Dios. Vivamos con intenso amor e identidad profunda este tiempo hermoso que nos prepara a la Navidad. Este año, el Adviento inicia el domingo 3 de diciembre, marquemos su inicio con las luces y arreglos en casa y en nuestros ambientes; es importante saber cuándo colocar los arreglos, pue “nos estamos dejando “robar” su verdadero significado por el comercio”. Hay que crear cultura del encuentro, involucrar a los vecinos, a la familia, encontrarse con Dios. Padre Jorge Enrique Bustamante Mora Director de los departamentos de Doctrina y PUD (Promoción de la Unidad y del Diálogo) pjorgebustamante@cec.org.co

Sáb 25 Nov 2017

Rey con actitud de pastor

Por: Monseñor Omar de Jesús Mejía - Para terminar el año litúrgico en el cual nuestro tema central ha sido el “Reino de los Cielos”, el escritor sagrado nos presenta una figura bien simpática: “Un Rey con actitud de pastor.” Jesucristo es Rey. Recordemos lo que dice la Palabra: “Pilato entonces le dijo: ¿Así que tú eres rey? Jesús respondió: Tú dices que soy rey. Para esto yo he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz” (Jn 18,37). A la luz del mundo el rey está sentado en un trono dando órdenes y ejerciendo un poder según las leyes y la justicia humana. En el evangelio de hoy existe algo muy particular, Jesucristo es Rey, pero es a la vez pastor. El texto puntualiza el reinado de Dios en el mundo, pero a su vez presenta al mismo Dios con actitud de pastor. Recordemos la Palabra: “Yo soy el buen pastor” (Jn 10, 11), “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Cfr Jn 10, 10). Jesucristo como Rey posee el derecho de juzgar, aún más, Él es el único que tiene la autoridad de juzgar; dice la Palabra. “Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra” (Mt 28, 16-20). Jesús, el Señor, es el “Buen Pastor”. Como Rey y Pastor, viene continuamente y vendrá definitivamente en el último día para hacer justicia en la tierra. El único punto de referencia a través del cual un cristiano se juzga a sí mismo y juzga a los demás es desde la misma persona de Jesús. El evangelio es claro, dice: “Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras.” El único que posee el derecho de hacerle juicio a nuestras obras es el mismo Dios y con la rectitud que recibimos de Dios, es desde donde debemos juzgar nuestros actos y los actos de los demás. Si vivimos según la ley de Dios no tiene porque existir miedo frente a Él. El miedo al juicio de todos los días (examen de conciencia) y el miedo al juicio final delante de Dios debe perderse con la imagen del Pastor, quien representa siempre cuidado, atención y amor con su rebaño. “El separará a unos de otros.” La separación del Rey con actitud de Pastor es una invitación para revisar nuestra elección. El criterio central es el amor: “Cuanto hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicieron” y lo mismo acontece en forma negativa: “Cuanto dejaron de hacer a estos pequeños a mi me lo dejaron de hacer.” “Los justos contestaron ¿cuándo te vimos con hambre…?,” y al final el texto dice: “los justos irán a la vida eterna.” La Palabra de Dios y la solemnidad litúrgica de hoy nos están invitando a confrontar nuestra vida de cara a Dios mismo, de cara a su justicia. La Palabra dice: “Ningún hombre es justo frente a Dios.” Según la Sagrada Escritura, justa es aquélla persona que “obra con rectitud y procura el bien”. En clave de vida cristiana es inseparable la santidad de la justicia, ambas se correlacionan, no puede darse la una sin la otra. La persona justa tiene la mente en Cristo, sus pensamientos son rectos y puros, tiene una meta sobria. Los justos no están esperando recompensa, obran con justicia, porque esa es la actitud normal. Los justos se acostumbran a obrar con justicia, porque la virtud de la justicia la han incorporado en su mismo ser. Los justos no son tramposos, no poseen una doble agenda, los justos son transparentes y asumen una vida integra… Los justos viven por la fe, es la fe la que les permite reconocer las maravillas de Dios y a su vez es la fe la que les da la posibilidad de ver las necesidades de los demás. Las personas justas, no se afirman así mismas, ni confían en su propia justicia, sino que viven bajo la justicia que ha traído Cristo, que no es otra que la opción por la vida en el amor. Recordemos lo que nos dice San Juan de la Cruz: “Al atardecer de la vida seremos juzgados sobre el amor” “y el amor debe ser probado, verificado en sus motivos internos. Por eso el evangelio de hoy está en términos de juicio, de evaluación. Por un momento nos transportamos hasta el final de la vida, el encuentro cara a cara con Jesús para responder por nuestras acciones y por aquellas inconclusas o eludidas.” (Meditación del evangelio, P. Fidel Oñoro). En este último domingo hermanos los invito para que confrontemos nuestra vida de cara a Dios, Él debe ser para nosotros nuestro único punto de referencia, Él es el que nos debe haber inspirado durante todo el año litúrgico a obrar el bien. Él será quien en última instancia juzgará definitivamente nuestra existencia, a Él no le podemos esconder absolutamente nada; Él nos conoce por dentro y por fuera, Él sí conoce realmente con qué intención hemos obrado. El único que conoce de verdad la intención de nuestro amor es Dios. Entendamos una cosa, el amor de Dios es más que un simple consuelo, el amor de Dios es una confrontación, el amor de Dios es concreto y objetivo. El amor de Dios tiene que inspirar el amor entre nosotros de los contrario el amor se queda en discurso, en teoría, en filosofía, en poesía y a lo sumo en buenas intenciones. Según el evangelio de hoy el amor de Dios se vive en lo concreto. El amor de Dios, cuando es verdadero y cuando realmente nos hemos dejado transformar por éste amor, se convierte en la respuesta a las precariedades concretas de la vida. El evangelio que estamos meditando nos presenta seis situaciones en las cuales ponemos en práctica el amor, práctica que a su vez nos conduce a la vida eterna. Se trata de situaciones comunes para todo mortal. Precariedades que de una u otra manera todos hemos experimentado alguna vez de nuestra vida y por lo tanto deberían hacernos sensibles para obrar siempre con rectitud y en nuestro actuar procurar siempre hacerle el bien al hermano. Esas precariedades son: El hambre, la sed, la necesidad de techo, la desnudez, la enfermedad, la pérdida de la libertad en una cárcel. Éstas precariedades y muchas otras con las cuales tenemos que aprender a convivir y que nos hacen entender que finalmente todos somos frágiles, limitados, “vulnerables” deberían hacernos comprender que los imperativos de la vida cristiana se centran en: 1. Compartir la mesa (danos hoy nuestro pan de cada día). Si compartiéramos más, habría menos hambre en el mundo. Si no compartimos corremos el riesgo de ir al fuego eterno… La virtud del compartir se convierte en las llaves del cielo en las manos del otro. Cuando alguien se me presenta para que lo ayude, me está ofreciendo las llaves del cielo para recibir la vida eterna. “Vengan benditos de mi Padre” 2. Acoger con el doble abrigo de la casa y del vestido propio al hermano necesitado. Miremos nuestras ostentaciones y observemos a nuestro lado, para que nos demos cuenta qué es urgente acoger a los más necesitados. Si no acogemos corremos el riesgo de ir al castigo eterno. El Papa nos habla de la “cultura del encuentro.” 3. Salir de la comodidad para buscar a uno que está solo y que, humillado, no puede valerse por sí mismo. ¿Cuántos desvalidos hay a nuestro lado, los observamos, o somos ciegos, frente al necesitado? Cuidado hermanos nuestra ceguera nos puede lleva al castigo eterno. ¿Vemos las necesidades de nuestros hermanos o nos hacemos los ciegos, para no desinstalarnos de nuestras comodidades? En una sola palabra podríamos sintetizar el mensaje de la Palabra de Dios hoy: “Integridad de vida.” + Omar de Jesús Mejía Obispo de Florencia Mateo 25,31-46 En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Cuando venga en su gloria el Hijo del Hombre y todos los ángeles con él se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones. El separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme. Entonces los justos le contestarán: Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?, ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte? Y el rey les dirá: Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis. Y entonces dirá a los de su izquierda: Apartaos de mí, malditos; id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis. Entonces también éstos contestarán: Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel y no te asistimos? Y él replicará: Os aseguró que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos. los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo. Y éstos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna. Tarea: Recordemos las obras de misericordia e intentemos practicarlas, durante la presente semana, al menos pongamos en práctica una obra corporal y otra espiritual. Obras de misericordia corporales 1. Visitar a los enfermos 2. Dar de comer al hambriento 3. Dar de beber al sediento 4. Dar posada al peregrino 5. Vestir al desnudo 6. Visitar a los presos 7. Enterrar a los difuntos Obras de misericordia espirituales 1. Enseñar al que no sabe 2. Dar buen consejo al que lo necesita 3. Corregir al que se equivoca 4. Perdonar al que nos ofende 5. Consolar al triste 6. Sufrir con paciencia los defectos del prójimo 7. Rezar a Dios por los vivos y por los difuntos.

Lun 20 Nov 2017

Clima de armonía y cultura

Escrito por: Mons. Libardo Ramírez Gómez - Cómo anhelamos los colombianos, prácticamente todos, armonía y paz. Pero sembramos discordia al querer implantarlos por caminos distintos, y hasta opuestos, queriendo encontrarlas con discutibles, peligrosas y reñidas propuestas. Algo que debidamente utilizado debe llevar a épocas de paz y de progreso es el mensaje cristiano del amor fraterno y de estima de la dignidad humana, recordada por el Papa Francisco al visitar nuestra Patria. Pero muchos que se presentan como sembradores de paz y con aplausos al Pontífice, son a la vez autores de leyes contra la vida inicial o terminal de los humanos, y, algunos, hasta se glorían, de ateísmo, y de llevar hacía “avances” nacionales pisoteando el mensaje el Crucificado. La roca firme de la civilización cristiana, que sería piso granítico propicio para sólidas armonía y paz, es despreciada por muchos, así como el cultivo de la cultura también está llamado a ser base de positivo entendimiento. Afortunadamente, al tiempo de aquella mala actitud, salta a la memoria el gran bien que han traído al mundo y a las naciones los mensajes religiosos y culturales. Esto trae gozo íntimo, lo mismo cuando grupos selectos lo ponen en alto, pero entristece cuando se percibe el miope desprecio de esos bienes y se hacen pregones adversos de parte de algunos, con ínfulas de líderes. Es preciso estimular a los primero y hacer vacío a los empeñados en llevar a las presentes y futuras generaciones por sendas nefastas que nada positivo pueden aportar a las naciones. Existen, en Colombia y en el mundo, beneméritas organizaciones que se dedican, con constancia y edificante entusiasmo, sin intereses personalistas ni de lucro económico, a mantener en alto los valores que venimos destacando, sin dejarse acomplejar al ser llamadas “tradicionalistas”. Academias del Arte, de la Música, de la Ciencia, de la Historia o de la Lengua, nos regalan con oportunos avances y exaltaciones de aquellos quijotes, que, con prístinos sentimientos, han consagrado días y años al cultivo de esos invaluables temas. Ejemplo de ésto hemos tenido, en los últimos meses, de parte de la Academia Colombiana de la Lengua, cuando, sin derroche de publicidad ni ánimo protagónico, ha destacado grandes meritos de ese valor, riqueza de tantas naciones, a consagrados servidores patrios como el Cardenal José de Jesús Pimiento (07-07-17), al pluriprofesional Carlos Rodado Noriega (12-10-17), y al Sacerdote Diego Jaramillo (27-10-17). Tomando ocasión de esos momentos, es destacar el prestigio que ha dado esa entidad a Colombia que fue su fundada por el gran escritor José María Vergara y Vergara (1871), con Presidentes de la talla de Don Miguel Antonio Caro y Marco Fidel Suárez. Importante haber tenido en la Presidencia al Sacerdote Jesuita Félix Restrepo Mejía (1955 a 1965), quien impulsó la construcción de magnifica sede para la entidad, siendo, a la vez, como muchos destacados eclesiásticos, maestro de varias generaciones, con huella profunda en la cultura. Impresionante, en el aula máxima, el retablo majestuoso con representación de “La Exaltación de la Literatura Hispanoamericana”, y estatuas de eximio cultores de la lengua. Religión y ciencia han sido presentadas unidas por Pontífices, y entrelazadas por prestantes figuras como el sabio José Celestino Mutis. Religión y cultura hermanadas en torno a la lengua española con Caro, Suárez y el Padre Félix. Qué importante mantener en alto ese clima de unidad entre valores tan positivos de todas las épocas, fundamentando y no desterrando de nuestras gentes esa armonía que lleva una cultura sin complejo de estar impregnada por la fe, como las hemos tenido en Colombia. Esto ha llevado a los justos reconocimientos que hemos resaltado al ponerlos en alto impulsando tan saludable labor en clima de armonía y cultura, camino de paz. + Libardo Ramírez Gómez Expresidente del Tribunal Eclesiástico Nacional Email: monlibardoramirez@hotmail.com