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Opinión

Jue 20 Jul 2017

Párroco Castrense

Por: Mons. Fabio Suescún Mutis - La Iglesia es misionera por naturaleza y su primera tarea es la evangelización que tiene como fin anunciar y testimoniar a Cristo Jesús y promover en todos los ambientes y culturas su evangelio de paz y amor, también en el mundo Militar y Policial está llamada a ser “sal”, “luz” y “levadura” nos decía el Papa Benedicto XXI al dirigirse al mundo Militar en octubre de 2006. Porque el Pueblo de Dios también peregrina en nuestros cuarteles y unidades y al frente de él están los sacerdotes párrocos castrenses. El sacerdote castrense ha de ser el hombre de la misión evangelizadora: El hombre de testimonio, el hombre de la Palabra que proclama, el hombre del ardor apostólico, el hombre de la comunidad, el hombre de la misericordia, el hombre de Dios, que al frente de su Unidad guía a sus fieles al encuentro personal con Cristo Vivo. Un sacerdote castrense es la presencia de Jesús en la Unidad. Es el que guía y cuida del rebaño del Señor. Es el buen pastor que sale en búsqueda de la oveja descarriada para volverla a su redil. Es el consejero que habla el oído del que sufre. Es la mano tendida a quien flaquea en la dura batalla de la existencia. Es el hombro en el que llora las vicisitudes de la vida. La esperanza de quienes llevan en el alma un desasosiego en la existencia. Es la voz de Jesús que dice “venid a mí los que estáis tristes que yo os aliviare”. Pero especialmente el Sacerdote Castrense es quien anuncia la buena nueva del Reino de Dios en el ámbito Militar y Policial. Su misión la realiza como nos dice el Concilio Vaticano II en su Decreto <<Christus Dominus>> 43, en aquellos hermanos que, “por las peculiares condiciones de vida, requieren una solicitud especial”, y pide a los Obispos que “ofrezcan sacerdotes idóneos para este grave cargo… y así promuevan el bien espiritual de los soldados”. Es por esto que para ser sacerdote castrense se requiere una vocación y unas cualidades que lo lleven no solo a ser auténtico sacerdote sino discípulo misionero que arda en amor a Jesús y con su ejemplo de vida haga realidad el anuncio por su testimonio. Si el Párroco Castrense es la presencia de Jesús en los cuarteles, su vida ha de ser intachable para que soldados y policías vean en él la presencia del Señor. En el mundo castrense se vive muchas veces de incertidumbres, de peligro y de muerte. El verdadero sacerdote castrense es el que comparte su vida con sus fieles, los anima, los consuela y convierte esos momentos en esperanza y fe. La guerra deja huellas permanentes en los hombres, deforma no sólo las uniones entre hermanos y naciones y desfigura a los soldados que son testigos de las atrocidades causados por los conflictos. El capellán ha de ser evangelizador de la verdad, la reconciliación y la paz. Los Militares sostenidos por los sacerdotes castrenses, pueden tener, como afirmó el Papa San Juan Pablo II el: “papel de centinelas que escrutan para evitar el peligro y promover por todos partes la justicia y la paz” (Jubileo año 2000). La expresión concreta de esta cura pastoral para los soldados es el Obispado Castrense que como cualquier diócesis es la porción del pueblo de Dios que peregrina en Colombia. Evangelicemos a nuestros Militares y Policías para que Jesús sea conocido, amado e imitado en todos los cuarteles, bases y Unidades de nuestras Fuerzas Armadas de Colombia. + Fabio Suescún Mutis Obispo Castrense de Colombia

Mié 19 Jul 2017

Te Deum en el 20 de julio

El te Deum es un himno de alabanza a Dios por su acción misericordiosa en la historia. Está compuesto por diversos elementos tomados en su mayoría de los salmos de la Sagrada Escritura. En la celebración del 20 de julio, el Te Deum constituye para los católicos una manera para dar gracias a Dios por los acontecimientos que históricamente nos han llevado a ser nación, así como para mantener viva la confianza en su amor y misericordia. Colombia se ha declarado un Estado Laico, pero esto no significa que haya que acabar o marginar de la esfera pública toda manifestación religiosa. La "sana laicidad" implica que el Estado no considere la religión como un simple sentimiento individual, que se podría confinar al ámbito privado” (Benedicto XVI). Independientemente de las decisiones tomadas por algunos organismos del Estado, los católicos estamos llamados a mantener y a fortalecer nuestra oración por la patria, con el te Deum, con las diversas formas de plegaria y, especialmente, con una participación consciente y fructuosa en la celebración de la Eucaristía. Esta es una manera de hacer concreto nuestro compromiso como cristianos y como ciudadanos. La prohibición de un acto oficial en el que haya presencia el Gobierno nacional no significa que los católicos y todas las personas de buena voluntad no podamos orar por la patria para alcanzar de Dios dones indispensables para la sana convivencia y un desarrollo integral para todos. Confiemos al Señor, Dios bueno y clemente, el pasado, el presente y el futuro de nuestra amada nación colombiana. + Elkin Fernando Álvarez Botero Obispo auxiliar de Medellín Secretario General de la Conferencia Episcopal de Colombia

Lun 17 Jul 2017

¿Quién mató a Pedrito? I

Escrito por: Mons. Gonzalo Restrepo - “El martes 11 de noviembre de 1999 fue encontrado un recién nacido en una caja de cartón, detrás de un almacén de nuestra ciudad. Aparentemente el bebito nació ese mismo día y cuando fue encontrado, a las 9:30 de la noche, había estado muerto alrededor de ocho horas o más. La autopsia reveló que el niño había sido acuchillado siete veces, sufrió un fuerte golpe en la cabeza y fue estrangulado con un cierre (cremallera). En la caja se encontró la placenta y el cordón umbilical roto. Aparentemente el bebito nació sin asistencia médica”. No es un caso extraño ni excepcional. Casos como éstos encontramos muy frecuentemente en nuestro medio. No fue encontrado en un almacén fantasma y en una ciudad lejanísima, sino en un almacén muy conocido, de mucho prestigio y en nuestra propia ciudad. Como este caso hay muchos casos. Pero, ¿quiénes serán sus padres? ¿dónde estará su mamá? Pedrito no alcanzó a nacer. Fue abortado y tirado a la calle en una caja de cartón. Fue tratado como cualquier cosa, como uno tira un mueble viejo, como se bota la basura al cesto. Pedrito fue asesinado, y ahora, nadie es culpable. Un nuevo crímen ha quedado en el anonimato. Una personita que no se le ha permitido vivir, mejor no se le ha permitido seguir desarrollando su vida, porque pedrito comenzó a vivir desde la concepción, desde que el óvulo de mamá y espermatozoide de papá se unieron para propiciar el inicio de una nueva vida, fruto del amor. ¿Qué podemos hacer? ¿Quién podrá responder? Si alguien quiere reconocer el cadáver de pedrito, lo tenemos en el anfiteatro de la ciudad. Todavía él conserva la esperanza de que sus padres vengan a reconocerlo y le brinden el cariño que le faltó desde su concepción hasta la muerte. No más abortos, por favor. No más pedritos tirados en cajas de cartón. No más asesinatos a creaturas indefensas. Permitamos que la vida surja y no matemos la vida de un inocente. Siempre que ocurre un aborto en la ciudad, ocurre el asesinato de unos padres, de unos hermanos, de una familia. Se asesina nuestra propia sociedad, nuestra cultura y nuestra dignidad. + Gonzalo Restrepo Restrepo Arzobispo de Manizales

Vie 14 Jul 2017

Es urgente formar e integrar a los laicos

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - El mundo en que vivimos sufre grandes y profundas transformaciones. En él, la Iglesia de Cristo debe anunciar la propuesta de plena realización humana y social que contiene el Evangelio. Esto implica renovar el compromiso apostólico, expresar adecuadamente el mensaje, encontrar nuevas formas para llegar a los distintos sectores; más aún, encarnar fecundamente la vida cristiana en la sociedad. Pero esto no es posible hacerlo sino en y a través de personas concretas. Por eso, uno de los más grandes y urgentes desafíos hoy es la formación integral y la participación de los fieles laicos. El catolicismo sociológico se cae a pedazos; de esa estructura viven cada vez menos personas. Es preciso entonces construir desde la base, antes de que sea tarde, una comunidad de discípulos de Cristo que viva a plenitud la fe y que con ella impregne la realidad de la familia, de la educación, del trabajo, de la política, de la economía, con la naturalidad de una lámpara que una vez encendida va poniendo mansamente su luz en todo lo que la rodea. Esto implica un proceso orgánico, progresivo, personal y comunitario de formación del laicado. A partir del Concilio Vaticano II se han abierto enormes posibilidades y perspectivas para que los laicos se integren y participen en la vida y misión de la Iglesia con la condición profética, sacerdotal y pastoral que les ha dado el Bautismo. Todos tenemos que contemplar con agradecimiento y alegría lo que el Señor ha venido haciendo en nuestra Arquidiócesis con muchos laicos: crece su empeño en formarse, despiertan su sentido de pertenencia a la Iglesia, se vinculan fructuosamente a diversos servicios en las parroquias, influyen de diversas maneras en la transformación de la sociedad, buscan la santidad. Sin embargo, a la vez, debemos constatar con honda preocupación la realidad de tantos bautizados que no salen de una gran ignorancia con relación a lo esencial de la vida cristiana, que mantienen una incomprensible pasividad y que encerrados en su aislamiento no se afanan por integrarse a un proceso de evangelización, por aprovechar la ayuda de sus hermanos y por testimoniar la alegría del Evangelio. Esto no puede seguir así. Una tarea urgente en la Iglesia es ayudar a todos los fieles a crecer en el sentido de responsabilidad frente al seguimiento de Cristo y frente a la misión que de él hemos recibido. En la historia de la Iglesia hay momento es que hay penumbras y son más difíciles las pruebas. Ante esas situaciones la reacción justa no es huir ni tampoco echarnos a dormir. Por el contrario, es la hora de despertar, de crear, de apurar el paso, de asumir el futuro con más pasión. Este momento de la Iglesia necesita un acertado protagonismo y un decidido compromiso de los laicos. Ellos, como nunca, deben ser testigos de Cristo, apoyo decidido de la vida parroquial, fermento de alegría y de esperanza en sus familias y en sus barrios, constructores de un mundo nuevo. Esto implica una formación humana y cristiana recia y adecuada a los tiempos que corren. Tienen que aprender a escuchar a Dios en su Palabra, a vivir el misterio de Cristo en la liturgia, a conocer profundamente el contenido de la fe, a construir comunidad en diversos niveles, a ser competentes para anunciar el Evangelio en múltiples ambientes y campos pastorales. Esta tarea de formar sólidamente a los laicos es prioritaria para los sacerdotes pero corresponde también a los mismos laicos que deben asumir con madurez su identidad y su tarea en la Iglesia. Saludo con gozo y esperanza el número grande de laicos formados y comprometidos que tenemos; los procesos de formación que están impulsando los sacerdotes en las parroquias, los delegados de pastoral y varias instituciones arquidiocesanas; los buenos resultados de las pequeñas comunidades y de los grupos apostólicos. Pero espero que avancemos mucho más con decisión y eficacia. No podemos perder tiempo. La Iglesia necesita en este momento una participación más activa y responsable del laicado. Permitamos que en los bautizados, mujeres y hombres, se renueven hoy las maravillas de Pentecostés. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Mié 12 Jul 2017

“…mi oración es judía…”

Es la expresión del Papa Francisco en una entrevista del 12 de junio de 2014, al hablar de la importancia de rezar los salmos y celebrar la Eucaristía diariamente. Orar los salmos en el contexto de la Liturgia de las Horas (LH) debe suscitar en los fieles cristianos y de manera especial en los Obispos, sacerdotes, diáconos y consagrados, una alegría espiritual que va más allá de un simple cumplir una promesa, y que encuentra su mayor expresión cuando el ser orante se apropia, “en el espíritu del resucitado” (Rm 8,11) de una verdad irrefutable predicada por el Papa Benedicto XVI: “todo lo debo esperar de Dios y basar la vida entera en Dios, que en Cristo nos lo ha regalado todo”. Es oportuno recordar algunas razones que sostienen la acción cotidiana de rezar la Liturgia de las Horas o el Oficio divino y contemplar que en ella, Dios se vale de mí para “misericordiar” a su Iglesia y al mundo entero. 1.- Celebramos la liturgia porque actualiza para nosotros la acción salvadora de Cristo y nos permite abrirnos a la esperanza en la que hemos sido salvados (Rm 8,24). Nos enseña el catecismo de la Iglesia “La Liturgia es "acción" del "Cristo total". Los que desde ahora la celebran participan ya, más allá de los signos, de la liturgia del cielo, donde la celebración es enteramente comunión y fiesta” (1136). 2.- El Misterio de Cristo, su Encarnación y su Pascua, que celebramos en la Eucaristía, especialmente en la asamblea dominical, penetra y transfigura el tiempo de cada día mediante la celebración de la Liturgia de las Horas, "el Oficio divino" (SC IV). La Liturgia de las Horas "realmente es la voz de la misma Esposa la que habla al Esposo; más aún, es la oración de Cristo, con su mismo Cuerpo, al Padre" (SC 84; CIC 1174). 3.- La Liturgia de las Horas nos fortalece en el ministerio, acrisola nuestra opción de vida, mantiene radiante nuestra identidad porque ella es fuente de vida espiritual y nos permite entender que el ideal de la vida cristiana y sacerdotal consiste en que cada uno se una con Dios íntima y constantemente (SC 86 y 96; PO 5). 4.- La Liturgia de las Horas es el medio privilegiado que favorece que cada jornada sea un constante diálogo con Dios, un sacrificio espiritual que se inspira y apoya en el único y definitivo sacrificio de Cristo con el cual se debe identificar el sacerdote. En la oración de la LH el presbítero se descubre inmerso en el misterio de la filiación divina que se hace entrega a los demás en el servicio pastoral. 5.- La oración es el acto central de la persona de Jesús en cuanto hombre y por lo tanto, un real conocimiento del Dios-Hombre es sólo posible entrando en ese acto de oración. En consecuencia, sintonizar nuestra vida con el misterio de Jesús sólo es posible participando de su mismo sacrificio que se actualiza en la Eucaristía y se prolonga en el tiempo por la Liturgia de las Horas. Cabe recordar que «en el Oficio Divino, los presbíteros, en nombre de la Iglesia, piden a Dios por todo el pueblo a ellos confiado y por todo el mundo» (PO 5). 6.- La LH tiene una profunda dimensión eclesial en la cual brilla, en la Iglesia que reza, el esplendor de la Santísima Trinidad y en la voz de la Iglesia resuena la voz de Cristo. El sacerdote no debe olvidar que toda acción litúrgica es un encuentro entre Cristo y la Iglesia. La Instrucción General para la LH enseña: “la santificación humana y el culto a Dios se dan en la LH de forma tal que se establece un diálogo entre Dios y los hombres, en que Dios habla a su pueblo…y el pueblo responde a Dios con el canto y la oración”. Acojamos la exhortación del Papa Benedicto XVI “celebrad la Liturgia de las Horas dirigiendo la mirada a Dios en la comunión de los santos, de la Iglesia viva de todos los lugares y de todos los tiempos, para que se transforme en expresión de la belleza y de la sublimidad del Dios amigo de los hombres”. Por bondad de una monja de clausura, llegó a mis manos la siguiente oración para ofrecer la celebración del oficio divino: “Abre, Señor, mis labios para que bendiga tu santo nombre; purifica mi corazón; ilumina mi entendimiento, inflama mi voluntad, para que digna, atenta y devotamente pueda cantar este oficio y merezca ser escuchado en la presencia de tu Divina Majestad. Canto el oficio Divino en nombre de la santa Iglesia, porque es tu oración al Padre, unida a aquella divina intención con que Tú mismo, en la tierra tributaste tus alabanzas al Padre, mirándolo con tus divinos ojos, en el Espíritu Santo. Amén. ¡Qué gran cosa es adorar bien a Dios en la Liturgia de las Horas! Juan Carlos Ramírez Rojas Ecónomo-Director Financiero Conferencia Episcopal de Colombia

Lun 10 Jul 2017

No sólo el páramo de Santurban

Por: Monseñor Ismael Rueda Sierra - El papa Francisco, a quien esperamos en su visita apostólica a Colombia en el mes de septiembre, nos ha entregado la carta encíclica “Laudato Si”, en continuidad con el magisterio pontificio del Beato Paulo VI y San Juan Pablo II, sobre el tema de la ecología. Pero indudablemente el papa Francisco va al fondo en su reflexión integral e interdisciplinar de lo que significa el cuidado de la casa común, como responsabilidad de todos. En los distintos foros mundiales y también los locales, estos temas ocupan primera línea, por cuanto está en juego la supervivencia misma de la humanidad y el adecuado tratamiento de la dignidad humana. Por tal razón, con base en una dimensión ética, entre otras, que debe estar necesariamente en la base del discernimiento, también existen unas consideraciones de tipo político, económico y cultural que afectan profundamente, por las competencias propias en materia de decisiones, conductas y vigencias culturales lo mismo que por los intereses de lucro y consumo, que en ocasionen se priorizan, como es usual en el mundo de hoy. Se ha vuelto recurrente, a la hora de conciliar el manejo adecuado del medio ambiente con las aplicaciones de tipo industrial, minero o urbanístico, etc. no dar la adecuada importancia a su componente ético y social, o brindar promesas ecológicas que francamente no convencen porque se sabe de antemano, del enorme impacto que producen sobre los bienes naturales. Quiere esto decir que para vender la idea de la explotación de los recursos, o la expansión urbana, a menudo los interesados se colocan un “traje ecológico” para obtener el visto bueno de la opinión pública especialmente. Quisiera hacer alusión sólo a algunos apartes de la encíclica papal aludida, que nos permiten ver el enorme reto que tenemos a la hora intervenir el medio ambiente, en favor del ser humano. Al referirse el Papa a una ecología integral afirma que “La ecología… También exige sentarse a pensar y a discutir acerca de las condiciones de vida y de supervivencia de una sociedad, con la honestidad para poner en duda modelos de desarrollo, producción y consumo. No estará de más insistir en que todo está conectado” (cf. L.S.138). Afirma además: “Cuando se analiza el impacto ambiental de algún emprendimiento, se suele atender a los efectos en el suelo, en el agua y en el aire, pero no siempre se incluye un estudio cuidadoso sobre el impacto en la biodiversidad, como si la pérdida de algunas especies o de grupos animales o vegetales fuera algo de poca relevancia” (cf.L.S.35). “El cuidado de los ecosistemas, afirma, supone una mirada que vaya más allá de lo inmediato, porque cuando sólo se busca un rédito económico rápido y fácil, a nadie le interesa realmente su preservación” (Id.36). En relación con la cuestión del agua, que sin duda es prioritaria a la hora de plantear los temas ecológicos, por cuanto su acceso, uso y consumo forma parte del derecho a la vida, el Santo Padre afirma que “En realidad, el acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal porque determina la sobrevivencia de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos” (Id.30). De modo que, en el caso nuestro de la intervención en el páramo de Santurbán, al que ya me había referido en otro editorial, invocando la aplicación del principio de precaución, será necesario para su adecuado manejo y conservación, no ignorar las consideraciones éticas y de responsabilidad social, presentadas por el Santo Padre Francisco en la encíclica “Laudato Si”. Con mi fraterno saludo. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga

Lun 3 Jul 2017

Una rápida mirada a los papas de mi vida

Por: Mons. Edgar de Jesús García Gil – El 9 de octubre del año 1958 entré al seminario menor de Cali. Ese día fue de luto total. Murió el papa Pio XII. Un hombre elegante, hierático, sagrado. A lo largo del recorrido entre Roldanillo y Cali en una chiva de pueblo los seminaristas oíamos por todos los municipios los cien repiques que se doblaban cuando moría un papa. ¡Qué impresión y que asombro esta entrada al seminario conciliar San Pedro apóstol de Cali! Fue elegido el gordito y querido Juan XIII, hoy santo. Para sorpresa de todo el mundo abrió las puertas de la Iglesia al mundo moderno con la convocación del Concilio Vaticano II. (1962-1965). Aires nuevos comenzaron a entrar en la Iglesia de Jesucristo. Falleció 3 de junio del año 1963. Fue elegido el papa Pablo VI, quien continuó el concilio y lo clausuró. Otro santo, hoy beato. Pastoreó la Iglesia con amor y ciencia sin igual. El progreso de los Pueblos fue una de sus preocupaciones sociales. Fui testigo de su santidad porque viví en Roma los dos últimos años de su vida (1976-1978) cuando estuve haciendo la licenciatura en teología dogmática en la Gregoriana. Lo acompañé en varias eucaristías en la plaza de San Pedro como sacerdote servidor de la Eucaristía. Lo observaba bien y su rostro envejecido y macilento reflejaba la luz del transfigurado. Murió el 6 de agosto de 1978 mientras yo estaba trabajando en la Mercedes Benz cerca de Stuttgart Alemania. Mientras regresaba a Colombia fue elegido el papa Juan Pablo I que vivió 33 días como una sonrisa de Dios. El 16 de octubre de 1978 fue elegido Juan Pablo II, hoy santo. Nacido en Polonia. Apenas yo había cumplido 32 años de vida. Fue el papa de mi vida sacerdotal y quien me llamó al episcopado el 8 de septiembre del año 1992, hace ya 25 años. Tenía un carisma especial con todos. Nos mostró la riqueza del humanismo cristiano en la persona de Jesucristo. Sus viajes pastorales rompieron un record en su afán evangelizador. Su persona, su palabra y su cercanía conquistaron el corazón de muchos especialmente de los jóvenes. Tuve la oportunidad de vivir la experiencia de dos visitas “ad limina apostolorum” con Juan Pablo II. Maravillosos encuentros en Roma con la riqueza de su personalidad santa. Murió el 2 de abril del año 2005 a los 27 años de pontificado. Sucedió a San Juan Pablo II Benedicto XVI el 19 de abril del año 2005. Academia y vida monástica según las reglas de San Benito fueron las dos combinaciones de su pontificado. Sufrió el manejo mundano de la sede de Pedro y tomo la decisión de renunciar al pontificado el 28 de febrero del año 2013 y se convirtió en un papa emérito. Increíble pero cierto. Su humildad con este gesto sorprendió al mundo entero. Y llegó para sorpresa del mundo cristiano la figura del papa Francisco. Argentino, Latinoamericano y Jesuita. Traía en el corazón la nueva evangelización, la misión permanente y la conversión personal y pastoral de Aparecida. Es la continuación de la apertura del Concilio Vaticano II que parecía frenado en la historia y en los territorios. Es la alegría del evangelio. Es la alegría del amor en los esposos. Es la conciencia ecológica del mundo. Es realmente una novedad. Ha comenzado a purificar a la Iglesia de la mundanidad espiritual y burocrática que tenía como un caparazón pesado y duro. Todos han sido sucesores de Pedro como obispo de Roma. Vicarios de Cristo en la tierra. Instrumentos de Dios para construir la unidad de la Iglesia. Del 06 al 10 de septiembre tendremos en nuestra tierra colombiana al papa Francisco. ¡Qué maravilla y que bendición! “Padre de Misericordia, te damos gracias por el papa Francisco y te suplicamos que su visita a Colombia sea un tiempo de bendición que nos confirme en la fe y nos ayude a dar el primer paso para comenzar con Cristo algo nuevo en bien de todos los colombianos”. + Edgar de Jesús García Gil Obispo de Palmira

Vie 30 Jun 2017

Demos el primer paso

Por: Mons. Luis Adriano Piedrahita Sandoval - Del seis al diez del próximo mes de septiembre tendremos la alegría de tener en nuestro país al Papa Francisco. El sucesor de Pedro, a quien el Señor colocó como la roca sobre la cual quiso edificar su Iglesia, el Obispo de Roma, Padre y Pastor de la Iglesia universal, viene a visitarnos y a ofrecernos con su visita un auténtico tiempo de gracia y momento especial y único, “reflejo en cierta medida de aquella especial visita con la que el supremo pastor (1 Pe 5,4) y guardián de nuestras almas (1 Pe 2,25), Jesucristo, ha visitado y redimido a su pueblo”. Sabemos que se trata de una visita eminentemente pastoral: El Papa viene a animarnos y a confirmarnos en la fe. Es este el mandato que Pedro recibió del Señor: “! Simón, Simón ¡Mira que Satanás ha solicitado el poder sacudirlos como trigo; pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos” (Lc 22,31-32). El Papa viene a impulsarnos en la tarea que tenemos de la Nueva Evangelización, como nos lo ha recordado en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium: “Hoy, en este “id” de Jesús, están presentes los escenarios y los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia, y todos somos llamados a esta nueva salida misionera” (20). Qué bueno sería que, como Iglesia diocesana, recibamos este momento de gracia como un llamado a tener un renovado compromiso de hacer de cada una de nuestras parroquias “comunidades de discípulos-misioneros que anuncian la alegría del Evangelio. El Papa viene a recordarnos el valor que tienen los dones del matrimonio y de la familia, y el compromiso consiguiente de hacer de las familias lugares en los que se vive y comparte la alegría del amor, alegría que es también causa de júbilo para la Iglesia (Amoris Laetitia, 1). Siguiendo su línea de pensamiento consignado en sus grandes documentos, no podemos dejar de lado el tema de la ecología de la carta encíclica “Laudato Si”; el Papa Francisco vendrá a recordarnos seguramente el desafío urgente de proteger nuestra casa común, que “clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella” (2). Como mensajero de la paz, el Papa viene a invitarnos a hacer decididamente de la necesidad de la paz en nuestro país un anhelo ferviente que nos lleve a sanar nuestros corazones de resentimientos y odios, y a construir una sociedad en la justicia, en la equidad, en la reconciliación, en el perdón, en el respeto mutuo, en el amor fraterno. Sabemos que constituirnos todos “en artesanos de la paz” es la tarea que de manera especial nos apremia como Iglesia en Colombia, y la Palabra del Santo Padre nos traerá sosiego, serenidad, alegría, esperanza, para emprender dicho camino. Como lo dice el lema de la visita, el Papa Francisco viene a invitarnos a “dar con él el primer paso”, a colocarnos en camino hacia algo nuevo, decidiéndonos a hacer crecer y madurar la semilla de su Palabra eficaz y creadora que ya el Señor ha sembrado, para que cosechemos unas personas, unos hogares, unas comunidades, unas instituciones, una Iglesia, renovados y renovadas para bien de todos los colombianos: “He aquí que yo renuevo lo antiguo, dice el Señor: ya está en marcha, ¿no lo reconocen? Sí, pongo en el desierto un camino, ríos en el páramo” (Is 43,19). Oremos, preparémonos, dispongámonos a acoger la visita del Papa Francisco como una verdadera bendición de Dios y a recibir su presencia y sus enseñanzas con corazones bien dispuestos. + Luis Adriano Piedrahita Sandoval Obispo de Santa Marta