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“Yo soy cura de pueblo”: Mons. Luis José Rueda, arzobispo de Bogotá
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El portal católico ALETEIA, con corresponsalía en Colombia, le extendió una invitación a monseñor Luis José Rueda Aparicio, arzobispo de Bogotá y presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, para dialogar y conocer sobre la vida pastoral que Dios y la Iglesia Católica le ha encomendado.
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Se siente el más pequeño de los obispos, aunque tiene la responsabilidad más grande como pastor de la Iglesia católica de Colombia. El mismo día de su ordenación como presbítero, a los 27 años, fue nombrado párroco y, poco a poco, le fueron llegando nuevas tareas de servicio.
Él es Luis José Rueda Aparicio, nacido en San Gil, departamento de Santander, en el oriente del país. Pero, ¿cómo un párroco de provincia llegó a ser arzobispo de una jurisdicción con más de ocho millones de habitantes y presidente de la Conferencia Episcopal? “Por la misericordia de Dios, que nos da la misión y nos da la gracia para cumplirla”, admite con la humildad que lo caracteriza.
Monseñor Rueda Aparicio habla con naturalidad en su despacho del Palacio Arzobispal, su casa en el centro histórico bogotano, un lugar que ocupa desde hace más de un año, después de una posesión atípica, en plena pandemia y con tan solo quince personas en la Catedral Primada.
En medio de esas circunstancias difíciles empezó su labor pastoral a través de los canales de comunicación católicos. Bajó al Señor Caído del Cerro de Monserrate y recorrió con la imagen las parroquias, para pedir por el fin de la pandemia, que ha cobrado la vida de 35 sacerdotes de la ciudad. Apenas pudo, organizó reuniones presenciales con presbíteros, religiosas, laicos y, especialmente, con las comunidades que más le duelen: los habitantes de calle, los migrantes, las prostitutas y los privados de la libertad. Sus respuestas siempre los muestran como un pastor sencillo y cercano a sus interlocutores.
La «G» por la «T»
–¿Por qué usted dice que cambió la «G» de Geología por la «T», de Teología?
Nací en un hogar católico en el que soy el décimo de doce hermanos. Desde niño la Eucaristía fue muy importante y así lo viví por el testimonio de mis padres. Cursé bachillerato técnico y me gradué como soldador de metales. A los 18 años presté el servicio militar y después entré a trabajar con mi padre, en construcción. Luego, trabajé en una fábrica de cemento, tenía un buen noviazgo y había ganado una beca para estudiar Geología. ¡Pero el Señor me cambió la «G» por la «T», de Teología!
Entré al seminario, a los 27 años fui ordenado presbítero y ese mismo día fui nombrado párroco de Albania, una pequeña población donde serví y aprendí por dos años. Aunque en el seminario se enseñan la parte doctrinal y muchos elementos éticos y espirituales, uno aprende a ser sacerdote con los campesinos, los líderes, el alcalde, los médicos, los docentes, los catequistas y los laicos. De allí pasé a la parroquia de otro pequeño pueblo llamado Curití y después estudié Teología Moral en Roma. A mi regreso seguí ejerciendo en otros pueblos de mi región, entre ellos, San Gil, Pinchote, Mogotes y Barichara.
–¿En algún momento pensó en ser obispo?
Hasta ese momento había desarrollado la labor pastoral en mi propia tierra. Sin embargo, Dios me tenía destinado para un encargo mayor, el de obispo en Montelíbano, en el norte del país. Fue una gran sorpresa. Yo pensé que mi vida iba a transcurrir en la felicidad de ser párroco. Le había pedido al obispo que me mandara a una zona rural. Esa era mi ilusión, pero el plan de Dios era otro. Montelíbano es una diócesis muy bella, donde encontré un clero muy sacrificado, en medio de difíciles situaciones de orden público. Allí aprendí a navegar por los ríos y a andar muchas horas a lomo de mula para llegar a los más apartados caseríos. Fueron seis años, de 2012 a 2018, en los que fui muy feliz, en medio de limitaciones económicas, pero de inmensas riquezas espirituales.
En 2018 el papa Francisco me nombró arzobispo de Popayán. El mismo pontífice me entregó el palio en el Vaticano, pude hablarle y expresarle mis temores. Pero también recibí de él palabras de ánimo y de aliento.
En Popayán compartí de cerca con los indígenas, los afrocolombianos, los sacerdotes y las religiosas que acompañan a los pueblos que han sufrido por tanta violencia. Allí hay problemas de narcotráfico, cultivos ilícitos y abandono del Estado, pero nunca abandono de la Iglesia. Aprendí a luchar por estas comunidades y caminar con ellas.
– ¿En qué condiciones viven las comunidades de esas regiones tan apartadas en las que usted vivió?
Están muy abandonadas, porque el Estado colombiano es muy centralista. Hay tierras buenas y el campesino colombiano es trabajador, pero no hay carreteras para sacar los productos. Salen a la labranza, pero están desestimulados, no tienen energía eléctrica, no tienen internet. Hay zonas donde un médico llega cada cinco años y las mujeres tienen que andar varias horas a lomo de mula antes de un parto.
Aquí es donde aprovechan las fuerzas negativas, como el narcotráfico, y les pagan a los campesinos para que cultiven coca. Por eso, ellos terminan siendo las primeras víctimas de un eslabón que termina en la nariz de habitantes de Nueva York o París que consumen la cocaína. La segunda víctima es la tierra, porque estos cultivos la sacrifican. La última víctima es el consumidor, pero de por medio están la economía y las instituciones del país.
Red de fe, esperanza y amor
–¿Cuál ha sido el papel de la Iglesia colombiana?
La iglesia está haciendo lo que debe hacer con los recursos que posee, pero no tiene todas las respuestas a los problemas económicos y políticos de Colombia y como Iglesia estamos trabajando permanentemente. ¿Se imagina usted qué pasaría si sacamos las cinco mil parroquias que tiene Colombia? Sin duda, perderíamos una red de fe, esperanza, amor y de servicio concreto.
–¿Luego de su experiencia lejos de la capital, cómo recibió su designación como primado de Colombia?
Todavía no lo entiendo. Fue muy duro porque yo soy de provincia, he sido párroco y soy cura de pueblo, servir es mi ilusión y mi anhelo, pero es Dios quien da la misión y la gracia para cumplirla. Además, para esta tarea cuento con el trabajo de mis tres obispos auxiliares, más de mil sacerdotes, cientos de religiosas y millares de laicos.
Meses después, mientras recorría las parroquias de Bogotá, muere por covid el obispo de Soacha, población cercana, y el Papa me nombra administrador apostólico de esa diócesis. Ha sido una riqueza conocer la zona y ampliar mi corazón, frágil y pequeño, para que quepa el amor de Dios.
Mucho rostros
–¿Por qué decidió compartir el palio con los habitantes de calle?
El palio es la ovejita herida, descarriada y sufriente que es atraída por el amor de Dios Padre, simboliza el pueblo y yo estoy dispuesto a tomar sus heridas. Lo hice porque en la ciudad encontramos miles de rostros heridos y sufrientes, entre ellos los habitantes de calle que en Bogotá son más de 15.000. ¿Usted se imagina ese número? Esa es una parroquia callejera, de personas que viven debajo los puentes, en los caños, algunos de ellos profesionales, hombres y mujeres que son despreciados, pero son seres humanos con alma.
También hay otros rostros sufrientes: los migrantes. Ellos son los nuevos pobres del mundo y me conmueven hasta las entrañas. Por otra parte, están los presos de las cuatro cárceles de Bogotá, muchos han pasado diez, veinte navidades, veinte Semanas Santas allí, con historia difíciles de dolor y de enfermedad. A ellos hay que sumar a las trabajadoras sexuales, que seguramente fueron empujadas a ese camino. Ante todos estos rostros no puedo evitar quebrantarme emocional y espiritualmente.
–A todas esas tareas de servicio que le llegaron de manera inesperada, se sumó su elección como presidente de la Conferencia Episcopal…
Yo decía: «Señor, yo soy de una de las diócesis más pequeñas de Colombia, soy el más pequeño de mi familia, soy el más pequeño de los obispos de Colombia… ¡Yo no sé por qué el Señor me pone esta tarea! Pero veo ahí la voluntad de Dios y lo entiendo como un servicio. Jamás he vivido el ministerio como un privilegio, ni como una autoridad, yo me siento hermano y servidor de todos y el Señor, que me ha llamado a todas estas labores pastorales, verá cuándo me llama a la eternidad.
Fuente: Portal Aleteia Twitter: @AleteiaES
Matrimonio y familia: don de Dios
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Sobre “La Paz Total”
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"Nuestro pueblo gime de dolor": Pro-Vicario de Guapi
A través de un comunicado firmado por el pro-vicario de Guapi, el padre Arnulfo Moreno Quiñonez, esa Iglesia particular ubicada en el pacífico caucano, expresó su dolor y preocupación ante los hechos de violencia que han venido afectando gravemente a sus comunidades. La situación más reciente se presentó el pasado 2 de noviembre en la cabecera municipal de Guapi; un atentado en la madrugada de ese día, dejó, además de personas heridas, lamentables pérdidas, entre ellas, vidas humanas y estructuras, como es el caso de la Curia que resultó seriamente afectada. La Iglesia pide la presencia urgente de las instituciones del Estado allí, garantizando el derecho a la paz y generando condiciones de desarrollo humano integral.“Lamentamos la pérdida de las vidas humanas, el dolor de los heridos, el llanto de las familias y la desesperanza de una sociedad que anhela vivir en paz, la destrucción de los edificios de la curia diocesana, institución que es esencial para el trabajo de la Iglesia en Guapi y rechazamos todo tipo de acciones que generan miedo y zozobra en la población, porque que cada día su tierra es manchada con sangre de guerra; llamamos a todos apartarse de los caminos de pánico y de muerte, y acercarse más a los caminos del diálogo y la reconciliación para que así podamos construir juntos y disfrutar en hermandad de la paz”, se expresa en el comunicado.De acuerdo con el mensaje, este hecho ha causado pánico y tristeza en todo el territorio del Vicariato:“Porque lscuandé, Timbiquí, Guapi y López de Micay, somos una sola familia extendida y diseminada por todo el pacífico Caucano y Nariñense; cuando uno ríe todos ríen y cuando uno llora todos lloran”.En el mensaje, el padre Arnulfo Moreno pide la oración de todos en la Iglesia para que la Paz del Señor sea consuelo y esperanza en medio de sus comunidades:“Nos acogemos con amor y fe de solidaridad, a la oración universal, la de la Iglesia Colombiana, la de nuestros obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, consagrados y consagradas, la de los hombres y mujeres de buena voluntad, para que le pidamos juntos al Príncipe de la paz que, llegue al mundo entero, a Colombia, al pacífico Caucano y Nariñense”.Vea a continuación el comunicado leído por el Pro-vicario de Guapi:
Dom 3 Nov 2024
Obispos colombianos rechazaron atentado en Guapi: la Casa y la Curia Episcopal resultaron afectadas
A través de una carta enviada al Pro-vicario de Guapi, el padre Arnulfo Moreno Quiñonez, a todos los miembros de esa Iglesia particular y a la comunidad del municipio de Guapi, los obispos expresaron su solidaridad, profunda preocupación y rechazo ante el grave atentado cometido contra la población y la fuerza pública en la madrugada del sábado 2 de noviembre ese territorio del pacífico caucano. Hecho que dejó personas fallecidas, otras heridas y varias estructuras afectadas, entre ellas la Casa y la Curia Episcopal.En el mensaje, el episcopado colombiano, a través de su Comunidad de Presidencia, afirmó que este tipo de hechos, que causan pánico y desolación a las comunidades, evidencian el incremento de la violencia en el país. Ante esta preocupante realidad, hacen un llamado urgente a los actores armados para que abandonen la vía del terror y apuesten por el diálogo; al Gobierno le piden hacer presencia garantizando el desarrollo humano integral, la seguridad y el derecho a la paz.Además, los obispos ha pedido al Secretariado Nacional de Pastoral Social – Cáritas Colombia (SNPS-CC) que active inmediatamente el Fondo de Emergencias para apoyar a la comunidad.
Vie 1 Nov 2024
Orientaciones para las celebraciones del Jubileo del 2025 en las Iglesias particulares de Colombia
El próximo 24 de diciembre la Iglesia Universal será testigo del inicio oficial del Jubileo de la Esperanza. Ese día, el papa Francisco abrirá la “Puerta Santa” de la Basílica de San Pedro en el Vaticano y este se convertirá en el signo central de este inicio. El domingo siguiente, 29 de diciembre, en el contexto de la fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José, el turno de apertura del Año Jubilar será para las Iglesias particulares.Para que todas las arquidiócesis, diócesis y vicariatos apostólicos del país tengan claro el contenido y la metodología de las diversas celebraciones, el Departamento de Liturgia del Secretariado Permanente del Episcopado Colombiano comparte el “Manual de Celebraciones para el Jubileo de la Esperanza”, un documento práctico basado en orientaciones enviadas por el Vaticano.A través de este manual se podrá conocer cómo celebrar el rito de apertura del Año Jubilar en las catedrales y concatedrales, la Misa para el Año Santo, las lecturas, los formularios para las Misas, las oraciones para la peregrinación, la letanía de los santos, la oración del Jubileo y el decreto sobre la concesión de la indulgencia plenaria.En contextoSegún lo estipulado por el papa Francisco en la Bula de Convocación «Spes non confundit», «la esperanza no defrauda» (Rm 5,5), las “Puertas Santas” solo se abrirán en las cuatro Basílicas Papales de Roma: San Pedro (24 de diciembre de 2024), San Juan de Letrán (29 de diciembre de 2024), Santa María La Mayor (1 de enero de 2025) y San Pablo Extramuros (5 de enero de 2025). Por voluntad del Santo Padre, la única excepción será una “Puerta Santa” que él personalmente abrirá en una cárcel “para ofrecer a los presos un signo concreto de cercanía”. Estas últimas tres “Puertas Santas” se cerrarán el domingo 28 de diciembre del 2025. La “Puerta Santa” de San Pedro se cerrará el 6 de enero de 2026 y este será el signo que marque el cierre oficial del Jubileo.
Jue 31 Oct 2024
Por los padres que han perdido un hijo: intención de oración del papa Francisco para noviembre
En su intención de oración para el mes de noviembre, el papa Francisco pide a la Iglesia Universal dedicar su oración por los padres que han perdido un hijo. El llamado fue dado a conocer a través de la iniciativa Red Mundial de Oración del Papa desde la cual el Santo Padre comparte mensualmente su intención de oración.En su mensaje, el Pontífice reflexiona que, frente a la pérdida de un hijo, es tan grande el dolor, que no hay una palabra para describirlo. Por eso, además orar por ellos, convoca a "escucharlos, estar cerca de ellos con amor, imitando la forma en que Jesucristo consolaba a los que estaban afligidos".“Fíjense que un cónyuge que pierde al otro es un viudo o una viuda. Un hijo que pierde a un padre, es un huérfano o una huérfana. Hay una palabra que lo dice. Pero un padre que pierde a un hijo… no hay una palabra. Es tan grande el dolor que no hay una palabra”.“Vivir más tiempo que tu hijo no es natural”, expresa en su mensaje el papa Francisco, recordando que el dolor que experimentan los padres y madres que han perdido a sus hijos es “especialmente intenso” y va más allá de toda lógica humana.Vea el mensaje del papa Francisco a continuación: