Mar 13 Dic 2022
Jesús nacerá de María, desposada con José, hijo de David
CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO
Diciembre 18 de 2022
Primera Lectura: Isaías 7, 10-14
Salmo: 24(23), 1-2.3-4ab. 5-6
Segunda Lectura: Romanos 1, 1-7
Evangelio: Mateo 1, 18-24
I. Orientaciones para la Predicación
Introducción
¡Ya llega el Rey de la gloria!!
Ya estamos en el cuarto domingo de Adviento que da inicio a la última semana de adviento, se enciende el cuarto cirio, ya estamos próximos a la Navidad. El Salmo 23 que proclamamos hoy, anuncia que “Va entrar el Señor”, va a poner su morada entre nosotros (Cfr. Jn 1, 14). Tanto la primera lectura como el evangelio anuncian como algo inminente el hecho de que “la virgen está encinta y da a luz un hijo” y este hijo será “el Emmanuel”, el Dios-con-nosotros, de tal manera que la llegada del Hijo de Dios es inminente, alegrémonos y gocemos, llenémonos de júbilo, pero al mismo tiempo preguntémonos con el salmista “¿Quién puede subir al monte del Señor?, ¿Quién puede estar en el recinto sacro?”. ¿Será que cada uno de nosotros está preparado para recibir al Señor?, pues solo “el hombre de manos inocentes y puro de corazón” puede entrar en esa presencia.
“No tengas miedo de llevarte a María” (v. 20)
Por otra parte, en el pesebre, junto al Señor que viene, encontramos también a José y María. Vale la pena resaltar un hecho que nos presenta el pasaje del Evangelio de hoy en la versión de Mateo. Se trata del hecho de que, al quedar María embarazada por obra y gracia del Espíritu Santo, cosa que aún ignoraba José, ante las razonables dudas de él y su decisión de repudiarla en secreto, es el mismo Señor a través de su ángel quien reivindica, quien defiende a María y categóricamente le dice a José “No tengas miedo de llevarte a María, tu mujer porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo”.
Es el mismo Dios quien disipa las dudas respecto a María. Ella confió en Dios como su humilde esclava y Dios no la guarda y conserva su integridad. Hoy que con frecuencia nos siembran dudas frente a María, que si tuvo uno o varios hijos, que solo Cristo basta y la presencia de María no es necesaria, que si tiene la potestad o no de interceder, etc. Ante estas dudas hoy estas palabras del evangelio son para nosotros: ¡No tengas miedo de llevarte a María! No tengas miedo de llevarla a tu casa, a tu lugar de trabajo, de hacerla parte de tu espiritualidad.
“Llevar a María” es llevar bendiciones. Prueba de ello son las bodas de Caná, un matrimonio que comenzó mal, con poco vino y de mala calidad. Como se comienza se termina; para esos nuevos esposos improperados e imprevistos, es fácil concluir que las cosas no les irán muy bien, pero afortunadamente tuvieron un acierto, el acierto de invitar a María ya Jesús a sus bodas (Cfr. Jn 2, 1-2) y esto, ya sabemos la historia, cambio todo para bien.
1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?
El oráculo del profeta Isaías, en su contexto original, es una respuesta al rey Ajaz de Judá que debe decidir sobre la amenaza de ataque a Jerusalén por parte de los reyes de Israel y Siria. El profeta invita a Ajaz a no temer y a descartar una respuesta armada, confiando en la fidelidad del Señor a sus promesas, pues él no permitirá que la descendencia de David pierda el trono de Judá. El signo de la acción de Dios es que “la virgen está encinta, y da a luz un hijo”. Si bien ligadas en su sentido literal a un contexto histórico preciso, esta profecía abre el horizonte y anuncia el nacimiento del Mesías de las entrañas purísimas de la Santísima Virgen.
Escribiendo a los Romanos, san Pablo recuerda que el centro y el culmen de la revelación divina es justamente el nacimiento del Hijo, acontecimiento que fue anunciado por los profetas y que, llegada la plenitud de los tiempos (cfr. Gal 4,4), tiene lugar en un espacio y tiempo concretos. El énfasis de esta introducción de la carta está el reconocimiento de Cristo como Mesías Salvador y de la gracia del apostolado que los discípulos reciben del mismo Señor.
El relato del Evangelio, que nos introduce espiritualmente en la contemplación del acontecimiento más grande y definitivo de la historia, subraya el origen divino del niño que nacerá de María, el cual viene del Espíritu Santo, en el que se cumplen todas las promesas de Dios, al que se ha de recibir en la fe y que salvará al pueblo de sus pecados. El recuerdo de la profecía de Isaías certifica, por así decirlo, que el Hijo que nace de maría es el Emmanuel, el Dios con nosotros. Modelo de cómo acoger el plan de Dios, su amor revelado en el nacimiento del Hijo eterno, son María y José, obedientes y fieles, generosos y humildes.
2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad?
A pocos días de la celebración del nacimiento del Niño Dios, la Palabra de este domingo último de Adviento nos invita a entrar totalmente en la contemplación del misterio más grande de nuestra fe: el Hijo de Dios se ha hecho Hombre, es la prueba más grande del amor del Padre Dios, es el acontecimiento que nos llena de alegría y de esperanza. ¿Cómo recibir, entonces, al señor que llega pronto?
No mundanicemos la celebración de la Navidad
El Evangelio nos advierte claramente que no debemos permitir que se nos embote la mente (cf. Lc 21,34), esto que, que las preocupaciones del mundo, la distracción del dinero, el ruido, los vicios nos hagan perder la dimensión sobrenatural de cuanto estamos celebrando. Se trata de una situación que lamentablemente se ha vuelto común: que olvidemos a Jesús en la navidad y le demos más importancia a los regalos, a las comidas y a las fiestas. El Papa Francisco nos ha dicho que “la Navidad es la revancha de la humildad sobre la arrogancia, de la simplicidad sobre la abundancia, del silencio sobre el alboroto, de la oración sobre ‘mi tiempo’, de Dios sobre mi ‘yo’ .
Vayamos hasta el pesebre y contemplemos el amor infinito de Dios
La navidad nos pide una actitud contemplativa. El Papa Francisco ha subrayado en diversas intervenciones que el silencio interior es una condición necesaria para ir con provecho hasta el pesebre y descubrir que realmente Dios está con nosotros, está de nuestra parte, viene para salvarnos, para darnos la libertad verdadera.
Con la humildad, generosidad y obediencia de María y de José
El modelo de José y María nos indica las actitudes positivas que nos conducen al encuentro del Niño Dios: la humildad, para reconocer en el pequeño del pesebre al Mesías; la generosidad, que es la disponibilidad, frente al plan de salvación de Dios; la obediencia, que es la docilidad y voluntad de servir completamente a lo que el Señor quiere.
Vivamos la gracia del apostolado
También, ya desde este momento, nos debemos sentir enviados, “comunicadores” de la Buena Nueva del nacimiento. Lo podemos hacer en nuestras familias, en nuestros círculos sociales, en nuestros conjuntos residenciales, en los barrios, en las veredas, en nuestras comunidades. En este tiempo, podemos convertir la feliz navidad que nos deseamos en un apostolado, en un anuncio, pues es decir que Cristo nazca en tu corazón y te llene del verdadero amor.
3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?
• Señor, que pueda palpar y sentir con fuerza tu presencia en el mundo, en cada hermano, en cada acontecimiento y que, sintiéndote, me goce en tu presencia.
• Que la presencia de María y el experimentar su amor maternal, contribuyan a la vivencia de una sana y equilibrada espiritualidad que de frutos abundantes de santidad.
_______________________
Recomendaciones prácticas:
• Después del saludo puede encenderse la cuarta luz de la corona de Adviento, recitando la respectiva oración.
• Este domingo resalta la figura de María y se celebra como una verdadera fiesta mariana.
• Se sugiere el Prefacio de Adviento IV: María, nueva Eva, por resaltar la acción de la Virgen María.
• Proponer a los fieles la visita a los más necesitados de la comunidad, llevándoles una voz de esperanza y algún presente.
• Promover la cena familiar, después de la Misa de la Vigilia de Navidad.
II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles
Monición introductoria de la Misa
Con inmensa y creciente alegría por la certeza de la inminente llegada del Dios hecho hombre, que pone su morada entre nosotros, nos reunimos para la celebración de la Eucaristía en este cuarto y último domingo de Adviento. Que esta celebración nos ayude a completar adecuadamente este camino de preparación para la navidad que hemos venido recorriendo. Con ojos abiertos y corazón palpitante, participemos de esta celebración.
Monición a la Liturgia de la Palabra
Tanto el Profeta Isaías en la primera lectura, como el salmo y el Evangelio de hoy, expresan con claridad que el cumplimiento de la profecía del mesías esperado es inminente. Ante la inminencia del Emmanuel, del Dios con nosotros, es necesario dar pruebas de que ya estamos preparados para estar en su presencia, en la certeza de que todos estamos llamados a formar parte de los santos, como dice San Pablo en la segunda lectura. Escuchemos con atención.
Oración Universal o de los Fieles
Presidente: A Dios Padre que cumple sus promesas y nos envía a su hijo para poner su morada entre nosotros, presentémosle confiados nuestras súplicas diciendo:
R. Dios con nosotros, escúchanos.
1. Por los miembros de la Iglesia, para que continuando con fe, dedicación y compromiso de santidad este camino de adviento, podamos recibir a Jesús con manos inocentes y puro corazón. Oremos.
2. Por los gobernantes de las naciones, por los líderes de las comunidades, para que antepongan siempre el bien común al bien personal, perseveren en sus propósitos y su trabajo de fruto abundante para bien de todos. Oremos.
3. Por nuestras comunidades, por todos los que nos preparamos para celebrar la navidad, para que este tiempo de Adviento sea tiempo de gracia, de paz y de perdón. Oremos.
4. Por las personas que sufren a causa de enfermedad, pobreza, soledad, o en cárceles y hospitales, para que este tiempo de esperanza les traiga ilusión, entusiasmo y motivaciones para continuar con gozo en el camino de la vida. Oremos.
5. Por los alejados de Dios, para que este tiempo en que Dios viene a nuestro encuentro, sea una experiencia de conversión y de reencuentro gozoso con el Señor. Oremos.
Oración conclusiva
Escucha Padre
estas súplicas que te hemos dirigido con fe,
en el nombre de tu amado hijo Jesucristo
que puso su morada entre nosotros, que bendice y salva
y que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.