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Iglesia

Mié 19 Dic 2018

Adviento: Invitación a la esperanza

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - Cada etapa, en el año litúrgico de la Iglesia, tiene su índole y su peculiaridad. El Adviento es el tiempo que nos lleva a pensar en las promesas que Dios nos ha hecho en orden al proyecto que está realizando en la historia. El Adviento es, entonces, una ocasión para comprender lo que es y realiza, en la vida de cada uno y de todos nosotros, la esperanza. La esperanza como virtud que conforta y sostiene al ser humano en su camino. Nuestra sociedad está herida en la esperanza. Se percibe en la tristeza de tantos jóvenes, en la mediocridad de tantas personas, en el egoísmo que nos encierra a casi todos. Son signos de que nos falta esperanza la agitación, la amargura, la superficialidad, la inestabilidad. En la sociedad aparece la ausencia de esperanza en la falta de claridad frente al futuro, en la incoherencia que destruye la unidad interior, en la dispersión en múltiples cosas, en la deshonestidad para favorecer cualquier interés personal. Tantas caídas, desilusiones, frustraciones y crisis en la vida familiar, laboral, espiritual o apostólica tienen su origen en la ausencia de esperanza. La falta de esperanza y de fortaleza es el resultado de no tener perspectivas con relación al futuro, que termina por encerrar la persona en sí misma, por hacerle pensar que está terminada y por impedirle la libertad de ver el mañana desde el amor y el poder de Dios. Debemos preguntarnos: ¿Es posible ofrecer a tantas personas, con dolorosas señales de desesperación, manifiesta o escondida, un motivo de esperanza? ¿Se puede dar a este mundo fatigado, desilusionado y hasta enfadado un mensaje vigoroso de esperanza? Estas preguntas hay que hacerlas porque, dentro de algunos años, sólo sobrevivirán los que hayan encontrado, como los santos, motivos para tener esperanza. La esperanza no equivale a indiferencia ni a resignación ni a vivir de una ilusión. La esperanza es aprender a ver el proyecto que Dios va realizando en el mundo para colaborar con él y para animar a otros a tener la alegría de trabajar por un mundo nuevo. La esperanza es la capacidad de no aniquilarse en la rutina, de no perderse ante la incertidumbre del porvenir, de no replegarse ante los grandes proyectos de la historia. Es la fuerza que nos lanza hacia algo más allá de nosotros mismos, es la sabiduría para situarnos en los planes de Dios. La esperanza tiene dos características que el Adviento nos hace presentes. Es dinámica porque anima; hace ver la meta y, por tanto, impulsa hacia ella sin que preocupe tanto el cansancio o la distancia. Viendo la meta se corre hacia ella, como el que, perdido en una selva o en una ciudad, una vez encuentra una señal que lo oriente se apresura para alcanzar el lugar de llegada. La esperanza sostiene e impulsa para proseguir hasta el final a pesar de las dificultades que se presenten. De otra parte, la esperanza es la purificación que corrige y transforma el ser humano. Haciendo ver el objetivo que se busca, señala también aquello que falta a cada uno para poderlo alcanzar. La esperanza es como una levadura en la entraña misma de la persona, es como un acicate interior que empuja para obtener lo que se espera. Si mi esperanza es vivir la misión que he recibido, qué debo hacer todavía. Si Cristo es mi esperanza, qué me falta para alcanzarlo y tener su vida . Es necesario asumir estas dos dimensiones de la esperanza. La fuerza que estimula y hace llegar y la exigencia de cambio que evita caer en la desesperación. Aprendamos a vivir el tiempo de Adviento con los ojos fijos en Cristo que sustenta nuestra esperanza. Que desde él demos sentido a todo lo que somos y hacemos y con él tengamos sabiduría y fortaleza para llegar hasta el final. Sintamos con el salmista: el Señor es mi luz y mi salvación ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? (Sal 26,1). + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Mar 18 Dic 2018

«La buena política está al servicio de la paz»

Es el título del Mensaje para la 52° Jornada Mundial de la Paz, que se celebra el próximo 1 de enero de 2019, en el marco de la Solemnidad de Santa María Madre. En el texto publicado el 18 de diciembre, el Papa Francisco insiste en que “la política es un vehículo fundamental para edificar la ciudadanía y la actividad del hombre, pero cuando aquellos que se dedican a ella no la viven como un servicio a la comunidad humana, puede convertirse en un instrumento de opresión, marginación e incluso de destrucción”. En este sentido, el Santo Padre reitera la importancia del “compromiso por el bien común”, que “cuando está inspirado por la caridad, tiene una valencia superior al compromiso meramente secular y político”. La función y la responsabilidad política, agrega, “constituyen un desafío permanente para todos los que reciben el mandato de servir a su país, de proteger a cuantos viven en él y de trabajar a fin de crear las condiciones para un futuro digno y justo”. Finalmente, al enfatizar que la “buena política está al servicio de la paz”, señala que este es su deseo para el año nuevo: “Paz a esta casa”, que se traduce en la paz que debe germinar en las familias, las comunidades y en el cuidado del entorno, de nuestra Casa Común. [icon class='fa fa-download fa-2x'] Leer mensaje completo[/icon]

Mar 18 Dic 2018

Arzobispo de Cali pide cesen muertes en municipio de Jamundí

En un comunicado de prensa, el arzobispo de Cali, monseñor Darío de Jesús Monsalve Mejía, hizo un llamado a los alzados en armas para que cesen los asesinatos y desplazamientos de la población del municipio de Jamundí, ubicado al sur del departamento del Valle. “Pido a los alzados en armas, que han segado vidas y amedrantan a la población en esos territorios, que cesen sus hechos de violencia y no provoquen desplazamientos entre quienes luchan por sobrevivir y cuidar de sus familias y tierras, en medio de las difíciles circunstancias que viven la región y el país”, expresó. Así mismo, el arzobispo manifestó la solidaridad de la Iglesia caleña hacia la población de esta zona montañosa y dijo estar dispuesto a acompaña cualquier tipo de diálogo pastoral que se requiera para que cese la violencia. Finalmente, exigió que “en nombre de Dios, que todos los que llevan armas, tanto las legales del Estado, como las ilegales de grupos armados, observen el máximo cuidado y respeto por el sagrado bien de la vida de los civiles”. [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar comunicado[/icon]

Lun 17 Dic 2018

“El departamento del Chocó sigue siendo una región olvidada”: Mons. Barreto

El obispo de la diócesis de Quibdó, monseñor Juan Carlos Barreto Barreto, ha manifestado en una entrevista concedida al diario El Espectador, que se requiere que el nuevo Gobierno luche de verdad contra la desigualdad. El prelado habló sobre la difícil situación que se vive en esta región del pacífico, una de las más golpeadas por la violencia. Igualmente expuso su punto de vista sobre la implementación del Acuerdo de Paz en el Chocó. El siguiente es el texto de la entrevista. ¿Qué ha pasado con la implementación del Acuerdo de Paz en el Chocó? El proceso ha venido con muchas fallas desde el Gobierno anterior, pero con el actual está en un riesgo muy grande, sobre todo en esta región, que está marcada mucho más por el conflicto. Se requiere que se dé una voluntad real para recuperar ese acuerdo y que este sea una garantía para los próximos procesos de paz. Mucho se habla de que los espacios que tenían las Farc están siendo copados por otros grupos al margen de la ley, como el Eln, ¿se percibe eso? Sí, en gran parte de los territorios que dejaron las Farc como grupo armado están llegando otros grupos armados, y eso no solo está pasando en el Chocó, es en todo el país. No hay control territorial, no hay presencia del Estado en muchas de estas zonas. Si el nuevo Gobierno no actúa en la implementación de los acuerdos con las Farc, el remedio va a ser más malo que la enfermedad. Mejor dicho: si el Estado no copa los territorios que dejaron las Farc, apague y vámonos. ¿Qué cree que se pueda hacer para corregir este rumbo? Es necesario tener en cuenta una vida más digna para las personas, mejores oportunidades, más inclusión social para que las personas que vivan en el territorio puedan vivir tranquilas, sin las amenazas de los grupos armados. Si esto no es así, vamos a retroceder todo lo que hemos avanzado y llegará una situación mucho más crítica que la que tenemos hoy, pero además, se perderá la credibilidad de cualquier proceso de paz. ¿Qué significó para el Chocó la desmovilización de las Farc? Sin duda, la violencia ha disminuido sustancialmente, pero persisten las amenazas a dirigentes comunales y a la sociedad civil. El Estado colombiano tiene que asumir la paz como Estado Social de Derecho e inversión social. La desigualdad de este país es la que nos está matando y se requiere mucha, pero mucha más presencia en estas tierras abandonas durante décadas. ¿Usted le ve voluntad al nuevo gobierno de Iván Duque frente a la implementación del Acuerdo? Yo veo que es necesario que el Gobierno escuche la voz del pueblo, escuche las necesidades de los territorios y entienda que la solución negociada al conflicto es lo más adecuado, porque tiene un menor costo en vidas y un menor costo económico. El Estado tiene que brindar más oportunidades a las personas que han vivido en armas para así poder terminar definitivamente este conflicto en Colombia. ¿Ve usted voluntad de paz en el Eln? Se ha hecho muchos esfuerzos y creemos que los debemos seguir haciendo. La Iglesia católica está dispuesta a seguir ayudando para que las partes entiendan que no es a punto de fusil como se solucionan las cosas sino dialogando.

Lun 17 Dic 2018

El paso navideño

Por: Mons. Ismael Rueda Sierra - Las experiencias significativas no pueden olvidarse. Ya ha transcurrido un poco más de un año desde la visita apostólica del papa Francisco a Colombia. La invitación suya fue a “dar el primer paso”, necesario para abrir nuevos horizontes de paz y reconciliación. El tiempo de Adviento que peregrinamos y la Navidad que celebramos, son una ocasión propicia para evaluar el camino recorrido y verificar si hemos dado un paso adelante en la aplicación, no solamente de los acuerdos de negociación sino en las actitudes personales y colectivas favorables a una cultura de convivencia sana y pacífica. Para los creyentes, que somos invitados desde la fe a preparar la venida y el encuentro con el Señor, significa sin duda revisar nuestra conversión personal y comunitaria que es la garante de los cambios profundos en las conductas habituales y en las costumbres sociales cuyo fruto es aclimatar condiciones de paz y de justicia en solidaridad. Este sería un deseado paso navideño. No obstante, subsiste la amenaza de la repetición de conflictos aparentemente superados, el recrudecimiento de otros y el poco avance en los propósitos de superar sus causas como son entre otras, la corrupción, la inequidad y los difíciles avances en una reforma a fondo para la justa y recta aplicación de la justicia. Prueba de ello ha sido la enorme dificultad para avanzar en la aprobación de los proyectos legislativos que quieren salirle al paso a estos males sociales. Como se ha dejado ver en los últimos días, preocupa mucho no sólo la financiación sino la orientación de los proyectos educativos conforme a una construcción integral, incluyente y promisoria para el país, en el contexto de tantos condicionamientos ideológicos y presiones económicas y políticas a las que están obligadas las naciones. En todo esto también hay que dar el paso esperado. En nivel eclesial, las actuales dificultades que afrontamos como Pueblo de Dios, siguiendo la invitación del Papa a compartirlas solidariamente, nos conducen a asumir responsabilidades, prevenir con decisión y eficiencia las conductas y hechos que generan los escándalos y, con profunda confianza en el Señor, unirnos en oración por la Iglesia, suplicando el don de fortaleza y la sabiduría necesaria para consolidar desde la fe su tarea de nueva evangelización y la ininterrumpida misión que le compete, con humildad, espíritu de servicio a la humanidad especialmente en los escenarios de las periferias sociales, además con espíritu misionero, como el mismo Francisco permanentemente nos insiste. Actitud contraria, por el pesimismo o el desánimo, no estaría acorde con la virtud teologal de la esperanza ni con la certeza absoluta de la presencia del Señor Resucitado que conduce la historia y que, justamente a través de las duras pruebas en ella experimentadas, purifica, salva y suscita nuevos episodios de su amor y su misericordia en la conducción del Pueblo de Dios y su misión de servidor de toda la familia humana. En este ambiente, estamos invitados a vivir la alegría del Evangelio y a encontrarnos con Jesús del pesebre en esta pascua navideña que a su vez nos prepara para hacer camino con Él en el nuevo año. Fraternalmente. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga

Lun 17 Dic 2018

“Del Señor somos” y del domingo vivimos

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - La Iglesia es la eucaristía. Por la eucaristía, la Iglesia renueva constantemente su ser de “Iglesia de la Pascua”. Por ella, constituida por muchos pueblos, se transforma en un solo Pueblo, gracias a una sola MESA, que el Señor ha preparado para nosotros. Las primeras comunidades cristianas eran, por ello, asiduas a la celebración dominical de la eucaristía; para ellos resultaba algo connatural. Era, como lo entendemos hoy, fuente y cumbre de toda evangelización, pues en ella se sentían comunidad reunida y enviada (misa- misión), a comunicar el gozo de la Pascua, la alegría de la salvación, el anuncio de un futuro posible ya en Jesús y las primeras comunidades, con el poder y la fuerza interior y comunitaria del Amor. La eucaristía, nos dijo en tiempos recientes, San Juan Pablo II, “ha de ser principio y proyecto de misión. Entrar en comunión con Cristo en el Memorial de la Pascua significa, al mismo tiempo, experimentar el deber de hacerse misionero del acontecimiento que aquel rito actualiza. La despedida final de cada Misa constituye una consigna que impulsa al cristiano a comprometerse en la propagación del Evangelio y en la animación constante de la sociedad” (Mane Nobiscum Domine: “Quédate con nosotros Señor”, 24). Como para los primeros cristianos, para nosotros la eucaristía no solamente nos permite el encuentro con Cristo Resucitado en la Comunidad, animada por el Espíritu Santo con la Palabra, con el Sacramento del Sacrificio y el Ministerio sacerdotal y diaconal, sino que, como le gustaba decir a San Juan Crisóstomo, nos permite descubrir, entre tanta tragedia, sufrimiento y exclusión, a Jesucristo “EN EL ALTAR DEL POBRE”. La eucaristía es “la Mesa y Misa del mundo” porque es anticipación de “la Mesa y Misa del Cielo”, de la consumación definitiva del mundo. Por ello se ha de celebrar también “sobre el altar del mundo”, como esperanza de la humanidad transformada en Cristo e himno del universo. Desde estas apreciaciones podemos entender que nuestro Plan Quinquenal de Pastoral en la Arquidiocesis de Cali, tenga como fuente, camino, cumbre y pedagogía participativa, la celebración dominical de la Eucaristía, la Pascua que se prolonga en los domingos del Año Litúrgico. Que la comprensión y vivencia de la Eucaristía dominical, esté iluminada también desde la espiritual Esponsal y Familiar de la Mesa Eucarística, “Banquete de Bodas del Cordero”, Mesa del Hijo y de los “hijos adoptados en Él”, y Pan que el Padre Celestial sirve a los primeros invitados, que no le corresponden, al pueblo de Israel, y a todos los excluidos de la humanidad, para integrarlos a la Mesa Común, a la Familia surgida con Cristo Jesús. Desde los Santos Esposos de Nazaret, María y José, desde el misterio del Reino de Dios y de quienes se acogen a su Palabra y Voluntad, desde el don de María, hecho al pie de la Cruz, la Iglesia necesita mantener este “timbre esponsal y familiar”, inicio de un tejido social que tiene su raíz teológica en la Nueva Creación, en la nueva humanidad y familia que surge con Jesús. “Del Señor somos”, dice Pablo en Romanos14,8. “Y del Domingo vivimos”, añadimos nosotros en este inicio del quinquenio 2019-2023. Nuestro énfasis está entonces en afirmar a Cristo Jesús como SEÑOR DE LA NUEVA CREACIÓN, EL KYRIOS, Señor glorioso, por medio de la resurrección. Pascua y Pentecostés tuvieron lugar en el mismo día de la Semana, el primero, sellando la Nueva Economía de Cristo y la Iglesia, la Nueva Alianza de la salvación. El Domingo, Día del Señor, desde los comienzos, era la cena que recordaba el misterio pascual de Cristo y, al mismo tiempo, la espera de su segunda venida. Ya San Justino daba como razón para el nombre de DOMINICUM, Domingo, el Señorío de Jesús “por ser el PRIMER DÍA en que Dios creó el mundo, y el día en que Cristo Resucitó de entre los muertos”. Y la fe de las primeras generaciones, como la de los mártires de Abitene, en el siglo IV, proclamaba esta consigna: “Sine Dominico non possumus”: “NO PODEMOS VIVIR SIN CELEBRAR EL DÍA DEL SEÑOR” (Didascalia de los apóstoles). Y en el mismo siglo IV, después de Constantino, el Domingo se convertiría ya en “el día del descanso”, para darle espacio al encuentro con el Resucitado, a la Eucaristía y a la Asamblea, al “Altar del pobre”, al descanso y a la vida en común, en la comunidad de esposos y de la familia, a la fiesta y la esperanza, cifradas en la victoria de Cristo. Que este Año 2019 sea nuestro inicio de LA RECUPERACIÓN DEL DÍA DOMINGO, como tiempo y espacio de la espiritualidad cristiana, eucarística, eclesial, social y familiar. Que nos propongamos, al menos, recuperar con nuestras feligresías, en este año, los SIETE DOMINGOS imprescindibles: de Ramos, de Pascua, de Octava pascual (de La Misericordia), de Pentecostés, Corpus Christi, de la Jornada Mundial de los pobres (33 del tiempo ordinario), y de Cristo Rey del Universo. A todos les llegue mi saludo afectuoso de Año Nuevo y mi oración y bendición por un Año del Señor bien vivido y con la abundancia de los bienes divinos y de los que construimos los humanos para el bien común. A todos nos acompañen el Amor esponsal de María y José, de Cristo y la Iglesia, el Amor familiar del Hogar de Nazaret. Feliz año 2019. + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Sáb 15 Dic 2018

Iglesia colombiana organiza encuentros preparatorios para la JMJ 2019

La jornada formativa, liderada por la sección de Juventud del Departamento Estado Laical de la Conferencia Episcopal de Colombia, se realizará del 17 al 22 de diciembre en Barranquilla, Cartagena, Pasto, Cali, Pereira, Medellín y Bogotá. Durante los encuentros se compartirá la celebración de la sagrada eucaristía, se entregarán las recomendaciones generales del viaje y el Kit a los peregrinos, compuesto por: morral, termo, 2 camisetas, canguro de seguridad, sombrero, marca maleta, rosario, protector de pasaporte, tiquete aéreo. Lugares encuentro preparatorio de viaje a la JMJ Panamá 2019 Delegación Conferencia Episcopal de Colombia Ciudad Fecha Horario Lugar Barranquilla 17 de Diciembre 09:00 a.m. Curia Arzobispal, salón audiovisuales- 2 piso. Calle 75B #42F-83 Cartagena 17 de Diciembre 03:00 p.m. Parroquia María Reina de la Paz, barrio el Rodeo Pasto 18 de Diciembre 10:30 a.m. Parroquia de Santiago Apóstol, ubicada en cra. 23 #11-99 Cali 19 de Diciembre 11:00AM Parroquia María Madre de la vida, cra. 94 #18-10, barrio San Joaquín Pereira 20 de Diciembre 10:30 a.m. Catedral Nuestra Señora de la Pobreza, calle 21 #7-37, barrio Centro Medellin 21 de Diciembre 10:00 AM Hotel San Fernando Plaza, cra. 43A #1-50 - Club Unión salón 3 Bogota 22 de Diciembre 9.00AM Conferencia Episcopal de Colombia, cra. 58 #80-87, barrio Entrerios

Sáb 15 Dic 2018

¿Qué hacemos nosotros?

Por Mons. Omar de Jesús Mejía Giraldo: “La conversión comienza en la cabeza, pasa al corazón y culmina en el bolsillo”. La conversión no se realiza sólo en el plano moral, sino también en la mente; aún más, para que la conversión moral sea real y efectiva, debe haberse dado primero en la mente. Sin cambio de mentalidad no hay conversión moral. Según el evangelio, Juan Bautista hablaba con tal convicción que la gente termina preguntando: ¿Y nosotros qué tenemos que hacer? Una vez más, es necesario decirlo: La conversión inicia desde dentro hacía afuera. Es decir, la conversión inicial es cambiar de mentalidad, es una manera novedosa de ver la historia y la vida. Conversión es empezar a amar a los demás desde los criterios de Dios y no desde los criterios humanos. Recordemos que Juan escucha la Palabra de Dios en el desierto y desierto en Sagrada Escritura, según el libro del Deuteronomio (Cf Dt 8, 15) es un lugar vasto y terrible, con serpientes de hálito abrasador y escorpiones, región árida carente de agua. Según el profeta Jeremías, el desierto es un lugar solitario, pero no siempre totalmente estéril o desprovisto de vegetación y agua, se trata de un lugar, en el cual a pesar de todo hay pastoreo (Cf Jer 9, 9; 17, 6). Cuando el Evangelio dice que a Juan Bautista le vino la Palabra de Dios en el desierto, quiere decir que eran tempos sumamente difíciles, donde reinaba la incertidumbre y la incredulidad y por lo tanto habían muchísimos falsos profetas. Cualquier parecido con la realidad de hoy con seguridad que no es mera coincidencia. En el mundo nunca ha sido fácil anunciar el evangelio. Sin embargo, observemos cómo a pesar de la gran indiferencia que reinaba en el pueblo, queda aún un pequeño grupo, los anawin o pobres de Yaveh, que esperaban al salvador. En este contexto tan doloroso, el evangelio nos ofrece una pregunta común: ¿Y nosotros qué tenemos que hacer?, pregunta que brota del corazón de la gente, de unos publicanos y de unos militares. El texto al ir de lo general a lo particular, nos está demostrando que el interrogante es valido para todos, también para nosotros hoy. Frente a la pregunta el evangelio nos ofrece tres respuestas: (1) Caridad - Compartir: “El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo”. (2) Justicia: “No exijan más de lo establecido”. (3) Honestidad: “No hagan extorsión a nadie, ni se aprovechen con denuncias, sino conténtense con la paga”. A pesar de la situación difícil, aún corriendo riesgo por su vida, Juan Bautista “exhortaba al pueblo y le anunciaba la Buena Noticia”. El profeta es un hombre de Dios. El profeta no se anuncia a sí mismo. El profeta obra con el poder que ha recibido de lo alto. Para el profeta no hay barreras. El profeta sabe que para Dios nada es imposible, él mismo lo ha experimentado. El profeta se sabe amado de Dios, por eso, sus palabras y sus acciones brotan de un corazón agradecido que ha sabido gozarse del amor divino. Hermanos, hoy nos corresponde a nosotros asumir el evangelio y aplicarlo a nuestra vida. Miremos: la actitud de Juan el Bautista en el evangelio de hoy es la de un hombre que no regaña, pero muestra caminos concretos de superación. Recordemos que la invitación a la conversión no debe partir de la critica ni de los defectos de los demás, la invitación a la conversión debe ser una buena noticia. Cuando se predica la conversión, lo importante es hacer ver la gracia que pierde la persona que vive en el pecado. La primera acción de quien predica la conversión es escuchar a Dios y desde Dios escuchar a los hermanos. Frente a la pregunta: ¿Y nosotros qué tenemos que hacer?, la respuesta de nuestra parte, al igual que la de la época de Juan, ha de ser la de buscar la justicia social. Hermanos, igual que en la época de los profetas, hoy también, nuestras devociones religiosas deben cederle el paso a toda forma de justicia social. Nuestras devociones debe concordar con la caridad, con la fraternidad, con la justicia, con el respeto por la vida y el amor por el hermano, de lo contrario, no pasamos de vivir ciertos actos que lo que hacen es hacernos perder el norte. Recordemos las palabras de San Juan de la Cruz: “Al final de la jornada seremos juzgados en el amor”. La conversión no se puede quedar en un discurso o en una idea, recordemos: “debe pasar de la mente al corazón y del corazón al bolsillo”; es decir, a la conversión hay que darle cuerpo, esto se logra cuando adquirimos, con la gracia y el poder de Dios unas acciones nuevas y concretas. “La conversión se reconoce en la “praxis”, sobre todo la de la caridad y la justicia” (Fidel Oñoro). En el evangelio cada categoría de persona es invitada a realizar su proceso de conversión (la gente, publicanos, militares). Igual para nosotros hoy, cada uno poseemos una misión especifica, tenemos una personalidad concreta, tenemos una manera única e irrepetible de ser, así a de ser la conversión. Cada uno de nosotros nos conocemos, lo propio es que en la intimidad de nuestro ser hagamos nuestro examen de conciencia, nos reconozcamos pecadores y necesitados del poder salvador del Señor, y desde nuestra “mismidad”, asumamos nuestro proceso de conversión. Terminemos nuestra meditación con una pregunta personal: ¿Y yo qué tengo que hacer? Juan el Bautista le dice a los cobradores de impuestos: “No exijan más de lo justo”, los está invitando a que renuncien a la “corrupción”. Hermanos, ¿esta invitación nos dirá algo en la actualidad?, cada uno da su propia respuesta. Estemos atentos porque precisamente el evangelio de Lucas nos va a contar muchos episodios en los que varios cobradores de impuestos se convirtieron e incluso terminaron siendo discípulos del Señor. Para Dios y para el hombre de Dios ninguna causa es perdida, todos tenemos siempre la oportunidad de convertirnos, lo importante es dejar actuar a Dios. Ánimo hermanos, todo es posible para Dios. Entendamos una cosa más: la conversión tiene que ser para nosotros una buena noticia y no una mala noticia. ¿Por qué nos extrañamos tanto cuando una persona decide comenzar una vida nueva en Dios, en el fondo no será envidia? Conozco muchas personas que cuando inician un proceso de conversión serio y honesto, en un inicio, son ridiculizadas por sus compañeros de trabajo e incluso por algunos miembros de su propia familia. ¡Cuánto nos falta hermanos conocer y experimentar mayor alegría en la vivencia de las cosas de Dios! La conversión total, continua y cotidiana va llenando el corazón de luz, de justicia, de amor, de paz y de alegría. Una persona que comienza de verdad un buen proceso de conversión y logra perseverar, su vida va cambiando poco a poco, hasta tal punto que su mismo cuerpo comienza a ser diferente. Hermanos, vivir en Dios y para Dios es causa de alegría y de belleza aún física. Atentos hermanos, porque el signo más elocuente de la persona que vive en Dios, desde Dios y para Dios es la alegría. San Lucas, durante el presente año en su evangelio nos lo va a demostrar. Por favor, que este tiempo de adviento y navidad, sea para todos nosotros un tiempo de gracia, de bendición, de paz y de alegría en el Señor. Cuidado con la pólvora, con el licor, con los abusos en la comida… Para vivir una buena navidad, se necesita sólo dejar que Dios tome nuestra vida y desde Él transformemos nuestras relaciones dolorosas con los demás, en relaciones de hermandad y fraternidad. Evangelio: Lucas 3, 10-18 En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: ¿Entonces, qué hacemos? El contestó: El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo. Vinieron también a bautizarse unos publicanos; y le preguntaron: Maestro, ¿qué hacemos nosotros? El les contestó: No exijáis más de lo establecido. Unos militares le preguntaron: ¿Qué hacemos nosotros? El les contestó: No hagáis extorsión a nadie, ni os aprovechéis con denuncias, sino contentaos con la paga. El pueblo estaba en expectación y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. El os bautizará con Espíritu Santo y fuego: tiene en la mano la horca para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga. Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba la Buena Noticia. Tarea: Compartir, justicia, honestidad. En cada una de estas virtudes hagamos un compromiso para esta navidad.