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Iglesia

Mié 18 Mayo 2016

La vejez

Por: Mons. Gonzalo Restrepo - La vejez es una etapa de la vida, a la cual no todas las personas tienen el privilegio de llegar. Sí, la vejez es un privilegio, siempre y cuando sepamos llegar a ella y la sepamos afrontar con alegría, con realismo y con entrega. ¿Por qué tenerle temor a la vejez? En sí misma no debe producir ni temor, ni desprecio, ni otro sentimiento negativo. Si con la vejez llegan las enfermedades y las debilidades humanas se hacen más fuertes, entonces lo temible y no deseable, es la enfermedad. Pero ésta siempre, en todas las edades, produce temor y quisiéramos que no nos llegara. Es cierto, la vejez trae desgastes físicos y psicológicos. Eso es lo natural en el proceso biológico de todos los seres. Nos vamos gastando y vamos mermando en nuestras capacidades. Esto lo tenemos que aceptar y tenemos que afrontarlo con realismo y serenidad, pero no por ello despreciar la vejez. Si miramos la vejez como una etapa de madurez humana, en la cual se concentra la experiencia y se llega como a una cima en la existencia, entonces la podremos valorar diferentemente. La vejez es una etapa de una gran riqueza espiritual y sapiencial. No hay cosa más enriquecedora que hablar con un anciano. Ellos, pueden dedicar el tiempo a lo que la mayoría de las personas no pueden. Pueden reflexionar y meditar, pueden orar y rezar, pueden leer e imaginar, pueden poetizar y analizar. Los ancianos tienen una riqueza interior insondable. Ellos pueden mirar toda su experiencia desde arriba y por eso, la miran con paciencia, con sosiego y serenidad. Ellos, no tienen los afanes que la mayoría de las personas tenemos. Su serenidad, su claridad y objetividad en la visión de la vida, les permite ganarse el título de “consejeros” y, muchas veces de “profetas” o “sabios”. No puede uno estar más seguro para dejarse aconsejar que ir donde un anciano. Su mirada penetrante y serena, su corazón libre y entregado, su sentido de entrega y de donación, su ternura y su comprensión, les hace ser de los seres más queridos por nosotros. Aprovechemos la presencia de nuestros ancianos. Su existencia es un don de Dios para quienes seguimos viviendo y necesitamos de los consejos sabios, de las miradas serenas y de la ternura de quienes han llegando en su vida a una etapa que se asemeja y se acerca demasiado a la niñez. Entre el niño y el anciano la diferencia son los años, pero a los dos los une un corazón sencillo, espontáneo y limpio. Sólo que la experiencia del anciano hace que le aventaje al niño en sabiduría. Aunque, en muchas ocasiones, la sabiduría de los niños es la que nos hace falta en muchos de los momentos de nuestra experiencia. De niños y ancianos debiéramos tener mucho en nuestra vida. Estaríamos encontrando los mejores caminos y nos evitaríamos muchas dificultades que entorpecen nuestra existencia. + Gonzalo Restrepo Restrepo Arzobispo de Manizales

Mar 17 Mayo 2016

¿Diaconisas?

Por: P. Raúl Ortiz Toro - Tengo en mis manos algunas fuentes primarias para no divagar en consideraciones tendenciosas con respecto al tema que nos ocupa y que salió a la luz el pasado 12 de mayo en un diálogo del Papa Francisco con la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG), donde, en la segunda pregunta que se le presentó al Santo Padre, se pidió formalmente la conformación de una Comisión Oficial para el estudio de la posibilidad de revivir la diaconía femenina. El tema no deja de ser interesante por el hecho de que, transversal y aparentemente, cuestionaría un aspecto definitivo de la doctrina católica como lo es la imposibilidad de la ordenación sacerdotal de mujeres. Y aclaro que es transversal pero que también puede no serlo, pues ahora vamos a darnos cuenta que el concepto del ministerio de “diaconisa” no es ni parecido al concepto de orden del “diácono”. Para ver las exageraciones debido a esta incorrecta interpretación miren cómo tituló el periódico El País de España el pasado 13 de mayo: “Papa Francisco abre la puerta a que las mujeres sean diácono, casen y bauticen”. Nada más alejado de la realidad. Han tomado ligeramente el concepto y la realidad del “Orden del diaconado” y sin juicio han atribuido las mismas funciones y realidades al concepto del “ministerio de diaconisa”. Las fuentes que invito a tratar son las siguientes: Una, la Sagrada Escritura, abierta en Romanos 16, 1: “Os recomiendo a Febe, nuestra hermana, que es, además, diaconisa de la Iglesia de Cencreas” (La versión Vulgata de San Jerónimo – siglo V – traduce: “ministra Ecclesiæ” o sea, servidora de la Iglesia, que evita el término “diaconisa” pues remite al concepto de “orden” y, además, porque en la Iglesia de Occidente no existieron las diaconisas sino solo en la Iglesia Oriental). Recurramos, además al Conciliorum Œcumenicorum Decreta (Decretos de los Concilios Ecuménicos), especialmente Nicea (año 325 d.C), canon 19: Las diaconisas… por no haber recibido imposición de las manos, deben ser consideradas entre el número de los laicos) y Calcedonia (año 451 d.C), canon 15: “No se elija (usa el verbo “cheirotonos” que se puede traducir tanto como “elegir” levantando la mano o “imponer” las manos) diácono a una mujer antes de los cuarenta años, y no sin diligente examen…”. También recurro al documento de la Comisión Teológica Internacional llamado: “El diaconado: Evolución y Perspectivas” del año 2002 (donde en verdad han quedado algunos asuntos sin resolver y que la misma Comisión declara “cuestiones abiertas”) y, finalmente, el Discurso del Santo Padre Francisco a la UISG, que es el documento que ha propiciado esta reflexión y que hasta el momento solo se encuentra en versión italiana. No es este el lugar para detenernos demasiado en el tema y por ello les pido que recurramos siempre a las fuentes. Podemos sacar algunas conclusiones: 1. No es lo mismo “diaconisa” que “diácono”. No solo por la diferencia de género sino de funciones en la Iglesia primitiva: esto es, la diferencia entre un ministerio y un sacramento. El tono de la pregunta presentada al Papa desconoce esta diferencia de las funciones de diaconisa y diácono y pretende “clericalizar” a la mujer desconociendo que su servicio es fundamental en la Iglesia sin necesidad de reducirlo únicamente a la función litúrgica. 2. “Diaconisa” designa especialmente para la Iglesia de Oriente un servicio destinado a la ayuda durante la administración del sacramento del bautismo de mujeres adultas en lo que se refiere a asistir a las mujeres en la piscina bautismal y en la unción “a causa de la decencia” (Constituciones Apostólicas VIII, 28.6). Esto explica por qué cuando se dio el paso al bautismo de niños se fuera desplazando el papel de la diaconisa hasta desaparecer. 3. El Papa Francisco en ningún momento ha dicho que revivirá la institución de “diaconisas” sino que: a). Pedirá a la Congregación para la Doctrina de la fe que le refieran los estudios que se han adelantado sobre este tema; b). Desea constituir una Comisión Oficial no para restituir el diaconado femenino sino para estudiar el papel que desempeñaban las diaconisas en la iglesia Primitiva; c). El Papa tiene claro que el papel de la diaconisa en la Iglesia Primitiva es el que hoy realizan las religiosas consagradas; tanto es así que pedirá a la Congregación del Culto Divino que explique bien, de manera profunda, sobre lo que expresó en ese mismo Discurso acerca de la imposibilidad teológico-litúrgica de que la mujer realice la homilía en la Celebración Eucarística. Por lo tanto, a manera de conclusión, no seamos alarmistas con el tema. Y renuevo la invitación que ya es de marras: acudir siempre a las fuentes y no confiarse del sensacionalismo de los medios. A veces como católicos, por no informarnos bien, servimos de trampolín para difundir falsas noticias. P. Raúl Ortiz Toro Docente del Seminario Mayor San José de Popayán rotoro30@gmail.com

Lun 16 Mayo 2016

La familia al centro

Por: Mons. Cesar Alcides Balbín Tamayo - Como resultado de los dos sínodos anteriores, uno extraordinario (2014), con el tema «Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización», y otro ordinario (2015), con el tema «la vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo», sale a la luz la Exhortación Apostólica postsinodal Amoris lætitia, (La alegría del amor), donde el Papa Francisco con un lenguaje sencillo, muy sencillo, pero muy profundo, vuelve sobre un tema siempre actual y siempre vigente, como es el de la familia. Ninguna institución, como la familia es hoy por hoy, tan puesta, o mejor, tan expuesta, en la palestra pública, consciente o inconscientemente, de manera planificada o no, como la familia. Y pocas instituciones, como la Iglesia, se han puesto al frente de ella para defenderla, para promoverla y para mostrarla como el lugar donde la persona forja lo que es y lo que será. Para la Iglesia la familia seguirá siendo siempre la célula de la sociedad, concepto tan trillado, pero tan olvidado o ignorado. En esta defensa la Iglesia se siente sola y recibiendo los embates de grupos o «lobbies» que a medida que van ganando terreno lo muestran como una pérdida de la Iglesia. Así, por ejemplo, las leyes inicuas que dan vía libre al aborto, es una batalla perdida por la Iglesia, matrimonios «igualitarios», perdida para la Iglesia, adopciones por parejas del mismo sexo, perdida para la Iglesia. Sí, es cierto, pierde la Iglesia, pero pierde la sociedad, pierden los estados, pierde la misma familia, pierde la humanidad. Perdemos todos. Y es de lamentar que, en muchas de estas batallas, la Iglesia vaya sola. Pero, como madre y maestra, la Iglesia “columna y fundamento de la verdad” (1 Tm 3, 15) (Cat. 2032), continúa con su lucha, que es su misión, la de anunciar a tiempo y a destiempo, con oportunidad o sin ella (cf. 2Tim 4,2), por todos los rincones del mundo, que la familia, hoy más que nunca es importante, es el centro y es necesaria para el desarrollo de las sociedades, de los pueblos, de las naciones. No se da un mejor lugar para el desarrollo de las personas que la familia, claro está, bien constituida y no podemos ignorar que el deterioro de las mismas va dejando profundas secuelas en la sociedad misma. El prurito de ignorar el pasado, de lo que eran las familias de antaño, la figura paterna y la figura materna, la unidad familiar, la autoridad de los mayores, hace que se pierda el horizonte y que se entre en el camino de ensayos, sin éxito, eso sí, y con una alta probabilidad de fracaso. El Papa Francisco nos viene a recordar lo qué es la familia, lo que significa y de la riqueza que entraña, y nos hace un recorrido, en la Exhortación, por la Palabra de Dios, por la realidad actual de la familia, con sus desafíos, lo mismo que la vocación de la familia, el amor en el matrimonio, amor que se vuelve fecundo. Lo mismo que las perspectivas pastorales, educación de los hijos, las situaciones irregulares y la espiritualidad matrimonial y familiar, tan olvidada hoy. Con tristeza y preocupación pudimos comprobar que los medios de comunicación se centraron en dos temas, principalmente: el matrimonio igualitario y la comunión de los divorciados vueltos a casar. Como vemos en una lectura rápida, la Exhortación es mucho más que eso: muestra la alegría del amor cuando es entrega, cuando es donación, cuando es paciente, servicial, cuando no es envidioso, cuando no se envanece ni procede con bajeza, cuando todo lo disculpa, lo cree, lo espera y lo soporta (cf. 1 Cor 13, 4-7; AL 90). + Cesar Alcides Balbín Tamayo Obispo de Caldas

Mié 11 Mayo 2016

Confianza e información palabras clave para obispos y administradores

Son las dos palabras que el presidente del episcopado, monseñor Luis Augusto Castro Quiroga, animó a usar a los participantes del III Encuentro Nacional de Prácticas Administrativas. El prelado ha dicho que estas dos palabras están íntimamente relacionadas con el obispo y los administradores. En este marco recomendó a sus hermanos obispos que deben tener plena confianza en sus administradores y que estos deben brindar una información oportuna y veraz a los obispos. "Cuando las dos palabritas andan juntas las cosas van bien, cuando las dos palabritas no se juntan empiezan los problemas", comentó el arzobispo de Tunja. [icon class='fa fa-volume-up fa-2x' link='']REGISTRO: MONSEÑOR LUIS AUGUSTO CASTRO[/icon]

Mié 11 Mayo 2016

"Matrimonio Igualitario"

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - La Corte Constitucional de Colombia, el pasado 28 de abril, autorizó la validez del matrimonio entre personas del mismo sexo. Algunos han proclamado que se trata de un acontecimiento trascendental que cambia la historia. Pero podría verse más como el resultado de una presión ideológica internacional que hace que los partidos políticos, los órganos legislativos y las instituciones judiciales no sean capaces de cuestionar la ideología de género actualmente imperante. Tantos no logran quedarse fuera del guión que establece el “nuevo orden mundial” para poder estar en lo “políticamente correcto”. Todos sabemos que se deben respetar la dignidad y los derechos de las personas homosexuales como los de cualquier otra persona humana. Esto, sin embargo, no exige llamar y autorizar como matrimonio su relación. El pueblo, en su mayoría, lo comprende y por eso se opone. En primer lugar, porque la “naturaleza jurídica” de las instituciones no admite una modificación radical conservando su identidad. Por ejemplo, si la compraventa es el cambio de cosas por dinero, no podemos llamar compraventa el cambio de cosas por cosas; esto ya tiene otra identidad y otro nombre: permuta. Es necesario pensar, además, que la “garantía constitucional” no permite que una realidad a través de nuevas normas sea desnaturalizada y vaciada de su contenido. Si la Constitución ha configurado un modelo de matrimonio basado en el principio heterosexual, son inconstitucionales las normas que lo desvirtúan o tergiversan; en efecto, si se aplica este procedimiento a todo lo establecido, se llega a un verdadero caos jurídico y social, pues se deja sin seguridad y consistencia las instituciones y comportamientos ya consolidados. En el fondo, se llega a la negación del orden jurídico mismo. El matrimonio entre un varón y una mujer, opinan pensadores de gran solvencia, es la única relación biológicamente complementaria; por tanto, la única unión legal que puede conducir de manera natural a la procreación. “El hecho de que haya una vinculación natural entre intimidad sexual y procreación es lo que hace al matrimonio distinto y diferente. Rede¬finir su estructura socavaría esa diferenciación e incurriría en el riesgo de normalizar la instrumentalización tecnológica de la reproducción, incrementando el número de familias en las que existe una confusión de la identidad biológica, social, y familiar” (Declaración de Westminster). La legítima sensibilidad de hoy hacia la igualdad ha venido a decir que el matrimonio heterosexual implica discriminación. Se trata de una afirmación más emotiva que reflexiva; pues rediseñar el matrimonio para homologarlo con las uniones homosexuales es afirmar, desconociendo las características del orden jurídico, que las limitaciones insertas en todo derecho fundamental son discriminatorias. Según eso, sería también discriminatorio prohibir el matrimonio entre padres e hijos o entre menores de determinada edad. No se puede olvidar que el orden jurídico tutela a la persona desde la base de la interpersonalidad y no simplemente desde su individualidad. La lógica y frialdad del razonamiento jurídico pueden contrastar con la corriente emotiva que determina tantas cosas de hoy, pero el bienestar personal y el bien común necesitan que las leyes civiles sean coherentes y sólidas. Heráclito decía: “Es necesario que el pueblo defi¬enda las leyes como los muros de la ciudad”. La tarea legislativa no puede hacerla cualquiera y no puede reducirse a justificar los deseos de los individuos; así se llega a la creación de una sociedad de egoísmos opuestos. Esto ya ha sido pensado y sufrido desde la antigüedad; de ahí la afirmación de Tácito: “Corruptissima república, plurimae leges”: Cuando el Estado se corrompe, las leyes se multiplican. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Mar 10 Mayo 2016

Comenzó Encuentro Nacional de Prácticas Administrativas

Con la presencia de más de 200 participantes ha comenzado el III Encuentro Nacional de Prácticas Administrativas que se desarrolla en instalaciones de la Conferencia Episcopal de Colombia del 10 al 12 de mayo. En esta oportunidad los participantes de este encuentro reflexionan en torno al tema: “La Economía ‘Arte de alcanzar una adecuada administración de la casa común”. El Secretario Adjunto del episcopado, padre Juan Álvaro Zapata, en representación del Secretario General del episcopado, monseñor José Daniel Falla Robles, explicó que la economía como arte es una expresión que debe llevar a los servidores de la Iglesia a reflexionar en cómo las acciones positivas o negativas inciden en la acción evangélica de la Iglesia. Recordó que un buen administrador es como un buen padre de familia, que cuida, acrecienta e invierte los bienes para que la acción evangelizadora de la Iglesia llegue a más personas. Registro: Padre Juan Álvaro Zapata Tras esta intervención el encuentro arrancó con la ponencia: “Administración de la Casa Común” que fue presentada por monseñor Juan Carlos Ramírez Rojas, Ecónomo y Director Financiero del episcopado. Inspirado en el Magisterio de la Iglesia y en particular en el del Papa Francisco, monseñor Ramírez Rojas, centró su ponencia en tres aspectos: la casa común, la economía política y las relaciones humanas en condiciones de acceso a suficientes recursos. En este marco animó a los participantes a reflexionar cómo el contexto actual afecta a las obras de la Iglesia, a las personas y a la creación misma. Registro Monseñor Juan Carlos Ramírez Agenda del evento

Vie 6 Mayo 2016

“La alegría del amor”

Por: Mons. Luis Felipe Sánchez Aponte - La Exhortación Postsinodal del Papa Francisco fue recibida con inmenso gozo por todos los católicos de la Iglesia universal. No podemos interpretar la Exhortación como un cambio en el magisterio o en la disciplina eclesial. El Papa expresamente indica que no hay un pronunciamiento magisterial ante los nuevos problemas (AL 3). Es más, sigue vigente la doctrina magisterial de la Humanae Vitae y la Familiaris Consortio. El Papa señala que dar la comunión a los divorciados en una nueva unión sin más requisitos, no encuentra acogida en la Exhortación. El mismo Papa dice que no tiene sentido de hablar de “excepciones” (300). En todo el documento no se da ninguna razón por la que haya que dar la comunión a una persona en situación irregular y no a otra. La doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio es la misma y se ha confirmado una vez más. Es una Exhortación con intención pastoral y no de cambio de doctrina. NOVEDADES La intención del Santo Padre es ante todo pastoral y está centrada en la atención a las personas, teniendo en cuenta el acompañamiento, discernimiento e integración. Esto significa una conversión pastoral muy grande. Es en esta clave y no en la de cambios eclesiales en doctrina como hay que comprender la Exhortación. El Papa centra la atención no en la situación de las personas sino en su respuesta a lo que Dios les pide en concreto (299): “se trata de un itinerario de acompañamiento y de discernimiento que orienta a los fieles a la toma de conciencia de su situación ante Dios”. Es un camino a la luz de la doctrina de la Iglesia y, en cuanto tal, siempre abierto a la Gracia pero, como es lógico, centrado en la conversión. “Los bautizados que se han divorciado y se han vuelto a casar civilmente deben ser más integrados a la comunidad cristiana en las diversas formas posibles, evitando cualquier ocasión de escándalo” (299). El Papa valora la propuesta de una educación afectivo sexual, como antídoto a la ideología de género, así como la invitación dirigida a todos, a participar e integrarse en la vida de la Iglesia. LOS ÉNFASIS MÁS IMPORTANTES Como ya lo había dicho Aparecida, el anuncio grande de la Buena Nueva de la Familia(DA114-119). De igual manera, la Gracia sublime del Sacramento del matrimonio (DA 432-435). (se recomienda leer primero los capítulos cuarto y quinto sobre el amor conyugal y luego el capítulo octavo sobre las situaciones irregulares). El punto central de la Encíclica está al hablar del crecimiento en la caridad conyugal. “Es el amor que une a los esposos, santificado, enriquecido e iluminado por la gracia del sacramento del matrimonio”. “Ese amor permea todos los deberes de la vida conyugal y tiene principado de nobleza”. “El amor conyugal alcanza de este modo la plenitud a la que está ordenado interiormente, la caridad conyugal” (120-122). Otro tema relevante es el de los afectos a los concede una gran importancia en el matrimonio y los expone muy delicadamente, así como la gran extensión con la que trata e impulsa la educación afectivo sexual (280-286), como antídoto a la ideología de género que niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer; presenta una sociedad sin diferencia de sexo y vacía el fundamento antropológico de la familia. En la ideología de género, la identidad humana viene determinada por una opción individualista y que va cambiando con el tiempo (56). El Santo Padre señala la importancia que se da a la Familia en relación con la Iglesia a la que califica como Familia de familias (87). Una de las afirmaciones principales de la exhortación hace referencia a la Pedagogía del amor que dice (211): “la pastoral prematrimonial y la pastoral matrimonial deben ser una pastoral del vínculo, donde se aporten elementos que ayuden a madurar el amor que se expresa en el proyecto estable de compartir y construir juntos toda la existencia”. La Exhortación Apostólica Postsinodal hace una invitación a participar e integrarse en la vida de la Iglesia en donde se hace posible vivir en plenitud ese amor hermoso. La “alegría del Amor” que todo hombre y mujer desean. + Luis Felipe Sánchez Aponte Obispo de Chiquinquirá

Mié 4 Mayo 2016

La gratitud

Por: Mons. Gonzalo Restrepo - La gratitud es una de las virtudes características de las personas nobles. Quien es agradecido y alimenta sentimientos de gratitud, posee un espíritu grande y noble. Por la gratitud se reconocen los grandes y los generosos. La ingratitud es señal de pequeñez y de mezquindad. Las personas agradecidas, con un corazón repleto por la gratitud, son aquellas que reconocen la necesidad que tienen de los otros. No son suficientes; por el contrario, son las personas de corazón simple y sencillo. Quien es desagradecido es aquel que cree tener todos los derechos. Piensa que todo el mundo tiene la obligación de servirle y que él se lo merece todo. El desagradecido es maleducado y vulgar. Solo busca a los demás cuando los necesita, utiliza a los demás, y una vez ha alcanzado lo que desea o necesita, se aleja indiferente. Tiene memoria para todo menos para agradecer. Sabe siempre pedir y tiene la sagacidad necesaria para mostrar su necesidad, pero también, con sagacidad e indiferencia, no tiene la dignidad y la nobleza que le permitiría ser agradecido y tener un corazón repleto por la gratitud. La gratitud da paz y permite tener siempre las puertas abiertas. Quien sabe agradecer siempre, ni siquiera necesita “pedir”. En la necesidad se le reconoce e inmediatamente le sobran quienes quieren ayudarle, acompañarle, estar solidarios con él. Los espíritus gratos reconocen sus deberes y sus derechos. Los ingratos creen tener solo derechos, no se creen con deberes para con nadie. La ingratitud es una de las señales más claras del egoísmo. El ingrato sólo piensa en sí mismo. Nunca lo veremos en función de los demás, siempre estará pensando en sacar el mayor provecho de las circunstancias que vive y de las personas con quienes se encuentra y convive. La persona agradecida es agradable, servicial, de corazón abierto y alegre. Siempre piensa que le dan más de lo que se merece. Mientras el ingrato está pensando siempre que le dan muy poco, que él se merece mucho más, que todo lo que le den o le sirvan es poco para lo que él es. Y la ingratitud no está lejos de nosotros. Examinémonos. Puede ser que hayamos caído en este abismo del egoísmo. A lo mejor estamos experimentando el dolor que siente uno cuando sufre la ingratitud de un amigo, de un ser querido, de un compañero de trabajo, de un colega, etc. Pero, reflexionemos y sigamos adelante, conociendo cada días más al hombre. Con seguridad tendremos que concluir reconociendo que es verdadera y real aquella conocida manifestación de dolor frente a lo que somos los hombres: “Mientras más conozco a los hombres, más amo a mi perro”. + Gonzalo Restrepo Restrepo Arzobispo de Manizales