Vie 19 Nov 2021
Tú lo dices: soy rey
NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO
Noviembre 21 de 2021
Primera lectura: Dn 7,13-14
Salmo: Sal 93(92),1ab.1c-2.5 (R. cf. Dn 7,14)
Segunda lectura: Ap 1,5-8
Evangelio: Jn 18,33b-37
I. Orientaciones para la Predicación
Introducción
La Palabra de Dios de este domingo nos presenta:
• El reino de Dios no tiene fin y se manifiesta en el tiempo a través del servicio generoso de la Iglesia y de personas de buena voluntad.
• El Reino de Dios es llamado para vivir su admirable majestad que se entiende como su misericordia infinita que santifica al hombre.
• Quien ama sirve y quien sirve se dona hasta el límite del sacrificio; el servicio entendido como diaconía es expresión concreta del amor que se ejerce en la donación de la vida integral para los demás.
• Los discípulos de Cristo están llamados a vivir en la verdad que viene a ser la expresión de una vida íntegra, sin divisiones interiores ni esclavitudes; servir libera de la esclavitud servil del pecado.
1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?
La Palabra de Dios, en el profeta Daniel, nos indica que es vital, en la experiencia de fe, crecer en la contemplación del misterio de Dios; aprender seriamente que, para poder servir en la misión evangelizadora, primero se debe orar y estar en permanente comunicación con el Señor; admirarnos de su majestad y de su grandeza y majestad, pero, a la vez, en su cercanía a cada uno de nosotros. Él es soberano de todo, pero, también se goza siendo cercano a sus hijos.
También, en el trasfondo de la Palabra aparece la santidad (salmo responsorial), como expresión que define a Dios mismo. Si entendemos la santidad como el fruto de la presencia del Espíritu Santo, se subraya la grandeza que ha hecho en nosotros el Bautismo y la Confirmación que nos ha sellado como hijos de Dios para ser “el suave olor de Cristo” (2 Cor 2,15) y esto es lo que indica la crismación en el Bautismo y en la Confirmación, para ser presencia del Señor: es marcar con el sello del Espíritu la persona, indicar que todo, aún su propia carne, son para Dios y para la santidad.
De otro lado, cuando la segunda lectura proclama que Cristo es el Alfa y Omega, nos anuncia la trascendencia de la vida creada por Dios y manifestada en la persona; la temporalidad terminada no indica culminación definitiva de la existencia del ser humano. En Cristo se vive para siempre y esto brota de la vida bautismal. Es bueno pensar que la ausencia física no es desaparición; la sepultura no es cancelación de la memoria; la lápida sólo encierra el signo del cumplimiento de aquel signo evangélico de que la semilla germina al caer en tierra; se sepulta para que haya vida…paradoja extraña y doliente, pero, ciertamente reconfortante.
Aparece la expresión “el Rey de los judíos”; contrastan el reinado temporal y el reino eterno; lo primero, nos sugiere la libertad frente a los bienes temporales; lo segundo, que “siendo de la tierra”, tenemos espíritu que nos lanza hacia la eternidad; Dios nos “diseñó” con amor eterno para que, desde la temporalidad, nos lacemos hacia la vida plena y eterna. Recordemos siempre: nuestra visibilidad corporal pasa, pero, la persona vive eternamente. ¡Qué alegría saber que en nuestro interior existe la eternidad en semilla!
2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad?
La Palabra de Dios en esta solemnidad nos recuerda que el Reino de Dios es servicio y servicio alegre.
La lógica de este mundo nos empuja a triunfar, como sea… y el triunfo para la mayoría se mide por las conquistas económicas y los logros humanos, justos y nobles, pero, casi nunca nos detenemos a mediar que la realización plena del ser humano está en el amar a Dios y servirlo generosamente en los demás.
Recordemos que nada quedará de nuestra vida en la vida de los demás, si sólo nos preocupamos por conseguir, acumular, “ser y vivir para sí mismo”. Un canto así nos lo recuerda: “amar es entregarse, olvidándose de sí, buscando lo que a otro pueda ser feliz”.
La dicha del cristiano está en arraigar su vida en Señor, nutrir su fe en la comunidad eclesial y proyectar todo esto en la vida del servicio.
Un buen discípulo no se cansa de servir; creámosle al Señor y pensemos seriamente que la lógica de este mundo nos vuelve seres egoístas, posesivos, acumuladores e indiferentes ante la situación de los demás.
La Palabra nos interpela para que no nos dejemos contagiar del virus de la ambición que tiene muchos síntomas, tales como consumismo, indolencia, indiferencia, intolerancia, etc. El reinado de Cristo es servicio.
3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?
La expresión celebrativa del reinado de Cristo y su proyección misionera es la Eucaristía y ésta se puede definir como la montaña por donde se llega a la claridad inefable de Dios que es Amor. Y con esto, suplicamos con voz potente al Señor: ¡manda servidores abnegados a tu amplia y profusa mies!... ¡Sí! … manda Señor santos discípulos que muestren a todos, una imagen auténtica de Jesucristo, diácono de la humanidad, pues, en el servicio alegre a los demás, se halla la realización plena de nuestro humano y bautismal.
La súplica de este día nos ayude a comprender que Evangelizar es contemplar para anunciar; estar a los pies del Maestro; es penetrar en Dios para descender “al llano” y con kerigmático anuncio decir que el amor está vivo, que nunca muere y es difusivo. Así se podrá decir con certeza que desde aquí está el cielo y se experimenta sirviendo y quien sirve en la Iglesia, reina con Cristo.
Un verdadero servidor del Señor, presente en el prójimo, ha de sumergirse en el abismo de Dios, contemplando y anunciando lo contemplado; sólo quien se encumbra, con la fuerza del soplo del Espíritu, a las alturas, puede ver con soberana nitidez desde el ángulo de Dios.
No se puede llegar a la altura sin la mano abierta del hermano que se tiende solícita y amable cuando ocurre la caída o ésta se perfila como tentación; no se asciende sin la ayuda del otro; paso a paso…
Esta solemnidad, que cierra el año litúrgico, nos recuerda el compromiso bautismal de entregar lo mejor de sí para que otros puedan vivir la experiencia del Resucitado y el gozo de dar sin esperar, sabiendo que hay una lógica i-lógica en el Evangelio: perder es ganar; pues ciertamente es el testimonio de la Cruz de Cristo, el Señor; Él se da totalmente por todos para rescatarnos para su Reino.
La dinámica del mundo de hoy nos mueve a buscar lo que queremos, a postrarnos ante la ambición de poseer muchas cosas, a dar rienda suelta a las apetencias de la carne, a pensar de modo egoísta en el bienestar personal… eso es perder la vida, porque “ganamos el mundo” y nos perdemos para Dios y para el prójimo… allí está la pérdida más grande y triste del ser humano: acumular para sí, guardar para sí, vivir para sí; todo esto es cerrarse para los demás y, especialmente, para el Señor nuestro Dios. Cuando nos tomamos en serio el Evangelio, la vida cambia: nos damos con alegría a los demás, compartimos con gusto lo que tenemos, estamos atentos a las necesidades del hermano, trabajamos con gusto y no sólo esperando el salario… todo esto es dar la vida, incluso, sufrir en silencio las críticas, las descalificaciones, las calumnias y hasta persecuciones, sufridas por procurar vivir con coherencia el Evangelio del Señor. No podemos desconocer que asumir ser un buen cristiano nos implica una vida de exigencia mayor, de coherencia vigilante, de renuncias, etc., y esto implica que haya momentos fuertes de purificación… pero, ¡no tengamos miedo! porque el Señor ha vencido el mundo (Cf. Jn 16, 25).
II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles
Monición introductoria de la Misa
Al reunirnos hoy para celebrar nuestra fe, damos gracias a Dios por la Iglesia, servidora de la Evangelización. Lo hacemos en espíritu de alegría al recibir a Jesucristo, Rey del Universo, en su Palabra y en su Eucaristía. Celebremos esta liturgia con alegría y esperanza.
Monición a la Liturgia de la Palabra
La Palabra de Dios siempre es viva y eficaz; la escuchamos en actitud orante y nos dejamos tocar por su fuerza que transforma y nos renueva. Participemos en su proclamación y meditemos en el mensaje que el Señor nos da hoy, como Iglesia, que comprende que servir es reinar y que el Reinado del Señor es vida eterna.
Oración Universal o de los Fieles
Presidente: Acudamos, hermanos, a Cristo a quien Dios Padre ha puesto como instrumento de propiciación y ha constituido Rey universal y santificador de cuantos creen en Él. Digamos juntos:
R. Qué venga tu Reino, Señor
1. Oremos al Señor por el Santo Padre Francisco y toda la Iglesia, para que, el Espíritu lo ilumine, lo fortalezca y lo llene de sus dones para que siga guiando a la Iglesia según el corazón de Cristo y sirviendo a los demás como expresión de reinado del buen Dios. Oremos al Señor,
2. Oremos al Señor por todos los Ministros de la Iglesia, Obispos, Sacerdote y Diáconos, servidores del Reino, para que, el Espíritu Santo los renueve constantemente para seguir siendo signo de Jesucristo Salvador. Oremos al Señor.
3. Oremos al Señor por quienes nos gobiernan, para que, iluminados del triunfo de Cristo, ejerzan su función como verdaderos servidores de la comunidad para el progreso integral de la comunidad, en espíritu de generosidad y honesta administración. Oremos al Señor.
4. Oremos al Señor por las familias y los jóvenes, para que, suscite en su corazón el anhelo ferviente de continuar sirviendo a los demás, y así el Reino de Dios florezca en lo más íntimo de sus vidas. Oremos al Señor.
5. Oremos al Señor, por los que sufren, los enfermos, los pobres y necesitados; por la anhelada paz en Colombia, para que, la alegría del Espíritu que hace nuevas todas las cosas nos traiga frutos de alegría y paz constantes. Oremos al Señor.
Oración conclusiva
Padre Santo,
confiados en la abundancia de tus dones,
te presentamos nuestras intenciones y necesidades.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.