Mié 4 Ago 2021
«Yo soy el Pan vivo que ha bajado del cielo»
DECIMONOVENO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Agosto 8 de 2021
Primera lectura:1R 19,4-8
Salmo: Sal 34(33),2-3.4-5.6-7.8-9 (R. cf. 9a)
Segunda lectura: Ef 4,30–5,2
Evangelio: Jn 6,41-51
I. Orientaciones para la Predicación
Introducción
Las lecturas de hoy tienen muchos paralelos con las lecturas del Domingo pasado:
• No son los israelitas los que se lamentan porque no tienen que comer en el desierto, sino el profeta que se siente derrotado en una batalla que ha durado años contra un culto idolátrico impulsado por la reina Jezabel.
• Y así como Dios da al pueblo el maná para peregrinar cuarenta años hacia la Tierra prometida, Dios da al profeta el alimento y la fuerza para peregrinar cuarenta días y cuarenta noches hasta llegar al Horeb, el monte de la Alianza.
• En la segunda lectura, san Pablo sigue animando a los efesios a llevar una vida según el Espíritu Santo, como imitadores de Dios y testigos de su amor.
• Y en el Evangelio Jesús continúa presentándose como el Pan vivo bajado del cielo para dar vida eterna a todos los que crean en él.
1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?
El texto del primer libro de los Reyes requiere conocer un poco el contexto del reinado de Ajab en Israel (874-853 a.C.), lleno de prosperidad, obras monumentales, comercio y pacto con los pueblos vecinos. Pero Ajab se casó con Jezabel, la hija del rey de Tiro, que quiso imponer en Israel el culto a Baal y a Astarté, ídolos paganos, alejándolos de la fe en el Dios que los había traído de Egipto a la Tierra prometida. A la persecución religiosa se sumaron la corrupción moral (y los sacrificios humanos, cf. 1Re 16) y las injusticias sociales (como el asesinato de Nabot, cf. 1 Re 21). Jezabel quiso imponer sus creencias valiéndose de numerosos “profetas” de Baal a los que se opuso el profeta Elías, quien debió enfrentar largos y numerosos conflictos y persecuciones.
Pero al final, Elías se siente abandonado y derrotado, desanimado y sin fuerzas para seguir defendiendo la fe verdadera. Primero se esconde y luego quiere huir hacia el sur, hacia el Horeb, hacia el monte santo en donde cuatrocientos años antes Moisés vio al Señor e Israel hizo una Alianza con Dios. Para ello comienza a atravesar el desierto del Sinaí pero las fuerzas lo abandonan y es ahí donde se inserta el texto de la primera lectura en la que Elías se desea la muerte. Pero un ángel del Señor lo alimenta y le da fuerzas para enfrentar las penalidades de su peregrinación, y camina cuarenta días y cuarenta noches hasta llegar al Horeb.
En la segunda lectura, prolongación de la del pasado Domingo, san Pablo continúa exhortando a los efesios y a nosotros, para que vivamos una vida coherente con el Espíritu Santo con el cual fuimos sellados el día de nuestro bautismo. No se trata solamente de que “nos portemos bien”, o que “seamos buena gente”, o realicemos actos de filantropía, sino de que seamos “imitadores de Dios”. Nuestra vida moral, por tanto, debe evitar los vicios y practicar las virtudes a ejemplo de Cristo, quien se ofreció en sacrificio. sacrificio (sacrum fare) es decir “consagró su vida”, al igual que nosotros debemos santificar nuestra vida, hacer presente el amor de Dios en todo lo que hacemos y decimos. Por eso el apóstol comienza por elencar seis vicios que se deben evitar en nuestras relaciones con los demás, porque en los distintos contextos en los que nos movemos, en la comunidad familiar, educativa o laboral, las dificultades y tensiones se multiplican y podemos acostumbrarnos a actuar como no debiéramos.
La amargura hace ácido nuestro vocabulario y nos volvemos ofensivos. La ira nos hace perder el control frente a lo que hacemos y decimos. La cólera nos llena de furia, nos hace sordos frente a lo que nos dicen y nos hace enzarzarnos en discusiones inútiles. Los gritos tratan de acallar las palabras de la otra persona y nos tornan violentos. La maledicencia nos lleva a caer en el placer morboso del chisme, de divulgar el mal, los errores y las debilidades ajenas. Y la maldad nos daña el corazón multiplicando y atrayendo otros comportamientos que dañan a la comunidad. Pablo concluye mostrando la actitud positiva que debe caracterizar el comportamiento del cristiano, amable, compasivo y con capacidad de perdón. Como lo hace Dios con nosotros y como lo sigue haciendo Cristo a través de nosotros.
El evangelio nos presenta a los judíos que reaccionan contra la pretensión de Jesús que escuchábamos el Domingo pasado: “Yo soy el pan de vida”. Por eso la lectura dice que los judíos “murmuran”, pero el verbo griego expresa mucho más que hacer comentarios en voz baja y describe a los que rechazan y consideran inaceptable que Jesús pretenda ser Dios mismo, el Señor de la Vida, que da Vida eterna porque es el Pan bajado del Cielo. A los judíos les cuesta aceptar su divinidad porque lo conocen como “el hijo del carpintero” y conocen a su familia. Por ello Jesús insiste en que descubrir, aceptar y recibir “el pan de Vida” no es una conquista del hombre sino un don de Dios. De ese Dios que enseña por medio del Espíritu. Y que el creyente que recibe este don, necesita “comer su carne”, es decir, aceptar que en esa realidad humana del “hijo del carpintero”, se manifiesta Dios en todo su poder, capaz incluso de resucitar a los creyentes. Jesús es el pan vivo, bajado del cielo, para dar vida al mundo.
2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad?
La realidad de Elías es la misma nuestra, cuando los conflictos, los chismes, los problemas, la envidia y la mezquindad nos abaten y nos destruyen. A veces hasta perdemos la esperanza y nos desilusionamos de los otros, de nosotros mismos, y hasta de Dios. Por eso es importante que en medio de las dificultades seamos capaces de descubrir esos ángeles que Dios nos envía para despertarnos, para ayudarnos, para animarnos a recomenzar. Es llamativo que Dios no le evita a Elías las fatigas del viaje por el desierto, no le ahorra penas ni lo transporta milagrosamente hasta la meta. No. Le ofrece la fuerza por medio del alimento para que haga lo que tiene que hacer.
Los problemas y las dificultades son para afrontarlos, no para ignorarlos. Tomemos conciencia de las circunstancias que en este momento nos causan amargura o desesperación, percibamos lo que Dios nos está pidiendo, descubramos los ángeles que nos envía y retomemos las fuerzas necesarias para llegar a nuestras metas. Y de la misma manera, esforcémonos por ser ángeles para los que a nuestro alrededor se sienten desanimados y desesperanzados.
Es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio, dice el Señor. Y este proverbio se puede aplicar a lo que dice san Pablo. Vemos las fallas en los demás pero no nos damos cuenta de nuestras propias deficiencias. Por eso, tomar conciencia de nuestros errores es el primer paso para cambiar, y las palabras del apóstol nos dan la oportunidad para examinar nuestras reacciones, nuestro vocabulario, nuestro comportamiento. Y a comprometernos, delante del Señor y de nuestros hermanos, en esta Eucaristía, a eliminar la amargura, la ira, la cólera, los gritos, la maledicencia y la maldad en nuestros comportamientos y palabras. Y a imitar lo que hace Dios con nosotros, siendo benévolos, misericordiosos, amorosos, prontos al perdón.
Cuando Juan en su evangelio habla de “los judíos”, no se refiere a los que habitan en Judea o a los miembros del pueblo de Israel, sino a los que se oponen a Jesús y rechazan reconocerlo como Cristo. El evangelio de hoy le habla a ese pequeño “judío” que todos llevamos dentro y que nos impide aceptar completamente a Jesús como Salvador. Es fácil, en efecto, reconocer a Jesús como un maestro, un profeta, un hombre excepcional. Pero asumirlo personalmente como Dios y salvador, y dejar moldear nuestra vida con los valores y principios de su Evangelio es muy difícil. Reconocerlo como “pan de Vida”, “comer su carne”, imitarlo y hacerlo presente con nuestras palabras y acciones, permitiendo “que se nos vea” el Espíritu que recibimos en el bautismo, es toda una misión. Pidámosle al Señor esa gracia, ese don, ese regalo en esta Eucaristía.
3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?
Después de comulgar, sacramental o espiritualmente en esta Eucaristía, hagamos un acto de fe en Jesús como Pan de Vida. Pongamos nuestras vidas en sus manos, los problemas que afrontamos, las dificultades que parecen no tener solución. Y pidámosle al señor que nos dé la fuerza y la sabiduría para salir adelante, para cambiar en nuestra vida todo aquello que debemos cambiar y para ayudar a los que enfrentan dificultades mayores que las nuestras.
II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles
Monición introductoria de la Misa
Hoy nos reunimos para celebrar la Eucaristía y para recibir a Jesús, el Pan de Vida que ha bajado del cielo para darnos vida eterna. Dispongámonos a reconocer a Jesús como nuestro Dios y Salvador y abramos nuestro corazón a su Palabra, que nos ofrece indicaciones muy concretas para vivir como discípulos del Señor y como hermanos todos. ¡Bienvenidos a participar con alegría!
Monición a la Liturgia de la Palabra
El profeta Elías se siente tan desesperado, que se desea la muerte. Muchos de nosotros también nos podemos sentir sobrepasados por los problemas y por eso escuchemos con atención lo que hace Dios con él por medio de su ángel. San Pablo continúa exhortándonos a ser santos y nos propone un camino concreto: imitar en nuestra vida, con nuestras palabras y obras el amor y la misericordia que Dios tiene con nosotros. Y el Evangelio continúa profundizando la enseñanza de Jesús que se proclama como el Pan de Vida. ¡Escuchemos con atención!
Oración Universal o de los Fieles
Presidente: Queridos hermanos, elevemos nuestras súplicas al Padre celestial, confiados en su infinita misericordia, porque estamos seguros que siempre nos concede lo que más nos conviene.
R. ¡Dios todopoderoso, escucha nuestra oración!
1. Oremos por la Iglesia y por todas las comunidades eclesiales, para que en medio de las dificultades siga haciendo presente el mensaje de Salvación de Cristo Jesús y siga transmitiendo coraje y fortaleza a los que se sienten abatidos y desilusionados.
2. Oremos por nuestros gobernantes, para que, en medio de las dificultades derivadas de la pandemia, puedan conducir a nuestros pueblos hacia el desarrollo y la construcción de una sociedad cada vez más justa y fraterna.
3. Oremos por los enfermos, por los que pasan hambre y necesidad, por los que están solos y desconsolados, para que encuentren en la fe la fuerza necesaria para superar sus dificultades.
4. Oremos por los profetas modernos, que tienen que luchar contra corriente, que tienen que enfrentar críticas y persecuciones, para que nunca se desanimen, y oremos por cada uno de nosotros para que encarnemos en nuestra vida esa vocación que recibimos en el bautismo a ser Profetas del amor de Dios y del Evangelio de Cristo.
Oración conclusiva
Atiende, Padre bueno,
las súplicas que te presentamos
con la confianza de los hijos
y que te presentamos por intercesión
del Pan de Vida, Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.