Vie 18 Jun 2021
¿Por qué tienen miedo? ¿Por qué tienen tan poca fe?
DECIMOSEGUNDO DOMINGO
DEL TIEMPO ORDINARIO
Junio 20 de 2021
Primera lectura: Jb 38,1.8-11 /
Salmo: Sal 107(106),23-24.24-25.28-29.30-31 (cf. Mc 4,40) /
Segunda lectura: 2Co 5,14-17 /
Evangelio: Mc 4,35-41
I. Orientaciones para la Predicación
Introducción
De la Palabra de Dios que se nos ofrece para nuestra oración, reflexión y vivencia, en este decimosegundo domingo del tiempo ordinario, podemos resaltar tres ideas:
• La tempestad calmada nos recuerda que cuando tenemos dificultades, en algunos casos, nos falta fe para enfrentarlas con la valentía de los que confían en Él.
• El proyecto del creyente se enriquece en la medida en que la persona de Jesús hace parte de él.
• La fe, la serenidad y la confianza en el poder de Dios nos asegura que seremos capaces de superar todas las dificultades que se presenten en la vida.
• Jesús domina las fuerzas de la naturaleza, cura las enfermedades, libera, incluso resucita a los muertos; es Dios con nosotros que ha venido a salvarnos.
1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?
Este breve texto tomado del libro de Job 38,1.8-11, resulta ser la respuesta de Dios ante la queja persistente de Job por el problema del mal presente en el mundo y que él ha tenido que padecer en su propia carne. Luego de un prolongado silencio Dios responde desde la tormenta manifestando la grandeza de su obra creadora “¿Quién cerró el mar con una puerta? ¿Quién le puso las nubes como mantilla y las nieblas por pañales? (Cfr. Job 38,9) ¿Quién es capaz de romper la arrogancia de las olas contra las rocas?” (Cfr. Job 38,1). Solo Dios tiene ese poder.
El salmo 106 (107) amplia el tema del mar; en efecto, para el judío el mar es tema de admiración: “Entraron en naves por el mar, comerciando por las aguas inmensas. Contemplaron las obras de Dios, sus maravillas en el océano…” (Cfr. Sal. 106, 23); pero el mar también es tema de temor por sus olas y el viento: “Él habló y levantó un viento tormentoso, que alzaba las olas a lo alto; subían al cielo, bajaban al abismo…” (Cfr. Sal. 106, 25-26); sin embargo, el salmista también destaca la confianza en el poder de Dios: “Pero gritaron al Señor en su angustia, y los arrancó de la tribulación. Apaciguo la tormenta en suave brisa y enmudecieron las olas del mar…” (Cfr. Sal.106, 28-29).
La segunda carta a los corintios 5,14-17 expresa los cambios que se han producido en su vida luego de creer en Jesucristo, antes juzgaba al Señor según la carne, es decir, solo bajo la condición humana, “Ahora, ya no” puesto que la muerte y la resurrección de Jesucristo tiene como consecuencia que la vida “no es para sí, sino para él que murió y resucitó por ellos” (Cfr. 2 Cor. 5,15), Jesucristo, “el que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado” (Cfr. 2 Cor. 5,17).
El evangelista Marcos, en el capítulo 4,35-40, narra el primer milagro de Jesús, la tempestad calmada. En el mar de Tiberíades suceden tempestades de modo inesperado, el susto de los apóstoles, Jesús durmiendo suavemente, el reclamo de quienes iban en la barca ante la despreocupación de Él, la voz serena de Jesús que increpa el viento y la calma repentina de la tempestad son los antecedentes necesarios para el que podríamos llamar hoy el centro del mensaje evangélico: ¿Por qué tienen miedo? ¿Por qué tienen tan poca fe? San Marcos capta nuestra atención para colocarnos delante del que es capaz de dominar la fuerza de la naturaleza, “¿Quién es este? Hasta el viento y las aguas le obedecen” (Cfr. Mc. 4,41).
2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad?
En el mundo bíblico, el mar es un lugar de mucha admiración por su grandeza como, también, un lugar de amenaza y de peligro, puesto que es el lugar donde habita el mal. Los discípulos que en su mayoría eran pescadores, conocían el fenómeno de las tormentas en el mar de Galilea, pero en la escena que nos narra hoy el evangelio se les percibe muy temerosos y angustiados.
La tempestad es una buena imagen de lo que puede suceder tanto en la vida comunitaria, como familiar y personal, todos experimentamos en algún momento de la vida fuertes vientos y grandes olas que sacuden la barca de nuestra vida y sentimos el miedo propio de quien se siente el peligro de hundirse en los problemas y conflictos de la existencia, sin embargo, sabemos con certeza que cuando Jesús está en la barca, así nos toque remar contra corriente y bregar con las dificultades de la vida, Él siempre nos ayudará a superar el miedo de las grandes tempestades de la existencia, no antes sin confrontarnos por nuestra falta de fe y confianza en Él.
Todo los bautizados hemos recibido el don de la fe y con este don se nos ha prometido una travesía más llevadera y liviana por esta vida, y aunque nuestra vida no está libre de grandes tempestades, sabemos que si tenemos fe, por difícil que sea el momento, Dios nos salvará, aun cuando pareciera que Dios hace silencio y se muestre hasta indiferente a nuestros problemas; Él nunca nos abandonará, eso sí, nos exigirá tener más fe y confianza en Él para navegar en la barca de la vida en medio de las dificultades que se presenten en nuestras historias, en ocasiones nos toca remar contra viento y marea, con la confianza de que Dios salva.
Los cristianos no deben tener miedo de hundirse, fieles a la llamada del Señor de “ir mar adentro” (Cfr. Lc. 5,4), de ser cada vez más profundos, nos debemos lanzar a lo desconocido, donde ya sabemos que hay tempestades, pero seguros a la vez de creer en aquel que es capaz de increpar y calmar las tormentas de la vida.
3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?
Cuando oramos con el Padre Nuestro le pedimos al Padre nos libre de todo mal; esta plegaria se asemeja a la súplica de los apóstoles en medio de la tempestad. La confianza en Dios y nuestra fe en Él nos asegura que las dificultades y los problemas que tengamos en el camino de la vida, se sabrán enfrentar con la sabiduría y la serenidad que el mismo Señor nos enseña; esta es una bella oportunidad para pedirle al Señor aumente nuestra fe, nos ayude a ver los problemas no como obstáculos, sino como oportunidades para ser mejores, más valientes, para demostrarnos a nosotros mismos que si el Señor Jesús está en la barca de nuestra vida, el miedo desaparece y se desata todo nuestro saber, para resolver con calma cada situación, que por difícil que sea, nos ayudará a ser mejores personas, mejores seres humanos, mejores creyentes.
En San Pablo tenemos una bella inspiración, él tuvo que enfrentar persecuciones, dificultades en la tarea encomendada de la evangelización, pero él saca fuerzas y ánimo para realizar su ministerio con tanta energía y perseverancia, que nos preguntamos ¿de dónde saca tanta fuerza? La respuesta aparece clara en sus cartas, es su fe puesta en Cristo resucitado, esto lo lleva a afirmar con tanta radicalidad “nos apremia el amor de Cristo…” (Cfr. 2 Cor. 5,14). Al pedirle al Señor que aumente nuestra fe, también le debemos pedir nos de la pasión necesaria para enfrentar los retos de nuestra vocación, con la fidelidad y la radicalidad de quien ama con totalidad el nombre de Jesús y ha decidido seguirlo con toda fidelidad.
Cuando los discípulos se embarcaron, en la búsqueda de nuevos horizontes y se adentraron en el mar, lo hicieron con confianza, pero cuando apareció la dificultad y la amenaza se llenaron de miedo, más aún, cuando vieron a Jesús ausente de lo que estaba pasando, se espantaron. Esta es la actitud desesperada de muchos hombres y mujeres, que emprenden su proyecto de vida y a la primera dificultad quieren renunciar y se desesperan haciéndose incapaces de resolver los problemas de la vida. Es aquí, donde debemos aprender de la actitud del Señor que con serenidad enfrenta la situación y con poder, transforma la tempestad en suave brisa. Le pedimos al Señor nos llene de su paz y con paciencia y sensatez enfrentemos la vida con valentía.
El mundo está lleno de grandes desafíos, que en ocasiones nos llenan de cobardía y nos impiden actuar con sensatez, haciendo que la vida se vuelva monótona, vacía, llena de amarguras; permitámosle a Cristo fortalecer nuestra fe mediante la meditación asidua de su Palabra, alimentémonos de su Cuerpo y de su Sangre para no desfallecer en el camino, contemplándolo en tantos hombres y mujeres valientes, que con radicalidad han seguido al Señor hasta dar la vida por Él.
II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles
Monición introductoria de la Misa
En el día del Señor, nos hemos reunido para escuchar su Palabra y participar de la fracción del pan. En el decimosegundo domingo del tiempo ordinario la Iglesia nos invita a contemplar nuestra vida sometida a los problemas y desafíos de estos nuevos tiempos y nos anima a no tener miedo para saberlos enfrentar con serenidad y sabiduría. Coloquemos aquí junto al altar nuestros afanes y preocupaciones y permitámosle al Señor serenar y llenar nuestros corazones de esperanza. Participemos todos con alegría.
Monición a la Liturgia de la Palabra
Escuchemos con atención el mensaje de la Palabra de Dios que nos invita a contemplar su manera de actuar ante la tempestad en la que se ven envueltos los discípulos, con autoridad y serenidad Jesús calma la situación y nos exhorta a mantener la fe y la confianza en medio de las dificultades que se nos presentan. Escuchemos con atención
Oración Universal o de los Fieles
Presidente: Dirijamos a Dios nuestra oración pidiendo que nos escuche y nos ayude, nos responda y se vuelva hacia nosotros. Nos unimos diciendo:
R. Te rogamos óyenos
1. Por el Papa Francisco, nuestros obispos y todos aquellos que han sido llamados a guiar, en medio de las tempestades de este mundo, al pueblo santo de Dios. Roguemos al Señor.
2. Por los dirigentes de nuestra nación, para que descubran la serenidad y la sabiduría con que Dios calma las tempestades y con fe, dirijan los destinos de nuestro pueblo por caminos de paz y reconciliación. Roguemos al Señor
3. Por los pobres, los enfermos, las víctimas de la violencia, para que Dios esté con ellos y vean sus vidas tranquilizadas por su amor y misericordia. Roguemos al Señor.
4. Por nuestra patria, la cual, clama porque cesen las tormentas de la injusticia, la corrupción y la impunidad, para que, llenos de fe y valentía trabajemos en la construcción de un mundo mejor. Roguemos al Señor.
5. Por nosotros aquí reunidos, para que el Señor haga nuevas todas las cosas por la fuerza del amor de Cristo y dé fortaleza a los atribulados, pan a los hambrientos y salud a los enfermos. Roguemos al Señor.
Oración conclusiva
Señor, por tu gran bondad,
atiende las súplicas de tu pueblo,
que te presenta en medio de las tempestades
que experimenta en su vida.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.