Pasar al contenido principal

Lectio Dominical

Dom 27 Jun 2021

"¿quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?"

SAN PEDRO Y SAN PABLO, APÓSTOLES Junio 29 de 2021 Primera lectura: Hch 12,1-11 Salmo: Sal 34(33),2-3.4-5.6-7.8-9 (R. 5b) Segunda lectura: 2Tm 4,6-8.17-18 Evangelio: Mt 16,13-19 I. Orientaciones para la Predicación Introducción Tres temas se pueden destacar hoy en la Solemnidad de san Pedro y san Pablo: • La Iglesia, obra del Señor, la Iglesia confesante, • La Iglesia martirial, • La Iglesia de la esperanza. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El texto de los Hechos de los Apóstoles nos relata que aquel momento fue de grave crisis para la comunidad cristiana. Tenían problemas con las autoridades religiosas y con las civiles. Herodes Agripa, nieto de Herodes el Grande, para agradar a los judíos, empezó a perseguir a la Iglesia y, así, había mandado decapitar a Santiago, encarceló a Pedro y todos temían lo peor. La comunidad "oraba insistentemente a Dios por él". Y, en efecto, el ángel lo liberó de un modo milagroso. El mismo Pedro no se lo acababa de creer: "Pues era verdad: el Señor ha enviado a su ángel para librarme". La de aquella noche fue una gran experiencia para la comunidad. Lucas dice que era la semana de Pascua: en cierto modo, se repetía el acontecimiento del éxodo liberador del pueblo en Egipto y el de la resurrección de Jesús de entre los muertos. En esta ocasión era Pedro el liberado de la cárcel. En la carta a Timoteo esta vez es Pablo el que está en la cárcel, prisionero en Roma, como un malhechor, sintiéndose abandonado de todos, sin hacerse ilusiones sobre cuál va a ser el final de su prisión, la condena a muerte: "El momento de mi partida es inminente". El que se entregó a Cristo a lo largo de sus trabajos apostólicos, está casi deseando unirse a él con la ofrenda de su propia vida, imitando su sacrificio pascual. Mirando hacia atrás, puede sentirse satisfecho de la labor realizada: "He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe". Lo que no le abandona es la confianza en Dios: "Me aguarda la corona merecida: el Señor me ayudó y me dio fuerzas; el Señor seguirá librándome de todo mal". En el evangelio a la pregunta de Jesús "¿quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?", responde impetuoso, como siempre, Pedro, en nombre de los demás. Y recibe por ello no sólo la alabanza de Jesús, sino lo que podríamos llamar "la investidura" en el papel de responsable de la comunidad: le llama Pedro, Piedra (Cefas), y le encomienda las llaves del Reino. Al "tú eres el Mesías" le sigue el "tú eres Pedro". En otras ocasiones le encomendará ser el pastor de la comunidad, o pescador de hombres. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Celebramos hoy, unidos en un entrañable recuerdo, la fiesta de estos dos grandes apóstoles, Pedro y Pablo, columnas de la Iglesia y testigos -cada uno desde su personalidad propia- de la fe y del amor a Cristo. Pedro era pescador, de Betsaida. Pablo, un judío de Tarso, en la actual Turquía, de la tribu de Benjamín, de formación farisea. Ambos fueron llamados por Cristo Jesús: el uno, junto al lago de Genesaret; el otro, en el camino de Damasco, donde iba para perseguir a los cristianos. Ambos respondieron con prontitud y se convirtieron o murieron juntos. Pedro fue mártir en el circo de la colina del Vaticano, en tiempos de Nerón. Pablo, poco más tarde, en la vía Ostiense, camino del mar. El primero, según una tradición muy antigua, crucificado cabeza abajo, porque no se sentía digno de morir como su Señor y Maestro. El segundo, decapitado. Cada uno de ellos tiene una basílica dedicada en el lugar de su martirio, -en el Vaticano y en la vía Ostiense-, basílicas levantadas en el siglo IV por Constantino, apenas iniciada la era de paz para la Iglesia. La fiesta de hoy nos estimula, ante todo, a aumentar nuestra conciencia de Iglesia y, en concreto, de "Iglesia apostólica". El fundamento de nuestra fe es siempre Cristo Jesús; pero él mismo quiso que Pedro y los demás apóstoles fueran los fundamentos visibles, puntos de referencia de la unidad, de la fe, de la caridad. Como ahora lo sigue siendo el Papa al frente del colegio episcopal, que preside la comunidad desde la caridad y merece nuestro respeto y nuestra aceptación, porque Cristo ha querido una comunidad eclesial apostólica, basada en el ministerio de los apóstoles y sus sucesores. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Pedro y Pablo nos enseñan a superar con valentía las dificultades que podamos encontrar en nuestro camino. En nuestra vida de cristianos y de testigos de Cristo, seguro que habrá días nublados, de abatimiento y de ansia. El salmo responsorial lo podemos aplicar a tantos momentos de nuestra historia, eclesial y personal. "El ángel del Señor librará a los que temen a Dios". Como dice con gozosa confianza el salmista: "Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias". Pedro lo experimentó en la noche de la cárcel, en un momento crítico para toda la comunidad. Pablo sintió la ayuda de Dios a lo largo de sus muchas peripecias apostólicas, cuando también él sentía dudas y miedos, y tenía que saltar por encima de obstáculos que parecían insalvables. La Iglesia lo ha podido constatar a lo largo de dos mil años de existencia. Ojalá cada uno de nosotros, que seguramente sabe lo que es pasar por momentos de crisis y angustia, pueda experimentar, al recurrir a Dios, cómo nos alcanza su ayuda y su fuerza salvadora: "Y lo salva de sus angustias: me libró de todas mis ansias". II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Celebramos hoy la solemnidad de los apóstoles San Pedro y San Pablo. Ellos fueron columnas de la Iglesia y heraldos del Evangelio. Hoy recordamos especialmente también al Papa, Obispo de Roma y sucesor de San Pedro y pedimos al Señor que siga velando por su Iglesia. Monición a la Liturgia de la Palabra La liturgia de la Palabra nos muestra hoy que la fidelidad de los apóstoles Pedro y Pablo a su misión les llevó a la cárcel, a la persecución y finalmente al martirio. Ellos han recorrido el mismo camino de amor y dolor que el Señor. Escuchemos con atención. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Animados por la fe y por la caridad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, presentemos a Dios Padre nuestras súplicas. Respondamos a cada una diciendo: R. Aumenta, Señor, nuestra fe 1. Para que el Santo Padre, el Papa Francisco, gobierne, con la sabiduría del Espíritu y la firmeza de la fe apostólica, a la Iglesia del Dios vivo. Roguemos al Señor. 2. Para que Dios, que envió́ a Pablo a anunciar el mensaje de salvación a todos los pueblos, envíe hoy también sacerdotes que proclamen el Evangelio en nuestra diócesis y en todo el mundo. Roguemos al Señor. 3. Para que los responsables del gobierno de las naciones, como servidores de Dios, procuren siempre la justicia y el bien de los ciudadanos. Roguemos al Señor. 4. Para que los que sufren persecuciones y están encarcelados a causa de su fe obtengan su libertad por la oración perseverante de la Iglesia. Roguemos al Señor. 5. Para que quienes nos encontramos reunidos hoy aquí́ perseveremos firmemente cimentados en la doctrina apostólica y en la integridad de la fe y anunciemos a Cristo al mundo. Roguemos al Señor. Oración conclusiva Señor Dios nuestro, por la intercesión de San Pedro y San Pablo, recibe las súplicas que te hemos presentado con fe. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.

Mié 23 Jun 2021

“No temas; basta que tengas fe”

DECIMOTERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO Junio 27 de 2021 Primera lectura: Sb 1,13-15;2,23-24 Salmo: Sal 30 (29),3-4.5-6.12ac-13 (R. 2a) Segunda lectura: 2Co 8, 7.9.13-15 Evangelio: Mc 5,21-43 (forma larga) ó Mc 21-24.35b-43 (forma breve) I. Orientaciones para la Predicación Introducción En este domingo se nos ofrecen tres ideas fundamentales en el Evangelio de san Marcos: Cristo resucita a los difuntos, la muerte es transformada por Cristo y la esperanza de los cielos nuevos y de la tierra nueva. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Algunas ideas fundamentales de las lecturas de este domingo que nos ayudan en la preparación de la predicación orante son: El libro de la Sabiduría, que es un canto a la sabiduría verdadera según la mentalidad de Dios, nos ofrece hoy una página sobre la razón de ser de la muerte, uno de los interrogantes que siempre ha preocupado a la humanidad. El tema ha sido escogido hoy como primera lectura, para preparar el gran milagro de Jesús que resucita a la hija de Jairo. En la misma línea el salmista expresa su confianza en esa voluntad salvadora de Dios, a pesar de la muerte: "sacaste mi vida del abismo... cambiaste mi luto en danzas". Por eso alaba a Dios: "te ensalzaré, Señor, porque me has librado". La segunda carta a los corintios nos habla hoy de la colecta por la Iglesia de Jerusalén, que se hallaba en situación de estrechez. Pablo se dedicaba en esta época a recoger dinero para aquella comunidad, y ahora escribe a los de Corinto para decirles que pronto vendrán unos enviados suyos a recoger su aporte: en el texto de hoy les exhorta a ser generosos. Y en el evangelio de Marcos se nos narra dos milagros de Jesús, intercalados el uno en el otro, y los dos realizados a beneficio de dos mujeres. El jefe de la sinagoga, Jairo, le pide humildemente que cure a su hija. Cuando va camino de la casa de Jairo, se le acerca una mujer que sufre hemorragias incurables, y queda curada "inmediatamente" con sólo tocarle el borde de su vestido. Jesús le alaba la fe que ha mostrado. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Las dos escenas del evangelio de hoy son muy expresivas del poder salvador de Jesús sobre la enfermedad y la muerte, dos realidades muy presentes en nuestra historia y que nos preocupan notablemente. La enfermedad es la experiencia de nuestros límites, y muchas veces, además del dolor, nos hace experimentar la soledad, la impotencia, el tener que depender de los demás, perder, junto con la salud física, también las fuerzas espirituales y la ilusión. Pero sobre todo nos preocupa el enigma de la muerte, ante el que caben reacciones de desesperación o fatalismo, de rebelión o de aceptación progresiva. Ante el gran interrogante de todos los tiempos, ¿por qué la muerte?, las lecturas de hoy no nos proporcionan la solución, por mucha fe que tengamos en Cristo Jesús, pero sí nos iluminan para que sepamos aceptarla desde la fe en Dios. Es importante cómo el evangelio nos da una perspectiva más esperanzadora. Cristo ha venido a dar vida: "para que tengan vida, y la tengan en abundancia". Muestra su poder sobre la enfermedad humana, curando a la mujer, y su poder sobre la muerte resucitando a la hija de Jairo. Desde la perspectiva de Cristo, la muerte no es definitiva: "la niña está dormida". Es una muerte transitoria. En el plan de Dios la muerte no es la última palabra, sino el paso a la existencia definitiva. El mismo, Jesús, resucitará del sepulcro a una nueva vida. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Nos dice el papa Francisco: “Jesús se inclina ante el sufrimiento humano y cura el cuerpo; y el espiritual: Jesús vino a sanar el corazón del hombre, a dar la salvación y pide fe en él. En el primer episodio, ante la noticia de que la hija de Jairo había muerto, Jesús le dice al jefe de la sinagoga: “No temas; basta que tengas fe”, lo lleva con él donde estaba la niña y exclama: “Contigo hablo, niña, levántate”. Y esta se levantó y se puso a caminar. San Jerónimo comenta estas palabras, subrayando el poder salvífico de Jesús: ‘Niña, levántate por mí: no por mérito tuyo, sino por mi gracia. Por tanto, levántate por mí: el hecho de haber sido curada no depende de tus virtudes’”. El Cristo que curó a la mujer con sólo su contacto, el Cristo que tendió́ la mano a la niña y la devolvió́ a la vida, es el mismo Cristo que en su Pascua triunfó de la muerte, experimentándola en su propia carne. Es el mismo que ahora sigue, desde su existencia gloriosa, estando a nuestro lado para que tanto en los momentos de debilidad y dolor como en el trance de la muerte sepamos dar a ambas experiencias un sentido pascual, incorporándonos a él en su dolor y en su destino de victoria y vida. También nuestra Iglesia debe ser "dadora de vida" y transmisora de esperanza, cuidando a los enfermos, como ha hecho a lo largo de la historia, poniendo remedio a la incultura y defendiendo la vida contra todos los posibles ataques del hambre, de las guerras, de las escandalosas injusticias de este mundo, del terrorismo, así́ como de las perspectivas radicales del aborto o de la eutanasia o de la pena de muerte. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Bienvenidos todos a esta casa de oración y a la celebración de la eucaristía dominical. Esta es la fiesta de Jesús. Nos convoca a todos para hacernos partícipes de su amor y su perdón. Venimos a tocar y ser tocados por el poder sanador de Jesucristo. Celebremos con fe esta reunión de hermanos. Monición a la Liturgia de la Palabra La vida, la salud, levantar a los débiles son muestra de la generosidad de Dios. Dios es autor de la vida y se complace en ella, en la vida de sus criaturas. Escuchemos la voz de nuestro Dios y acudamos con fe a Él. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Oremos a Dios autor de la vida y presentemos nuestras necesidades diciendo: R. Dios de la vida, atiende nuestras súplicas 1. Oremos por la Iglesia, sus pastores y sus fieles, para que todos vivamos la vida en actitud agradecida y generosa. 2. Oremos por los gobernantes de las naciones para que trabajen por la paz del mundo y no olviden a los más perseguidos y desfavorecidos de la sociedad. 3. Oremos por los ancianos, los enfermos, los que se sienten solos, los que nadie visita, para que Dios les dé su paz y consuelo. 4. Oremos por nuestra comunidad de fe, para que fijos los ojos en el autor de la vida, contribuya con la obra de creación y salvación de las vidas que nos son encomendadas en nuestros hermanos y en nuestra casa común. 5. Oremos por los difuntos de nuestras familias y de la parroquia para que, tocados por el amor poderoso de Dios, vivan en la paz y en la alegría de la vida eterna. Oración conclusiva Escucha, Padre, nuestra oración, y míranos con amor, porque somos débiles y sin ti nada podemos. Te lo pedimos de todo corazón, por Jesucristo, nuestro Señor. Amén R. Amén.

Mié 23 Jun 2021

"Os digo que entre los nacidos de mujeres, no hay mayor profeta que Juan el Bautista"

NATIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA Junio 24 de 2021 Primera lectura: Is 49,1-6 Salmo: Sal 139(138),1-3.13-14ab.14c-15 (R. 14a) Segunda lectura: Hch 13,22-26 Evangelio: Lc 1,57-66.80 I. Orientaciones para la Predicación Introducción De los textos bíblicos de esta solemnidad de san Juan Bautista se pueden entresacar las siguientes ideas temáticas: • Dios elige a Juan Bautista para preparar el corazón de los hombres al encuentro con el Señor mediante la predicación del bautismo de conversión. • Juan nos enseña con su estilo de vida lo que significa disminuir en su propia persona para que crezca Cristo. • Juan Bautista es el más grande nacido de mujer, él viene a señalarnos al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Isaías 49, 1-6 expone la misión del siervo de Yahvéh que ha sido llamado desde el vientre materno para hablar en nombre de Dios. Las palabras del profeta, en efecto, son como espada penetrante que examina los corazones, Dios esta con él, le protege; le encomienda reunir a los desterrados de Israel, iluminar a todos los pueblos difundiendo la Palabra de Dios y su salvación. A pesar de la entrega y el esfuerzo, el siervo doliente piensa que “en vano se ha cansado y, en viento y en nada ha gastado sus fuerzas” (Cfr. Is. 49,4), el desaliento se apodera de su misión, y el aparente fracaso es solo para la comprensión humana, ya que Dios se siente orgulloso de su siervo y recibe gustoso la entrega de su misión, este mérito lo hace digno de una nueva misión: además de predicar la conversión, ahora el Señor lo hace luz de las naciones para que la salvación ofrecida por Dios alcance el confín de la tierra. El salmo 139 (138) canta los portentos que acompañan la vocación de quien ha sido escogido, Dios sondea sus pensamientos, distingue sus caminos; el escogido reconoce que Dios le ha creado las entrañas, le ha tejido en el vientre materno, conoce sus huesos y hasta el fondo de su alma. En los designios salvíficos de Dios, la concepción y el nacimiento de Juan Bautista evidencian una elección particular. El libro de los Hechos de los Apóstoles (13,22-26) presenta a Juan como el último de los profetas. Las circunstancias de su nacimiento y de su ministerio le sitúan en la línea de los grandes profetas del Antiguo Testamento. El profeta es el mensajero y portador de la Palabra de Dios, la grandeza de Juan radica en ser mensajero de la Palabra encarnada. Con Juan se inicia la etapa de la promesa cumplida del mesías salvador, su testimonio confirma que él no es el mesías, es solo una voz profética, un siervo indigno, un amigo del esposo, Juan disminuye y Cristo crece. El evangelio Lucas (1,57-66.80) al describir el nacimiento de Juan Bautista, lo hace en un clima de alegría, quiere demostrar el cumplimiento de las palabras del ángel a Zacarías: que Isabel siendo estéril daría a luz un hijo, que se llamaría Juan, y que muchos se alegrarían con su nacimiento, también, Juan sería lleno de Espíritu Santo desde el vientre de su madre, lo cual se ha cumplido con el movimiento del niño en el vientre de Isabel cuando es visitada por María, en este contexto tiene lugar el nacimiento (Cfr. Lc 1, 57-58), la circuncisión (Cfr. Lc. 1, 59a), el origen del nombre del niño (Cfr. Lc 1 59b-66) y su manifestación pública (Cfr. Lc. 1, 80). 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? La figura de Juan Bautista es muy llamativa en el contexto vocacional, elegido por Dios para preparar el camino del Señor Jesús, es llamado también el precursor del mesías, puesto que con él comienza la etapa culmen de la redención, anuncia a Jesucristo plenitud de la revelación divina. La misión de Juan Bautista está íntimamente unida a la experiencia del encuentro, esta empieza en el templo con Zacarías, quien al entrar en la presencia de Dios recibe la promesa de un hijo; también, es revelador el encuentro de Juan que salta en el vientre de Isabel su madre, cuando María va a visitarla y lleva en sus entrañas al redentor del mundo. Estos encuentros dejan entrever la importante misión a la que fue llamado Juan desde el seno materno. El nacimiento de Juan nos recuerda que “los vecinos quedaron sobrecogidos y corrió la noticia por toda la montaña de judea. Y todos los que le oían reflexionaban diciendo: ¿Qué va a ser de este niño? Porque la mano de Dios esta con él” (Cfr. Lc. 1,65. 68). Juan será llamado por el mismo Señor el más grande nacido de mujer (Cfr. Lc. 7.28), su palabra será penetrante como espada y de gran alcance como una flecha, estas serán las herramientas para llamar al arrepentimiento y a la conversión. El nacimiento de Juan Bautista tuvo signos claros y evidentes de la intervención de Dios y de la elección de su persona para ser el profeta que, no solo anunció al salvador del mundo, sino que lo señaló ya entre nosotros; su vocación es asumida con gran fidelidad puesto que Juan no busca nada para sí, su servicio humilde y austero es solo para que se cumpla el plan de Dios, donde él debe disminuir y el Señor Jesús debe crecer; ni siquiera sus seguidores son suyos, ellos empiezan a seguir a Jesús. Estas cualidades del Bautista serán también las cualidades del discípulo de Jesús, que está llamado a transparentarlo a Él. La celebración de la natividad de Juan Bautista es una buena oportunidad para pensar en la propia vocación, Dios nos ha elegido también para ser sus mensajeros, para abrir el camino al encuentro con Dios en la persona de Nuestro Señor Jesucristo; el mundo necesita conocer el camino de la salvación y quienes hemos conocido a Jesús tenemos la obligación de impregnar y trasmitir el ardor misionero por hacerlo conocer. Hoy hablamos de la “nueva cultura vocacional” que, en breves palabras, consiste en redescubrir y renovar los compromisos bautismales, para ponerlos al servicio de la construcción de la Iglesia; en cada bautizado está la fuerza necesaria para ser testigo de aquel que Juan anunció, el cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Celebrar el nacimiento de Juan Bautista, nos dispone a valorar el plan salvífico que Dios tiene para toda la humanidad, para cada uno de nosotros; a partir del encuentro con Él, en la oración, en el servicio a los hermanos y, en especial, en mostrar a Jesús presente en la historia de nuestras familias y de nuestra comunidad, experimentamos la misión que Dios mismo nos encarga de señalar a Jesús e invitar a otros a seguirlo a Él, completando así la misión que Juan Bautista inició con sus discípulos. Preparar el propio corazón para recibir a Cristo exige nuestra propia conversión, es decir, volcar todos nuestros pensamientos, decisiones y acciones a la persona de Jesús, de esta manera la mejor predicación que podemos hacer de Jesús es nuestro propio testimonio de vida, sencillo y austero, libre y trasparente, convencido y radical, tal como nos lo enseña la vida de Juan Bautista. De Juan aprendemos lo que significa que uno disminuya y que Cristo crezca; sabemos que el Señor no nos pide perder nuestra identidad, al contrario, siendo cada uno con nombre propio, nos pide que seamos capaces de permitirle a Dios llenar nuestros corazones de su presencia, de su mensaje y colmar toda nuestra vida del Señor que nos hace saltar de alegría y de servicio a los hermanos. Quienes hacemos parte de la Iglesia por el sacramento del bautismo, hemos nacido a una vida nueva, es la vida de los renacidos por el baño bautismal que inauguró Juan y que Cristo llevó a plenitud bautizándonos no solo en agua, sino también en el fuego del Espíritu Santo. Esta fiesta nos invita también a redescubrir las gracias recibidas cuando fuimos bautizados y a reconocer que también hemos sido llamados a edificar la Iglesia y a ser testigos del evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, en lo que la Iglesia llama hoy “nueva cultura vocacional”. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Hermanos, hemos venido a escuchar la Palabra de Dios que es luz para nuestros pasos y a participar de la fracción del pan, alimento para el camino hacia la vida eterna. La celebración, hoy, de la natividad de Juan Bautista nos invitan a pensar en la grandeza de este hombre, reconocido como el profeta que anunció la proximidad del salvador del mundo y lo señaló presente entre nosotros. Pidamos la valiosa intercesión de Juan Bautista, para que también en nuestros tiempos, surjan profetas valientes y radicales que proclamen la urgencia de la conversión y la vuelta al evangelio de Jesucristo. Participemos con alegría en esta celebración. Monición a la Liturgia de la Palabra La mesa de la Palabra hoy nos ofrece el testimonio del nacimiento de Juan Bautista, acontecimiento colmado de la presencia de Dios y de la elección de este niño, llamado para colaborar en el plan de salvación. La misión de Juan es anunciada desde el Antiguo Testamento, recordada luego en la Iglesia primitiva y descrito en el Evangelio. Escuchemos atentamente. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Elevemos nuestras suplicas a Dios nuestro Padre, que se ha mostrado misericordioso con nosotros dándonos a Juan Bautista como el profeta que nos señala a Jesucristo, salvador y redentor de la humanidad; supliquémosle por todos diciendo: R. Señor escucha y ten piedad 1. Pidamos por el papa, los obispos y sacerdotes, para que, a ejemplo de Juan Bautista, sean esos profetas que el mundo necesita y que, alzando con moderación su voz, muchos conozcan el evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Oremos. 2. Pidamos por nuestros gobernantes para que, escuchando la voz de la Iglesia, también sean profetas capaces de denunciar las injusticias y trabajar por la paz y la reconciliación de todos. Oremos 3. Pidamos por los pobres, los que sufren, los menos favorecidos, para que todas sus fatigas y preocupaciones se vean reparadas por la solidaridad y la ayuda de todos los que hemos conocido la verdad del evangelio. Oremos. 4. Pidamos por quienes viven esclavizados por el pecado y la indiferencia de lo sagrado, para que encuentren en su camino una voz que los llame a la conversión y vuelvan al evangelio de nuestro Señor. Oremos. 5. Pidamos por todos los que estamos aquí reunidos, para que, escuchando la voz de Dios, atendamos al llamado que nos hace de ser sus testigos en medio del mundo y señalemos a otros, a la persona de nuestro Señor. Oremos. Oración conclusiva Padre Santo, escucha la oración de tus hijos y por la mediación de San Juan Bautista, concédenos todo lo que te hemos pedido con fe, Por Jesucristo Nuestro Señor. R. Amén.

Vie 18 Jun 2021

¿Por qué tienen miedo? ¿Por qué tienen tan poca fe?

DECIMOSEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO Junio 20 de 2021 Primera lectura: Jb 38,1.8-11 / Salmo: Sal 107(106),23-24.24-25.28-29.30-31 (cf. Mc 4,40) / Segunda lectura: 2Co 5,14-17 / Evangelio: Mc 4,35-41 I. Orientaciones para la Predicación Introducción De la Palabra de Dios que se nos ofrece para nuestra oración, reflexión y vivencia, en este decimosegundo domingo del tiempo ordinario, podemos resaltar tres ideas: • La tempestad calmada nos recuerda que cuando tenemos dificultades, en algunos casos, nos falta fe para enfrentarlas con la valentía de los que confían en Él. • El proyecto del creyente se enriquece en la medida en que la persona de Jesús hace parte de él. • La fe, la serenidad y la confianza en el poder de Dios nos asegura que seremos capaces de superar todas las dificultades que se presenten en la vida. • Jesús domina las fuerzas de la naturaleza, cura las enfermedades, libera, incluso resucita a los muertos; es Dios con nosotros que ha venido a salvarnos. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Este breve texto tomado del libro de Job 38,1.8-11, resulta ser la respuesta de Dios ante la queja persistente de Job por el problema del mal presente en el mundo y que él ha tenido que padecer en su propia carne. Luego de un prolongado silencio Dios responde desde la tormenta manifestando la grandeza de su obra creadora “¿Quién cerró el mar con una puerta? ¿Quién le puso las nubes como mantilla y las nieblas por pañales? (Cfr. Job 38,9) ¿Quién es capaz de romper la arrogancia de las olas contra las rocas?” (Cfr. Job 38,1). Solo Dios tiene ese poder. El salmo 106 (107) amplia el tema del mar; en efecto, para el judío el mar es tema de admiración: “Entraron en naves por el mar, comerciando por las aguas inmensas. Contemplaron las obras de Dios, sus maravillas en el océano…” (Cfr. Sal. 106, 23); pero el mar también es tema de temor por sus olas y el viento: “Él habló y levantó un viento tormentoso, que alzaba las olas a lo alto; subían al cielo, bajaban al abismo…” (Cfr. Sal. 106, 25-26); sin embargo, el salmista también destaca la confianza en el poder de Dios: “Pero gritaron al Señor en su angustia, y los arrancó de la tribulación. Apaciguo la tormenta en suave brisa y enmudecieron las olas del mar…” (Cfr. Sal.106, 28-29). La segunda carta a los corintios 5,14-17 expresa los cambios que se han producido en su vida luego de creer en Jesucristo, antes juzgaba al Señor según la carne, es decir, solo bajo la condición humana, “Ahora, ya no” puesto que la muerte y la resurrección de Jesucristo tiene como consecuencia que la vida “no es para sí, sino para él que murió y resucitó por ellos” (Cfr. 2 Cor. 5,15), Jesucristo, “el que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado” (Cfr. 2 Cor. 5,17). El evangelista Marcos, en el capítulo 4,35-40, narra el primer milagro de Jesús, la tempestad calmada. En el mar de Tiberíades suceden tempestades de modo inesperado, el susto de los apóstoles, Jesús durmiendo suavemente, el reclamo de quienes iban en la barca ante la despreocupación de Él, la voz serena de Jesús que increpa el viento y la calma repentina de la tempestad son los antecedentes necesarios para el que podríamos llamar hoy el centro del mensaje evangélico: ¿Por qué tienen miedo? ¿Por qué tienen tan poca fe? San Marcos capta nuestra atención para colocarnos delante del que es capaz de dominar la fuerza de la naturaleza, “¿Quién es este? Hasta el viento y las aguas le obedecen” (Cfr. Mc. 4,41). 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? En el mundo bíblico, el mar es un lugar de mucha admiración por su grandeza como, también, un lugar de amenaza y de peligro, puesto que es el lugar donde habita el mal. Los discípulos que en su mayoría eran pescadores, conocían el fenómeno de las tormentas en el mar de Galilea, pero en la escena que nos narra hoy el evangelio se les percibe muy temerosos y angustiados. La tempestad es una buena imagen de lo que puede suceder tanto en la vida comunitaria, como familiar y personal, todos experimentamos en algún momento de la vida fuertes vientos y grandes olas que sacuden la barca de nuestra vida y sentimos el miedo propio de quien se siente el peligro de hundirse en los problemas y conflictos de la existencia, sin embargo, sabemos con certeza que cuando Jesús está en la barca, así nos toque remar contra corriente y bregar con las dificultades de la vida, Él siempre nos ayudará a superar el miedo de las grandes tempestades de la existencia, no antes sin confrontarnos por nuestra falta de fe y confianza en Él. Todo los bautizados hemos recibido el don de la fe y con este don se nos ha prometido una travesía más llevadera y liviana por esta vida, y aunque nuestra vida no está libre de grandes tempestades, sabemos que si tenemos fe, por difícil que sea el momento, Dios nos salvará, aun cuando pareciera que Dios hace silencio y se muestre hasta indiferente a nuestros problemas; Él nunca nos abandonará, eso sí, nos exigirá tener más fe y confianza en Él para navegar en la barca de la vida en medio de las dificultades que se presenten en nuestras historias, en ocasiones nos toca remar contra viento y marea, con la confianza de que Dios salva. Los cristianos no deben tener miedo de hundirse, fieles a la llamada del Señor de “ir mar adentro” (Cfr. Lc. 5,4), de ser cada vez más profundos, nos debemos lanzar a lo desconocido, donde ya sabemos que hay tempestades, pero seguros a la vez de creer en aquel que es capaz de increpar y calmar las tormentas de la vida. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Cuando oramos con el Padre Nuestro le pedimos al Padre nos libre de todo mal; esta plegaria se asemeja a la súplica de los apóstoles en medio de la tempestad. La confianza en Dios y nuestra fe en Él nos asegura que las dificultades y los problemas que tengamos en el camino de la vida, se sabrán enfrentar con la sabiduría y la serenidad que el mismo Señor nos enseña; esta es una bella oportunidad para pedirle al Señor aumente nuestra fe, nos ayude a ver los problemas no como obstáculos, sino como oportunidades para ser mejores, más valientes, para demostrarnos a nosotros mismos que si el Señor Jesús está en la barca de nuestra vida, el miedo desaparece y se desata todo nuestro saber, para resolver con calma cada situación, que por difícil que sea, nos ayudará a ser mejores personas, mejores seres humanos, mejores creyentes. En San Pablo tenemos una bella inspiración, él tuvo que enfrentar persecuciones, dificultades en la tarea encomendada de la evangelización, pero él saca fuerzas y ánimo para realizar su ministerio con tanta energía y perseverancia, que nos preguntamos ¿de dónde saca tanta fuerza? La respuesta aparece clara en sus cartas, es su fe puesta en Cristo resucitado, esto lo lleva a afirmar con tanta radicalidad “nos apremia el amor de Cristo…” (Cfr. 2 Cor. 5,14). Al pedirle al Señor que aumente nuestra fe, también le debemos pedir nos de la pasión necesaria para enfrentar los retos de nuestra vocación, con la fidelidad y la radicalidad de quien ama con totalidad el nombre de Jesús y ha decidido seguirlo con toda fidelidad. Cuando los discípulos se embarcaron, en la búsqueda de nuevos horizontes y se adentraron en el mar, lo hicieron con confianza, pero cuando apareció la dificultad y la amenaza se llenaron de miedo, más aún, cuando vieron a Jesús ausente de lo que estaba pasando, se espantaron. Esta es la actitud desesperada de muchos hombres y mujeres, que emprenden su proyecto de vida y a la primera dificultad quieren renunciar y se desesperan haciéndose incapaces de resolver los problemas de la vida. Es aquí, donde debemos aprender de la actitud del Señor que con serenidad enfrenta la situación y con poder, transforma la tempestad en suave brisa. Le pedimos al Señor nos llene de su paz y con paciencia y sensatez enfrentemos la vida con valentía. El mundo está lleno de grandes desafíos, que en ocasiones nos llenan de cobardía y nos impiden actuar con sensatez, haciendo que la vida se vuelva monótona, vacía, llena de amarguras; permitámosle a Cristo fortalecer nuestra fe mediante la meditación asidua de su Palabra, alimentémonos de su Cuerpo y de su Sangre para no desfallecer en el camino, contemplándolo en tantos hombres y mujeres valientes, que con radicalidad han seguido al Señor hasta dar la vida por Él. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa En el día del Señor, nos hemos reunido para escuchar su Palabra y participar de la fracción del pan. En el decimosegundo domingo del tiempo ordinario la Iglesia nos invita a contemplar nuestra vida sometida a los problemas y desafíos de estos nuevos tiempos y nos anima a no tener miedo para saberlos enfrentar con serenidad y sabiduría. Coloquemos aquí junto al altar nuestros afanes y preocupaciones y permitámosle al Señor serenar y llenar nuestros corazones de esperanza. Participemos todos con alegría. Monición a la Liturgia de la Palabra Escuchemos con atención el mensaje de la Palabra de Dios que nos invita a contemplar su manera de actuar ante la tempestad en la que se ven envueltos los discípulos, con autoridad y serenidad Jesús calma la situación y nos exhorta a mantener la fe y la confianza en medio de las dificultades que se nos presentan. Escuchemos con atención Oración Universal o de los Fieles Presidente: Dirijamos a Dios nuestra oración pidiendo que nos escuche y nos ayude, nos responda y se vuelva hacia nosotros. Nos unimos diciendo: R. Te rogamos óyenos 1. Por el Papa Francisco, nuestros obispos y todos aquellos que han sido llamados a guiar, en medio de las tempestades de este mundo, al pueblo santo de Dios. Roguemos al Señor. 2. Por los dirigentes de nuestra nación, para que descubran la serenidad y la sabiduría con que Dios calma las tempestades y con fe, dirijan los destinos de nuestro pueblo por caminos de paz y reconciliación. Roguemos al Señor 3. Por los pobres, los enfermos, las víctimas de la violencia, para que Dios esté con ellos y vean sus vidas tranquilizadas por su amor y misericordia. Roguemos al Señor. 4. Por nuestra patria, la cual, clama porque cesen las tormentas de la injusticia, la corrupción y la impunidad, para que, llenos de fe y valentía trabajemos en la construcción de un mundo mejor. Roguemos al Señor. 5. Por nosotros aquí reunidos, para que el Señor haga nuevas todas las cosas por la fuerza del amor de Cristo y dé fortaleza a los atribulados, pan a los hambrientos y salud a los enfermos. Roguemos al Señor. Oración conclusiva Señor, por tu gran bondad, atiende las súplicas de tu pueblo, que te presenta en medio de las tempestades que experimenta en su vida. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén.

Vie 11 Jun 2021

"¿Con qué podemos comparar el reino de Dios?"

DECIMOPRIMER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO Junio 13 de 2021 Primera lectura: Ez 17,22-24 Salmo: Sal 92(91),2-3.13-14.15-16 (R. cf. Ez 17,24) Segunda lectura: 2Co 5,6-10 Evangelio: Mc 4,26-34 I. Orientaciones para la Predicación Introducción Para una mejor comprensión de las lecturas y su engranaje con el Año Litúrgico, es necesario hacer un acercamiento a este momento. Nos encontramos en la segunda parte del Tiempo Ordinario, que ha iniciado después de Pascua, pero que si bien vivimos en el transcurso de entresemana no es así en el recorrido dominical, que ha estado marcado por la recurrencia de grandes fiestas o Solemnidades del misterio cristiano. Concluimos la Pascua con Pentecostés, luego la Solemnidad de la Santísima Trinidad (30 de mayo), el Corpus Christi (junio 6); y esta semana que ha finalizado también nos ha llevado por los mismos senderos: El jueves, Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote; el viernes, el Sagrado Corazón de Jesús; el sábado, el Inmaculado Corazón de la Santísima Virgen María. Una serie de eventos extraordinarios que marcan el devenir del Año litúrgico y evidencian el Reino de Dios. En el Tiempo Ordinario “no se celebra ningún aspecto particular del misterio de Cristo, más bien este misterio se vive en toda su plenitud, particularmente los domingos” (Normas universales sobre el Año Litúrgico y su calendario, n.43). Así podemos proponer tres temas de reflexión y oración: • El valor del domingo para celebrar el misterio de Cristo en plenitud desde la Palabra de Dios y la sacramentalidad; • El valor de las parábolas en la transmisión del mensaje de Jesucristo; • Algunas imágenes del Reino de Dios y las actitudes propias ante el Reino. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El profeta Ezequiel vive en el momento crítico de la destrucción de Jerusalén y el exilio del pueblo en Babilonia; y se caracteriza por infundir esperanza frente a la grave crisis y dominio de los reinos circunvecinos que han sometido y destruido la ciudad de Jerusalén. En la primera parte de su libro anuncia una serie de oráculos contra Jerusalén invitando a la madurez personal frente al silencio de Dios a través de diversas imágenes. El profeta se hace defensor de la responsabilidad personal. Los versículos proclamados, son un poema que anuncia la restauración futura con características de una “era mesiánica”, que es obra de Dios. Así este texto, desde el mensaje global del libro de Ezequiel, es un llamado a la confianza, a la responsabilidad persona, y a la esperanza en un futuro marcado por la acción de Dios. El salmo 92 (91). Es un oráculo de salvación, que en su globalidad enseña que la confianza en Dios no debe basarse en las manifestaciones maravillosas o potentes, sino en una confianza por encima de esas esperanzas, pues Dios actúa de una forma discreta, casi secreta, pero firme, continua, evidentemente eficaz. La segunda lectura es la conclusión de la sección en la que Pablo se ha preguntado sobre el misterio de la vida más allá del sentido material, en efecto, el apóstol ha abordado la reflexión sobre el desenlace de la vida del creyente (4,16 – 5,10). Para abordar esta reflexión ha usado imágenes como la “tienda de campaña”, “casa” y “vestidos”, con ellas manifiesta la transitoriedad de la vida y una esperanza en algo más firme y definitivo que llega de las mismas manos de Dios. Concluye la sección (5, 6-10) colocando de relieve la confianza en Dios que lleva a vivir el presente de una manera particular en miras a los acontecimientos que seguirán en la configuración del Reino después de la muerte: Premio o castigo; esto exige una responsabilidad personal, en la que se viva el presente procurando agradar a Dios en todo. En san Marcos 4, 1-34, encontramos las enseñanzas de Jesús en parábolas; de las cuales se han escuchado dos: el grano que crece por sí mismo y el grano de mostaza, que surgen como una enseñanza sobre el Reino, pues Jesús las introduce con “el Reino de Dios se parece…” (v. 26), “¿Con qué compararemos el Reino de Dios?” (v. 30). Las dos parábolas abordadas, manifiestan que el Reino es un misterio que crece mediante la acción del hombre y de Dios. El Reino choca con dificultades, pero al mismo tiempo posee una fuerza propia, inmanente, que le garantiza el éxito final. Aunque el hombre no sepa cómo el Reino crece silenciosamente y su éxito depende de Dios. El hombre debe realizar lo que le corresponde y aguardar con confianza y esperanza. A las parábolas le sigue la conclusión sobre las enseñanzas en parábolas (vv. 33-34). De ellas se recalca que Jesús usaba las “imágenes” que le ofrecían las narraciones parabólicas según la posible comprensión de los destinatarios, pero, al mismo tiempo, algo queda en el misterio de lo incomprensible y por ello a los suyos, a los discípulos “se los explicaba todo en privado”. Las imágenes del Reino Ninguna parábola, ni imagen, es lo suficientemente integral para hablar del Reino, es tan rico y amplio este tema que se necesitan una larga lista de parábolas o imágenes mediante las cuales se puedan manifestar las características del Reino. La Lumen Gentium desarrolla esta mirada sobre las varias figuras bíblicas del Reino o de la Iglesia en el numeral 6. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento para transmitirnos esta revelación han hecho uso de diversas imágenes; las lecturas de este domingo nos llevan a algunas de ellas. El Reino se compara expresamente con una semilla cualquiera, pero también con la semilla de mostaza, esta planta se encontraba en Israel, en estado silvestre y también en cultivos. La semilla parece una acción insignificante, pero desemboca en la construcción del Reino, “crece y produce fruto”, “se hace arbusto y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar en su sombra” (Cf. Mc 4, 26-32). El Reino se parece en su dinámica a la mostaza en Palestina, crece silvestre y en cultivos, se nota la acción de Dios y del hombre. Las semillas no son las únicas imágenes en las lecturas. Tenemos en el salmo y la primera lectura la imagen del cedro, de la palmera. Se habla de cedros, pero de manera concreta del cedro del Líbano; para la tradición bíblica es el más hermoso y majestuoso de los árboles. Crece lentamente, llega hasta los 30 metros, alcanza edad muy longeva, por ello es símbolo de grandeza y poder; su madera se apreciaba para construir moradas nobles como el Templo o palacios de reyes. El otro árbol hermoso es la palmera, sus ramas protegen del sol y de las inclemencias del clima, sus frutos alimentan al hombre; su firmeza y belleza es símbolo del justo (Salmo 92,13). 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Dios se construye un Reino Las imágenes abordadas en las lecturas manifiestan algunas características del Reino de Dios. Todo acontece en el silencio de Dios, no hay que caer en la tentación de lo espectacular, ese no es el camino ordinario de la manifestación de Dios. Aunque las parábolas e imágenes no nos den una visión completa del Reino, el creyente ha de plantearse algunas que le ayuden a captar el sentido de los textos. ¿Qué es el Reino de Dios? ¿Quién es el Reino de Dios? ¿Qué significa que el Reino sea de Dios? El Reino es un misterio, crece secretamente y tiene asegurado su éxito, en su implantación confluyen el trabajo del hombre y la acción silenciosa de Dios; pues el Reino es suyo, es su propiedad, es totalmente diferente a cualquier otro reino. Ello hace que su naturaleza sea noble, como la del cedro, hace visible la grandeza y poder de Dios, manifiesta con grandeza y belleza todo su esplendor. El Reino pide una vida de Justos. El justo – creyente y el Reino Lo primero es preguntarnos ¿Qué actitudes debe vivir el creyente para decir que está en el Reino de Dios? Daremos una respuesta a la luz de la segunda lectura de hoy. Esta lectura pareciera respondernos que quien vive en el Reino de Dios debe vivir de una manera noble y distinta, caracterizada por algunos valores: * Plena confianza en Dios, aun en medio de los silencios divinos, Dios siempre está de nuestra parte, a nuestro favor. * Guiados por la fe. El hombre del Reino vive iluminado e impulsado por la fe, este es el gran valor del Reino. * Su preferencia: Vivir en todo momento con el Señor y procurar agradarle, en lo pequeño o poco que hagamos siempre buscar agradar a Dios. * Responsabilidad personal, asumir de forma responsable la vida, no escudarnos en pecados intergeneracionales o de lastres del pasado, pues cada uno tendrá que comparecer ante el tribunal de Dios para recibir premio o castigo. * Esperanza en la vida eterna. No vivimos en el Reino para que nos vaya bien económica, laboral, sentimentalmente… en esta vida, sino que la esperanza está en vivir con Dios eternamente. La vida eterna es la fuerza misteriosa que jalona la esperanza en Dios. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Te damos gracias, Señor por darnos a conocer un poco el misterio del Reino, el cual hemos vivido a lo largo de nuestra historia, concédenos la gracia de ver lo grande y majestuoso que es tu Reino a pesar de nuestro pecado e ingratitud; haz que valorando el misterio del Reino nos preocupemos de ayudarlo a construir colocando nuestro esfuerzo para que otros lo conozcan y juntos vivamos como justos que colocamos todo en las manos de Dios. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa El encuentro de la comunidad creyente para celebrar la Eucaristía nos recuerda el valor del Reino y nuestro compromiso de dar todo para hacerlo cada día más visible y mejor. Todos somos como aves que venimos a anidarnos, alimentarnos y protegernos bajo las frondosas ramas de este arbusto que es la Iglesia. Participemos pues con fe, confianza y devoción en este encuentro con nuestro Dios. Monición a la Liturgia de la Palabra La Palabra de Dios nos sorprende, cada día, con su sencillez, para que podamos entender aquello que Dios nos quiere revelar; sin embargo, muchas veces su significado se nos escapa y no lo logramos comprender. Necesitamos entrar en amistad con Jesús para que, como hacía con sus discípulos, también a nosotros hoy, nos lo explique todo en privado. Ya estamos aquí, en la intimidad de la celebración, escuchemos pues con atención qué nos va a hablar Dios. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Padre bueno, Señor del Reino, con la certeza que vivimos guiados por la fe y con la confianza de hijos te presentamos nuestras necesidades para recibir de ti las bendiciones necesarias para la construcción de tu Reino. Digamos juntos: R. Bendice tu Reino Señor 1. Que tu Iglesia, extendida por todo el mundo, sea signo de tu majestad y poder, que los que aún no te conocen encuentren el camino de la conversión y la fe. 2. Que los dirigentes de los pueblos, en sus vivencias cotidianas, descubran la presencia silenciosa de Dios, y con su responsabilidad personal, ayuden a construir los caminos de la paz, el perdón, la reconciliación y el desarrollo de nuestros pueblos. 3. Que la humanidad entera, especialmente los más vulnerables, en medio de estas graves crisis que ha causado la pandemia, todos aprendamos a vivir con confianza en la acción silenciosa de Dios y no perdamos la esperanza de un mañana mejor. 4. Que quienes nos alegramos de participar en esta Eucaristía, nos preocupemos de agradar al Señor en todo lo que hagamos y así nos comprometamos en la construcción del Reino de Dios. En un momento de silencio presentemos nuestras intenciones personales. Oración conclusiva Señor, Dueño del Reino, nosotros tus hijos esperamos con confianza en tu acción, presentando todas estas súplicas y las que quedan en nuestro corazón. Por Jesucristo Nuestro Señor. R. Amén.

Jue 10 Jun 2021

“Del costado de Cristo surge la Iglesia”

SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS Junio 11 de 2021 Primera lectura: Os 11,1.3-4.8c-9 Salmo: Sal Is 12,2-3. 4bcd.5-6 (R. cf. 3) Segunda lectura: Ef 3,8-12.14-19 Evangelio: Jn 19,31-37 I. Orientaciones para la Predicación Introducción La Palabra de Dios que ilumina y da sentido a esta solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, nos presente algunas ideas para la reflexión, oración y vivencia, resaltadas las lecturas: • “El amor de Dios a Israel” (Os 11, 1. 3-4.8c-9), • “El amor de Dios abraza a toda la humanidad” (Ef 3,8-12.14-19) y • “Del costado de Cristo surge la Iglesia” (Jn 19, 31-37). 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? “El amor de Dios a Israel” (Os 11, 1. 3-4.8c-9): El profeta Oseas nos presenta en este oráculo un mensaje claro del amor de Dios para con el pueblo de Israel. El señor es eternamente fiel. Israel no lo es, pero el Señor, por fidelidad a sí mismo, proclama de nuevo su bendición para el pueblo. La novedad en este texto está en que, si antes esta fidelidad se proclamaba bajo la imagen del esposo, ahora se hace con la imagen del padre: el amor de Dios a Israel es comparado al amor de un padre a su hijo. Este amor es más fuerte que el amor de una madre a sus hijos. Dios ama a su pueblo más que un esposo a su amada; este amor vencerá incluso las peores infidelidades; llegará hasta el don más precioso: “tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único” (Jn 3,16). “El amor de Dios abraza a toda la humanidad” (Ef 3,8-12.14-19): La actitud orante de Pablo “me pongo de rodillas”, no es una actitud frecuente en los judíos que oran siempre de pie. Sólo en los momentos de excepcional solemnidad hincaban las rodillas o se postraban en señal de adoración. El apóstol, con este giro de solemnidad casi litúrgica, expresa la intensidad de su oración y la humildad con que se realiza. Este tipo de oración hace que el hombre entero, cuerpo y alma, muestre con sus palabras y gestos el amor filial que tiene a Dios. En esta bellísima oración se pide a Dios que fortalezca a los cristianos, que Cristo habite por la fe en sus corazones y que puedan comprender la dimensión del amor de Cristo, predicado por San Pablo, de forma que crezcan hasta la plenitud de Dios. La inmensa grandeza del misterio de Cristo se expresa con un esquema muy visible: una cruz y el crucificado, cuyos brazos se extienden en las cuatro direcciones buscando abrazar con el amor a toda la humanidad. En definitiva, conocer la historia de la salvación y el misterio de Cristo es darse cuenta de la magnitud del amor de Dios. Ahí está el fundamento de la vida cristiana, como lo expresa la liturgia de las horas, en el himno de laudes en la Solemnidad del Sagrado Corazón: “Oh Jesús, suma benignidad, admirable alegría del corazón, bondad inabarcable, tu amor nos abraza”. “Del costado de Cristo surge la Iglesia” (Jn 19, 31-37): En la víspera de la Pascua se inmolaban oficialmente en el templo los corderos pascuales a los que, según la Ley, no se podía romper un hueso (Cf. Ex 12,46). La referencia a la “parasceve” (viernes como preparativo del sábado entre los judíos) y el hecho de que no le quebraran las piernas, subraya que Cristo es el verdadero Cordero Pascual que quita el pecado del mundo. La sangre y el agua que brotaron del costado traspasado de Jesús son figuras del Bautismo y de la Eucaristía, de todos los sacramentos, y de la misma Iglesia. Este segundo Adán se durmió en la cruz para que de allí le fuese formada una esposa que salió del costado de quien dormía. El comienzo de la Iglesia y su crecimiento están simbolizados en la sangre y en el agua que manaron del costado abierto de Cristo crucificado (LG 3). Tras la muerte de Jesús, el Evangelio de Juan nos presenta un episodio que él considera altamente significativo. En primer lugar, nos indica que es el momento de la preparación (Jn 19,31), es decir, la preparación a la Pascua, y precisamente es el momento en que se inmolan los corderos para la cena pascual. Todo indica que estamos en un viernes, puesto que el día siguiente es sábado y muy solmene. Los soldados quiebran las piernas de los otros dos crucificados (Jn 19,32) y al llegar a Jesús, como lo ven ya muerto, no le quiebran las piernas (Jn 19,33), sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua. El mismo evangelista nos presenta dos claves de lectura de este texto. En primer lugar, la referencia a Cristo como cordero Pascual, como bien podemos encontrar en textos veterotestamentarios (Ex 12,46) o al justo cuyos huesos son protegidos por Dios (Sal 34,21). La segunda referencia es a Cristo como Dios traspasado por los pecados del pueblo. En el profeta Zacarías 12,10 está la misma expresión, que se refiere a Dios, y ahora en el Evangelio de Juan es aplicada a Jesucristo. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Hoy en la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, detengámonos a contemplar juntos el Corazón traspasado del Crucificado. En la carta de san Pablo a los Efesios, reflexionemos una vez más que "Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo (...) y con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús" (Ef 2, 4-6). Estar en Cristo Jesús significa ya sentarse en los cielos. En el Corazón de Jesús se expresa el núcleo esencial del cristianismo; en Cristo se nos revela y entrega toda la novedad revolucionaria del Evangelio: el Amor que nos salva y nos hace vivir ya en la eternidad de Dios. El evangelista san Juan escribe: "Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn 3, 16). Su Corazón divino llama entonces a nuestro corazón; nos invita a salir de nosotros mismos y a abandonar nuestras seguridades humanas para fiarnos de él y, siguiendo su ejemplo, a hacer de nosotros mismos un don de amor sin reservas. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Aunque es verdad que la invitación de Jesús a "permanecer en su amor" (cf. Jn 15, 9) se dirige a todo bautizado, en la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, es también la Jornada de santificación sacerdotal. Bien podemos reflexionar: ¿Cómo no recordar con conmoción que de este Corazón ha brotado directamente el don de nuestro ministerio sacerdotal? ¿Cómo olvidar que los presbíteros hemos sido consagrados para servir, humilde y autorizadamente, al sacerdocio común de los fieles? Nuestra misión es indispensable para la Iglesia y para el mundo, que exige fidelidad plena a Cristo y unión incesante con él, o sea, permanecer en su amor; esto exige que busquemos constantemente la santidad. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Reunidos como asamblea litúrgica dispongamos nuestro corazón para dar gracias a Dios en el misterio de la comunión y unidad: la Eucaristía. La iglesia celebra el día de hoy la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús y la jornada de oración por la santificación del clero, supliquemos al Señor por nuestra Patria Colombia y por los sacerdotes. Continuemos con alegría esta celebración. Monición a la Liturgia de la Palabra La liturgia de la Palabra nos presenta cómo el amor de Dios es un amor sin límites. Su grandeza se manifiesta en la pequeñez y en la ternura. Jesús, no nos pide grandes discursos sobre el amor, sino hacer pequeños gestos concretos en continuidad con Él. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Bendigamos a Cristo que, para ser ante Dios Padre el pontífice misericordioso y fiel de los hombres, se hizo en todo semejante a nosotros y supliquemos diciendo: R. Muéstranos, Señor, los tesoros de tu amor 1. Te pedimos Señor, por nuestra Iglesia y en ella por el Papa Francisco, los Obispos, el clero y a todos los bautizados, para que los sostengas frente a las dificultades que se presentan. 2. Te pedimos Señor, por nuestra patria colombiana, por los líderes de nuestros pueblos, para que el amor y el diálogo contribuyan siempre a la solución de los conflictos. 3. Te pedimos Señor, por todos los que sufren, para que del costado de Cristo sean reconfortados en la misericordia 4. Te pedimos Señor, por quienes nos encontramos reunidos celebrando la Eucaristía, que podamos continuar con la misión evangelizadora que nos has encomendado. En un momento de silencio presentemos nuestras intenciones personales. Oración conclusiva Padre Santo, escucha nuestras plegarias las cuales presentamos confiados en tu amor y misericordia. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén.

Lun 31 Mayo 2021

“Cristo selló con su sangre para siempre la Nueva Alianza”

EL CUERPO Y LA SANGRE SANTÍSIMOS DE CRISTO Junio 6 de 2021 Primera lectura: Éx 24,3-8 Salmo: Sal 116(115),12-13.15-16.17-18 (R.13) Segunda lectura: Hb 9,11-15 Evangelio: Mc 14,12-16.22-26 I. Orientaciones para la Predicación Introducción De la Palabra de Dios que se nos ofrece para esta solemnidad del Cuerpo y Sangre Santísimos de Cristo, se pueden resaltar tres grandes ideas contenidas en cada una de las tres lecturas: • “La sangre de la Alianza” (Ex 24, 3-8), • “Cristo selló con su sangre para siempre la Nueva Alianza” (Hb 9,11-15), y • “Esta es mi sangre de la Nueva Alianza” (Mc 14,12-16.22-26) 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? “La sangre de la Alianza” (Ex 24, 3-8): Era frecuente entre los pueblos ratificar los pactos mediante un rito o un banquete. En este pasaje del libro del Éxodo se narra un rito con banquete mediante el cual queda sellada la Alianza. Este rito tiene lugar en la cercanía del monte, considerado un lugar sagrado; Moisés se presenta como un intermediario, pero los protagonistas son Dios y su pueblo. La ceremonia tiene dos partes bien significativas: a) la lectura y aceptación del decálogo, b) el sacrificio que sella el pacto. La aceptación del decálogo por parte del pueblo se hace con toda solemnidad, usando una formula ritual: “Haremos todo lo que ha dicho el Señor”. Posteriormente, el pueblo es rociado con la sangre del sacrificio, de esta manera queda asegurado el vínculo a la Alianza. Al distribuir la sangre a partes iguales entre el altar, que representa a Dios y el pueblo, se quiere significar que ambos se comprometen a las exigencias de la Alianza. Cuando Moisés rocía con la sangre del sacrificio al pueblo entero, lo está consagrando, haciendo de él “propiedad divina y reino de sacerdotes”. Jesucristo, en la última Cena, al instituir la Eucaristía, utiliza los mismos términos: “sangre de la Nueva Alianza” (Cf. 1 Cor 11, 23-25), indicando la naturaleza del nuevo pueblo de Dios, que, habiendo sido redimido, es ahora el “Pueblo santo de Dios”. “Cristo selló con su sangre para siempre la Nueva Alianza” (Hb 9,11-15): En la Antigua Ley tanto el sacrificio expiatorio como el ritual de una Alianza exigían el derramamiento de sangre. El autor de la Carta a los Hebreos manifiesta que la mediación sacerdotal de Cristo es la única que puede lograr el perdón de los pecados y el acceso de los hombres a Dios, porque derramó su propia sangre para ratificar la Nueva Alianza. El cristiano puede hacer también de su vida un sacrificio para Dios, uniéndose al sacrificio de Cristo. En otras palabras, la santidad del cristiano deriva directamente del sacrificio del Calvario. Conviene recordar que la Santa Misa es la renovación de este único sacrificio de Cristo, pero no reiteración al modo de los antiguos sacrificios: el sacrificio de Cristo y el sacrificio de la Eucaristía son, pues, un único sacrificio. Es una y la misma víctima, que se ofrece ahora por el ministerio de los sacerdotes, que se ofreció a sí misma entonces sobre la cruz; sólo difiere la manera de ofrecer (Cf. CEC 1367). “Está es mi sangre de la Nueva Alianza” (Mc 14,12-16.22-26): El evangelista Marcos es el más sobrio de los evangelios sinópticos (Mt 26,26-29; Lc 22, 14-20) y de la tradición paulina (1Cor 11,23-26) a la hora de narrar la institución de la Eucaristía. La muerte de Cristo es a la vez el sacrificio pascual que lleva a cabo la redención definitiva de los hombres por medio del “cordero que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29) y el sacrificio de la Nueva Alianza que devuelve al hombre la comunión con Dios reconciliándole con Él por “la sangre derramada por muchos para remisión de los pecados” (Mt 26,28). Jesús estaba reunido con sus discípulos celebrando la Pascua judía, que recordaba la liberación de la esclavitud de Egipto y el paso del Mar Rojo hacia la tierra prometida. En esa cena judía el pan se comía sin levadura, se preparaba un cordero y los alimentos se acompañaban con el vino. Jesús aprovecho esos elementos para darle un nuevo significado. Por eso dice el texto: “mientras cenaban, tomó pan y, después de pronunciar la bendición, lo partió, se lo dio a ellos y dijo: Tomad, esto es mi cuerpo. Y tomando el cáliz, habiendo dado gracias, se lo dio y todos bebieron de él. Y les dijo: Ésta es mi sangre de la nueva alianza, que es derramada por muchos” (Mc 14,22-24). Con Cristo el pueblo cristiano vive su Pascua, es decir, el paso ya no del Mar Rojo, pero sí del pecado a la Gracia, de las tinieblas a la Luz. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? La fiesta del Corpus Christi es inseparable del Jueves Santo, de la misa in Caena Domini, en la que se celebra solemnemente la institución de la Eucaristía. Mientras que en la noche del Jueves Santo se revive el misterio de Cristo que se entrega a nosotros en el pan partido y en el vino derramado, hoy, en la celebración del Corpus Christi, este mismo misterio se presenta para la adoración y la meditación del pueblo de Dios, y el Santísimo Sacramento se lleva en procesión por las calles de la ciudad y de los pueblos, para manifestar que Cristo resucitado camina en medio de nosotros y nos guía hacia el reino de los cielos. Lo que Jesús nos dio en la intimidad del Cenáculo, hoy lo manifestamos abiertamente, porque el amor de Cristo no es sólo para algunos, sino que está destinado a todos. ¡Que nuestras calles sean calles de Jesús! ¡Que nuestras casas sean casas para él y con él! Que en nuestra vida de cada día penetre su presencia. Con este gesto, ponemos ante sus ojos los sufrimientos de los enfermos, la soledad de los jóvenes y de los ancianos, las tentaciones, los miedos, toda nuestra vida. La procesión quiere ser una bendición grande y pública para nuestra ciudad: Cristo es, en persona, la bendición divina para el mundo. ¡Que el rayo de su bendición se extienda sobre todos nosotros! 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? En la procesión del Corpus Christi, acompañamos al Resucitado en su camino por el mundo entero. Y, de este modo, respondemos también a su mandato: «Tomad y comed… Bebed todos» (Mc 14,12-16.22-26). No se puede «comer» al Resucitado, presente en la forma del pan, como un simple trozo de pan. Comer este pan es comulgar, es entrar en comunión con la persona del Señor vivo. Esta comunión, este acto de «comer», es realmente un encuentro entre dos personas, es un dejarse penetrar por la vida de quien es el Señor, de quien es mi Creador y Redentor. El objetivo de esta comunión es la asimilación de mi vida con la suya, mi transformación y configuración con quien es Amor vivo. Por ello, esta comunión implica la adoración, implica la voluntad de seguir a Cristo, de seguir a quien nos precede. Adoración y procesión forman parte, por tanto, de un único gesto de comunión; responden a su mandato: «Tomad y comed». II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa La Iglesia está de fiesta hoy al celebrar, honrar y venerar la presencia de Cristo en el sacramento de la Eucaristía, su Cuerpo y su Sangre. Participar en este encuentro con el Señor nos impulsa a ser sacramento de amor y de unidad. Con alegría continuemos esta celebración. Monición a la Liturgia de la Palabra La liturgia de la Palabra nos presenta cómo del corazón de Cristo, de su «oración eucarística» en la víspera de la pasión, brota el dinamismo que transforma la realidad en sus dimensiones cósmica, humana e histórica. Todo viene de Dios, de la omnipotencia de su Amor uno y trino, encarnada en Jesús. En este Amor está inmerso el corazón de Cristo; por esta razón él sabe dar gracias y alabar a Dios, incluso, ante la traición y la violencia, y de esta forma cambia las cosas, las personas y el mundo. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Acudamos a nuestro Padre Dios, por mediación de Cristo que invita a todos a su Cena y en ella entrega su Cuerpo y su Sangre para la vida del mundo, digámosle: R. Cristo, Pan bajado del cielo, danos la vida eterna 1. Por el Romano Pontífice Francisco, obispos, sacerdotes, religiosos para que unidos por el Cuerpo y la Sangre de Cristo formen una sola familia, roguemos al Señor. 2. Por los gobernantes de las naciones, para que rijan los destinos de los pueblos con equidad y justicia, roguemos al Señor. 3. Por los que sufren, para que sepamos compartir con ellos nuestro pan de cada día, anuncio del Pan de vida eterna, roguemos al Señor. 4. Por toda la asamblea del pueblo de Dios, invitados a la mesa del Señor, para que el Pan de la Palabra y de la Eucaristía disponga nuestro corazón en ayuda a los más necesitados, roguemos al Señor. En un momento de silencio presentemos nuestras intenciones personales. Oración conclusiva Padre misericordioso, recibe estas suplicas que te presentemos con fe y esperanza en esta solemnidad del Cuerpo y Sangre de tu Hijo, Jesucristo, quien vive y reina por los siglos de los siglos. R. Amén.

Jue 27 Mayo 2021

"Bendito sea Dios Padre, y su Hijo Unigénito, y el Espíritu Santo, porque ha tenido misericordia de nosotros"

LA SANTÍSIMA TRINIDAD Mayo 30 de 2021 Primera lectura: Dt 4,32-34.39-40 Salmo: Sal 33(32),4-5.6+9.18-19.20+22 (R.cf.12) Segunda lectura: Rm 8,14-17 Evangelio: Mt 28,16-20 I. Orientaciones para la Predicación Introducción El contenido teológico o temático de las lecturas de esta Solemnidad, central en nuestra fe, es abundante y muy amplio, de manera que cada sacerdote podrá darle la centralidad necesaria de acuerdo con la realidad de su propia comunidad. Tres temas posibles: • La revelación progresiva y ascendente del Misterio de la Santísima Trinidad, se parte del reconocimiento del Dios cercano y presente en la historia, cuya meditación lo descubre como el Dios creador, y que es revelado plenamente por el Hijo – Jesús. • Un segundo argumento que se puede explorar es el nuevo estatus de los creyentes, a partir de la aceptación de la revelación trinitaria plena que efectos y responsabilidades se concretizan y deben ser vividas por todos y cada uno de los bautizados: hijos de Dios. • Una tercera mirada, la misión esencial o fundamental del pueblo creyente a partir de la revelación trinitaria: La evangelización, la misión. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La primera lectura, del Deuteronomio, libro que narra los grandes discursos de Moisés en forma de testamento, está tomada del primer discurso (1,1 – 4,43), el cual muestra cómo Dios ha guiado de una forma extraordinaria todo el recorrido y existencia de su pueblo. El texto proclamado tiene dos partes, una sección de preguntas a las cuales se responde con la segunda sección a modo de exhortación a reconocer el Único Dios; funciona a modo de epilogo del primer discurso, su función es completar la línea de pensamiento, reconocer desde la historia que hay un único Dios que actúa de manera única, lo que lo hace único, sin otro como Él; quien llega a estas conclusiones descubre que el camino a la auténtica felicidad, ayer como hoy y en el mañana a través de las generaciones que vendrán, está en la vivencia o cumplimiento de las normas y preceptos que el Dios único da. El salmo 33 (32) es una reflexión sapiencial que se hace oración de alabanza por la acción creadora de Dios, así se convierte en la respuesta a la primera lectura, “pregunta, pregunta al pasado sobre la obra de Dios”, la comunidad de hoy, como el salmista del pasado, alaba porque descubre que la Palabra del Señor es sincera, que Él es el creador, que sus ojos están fijos en sus fieles, que el da la vida y se hace escudo protector, en una palabra, que su amor viene siempre sobre su pueblo. En la segunda lectura, Pablo ha abordado la vida del cristiano en el Espíritu (Cap. 8), y subraya que esta condición se da gracias a que el creyente ha sido constituido hijo de Dios gracias al Espíritu Santo. El Espíritu no es solo una fuerza interna o maestro interior, sino principalmente el generador propiamente de una vida divina: “hijos de Dios”, “hijos adoptivos”; produce una relación real, a punto que el creyente puede gritar Abba – Padre, expresión que proviene del lenguaje de los niños para decir papá, y que los cristianos, del uso que hizo Jesús, y guiados por el Espíritu, emplean en sus fórmulas de oración o plegarias, expresando así una estrecha relación filial. Hijos adoptivos, pero plenos hijos con todos los deberes y derechos inherentes a tal estatus, pueden llamar a Dios abba, como lo hizo Jesús, y con él coherederos, tanto en el sufrimiento como en la glorificación. El evangelio corresponde al cierre del evangelio de Mateo, concretamente a la llamada misión universal; el texto puede abordarse en dos partes: Los discípulos (16-17) y Jesús el Resucitado (18-20). Los discípulos vienen determinados como los Once, periodo intermedio entre la muerte y la comprensión pascual. Ellos regresan de Jerusalén a Galilea, cumpliendo las palabras del mensaje que el ángel ha transmitido por medio de las mujeres: “irá delante de ustedes a Galilea; allí lo verán, como les había dicho” (28,7). Van al “monte que Jesús les había indicado”, referencia que no aparece en ninguna de las narraciones, pero que adquiere un matiz más teológico que indicación geográfica. El monte es el lugar de la revelación de Dios; en el evangelio de Mateo es el lugar de la promulgación del programa del Reino, las Bienaventuranzas (5,2), el espacio donde los discípulos han visto la gloria de Jesús en su manifestación de la transfiguración (17,1). Así los discípulos, del ayer como del hoy, están invitados a leer esta experiencia de encuentro con el Resucitado en la globalidad del anuncio salvador, de la institución del Reino, el cual pasa por la comprensión de la muerte y resurrección de Jesús como lo pide la transfiguración. Los versículos 18-20 son reservados a Jesús. Mateo no describe su aparición con ningún rasgo físico, absolutamente nada. Lo manifiesta reconocido plenamente, pues los once se “postraron” en actitud de adoración frente a lo divino. Jesús se acerca, actitud propia de Jesús y de Dios totalmente comprometido con los suyos. En este acercarse les confía la misión universal, misión concreta dada por la voz potente, grande. La misión se fundamenta en el poder recibido por Jesús, “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra” y su cercanía permanente, “yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”; todo ello en continuidad con el Dios poderoso que se descubre en la experiencia del pasado, según la primera lectura, al meditar sobre el evento de Egipto. Aquí tenemos un evento superior, la Resurrección es un paso diferente, de la muerte a la vida, un acontecimiento único del Dios único, como no hay otro. La misión es concreta: hacer que “todos los pueblos” sean discípulos de Jesús el Resucitado; la forma de lograrlo es igualmente precisa, “enseñándoles a guardar todo lo mandado”, elemento común con la primera lectura, “guardar los preceptos y mandamientos”, la novedad aquí se instaura en la relación que se establece con el Misterio de Dios, en el estatus sacramental que se sella con el bautismo: “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Junto a la misión, el resucitado, entrega el bautismo cristiano, don del resucitado que marca y determina las relaciones del creyente con Dios de una manera única y exclusiva; características que hacen totalmente diferente esta gracia pascual del llamado bautismo del Bautista. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Hijos de Dios Celebrar la Solemnidad de la Santísima Trinidad es un compromiso para mirar y leer el pasado y descubrir en él la acción maravillosa de Dios, y al descubrir al Dios único, meditar en el hoy de forma que se pueda dar una respuesta concreta. Dicha respuesta a la luz de las lecturas se instaura en dos dimensiones. El primer compromiso, es la dimensión orante, como el salmista o los discípulos, que se postran para adorar, creyentes que se dejan guiar por el Espíritu Santo y con su oración entran en relación con el Dios vivo, el Dios que tiene palabras de eternidad, el Dios que se hace cercano y manifiesta su amor. La comunidad creyente manifiesta su condición filial, hijos de Dios, en su relación amorosa y confiada con el Padre Eterno, relación que por el elevado grado de amor y adoración que se le tributa se transforma en oración. Orar es reconocer el amor de Dios presente en cada momento y circunstancia de nuestra vida. La vida del creyente es un misterio imbuido en el Misterio de la Trinidad, no se trata de un sentimentalismo o idea abstracta, sino que, es una condición real, jurídica con todos sus efectos, es una especie de consanguinidad que permite que guiados bajo la fuerza poderosa del Espíritu Santo se actualice toda la acción salvadora y pueda llamar a Dios Padre, y con Jesús ser hermanos, a tal certeza de ser coherederos, de manera especial en el testimonio de hijos de Dios, como Jesús, en el sufrimiento y la glorificación. Esta vida del creyente con este real estatus de hijo de Dios pide el compromiso ineludible de la evangelización, no se trata de recibir la opción de si acepto o no la misión, sino que ella brota inevitablemente de la condición de hijos de Dios. Estas dos dimensiones, oración y misión, que se soportan en la condición de hijos de Dios, son las que nos permiten vivir con fidelidad el presente para garantizar un mañana mejor. Nada ni nadie puede hacernos perder de vista el amor de Dios. Ningún mal, del ayer o del hoy, pude diluir nuestra condición de hijos de Dios. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Para los sacerdotes celebrantes, el mensaje de las lecturas de hoy nos pide un gran compromiso de manera que nuestras celebraciones eucarísticas sean vividas como un gran momento de oración en la que ejercemos nuestra condición de hijos de Dios. Esto exige nuestra preparación, un sano misticismo y una adecuada preparación. Juntos, pastores y fieles, debemos preocuparnos para que nuestros encuentros sean cada día una verdadera expresión de amor a Dios. Hagamos de este día, Solemnidad de la Trinidad, un momento permanente de oración y contemplación, de manera que cada hora, minuto y segundo, de hoy, lo vivamos pensando, meditando y contemplando al Señor que siempre está cercano a nuestra dura o alegre situación. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Hermanos, las circunstancias difíciles de la pandemia de alguna forma nos han distanciado un poco, pero hoy la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, nos permiten vivir este encuentro especial para que nos reafirmemos en nuestro compromiso de hijos de Dios. Estamos todos invitados a colocar lo mejor de cada uno en este momento de oración para hacer de él una verdadera adoración a Dios. Monición a la Liturgia de la Palabra La Palabra de Dios nos sorprende con su mensaje de revelación. En ella escucharemos como de forma progresiva y ascendente se nos va revelando el Misterio de la Trinidad y como nuestra vida personal y eclesial entra en íntima relación con Dios. Para Aprender a ser, cada día, mejores hijos de Dios, los invito a escuchar con mucha atención. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Señor, en la confianza de saberte nuestro Padre, cercano y atento a nuestra situación, presentamos como hijos nuestra situación, seguros de ser escuchados y acompañados por tu eficaz acción en nuestro favor. Digamos juntos: R. Trinidad santa, escúchanos 1. Te pedimos, Señor, por tu Iglesia, para que cada día con mayor claridad y compromiso, todos los bautizados asuman el compromiso de la Nueva Evangelización, que comunique al mundo el mensaje de salvación. 2. Te presentamos, Señor, todos los hermanos que tienen autoridad en nuestra ciudad, departamento y nación, para que su compromiso sea buscar el bien de toda nuestra región. 3. Te suplicamos, Señor, por nuestros hermanos que no han conocido a tu enviado Jesús, para que en medio de sus realidades se abran a la verdad y lo acepten como el Señor de sus vidas. 4. Te entregamos, Señor, esta comunidad que celebra en este día tu Solemnidad, para que cada uno reciba las bendiciones que clama en su corazón con su respetuosa adoración. Se pueden añadir otras intenciones personales. Oración conclusiva Santísima Trinidad, con la confianza de sabernos hijos de Dios, alabamos y adoramos tu majestad infinita, Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.