Vie 23 Jul 2021
«Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron»
DECIMO SÉPTIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Julio 25 de 2021
Primera lectura:2R 4,42-44
Salmo: Sal 145 (144),10-11.15-16.17-18 (R. cf. Mt 6,11)
Segunda lectura: Ef 4,1-6
Evangelio: Jn 6,1-15
I. Orientaciones para la Predicación
Introducción
Elíseo, varón de Dios, es el heredero del espíritu de Elías (cfr. 2Re 2, 15). El continuará incansablemente la defensa del yahvismo puro. Elíseo se vale de esta ocasión para demostrar una vez más que él no es más que el portavoz del Señor. Por medio del profeta, el Señor hace oír su voz y manifiesta su voluntad. El Antiguo Testamento es sombra y figura del Nuevo. Jesucristo realizará obras semejantes a la de los profetas antiguos; pero Él es más que profeta, pues es el Verbo encarnado; la revelación del Padre.
Decir un solo cuerpo, un Señor, una fe, un Bautismo es hablar de una llamada urgente a la unidad. La vocación cristiana, por la que todos hemos sido constituidos uno, exige mantener esta unidad lograda con la muerte de Cristo. En ocasiones exigirá sacrificios; de aquí que Pablo recuerde su situación de prisionero por la causa del Señor. Se recomiendan, por lo tanto, las llamadas virtudes sociales, que regulan las relaciones existentes entre los miembros de la comunidad cristiana: humildad. Esta vinculación entre los fieles está exigida por la unidad, que es característica primordial de la Iglesia. Siete son los motivos que reseña el apóstol, agrupados bajo tres elementos: la Iglesia, Cristo y el Padre. Todos formamos un solo cuerpo, vivificado por un mismo Espíritu; y todos abrigamos la misma y única esperanza: la herencia celestial. Dentro de la Iglesia, todos proclamamos a Cristo como único Señor; profesamos la misma fe que nos salva; y por el mismo Bautismo hemos sido configurados con Cristo muerto y resucitado. En fin, todos adoramos a un solo Dios, que es el Padre común de todos, por habernos constituido hijos adoptivos.
La multiplicación de los panes revela a Jesús como el Mesías, que alimenta con el nuevo maná al nuevo pueblo de Dios en la celebración de la nueva pascua. Revela, asimismo, la abundancia de la nueva era: no hay medida, cada uno come lo que quiere y sobra una cantidad suficiente para alimentar a todas las generaciones presentes y futuras. El prodigio provoca una adhesión de fe, aunque imperfecta.
1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?
La segunda lectura termina con una doxología: «Bendito sea (Dios) por los siglos de los siglos. Amén». Comencemos por ahí: Dios.
El Dios que predica Pablo, después de conocido el misterio de salvación en Cristo, es un Dios, Padre de todos, que lo transciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo. En Él, naturalmente, nos movemos y somos. Él es la causa de nuestro ser. Es un Dios bueno, cariñoso. Abre la mano y sacia de favores a todo viviente. Está cerca de los que lo invocan. Él da la comida a todos a su tiempo. Es, pues, un Padre bondadoso y atento. Y la atención aparece aún en los casos extremos. Hace maravillas para sacar de la necesidad al afligido.
La primera lectura nos lo recuerda. Multiplicó en manos del profeta el alimento para dar de comer a un centenar de hombres. El evangelio presenta un acontecimiento semejante, aunque con sentido más profundo. La historia de Israel lo confiesa, el salmo lo canta, el evangelio lo proclama y Pablo lo predica. Dios es un Padre cariñoso. Pero sólo el hombre religioso ve en los acontecimientos de la vida diaria, en el vivir cotidiano, la mano bondadosa del Padre que nos ama. Hay que despertar el sentido religioso que se está apagando. Estamos, se suele decir, en una sociedad de consumo, de máquinas y de ruido. No sabemos apreciar los dones del Señor. Tenemos lo necesario y nos turba sobre manera la falta de lo superfluo. Debemos acostumbrarnos a dar gracias a Dios por los bienes que nos concede: pan, agua, aire; vestido, salud, … la vida.
En la redacción de Juan, la escena de la multiplicación de los panes está descrita subrayando el señorío salvador de Jesús. Su persona y su palabra tienen la iniciativa en todo momento. Sin duda, Juan está releyendo el recuerdo de lo acontecido históricamente en Galilea a la "luz de la presencia del Señor Resucitado”.
Al trasladar la escena de la multiplicación de los panes a la vida, se podrá apreciar cómo adquiere resonancias distintas, especialmente actuales. Dependerá de la fe, pues los signos externos parecerán rutinarios. Pero es ahí, cabalmente, en la Eucaristía, donde Jesús, en medio de la multitud hambrienta, da gracias al Padre y se multiplica Él mismo, alimento en sobreabundancia.
2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad?
La bondad de Dios, Padre de todo, no en saciar nuestras hambres físicas. Va mucho más lejos. Su mano nos recoge y nos introduce en su mismo seno. Nos transporta a un mundo transcendente. Nos hace hijos suyos y partícipes de su propia felicidad. El evangelio lo proclama: Jesús Pan de Vida eterna. Ese es el profundo sentido del «signo» operado por Cristo. Cristo otorga al hombre la posibilidad de vivir para siempre. La bondad del Dios, Padre de todo, se manifiesta inefable en Jesús. Lleno de misericordia, de compasión, de cariño y afecto. Cristo es la expresión perfecta de un Dios que nos ama de forma indescriptible. Nuestro destino es la vida eterna.
El relato de la multiplicación de los panes aún nos asombra. “Los pedazos de pan, antes estériles e insignificantes, gracias a la bendición de Jesús –como seno fecundo de mujer– dieron un fruto del cual hasta sobraron muchos pedazos”.
Cabe anotar que los panes que Jesús multiplica no son comprados, son dados. Jesús inicia este proceso siguiendo la pregunta que le hacen sus discípulos: “¿De dónde vamos a sacar... (para dar vida)?”. Notamos así que hay una tensión entre la vida que se consigue por el propio esfuerzo y la vida que se recibe como don. Jesús muestra que la vida (plena) es don y hay que saber acogerla. El discurso del Pan de Vida va a desarrollar este tema: dar vida desde el don de la vida.
Lo poco que se coloca en manos de Jesús se multiplica. Notemos tres acciones claves de Jesús: Manda que la gente se siente; toma el pan y da gracias; lo parte y da a todos.
Jesús preside la mesa de la comunidad: Antes que el pan se multiplique, Jesús hace que la gente se siente. El gesto indica un “ponerse a la mesa” juntos. La idea de fondo es el de ser comunidad.
Jesús ora al Padre: Siguiendo la costumbre de los padres de familia en la cultura hebrea, quienes presiden la mesa no sólo con un puesto de honor sino entonando la oración de bendición, Jesús toma el pan y eleva una oración de acción de gracias.
Jesús reparte los panes y los peces: El presidente de la mesa también asume el puesto del servidor: uno por uno, Jesús coloca el pan y pescado en las manos de los comensales. Este detalle de un Jesús que actúa sin asistencia es propio de Juan (en cambio en Mt 14,19; Mc 6,41 y Lc 9,16, son los discípulos los servidores del pan que viene de la mano de Jesús). El alimento viene en última instancia de mano de Jesús. Aunque con ciertas variantes, los verbos que describen la multiplicación de los panes por parte de Jesús nos remiten a los verbos eucarísticos de la última cena. Es en la Eucaristía donde se comprende plenamente lo que está sucediendo aquí.
Cristo es la figura clave. No llegamos al Dios bondadoso y transcendente sino por Cristo. Cristo realiza las obras del Padre bueno. Cristo nos da de comer su propia carne (Eucaristía). Cristo ha muerto por nosotros y ha resucitado también por nosotros: bautizados en él, morimos y resucitamos en él. La fe en él nos salva.
El canto, la bendición, la acción de gracias ha de surgir espontánea después de considerar tales maravillas de amor del Dios, Padre de todo, y de Jesús, su Hijo bendito, en el Espíritu Santo.
3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?
Es tan significativa la multiplicación de los panes en los evangelios porque es el signo-milagro que simboliza y realiza, inseparablemente, la celebración del Don de Dios y la solidaridad humana. Cuando la Eucaristía queda reducida a culto y olvida el compartir, o a la inversa, termina vacía de sentido. ¿Dónde y cómo se realiza en mi vida la multiplicación de los panes? La palabra decisiva es compartir, y ¡ojalá no sea una de tantas palabras, que sólo sirven para hinchar nuestras buenas intenciones! Se multiplica mi dinero cuando no necesito guardarlo, acumularlo en los bancos o en acciones. Se multiplica mi casa cuando acoge a personas extrañas y no se abre sólo a amigos y conocidos. Se multiplica mi tiempo cuando lo invierto con los que necesitan ser escuchados. Se multiplica mi amor cuando no lo limito a los míos. Este domingo somos invitados a pensar en la Eucaristía en cómo ser más solidarios. Pero no pensaremos en gestos que tranquilicen nuestra conciencia, sino en algo que pertenezca a la vida cotidiana.
II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles
Monición introductoria de la Misa
Estamos aquí todos juntos, reunidos como un cuerpo por el poder del Espíritu Santo, unidos en un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo y un solo Dios. El Señor, que sacia todas nuestras necesidades, nos congrega nuevamente alrededor de este sacramento admirable.
Participemos con mucha alegría y gozo, demos gracias porque en este banquete podemos encontrar el alimento que satisface todos nuestros gustos.
Monición a la Liturgia de la Palabra
El Señor cumple sus promesas y satisface las necesidades más profundas del hombre pues Él da, en abundancia, a quien bien la acoge. Es Jesús el Pan bajado del cielo que llega para calmar nuestra hambre y saciar nuestra vida con su amor.
Escuchemos con fe y atención la Palabra de Dios.
Oración Universal o de los Fieles
Presidente: La generosidad desbordante de nuestro Padre Dios, nos mueve a dirigirnos a Él en oración, para pedir por las necesidades del mundo y de la Iglesia. Digamos juntos:
R. Padre de amor, escúchanos
1. La Iglesia, a través de sus ministros ordenados, religiosos y fieles es consciente de las múltiples necesidades. Oremos por ella, para que, se esmere en distribuir siempre el pan de la Eucaristía.
2. En el mundo hay demasiada pobreza y miseria. Oremos por los gobernantes de todas las naciones, para que, atentos siempre a cuantos sufren por cualquier motivo, respondan con prontitud a tantas dificultades.
3. A nuestro alrededor viven muchos ancianos, enfermos, discapacitados, reclusos, desplazados, desempleados. Oremos por ellos, para que, nuestra caridad sea cada vez más sincera con cada uno de nuestros hermanos.
4. En toda celebración eucarística somos testigos del amor de Dios, manifestado en la multiplicación del pan de la Eucaristía. Oremos por cuantos estamos reunidos, para que, renovados con la gracia sacramental caminemos hacia la patria celestial reconfortados por el Pan de la Vida.
En un momento de silencio presentemos al Padre, nuestras intenciones personales…
Oración conclusiva
Dios misericordioso,
atiende las súplicas que te hemos presentado,
y renueva en todos nosotros el deseo de vivir siempre unidos a Ti,
saciados de tus dones y reconfortados por tu providencia.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.