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Lectio Dominical

Sáb 1 Jul 2023

El que pierda su vida por mí, la encontrará

DÉCIMO TERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO 2 de julio de 2023 Primera lectura: 2 Reyes 4,8,-11.14-16a Salmo: 89(88),2-3.16-17.18-19 Segunda lectura: Romanos 6,3-4.8-11 Evangelio: Mateo 10, 37-42 I.Orientaciones para la Predicación Introducción Jesús, el Maestro, debe ocupar el primer lugar en el corazón y en la vida de los discípulos, incluso por encima de los afectos familiares. Además, el discípulo está llamado a saber perder la vida para obtener la vida verdadera; debe cargar la cruz para ser digno de seguir a Cristo. Todo aquel que acoja a los enviados de Dios tendrá su recompensa, como la tuvo la mujer que recibió en su casa a Elías o como serán premiados los que brinden hospitalidad a los misioneros de Cristo por ser sus discípulos. ¿Qué aconteció el día en que fuimos sumergidos en las aguas del bautismo? Fuimos sepultados con Cristo para resucitar con él a la vida nueva. Si la muerte ya no tiene poder sobre Cristo, también nosotros hemos muerto al pecado y vivimos para Dios. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La mujer sunamita y su esposo dan testimonio de generosidad y hospitalidad al acoger al profeta Elías en su casa. Ellos reconocen que es un “hombre de Dios” y por eso no dudan en asegurarle hospedaje durante sus viajes al monte Carmelo. De esta manera, la mujer practica la fe en YHWH, de quien Eliseo es mediador, con un gesto desinteresado (cf. 4,13). El nacimiento de un hijo será para esta mujer la inesperada recompensa, signo de la bendición divina (vv. 14-16a). Todo cristiano se une a Cristo por medio de su bautismo. Se trata de una unión, es decir, de una incorporación tan íntima y radical que nos ha asociado completamente al misterio de su muerte, sepultura y resurrección. Por el bautismo hemos muerto con Cristo, hemos sido sepultados con Cristo y hemos resucitado con Cristo. San Cirilo de Jerusalén lo explica de una forma muy clara en su segunda catequesis mistagógica: “No hemos muerto ni hemos sido sepultados de modo verdadero, ni resucitamos después de que hubiésemos sido verdaderamente crucificados, pero sí se ha realizado en imagen una imitación de aquellas cosas, y es de aquí de donde ha brotado la salvación. Cristo fue verdaderamente crucificado, verdaderamente fue sepultado y verdaderamente resucitó, y todo ello nos ha sido regalado a nosotros por gracia para que, hechos partícipes de sus sufrimientos, obtengamos en verdad la salvación”. Morir al pecado y resucitar para andar por sendas de vida nueva es la manera como se refleja en la vida del cristiano el misterio del bautismo que ha recibido. Jesús es radical y contundente cuando afirma que nadie puede ser querido más que él. Por su estilo de vida, el discípulo está llamado a jerarquizar sus vínculos afectivos, colocando en primer lugar el amor por Jesús. Se trata de asumir en la vida la virtud como el orden del amor, el ordo amoris del que habla san Agustín: se debe amar lo que verdaderamente debe ser amado. Por tanto, Jesús es el valor absoluto para el discípulo, quien le hace capaz de afrontar los sufrimientos e incluso la muerte, capaz de perder la vida en vez de conservarla para ganarla, capaz de llevar la cruz ejemplo de aquel que cargó la cruz para hacernos libres. Por otra parte, quien acoge al misionero también vive un vínculo de comunión intenso con Jesús y con el Padre, ya que, según la concepción común del judaísmo, el enviado es igual al que envía; quien acoge al misionero acoge a Jesús y en él al Padre que lo ha mandado (v. 40). Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Dejemos que sea el Papa Francisco quien nos ilumine con su enseñanza, tomada del discurso antes del rezo del Ángelus pronunciado el 2 de julio de 2017: “La liturgia nos presenta las últimas frases del discurso misionero del capítulo 10 del Evangelio de Mateo (cf. 10, 37), con el cual Jesús instruye a los doce apóstoles en el momento en el que, por primera vez les envía en misión a las aldeas de Galilea y Judea. En esta parte final Jesús subraya dos aspectos esenciales para la vida del discípulo misionero: el primero, que su vínculo con Jesús es más fuerte que cualquier otro vínculo; el segundo, que el misionero no se lleva a sí mismo, sino a Jesús, y mediante él, el amor del Padre celestial. Estos dos aspectos están conectados, porque cuanto más está Jesús en el centro del corazón y de la vida del discípulo, más ‘transparente’ es este discípulo ante su presencia. Van juntos, los dos. ‘El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí...’ (v. 37), dice Jesús. El afecto de un padre, la ternura de una madre, la dulce amistad entre hermanos y hermanas, todo esto, aun siendo muy bueno y legítimo, no puede ser antepuesto a Cristo. No porque Él nos quiera sin corazón y sin gratitud, al contrario, es más, sino porque la condición del discípulo exige una relación prioritaria con el maestro. Cualquier discípulo, ya sea un laico, una laica, un sacerdote, un obispo: la relación prioritaria. Quizás la primera pregunta que debemos hacer a un cristiano es: ‘¿Pero tú te encuentras con Jesús? ¿Tú rezas a Jesús?’. La relación. Se podría casi parafrasear el Libro del Génesis: Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a Jesucristo, y se hacen una sola cosa (cf. Génesis 2, 24). Quien se deja atraer por este vínculo de amor y de vida con el Señor Jesús, se convierte en su representante, en su ‘embajador’, sobre todo con el modo de ser, de vivir. Hasta el punto en que Jesús mismo, enviando a sus discípulos en misión, les dice: ‘Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado’ (Mateo 10, 40). Es necesario que la gente pueda percibir que para ese discípulo Jesús es verdaderamente ‘el Señor’, es verdaderamente el centro de su vida, el todo de la vida”. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Al Padre le pedimos que nos llene de su amor y nos enseñe a amar para saber amarlo con todo el corazón, con toda el alma, con todo el ser, de manera que ocupe el primer lugar de nuestros afectos. Pidamos también al Señor que sepamos re-presentarlo (hacerlo presente) como sus misioneros, como sus testigos, respaldados con nuestra coherencia de vida, según la bella indicación del Maestro: “El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado”. Toda persona con quien nos vamos encontrando en el camino de la vida debe percibir en nosotros la presencia de Jesucristo y la presencia de Dios, nuestro Padre. Recomendaciones prácticas: CXV Asamblea Plenaria del Episcopado Colombiano, 3 al 7 de julio. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Cada Domingo la Iglesia celebra a Cristo Resucitado. Él está en medio de nosotros para hablarnos en su Palabra y alimentarnos con su Eucaristía. De manera particular, hoy Jesús nos anima a seguirlo y a cargar nuestra cruz, sabiendo que todo discípulo tendrá su recompensa. Participemos con fe. Monición a la Liturgia de la Palabra La Palabra que se nos ofrece hoy, nos alienta a dejar salir de cada uno de nosotros los mejores valores cristianos que poseemos, dejémonos iluminar y guiar por ella. Que la palabra de Dios sea lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro sendero. Escuchemos con atención. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Reunidos, para recordar los beneficios de nuestro Dios, pidámosle que inspire nuestras plegarias para que merezcan ser atendidas, supliquémosle diciendo: R. Salva, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre Por la Iglesia y sus ministros, para que utilicen todos los recursos y medios de comunicación para dar a conocer la buena nueva del evangelio, Roguemos al Señor. . Por los gobernantes de las naciones, para que depongan sus planes personales, piensen en los más necesitados y los ayuden a mejorar su calidad de vida, Roguemos al Señor. Por los obispos que estarán reunidos en Asamblea Plenaria esta semana, para que tengan abundante asistencia del Espíritu Santo, y sean dóciles a sus divinas inspiraciones, y encuentren las soluciones adecuadas a los tiempos actuales. Por las familias que sufren la perdida de sus seres queridos a causa de la pandemia, para que el Señor las consuele y las llene de fortaleza. Roguemos al Señor. Por cada uno de los que participamos de esta celebración, para que el Señor toque nuestro corazón y nos permita recibirlo a Él, con la hospitalidad practicada a nuestros hermanos, especialmente a los más necesitados. Roguemos al Señor. Oración conclusiva Que te sean gratos, Señor, los deseos de tu Iglesia suplicante, y concede lo que no podemos esperar por nuestros méritos. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén.

Mar 27 Jun 2023

Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

SAN PEDRO Y SAN PABLO, APÓSTOLES 29 de junio de 2023 Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 12,1-11 Salmo: 34(33),2-3.4-5.6-7.8-9 Segunda lectura: 2Timoteo 4,6-8.17-18 Evangelio: Mateo 16,13-19 ORIENTACIONES PARA LA PREDICACIÓN Introducción Pedro, en nombre de los discípulos, confiesa la fe en Jesucristo como Mesías e Hijo de Dios y por eso es constituido como la piedra en la que será edificada la Iglesia, la comunidad donde habita Cristo en medio de los creyentes. El Pueblo de Dios ora por el apóstol Pedro y el Señor lo rescata de las cadenas de la prisión que no pueden obstaculizar la misión evangelizadora de la iglesia apostólica. Se manifiestan el poder de Dios y la intercesión de los fieles. El apóstol Pablo da testimonio de su fidelidad al Señor desde que comenzó su camino de fe a partir del encuentro con Cristo resucitado. Consciente de la proximidad de su martirio, él confía en recibir la corona merecida pues el mismo Señor le dio fuerzas para evangelizar y lo libró de los peligros. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Ya no solamente son las autoridades religiosas quienes persiguen a los primeros cristianos, sino que también entra en escena la autoridad política, representada en la figura del rey Herodes. Parece ser que, para poner preso al apóstol Pedro, su única motivación es agradarle a la gente. Humana y físicamente hablando era imposible que Pedro saliera por sus medios de la cárcel pues la perícopa resalta el hecho de estar muy bien custodiado por cuatro piquetes de soldados y dormir encadenado entre dos soldados. No obstante, como ocurrió en otros momentos puntuales de la Historia de la Salvación, el Dios que hace obras admirables interviene para dar la libertad a sus hijos, a sus elegidos. Luego de que el ángel del Señor le ayudara a superar todas las barreras para salir de la prisión, se le abren los ojos a Pedro, quien, volviendo en sí, reconoce la obra de Dios y confiesa su fe: “el Señor ha enviado a su ángel para librarme”. Cabe subrayar el papel de la oración de la Iglesia: como respuesta a esta oración, el Señor envía a su ángel. “Para Lucas el episodio es importante no sólo porque revela el poder de la fe y la oración cristianas, sino la fidelidad de Dios que nunca abandona a sus elegidos” (J. Fitzmyer). Estando en la prisión, Pablo resume su vida en tres acciones: combatir bien el combate, correr hasta la meta y mantener la fe. Si en otro pasaje el apóstol exhorta a su discípulo Timoteo a combatir el buen combate de la fe (cf. 1Tm 6,12) es porque tiene toda la autoridad de vida para aconsejarlo. Podríamos decir que dicho combate por el Evangelio, pasando por cada prueba que tuvo que enfrentar, comenzó el día en que tuvo su encuentro con Cristo en el camino hacia Damasco y fue bautizado. Inmediatamente después de esto, san Pablo no vaciló en ponerse al servicio de la causa de Cristo, por encima de las dificultades, transformándose en el gran evangelizador de la primera generación de cristianos. Pablo experimenta la cercanía de lo que él llama “el momento de ser sacrificado”, dando a entender que entregará su vida como ofrenda sagrada, agradable para el mismo Dios. Consciente de la proximidad del final de su vida y su misión, Pablo evalúa su camino y lo compara con una carrera que él ha corrido completa, hasta la meta (no todos los corredores terminan una competencia). El apóstol ya había hecho esta comparación de la vida cristiana en otra de sus cartas, invitando a los discípulos a que, privándose de las cosas del mundo, no se cansaran de correr por el premio: una corona incorruptible (Cf. 1Cor 9,24-25). En ese orden de ideas, Pablo está tan convencido de haber cruzado la meta, que se expresa muy seguro a la hora de afirmar que simplemente aguarda la corona, el premio. De la misma manera, les da un mensaje de esperanza a todos aquellos que aspiran al premio eterno, si perseveran compitiendo hasta el final y aman la venida del Señor. Dos preguntas les hace Jesús a sus discípulos caminando por la región de Cesarea de Filipo (región claramente distinguida como pagana): una primera para conocer qué es lo que ellos han oído de la gente acerca de su maestro y para que den una respuesta sin comprometerse; otra, la segunda, para cuestionarlos directamente y saber si han descubierto quién es el “Hijo del hombre”, quién es el maestro con el que han compartido la vida, quién es el amigo que los ha guiado en el camino de discipulado. A la primera pregunta responden con las suposiciones del pueblo en general, con nombres de otros personajes proféticos que lo que dejan entrever no es otra cosa, sino la confusión de la gente con respecto a la identidad de Jesús. Y a responder la segunda pregunta se lanza Pedro, tomando la vocería, para declarar que Jesús es más que un profeta, es el Ungido prometido desde el principio, el Hijo del mismísimo Dios vivo, único y verdadero, Dios revelado a Moisés y a los israelitas como YHWH. Reconocer la condición divina de Jesús, es decir, su origen celestial, es un don recibido por parte del Padre celestial, lo que indica que todo discípulo que quiera reconocer a Jesús como el Hijo de Dios, debe abrirse al don que viene del Padre, el único que, por la acción del Espíritu, ilumina nuestro entendimiento y fortalece nuestra voluntad para conducirnos a la Verdad plena que es Jesucristo. En la misma línea teológica podemos afirmar que también Pedro recibe el don de ser piedra sobre la que Cristo edificará la Iglesia, el nuevo pueblo de Dios, la comunidad de los bautizados que fundamentan su fe en el Resucitado. Pedro lo que ha hecho es expresar su fe personal, que a su vez es la fe de la comunidad apostólica. Sobre esa sólida fe que ha confesado la verdad de Cristo, sobre esa misma fe, es que se sostiene la vida de la Iglesia. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? En el contexto de este tiempo sinodal que vive la Iglesia escuchemos la siguiente reflexión del Papa Francisco en la Misa de la solemnidad de san Pedro y san Pablo del año 2022, tomando como referencia la primera lectura: “Los Hechos de los Apóstoles nos han relatado lo que sucedió la noche en que Pedro fue liberado de las cadenas de la prisión; un ángel del Señor lo sacudió mientras dormía y ‘lo hizo levantar, diciéndole: ¡Levántate rápido!’ (12,7). Lo despertó y le pidió que se levantara. Esta escena evoca la Pascua, pues aquí encontramos dos verbos usados en los relatos de la resurrección: despertar y levantarse. Significa que el ángel despertó a Pedro del sueño de la muerte y lo instó a levantarse, es decir, a resurgir, a salir fuera hacia la luz, a dejarse conducir por el Señor para atravesar el umbral de todas las puertas cerradas (cf. v. 10). Es una imagen significativa para la Iglesia. También nosotros, como discípulos del Señor y como comunidad cristiana, estamos llamados a levantarnos rápidamente para entrar en el dinamismo de la resurrección y dejarnos guiar por el Señor en los caminos que Él quiere mostrarnos. […] El Sínodo que estamos celebrando nos llama a convertirnos en una Iglesia que se levanta, que no se encierra en sí misma, sino que es capaz de mirar más allá, de salir de sus propias prisiones al encuentro del mundo. Con la valentía de abrir las puertas. […] Una Iglesia sin cadenas y sin muros, en la que todos puedan sentirse acogidos y acompañados, en la que se cultive el arte de la escucha, del diálogo, de la participación, bajo la única autoridad del Espíritu Santo. Una Iglesia libre y humilde, que “se levanta rápido”, que no posterga, que no acumula retrasos ante los desafíos del ahora, que no se detiene en los recintos sagrados, sino que se deja animar por la pasión del anuncio del Evangelio y el deseo de llegar a todos y de acoger a todos. No nos olvidemos de esta palabra, todos. ¡Todos! Vayan a los cruces de los caminos y traigan a todos: ciegos, sordos, cojos, enfermos, justos, pecadores, ¡a todos, a todos! Esta palabra del Señor debe resonar en la mente y en el corazón, todos, en la Iglesia hay lugar para todos. Muchas veces nosotros nos convertimos en una Iglesia de puertas abiertas, pero para despedir y para condenar a la gente. Ayer uno de ustedes me decía: ‘Para la Iglesia este no es el tiempo de las despedidas, es el tiempo de la acogida’. ‘Pero no vinieron al banquete’ — Vayan al cruce de los caminos y traigan a todos, a todos — ‘Pero son pecadores’ — ¡Traigan a todos!” 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Siguiendo el ejemplo de la Iglesia relatado en la primera lectura, hoy oremos por el sucesor del apóstol Pedro, el santo padre, el Papa Francisco. Contemplemos con gozo que la promesa del Señor se sigue cumpliendo: La Iglesia ha estado y sigue estando edificada sobre la roca de la fe del apóstol Pedro. Tengamos en cuenta que nuestra fe personal debe estar arraigada en la fe de toda la Iglesia, que es la fe de la comunidad de los bautizados. En nuestra vida se debe reflejar lo que decimos cada vez que recitamos el Credo: “Creo en santa Iglesia Católica”. Celebrar a los apóstoles Pedro y Pablo es una bella oportunidad para renovar nuestra fe en Dios uno y trino, nuestra fe en la resurrección y nuestra fe en la Iglesia. _____________________ Recomendaciones prácticas: Jornada del Óbolo de San Pedro. Se celebra la misa vespertina de la vigilia de esta solemnidad el día 28 de junio desde las 6 de la tarde en adelante. Esta misa tiene eucología menor y lecturas propias (cf. Misal, página 607). II. MONICIONES Y ORACIONES DE LOS FIELES Monición introductoria de la Misa Queridos hermanos: celebramos hoy el testimonio de fe de los santos apóstoles Pedro y Pablo: la fe que confesó san Pedro, reconociendo a Jesús como el Mesías; la fe que confesó san Pablo para evangelizar y formar comunidades de cristianos. En esta fe se sostiene la fe de todos los miembros de la Iglesia, unidos a su cabeza que es Cristo. Por eso vivamos esta Eucaristía con la alegría de tener nuestra fe bien cimentada en la roca de los apóstoles. En este día oremos de manera especial por las intenciones del Papa Francisco. Monición a la Liturgia de la Palabra El mensaje que anunciaron los apóstoles Pedro y Pablo es la Buena Noticia de Cristo. Hoy este mensaje ha llegado a nosotros gracias a que se ha transmitido de generación en generación desde el tempo de los apóstoles hasta nuestros días. Entonces sintámonos privilegiados de escuchar la Palabra del Señor. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Alegres por celebrar la solemnidad de los apóstoles San Pedro y San Pablo, presentemos al Padre, por medio de Cristo, nuestras oraciones por el mundo entero y digamos juntos: R. Padre de amor, escucha la oración de tu Iglesia. Oremos por la Iglesia Universal para que, permaneciendo fiel al fundamento apostólico, haga resonar la proclamación del Evangelio en todo el orbe. 2. Oremos por el Papa Francisco, sucesor de Pedro, para que, impulsado por el Espíritu Santo, siga confirmando en la fe a todo el pueblo de Dios. 3. Oremos por los gobernantes de las naciones, para que, buscando el bien de todas las personas, lleven a cabo su misión guiados por la caridad. 4. Oremos por los que sufren en el cuerpo y el alma, para que, con ayuda de sus hermanos encuentren fortaleza y consuelo. 5. Oremos por nosotros que participamos de esta celebración, para que, imitando el ejemplo de San Pedro y San Pablo, confesemos nuestra fe con convicción y seamos testigos valientes de Cristo Resucitado. Oración conclusiva Dios todopoderoso, por intercesión de tus santos apóstoles Pedro y Pablo no permitas que seamos perturbados por ningún peligro, tú que nos has afianzado sobre la roca de la fe apostólica. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén. R. Amén

Vie 23 Jun 2023

No tengáis miedo

DÉCIMO SEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO 25 de junio de 2023 Primera lectura: Jeremías 20, 10-13 Salmo: 69(68), 9-10.14.33-34 (R. 35,10) Segunda lectura: Romanos 5,12-15 Evangelio: Mateo 10,26-33 Orientaciones para la Predicación Introducción En los últimos tiempos hemos experimentado el ruido de vientos contrarios y fuertes, que han tambaleado incluso a la misma Iglesia. Hay quienes se marean por el oleaje, otros se escandalizan y viven preocupados por las ciertas y falsas noticias que ruedan en las redes, y otros pretenden calmar la tempestad con sus propias fuerzas. Ante ello se puede explorar el repetitivo tema que aparece en las Escrituras de “No tengan miedo a los hombres” (Evangelio). O se puede abordar el tema de la fe, una fe que en momentos se muestra débil o poca, pero que es puesta a prueba no para su destrucción sino para su purificación y crecimiento. También desde la experiencia del enviado abordar los sentimientos, miedos, angustias, certezas y esperanzas que vive el hombre de Dios que asume la misión (la crisis o el gozo interior). ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La primera lectura nos trae parte del quinto relato de las Confesiones de Jeremías (a. 11,18 – 12,6; b. 15, 10-21; c. 17, 4-18; d. 18, 18-23; e. 20, 7-18). En ellas el profeta se despacha y abre su corazón para dejar palpar el duro combate de la crisis interior, estos desahogos son las llamadas “Confesiones de Jeremías”. El hombre de Dios comparte su conmoción ante su misión, sentirse enamorado por Dios y al mismo tiempo como olvidado por parte de Él en el cumplimiento de su misión. Son un “testimonio emocionante de las crisis interiores que atravesó” (Introducción a los profetas, Biblia de Jerusalén), sentimientos que se describen en los salmos de súplica. En el pasaje proclamado se presenta la influencia de Dios sobre el profeta, quien responsabiliza a Dios de su desdicha como si en su experiencia hubiese llegado a la conclusión que Dios lo ha despreciado (V. 10 todo es pavor, seducción, dobles, abatimiento, venganza); pero en medio del delirio interior, Jeremías mantiene la certeza que su Dios es el Dios de la gracia y lanza un grito de esperanza en él (Cf. Vv. 11-13), comenzando con la certeza absoluta de “Dios está conmigo”. La certeza de estar acompañado y defendido por Dios que infringirá el fracaso a sus “perseguidores”; Jeremías no actúa, él no toma venganza, su vengador es Dios, a él encomienda su causa. La misión el profeta, desde el inicio, se ha descrito en seis verbos: “arrancar y derribar, edificar y plantar, destruir y vender” (Jr 1,10), en ello se resumen las dos dimensiones fundamentales de todo profeta: Denunciar el pecado y anunciar la salvación. Esto provoca el cuchicheo y acecho de la gente; ante lo cual solo caben dos acciones: reafirmar la confianza – esperanza en Dios, y expresarle la debida alabanza. Esto es lo que pasa en el pasaje (Cf vv. 11-13 el himno de alabanza). El Salmo 69 (68) es una especie de lamentación, donde se expresa una queja seguida de una oración. Los versículos proclamados en esta celebración son el grito de angustia de un fiel, víctima de su celo. Esta oración refleja la situación vivida por Jeremías y por lo mismo la situación de todo hombre y mujer que se toma en serio la misión y el amor de Dios. La Segunda lectura, de la Carta a los Romanos, el Opúsculo teológico de Pablo, está tomada de la segunda parte de este escrito, que en los capítulos 5 al 8 desarrolla la justificación como prenda de salvación. El cristiano justificado por el amor de Dios bajo la gracia del Espíritu Santo encuentra la garantía – certeza de la salvación. Así los versículos 12 – 21 del capítulo 5, de donde se toman los proclamados, contrapone las figuras de Adán y el rol Único de Cristo, en quien la gracia ha sobreabundado. Así deja en claro que el pecado y sus consecuencias – la muerte – habitan en todo hombre, y separan de Dios; esta separación es la muerte (espiritual, física y eterna). Ante ello el don es obrado por Dios en Cristo Jesús que en comparación con Adán no hay punto de contraste, pues en Él se desborda la gracia para toda la humanidad. El Evangelio pertenece al Discurso Apostólico (Cap. 10 – 12). Que tiene como elemento de trasfondo la presentación e implementación del Misterio del Reino en las realidades humanas; para lograr este cometido, en el capítulo 10 encontramos este contexto: 1) elección de los Doce apóstoles junto a su manual de misión (10, 1-15); 2) la cruz parte integrante de la predicación (10, 16-25); 3) Llevar a cabo el anuncio sin temor (10, 26-33); 4) Jesús señal de contradicción (10,34-36); 5) aprender a renunciar para ser digno del Señor (10, 37-39), y su conclusión (10, 40-42). Así el texto proclamado (vv. 26-33) corresponde a las indicaciones para ser misionero y anunciar valientemente el mensaje confiado. Primero, no tener miedo a los hombres ni a sus acciones, aunque a veces son duras, en verdad no pueden nada; a quien hay que temer es a Dios que puede destruir eternamente. Segundo, el deber de proclamar el mensaje, de quien ha enviado, sin temor. 3) la muerte, sufrimiento, persecución tienen un gran valor. La suerte del discípulo se describe con la imagen de los gorriones y cabellos de la cabeza (29-31), con lo cual se afirma que la muerte de los discípulos, o su suerte, sea la que sea, no es un accidente sin sentido, sino que su entrega tiene un profundo significado pues “ni uno caerá al suelo sin el consentimiento del Padre”. Dios nunca estará ausente de la situación que le corresponda vivir al enviado. De esta manera la muerte no es fruto del pecado, como en Adán, sino motivo de vida, de gloria, como el Jesús. Finalmente, la cuarta enseñanza, es una precisión que el miedo o intranquilidad debe estar en el desenlace del Juicio final (vv. 32-33), se describe serenamente este momento para quien se puso de parte de Jesús, él lo defenderá en el juicio, pero quien lo negó – no lo anunció – no puede contar con su defensa en este crucial momento de realización final o definitiva. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Discípulos misioneros según el corazón de Dios Las lecturas nos han de interrogar sobre ¿cuáles son las actitudes frente a la misión? Entiéndase el compromiso de realizar el anuncio del Señor. Así la misión llámese profética (primera lectura con Jeremías), Apostólica (Evangelio con los Doce), o la ejemplarizante misión de Jesús en contraposición a la de Adán (segunda lectura), el hombre tiene la posibilidad de seguir causando pecado y la muerte o realizar su misión dejando que la gracia y la vida, obra exclusiva de Dios, siga llegando a todos y haciéndose operativa a pesar de la violencia que se le opone. La responsabilidad de tan maravillosa misión puede provocar una especie de crisis interior, que surge muchas veces de no comprender el querer de Dios y ver que las cosas no suceden según nuestro mezquino interés. Anunciar la misión liberadora de Cristo Jesús requiere discípulos misioneros según el corazón de Dios. No es Dios quien debe condescender o configurarse con nuestros pensamientos, sino los nuestros con los de Dios. La vida es para cumplir una misión, en ella nos jugamos la verdadera vida, la eterna; todo es obra en definitiva del que envía, “mi Padre del Cielo” repetirá el Evangelio proclamado por dos veces, es él quien da sentido a todo. Él da sentido a la vida, al envío, a la entrega incluso hasta la muerte, pues solo él puede verdaderamente dar vida o destruir. Nuestra misión evangelizadora no es una opción sino una responsabilidad de amor, ella está en continuidad irrompible con la misión de Jesús, en él el Padre nos ha enviado a todos. Todos: profetas y enviados por Dios, tarea ineludible si queremos la salvación. Discípulos misioneros tarea de todo bautizado. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Como oración y contemplación se puede proponer que, en ambiente de oración, se proclamen algunos apartes de la acción de gracias que nuestros pastores registraron en el Documento de Aparecida (Cf 23 – 32). Se puede tomar uno de los números que habla de la “Acción de gracias a Dios” (23 – 27), tomar uno de “La alegría de ser discípulos misioneros de Jesucristo” (28 – 29) y otro de “La Misión de la Iglesia de Evangelizar” (30-32). E insistir que el reflejo de este encuentro con Jesús es la conciencia que no podemos pasar la vida ser misioneros que damos a conocer Dios: quien, asumiendo una vocación específica del llamado del Señor, pero todos en compromiso bautismal profetas que, en su ambiente, familia y demás da a conocer las maravillas que ha obrado nuestro padre Dios. No teman proponer el llamado vocacional en sus diversas manifestaciones al pueblo de Dios. _______________________ Recomendaciones prácticas: El 29 de junio concurre la solemnidad de los santos Pedro y Pablo, que se convierte en una ocasión de orar por el Santo Padre Francisco. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Querida familia parroquial de NN., la ruptura con la cotidianidad para encontrarnos como comunidad eclesial y ofrecer a Dios la alabanza y adoración debida nos permite entrar en un espacio de descubrir nuestra vocación y misión; así como de preocuparnos por la salvación de unos y otros, a quienes traemos en nuestra oración en este encuentro con nuestro Dios. Perdamos los miedos y confiemos en Dios. Con corazón abierto dispongámonos a dejarnos conocer de Dios y recibir de su poder la ayuda necesaria para nuestra vivencia de la fe. Monición a la Liturgia de la Palabra ¡Oyentes, atención!, abran sus oídos y el corazón que les va a hablar el Señor. Aquí se nos abrirá la Palabra de Dios, único apoyo sutil e inconmovible para quien quiere vivir como propone el Señor; Oyentes escuchen con atención para que no pierdan las bendiciones de Dios. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Padre que nos llamas y envías, escucha nuestras suplicas, que te vamos a presentar, para que nos ayudes a aceptar nuestro compromiso evangelizador manteniendo una viva confianza en tu amor. Digamos con fe: R. Qué nos inunde tu llamada y misión, Señor. Te presentamos Señor, al Papa, a los obispos, los sacerdotes, a los diáconos, a todos los que has llamado a ser testigos de tu evangelio, para que nunca desconfíen de la tarea encomendada y bríndales la fortaleza necesaria para sus pruebas. Te presentamos Señor, a todos nuestros gobernantes, que ellos descubran que en el cumplimiento de su labor hay una misión superior: Ganarse la vida eterna ayudando a implantar el Reino de Dios, teniendo presente a los pobres, los faltos de pan, de techo, de trabajo, de justicia, de solidaridad. Te presentamos Señor, a las familias, para que enseñen a sus hijos a vivir en el amor, a perdonar, a tolerar, a ser hogares abiertos donde se acoja y se comparta la misión de evangelizar; y así pronto cese la violencia, la guerra, la opresión, y geminen tiempos de paz y reconciliación. Te presentamos Señor, a los sufren en el alma o en el cuerpo, para que encuentren consuelo para su dolor en los hermanos más cercanos. Te presentamos Señor, a esta comunidad parroquial, para que leas en cada uno aquello que tanto le preocupa y sea tu amor el que los consuele. Oración conclusiva Padre eterno, que siempre nos escuchas, sigue ayudándonos a ser consecuentes, cayendo en la cuenta de que todo lo hemos recibido de tu amor por Jesucristo, tu Hijo que vive y reina por los siglos de los siglos. R. Amén.

Vie 16 Jun 2023

Al ver Jesús a las gentes, se compadecía

DÉCIMO PRIMER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO 18 de junio de 2023 Primera lectura: Éxodo 19, 2-6a Salmo: 99, 1b-2,3,5 (R.:3c) Segunda lectura: Romanos 5, 6-11 Evangelio: Mateo 9, 36-10,8 I. Orientaciones para la Predicación Introducción La palabra de Dios en este domingo nos lleva a tomar una conciencia más clara de nuestra condición de pueblo de Dios, de discípulos y misioneros, de llevar el alivio de la caridad a los más pobres y necesitados. Recibimos la invitación para trabajar en la mies del Señor y para orar pidiendo que haya más obreros en ella. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La primera lectura del Éxodo se refiere a Israel como pueblo de la alianza, que ha experimentado las maravillas obradas por el Señor. El Señor llama a Israel pueblo de su propiedad, reino de sacerdotes y nación santa. Son tres apelativos que denotan la especial consagración del pueblo a Dios en todas las instancias de su existencia, condición que le exige ser “distinto” a los demás pueblos, guardando los preceptos del Señor. Escuchado el Evangelio asistimos al llamado y primer envío misionero de los Apóstoles; se alude, en primer lugar, al “recorrido” de Jesús por los poblados y a su compasión frente al cansancio y abandono de la muchedumbre, la cual está “como ovejas que no tienen pastor”. Así, el actuar de Cristo aparece como modelo de toda acción pastoral, que lleva a quienes sufren el alivio, el descanso, la sanación, la esperanza, en pocas palabras, la verdadera y completa salvación. La invitación a pedir al dueño de la mies que envíe obreros a su mies, de un lado constata que es tiempo de sembrar y cosechar en la instauración del reinado de Dios, y que son necesarios cooperados en esta tarea. En estrecha continuidad con este mandato, se sitúa la vocación de los doce Apóstoles, quienes, llamados con nombre propio, son enviados por Jesús, con autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y violencia. Podemos decir que esta misión, que se detalla aún más al final del pasaje evangélico, es fruto y prolongación de la compasión y de la acción del mismo Cristo, Buen Pastor de las ovejas. La segunda lectura, en este contexto, nos hace presente la salvación que Cristo ha obrado en nosotros, llamándola “reconciliación y salvación”. Aunque no se menciona directamente en estos versículos, el propósito es que la comunidad cristiana viva y promueva la reconciliación con Dios y con los hermanos: “ser embajadores de reconciliación” (cfr. 2Cor 5, 20). 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? La palabra de Dios nos estimula en este día que volvamos sobre nuestra identidad y misión, especialmente como “pueblo, nación santa, reino de sacerdotes”. En efecto, no debemos olvidar que… • Somos pueblo elegido y comunidad consagrada a Dios: el Señor nos ama eligiéndonos y haciendo alianza de amor con nosotros. A la elección de Dios debemos responder con santidad, es decir consagrando a él toda nuestra vida y optando diaria y radicalmente por los mandamientos, como senderos de libertad. • Somos comunidad apostólica: porque nuestra fe está vinculada a los doce que Jesús llamó y porque todos somos enviados como ellos a combatir el mal a fuerza de bien (cfr. Rom 12, 21) y a curar toda enfermedad y dolencia. Somos Iglesia que anuncia la maravillosa buena nueva del amor de Dios, a todos, sin exclusión. • Somos comunidad que da testimonio de unidad fraterna, de caridad, de esperanza, en medio de un mundo que sufre por tantas realidades que van en contravía del plan de salvación del Señor; una Iglesia embajadora de la reconciliación que Cristo consiguió para el mundo con su muerte en cruz y resurrección gloriosa. • Somos Iglesia que prolonga la compasión de Cristo frente al agobio y el sufrimiento de tantos hermanos por la pobreza, la violencia, la injusticia, el desplazamiento, la exclusión, la enfermedad… 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Le pedimos al Señor, como él mismo nos recomienda, que envíe obreros a su mies; que todos los bautizados asumamos con mayor entusiasmo y arrojo nuestro discipulado misionero; que avancemos sinodalmente por los caminos de la comunión, la participación y la misión. Suplicamos igualmente que el Señor, además suscite vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada para que, trabajando en comunión con todo el pueblo santo de Dios, no se malogre la cosecha de la gracia divina, que no deja de actuar en el mundo y en cada persona. _______________________ Recomendaciones prácticas: • Día del Padre. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Nos reunimos en el Día del Señor, para celebrar el Misterio de nuestra fe. Jesús, en varias ocasiones al ver a las multitudes solas y sin pastor, aparece en el Evangelio movido a compasión por ellas: se conmueve en lo más hondo de su ser, porque andaban maltratadas, abatidas y desorientadas. Por eso, Jesús, dirigiéndose a los discípulos, dice: “La mies es mucha, pero los obreros pocos”. Reavivemos la conciencia del llamado que se nos hace a todos como bautizados: prolongar la obra de Cristo, anunciar su Reino, y asumir compromisos concretos de Evangelización en los diversos ambientes en los cuales nos encontramos. Participemos con fe y alegría de esta celebración. Monición a la Liturgia de la Palabra La Palabra nos recuerda la identidad y misión de la Iglesia, pueblo de Dios en el hoy de nuestra historia, comunidad de discípulos y misioneros. Por eso, las lecturas nos animan a pedir al Señor que suscite en nuestras comunidades hombres y mujeres dispuestos a descubrir el sentido vocacional de su vida; que no solo les baste ser buenos, sino que se sepan llamados a ser obreros en la viña del Señor y correspondan generosamente. Escuchemos con atención a Dios que nos habla. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Presentemos nuestras oraciones al Padre, que es rico en misericordia, y que está siempre presto a atender las súplicas de quienes lo invocan confiada y filialmente. Digamos con fe: R. Señor, envía obreros a tu mies. 1. Por el Papa, para que el Señor le conceda la fortaleza necesaria para vencer las dificultades que se le presentan cada día y así puedan seguir guiando a la Iglesia con amor, valentía y sabiduría. 2. Por los gobernantes de las naciones y todos los que están comprometidos con la vida política, para que reconozcan que su gran misión es velar por el bienestar común de los que les han sido confiados. 3. Por los enfermos y sus familias, por los secuestrados, por los que han debido abandonar sus familias en busca de mejores oportunidades, para que encuentren en el Señor la ayuda, el consuelo y la paz que necesitan. 4. Por nosotros, reunidos en torno al altar, para que, a la luz del Evangelio, nos comprometamos, a partir de la familia, a ser casas abiertas al paso de Dios y a atender las necesidades de nuestros hermanos con sensibilidad y caridad cristianas. 5. Por los padres de familia, para que reciban el auxilio de Dios y sigan cumpliendo con responsabilidad la misión encomendada en el cuidado de sus familias y por los que ya fallecieron para que reciban el gozo del encuentro con el Padre Celestial. Oración conclusiva Padre bueno, que velas continuamente por nosotros, atiende las plegarias que te presentamos confiadamente. Por Jesucristo, Nuestro Señor. R. Amén.

Vie 9 Jun 2023

El que coma de este pan vivirá para siempre

EL CUERPO Y LA SANGRE SANTÍSIMOS DE CRISTO 11 de junio de 2023 Primera lectura: Deuteronomio 8, 2-3.14b-16a Salmo: 147,12-13.14-15.19-20 (R. cf. Lc 1,53) Segunda lectura: 1Corintios 10,16-17 Evangelio: Juan 6, 51-58 Orientaciones para la Predicación Introducción «La Iglesia vive de la Eucaristía. Esta verdad no expresa solamente una experiencia cotidiana de fe, sino que encierra en síntesisel núcleo del misterio de la Iglesia. Ésta experimenta con alegría cómo se realiza continuamente, en múltiples formas, la promesa del Señor: “He aquí que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt28, 20)». El inicio de la encíclica “Ecclesia de Eucharistia” de San Juan Pablo II ilustra y resume de una manera única el mensaje de este día. La homilía puede concentrarse en la exaltación de este divino misterio sin el cual la Iglesia no podría sostenerse y crecer. En el contexto de sinodalidad que vive la Iglesia y en consonancia con la Solemnidad de la Santísima Trinidad, celebrada el domingo pasado, el hilo conductor puede ser el de una espiritualidad eucarística para vivir la comunión y la misión. A ello ayudará la Sagrada Escritura que en esta ocasión destaca el camino emprendido por el pueblo de Israel, alimentado con el maná, para llegar al reconocimiento de Cristo, Pan vivo bajado del cielo, que sacia todo anhelo. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El texto del Deuteronomio invita a hacer memoria de un camino ya recorrido, en el que el pueblo de Israel ha invertido cuarenta años con el deseo de llegar a la tierra de promisión. Las palabras de Moisés invitan a la comunidad a reconocer una serie de cuidados que Dios, con su providencia, da a su pueblo y concentra la atención en dos elementos: el maná que calma el hambre y el agua que sacia la sed. El pueblo comprenderá que estos elementos naturales son dados por Dios, pero de manera transitoria; así, el pueblo es preparado, pedagógicamente, para la llegada de un pan y un agua que no se agotarán y saciarán a plenitud; se trata de la Palabra de vida (el Verbo encarnado) que sale de la boca de Dios. El salmista glorifica al Señor porque defiende a la ciudad santa de Jerusalén dando seguridad (refuerza los cerrojos de sus puertas), otorgando concordia con los vecinos (da paz a sus fronteras) y demostrando su predilección porque “con ninguna nación obró así”. De modo particular, la nueva Jerusalén, la Iglesia, recibe el cuidado del Señor incluso recibiendo de él un alimento fresco que transmite vigor: “sacia con flor de harina”; esta harina, la más fina, fruto del trigo que fructifica en la primavera, se vuelve comida excelsa que sacia, prefiguración de la sagrada eucaristía. San Pablo enseña a los Corintios el concepto cristiano de comunión a partir del misterio eucarístico que lo explica, pero también lo ejemplifica. Este motivo paulino será recurrente en la patrística, sobre todo desarrollado por san Ignacio de Antioquia: el pan es una unidad, pero se construye a partir de los miles de granos de trigo que lo conforman. Así, la unidad visible del pan transmite la unidad del cuerpo de Cristo porque todos nos alimentamos “del mismo pan”; esta unidad se da por la gracia del Espíritu Santo y se recibe por la gracia sacramental, la comunión en el cuerpo y la sangre de Cristo. A propósito, ha escrito san Juan Crisóstomo que se dice “el Cuerpo de Cristo; no muchos cuerpos sino un solo cuerpo. Así como el pan formado de muchos granos está unificado de forma que no se ven los granos separados, así también nosotros estamos unidos entre nosotros y con Cristo. Y si todos nosotros somos alimentados por la misma fuente y nos volvemos una sola cosa con Él, ¿por qué no mostramos una misma caridad y por esta razón nos volvemos una sola cosa también?” (Homilías sobre la primera Carta a los Corintios, 24, 4). Finalmente, el Evangelio de Juan presenta a Cristo como el “pan vivo bajado del cielo” explicando así que el maná bajado del cielo, como lo narra el Antiguo Testamento, era solo una prefiguración de este manjar que sacia completamente. Así, mientras el maná veterotestamentario permitió al pueblo de Israel sostener la vida biológica durante su paso por el desierto, el pan vivo neotestamentario ya no es un elemento natural sino una persona sobrenatural que concede plenitud de vida terrestre y vida eterna celeste a quienes se alimentan de Él. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? En el documento “Hacia una espiritualidad para la sinodalidad” se nos recuerda que la Eucaristía permite que llegue a plenitud la gracia del bautismo; porque a través del agua bautismal nos hacemos miembros del cuerpo de Cristo que es la Iglesia, y en la Eucaristía participamos de la cena del Señor y “nuestro ser-uno-en-Cristo se alimenta y profundiza hasta colmar nuestra propia existencia y relaciones”. Es decir, que por el bautismo se nos introduce a la vida de fe y por la Eucaristía llegamos a la plenitud de la existencia y las relaciones. En efecto, el Señor indicó que la plenitud que transmite a quienes comulgan con su Cuerpo y su Sangre es doble: primero, Juan 6, 53 hace énfasis en la “vida en ustedes”, que puede comprenderse como la manera inmanente de vivir la vida eterna en este aquí y este ahora terrenos, evidenciada a través de la presencia de Dios en el corazón del cristiano y su actuar consecuente. Segundo, el versículo 54 desarrollará los efectos de alimentarse con su carne y su sangre, esta vez desde un ámbito trascendente: quien lo haga tendrá “vida eterna” y logrará la resurrección. Para lograr la vida plena terrenal y su consumación en la vida plena eterna, la eucaristía es la condición necesaria, pues facilita la inhabitación del Verbo, Palabra del Padre, Pan vivo bajado del cielo, en el cristiano. La Eucaristía unifica al cristiano a través de la presencia unificadora del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. La inhabitación de Dios en la persona humana que cree y se adhiere a Cristo provee consistencia y firmeza en la vida cristiana, según lo dicho por san Ambrosio respecto a que “Toda alma fiel es Belén, casa del pan, casa de paz y tranquilidad” (Carta a Oronciano, 5, 18, 13) porque Cristo es Señor de la paz; de allí se pasa a una unificación en el cuerpo eclesial donde la sinodalidad brota como un don que no se genera como resultado de los esfuerzos personales sino como “camino progresivo de participación e integración en el único Cuerpo de Cristo que nos permite - como individuos y como comunidad - tener entre nosotros “los mismos sentimientos de Cristo”, como dice San Pablo (Flp. 2,5). Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Una espiritualidad eucarística para la sinodalidad en la Iglesia debe considerar el hecho de que, a través de la única comunión - que existe con Cristo y con el prójimo- llegamos a conocer el modo de pensar y la actitud propia de Cristo. La secretaría del Sínodo de la Sinodalidad nos recuerda que, por tal motivo, a pesar de nuestros pecados y fracasos, como Iglesia podemos ser la presencia de Cristo que sana, consuela, cuida y conduce a sus hermanos al abrazo con el Padre. La Iglesia, unida al Cordero inmolado descubre que la Eucaristía es el pan partido y ofrecido “por la vida del mundo” (Jn 6,51), para que “el mundo se salve” (Jn 3,17). Como dice San Agustín, sobre la mesa del altar eucarístico se ubican las sagradas especies del pan y del vino que serán consagradas. Al final, por la efusión del Espíritu Santo, nos hacemos tanto cuerpo de Cristo como miembros de su mismo cuerpo. “En consecuencia, sobre la mesa del Señor está el misterio que ustedes son, a la vez que reciben el misterio que son. A lo que responden con el amén, y su respuesta es su sello. Se te dice: “El cuerpo de Cristo” y respondes: “Amén”. Sé miembro del cuerpo de Cristo para que sea auténtico el Amén” (Sermón 272). _______________________ Recomendaciones prácticas: No olvidar en este domingo, antes de la proclamación del Evangelio, la recitación de la secuencia tomada del himno “Lauda Sion Salvatorem” de Santo Tomás de Aquino, compuesto a mediados del siglo XIII. Si las condiciones lo permiten podría preverse la comunión bajo las dos especies. Es de alabar que en este domingo se tenga un especial momento de adoración eucarística y la procesión con el Corpus Domini. Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, próximo viernes 16 de junio. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa La Eucaristía es el núcleo del misterio de la Iglesia y en ella vemos realizada la promesa de Jesucristo de permanecer con su pueblo todos los días hasta el fin del mundo. Por ello, nos reunimos con especial alegría en este domingo para celebrar la Solemnidad del Cuerpo y Sangre Santísimos de Cristo; alimentémonos de su Palabra y saboreemos el pan de los ángeles que es la Eucaristía. Celebremos con especial dedicación este encuentro con Dios vivo. Monición a la Liturgia de la Palabra En el Antiguo Testamento Dios alimentó a su pueblo, durante la travesía por el desierto, con un pan caído del cielo que se llamaba Maná. Pero con la venida de Cristo al mundo, por nuestra Salvación, la providencia divina nos ha dado el Pan vivo que sacia completamente nuestras ansias. Escuchemos con atención y alimentémonos de este pan de vida eterna. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Dirijamos nuestra plegaria a Dios providente que nos ha creado con su misericordia y nos sostiene en el camino de la vida con un alimento que no perece y digamos: R. ¡Escúchanos y fortalécenos, Señor! Por la Iglesia y sus pastores para que continúen ofreciendo con fe y caridad, al pueblo santo de Dios, el alimento de la Palabra y de la Eucaristía. Por los gobiernos nacionales y locales para que ayuden a sus comunidades a lograr la seguridad alimentaria y promuevan el desarrollo humano integral. Por nuestra comunidad eclesial para que, a través de la Eucaristía, viva el espíritu de comunión que alienta el caminar juntos hacia Dios y la solidaridad hacia los hermanos. Por nuestras familias para que en ellas reine la paz de Cristo y la comunión en el Espíritu Santo permita ser iglesias domésticas. Por quienes experimentan pruebas en la vida para que encuentren en nuestra oración y caridad una muestra del amor de Dios Padre. Oración conclusiva Escucha Oh Dios omnipotente las plegarias que te dirigimos con fe y haz que dirijamos siempre a Ti Nuestra vida y pensamientos. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén. R. Amén.

Sáb 3 Jun 2023

Dios envió a su Hijo al mundo para que se salve

LA SANTÍSIMA TRINIDAD 4 de junio de 2023 Primera lectura: Éxodo 34,4b-6.8-9 Salmo: Daniel 3, 52ac.53a y 54a.55a y 56a (R. 52b) Segunda lectura: 2Corintios 13,11-13 Evangelio: Juan 3,16-18 I. Orientaciones para la Predicación Introducción La celebración de esta solemnidad ofrece una ocasión inigualable para realizar una catequesis sobre el Misterio de la Santísima Trinidad y sus resonancias en la vida cristiana. La Palabra de Dios, escrita y transmitida, revela lo que el mismo Dios ha querido darnos a conocer sobre esta verdad de fe. El predicador debería aprovechar la ocasión para repasar los numerales 232 a 267 del Catecismo de la Iglesia Católica y, así, tener mayor claridad al respecto. En primer lugar, la Sagrada Escritura, particularmente los textos que en este domingo se exponen, presentan el Misterio sirviéndose de lo que en teología se llama “Economía de la salvación”, es decir, el modo particular como Dios obra para realizar la salvación. En segundo lugar, la Sagrada Tradición nos ayuda a entender que la economía de la salvación, esto es, lo que hemos visto y oído de este Misterio, corresponde al ser íntimo de Dios que no podemos ver y conocer con nuestra débil y reducida inteligencia; sin embargo, la Santísima Trinidad como Misterio se vuelve vida cristiana gracias a la comunión con cada una de las divinas personas en la unidad de su único ser: “El que da gloria al Padre lo hace por el Hijo en el Espíritu Santo; el que sigue a Cristo, lo hace porque el Padre lo atrae (cf. Jn 6,44) y el Espíritu lo mueve (cf. Rm 8,14)” (Catecismo, 259). 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El Evangelio de este domingo concentra su atención en el modo como Dios nos salva; de allí parte el conocimiento limitado que tenemos del misterio de la Santísima Trinidad puesto que este se asimila de una manera más fácil a través de las obras que Dios realiza para nuestro bien; por ello, el evangelista parte de la consideración de una cantidad, un sentimiento, un destinatario y un protagonista. Si empezamos por esto último, el papel protagónico lo tiene el Padre a través del Hijo único; allí ya se comienza a ver una unidad en la distinción de las personas divinas. El Padre es quien ama y, para amar al mundo - que es el destinatario -, ama primero al Hijo único, dirá San Agustín. Así pues, el Padre ama al Hijo, primero; luego, ama al mundo por el Hijo, pues por medio de Él fueron creadas todas las cosas; es el mundo del Hijo, a Él le pertenece. La cantidad del amor, es decir, aquel “tanto” que expresa san Juan respecto del amor de Dios al mundo, corresponde a la grandeza del que es enviado a salvar; es decir, es grande el Hijo en cuanto es Hijo eterno del Padre y existía con Él desde siempre; así mismo, es grande el amor, inconmensurable, con el cual el Padre y el Hijo se aman entre sí y aman al mundo. No es un amor pequeño y limitado, es el amor como fuerza de unidad: quiere decir que el Padre ama, el Hijo es amado, el Espíritu Santo es el amor. Por ello la “economía” de la salvación es una historia del amor de Dios por la humanidad a través del amor al Hijo. El Padre ama al mundo en el Hijo. El Hijo ama al mundo y se entrega hasta el final; de allí que el objetivo de ser enviado no sea realizar un juicio sino salvar la naturaleza humana caída y elevarla a sobrenaturaleza, es decir, realizar el proceso de “divinización”, como lo llamaron los Padres de la Iglesia. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? La economía o plan salvífico es progresiva: la revelación de la unicidad de Dios en el Antiguo Testamento se aclara y entiende de una manera más específica cuando en el Nuevo Testamento el Padre es revelado por el Hijo; y el Padre y el Hijo son revelados por el Espíritu Santo. Por ello, entre la revelación de Dios a Moisés en la montaña del Sinaí, como Dios único y verdadero, y la confesión trinitaria que hace san Pablo en su segunda carta a los corintios, hay un punto de inflexión determinante: la venida de Cristo, verdadero Dios (uno en su naturaleza divina con el Padre y el Espíritu Santo) y verdadero hombre (consubstancial a la humanidad por su naturaleza humana). San Beda lo expresó de una manera magistral: “El mismo redentor y creador nuestro, que es el Hijo de Dios que existe antes de los siglos, en los últimos tiempos se hizo Hijo del hombre, para que, quien nos había creado con el poder de su divinidad para gozar de la bienaventuranza de la vida eterna, fuera él quien con la fragilidad de nuestra naturaleza nos restaurara, para recibir la vida que habíamos perdido (Homilías sobre los Evangelios, 2, 18). Así pues, aunque a veces nos cueste trabajo asimilar con las limitadas luces de nuestra razón aquel gran misterio que es la Santísima Trinidad, sin embargo, siempre queda el recurso de contemplar el modo como Dios nos ha salvado; esa contemplación conlleva al cristiano a asimilar una verdad de fe y a traducirla en hechos concretos de amor y renovación espiritual. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? En sus Homilías sobre el Evangelio de Juan (27, 2-3), san Juan Crisóstomo escribió una página que ayuda a volver concreto el mensaje de esta solemnidad. Dice el santo que la expresión “Tanto amó Dios al mundo, pone de relieve la grandeza y la intensidad de ese amor […]. Entregó a su Hijo Unigénito; no a un siervo, a un ángel o un arcángel. Ningún padre ha sentido tanto amor por sus propios hijos como Dios por sus siervos ingratos […]. Dio su vida por nosotros, por nosotros derramó su preciosa sangre. Por nosotros, que ni éramos buenos ni se lo íbamos a agradecer […]”. San Francisco de Asís repetía, lamentándose, que “el Amor no es amado”, ¡triste paradoja que nos cuestiona!; no obstante, el Crisóstomo nos da a entender que el amor de Dios es generoso y su misericordia no tiene medida aun cuando reciba la ingratitud del ser humano. Es más, el Padre de la Iglesia continúa, para señalar de qué manera nuestra indiferencia con las necesidades del prójimo son indiferencia a Dios mismo: “Hasta tal punto llega nuestra ingratitud que somos capaces de revestir con finos ropajes y mantos de oro a nuestros criados, a nuestros mulos y caballos, y despreciamos a nuestro Señor desnudo y vagabundo, cuando mendiga de puerta en puerta… Él, por el contrario, quiso someterse a sufrir tanto por nosotros. Voluntariamente padece hambre para que tú puedas alimentarte. Va desnudo para otorgarte el derecho a que te revistas de incorruptibilidad. Y, sin embargo, jamás le ofreces nada de lo que posees”. De allí que vivir y celebrar la solemnidad de la Santísima Trinidad tenga una resonancia especial en el amor al prójimo, reflejo del amor que debemos profesar a Dios, pálido espejo del amor del Padre al Hijo en el Espíritu Santo. _______________________ Recomendaciones prácticas: • En este domingo se concluye la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos que ha tenido como lema “Haz el bien, busca la justicia” (Cf. Is. 1, 17). Podría hacerse una mención acerca de la importancia de que los cristianos busquen la unidad a semejanza de Dios, uno y trino. • La fiesta del 31 de mayo, Visitación de la Bienaventurada Virgen María, y la memoria obligatoria de la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, el 29 de mayo, ilustran, concretamente, que es posible amar la intimidad de la esencia divina y reflejarla en el servicio a los demás. • Día del Campesino II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa En este domingo, solemnidad de la Santísima Trinidad, alegrémonos por el misterio de la salvación, ya que el Padre Eterno ha enviado a su Hijo único para que conozcamos su amor y lo hagamos vida, impulsados por el Espíritu Santo, a través del servicio a nuestros hermanos. Seamos conscientes de este misterio de amor y celebremos comunitaria y activamente el gozo de la redención. Monición a la Liturgia de la Palabra Dios Padre viene a nuestro encuentro a través de su Hijo Jesucristo, y el Espíritu Santo confirma esta misión. La Palabra de Dios nos prepara para recibir la gracia, experimentar el amor y vivir la comunión a semejanza de las divinas personas. Escuchemos con atención. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Oremos al Padre Eterno que, con su infinita misericordia, nos sostiene para que lleguemos al conocimiento pleno de la verdad y nos alienta a ser testigos de la unidad y de la paz. Digamos juntos: R. Muéstranos tu rostro, Señor. 1. Por el santo pueblo fiel de Dios para que camine en la unidad a ejemplo de la Santísima Trinidad, escuchando el consejo de los pastores y viviendo la concordia de los corazones. Oremos. 2. Por los gobernantes y la sociedad civil para que promuevan el progreso de los pueblos y generen el desarrollo integral de las personas que se les confía a su cuidado. Oremos. 3. Por esta comunidad eclesial para que, con alegría en el seguimiento de Jesucristo, busque la perfección y sus miembros tengan un mismo sentir y vivan en paz. Oremos. 4. Por nuestros agricultores y campesinos, para que vean recompensados sus trabajos con abundantes cosechas y precios justos para sus productos. Oremos. 5. Por todos los que padecen alguna tribulación para que descubran en nuestra cercanía y ayuda un reflejo del amor del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Oremos. Oración conclusiva Atiende oh, Padre, nuestras humildes súplicas, presentadas con fe a través de tu Hijo Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.

Vie 26 Mayo 2023

Manarán ríos de agua viva

DOMINGO DE PENTECOSTÉS Mayo 28 de 2023 Primera Lectura: Hechos de los Apóstoles 2,1-11 Salmo: 104(103),1aby24ac. 29bc-30.31y34 (R. cf. 30) Segunda Lectura: 1Corintios 12, 3b-7.12-13 Evangelio: Juan 20,19-23. I. Orientaciones para la Predicación Introducción -Esta solemnidad concluye el tiempo pascual, la cincuentena pascual o pentecostés que forman una sola jornada festiva, día en que actuó el Señor. En efecto, el evangelio de san Juan que escuchamos hoy relata la entrega de su Espíritu, por parte de Jesús, a sus discípulos el mismo día de su resurrección. -El Espíritu Santo es el Espíritu del Padre y del Hijo, el “lazo” de unión. Al ser derramado sobre la Iglesia, la une al misterio del Dios uno y trino, comunión íntima de vida y de amor. De esta manera, la Iglesia brota de la comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, tiene su fuente en el misterio de amor de la Trinidad, tal como afirma san Cipriano. -La Iglesia está llamada a vivir esta comunión que brota de la Trinidad y esto exige que cada uno de sus miembros le abra espacio en su corazón al Santo Espíritu; pero esto no es posible sin un esfuerzo sincero y decidido de cada bautizado. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? En la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles, san Lucas nos narra el acontecimiento extraordinario sucedido cincuenta días después de la resurrección del Señor; es el cumplimiento de su promesa de enviarles el Espíritu Santo. Jesús no falla; Él es la verdad en persona. La misma lectura de los Hechos nos describe los efectos de la intervención poderosa y omnipotente del Espíritu: todos los escuchaban en sus propias lenguas. El pecado produce división y destrucción; el santo Espíritu, por el contrario, unidad y entendimiento. De esta manera, por su intervención, el mundo es recreado, tal como lo expresa el salmo, al que nos unimos respondiendo: “Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra”; sin el aliento del Espíritu es imposible vivir, vivir verdaderamente. El Evangelio nos presenta a Jesús que el mismo día de su resurrección derrama su Espíritu sobre sus discípulos. Él cumple la promesa y por su Espíritu se derrama en los corazones de quienes lo acogen con fe y amor. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? La solemnidad de Pentecostés que hoy celebramos es la conclusión del tiempo pascual que forma un todo único, desde la resurrección. Dios Padre no ha abandonado a su Hijo al poder de la muerte. Mediante su santo Espíritu lo ha levantado de la tumba y ahora vive para siempre y, convertido en cabeza de la Iglesia, derrama sobre todo su Cuerpo el Espíritu que da vida y vida en abundancia. “Este es el día en que actúo el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo”, dice el salmista. Por el bautismo y mediante el Espíritu somos introducidos en este “día” salvífico, en donde el mismo Dios se nos derrama en nuestros corazones, somos hechos partícipes de la misma vida divina, somos insertados en la comunión de vida y de amor del Padre, del Hijo y del Espíritu. ¡Oh, si comprendiéramos los tesoros de gracia encerrados en el bautismo y perfeccionados en la confirmación! La Iglesia es el “lugar” en donde habita como en su propia casa el Santo Espíritu, en ella Jesús lo está derramando continuamente, tal como lo hizo en sus inicios. El Señor no abandona nunca a su Esposa, siempre la alimenta y la nutre, la custodia y la protege, la defiende y la libera de todo mal; en ella se encuentra presente continuamente por su Espíritu que entrega con abundancia. Cada bautizado está llamado, como miembro de su Cuerpo místico, a darle espacio en su corazón para que, de este modo, cada vez sea más y más renovada toda la Iglesia y pueda ser presentada a Dios como virgen inmaculada y sin mancha. Y solamente le damos espacio cuando renunciamos a nuestro espíritu propio egoísta, vanidoso, orgulloso, soberbio, perezoso… Si le damos entrada, entonces en nuestro corazón se irá restableciendo la paz, la armonía, el reposo interior que siempre nos roba el pecado. Al inicio, tal como nos lo dice el Génesis, la primera pareja estaba en el Paraíso; allí todo era felicidad y gozo en Dios. Este es el proyecto de Dios. Sus mandamientos nunca son una carga pesada e insoportable que quiere amargar nuestra vida; todo lo contrario, son la expresión del amor de un buen Padre que quiere lo mejor para sus hijos. El Espíritu viene en nuestra ayuda para que comprendamos la sabiduría y gracia del plan divino. Este camino de docilidad al Espíritu Santo y de renuncia a nuestro propio espíritu egoísta es exigente, implica una batalla firme y decidida. Pero si con valentía nos decidimos a pelear el combate contra todo lo que hay en nuestro corazón que no sea grato a Jesús, entonces podremos ir experimentando progresivamente sus efectos saludables, pues la alegría y el gozo interior nos irán invadiendo cada vez más, junto con una visión llena de esperanza frente a este mundo cada vez más envejecido y semidestruido por el pecado, pues nos convenceremos del poder de Dios derramado en nuestros corazones por su santo Espíritu para transformar el mundo al experimentar su fuerza en nuestra propia renovación. Además, nos convertiremos en artífices de un cambio auténtico a nuestro alrededor, pues otros, experimentando la belleza de una vida en Dios y sus sabrosos frutos para la propia vida y la de quienes les rodean, también se animarán a irlo dejando entrar en su corazón para experimentar en primera persona sus efectos saludables. Si le abrimos de par en par nuestro corazón al Espíritu podremos gozar de todos sus bienes: paz, alegría, gozo… No nos arrepentiremos. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Esta solemnidad es una ocasión muy propicia para pedirle a Dios una nueva efusión de su santo Espíritu sobre toda la Iglesia, para que se renueve cada vez más en cada uno de sus miembros y podamos dar testimonio de una Iglesia que vive la unidad en la caridad. Solamente así podrá ser signo creíble en medio de un mundo lacerado por tantas divisiones, fruto del egoísmo que se asienta en los corazones, hasta convertirse en no pocos casos en su dios. Pero esta efusión que produzca estos frutos tan hermosos no es posible sin la apertura del propio corazón por parte de cada bautizado. Entonces, esta fiesta es la oportunidad para concretizar esta súplica, aterrizándola a cada uno de nosotros; es decir, pedirle una nueva y potente efusión de su Espíritu en cada uno de nosotros; y para que esto se dé verdaderamente, entonces propongámonos examinar nuestro corazón y descubrir que está impidiendo al santo Espíritu la obra transformadora y renovadora que desea hacer en nosotros. Y pidámosle que nos ayude a dar el paso firme y radical de cortar “con afilada navaja” ese impedimento para que, así, podamos caminar, correr, volar tras el Espíritu hacia una existencia que encarna el mismo espíritu de Jesús que se entregó hasta la cruz por nuestra salvación. También aprovechemos esta solemnidad para pedirle al Espíritu particularmente el don de fortaleza, pues las asechanzas del enemigo y las contrariedades de un mundo cada vez más adverso al Evangelio, hacen cada día más exigente el testimonio de una vida cristiana coherente. Que cada día nos convenzamos hondamente que solo en Dios tenemos vida y vida verdadera y que todo aquello que no sea Él es nuestra perdición y ruina. Solamente así podremos enfrentar este mundo y comunicarle, sin temor a los riesgos que puedan sobrevenir, la fuente de la Vida en abundancia, Jesucristo nuestro Señor, que se nos entregó al darnos su Espíritu. _______________________ Recomendaciones prácticas: • Hoy termina el Tiempo Pascual. Después de la última Misa, en la noche, se apaga el cirio pascual y se retira del presbiterio. Conviene colocarlo decorosamente en el bautisterio para que arda durante la celebración del Bautismo y poder encender en él los cirios de los bautizados. • Comienza la semana de oración por la Unidad de los cristianos. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Como Iglesia universal celebramos hoy el día en que nuestro Señor Jesucristo, cumpliendo su promesa, envío su Santo Espíritu sobre los discípulos reunidos en el Cenáculo. Que la participación en esta celebración eucarística, en la que se renueva y actualiza este acontecimiento, disponga nuestro corazón a recibirlo y dejarlo actuar en nuestra vida diaria. Celebremos con fe y alegría. Monición a la Liturgia de la Palabra La efusión del Espíritu Santo que hoy escuchamos en la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles al inicio de la Iglesia y en el Evangelio de san Juan el mismo día de la resurrección de Jesús, nos disponga a recibirlo como comunidad de fe y produzca sus efectos de unidad y caridad, tal como nos lo indica la segunda lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios. Oración Universal o de los Fieles Presidente: En el día en que nuestro Señor Jesucristo cumplió la promesa del envío de su Santo Espíritu, presentemos al Padre todas nuestras súplicas con un corazón confiado y agradecido por todas sus obras maravillosas. R. Escúchanos, Señor. 1. Te pedimos por tu Santa Iglesia: asístela continuamente con tu santo Espíritu para que siempre tenga la luz y la fuerza para anunciar tu Palabra y comunicar a todos los hombres tu amor y tu gracia. 2. Por quienes gobiernan los destinos de las naciones: para que con la luz de tu Santo Espíritu pueda conducir los pueblos por caminos de justicia y paz. 3. Por quienes sufren en el alma o en el cuerpo: para que con la fuerza de tu Santo Espíritu sean capaces de unir sus padecimientos a los de Jesucristo y, así, contribuyan a la redención de la humanidad. 4. Por nuestra comunidad parroquial y por quienes participamos de esta Eucaristía: para que nos pongamos en una actitud de docilidad a tu Santo Espíritu, renunciando a todo aquello que lo contrista. Oración conclusiva Escucha Padre Santo las súplicas que te hemos dirigido; que lleguen a tu presencia y alcancen de Ti lo que te hemos dirigido con fe y confianza, por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén.

Jue 18 Mayo 2023

Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra

SÉPTIMO DOMINGO DE PASCUA ASCENSIÓN DEL SEÑOR Mayo 21 de 2023 Primera Lectura: Hechos de los Apóstoles 1,1-11 Salmo: 47(46),2-3.6-7.8-9 (R. cf. 6) Segunda Lectura: Efesios 1,17-23 Evangelio: Mateo 28,16-20. I. Orientaciones para la Predicación Introducción En la solemnidad de la ascensión glorificamos a Dios Padre por la exaltación y glorificación de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, en virtud de su santo Espíritu. Su Cuerpo místico, la Iglesia, ha sido hecho partícipe del misterio de su exaltación y glorificación, la cual inicia en esta tierra y se consumará en la Jerusalén celeste. Toda persona está llamada a esta plenitud de vida y de gracia; es por esto que el Señor dejó el mandato misionero a sus discípulos, a fin de que por la predicación de su palabra y los sacramentos todos puedan alcanzar este don de su inmensa liberalidad. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La primera lectura de los Hechos de los Apóstoles nos narra el episodio de la Ascensión de nuestro Señor ante la presencia de sus discípulos. El Autor sagrado describe que lo vieron levantarse hasta que una nube se lo quitó de la vista; de esta manera, entra en el mundo de Dios con su humanidad resucitada, nos abre el cielo cerrado después del pecado de Adán. En el salmo se alaba y glorifica a Dios por su inmensa grandeza y poder desplegado en sus obras. En la segunda lectura de la carta a los Efesios pedimos a Dios que nos dé espíritu de sabiduría y revelación para conocer a Cristo y comprender todos los tesoros que tenemos en Él: vida plena que participa a la Iglesia y a cada creyente ya desde esta vida y plenamente en el más allá. En el Evangelio de san Mateo Jesús, antes de su ascensión, invita a todos sus discípulos a llevar la buena nueva de la resurrección y de la gloria a toda persona mediante la predicación y los sacramentos; así, este mundo envejecido por el pecado se irá renovando hasta su consumación en la gloria celestial. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Cristo exaltado y glorificado después de su pasión y muerte ignominiosa es la meta a la que todo bautizado y también todo ser humano está llamado. Este momento de la vida del Señor que hoy celebramos nos llena de esperanza, pues nuestra vida, si estamos unidos a Él, camina hacia la gloria y esta será la última palabra en nuestra vida, aunque nos sobrevengan en el caminar por este mundo momentos o situaciones difíciles o adversas. Nos dice que, incluso, la misma muerte será vencida para ser introducidos en una existencia toda ella llena de luz y gloria. Esta vida de Cristo glorificado se derrama sobre su Iglesia. Cada bautizado está llamado a renunciar a todo aquello que le impida una mayor receptividad de esta nueva vida recibida en el bautismo y que busca llenar toda la existencia del creyente y animar cada una de sus acciones. De este modo, el discípulo de Cristo avanza por este mundo pregustando ya los tesoros de bondad y amor que están escondidos en Cristo resucitado y glorificado a la derecha del Padre en la espera de la parusía, en donde la plenitud de Jesús lo inundará todo. En la medida en que el creyente sea transformado por Cristo glorificado, entonces las señales y signos de la vida nueva resplandecerán en su vida y, de este modo, podrá convertirse en un apóstol que, particularmente con su ejemplo y, también con su palabra, pueda anunciar al mundo la gracia de haber sido alcanzado por el amor exaltado y glorificado del Señor y entusiasme a muchos otros a dejar que el resucitado entre a sus vidas y los renueve interiormente. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Pidámosle a Dios el don de sabiduría y revelación, tal como dice hoy San Pablo en su carta a los Efesios, para conocer la esperanza tan sublime y la riqueza de su gloria a la cual nos llama en su Hijo muy amado, en quien desplegó todo su poder al resucitarlo de entre los muertos y sentarlo a su derecha. Si comprendiéramos la grandeza de su don y que desde ahora nos hace partícipes de él en germen, entonces nada ni nadie nos detendría en nuestro caminar hacia Él y lucharíamos con todas nuestras fuerzas para evitar el único mal que puede arruinar todo este plan salvífico: el pecado. Que la participación en la muerte, resurrección y ascensión del Señor mediante la inmersión bautismal sea actualizada en cada momento de nuestra vida diaria y, así, con nuestras acciones mostremos al mundo la belleza de la nueva vida traída por Cristo y trasmitida a su Iglesia en virtud de la acción de su Santo Espíritu por la predicación de la Palabra y la vida sacramental. No permitas Señor que en nuestra vida haya signos de muerte; por el contrario, que quienes viven a nuestro alrededor y aquellos con quienes compartimos los mayores momentos de nuestra vida, puedan experimentar que la vida nueva de Cristo resucitado y glorificado es luz que ilumina, sal que da sabor, fuego que destruye toda herrumbre y renueva desde dentro y en profundidad. _______________________ Recomendaciones prácticas: • Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Conviene leer el Mensaje del Papa para esta jornada. • Tener presente que el domingo, 28 de mayo, es la Solemnidad de Pentecostés. Sería muy importante preparar y celebrar la Vigilia de Pentecostés en un ambiente de oración, de encuentro eclesial de todos los grupos apostólicos de la parroquia, resaltando que con la fiesta del Espíritu Santo se concluye el tiempo pascual. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa El Señor resucitado y exaltado a la derecha del Padre nos alcanzó mediante su misterio pascual el don de una nueva vida; en cada Eucaristía la alimenta para que se vaya robusteciendo día a día y, así, quienes la hemos recibido podamos experimentar las delicias de su amor, hasta que glorificados con Él y como Él podamos cantar sus misericordias para siempre. Que esta celebración avive nuestro deseo de aspirar siempre a las cosas de allá arriba, en donde está Cristo, sentado a la diestra del Padre. Monición a la Liturgia de la Palabra El Señor realiza lo que promete; su gran deseo es que estemos donde Él ésta; las lecturas que vamos a escuchar nos indican la meta hacia la cual avanzamos, siempre de la mano de Aquel que ha sigo glorificado y exaltado por el Padre, en virtud de la fuerza de su santo Espíritu. Escuchemos con fe humilde y atención amorosa. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Jesucristo exaltado y glorificado por el Padre siempre permanece para interceder por la toda la humanidad; dirijamos al Padre con una actitud filial y muy confiada, por mediación de su Hijo, todas nuestras súplicas. A cada una de ellas respondemos: R. Te rogamos, óyenos. 1. Por tu santa Iglesia, esparcida por toda la tierra, para que en medio de las tribulaciones encuentre serenidad y esperanza en la contemplación de tu Hijo glorificado. 2. Por todos los que sufren, para que comprendan que la cruz es el camino hacia la resurrección y la gloria. 3. Por todas las familias, para que reine en ellas la paz y el amor verdadero y, así, reflejen al mundo un destello de la plenitud de vida a la que estamos llamados en la Jerusalén celeste. 4. Por quienes participamos en esta Eucaristía, para que abramos nuestro corazón a Cristo resucitado y exaltado a la derecha del Padre y, así, nos vayamos renovando de día en día. 5. Por los que se encuentran viviendo experiencias de dolor, duelo o enfermedad, para que descubran en la fuerza de la fe, la presencia siempre cercana de Dios, fiel y misericordioso. Oración conclusiva Recibe Padre santo las súplicas que te hemos confiado por mediación de tu Hijo amado, Jesucristo, Nuestro Señor, que vive y reina por los siglos de los siglos. R. Amén.