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Opinión

Mar 3 Nov 2015

¿Dar culto a los muertos?

Escrito por: P. Raúl Ortiz Toro. El mes de noviembre es tradicionalmente llamado "mes de los fieles difuntos" debido a que el 2 de este mes se conmemora a quienes ya han salido de esta vida. Para el ser humano, la muerte es la "situación límite" que suele experimentarse con mayor incertidumbre, temor y miedo. Por este motivo, en todas las culturas antiguas y modernas, de diversos modos, suele haber una rememoración de quienes ya no están físicamente como un modo de enfrentar lo desconocido y prepararse para ese acontecimiento por el cual todo ser vivo debe pasar. Contrario a lo que se piensa, el cristiano verdadero no da culto a los muertos sino que conmemora a quienes ya pasaron de este mundo a la eternidad. Conmemorar significa hacer memoria viva de un acontecimiento o de una persona. Por este motivo la correcta actitud en este mes ha de ser: 1.Dar gracias a Dios por los seres queridos difuntos (familiares, amigos, benefactores e incluso desconocidos) pues durante su vida mortal seguramente nos dejaron buenos recuerdos, buenas actitudes, el regalo de su fe y su testimonio de vida. Si se trata de los padres o abuelos, dar gracias a Dios por la transmisión de la vida de la cual ellos hicieron parte como instrumentos del Señor. 2. Orar para que el Señor perdone los pecados por los cuales el difunto no haya pedido perdón en el Sacramento de la Confesión. Lo dice el salmo 142: "Ningún hombre es inocente frente a Ti"; todos cometemos errores, somos frágiles y por ello la existencia del Purgatorio es incuestionable: se trata de la "purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo" (Catecismo, No. 1030). Seríamos un poco soberbios si quisiéramos quitar el purgatorio, pretendiéndonos demasiado perfectos y purificados para pasar de la muerte física al gozo eterno del cielo. No está de más anotar que el purgatorio no es un lugar; tampoco allí existe el tiempo. Por eso no nos preguntamos: ¿Dónde está ubicado? ¿Cuánto tiempo tendré que pasar allí? El purgatorio es un estado, un proceso, no una realidad espacio temporal. 3. Basados en el conocido texto de 2 Macabeos 12, 46 donde Judas Macabeo ofrece un sacrificio expiatorio en favor de los muertos, los cristianos católicos ofrecemos sufragios en su favor, especialmente la celebración de la Santa Eucaristía. Pero también la Iglesia recomienda "las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos" (Catecismo No. 1032). De modo que en estos días podemos aplicar estas obras de religión por ellos; a propósito, las eucaristías no se han de celebrar "A las almas" sino "Por los fieles difuntos", un término más preciso que adopta el Catecismo; suele existir la creencia de que las almas de los difuntos hacen favores, conceden gracias y obran milagros. Si bien es cierto que el Catecismo explica que "Nuestra oración por los difuntos puede no solamente ayudarles, sino también hacer eficaz su intercesión en nuestro favor" (No. 958), no obstante quien obra la gracia es Dios mismo con su infinito poder. 4. Conmemorar a los fieles difuntos es también hacer un examen de nuestra vida; cantamos en la liturgia: "Somos los peregrinos, que vamos hacia el cielo...". Eso implica estar con las lámparas encendidas, es decir, hacer el bien, acercarnos con frecuencia a la oración, apreciar lo que tenemos. La muerte ha de volvernos sensatos, como lo dice el salmista: "Ayúdanos, Señor, a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón prudente" (salmo 90). P. Raúl Ortiz Toro Docente del Seminario Mayor San José de Popayán rotoro30@gmail.com

Dom 1 Nov 2015

El abrazo de la Iglesia a las familias

El pasado 24 de octubre concluyó en Roma el Sínodo sobre la familia. Fueron numerosas las conjeturas e interpretaciones de diversos medios de comunicación, que desde la búsqueda de sensacionalismo o desde sus intereses ideológicos, conducían el agua a su propio molino. De modo particular, se quiso reducir la reflexión de esta asamblea episcopal al tema de la comunión eucarística para los divorciados vueltos a casar. Infortunadamente, no pocas personas se quedaron con la visión recortada o con las suposiciones de dichos medios de comunicación. El contenido real de la reflexión sinodal quedó consignado en las 94 proposiciones, llenas de sugerencias y de esperanza, que, aprobadas por la mayoría, le fueron consignadas al Papa para la elaboración de un documento conclusivo. Pero no le corresponde, ahora, sólo al Papa hacer una reflexión más, sino a toda la comunidad eclesial seguir caminando con las familias, desafiadas por muchas pruebas y a la vez sostenidas por la fuerza de Dios, para ayudarlas a vivir su profunda identidad y a realizar su indispensable misión en la Iglesia y en el mundo. La primera conclusión que podemos sacar de estos dos años de reflexión de la Iglesia es la necesidad de contemplar y agradecer el don de Dios que es la familia. Tenemos que hacer hincapié en la belleza de la familia: iglesia doméstica basada en el matrimonio entre varón y mujer, célula fundamental de la sociedad, puerto seguro de los sentimientos más profundos, único punto de conexión en una época fragmentada, parte integral de la ecología humana. Debemos incluso hacer más significativo el lenguaje de la Iglesia, para que el anuncio del Evangelio de la familia responda realmente a las aspiraciones más grandes del ser humano. Luego, urge sentir el deber de acompañar las situaciones familiares complejas y la realidad de las familias heridas o en situación irregular. Esto requiere un especial discernimiento de acuerdo con la enseñanza de la Iglesia y con la experiencia de la gracia de Dios. Entre las ''sombras'' que se proyectan hoy sobre la familia el Sínodo cita el fanatismo político-religioso hostil al cristianismo, el creciente individualismo, la ideología de género, los conflictos, la pobreza, la inseguridad laboral, la coerción económica que excluye a la familia de la educación y la cultura, la globalización de la indiferencia que pone al dinero y no al ser humano en el centro de la sociedad, la pornografía y el descenso de la natalidad. Tiene en cuenta a los inmigrantes, a los refugiados, a los perseguidos, cuyas familias se disgregan y son víctimas que debemos acoger. No se olvida de las viudas y los viudos, de los discapacitados, de los ancianos y de los célibes por su compromiso en la Iglesia y la sociedad. Habla de la necesidad de valorizar la identidad y el papel del varón y de la mujer. De otra parte, dice que las personas con tendencia homosexual no pueden ser discriminadas. Frente a las dificultades de la familia no se trata solamente de decir que todo está bien o presentar una normativa, sino de tener el coraje de escuchar, acoger con ternura y buscar maneras de curar las heridas. La reflexión sinodal insiste en la necesidad de reforzar la preparación para el matrimonio, que no puede quedarse en cuatro o cinco clases antes de la boda. Es necesario formar la personalidad y la afectividad de los jóvenes para que aprendan a ser felices entregándose mutuamente. Hace un llamamiento a las instituciones, a las autoridades y a los católicos que participan en la política para que promuevan y protejan la familia y la vida, porque una sociedad que las descuida pierde su apertura al futuro. Es difícil sintetizar tantos temas; lo fundamental es acoger la invitación del Sínodo a trabajar seriamente porque cada familia sienta el abrazo de la Iglesia y el amparo de la misericordia de Dios. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Vie 30 Oct 2015

La artesanía de la paz

Escrito por: Mons. Libardo Ramírez Gómez Arte sencillo y delicado, que lleva muy grabada la impronta de quien lo realiza, es la artesanía. Ante un propósito que requiere tanta sabiduría, prudencia y decisión de lograrlo, como es el de llegar a que en nuestro país retorne a la paz, es algo que reclama el paciente estilo de un artesano. Feliz idea de la Conferencia Episcopal de Colombia de colocar ante Dios y ante los colombianos esa tarea de llegar a la paz en documento titulado: "Artesanos del perdón". Desear y buscar la paz es algo que está en el corazón de todo colombiano. Amigos de la guerra habrá solo entre los enloquecidos con el marxismo, pero entre nuestros dirigentes cívicos eso no existe. En las primeras líneas del documento aludido se afirma: "Anhelamos la paz aquí en Colombia, por caminos a veces diferentes, pero el objetivo final es la paz". Se requiere decidida voluntad de todos, con moderación y equilibrio en las expresiones, para no crear, con descalificaciones, profundas animadversiones. Es algo necesario desde las distintas corrientes de quienes, por diversas rutas, queremos a Colombia como oasis de verdadera paz. Ánimo y pulso sereno ha de tener el artesano para sacar adelante su obra, ha de tener el coraje de la rectificación, ver la necesidad de reconocer errores y buscar cómo moldear debidamente para conseguir la obra deseada con pulido acabado pero con solidez que le dé estabilidad y no solo apariencia. Serenidad y animo conciliador con todas vertientes ha de tener el gobierno que debe liderar la artesanía de la paz. Se requieren pasos transparentes, que eviten incertezas sobre un caminar correcto que evite caer en desfiladeros mortales, hoy o mañana. Serenidad y ánimo de acoger los aspectos positivos de cuanto esté tratando de realizarse desde las esferas gubernamentales, ha de haber en estrados no afectos a la dirigencia de turno, mostrando así el íntimo anhelo de paz que se pregona. En esa línea de actuar se lanzan voces, con tono afortunado, como Editorial del Nuevo Siglo del 18-10-15 con el título comprometedor de: "Un alto en el camino". Hay allí insistente y patriótico llamado a evitar caer, entre los demócratas que rechazamos y no justificamos los caminos de violencia, en "abismo de división infranqueable". Se recuerda que, para ello, como se ha logrado en distintos momentos en Colombia, dejar de lado caprichosas y fieras actitudes, y "llegar a un consenso entre los líderes principales, con miras a reconciliación nacional". Importante que los acuerdos, a toda escala, sean transparentes, entendibles por la gente sencilla ante la que deben ser sometidos a votación, sin engaños ni subterfugios, porque "una paz sin pueblo sería el peor error, y la más grave señal antidemocrática". Pasadas las recientes elecciones, en las que hubo relativa paz, vemos, con preocupación, tres graves situaciones que es preciso afrontar con serenidad y realismo: que los partidos no estén pensando en cómo servir mejor a la Patria, sino en seguir con la mira puesta en próximos comicios para imponerse en el país; que hay guerrilleros en mesa de negociación sin pedir perdón de crímenes, tratando de imponer sus ideales marxistas, y sus amigos de otras organizaciones, cometiendo, sin protesta de ellos, nuevos feroces asaltos; que seguimos viendo civiles que se adueñan de la bandera de la paz, con el empeño de sacar adelante un excluyente pensamiento para ostentar posibles resultados como triunfo propio, y ser honrados como los salvadores de la patria. La tarea de la Iglesia, sin hipotecarse a una sola vía hacia la paz, es que, como Madre y Maestra de la "artesanía de reconciliación", impulse, en todas las regiones, labores concretas hacia concientización y hacia hechos de progreso, unidos en fraternidad, y, con oración al "Príncipe de la paz", seguir impulsando todo con alegría y esperanza. + Libardo Ramírez Gómez Expresidente del Tribunal Eclesiástico Nacional Email: monlibardoramirez@hotmail.com

Jue 29 Oct 2015

2016: Ser misericordiosos como el Padre

Escrita por: Mons. Juan Carlos Cárdenas El próximo 8 de diciembre el Papa Francisco abrirá solemnemente la puerta santa del Año Jubilar de la Misericordia, que convocara hace unos meses, como ocasión para revitalizar en el corazón del pueblo católico el espíritu del Concilio Vaticano II, concluido hace 50 años. Nuestra Arquidiócesis se prepara para asumir este llamado del Santo Padre, y vivir, desde el 13 de diciembre, nuestro camino jubilar para "ser misericordiosos como el Padre" (Lc 6, 36). Ese día el señor Arzobispo, Monseñor Darío de Jesús Monsalve Mejía, abrirá solemnemente la puerta santa en la Iglesia Catedral, primerísimo lugar de peregrinación para ganar la indulgencia jubilar. Otros cinco templos también serán destinados como lugares de peregrinación, donde habrá atención del sacramento de la confesión a quienes allí acudan. Esta Año Jubilar de la Misericordia no excluye ningún ámbito eclesial; por lo cual la parroquia será un espacio privilegiado para ahondar en la misericordia y vivenciarla por medio de diferentes actividades de formación, celebración y acción. En el entendido de que la misericordia no es una idea abstracta, sino una expresión concreta del amor de Dios revelado en Jesucristo, el foco de este año en nuestra arquidiócesis tendrá dos componentes muy importantes: 1. Vivir la misericordia. Con ello se quiere ofrecer la oportunidad para que muchas personas peregrinen hacia la "experiencia el amor de Dios que consuela, perdona y ofrece esperanza" (Misericordiae Vultus, 3), especialmente por el sacramento de la Confesión. Por ello convocamos a los sacerdotes – diocesanos y religiosos – para que, en primer lugar, se sientan ellos mismos beneficiarios del amor misericordioso de Dios, y dediquen con especial atención y los den a conocer a los fieles, tiempos suficientes para atender en sus parroquias a los penitentes, así como en actividades que se programen por arciprestazgos, zonas episcopales y a nivel arquidiocesano. 2. Practicar la misericordia. Una vez la misericordia de Dios se vive en carne propia, el llamado es a peregrinar hacia el prójimo. En este punto, serán las 14 obras de misericordia (7 corporales y 7 espirituales), las que ofrezcan la oportunidad de compartir en gestos concretos, la misericordia que Dios ha tenido con nosotros. Durante siete meses del año, cada mes se resaltarán dos de estas obras, una espiritual y otra corporal, para que sea conocida, celebrada y practicada en la vida personal y comunitaria de los creyentes. Además de esto, tendremos algunos momentos de encuentro masivo y significativo para celebrar la misericordia a nivel arquidiocesano: el domingo de la Divina misericordia y jornada del "confesatón". También se resaltarán especialmente tres obras de misericordia con gestos que marquen a toda la comunidad arquidiocesana: "dar de beber al sediento", enmarcada en el cuidado de la casa común que nos ha pedido insistentemente el Papa Francisco; "vestir al desnudo", con un movimiento particular hacia la atención a quienes viven en situación de pobreza; finalmente, "socorrer a los presos", que dará la oportunidad para sensibilizar sobre tantos hermanos y hermanas que viven privados de la libertad, sus familias y quienes trabajan en el mundo penitenciario. En las próximas ediciones se informará en detalle toda la programación del Año Jubilar Extraordinario de la Misericordia. No perdamos la ocasión de responder a este llamado y poner en el corazón la misericordia como dato esencial que brota de Jesús y su magisterio evangélico. + Juan Carlos Cárdenas Toro Obispo Auxiliar de Cali Coordinador General del Año Jubilar Extraordinario de la Misericordia

Lun 26 Oct 2015

Halloween

Escrito por: P. Raúl Ortiz Toro No sé si soy un sacerdote "incrédulo" porque no estoy de acuerdo en aceptar que tan solo disfrazar a un niño el 31 de octubre es hacerle un favor a Satanás. Yo me disfracé siempre, hasta que me dio vergüenza, y nunca me sentí en un culto satánico. Y, más bien, siempre me ha dado miedo de la gente que vive más pendiente de qué hace o deja de hacer el diablo y descuida lo que Dios quiere. No faltará el que diga que la obra más grande del espíritu del mal es hacernos creer que no existe y que caigo en ese error. Pero yo aquí no estoy negando su existencia, que es una verdad incontrastable; ni siquiera niego que en aquella noche algunas personas aprovechan todo el imaginario de sombras y de brujas para hacer el mal y practicar ritos satánicos; lo que cuestiono es tanta algarabía por un tema que podemos evangelizar en lugar de estar simplemente alarmando. Sé que ya somos muchos los sacerdotes que en las parroquias alentamos a que la víspera de la gran Solemnidad de Todos los Santos, el 1 de noviembre, sea celebrada de una manera muy religiosa. De ese modo, el 31 de octubre se convierte en una oportunidad. Discúlpenme por referir una experiencia personal, pero desde hace cuatro años realizo un concurso de disfraces donde los niños se visten de santos, de ángeles, del papa, de sacerdote; a mí eso no me parece obra de ningún demonio sino una oportunidad de incentivar en los más pequeños la idea de ser mejores, seguir ejemplos de virtud, sin negarles la alegría de ese día. Los jóvenes nos ayudan haciendo carteleras con la vida de los santos, se distribuyen estampas de éstos y se hacen concursos – trivias sobre sus historias de vida, especialmente con los niños que no van disfrazados para vincularlos también. Porque la solución facilista de "No te disfrazas", la entiende un grande, que ya no sabe qué es admiración y que tiene el corazón más duro ante las cosas sencillas, pero un pequeño no comprende por qué no puede vestir un disfraz o disfrutar un dulce; me parece esa posición muy mezquina de parte de un adulto. Las acciones del hombre tienen significado y ese significado lo otorga la persona que ejerce la acción. El significado que le otorga el niño a ese día es el de la alegría, el de salir a compartir con sus amigos el gozo de ser pequeños. Ahora bien, incentivemos disfraces alusivos al bien, desestimulemos los que tienen que ver con la maldad, la brujería, el terror, el miedo. Insistamos a los padres de familia en que no dejen solos a sus niños sino que los acompañen con amor y servicio. He leído la iniciativa de un sacerdote que invita a que las familias tengan dulces en sus casas y un pequeño altar de la Santísima Virgen o del Señor Jesús; cuando pasen los niños pueden invitarlos a repetir una jaculatoria, un Ave María o un Padre Nuestro. En las parroquias una Eucaristía Solemne de Vísperas de Todos los Santos y una oportuna oración de desagravio por los pecados que se cometen en aquella noche, son iniciativas oportunas y realizables. ¡Feliz Solemnidad de Todos los Santos! P. Raúl Ortiz Toro Docente del Seminario Mayor San José de Popayán rotoro30@gmail.com

Sáb 24 Oct 2015

Defendamos los derechos y deberes con una sana votación

Escrito por: Mons. Edgar de Jesús García Gil Primera: Defender los derechos de Dios y los deberes que todos tenemos frente a Dios por ser profundamente creyentes, respetando la libertad religiosa de cada una de las personas que viven en nuestro realidad colombiana. Siendo personas de testimonio en la verdad, bondad, belleza y unidad de Dios, del hombre y de la creación, y no mercaderes proselitistas que le apostamos al mejor pagador o comprador de votos. Segunda: Valorar y respetar la dignidad, los derechos y deberes de la personas humanas reconociendo que cada uno es un hermano o una hermana y que merece todo nuestro respeto aunque su ideología política sea diferente a la nuestra. Siendo justos y caritativos con los más necesitados de nuestra sociedad. Siendo muy sensibles y defensores de los derechos fundamentales de nuestros pueblos como la vida en todos sus estadios. No a la guerra, no al conflicto armado, no al aborto ni a la eutanasia. Atentos al trabajo, al alimento, a la educación, a la vivienda, a la recreación, al matrimonio, a la unidad familiar. No dispuestos hacerle juego a las maquinarias politiqueras que manipulan la opinión pública y convierten nuestra débil democracia en una figura vergonzosa. Tercera: Cuidar y guardar la "casa común", como dice el Papa Francisco, es decir, el equilibrio majestuoso de la creación para que en el presente y en el futuro todas las generaciones tengan un lugar digno y hermoso. Fomentar, por lo tanto, una sana conciencia ecológica frente al mundo creado. No permitir en los programas políticos un planeta tierra basurero, sin agua y sin oxígeno limpios por la catastrófica depredación de los que se dejaron arrastrar por los intereses mezquinos y egoístas de personas y empresas sin conciencia ecológica que solo les interesaba sus propios intereses económicos. Por supuesto que en nuestra democracia debemos ejercer nuestro deber de votar a conciencia por aquellas personas que según nuestro criterio pueden llevar nuestro país por los caminos de la auténtica justicia, la reconciliación, el perdón y la paz. No a las Empresas politiqueras que han herido profundamente la democracia colombiana convirtiendo el arte de la política en una feria de mercaderes. Tu decisión de votar o no votar decide, aunque no te parezca, lo mejor o lo peor para Colombia. + Édgar de Jesús García Gil Obispo de Palmira

Jue 22 Oct 2015

En torno a las elecciones, ¿cómo votar?

Escrito por: Mons. Víctor Manuel Ochoa Queridos amigos y lectores asiduos de esta página. Esta columna aparecerá en el periódico La Verdad en su edición antes de las elecciones, a las que somos invitados a participar el próximo 25 de octubre. Elegiremos Gobernadores, Alcaldes, Diputados a la Asamblea y Concejales. Desearía entrar en diálogo con cada uno de los queridos lectores de esta columna. El acontecimiento electoral que viviremos en pocos días nos afecta a todos directamente, pues lleva la administración pública a nuestro contexto más cercano: es el espacio en el cual se toman decisiones que nos atañen. Elegiremos a quienes tendrán la responsabilidad directa sobre nuestro entorno, en el departamento y en las ciudades. Por ello, es necesario ponderar muy bien el voto y, con una gran responsabilidad elegir a los mejores que nos puedan gobernar. El voto obliga moralmente; está en juego el bien común y la decisión sobre hechos, situaciones y realidad social que nos rodean. Por ello, todos tenemos la obligación moral de participar en la elección, manifestando nuestra voluntad por aquellos candidatos que deben representarnos y decidir por nuestras exigencias materiales como asociados en el Estado, como ciudadanos que somos. El voto nos obliga a todos y con él nos hacemos corresponsables de los destinos de nuestra comunidad, favorecemos el progreso y participamos activamente de las decisiones en favor de todos que deben tomar nuestros gobernantes. El voto tiene que ser también un voto en conciencia. Cada uno, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, todos, tenemos que elegir a quienes consideremos de verdad los más aptos y capacitados para decidir en los espacios de gobierno, defendiendo nuestros intereses y los de aquellos que tienen que tomar los destinos de nuestras agregaciones sociales. Cada uno de los católicos que asume el voto y, lo hace en conciencia, tiene que informarse sobre los programas de gobierno, sobre las tendencias y pensamiento de los candidatos. Nuestra participación no es banal, es necesaria. Este voto tiene que ser libre, no puede estar viciado por la corrupción o la mediación de pagos, promesas electorales o empeños hacia el futuro. En muchas partes se denuncia la compra de los votos, la venta de los mismos a los candidatos en función de dinero o prebendas sociales que no son adecuados ni moralmente admisibles. Existen muchas maneras de quitar la libertad a los ciudadanos en la expresión de su voluntad de participar en las elecciones. El voto de los que son católicos y practicantes de la fe, tiene que favorecer también a aquellos que defiendan principios católicos y de tipo ético, en perfecta sintonía con las enseñanzas de la Iglesia. El Papa Benedicto XVI los llamó los principios no negociables: la defensa y fortalecimiento de la vida humana (quienes como políticos digan claramente: no al aborto, no a la eutanasia), quienes defiendan la familia natural querida por Dios (constituida por el hombre y la mujer y digan no al llamado matrimonio de homosexuales), quienes afirmen y fortalezcan la capacidad de los padres de elegir la educación católica para sus hijos, es decir, una educación que transmita los valores de la fe. Las condiciones sociales de nuestro entorno cultural y humano exigen la presencia de gobernantes honestos, serios, responsables – tanto en su vida privada como pública, eficientes, dedicados en trabajo y disponibilidad en favor de las necesidades de todos, su vida tiene que resplandecer por los valores humanos. Nuestra participación en la elección de los gobernantes tiene que estar marcada por la responsabilidad y la elección que de verdad fortalezca nuestro entorno humano. Deseo invitar, con gran responsabilidad a los Candidatos a hacer una campaña: * Que sea seria en sus propuestas, donde ellas puedan efectivamente cumplirse y respondan a una precisa posibilidad de realización en nuestro contexto; * Que no se creen divisiones o heridas en la sociedad y en los ciudadanos, respetuosa de los contrincantes, con altura humana y de gestos; * Que sea respetuosa de los que entran en la tarea política, no creando falsas ilusiones ni esperanzas irrealizables; * Que no genere violencias físicas o morales en nuestra comunidad. El poder de las tinieblas, con la corrupción, ha marcado en casos muy precisos y concretos la actividad política en nuestro contexto nacional colombiano. Es necesario fortalecer una clase política, fundada en valores precisos y claros de servicio y de ayuda a la comunidad en la cual vivimos todos. Una comunidad que con sus líderes sociales y políticos crezca. En la perspectiva de las circunstancias sociales actuales tenemos que fortalecer la vida social, en la cual brille el hombre, cada persona humana con su dignidad y sus valores. Católico, piensa tu voto, revisa las propuestas de quienes se presentan, vota en conciencia. Tu decisión es fundamental para el futuro de nuestra comunidad. ¡Alabado sea Jesucristo! + Víctor Manuel Ochoa Cadavid Obispo de Cúcuta

Mié 21 Oct 2015

Convocados a votar

Escrito por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo El próximo domingo estamos llamados a elegir gobernadores, alcaldes, ediles y concejales. En primer lugar, debemos valorar, aunque con sus limitaciones, el sistema democrático que tenemos y que siempre debemos salvaguardar. Luego, nos corresponde asumir a todos, y en particular a los católicos, la responsabilidad y el deber ciudadano de votar con madurez política teniendo en cuenta, ante todo, el bien común. No podemos ignorar que de las personas que elegimos depende, en buena parte, la estabilidad, la honesta administración y el progreso de nuestro país. Conducir el camino histórico de un pueblo no es fácil; máxime, con las delicadas y complejas situaciones que vivimos. La economía requiere un manejo muy cuidadoso y técnico en medio de la realidad global que de una u otra forma nos afecta y desafía. Aclimatar la auténtica paz, que es un desarrollo integral y sostenible para todos, es una tarea que no admite los simplismos o politizaciones en que a veces caemos. Llegar a una transformación cultural, mediante una educación escolar y ciudadana, que se asiente sobre valores indefectibles, no es cosa que se consigue de un día para otro. En la raíz de los retos que debemos afrontar está la crisis ética de nuestra sociedad. Hemos entrado en un desconcierto moral en el que honesto y deshonesto, bueno y malo, verdadero y falso no pasan de ser palabras. Obramos como si bueno fuera lo que nos agrada, lo que nos produce dinero, lo que nos da poder como individuos o como grupo. Pensamos que mentir es un ingrediente indispensable de la convivencia y del éxito personal. Actuamos como si la honestidad fuera para los demás, pues cada uno debe aprovechar la oportunidad de lucro y de poder que, a cualquier precio, se le ofrece. Las consecuencias son temibles. Con el derrumbe de la ética se ponen en juego la dignidad y los derechos de las personas; valen más los bienes materiales que la vida humana; la actividad económica y política ya no está al servicio del bien común; el progreso integral de la sociedad queda supeditado a los mecanismos casi anónimos de la producción; y el proyecto del país cede ante los intereses particulares. Así se llega, por ejemplo, a poner en cuestión la vida del ser humano por el aborto y la eutanasia, a cometer delitos en nombre de la ley o de los derechos, a utilizar todo tipo de trampas y mentiras para imponer los propios y ocultos proyectos. De esto se sigue el quebrantamiento de las bases del Estado de derecho, el crecimiento de la indiferencia e insolidaridad con los más pobres y necesitados, la opción de los jóvenes de evadir la realidad mediante el degradante consumo de las drogas, la vida frívola y vacía de la sociedad manipulada por ciertos medios de comunicación, la búsqueda compulsiva de diversión y sexo, y, por último, el recurso a la violencia como forma de conseguir lo que se quiere, aniquilando si se necesita a los demás. El deterioro ético, al que se va llegando como inconscientemente, genera un estilo de sociedad realmente invivible. Por tanto, debemos tomar en serio las próximas elecciones para reforzar la vida moral de nuestra sociedad, para superar diversas formas de corrupción, para defender y promover el valor de la persona humana como base de todo ordenamiento social, político y económico. Esto exige apoyar con el voto a los candidatos que sabemos que son honestos, que defienden la institución familiar, que promueven una educación con valores profundamente humanos. Debemos favorecer a los políticos que, al menos, están menos lejos de estos propósitos planteados. No se puede desperdiciar ni vender el voto. Nos corresponde elegir, a conciencia, no sólo entre la paz y la guerra, sino también entre la justicia y la injusticia, entre la verdad y la mentira, entre el bien y el mal. No es pequeña la responsabilidad de votar. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín