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Opinión

Mar 20 Oct 2015

La colonización ideológica

Escrito por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo El papa Francisco, en varias ocasiones y especialmente en su encuentro en enero de este año con las familias en Filipinas, ha hablado de lo que él llama la "colonización ideológica". Explica que es la imposición de ideas extranjeras en una cultura y denuncia que a veces viene apalancada por asistencia financiera. Estas ideologías, señala, se van introduciendo en los países en desarrollo especialmente a través de la educación de los niños y los jóvenes, tal como pasó en las dictaduras del último siglo. Se trata de una verdadera "colonización". Esto lleva a que las personas y los pueblos pierdan su propia identidad y terminen en la uniformidad. "Esta es la globalización de la esfera, todos los puntos son equidistantes del centro", indicó. Sin embargo, la "verdadera globalización" no tiene forma de esfera, sino que debe ser un "poliedro", multifacético, de tal forma "que todas las personas, cada parte, conserven su propia identidad sin ser colonizadas ideológicamente". Se podría hablar de una colonización antropológica cuya finalidad es la impugnación total de la idea misma de la naturaleza humana. Esto está ocurriendo ya en casi todos los países, sin que nadie lo pueda cuestionar, pues quien piense distinto estaría haciendo "discriminación". Es la imposición del "pensamiento único"; lo demás no es "políticamente correcto". La primera amenaza la sufre la familia, al querer redefinir la misma institución del matrimonio desde el "relativismo", la "cultura de lo efímero" y la falta de "apertura a la vida". Es una colonización, dice el Papa, porque viene de afuera y es ideológica porque no le interesa la verdad, sino la imposición de su materialismo, de su visión que destruye o reduce las exigencias éticas. El Santo Padre no duda en denunciar que la familia está amenazada y con ella toda la sociedad. Por eso, invita a estar atentos, a ser sagaces, a obrar con habilidad y fuerza para evitar una colonización ideológica que es tan funesta como una colonización política. Para que se comprendan mejor las cosas, recomienda, como ya lo había hecho en otras ocasiones, leer la novela "Señor del Mundo" de Robert Hugh Benson. Esta obra presenta el reinado del Anticristo, que impone la religión de la "fraternidad universal", un humanismo sin Dios, caracterizado por la mística de la deificación del hombre y del progreso. La condición del progreso es la paz que brota de la comprensión clara de que el hombre lo es todo. Esta paz tan estupenda la logra Felsenburgh, el falso mesías que protagoniza la novela, alcanzando una alianza con las sectas mahometanas del Oriente; después, consiguiendo el bienestar universal, mediante el control mental de las masas y la benévola administración de la eutanasia a los díscolos y los infelices; por último, unificando el mundo bajo su autoridad, implantando oficialmente la religión humanista y erradicando los últimos reductos de cierta fe "grotesca y esclavizadora", propia de "incompetentes, ancianos y disminuidos", que se resiste a aceptar la colonización ideológica. A los pocos que para entonces profesan esa religión se les considera una secta de peligrosos delincuentes; y se decreta contra ellos la persecución, que las masas acogen con desenfrenado alborozo ciudadano, como una auténtica fiesta de la democracia. Lo que el Papa nos advierte nos lleva a pensar con urgencia en la necesidad de afirmarnos en la fe, de construir una sólida comunión, de continuar en el empeño de una profunda evangelización, de ponernos cada vez más, por la oración y la santidad de vida, en las manos de Dios. Antes, los verdugos nos cortaban la cabeza; ahora, la colonización ideológica nos la cambia por otra. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Mar 20 Oct 2015

Ante un fallo inicuo

Escrito por: P. Mario García Isaza La Corte Suprema de Justicia, ante la cual había sido interpuesta apelación de un fallo del tribunal de Ibagué, ha emitido el suyo, en relación con la demanda instaurada contra la Diócesis de Líbano-Honda por abusos sexuales con menor de edad, cometidos por un sacerdote. En la inicua sentencia se condena a la Diócesis, y se la obliga a pagar una gran suma de dinero como reparación a las víctimas. Las reacciones de los medios de comunicación con mayor poder y difusión, - El Espectador, El Tiempo, Semana, las cadenas de TV...- han sido una muestra más, - ¡por si hiciera falta! - , de su inocultable malquerencia para con la Iglesia Católica. Columnistas ha habido que sin el menor recato han expresado el júbilo que les provoca cualquier cosa que mancille la imagen de la Iglesia o pretenda quitarle piso a su tarea pastoral. Tal, por citar uno, el caso del señor Felipe Zuleta, ( el mismo que demandó a un Señor Obispo porque exponía argumentos contra la posible adopción de niños por parte de parejas homosexuales...) quien, en El Espectador, parece solazarse ante la perspectiva de que ahora se venga una cascada de sentencias contra la Iglesia; de sujetos como él, sería ingenuo esperar una reacción distinta; pero es que hasta intelectuales habitualmente ponderados y sesudos, como Abdón Espinosa Valderrama, parecen haber perdido la objetividad y la lucidez : en su columna de El Tiempo, considera un triunfo de la justicia lo que a todas luces es una perversa decisión de la Corte. Lo sucedido nos causa profundo dolor. Y cuando digo lo sucedido, me refiero tanto a los hechos innombrables del abuso cometido contra niños inocentes por un miembro del clero, como a la sentencia de la corte. Una y otra cosa encierra una atroz iniquidad. Tan injustificable y aberrante como el pecado cometido por el abusador, es la sentencia proferida por el alto tribunal. No es verdad, como los medios a que me he referido afirman, que la Iglesia, universal o particular, haya sido connivente cuando se han cometido abusos; no lo es que la Diócesis ahora injustamente condenada no haya hecho cosa alguna en favor de las víctimas. Sé, y puedo aducir pruebas, que antes que muchas otras diócesis, la de Líbano-Honda tenía un Código de protección de menores, sustentado con un Decreto episcopal; sé, así mismo, que de manera inmediata, al denunciarse los hechos, la misma autoridad diocesana destituyó al sacerdote, antes de cualquier juicio y de manera preventiva; sé que, manifestó su deseo de colaborar incondicionalmente con la autoridad civil; sé que, antes de que se diera un veredicto condenatorio de los tribunales, el clérigo recibió la máxima pena que puede infligirse a un sacerdote: la suspensión del ministerio sacerdotal; y además, se inició, ante la Santa Sede, el trámite conducente a la expulsión del ministerio, que culminó bajo el actual Pontífice, el papa Francisco. Por otra parte, el Señor Obispo, desde el primer momento, buscó el contacto con las víctimas y su familia, e hizo cuanto estaba a su alcance para brindarles ayuda; esa solicitud está documentada en acta oficial, después de una visita del padrastro de los niños abusados. Los cuales recibieron, mientras fue posible, ayuda a través del Hogar del Niño, fundación diocesana. Todo lo que se diga en contrario es flagrante mentira. Pero los interesados en zaherir a la Iglesia no se toman el trabajo de indagar, antes de pronunciarse, sobre las acciones y medidas que los superiores eclesiásticos han tomado para prevenir y para castigar cualquier delito cometido por un clérigo. ¿Será honesto ese proceder? ¿Tendrán los medios de comunicación social derecho de actuar con tan poca objetividad y de manera tan evidentemente proclive en contra de la Iglesia? Me pregunto, y con seguridad lo hacen muchísimos otros: ¿por qué se condena a la Diócesis por el delito cometido por un sacerdote? ¡Dizque porque él es un "empleado" de la institución! ¡Vaya solidez de argumento! El clérigo no cometió su crimen en ejercicio de su ministerio sacerdotal; las circunstancias de los hechos no fueron, en manera alguna, las que rodean el cumplimiento de dicho ministerio; fueron actos cumplidos en tiempo y lugar en que la persona no actuaba "quatenus sacerdos", en cuanto sacerdote; actos absolutamente particulares, de un individuo, no en razón o en función del cargo a él encomendado por la autoridad eclesiástica; y eso no queda desvirtuado por el hecho, innegable, de que se haya prevalido de su rol y de su imagen para lograr más fácilmente su protervo propósito. Y nos preguntamos también, muchísimos : según esta "jurisprudencia" de la inefable corte, si un militar, o un maestro, o un médico, comete abuso sexual contra niños, si el hecho se da no en momentos o circunstancias en que ellos desempeñan su oficio como tales, sino, por ejemplo, en su casa, cuando no están ejerciendo su cargo, ¿ será condenado a pagar el ejército, o el ministerio de educación, o el hospital en que trabaja el profesional, ya que ellos son "empleados" de tales instituciones?... ¡ Sería lo lógico...! Pero no, es que no se trata de la Iglesia... Padre, Mario García Isaza C.M, Formador, seminario mayor, Ibagué

Lun 19 Oct 2015

“Lo que haces con el corazón lo pagas con el bolsillo”

Escrito por: Mons. Juan Carlos Ramírez Rojas Lo que nace del corazón del hombre va dirigido a la acción y en consecuencia esa acción debe responder a un plan que es capaz de articular acciones y actividades que desencadenan procesos y permiten alcanzar metas en el mediano y largo plazo. Cuando las acciones que "salen del corazón" van cargadas de una blandita caridad y revestidas de sentimientos de blandengue generosidad, se empieza a recorrer el sendero desgastador de problemas que terminan en estrados judiciales y con cargas pecuniarias que debilitan las mismas estructuras, con el agravante de personas que se alejan resentidas y son réplicas permanentes de comentarios tendenciosos que le hacen daño a la madre Iglesia. Con lo anterior quiero sugerir que renunciemos a administrar con falsas caridades que en el fondo reflejan desorden y falta de planeación administrativa. Quiero detenerme en el aspecto laboral de las personas que vinculamos para la acción evangelizadora. Nos enseña la Iglesia que en el momento de contratar se han de observar no solo los principios de la Iglesia, sino también las leyes civiles en materia laboral y social (Cf. Canon 1286). ¿Qué significa esto para nuestras Diócesis, parroquias, e instituciones eclesiales, (fundaciones, cementerios, seminarios, instituciones de acción caritativa reconocidas por el Estado como personas jurídicas)?: 1.- El Estado colombiano tiene una protección especial sobre el trabajo y procura vigilar que empleadores y trabajadores cumplan las normas que rigen la relación laboral. Existen numerosas normas jurídicas vigentes, es regla de oro el Código sustantivo del trabajo. Dejemos de estar inventando "leyes", haciendo contratos por fuera de las normas vigentes. El art 21 del C.S.T., "En caso de conflicto o duda sobre la aplicación de normas vigentes de trabajo, prevalece la más favorable al trabajador...". No me diga más. 2.- Determinar en términos precisos el contrato y la clase contrato y tener conocimiento de lo específico de cada uno (Cf. Art 45 C.S.T). No se debe contratar por salario inferior al mínimo legal mensual vigente. Llega la persona y nos dice: "tranquilo mi padre yo le trabajo por cualquier cosita que Usted me pueda dar..." y resulta que trabajó 48 horas a la semana, esa persona aunque quiera, no puede renunciar a la aplicación de las normas sobre ese salario. No olvidar: Las normas laborales tienen el carácter de orden público, es decir, trascienden la voluntad del trabajador y del empleador. Se dice "es que donde yo estoy no alcanza para pagar ese salario de ley", fácil, no se complique: No contrate. 3.- Evitar colocar en los contratos cláusulas ineficaces¬¬, ellas no producen ningún efecto a favor del contratante, por lo general buscan desmejorar las condiciones del trabajador y al final son una forma "dolosa" que terminan demostrando mala intención por parte del contratante (Cf. Art 43 C.S.T). 4.- Es conveniente tener procesos de selección de personal y antes que la persona seleccionada inicie labores se debe proveer: afiliaciones al sistema de seguridad social: salud, pensión, ARL, caja de compensación familiar, examen médico de ingreso, manual de funciones y los requisitos que tenga establecidos la oficina de recursos humanos o en su defecto la persona que coordina a los empleados. 5.- Al liquidar la nómina los devengados son: sueldo, auxilio de transporte, horas extras (para vigilantes, porteros hay legislación particular) recargos y dominicales, descansos compensatorios, comisiones. Todo dejarlo por escrito y firmado por las partes. 6.- Al liquidar nómina las deducciones son: descuento salud, pensión, fondos voluntarios, libranzas, préstamos autorizados. 7.- Ojo, la dotación, recordemos el adagio popular: "no pensemos que porque el pasajero es pobre la maleta es de hojas". Es una obligación que se olvida fácilmente y consiste en que todo empleador debe entregar a los trabajadores que devengan hasta dos salarios mínimos, un par de zapatos y un vestido de labor cada 4 meses: el 30 de abril, el 31 de agosto y el 20 de diciembre. Debe firmarse el acta de entrega. No se debe entregar en dinero. Esta prestación se debe recibir en especie, "solo es posible recibirla en dinero al finalizar el contrato, pues no tendría sentido suministrar una dotación de trabajo cuando la persona ya no va a laborar". 8.- Conviene tener la valoración de un profesional en la materia que revisa y certifica que el contrato cumple con las normas de ley y solicitar al profesional del derecho que la valoración sea por escrito. Dirán los lectores, "¡no¡ imposible tener trabajadores..." Es muy fácil, no se complique, si no puede asumir las obligaciones de ley, no contrate y si lo hace de manera irregular, recuerde: Lo que se hace con el corazón se paga con el bolsillo. Mons. Juan Carlos Ramírez Rojas Ecónomo-Director financiero Conferencia Episcopal de Colombia

Vie 16 Oct 2015

La soledad del sacerdote

Escrito por: P. Raúl Ortiz Toro Quizá la mayoría de lectores saben por qué estoy escribiendo este artículo. No diré nombres ni circunstancias. Si no lo saben, no hace falta. Solo me limitaré a decir que los sacerdotes somos seres vulnerables. Sublimes administradores de una gracia particular que nos trasciende, pero así mismo, delicados seres humanos. A veces nos mostramos tan duros que parecemos impermeables, pasamos como seres objetivos en todo sentido, perfectos hasta en el más mínimo detalle. Pero no es así. El aura de santidad que nos rodea, en un descuido, en una ligereza o imprudencia, se puede volver una corona de espinas que nos hace sudar sangre o que hiere a la Iglesia. Y si no somos perfectos, al menos así aparecemos en las exigencias y en el imaginario colectivo de nuestros feligreses y nuestras familias. Rodeados de gente, a veces hasta la saciedad, terminamos el domingo en la soledad del sagrario o en la soledad de la habitación, poblados de presencias desvanecidas que con el paso del día se fueron volviendo ausencias. En los primeros años de sacerdocio, en esa misma soledad de la meditación, luego de que el trajín del día ha dado paso al silencio de la conciencia, se llega a pensar: ¿Me habré equivocado? ¿Cómo será una vida por fuera del sacerdocio? ¿Tiene sentido desgastarme por seres anónimos? Preguntas que para muchos surgieron esa noche antes de la ordenación diaconal y sacerdotal en la que poco dormimos. Pero luego, afortunadamente, con el pasar de los años, las dudas van dando paso a la confirmación de que Dios no se equivoca cuando llama, sino que somos nosotros los que nos equivocamos al no ser lo suficientemente generosos; y se empiezan a concatenar tantas satisfacciones: el abrazo de quien no te conoce pero te agradece porque lo has escuchado en confesión, la sonrisa de los niños cuando los bendices, el sentir que eres un instrumento para que nazcan hijos para el cielo, la palabra sencilla que llegó al corazón de alguien que necesitaba ese consuelo, el bien que logras con un buen gesto y con tu trabajo silencioso que no sale en los periódicos... Y descubres que todo empezó un día, cuando te sentiste llamado. Hubo un momento inicial: Ir al seminario, ser un santo sacerdote, ayudar a las personas como Cristo. Y así surgió el Amor que todo lo abarca. Y las ilusiones, porque todos hemos querido cambiar el mundo con nuestra misión y en todos se ha albergado el ideal de la santidad. En un momento de desespero, de angustia ante la realidad, de frustración por la pérdida de la identidad, el sacerdote experimenta ese tipo de soledad que no es benévola, diferente a aquella otra necesaria y justa que deja escuchar los latidos del corazón de Dios en la oración. De la que hablo es de la soledad que hizo perder el sentido de lo que movió su primer amor a Cristo. Esa soledad que dejó escapar el pensamiento encaminado a la posibilidad de una presencia y compañía que luego, con el tiempo, será frustración; y es que G. Bernanos, en su "Diario de un cura rural" lo dijo mejor: "un verdadero sacerdote no es nunca amado". Y es verdad, porque así él no quiera, su vida es de Dios, que sabe reclamar lo que siempre ha sido suyo. Una oración por nuestros sacerdotes nos vendría muy bien en este momento. P. Raúl Ortiz Toro Docente del Seminario Mayor San José de Popayán rotoro30@gmail.com

Jue 15 Oct 2015

Sereno reclamo ante un fallo

Escrito por: Mons. Libardo Ramírez Gómez Hemos tenido fallo de la Corte Suprema (07-10-15), para algunos "histórico" porque se ha condenado a una Diócesis de la Iglesia Católica a dar considerable cantidad de dinero a los padres de unos menores, que lamentablemente fueron abusados sexualmente por un Sacerdote perteneciente a este Iglesia. Diversas reacciones se han tenido ante algo que pone en la mira a una entidad de milenaria tradición, bien llamada "madre y maestra" de pueblos y generaciones, que ha cultivado entre todos sus integrantes rectitud y limpieza de costumbres, pero en la cual, compuesta por elemento humano, aparecen fallas que ella lamenta, y sobre las cuales aplica duras sanciones. Mi primera reacción es compartir el dolor de nuestra madre Iglesia, y condenar los dolorosos desvíos de hijos suyos, a quienes ha procurado formar con gran solicitud, pero con algunos que la deshonran y entristecen con comportamientos como los del aludido Sacerdote, cuyo castigo a varios años de prisión acepta, como sanción ejemplar a quienes traspasan sus enseñanzas. Pero el fallo va más allá de ese plano, al imponer sanciones a esa madre diligente, que ha procurado por todos los medios formar bien a sus hijos, como sí fuera ella responsable de delitos de uno de ellos, en condiciones incontrolables, y sin estar en ello representándola.Muchos, por falta de objetiva visión, están de acuerdo con jueces que obstinadamente desoyen razonamientos serios y de hondo calado como los expuestos en bien ponderado recurso ante la Corte Suprema por eminente jurista, ante anterior fallo del Tribunal Superior de Ibagué, que condenó, en forma similar, a la comunidad diocesana de Líbano-Honda. Que llegue a unos dolidos padres alivio material, es signo de condolencia humanitaria compartible, pero es inaceptable que sea como aplicación de la justicia, cuando ha habido solícito comportamiento del Obispo de la entidad sancionada, y que toda una feligresía haga esa erogación, pues no es para sus directivos sino para toda ella la sanción. Insisten los condenadores a esa comunidad diocesana en que el Sacerdote estaba "actuando dentro de sus funciones, aprovechándose de su actividad pastoral y sacerdotal", cuando lo ocurrido fue en vía totalmente contraria de ello. No fue con ocasión de un Sacramento, ni en convocatoria a una actividad parroquial, sino como ayuda personal a una familia necesitada, a quien se daba la mano hospedando a unos niños, pero que, por proclives instintos, viene a realizarse algo totalmente personal, nada en relación con su misión de pastor. Mil vueltas da el texto del fallo para tratar de convencer de su tesis condenatoria contra la Iglesia, con manifiesta desatención a ponderados razonamientos jurídicos en contra, que les fueron expuestos. Importante tarea tienen connotados juristas para exponer las inconsistencias de este proceso, en busca de ponderada justicia, para que sea revisado. En el fondo lo grave no es tanto la cuantiosa suma de dinero que deban aportar la feligresía de una Diócesis, sino en lo que bien se ha señalado como "ultrajante a la madre Iglesia", al colocarla, desenfocadamente, unos jueces, como delincuente, que ha de "pedir perdón", de algo en nada culpable, pues con solicitud hizo cuanto le correspondía. Con repetidas citas del Derecho Canónico se han querido reforzar los fallos condenatorios a la Diócesis, tapando los oídos a los evidentes llamados a no acudir a esa respetable legislación, que no es la que ha de dirimir en el caso lo de "responsabilidad civil", y cuya interpretación y aplicación, no corresponden a Jueces no versados en esa materia, sino a la misma Iglesia. Con serena imparcialidad se hace este reclamo de verdadera justicia, dejando de lado cierto gozo que manifiestan algunos porque se castigue a nuestra querida madre Iglesia, siempre responsable y honesta. + Libardo Ramírez Gómez Expresidente del Tribunal Eclesiástico Nacional Email: monlibardoramirez@hotmail.com

Mié 14 Oct 2015

¿De qué nos quejamos?

Escrito por: Mons. Froilán Casas Ortiz Muchos colombianos parecen plañideras, lloran por todo y no dan solución a nada. Vamos a cumplir doscientos años de vida republicana y el progreso ha sido exiguo en muchos aspectos. Tenemos uno de los países más ricos del mundo: variedad de recursos naturales, rica biodiversidad, dos océanos, excelente orografía, grandes recursos hídricos, riqueza mineral, hidrocarburos explotados sin suficiente racionalidad; en cultura, tenemos muchas fortalezas. Sin embargo, seguimos en la pobreza. El problema es un buen número de colombianos. Acabamos de dar el grito de independencia y ya nos dividimos: federalistas y centralistas; la "patria boba" es una muestra de nuestra incapacidad para ser libres. Cuando los buitres ven que los leones pelean por la presa cazada, llegan a disfrutar del banquete. Por las peleas internas, perdimos el istmo de Panamá y, por la misma razón, perdimos una buena parte de la Amazonía. Somos tan cerrados de mente y tan llenos de terquedad, que no aprendemos de los errores. ¡Qué pueblo tan indómito! ¿Estamos llamados a vivir así? Pues, no. El cambio es cuestión de voluntad. Si queremos cambiar, cambiamos. Excúsenme decirles, el problema es que no se nos da la gana cambiar. Con frecuencia el orgullo, obnubila la inteligencia. Mire usted otras realidades del planeta, vayámonos para Finlandia: el himno nacional dice ... "somos un país pobre, no tiene oro. El recurso que tenemos es nuestro pueblo". ¿No será que en Colombia la ecuación es el revés? Veamos las siguientes cifras: es un país que busca responder a dos grandes retos: educación y corrupción. La presidente finlandesa Tarja Halonen dice: "Fuerte inversión en educación y transparencia en el gobierno". Pregunto: en Colombia, ¿los educadores están dando la talla a una nueva Colombia? ¿La trasparencia es la carta de presentación de los gobiernos? Del dicho al hecho hay mucho trecho. Un pueblo educado sabrá elegir a dirigentes honestos y competentes. Éstos elegirán a los mejores asesores. Un pueblo inteligente no permite corruptos ni incompetentes. Un pueblo ignorante desperdicia sus recursos y se empobrece. Un pueblo ignorante vive de ilusiones y no toma la decisión de construir la historia. A veces pareciera que una parte de la clase dirigente quiere mantener la pobreza, para tener los votos cautivos en las elecciones. Un pueblo educado sabe muy bien diferenciar un discurso serio de una retórica barata. Un pueblo educado prospera también en condiciones adversas. Nosotros vivimos exportando compasión; así nunca seremos gestores de nuestro propio desarrollo. Finlandia es un pueblo que no hace ruido y es eficiente. Aquí vivimos cacareando grandezas, viendo en la estrechez de nuestra mente miope y atrofiada. Vivimos la cultura del pan y circo. Los éxitos en algunos deportes en lugar de generarnos autoestima, los tomamos como consuelo a nuestras miserias. Somos un pueblo anárquico, la cultura ciudadana está por los pies. Un ejemplo, ¿se respetan las cebras? Qué dice usted de la contaminación visual, auditiva, etc. ¡Ah! Somos un país libre. Sí, pero mi libertad va hasta donde empieza el derecho del otro. La historia del: "¿usted no saben quién soy yo?", es una muestra de nuestro arribismo y nuestra falta del sentido de las proporciones. La pésima educación campea en instituciones educativas y gubernamentales. Definitivamente el subdesarrollo es mental. + Froilán Casas Ortiz Obispo de Neiva

Mar 13 Oct 2015

¿Divorcio católico?

Escrito por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo La ligereza y el sensacionalismo con los que algunos medios de comunicación acostumbran manejar la información ha causado, a partir del Motu Proprio Mitis Iudex Dominus Iesus del Papa Francisco, no pocas fantasías y suposiciones sobre la doctrina y la práctica de la Iglesia Católica con relación al matrimonio. Muchas personas han quedado con preguntas como éstas: ¿Han variado las disposiciones de la Iglesia sobre el matrimonio? ¿Ahora se pueden anular los matrimonios contraídos? ¿La necesidad de responder a la realidad de hoy ha llevado a la Iglesia a establecer una especie de "divorcio express"? Es bueno, entonces, aclarar que la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio, que viene desde Cristo, se mantiene. La nulidad de los matrimonios no se concede sino que se declara cuando se comprueba que existe desde el momento de la celebración. Por tanto, lo que el Papa ha establecido ahora es una reforma en el proceso para estudiar y declarar la nulidad de aquellos matrimonios que, por falta de consentimiento, por defecto de forma canónica o por algún impedimento, no fueron realmente válidos. Esta reforma, de otra parte, se esperaba porque la habían propuesto varios canonistas y la había pedido el Sínodo del año pasado. Desde el comienzo de su documento, el Papa subraya que este nuevo procedimiento deja a salvo "el principio de la indisolubilidad del matrimonio". El matrimonio católico sigue siendo una realidad que se configura, como dijo Jesús, con lo que Dios ha establecido desde "el principio"; no deja de ser el sacramento en el que los esposos reciben la vocación de entregarse para siempre el uno al otro, como Cristo, que amó y se entregó por la Iglesia. De ninguna manera se puede pensar que la Iglesia reconoce ahora un matrimonio temporal o menos estable. El Papa quiere hacer más ágiles los procesos para declarar la nulidad a fin de ayudar a las necesidades de las parejas cuya convivencia se hace difícil ya que no ha habido un matrimonio válido y verdadero, pues se han casado sin clara consciencia de lo que hacían, o sin la debida libertad, o con una idea falsa o incompleta del sacramento. En estos casos es normal que las parejas se pregunten si hay alguna salida para rehacer su vida o si deben cargar para siempre y con grave daño su error, su pecado, su ligereza, o las situaciones que viciaron la validez de su matrimonio. Esta reforma no es, entonces, para multiplicar los motivos que favorecen la nulidad de los matrimonios, sino para favorecer la agilidad de los procesos. El Papa no ha tomado la vía administrativa, sino que ha mantenido la vía judicial, como lo explicó en el regreso de su reciente viaje apostólico a Estados Unidos, para tutelar con el orden judicial la verdad y seriedad del vínculo matrimonial, ya que el hombre no puede separar lo que Dios ha unido. El que sea suficiente una sola instancia, manteniendo siempre el derecho de apelación, que puede llegar hasta la Santa Sede, no afecta la formalidad y prudencia de los juicios. Ahora puede ser necesario recibir algunas precisiones de tipo jurídico de parte de los Dicasterios Romanos y ciertas orientaciones de la Conferencia Episcopal para adecuar los tribunales y sus servicios a fin de que, actuando con plazos más cortos, los jueces puedan, después de serios análisis de las pruebas y los testimonios, llegar a la certeza moral que, en último término, exige dictar una sentencia. Junto a esto, es necesario, dada la confusión que se ha creado, que los sacerdotes ofrezcan una paciente y adecuada atención a los esposos que tienen dificultades para no mandarlos directamente al tribunal sino para ayudarles en un primer discernimiento que les dé los criterios precisos con que deben proceder. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Sáb 10 Oct 2015

Familia, esperanza de la humanidad

Escrito por: Mons. Edgar de Jesús García Gil Ver Cuando el abuelo materno Pedro, siendo muy niño, me llevaba sobre su cabalgadura a la finca del "otro lado" del Rio Cauca o a las tierras buenas de "Guacará", tomábamos de su mano la leche recién ordeñada, me enseñaba a jugar trompo en la mano, y, los domingos, iba con él a la Misa parroquial, de una manera o de otra yo iba grabando en mi alma que la familia era la mejor cuna para vivir en seguridad, para aprender las cosas importantes de la vida y para saber compartir la vida con generosidad. En la otra orilla de mi familia, la abuela paterna Ana Joaquina, envuelta en su pañolón negro, y con su sonrisa maternal, al terminar de rezar a la hora del ángelus, el santo rosario, me decía: Que Dios lo bendiga y lo haga un santo Jesuita. ¡Cómo amaba la abuela a los Jesuitas! Fue ella la que exigió que mi nombre Edgar, pagano para su época, tuviera el "de Jesús" para que realmente fuera cristiano. Y así quede en la partida de bautismo. Estos detalles muestran como la familia es la mejor transmisora de la fe de nuestros pueblos. Juzgar Es cierto que ahora tenemos otros tiempos, otras culturas, otras ideologías. Pero lo perenne de los principios cristianos sobre la familia no pasa, sino que se va contextualizando en lo que ahora llamamos cambio de época. La vocación y la misión de la familia hoy es el tema que ha tratado el Sínodo Ordinario de los obispos en Roma. El papa Francisco al inicio del Sínodo afirmó: "se podría decir que el 'espíritu familiar' es la carta magna de la Iglesia". Además, el mundo necesita una "robusta inyección" de este espíritu puesto que en la sociedad no se le da el debido "peso, reconocimiento y apoyo". Y esta ha sido la diligente tarea que los padres sinodales, los matrimonios y familias, han construido durante tres semanas para poder seguir fortaleciendo la comunidad familiar, como el mejor patrimonio de la humanidad y como la mejor garantía para construir una verdadera civilización del amor. "El sacramento del matrimonio, como unión fiel e indisoluble entre un hombre una mujer llamados a acogerse mutuamente y a acoger la vida, es una gracia grande para la familia humana" I.L. 99 Es importante, lo dijeron los padres sinodales, reconocer las semillas del Verbo, es decir, las bondades de la vida matrimonial en cada continente, en cada cultura, en cada grupo humano y saber descubrir cuatro constantes que garantizan la base para un sacramento. "Cuando la unión alcanza una estabilidad notable mediante un vínculo público, está connotada de afecto profundo, de responsabilidad por la prole, de capacidad de superar las pruebas, puede ser vista como una ocasión de acompañamiento en la evolución hacia el sacramento del matrimonio". Actuar La vocación y la misión de la familia es ser la primera comunión de amor entre los hombres donde se tejen y se aprenden los principales valores de la vida humana como el amor misericordioso que siempre es sacrificado, el perdonar y ser perdonado, el amar y ser amado, el compartir en solidaridad para apagar el egoísmo de la sociedad consumista, el crecer juntos en familia valorando todas las edades (niños, adolescentes, jóvenes, adultos y abuelos) donde cada uno es una riqueza de vida para todos. Estos valores y muchos más consolidan a lo largo de la historia de cada familia una auténtica calidad de vida, de realización personal, que hace de cada persona una verdadera imagen y semejanza de Dios. Es cierto que son muchas las situaciones nuevas que hoy viven las familias del mundo y que la Iglesia, maestra en humanidad, pide atender con solicitud de caridad pastoral, aportando sobre todo un testimonio de inagotable misericordia para que las heridas se sanen y se pueda mostrar con paciencia y prontitud la belleza del matrimonio y de la familia en el designio eterno de Dios. El sínodo de la Familia en Roma ha sido una señal indiscutible de comunión, pero también de sabiduría que ilumina siempre el caminar diario de los hombres, de sus compromisos fundamentales basados en el amor, de su vida de pareja, de matrimonio y de familia que el mundo necesita para seguir adelante con esperanza y con un optimismo no ilusorio sino basado en la realidad propia de cada uno, de cada nación, de cada raza y de cada cultura. + Édgar de Jesús García Gil Obispo de Palmira