Lun 7 Mar 2016
La paz
Por: Ismael Rueda Sierra - El Beato Paulo VI, en su memorable Exhortación Apostólica, Evangelii Nuntiandi (1975), sobre la evangelización del mundo contemporáneo, hacía ver que esta tarea significaba para la Iglesia, “llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad.” Por tanto no se trata – añade - solamente de llevar el evangelio a zonas geográficas distantes y apartadas o poblaciones más numerosas, “sino de alcanzar y transformar con la fuerza del evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad, que están en contraste con la Palabra de Dios y con el designio de salvación” (cf. E.N. 18- 19).
En Colombia, una vez más, frente al proceso o procesos de paz que adelanta el gobierno con los grupos armados, con la cooperación de diversas instituciones, suscita dirigir el mayor interés de los ciudadanos y creyentes en general, hacia este valor, a su vez, don y tarea como es el de la paz. Pero es cierto también en la práctica, que esta atención revela la diversidad e incluso divergencias en el modo de concebir la construcción auténtica de la paz y sobre todo en los métodos más idóneos para alcanzarla: todos queremos la paz pero no de la misma manera, se podría concluir.
Como Iglesia, en estado de misión permanente, entendemos que la paz, juntamente con el valor de la vida humana, son “punto de interés” determinantes en la evangelización urgida y urgente del país, para ayudar a iluminar y transformar desde dentro y en la raíz una convivencia pacífica, duradera y sostenible de los colombianos. Los acuerdos que a través del diálogo se puedan lograr, contribuyen pero no agotan, indudablemente, la inmensa tarea de construir, como tarea de todos, la paz; sin embargo, nos llevan a examinar, frente a la diversidad de interpretaciones, el sentir evangélico traducido también por el Magisterio y el pensamiento social de la Iglesia para su aplicación con coherencia, en el camino de evangelización.
En efecto, el Concilio Vaticano II en la Constitución sobre la Iglesia en el mundo de hoy, al discernir sobre la construcción de la paz en el mundo, dice que “la paz no es la mera ausencia de la guerra, ni se reduce al sólo equilibrio de las fuerzas adversarias, ni surge de una hegemonía despótica, sino que con toda exactitud y propiedad se llama ´obra de la justicia´ (Is.32,7) … Por eso la paz jamás es una cosa del todo hecha, sino un perpetuo quehacer …Para construir la paz son absolutamente necesarios el propósito de respetar a los otros hombres y pueblos y su dignidad, y el apasionado ejercicio de la fraternidad. Así, la paz es también fruto del amor, el cual sobrepasa a todo lo que la justicia puede realizar” (G.S. 78).
De tal manera que además de todo el trabajo de base, en experiencias de reconciliación, perdón y reintegración social con los grupos, las comunidades, las personas afectadas de diversos modos por las consecuencias de un conflicto de tantos años, generadora de resentimientos, revanchas, odios viscerales, desplazamientos, víctimas de tantas clases, es necesario y de modo estructural una acción tendiente a buscar la justicia y la equidad en la construcción de esa nueva sociedad. De lo contrario, con seguridad no faltarían por parte de grupos, nuevos motivos para generar también nuevos conflictos. Invocamos la misericordia de Dios para que en Colombia se cumpla también lo anunciado por el profeta Isaías: “De sus espadas forjarán arados, y de sus lanzas podaderas. Las naciones no levantarán ya más la espada una contra otra y jamás se llevará a cabo la guerra” (Is 2,4). Con mi fraterno saludo de paz.
+ Ismael Rueda Sierra
Arzobispo de Bucaramanga