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Opinión

Mié 7 Mar 2018

El valor superior de la vida humana

Por: Mons. Víctor Manuel Ochoa Cadavid - Muchas de las noticias que recibimos, en distintos frentes, tanto nacionales como internacionales, nos hacen pensar en el valor de la vida humana. Se propone nuevamente el tema de la llamada “Eutanasia”, la decisión de morir, asumida voluntariamente. En muchas circunstancias y hechos de vida, vemos cómo el hombre toma en sus manos la vida humana y la destruye, decide sobre su término. Es necesario que volvamos muchas veces sobre el valor absoluto de la vida humana, de ese don precioso que el hombre tiene que cuidar y defender siempre en sus hechos y acciones. No puede decidir él, libremente sobre la opción por la muerte. Tal es el caso de las decisiones que en estos días tocan la aplicación de la eutanasia a niños y jóvenes. El tema de la vida es un tema superior, un argumento en el cual todos deberíamos volcar nuestra atención y hacer las necesarias reflexiones éticas y morales. La ética, y la actitud moral del hombre, deben volcarse siempre en la defensa de estas verdades y realidades que tocan el ser mismo del hombre. No es una decisión banal, simple. Debe respetarse la voluntad de Dios. La ética y también para los que somos creyentes, la moral, tiene que aplicarse a los nuevos campos en los cuales se toca la vida humana. La ética de la vida humana, la bioética, está relacionada con los distintos momentos de la vida del hombre, su concepción, el respeto del ordenamiento biológico y genético de la persona, su generación, el desarrollo, el cuidado en condiciones óptimas de vida y también en la enfermedad, el término natural de la vida del hombre. Muchos estudiosos entienden también esta lectura y análisis a las condiciones síquicas y al entorno en el cual el hombre tiene su espacio biológico natural. Los desarrollos sociales, biológicos, médicos de nuestra sociedad van poniendo retos y argumentos que tienen que ser analizados y, sobre todo, custodiados desde principios éticos que son inalienables y que no dependen de la propia concepción o del propio capricho. Todos los hombres y mujeres tenemos que defender la vida, procurar que sus espacios naturales y de respeto de ella, sean fortalecidos en nuestras legislaciones pero especialmente en nuestras vidas y hechos diarios. Muchos reducen la vida y su defensa a interpretaciones meramente legales o de defensa de principios libertarios (en los cuales se resalta el parecer individual, rechazando la ley, el ordenamiento al bien común y los principios morales de los valores espirituales y religiosos). Es común escuchar como aquellos que defienden la vida, su valor absoluto, son tachados de “integralistas” o “fundamentalistas” e incluso acusados de ser “confesionales” en sus juicios y propuestas. La vida humana es sagrada y no puede el hombre apropiarse el destino de ella, en su concepción, nacimiento, desarrollo o fin. Tampoco el hombre puede, como individuo o como sociedad manipular, cambiar, inferir, sobre la vida y sus condiciones. Podría ser para muchos de ustedes un tema complejo, tal vez pensarían que se limita a especialistas o a personas en capacidades técnicas. Para muchos la ética y la moral, pueden ser reducidos a juicios simples: “hacer el bien y evitar el mal”, pero no es así, estos temas que tocan la vida en todas sus dimensiones son bien importantes, nos tocan muchos momentos y circunstancias y por ello, tenemos que estar preparados y conocer muy bien sus implicaciones. Estos argumentos y temas nos tocan a todos, sin excepción alguna y por ello, tenemos que poder dar razón de la vida y de su realidad como “valor superior”. La vida de un niño no nacido, de quien está en el vientre de su madre, no puede depender de la voluntad o decisión de su madre, de la decisión de un médico o de quien no desea el nacimiento de esta vida humana. Podrían tomarse otros ejemplos y otras circunstancias, como la enfermedad de un anciano o las terapias medicinales tan en boga en este momento. Tal es el caso de la situación que ahora se presenta, la decisión de la muerte tomada por un niño o joven, que no tiene la capacidad –humanamente hablando- de tomar esa decisión acerca del fin de su vida. Nunca la decisión de un hombre o mujer, puede llevarnos a escoger la muerte, llámese eutanasia o suicidio asistido. Existen momentos en los cuales es necesario reflexionar y defender y, especialmente, fundamentar estos valores y principios que nos tocan profundamente. Es necesario fortalecer algunos momentos en la defensa y cuidado de la vida humana. El primer momento es el fortalecimiento del actuar moral, buscando siempre en cada uno de estos actos esté el defender ese principio fundamental, fortaleciendo la conciencia con una profunda reflexión moral. La segunda es la defensa de este valor, entrando en el análisis y comprensión de las verdades morales en las cuales está fundamentado este valor. La tercera, en el restablecimiento de normas justas, de normas que correspondan verdaderamente a la defensa del valor de la vida. Por último el fortalecimiento de las conciencias, porque en ello está en definitiva la defensa de la vida humana, que se manifiesta en los actos justos, en las acciones que defienden al hombre. Nuestros gobernantes tienen que defender estos principios, estos valores, esta dimensión superior del hombre. Las normas, las leyes, tienen siempre que tener y fortalecer valores superiores que busquen fortalecer el universo de los valores biológicos, espirituales, afectivos y sociales. Si delante de nuestros ojos alguien está siendo atacado, ¿no lo defenderíamos? Si un niño no nacido, débil, indefenso es atacado ¿no tendríamos que defenderlo? Si a un anciano se le arrebata un bien precioso, ¿No lo defenderíamos cuando se le quita la vida? Si en nuestra patria hombres y mujeres sufren la violencia, ¿no tendríamos que defenderlos en todo momento y circunstancia? Reflexionemos siempre en la búsqueda de valores superiores, siempre desde nuestra perspectiva de fe en Jesucristo, único y verdadero Salvador del mundo, verdadero hombre y verdadero Dios. + Víctor Manuel Ochoa Cadavid Obispo de Cúcuta

Vie 2 Mar 2018

¡Alerta Colombia!

Por: P. Jorge Enrique Bustamante - Desconocidos, a quienes nos les duele sus hijos, decidirán su muerte. El pasado martes el Ministerio de la Salud y Protección Social, colgó en su página un borrador del “proyecto resolución reglamentación procedimiento derecho a morir con dignidad de los niños, niñas y adolescentes”, supuestamente para recibir los “comentarios y observaciones” entre el 27 de febrero y el 5 de marzo. Acción y borrador susceptible de diversas miradas cuestionadoras. Procedimiento. El gobierno ha adoptado esta práctica procedimental para legitimar a su amaño temas y situaciones que merecerían mayor y ponderada reflexión. El proceso es colgar un proyecto de “algo” en la red, por un espacio mínimo, 6 días, en fin de semana para que nadie se entere, y luego poder decir que hubo espacio de participación. Además del esfuerzo que hay que hacer para encontrarlo en la mencionada página. Me pregunto si este es el medio adecuado para reflexionar y retroalimentar un proceso de tal envergadura ¿Qué porcentaje de la población colombiana tiene acceso al Internet? ¿Qué tránsito (cantidad de personas) tiene la página del Ministerio? ¿Cuál es el afán real y qué motiva estos espacios? Me deja un sabor amargo esta manera de actuar, se deciden temas de educación, de vida, de muerte, de libertad y muchos otros mediante estos procedimientos. Un borrador en una página desconocida no puede ser el mecanismo garante de un proceso en una democracia representativa como la nuestra. Lo único que puedo decir es ¡Alerta Colombia! porque estos son los caminos que ha encontrado el gobierno para hacer sus goles. El contenido del borrador ¡Realmente se trata de un borrador! Borra el rol preponderante que deben asumir los padres, la familia, la conciencia, borra la responsabilidad del Estado, borra el DERECHO a la Objeción de conciencia colectiva e institucional, borra el derecho al respeto de la vida, borra las barreras de madurez humana y su capacidad de decidir, borra hasta las normas básicas de un buen español. El Ministerio inicia asegurando que existe “un derecho a morir con dignidad”, y para hacer efectivo “este derecho”, confiere a los niños y adolescentes la capacidad de toma de decisiones en el ámbito médico, se afana en asegurar que es en este campo donde tiene esas facultades, ¿Por qué de esta insistencia? Creo que temen, como es lógico, que se reclame la capacidad en otros campos. Por ejemplo, capacidad para elegir mediante el voto, pues son situaciones menos comprometedoras que la vida. Elegir un político a un cargo solo afecta un periodo de unos añitos; si el niño o adolescente puede decidir sobre la vida de manera definitiva, debe ser un derecho el poder votar. Si tiene esta capacidad Por qué la “justicia” considera que un menor de edad (18 años) no tiene capacidad para asumir la responsabilidad por los delitos cometidos. Creo que los argumentos del Ministerio de Salud confiere unos alcances insospechados y exige se revise toda la responsabilidad y acciones en menores de edad, pues ellos están en capacidad de decidir y por tanto responsables de sus decisiones. En otras palabras, las aptitudes para decidir, exigidas en el borrador, son tan generales que se basan más en la capacidad de comunicarla que en tomar libre y conscientemente una decisión de esta naturaleza: (1) capacidad de comunicar la decisión, (2) capacidad de entendimiento, (3) capacidad de razonar y (4) capacidad de juicio. Con estos argumentos tendremos mayoría de edad a los 7 años, “ya son capaces de razonamiento concreto”. El borrador elimina el papel fundamental de los padres, y es sustituido por tres profesionales un médico, un abogado, y un psicólogo decidirán si su hijo vive o no. El estado se cree con derechos de decidir sobre los niños por encima de los padres a quienes les ha dolido su hijo, quienes por el misterio de la vida compartida les duele la enfermedad de su ser querido. A esto se le agrega dos características del proceso, pues se pide celeridad y gratuidad. Para el estado es un deber acelerar el asesinato de alguien que podría ser un “gasto” para las arcas de la salud, es mejor acelerar y que sea gratis, distractores para que se piense que es muy bondadoso. Me pregunto porque no ha determinado el estado la celeridad y gratuidad en los procesos médicos, no solo para los niños y adolescentes, sino también para los ancianos. Aquí no hay celeridad, hasta para reclamar unos medicamentos básicos hay que proceder mediante tutela y en muchos casos la solución llega cuando el paciente está bajo tierra. Es aquí en la responsabilidad social del Estado que debe implementar obligatoriedad, celeridad y gratuidad para proceder a la atención médica para con todo paciente sin importar el estrato social. Ayer, 28 de febrero, el Presidente Santos, en Cartagena, se ufanaba frente al Consejo Mundial de Iglesias en decir que el llamado carrusel de la muerte fue abolido: “nosotros decidimos abolir eso. Convertimos la salud, primer país, que convirtió la salud en un derecho fundamental, lo elevamos en la Constitución a derecho fundamental”. Se abolió o se cambió el procedimiento, porque estas normas solo cambian el “carrusel”, la postura del Estado en la praxis parece decir: “matemos a todo aquel que represente un gasto, si no produce que no estorbe”, la cultura del descarte, de lo desechable. Con estas políticas el Estado borra su responsabilidad y la soluciona con una tumba. El Ministerio, en los artículos 25.6 y 29 sin ninguna argumentación se proclama rectora de la conciencia y elimina de un tajo el sí consagrado derecho de objeción de conciencia institucional; la frase consignada, propia de sistemas autoritarios es “en ningún caso, la IPS podrá argumentar la objeción de conciencia institucional”. Desconoce la identidad propia de las intuiciones, violenta la libertad religiosa y de culto, y obliga a las instituciones que han sido creadas para defender la vida a que contrario a su identidad y misión se dediquen a asesinar. Pienso en hospitales católicos que ahora contrario a su misión tendrán que tener un organismo de muerte y para gravedad del caso de niños y adolescentes. Padres de familia y colombianos todos defendamos nuestra gran riqueza que son los niños, los jóvenes, nuestras gentes, no podemos dejar en manos de unos desconocidos la decisión de la muerte de nuestros seres queridos, hay que exigirle al Estado el cumplimiento de su responsabilidad social que la salud sea un derecho fundamental. Los cuidados médicos y familiares deben garantizar que el paciente reciba toda la ayuda necesaria y la súper abundancia del amor familiar. Nace un compromiso para los creyentes en Cristo Jesús, educar a nuestros hijos en el valor sagrado de la vida, en el amor de la familia, en el sentido trascendente del dolor como camino de unirnos a la pasión del Señor Jesús. Se abre un camino para la santidad, para la unidad familiar. Es momento de oración y evangelización. Recordemos que toda la vida el “el poder mal usado del estado” ha buscado por diversos medios el control de la vida: El Faraón mandó matar todo niño hebreo; Herodes mando matar en Belén y sus alrededores a todo niño menor de 2 años, los Faraones y Herodes de hoy los mandan matar en el seno de las madres con el aborto, y si nacen y tienen una enfermedad o deficiencia hay que eliminarlos con el asesinato, llamado “morir dignamente”. Pero ellos han pasado y la Iglesia sigue en pie. Les aseguro que en 50 o 70 años las nuevas generaciones juzgaran como un asesinato frio, como el mayo descalabro este tipo de purificación social. La historia juzgará a estos “progresistas” como máquinas de la muerte. P. Jorge Enrique Bustamante Mora Director del Departamento de Doctrina y Animación Bíblica de la CEC. pjorgebustamante@ce.org.co

Lun 26 Feb 2018

Escucha…

Por: Mons. Mauricio Vélez García - Todas las personas necesitan ser escuchadas para sanar la mente, el corazón y el espíritu; se trata de abrir un espacio que nos permita acoger al otro, valorar su existencia y motivar, en quien nos busque, la necesidad de expresar lo que tiene en su corazón. Lo cierto es que estamos demasiado ocupados en el día a día; el tiempo para comunicarnos y encontrar personas que nos escuchen, se hace cada vez más dispendioso. Hoy, escuchar al otro es un arte, una ciencia, un valor… En nuestras parroquias debemos fortalecer la pastoral de la escucha, sin afanes, sin inmediatismos y sin ese acelere que afecta la calidez y el tiempo que les debemos deparar a quienes se nos acercan. De una buena escucha se desprenden los vínculos, el respeto, la dignidad humana, la salud y el bienestar. Si hay un servicio que debemos cuidar en nuestras parroquias es precisamente la pastoral de la escucha, la cual exige poner en práctica varios momentos: 1. Todos estamos llamados a comprender que la auténtica escucha es un acto de amor, con el cual valoro la existencia del otro y le doy la importancia que se merece. Es un reconocimiento al otro. 2. De una buena escucha se desprende una buena respuesta, y por ende, una buena orientación a quien se nos acerca. El solo caminar hacia el otro, si hace bien su tarea de escuchar, me libera de muchas tensiones y me da la posibilidad de sentir que algo bueno está por llegar a mi vida. 3. La pastoral de la escucha se hace en todo momento y enriquece a quienes hacen parte del diálogo. Todos estamos para ayudarnos y no sólo en lo material, sino también en lo espiritual; es así como la escucha me permite reconocer la historia de quien está a mi lado y me involucra en su caminar, en sus problemas, sueños y metas. 4. Escuchar es una labor pastoral que estimula al otro y recoge de su experiencia, enseñanzas que le dan valor a mi propia existencia. De una buena escucha surgen infinidad de estímulos y se generan puentes de confianza capaces de hacer comunidad y tener un rebaño en el cual todos nos reconocemos, nos valoramos y apoyamos. 5. La escucha hace amistad y le da rostro a la Iglesia. Para escuchar no necesitamos de una profesión, de un título, o de un diploma, basta querer, tener tiempo y valorar a quien nos busca. Una amistad se forja gracias a una buena escucha. Cada uno, según nuestro rol en la Iglesia, está llamado a escuchar, y para cumplir esta labor pastoral, debemos tener tiempo, sin apuros y sin prejuicios; sólo así, estableceremos vínculos capaces de hacer diferencia en una sociedad donde el otro cada vez es más distante y la sociedad se va llenando de miedos que nos impiden interactuar con el otro. Hoy muchos deseamos ser escuchados, sin embargo, pocos queremos escuchar. + Mauricio Vélez García Obispo Auxiliar de Medellín

Vie 23 Feb 2018

La parroquia

Por: Mons. Ismael Rueda Sierra - La CV Asamblea Plenaria del Episcopado Colombiano, celebrada al principio de este mes, tuvo como tema central el tema de la parroquia como corazón de la nueva evangelización. Fue un discernimiento muy ponderado, actual y necesario por cuanto la realidad de la comunidad parroquial, su renovación y adecuación en el servicio del anuncio misionero del evangelio, ocupa un lugar, sin duda, relevante a la hora de definir cualquier itinerario pastoral. Hay un legado fundamental que proviene del Concilio Vaticano II, que plantea el desafío de la renovación de la Iglesia y en ella de todas sus estructuras y comunidades concretas. Considerada la Iglesia como Pueblo de Dios, busca que la comunión y la participación como acción corresponsable de todos sus miembros, pastores y laicos, cada uno de ellos según su vocación y carismas, construya la iglesia misionera. De esta manera, inspirada en la eclesiología y espiritualidad de comunión, la Iglesia crece y se fortalece como comunidad de comunidades. Tanto el resultado de una evaluación previa que se hizo sobre la realidad de las parroquias en nuestro país, consultadas diversas jurisdicciones eclesiásticas, así como la presentación y discernimiento sobre la identidad y misión de la parroquia con base en los anteriores criterios, habida cuenta el contexto social y cultural en que estamos inmersos, fue motivo para el examen que hiciéramos los obispos, en la espera de contribuir a que esta estructura e institución fundamental, además tan antigua del Pueblo de Dios, despegue definitivamente hacia su plena renovación, asumiendo los retos de la ahora presente. Importante resaltar los énfasis que fueron apareciendo a la hora de precisar lo que en últimas define la identidad y misión de nuestras parroquias, a la luz de la misma identidad y misión de la Iglesia, empeñada en una nueva evangelización. En efecto, y con el ánimo de resumir estas características, podemos ver en primer lugar el anuncio del kerigma, es decir el gozoso anuncio del Señor que invita a la conversión y al encuentro con Él, sin el cual, resultaría difícil construir todas las demás notas que definen la parroquia. En segundo lugar, la parroquia promueve la iniciación cristiana que va trazando un camino de madurez en la fe y que partiendo del bautismo, conduce a los creyentes a la responsable opción de su vocación específica y a su convencida participación en la vida y misión de la Iglesia. Como tercer aspecto se puede señalar la dimensión comunitaria. No se puede construir Iglesia que no sea comunidad al mismo tiempo. Llamados a participar en la común- unión a la que el Señor nos invita, la parroquia se va construyendo como comunidad de pequeñas comunidades, grupos y movimientos, invitados todos a vivir la espiritualidad de comunión, además camino seguro de santificación. Por último aparece como esencial la dimensión misionera. Parroquias en salida misionera, con vocación de llevar el testimonio y la Palabra de la experiencia vivida en el Señor a otros ambientes y realidades donde el Evangelio no ha llegado o se ha enfriado el corazón de las personas. Todas y cada una de estas características, hechas vida y aplicadas a través de los planes pastorales convenidos para cada Iglesia particular, con un conocimiento permanente de la realidad y de los signos de los tiempos, serán también motivo de transformación social y contribución esencial para construir una cultura del encuentro, de la convivencia y de la paz. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga

Mié 21 Feb 2018

Tiempo de purificación y de creación

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - Hemos iniciado la Cuaresma y, coincidiendo con el Miércoles de Ceniza, hemos conmemorado los 150 años del decreto que dio origen a nuestra Arquidiócesis de Medellín. Como hemos decidido, aprovechando la vida litúrgica y pastoral ordinaria para celebrar nuestro sesquicentenario, nos proponemos hacer de este tiempo una oportunidad de purificación y renovación personal y eclesial. Durante la Cuaresma, la Palabra de Dios nos anuncia que los que vuelven al Señor, aun si están destrozados por el pecado, serán sanados, reconstruidos desde adentro y capacitados para anunciar las maravillas de la salvación (2 Cor 6,2). San Pablo nos asegura que los que hemos sido bautizados en Cristo somos una nueva creación (Gal 3,28). Debemos, entonces, lograr ser y mostrar esa novedad en la Iglesia y en la sociedad. Todo debe comenzar por un retorno a Dios para que él nos despoje de toda nuestra maldad. Él puede darnos un corazón limpio, puede crear en nosotros un espíritu puro, puede hacer de nosotros personas con una profunda vida interior (Sal 51). Mientras no demos este paso, seguiremos viviendo en la superficie, gastando la vida en lo secundario y viendo que se alejan de nosotros la verdadera alegría y la auténtica libertad. Nuestra purificación, en segundo lugar, exige morir a nuestro egoísmo y abrirnos a la realidad y a las necesidades de los demás. Nada purifica y construye tanto como la experiencia del amor. Debemos llegar a tener en cuenta primero los intereses de los demás (Fil 2,4), a ser samaritanos que detienen su viaje y superan prejuicios para ocuparse del dolor del otro (Lc 10), a aprender a vencer el mal a fuerza de bien (Rm 12,21). Debemos empeñarnos, igualmente, en una purificación pastoral que nos permita dejar prácticas e iniciativas que ya no forman en la fe, para promover verdaderos procesos de nueva evangelización. Tenemos tantos cristianos sólo de nombre acomodados a la vera del camino y muy pocos discípulos comprometidos en realizar con pasión la misión que Dios nos confió. Necesitamos cristianos que, más que pedirle milagros a Jesús, hagan los milagros de Jesús: acompañar a los enfermos y darle de comer a los hambrientos. Urge que influyamos decididamente en una purificación social, para transformar relaciones y prácticas. La Iglesia Católica debe contribuir positivamente y sin fanatismos a la configuración sociopolítica de nuestra nación. Estamos llamados a mostrar la bondad de nuestra fe y de los valores cristianos en orden a una recta actitud frente al trabajo, al uso de los recursos naturales, a la defensa del bien común y a la atención de los más pobres. Es hora de purificarnos del egoísmo y de la agresividad. Entre nosotros la violencia se ha institucionalizado y cada día aparece con nuevas malicias. Con la fuerza de Dios debemos ser agentes activos capaces de limpiar el rostro de nuestra sociedad distorsionada, marcada por diversas formas de corrupción y manchada de sangre. Desde la familia tenemos que aprender la fraternidad; ya sabemos que con la guerra siempre perdemos todos. Dios no nos quiere encerrados en nuestro egocentrismo y destruidos por nuestros pecados, sino en un proceso permanente de creación espiritual, pastoral y social, que nos permita estar abiertos a él que es la fuente de la vida y la felicidad y que nos sitúe en el mundo con la antorcha del Evangelio para alumbrar todas las posibilidades del ser humano. La belleza del cristianismo está en su capacidad de ser levadura, luz y sal (Mt 5,14-16). El mundo necesita ver en nosotros la novedad definitiva que es Cristo. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Mar 20 Feb 2018

El voto de todos es importante y necesario

Por: Mons. Víctor Manuel Ochoa Cadavid - En nuestro País, tenemos una tradición de respeto y de participación democrática que pese a sus grandes limitaciones nos permite contribuir en las decisiones referidas al gobierno y a la elección de los gobernantes. Toda democracia debe fomentar la participación para fortalecer, defender, informar escuchar a todos los ciudadanos. Esta es la doctrina social de la Iglesia, que nos quiere enseñar acerca de nuestro empeño en la sociedad como católicos (Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, n. 190b). En poco menos de un mes estaremos llamados a dar nuestro voto, para la elección de los órganos legislativos, los cuales han estado en muchos cuestionamientos en los últimos tiempos. Como católicos, no podemos permanecer distantes y pasivos de frente a unas importantes decisiones, en la que está marcado y proyectado el futuro de Colombia, nuestra Patria. Nuestro voto tiene que ser un voto responsable, que tome cada una de las propuestas de quienes se postulan para entrar a definir todo el ordenamiento legislativo de Colombia. También comenzará la definición de quienes aspiran a la Presidencia de la República. El Presidente, ocupa una carga pública en la cual tiene que trabajar por los altos intereses de todos los colombianos, velar por su seguridad, por su trabajo, por los medios y recursos necesarios para la educación y la salud. Las modernas ideas políticas pretenden que los gobernantes tomen seriamente las necesidades y realidades sociales de cada uno de los miembros del Estado. La participación de todos debe medir propuestas, indicaciones, elementos con los cuales pretende servirse a Colombia y los intereses de cada uno de los asociados. La Conferencia Episcopal de Colombia ha publicado un Mensaje en el que nos “invita a involucrarnos en el proceso electoral”, derrotando la indiferencia y comprometiéndonos. Comprendiendo que el voto es “un derecho inalienable y un deber fundamental”. Como católicos tenemos que revisar también los temas que se refieren al respeto de la vida humana, de los valores fundamentales del hombre a los cuales no puede renunciarse, la educación en valores y contenidos superiores para los hijos, la defensa de la Institución familiar (entendiendo la familia como una comunidad de vida sacramental entre un hombre y una mujer). Este discernimiento tiene que estar llamado a identificar precisamente esos valores morales necesarios a consolidar la vida social (Compendio…, n. 568). Es una invitación a elegir los valores fundamentales. La Conferencia Episcopal de Colombia nos invita a un “voto responsable” donde podamos elegir y examinar a cada uno de los candidatos para buscar soluciones a fondo a nuestra Patria, Colombia. En esta campaña hemos podido observar cómo se presentan situaciones y hechos que se han apartado de principios éticos y de respeto, donde se pretende, en muchas situaciones, descalificar al adversario y, con muchos medios, obtener el beneplácito de los ciudadanos. Hemos tenido también en algunos momentos la posibilidad de reflexionar sobre la Paz y su futuro, la forma de llegar a ella serenamente y el diálogo que debe prevalecer siempre, como horizonte para alcanzar la PAZ; las propuestas para educación, salud, infraestructura, políticas agrarias. En el respeto de la decisión que cada uno debe tomar en el respeto de su conciencia y de sus propias reflexiones, es necesario que tengamos en cuenta la situación de nuestra región, el Nororiente de Colombia, la frontera, que vive una profunda crisis social reflejo de cuanto sucede en Venezuela. Uno de los fenómenos más preocupantes que ha salido a la luz y se ha fortalecido, a lo largo de las últimas elecciones, es el tema de la abstención, muchos, muchos han preferido no participar en la elección con su voto. Otros lo han hecho en blanco, como lo establece la Constitución, como vía democrática. Es necesario participar responsablemente, sin que el voto sea comprado o vendido descaradamente. El Compendio de la Doctrina social de la Iglesia dice: “La participación en la vida comunitaria no es solamente una de las mayores aspiraciones del ciudadano, llamado a ejercer libre y responsablemente el propio papel cívico con y para los demás, sino también uno de los pilares de todos los ordenamientos democráticos” (Pacem in Terris) (n. 190). El voto de cada uno de los ciudadanos es necesario, importante, legítimo. Pidamos a Dios que ilumine un voto responsable de cada uno de nosotros, que con la ayuda de Dios podamos escoger un gobernante que solidifique nuestra patria, fortalezca y ayude la vida de los más pobres, defienda la vida, acompañe a los pobres y campesinos en sus legítimas aspiraciones. Que con suficiente tiempo reflexionemos y participemos en la democracia que se nos ofrece. ¡Alabado sea Jesucristo! + Victor Manuel Ochoa Cadavid Obispo de Cúcuta

Lun 19 Feb 2018

Cuaresma se escribe con C

Por: Mons. Juan Carlos Cárdenas Toro - Con el Miércoles de Ceniza, hemos iniciado una vez más el itinerario cuaresmal. En orden a no dejar pasar de largo este Tiempo de Gracia, quisiera proponer algunas palabras que pueden ser como señales orientadoras en este camino y que nos conducen en la ruta correcta a la vida nueva en Jesús, muerto y resucitado por nosotros. Con C de Conversión La primera de estas señales es apenas obvia. La Cuaresma es un camino para salir de lo que nos aparta de Dios, para dirigirnos, en un proceso de transformación, hacia un estilo de vida de acuerdo al Evangelio. Precisamente esto es la conversión: un proceso de cambio, apoyado por la Gracia de Dios; dejar las situaciones de pecado, de esclavitudes, para empezar a caminar hacia una vida movida por el amor, la misericordia, la santidad, con palabras y con hechos. “No podemos quedarnos parados”, decía el Papa Francisco al despedirse de Colombia el 10 de septiembre de 2017. La vida cristiana es constante movimiento, revisión de vida, nunca conformarse. Es dar la pelea todos los días por avanzar hacia el ideal que nos propone el Maestro. Aprovechemos la Cuaresma para corregir la ruta, para romper el conformismo y caminar hacia Jesús. Con C de Confesión En la Cuaresma se insiste en la importancia de los sacramentos y especialmente la Confesión. Cada sacramento es una acción a través de la cual el Señor ofrece su salvación. En la Penitencia, la misericordia de Dios, su perdón y purificación, llegan al creyente liberándolo de las cadenas a las que lo somete el pecado y entregándole una nueva oportunidad. El “yo te absuelvo” es la sentencia que el mismísimo Jesús dirige al pecador por boca del sacerdote; una sentencia que no es condenatoria sino liberadora, salvadora. La Sagrada Escritura, dice: «si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha y lo libra de sus angustias» (Salmo 34, 7). Hoy se apela a la relación personal con el Señor, para justificar el desistimiento de la vida sacramental. Vale la pena recordar que es a través de estas acciones (sacramentos) que Jesús ha querido dispensar su salvación a todos los que lo buscan. La Iglesia es la dispensadora de la obra de Jesús: no dejemos de buscarlo allí. No nos consolemos pensando que con un gesto subjetivo todo se soluciona; Él nos ofrece su perdón de esta manera tan concreta; no desaprovechemos la ocasión y acudamos a la confesión. Para hacerlo bien demos estos pasos: examen de conciencia, dolor sincero por haber fallado, propósito de no volver a faltarle a Dios, confesión de boca y reparación con obras de las faltas cometidas. El alivio y la fuerza sobrenatural que allí recibimos no lo pueden expresar las palabras: hay que vivirlo. Con C de Comunión La Cuaresma es un tiempo especial para recuperar el valor de sentirnos parte de una comunidad. Al hablar de comunión no nos referimos sólo a la eucarística (Ese es un punto muy importante), sino al hecho de entender que la vida cristiana es plena y madura cuando se asume que no somos individuos desconectados, aislados sino que formamos parte de un cuerpo, de una familia, que se llama Iglesia. El individualismo es una seria amenaza para la vida cristiana; no seremos verdaderos discípulos de Jesús mientras nos encerremos en la cómoda autorreferencialidad. El discipulado cristiano por esencia es abierto, proyectado a los demás. El camino cristiano no lo hacemos solitarios: vamos juntos, ayudándonos unos a otros para mantenernos en movimiento y no quedarnos rezagados en este viaje hacia Dios. Aprovechemos los momentos que la parroquia nos dé para fortalecer la dimensión comunitaria de nuestra fe: participemos en las celebraciones litúrgicas, los encuentros de oración, las prácticas devocionales, las reuniones de formación, y tantos otros espacios. Nos daremos cuenta de que no estamos solos en la lucha y que con otros el camino se hace más llevadero. Con C de Compartir Uno de los aspectos centrales de la Cuaresma es el llamado a la caridad. «En esto conocerán que son mis discípulos: en que se aman los unos a los otros» (Juan 13, 35). El ayuno, las privaciones tan propias de este tiempo, no tienen sentido alguno si no nos llevan a compartir con quienes padecen de las cosas básicas para tener una vida digna. Ayuno no es cambiar un alimento por otro tal vez más exquisito. Este tipo de práctica cumple una doble finalidad: refrenarnos, es decir, entender que no todo lo que queremos lo debemos tener o hacer, no caer esclavos de la sociedad de consumo que nos hace comprar hasta lo que no necesitamos. Pero por otro lado, nos ayuda a pensar en quienes padecen, de manera permanente, la privación de lo más elemental; mas no nos quedamos ahí, sino que salimos de nosotros para hacer algo por ellos. Este compartir entonces se vuelve obras de misericordia, servicio, apoyo a los que tienen hambre, a los que lloran, a los que no tienen un techo que los cobije; a los enfermos y tantas otras maneras deshunanizantes de marginación y sufrimiento. Si logramos salir de las burbujas de la indiferencia en las que nos solemos refugiar, y damos el paso para hacer algo muy concreto por los más necesitados, nuestra vida cristiana estará alcanzando su madurez y adquirirá su mejor sentido y belleza. Descubriremos la alegría de vivir para servir. Feliz y fructífera Cuaresma. + Juan Carlos Cárdenas Toro Obispo Auxiliar de Cali

Sáb 17 Feb 2018

La identidad de los hijos de Dios

Por: Monseñor Omar Mejía Giraldo - San Marcos escribe su evangelio fundamentalmente para darnos a conocer la identidad de Jesús, el Hijo de Dios, el Salvador. Todo el texto de San Marcos es en el fondo la radiografía perfecta de la figura de Jesús. El escritor sagrado pretende que pongamos la mirada únicamente en Jesús, el Señor, su amor, su salvador. Marcos quiere compartir la experiencia de amor que él ha vivido a partir del momento en que conoció a Jesús, su Señor. Con todo esto, Marcos conoce el impulso y la fuerza del mal, que en la Sagrada Escritura se ve personalizada en el Satán, quien como dice el texto de Job, tiene la osadía de presentarse junto con los hijos de Dios (Jb 1,6; 2,1; 38,7). Marcos sabe que es en el corazón mismo de la persona, de la familia, de la comunidad…, donde se siembra y se camufla el Satán, con el objetivo de ser el adversario del mismo Dios y de las intenciones y las obras buenas que quieran emprender los hijos de Dios, por eso se incuba al interior de ellos (2 Sam 19,23; 1 Re 5,18; 11,14. 23.25). El Satán es el acusador y por eso es el que está continuamente sembrando cizaña con el fin de dividir para que no se de la unidad entre los hijos de Dios (Sal 109,6; 1 Cro 21,1). El Satán es tan terco y le interesa tanto sembrar la división, que incluso al mismo Jesús, el Señor, se atrevió a tentarlo. La misión de Jesús es presentar la identidad del Padre, mantener la unidad entre Dios y los hombres, y la unidad entre los hijos de Dios. Jesús debe conducir la humanidad al Reino de Dios, por eso, continuamente está en diálogo con su Padre. Precisamente el Satán aprovecha la oportunidad del desierto, que es signo de cansancio, de esterilidad, de sequedad, para lanzar su propuesta, que finalmente no es otra que desalentar o desanimar a Jesús frente a la misión tan compleja y retadora que posee. El Satán pretende convencer a Jesús que sembrar la unidad entre los hijos de Dios es imposible. Traigamos la imagen del Satán a las escenas prácticas de nuestra vida, pensemos por ejemplo en nuestras relaciones: conmigo mismo, con la familia, con los compañeros de trabajo, con la pareja, con la comunidad…, ¿cuáles son los instrumentos más peligrosos que utiliza el Satán, para mantenernos divididos?, sencillo: la ira, la pereza, la crítica, los celos, el resentimiento, el odio; si no puede con ninguno de éstos instrumentos trae el desanimo o desaliento. Se da por el cansancio (imaginémonos a Jesús en el desierto, su cansancio), por las crisis personales, familiares, de pareja y sociales. Pensemos en el desaliento de la actualidad…; contemplemos un ejemplo práctico: el desorden moral de la actualidad, estamos desalentados por asesinatos, robos, corrupción, violaciones, infanticidios, homicidios, suicidios, insultos, micrográfico, señalamientos en las redes sociales… Frente a rodo esto ¿qué podemos hacer o qué estamos haciendo?, después de las noticias terribles del momento salen nuestros candidatos a curules… a decir: pena de muerte, cadena perpetua, no seamos ingenuos, vivimos en una sociedad de doble moral. Queridos candidatos hagan propuestas serias de educación a la niñez y a la juventud…, inviertan bien los recursos en formaciones serías que eduquen en virtudes y valores…; pongo un ejemplo: no repartamos más condones, eduquemos para la castidad…; no hagamos más leyes contra la corrupción, el mal está en el corazón del hombre, volvamos a educar para la honestidad desde el hogar y volvamos a las cátedras de educación en virtudes y valores en nuestras instituciones educativas, en las redes sociales y medios de comunicación… El Satán nos engaña haciéndonos sentir importantes para que cuando nos demos cuenta que solos no podemos, entonces venga el desaliento o el desanimo y no encontremos salida y así comencemos a señalarnos los unos contra los otros. ¿Cuál es el camino hermanos?, sencillísimo: Volver la mirada a Dios, contemplar la vida de Jesús, acercarnos al Hijo de Dios, convertirnos, aprender del evangelio, mantener la esperanza, continuo discernimiento … Tenemos que orar más para amar más; no podemos perder la confianza en Dios y desde luego entre nosotros. En el Caquetá tenemos que luchar por la unidad institucional, para poder enfrentar los grandes desafíos y retos del momento actual, solos no podemos, aislados no llegamos a ninguna parte. Cada uno luchando por su propia imagen, termina en el desaliento y en el desanimo, acaba por perder la esperanza. ¿Cómo es posible que esté en crisis una institución tan importante como el hospital María Inmaculada, quiénes tendrán intereses secundarios? Unidad, unidad…; si en nuestras familias y en nuestras instituciones no vivimos la unidad, la región se queda sin futuro. Para que Colombia salga de la crisis que vivimos en la actualidad necesitamos pedirle a Dios el don de la unidad, tenemos que orar más, meditar más para hacer opciones rectas y honestas el día de dar nuestro voto. No permitamos que el Satán nos divida y nos haga perder el norte. Jesús vence las tentaciones del maligno, con Él todos, durante nuestra vida y de manera especial en la cuaresma, estamos invitados a fortalecernos en tres virtudes, valores o actitudes: Oración, ayuno, caridad, a través de éstas virtudes nos encontramos con Jesús y Él nos dará la fortaleza necesaria para vencer el maligno. Como sociedad tenemos que asumir el presente con honestidad y rectitud de corazón, no podemos permitir que el Satán siembre cizaña entre nosotros. Si queremos construir una sociedad fraterna y que sea casa para todos y no sólo para unos cuantos privilegiados, debemos rechazar las mil tentaciones que el Satán todos los días siembra en lo profundo de nuestros corazones y en el centro de nuestras relaciones familiares e institucionales. Ánimo, si se puede, porque para Dios nada es imposible, con la fuerza de lo alto todo es posible (Cfr Lc 1,37). + Omar Mejía Giraldo Obispo de Florencia Marcos 1, 12-15 En aquel tiempo el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas y los ángeles le servían. Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios; decía: Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed la Buena Noticia. Tarea: Ahora mismo, pensemos en tres propósitos para la presente cuaresma y durante la semana, tratemos de ponerlos en práctica.