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Opinión

Jue 19 Oct 2017

“La paz esté con ustedes”

Por: Leonardo Gómez Serna O.P. - Con estas palabras de Cristo Resucitado a sus discípulos nos saludó el papa Francisco a los obispos de Colombia, y añadió: “vengo para anunciar a Cristo y para cumplir en su nombre un itinerario de paz y reconciliación”. El cometido principal de su visita era el de animarnos en la búsqueda de la reconciliación y la paz. Prácticamente en todos sus mensajes el Papa hizo alusión a ese tema. Refiriéndonos en concreto al mensaje a los obispos su insistencia va en esa línea: “Colombia tiene necesidad de ustedes para conocerse en su verdadero rostro cargado de esperanza a pesar de sus imperfecciones, para perdonarse recíprocamente no obstante las heridas no del todo cicatrizadas, para creer que se puede hacer otro camino aun cuando la inercia empuje a repetir los mismos errores, para tener el coraje de superar cuanto la pueda volver miserable a pesar de sus tesoros… ¡anímense! Siento ese deber, transmitirles mis ganas de darles ánimo. Los animo, pues, a no cansarse (…) hospédense en la humildad de su gente (...) Cristo es la Palabra de reconciliación, escrita en sus corazones y tienen la fuerza de poder pronunciarla no solamente en los púlpitos, sino más bien en el corazón de las personas”. Estas palabras nos llegan al alma para reemprender nuestra misión apostólica de paz. Tenemos que trabajar con nuestro pueblo en la reconciliación y la paz, reconociendo que esta es obra de Dios con el concurso nuestro y de nuestro pueblo. Hace falta volver con nuevo empeño a nuestros diálogos pastorales y exigir, sin miedo a las autoridades, mayor equidad y desarrollo integral para nuestras gentes y comunidades. Tenemos que prestar nuestro concurso en el acompañamiento a los procesos de paz que están ya caminando; no tener miedo a hablar proféticamente como lo hicieron nuestros mártires beatificados en Villavicencio y seguir orando al Príncipe de la Paz por medio del Rosario. ”Colombia no puede darse a sí misma la verdadera renovación a la que aspira, sino que esta viene concedida desde lo alto. Supliquémosla al Señor, pues, por medio de la Virgen del Rosario de Chiquinquirá”. Además de este tema central, el Papa nos presentó algunas inquietudes que lleva en su corazón de pastor: la familia y la vida, los jóvenes, los sacerdotes, las vocaciones, los laicos, la formación. Nos conmovió a todos su actitud humilde y generosa, una invitación a no tener miedo de tocar la carne del cuerpo de Cristo. Al darle gracias a Dios por la visita apostólica del Santo Padre, le pedimos, por medio de la Virgen, poner en práctica su mensaje. DESTACADO “Tenemos que trabajar con nuestro pueblo en la reconciliación y la paz”, Francisco +Leonardo Gómez Serna O.P. Obispo emérito de Magangué Tomado de: Revista Vida Nueva

Mar 17 Oct 2017

El tiempo de Dios

Por: Mons. Mauricio Vélez García - El ritmo de la vida cotidiana se ha hecho frenético para todos. Las ocupaciones, las tareas y las responsabilidades diarias, nos han ido robando la paz interior y nos han puesto en contravía de una buena calidad de vida y de un oxigenarnos espiritualmente. Me parece escuchar en todo momento las palabras de El Maestro: "Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada" (Lc. 10, 41 - 42). Cuando se nos dificulta priorizar los tiempos de Dios, comenzamos a llenar nuestros espacios con los compromisos materiales, con lo objetivo y tangible que acaparan nuestro sentir y pensar, pero que, en realidad, podemos aplazar sin ninguna consecuencia. Estamos llamados a comprender que los tiempos de Dios están por encima de las cosas, y estas, jamás, podrán estar por encima de Dios. En nuestro ambiente familiar y social, el tiempo, cada vez, es más reducido, y en consecuencia, el que tenemos reservado para Dios es pobre y empequeñecido. Es la hora de comprender que si tenemos tiempo para Dios, este nos será recompensado y santificado con el que el Señor nos dedica amorosa y permanentemente. El tiempo es un signo fundamental del amor de Dios; un don tan preciado que se nos hace necesario valorar y optimizar sin preferir los aconteceres de nuestra vida diaria. Cuando tenemos tiempo para Dios, nos damos cuenta de inmediato, de que Dios es una realidad en nuestra vida; empezamos a comprender lo maravilloso que es sentir su presencia, tener la certeza de que Él tiene tiempo para todos y se ocupa amorosamente de nuestra historia, se sumerge en nuestra realidad y nos lleva, con su pedagogía del amor, al arte de vivir bien y caminar hacia la felicidad. El Papa Francisco nos lo ha presentado como la cercanía y el encuentro: “Cercanía y encuentro son los instrumentos de Dios, que en Cristo, se ha acercado y nos ha encontrado siempre”. Dejarnos encontrar por Dios equivale a escucharlo con atención y entregarle todo nuestro ser, para que esa escucha sea fructífera y haga la diferencia en todo lo que somos; para que entendamos y aceptemos que estamos ante un Dios real, concreto, que existe, que ha entrado en nuestra historia y está presente en todo. Si queremos experimentar lo que significa Dios, debemos familiarizarnos con la vida de Jesús y con su Evangelio, esto es, abandonarnos con amor y fe, con esperanza y confianza, a los tiempos de Dios. Ello optimizará nuestros tiempos, a veces tan pobres y tan áridos. ¡Qué importante es para nuestra vida saber involucrarnos en el tiempo de Dios y abandonarnos en él! De esa manera sabremos comunicar, decir lo que hemos visto y oído en ese encuentro de fe y de amor; lo que hemos experimentado en nuestro interior y lo que hemos sido capaces de cambiar en nuestro proyecto de vida. Esta experiencia de fe servirá para que todos comprendamos que el tiempo de Dios es necesario en el mundo, y decisivo para su tranquilidad y su tan anhelada paz. Es una manera de involucrar toda nuestra existencia en la gran obra de la fe y superar todo lo que nos impide la escucha de Dios: el individualismo, el egoísmo, las indiferencias y el materialismo. Hagamos una pausa y pensemos, ¿cuánto de nuestro tiempo es para Dios? + Mauricio Vélez García Obispo auxiliar de Medellín

Lun 9 Oct 2017

Segundo paso, paso adelante

Por: Mons. Ismael Rueda Sierra - Aún está contenida en el corazón, la mente y la retina la Visita Apostólica del Papa Francisco a Colombia. Días de maravillosa experiencia espiritual y evangelizadora, presidida por el Sucesor de Pedro y dirigida a la conciencia personal y colectiva de un pueblo en camino, en búsqueda de paz y reconciliación. Bien lo anunció así el pontífice en el mensaje previo que hiciera de su viaje a Colombia: “Iré como peregrino de esperanza y de paz, para celebrar con ustedes la fe en nuestro Señor y también para aprender de vuestra caridad y vuestra constancia en busca de la paz y la armonía”. Nos queda ahora, habiendo sido invitados a dar el primer paso, seguir adelante con el impulso espiritual que hemos recibido para dar un segundo paso que ha de ser, un paso adelante y otros sucesivos, diríamos interminables, para construir, inspirados en el evangelio, sostenidos por el amor de Dios y comprometidos en la agenda de todos los días con todas las personas, la paz por el perdón y la reconciliación. Son muchos los signos, expresiones, actitudes y sabias palabras las que hemos recibido. Unas han calado más profundamente, como su cercanía y espontaneidad en el encuentro con las personas, su carisma de empatía espiritual para con todos y aquellas palabras en varias ocasiones repetidas y que han hecho tanto eco como “no se dejen robar la alegría ni la esperanza“, que resonaran con especial énfasis en el mundo juvenil. Pero si quisiéramos resumir o condensar el fondo de sus mensajes, diríamos que todos aquellos aluden principalmente a la necesaria construcción de una “cultura del encuentro” para asegurar una verdadera cultura de paz. En efecto, propiciar el encuentro es lo contrario a construir muros de división y separación que dañan las fundamentales relaciones que dignifican la vida humana y por tanto también la cultura de los pueblos, a saber: el encuentro y la relación con Dios, como el primero y que da sentido a todo; el encuentro con las demás personas, sin distinciones, como miembros de la misma familia y por tanto, como hermanos; el encuentro consigo mismo, que se hace mucho más claro, evidente y que confirma la conciencia de su propia dignidad e identidad como persona, con fundamento en los dos encuentros anteriores y finalmente, con insistencia especial del Santo Padre, el encuentro con la naturaleza o la creación para su manejo responsable y solidario en bien del desarrollo humano integral. El Santo Padre, por el conocimiento que ha tenido de la misma situación de Colombia, nos hace tomar conciencia de todos los “desencuentros” que han dañado precisamente la armonía y la convivencia entre todos nosotros colombianos y que por tanto, conseguir la paz requiere retomar por la reconciliación y el perdón, entre otros recursos, que exigen en primer lugar, restablecer la comunión con Dios, el acercamiento a pesar de tantas heridas del camino, con los diferentes actores que han intervenido de diversos modos en la vida del país, con el propósito de dar el primer paso para salir de un círculo vicioso de estancamiento y repetición generado por violencias y divisiones. Asimismo frente a las situaciones de degradación y desconocimiento del valor de cada uno, de pérdida del respeto a la vida humana, a su dignidad, que afecta la autoestima y alta conciencia de sí mismo, invita al perdón como medio para recuperar la verdadera identidad. Y finalmente, advertir tantos desencuentros con la naturaleza rica en bio- diversidad, cargada de posibilidades como en ninguna otra parte del mundo, tal como lo es la riqueza de nuestros mares, ríos selvas y montañas, para que su cuidado y adecuada utilización, especialmente al servicio de los pobres, ayude a definir también en términos de equidad y justa administración de esos bienes para todos, la casa común de la familia y hogar al que pertenecemos y en el que tenemos que convivir y aceptarnos como verdaderos hermanos. Tarea grande que estamos invitados a asumir. Gracias Santo Padre por dar con nosotros este primer paso. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga

Sáb 7 Oct 2017

Grandísima responsabilidad

Por: Mons. Omar de Jesús Mejía -EvangelioMateo 21, 33-43 -Continúa la Palabra de Dios ofreciéndonos una parábola más en la cual Jesús, el Maestro y Señor se dirige a los dirigentes del pueblo: a las autoridades religiosas, civiles y académicas. Igual que a todos, también ellos están invitados a vivir la experiencia del Reino; “Jesús el Señor, ha venido a traer vida y vida en abundancia”. Para hacer parte del Reino ofrecido por Jesús y para recibir su vida en abundancia, se necesita: Negarse a sí mismo, cargar la cruz y seguirlo. El evangelio de hoy es un reclamo fuerte que Jesús manifiesta a los dirigentes porque, se han querido adueñar de la viña, han querido establecerse como los dueños y les recuerda que no son más que simples administradores y no amos y señores de la viña. El dueño de la viña es Dios. El dueño de todo es Él. A la humanidad le corresponde dar cuenta de su administración. Él envía a sus siervos a recoger sus frutos y la respuesta es violencia: a unos apalean, a otros amarran, a otros les lanzan piedras y aún llegan incluso al asesinato. La violencia llega hasta tal extremo que matan a su propio Hijo, con el afán de apropiarse de la hacienda. Cualquier parecido con la realidad de nuestra historia, ¿sería mera coincidencia? La verdad es que la historia nos pone de manifiesto: odios, guerras, asesinatos, agresividad, violencia y todo finalmente se da por la avaricia que el maligno ha sembrado en el corazón del hombre. Basta recordar la historia de Caín y Abel. Miremos la realidad de hoy y sigue pasando lo mismo: Abortos, suicidios, destrucción de la vida, abandono de niños y ancianos, despreocupación por los demás, hambre, guerras, ambiciones, avaricia; abandono de hijos, esposos, esposas… Dios sigue actuando en nuestra historia y nos pide que le demos cuenta de los frutos que estamos dando. Tengamos presente una cosa hermanos: sin la gracia de Dios no seremos capaces de dar ningún fruto significativo. Dios viene todos los días a nuestra viña y nos pide que le informemos de nuestra administración. Apropiémonos del texto y hagámonos unas preguntas muy personales: ¿Yo “N”, cómo estoy administrando mi vida, mi familia, mis amigos, mi sacerdocio, mi matrimonio, mi salud, mi vocación, mi trabajo…? ¿Cuál es el don más precioso que Dios me ha regalado? ¿Qué don debo cuidar con mayor esmero? Hermanos no pensemos que para todo tiene una respuesta la técnica o la tecnología. A problemas humanos demos soluciones humanas; a dificultades espirituales demos soluciones espirituales. ¿Por qué todo lo queremos solucionar con dinero? Las realidades esenciales de la vida, tienen solución en el único que ES, en quien debe ser para nosotros la “Piedra angular”, es decir, en Dios. Recordemos hermanos: sin Dios somos nada, en Dios lo somos todo. El evangelio de hoy nos recuerda que la salvación es don de Dios y es incluyente; Dios no discrimina a nadie, pero también enseña que el privilegio del don de Dios no se entrega sin “grandísima responsabilidad” de nuestra parte. Dice San Agustín: “Dios que te creo sin ti, no te salvará sin ti.” Cuando realmente Jesús, el Señor, es nuestra “piedra angular,” cuando de verdad Él es el centro de nuestra vida damos frutos de fraternidad y de solidaridad. La Palabra de Dios continuamente nos está invitando a ver al otro como un don que se me entrega con grandísima responsabilidad para que cuidemos de él. Pienso por ejemplo en la tarea del Papa, del obispo, del sacerdote, de los esposos, de los formadores, de los maestros, de los empresarios… Lo que somos y lo que Dios nos ha dado es para que lo compartamos, no para que nos apropiemos de la obra creadora de Dios y mucho menos para que la destruyamos. El evangelio nos convoca a ejercer nuestro “poder” como don de Dios y con mucha responsabilidad de nuestra parte. El poder existe para que nos gocemos de hacer el bien. El evangelio nos invita también a cuidar de la creación como el gran don que Dios ha puesto en nuestras manos para que la cuidemos con honestidad y responsabilidad. Nos decía el Papa a los obispos de Colombia y a través de nosotros a todos los colombianos: “Un pensamiento quisiera dirigir a los desafíos de la Iglesia en la Amazonia, región de la cual con razón están orgullosos, porque es parte esencial de la maravillosa biodiversidad de este País. La Amazonia es para todos nosotros una prueba decisiva para verificar si nuestra sociedad, casi siempre reducida al materialismo y pragmatismo, está en grado de custodiar lo que ha recibido gratuitamente, no para desvalijarlo, sino para hacerlo fecundo. Pienso, sobre todo, en la arcana sabiduría de los pueblos indígenas amazónicos y me pregunto si somos aún capaces de aprender de ellos la sacralidad de la vida, el respeto por la naturaleza, la conciencia de que no solamente la razón instrumental es suficiente para colmar la vida del hombre y responder a sus más inquietantes interrogantes.” Síntesis: EL PODER ES UN DON QUE DEBEMOS EJERCER CON GRADÍSIMA RESPONSABILIDAD. + Omar de Jesús Mejía Giraldo Obispo de Florencia

Vie 6 Oct 2017

Tips pastorales católicos

Por: Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - No deja de ser significativo constatar cómo la semilla de la religión católica salió a flote cuando recibimos al papa Francisco en Colombia. Hay una serie de elementos constitutivos del catolicismo que, consciente o inconscientemente, aparecen en momentos fuertes de la vida del creyente. Una misma profesión de fe, la acogida y vivencia de todos los sacramentos y el respeto y seguimiento del régimen eclesiástico, hacen que el creyente esté en comunión con la Iglesia católica. Son evidentes y necesarios también, el amor a la Eucaristía, la devoción mariana, el respeto y sentimientos de filiación y afecto al Papa, sea quien sea, en este caso, el Papa Francisco. Fue muy difícil que alguien en Colombia, por convicción o por simple curiosidad, no hubiera seguido algún momento de la visita del Romano Pontífice. Cómo no agradecer aquí a todos los medios de comunicación que lograron finalmente entender el sentimiento religioso de un pueblo, que sin temor alguno, salió a las calles, colmó escenarios y elevó incesantes plegarias a Dios por el buen éxito de la visita del Papa. Lo que viene es más complejo. La emoción de la visita no se puede quedar en un sentimiento que puede resultar pasajero. La visita del Papa tiene que ayudarnos a iniciar algo nuevo. Un antes y un después de la visita, tiene que ser la consecuencia de un esfuerzo tan grande en favor nuestro, como el que hizo Papa, anciano en años (81), pero joven en espíritu y vitalidad. Los católicos, que experimentamos el amor que Dios tiene a su Iglesia, es decir a nosotros, no podemos seguir siendo los mismos. Ser católicos de verdad, animados por el mensaje del Papa, significa que asumamos el reto de vivir con coherencia nuestra fe, que no nos de miedo salir a callejear esa misma fe y que con la fuerza que viene de lo alto, seamos los artesanos de la paz y de la reconciliación en un país que requiere de grandes dosis de esperanza. Si en Cali acogimos al Papa en nuestros corazones, su palabra deberá ser la guía de nuestro caminar. Con orgullo, pero a la vez con humildad, nos sentimos de verdad católicos. Al Papa agradecemos sus orientaciones, sus enseñanzas, sus reclamos, sus signos de cercanía y de amor. Sentimos que el Papa cumplió radicalmente el objetivo de su viaje: “He venido hasta aquí justamente para confirmarlos en la fe y en la esperanza del Evangelio: manténganse firmes y libres en Cristo, firmes y libres en Cristo, porque toda firmeza en Cristo nos da libertad, de modo que lo reflejen en todo lo que hagan. Asuman con todas sus fuerzas el seguimiento de Jesús, conózcanlo, déjense convocar e instruir por Él, búsquenlo en la oración y déjense buscar por él en la oración, anúncienlo con la mayor alegría posible” (Homilía en Medellín). +Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo Auxiliar de Cali

Jue 5 Oct 2017

“Demos el segundo paso”: Francisco

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - En el avión que lo transportó de Cartagena a Roma, tras cuatro días de visitas pastoral a igual número de ciudades, el Papa Francisco señaló que si él regresara a Colombia, le gustaría que el lema al menos fuese: “DEMOS EL SEGUNDO PASO”, en alusión al “Demos el primer paso” de su reciente periplo por el país. “Dar el primer paso” es, sobre todo, salir al encuentro de los demás con Cristo, el Señor. Y Él nos pide siempre dar un paso decidido y seguro hacia los hermanos, renunciando a la pretensión de ser perdonados sin perdonar, de ser amados sin amar. “SI COLOMBIA QUIERE UNA PAZ ESTABLE Y DURADERA TIENE QUE DAR URGENTEMENTE UN PASO EN ESTA DIRECCION, QUE ES AQUELLA DEL BIEN COMÚN, DE LA EQUIDAD, DE LA JUSTICIA, DEL RESPETO DE LA NATURALEZA HUMANA Y DE SUS EXIGENCIAS.” “SÓLO SI AYUDAMOS A DESATAR LOS NUDOS DE LA VIOLENCIA, DESENREDAREMOS LA COMPLEJA MADEJA DE LOS DESENCUENTROS: SE NOS PIDE DAR EL PASO DEL ENCUENTRO CON LOS HERMANOS, EL DE ATREVERNOS A UNA CORRECCIÓN QUE NO QUIERE EXPULSAR, SINO INTEGRAR, SE NOS PIDE SER CARITATIVAMENTE FIRMES EN AQUELLO QUE NO ES NEGOCIABLE; EN DEFINITIVA, LA EXIGENCIA ES CONSTRUIR LA PAZ, HABLANDO, NO CON LA LENGUA, SINO CON MANOS Y OBRAS, Y LEVANTANDO JUNTOS LOS OJOS AL CIELO: ÉL ES CAPAZ DE DESATAR AQUELLO QUE PARA NOSOTROS PARECE IMPOSIBLE. ÉL NOS PROMETIÓ ACOMPAÑARNOS HASTA EL FIN DE LOS TIEMPOS, Y ÉL NO VA A DEJAR ESTÉRIL TANTO ESFUERZO” (Homilía en Cartagena, Contecar, 10 de septiembre). “No necesitamos un proyecto de unos pocos para unos pocos, o una minoría ilustrada o testimonial que se apropie de un sentimiento colectivo: SE TRATA DE UN ACUERDO PARA VIVIR JUNTOS, DE UN PACTO SOCIAL Y CULTURAL”, nos reitera el Papa Francisco, recordando sus propias palabras en “La Alegría del Evangelio (239). Y pocos momentos después, en el avión, hablando de DAR EL SEGUNDO PASO, nos dijo: “se trata de querer ir adelante en este proceso que va más allá de las negociaciones que se están haciendo o que se deban hacer. EL PUEBLO QUIERE RESPIRAR….TRAS 54 AÑOS DE CONFLICTO CON LA GUERRILLA, SE ACUMULA MUCHO ODIO, MUCHO RENCOR, MUCHA ALMA ENFERMA. GUERRILLAS, PARAMILITARES Y CORRUPTOS HAN COMETIDO PECADOS MALOS QUE HAN PROVOCADO ESTA ENFERMEDAD DEL ODIO. SE HAN DADO PASOS DE ESPERANZA, PASOS EN LA NEGOCIACIÓN. EL ULTIMO DE LOS QUE SE HAN DADO ES EL CESE DEL FUEGO DEL “ELN” Y LO AGRADEZCO MUCHO, AGRADEZCO MUCHO ESO”. “Ver al papá, a la mamá, que alzaban a sus niños para hacérselo ver al Papa, para que el Papa los bendijera. Como diciendo, ¡este es mi tesoro, esta es mi esperanza! ¡Este es mi futuro! Es la imagen de los colombianos que más me ha llegado, desde la gente en las calles. Esto es un símbolo: Símbolo de esperanza, de futuro. Un pueblo que es capaz de hacer hijos y después los muestra, los hace ver así, es UN PUEBLO QUE TIENE ESPERANZA Y TIENE FUTURO”. DAR EL SEGUNDO PASO significará, entonces, muchos retos para todos, en esta hora de Iglesia y de Patria, de humanidad y Evangelio. Comprometernos en este proceso de ponerle punto final a las confrontaciones armadas, a la violencia, la corrupción, el narcotráfico, la mentira: está en manos del pueblo todo, de su ejercicio cotidiano, ordinario, y del ejercicio democrático, electoral, UNIRNOS EN ESTE PROCESO. “En Bogotá y Colombia peregrina una inmensa comunidad que está llamada a convertirse en UNA RED VIGOROSA QUE CONGREGUE A TODOS EN LA UNIDAD, trabajando en la defensa y el cuidado de la vida humana, particularmente cuando es más frágil y vulnerable: en el seno materno, en la infancia, en la vejez, en las condiciones de discapacidad y en las situaciones de marginación social”. (Homilía en el Parque Simón Bolívar, 7 de septiembre). Con estos pocos elementos, tomados de los muchísimos que podríamos extraer de los mensajes del Papa Francisco en Colombia, los invito a consolidar el primer paso y a CONSTRUIR JUNTOS EL SEGUNDO PASO, indicado ya por el mismo Papa. “San Pedro Claver no se quedó parado: después del primer paso, siguieron otros, y otros, y otros. Su ejemplo nos hace salir de nosotros mismos e ir al encuentro del prójimo. COLOMBIA, TU HERMANO TE NECESITA, VE A SU ENCUENTRO LLEVANDO EL ABRAZO DE PAZ, LIBRE DE TODA VIOLENCIA, ESCLAVOS DE LA PAZ PARA SIEMPRE”. Este sello pontificio a su homilía final en Cartagena, debería convertirse en la CALCOMANÍA DE TODA PUERTA, quizás en el TATUAJE DE TODO BRAZO humano. ¡¡ESCLAVOS DE LA PAZ PARA SIEMPRE!! Los bendigo a todos. Y como el Papa Francisco, me atrevo a pedirles un favor: “Recen por mí”. Yo lo hago por todos, sin excepción. + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Mar 3 Oct 2017

Ir a lo esencial

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo – Acabamos de vivir la Visita del Papa Francisco a Colombia. Ha sido un especial tiempo de gracia, que nos ha sacado de la rutina cotidiana, nos ha presentado grandes horizontes y nos ha llenado de esperanza. Hemos visto la alegría y el entusiasmo de millones de personas que han salido a vivir una experiencia de fe y de comunión eclesial. Hemos visto al Santo Padre sonriente, dándonos unos mensajes profundos, entregado a todos a pesar del cansancio. Hemos percibido, sobre todo, la acción de Dios dejando en cada uno de nosotros un llamamiento apremiante y algún signo de su amor. No podemos sino dar gracias. Gracias, ante todo, a Dios, autor de todo bien; al Papa que se acercó a nuestra realidad y nos planteó nuevos caminos; a las parroquias que prepararon con la oración y la catequesis este encuentro; a los miembros de las distintas comisiones integradas por la Alcaldía de Medellín y nuestra Arquidiócesis, que trabajaron sin descanso; a tantas personas que aportaron sus servicios, su ayuda económica y sus ideas; a toda la gente que participó con fe y con gozo en este gran acontecimiento. Sin el compromiso de todos no hubiera sido posible afrontar los retos enormes de esta Visita. Ahora tenemos que hacer una lectura cuidadosa de lo que Dios nos ha dicho y de lo que ha manifestado como su voluntad sobre nosotros; debemos considerar toda esta experiencia de vida en su conjunto; necesitamos reflexionar detenidamente y aplicar sin demoras las enseñanzas del Santo Padre; urge cultivar la unidad, la vitalidad y el entusiasmo que revelamos los miembros de la Iglesia; tenemos que empeñarnos en conservar el fuego que quedó encendido en el corazón de toda la sociedad colombiana. La Visita del Papa Francisco no fue un evento que pasó, sino una luz y una fuerza para continuar el camino. De modo particular, quiero pedir que mantengamos presentes las tres actitudes fundamentales que nos señaló en nuestra vida de discípulos de Cristo. La primera, ir a lo esencial; es decir, ir a lo profundo, a lo que cuenta y tiene valor para la vida. No quedarnos en lo exterior sino partir siempre de una viva experiencia de Dios y de su amor. El discipulado no es algo estático, nos ha señalado Francisco, sino un continuo camino hacia Cristo, una experiencia de su presencia viva y operante. Es un aprendizaje, a partir de su Palabra, que nos lleva a dar respuesta a las necesidades de nuestros hermanos. La segunda actitud nos conduce a asumir una permanente renovación. La Iglesia debe sentirse zarandeada por el Espíritu para dejar sus comodidades y sus apegos. No se debe tener miedo a una renovación fundada en la fe y la esperanza que nos transmite la Buena Noticia. La renovación exige valentía para responder mejor a la llamada del Señor. Concretamente, nos ha indicado el Papa, que en Colombia hay unas situaciones que reclaman de los discípulos el estilo de vida de Jesús, en particular el amor convertido en hechos de no violencia, de reconciliación y de paz. En tercer lugar, nos pide el Santo Padre involucrarnos. A nosotros nos toca crecer en arrojo, en un coraje evangélico, ante la situación de tantos que tienen hambre de Dios y de dignidad. No podemos impedir el encuentro con Dios, debemos ser por el contrario servidores que salimos a buscarlos a todos. Nos ha dicho el Santo Padre que debemos ser discípulos misioneros, sin miopías heredadas, que sepan ver desde los ojos y el corazón de Jesús y desde ahí juzgar y comprometerse aun arriesgadamente. Estas orientaciones del Papa Francisco en Medellín deben ser de verdad para nosotros una confirmación en la fe, que nos haga vivir firmes y libres en Cristo. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Vie 29 Sep 2017

Explicar el dolor

Escrito por: P. Raúl Ortiz Toro - Ni las preguntas sobre la existencia de Dios, ni sobre la virginidad de María, ni los cuestionamientos de los protestantes o los tristes casos de corrupción dentro o fuera de la Iglesia me han puesto tanto en aprietos como lo ha hecho la pregunta sobre la razón del dolor humano, máxime cuando son los niños quienes lo soportan o son ellos las víctimas fatales. Ninguna pregunta es tan misteriosa. Por ejemplo, estoy pensando en los niños muertos en los terremotos, en los huracanas, por causa de la violencia, del abuso, de las enfermedades. Muchos han intentado responder esta pregunta y se han quedado simplemente en el preámbulo. ¿Será una pregunta sin respuesta? ¿Se tratará de una pregunta retórica? Por supuesto la teología tiene una respuesta: desde el Génesis el dolor tiene una razón de ser como consecuencia del pecado. Incluso, la teología escolástica habló de la diferencia entre la voluntad activa de Dios (por la cual Él quiere el bien para el hombre) y su voluntad permisiva (por la cual permite el mal para sacar de allí un bien mayor). Es más: Cristo encarna en su propia persona como Hijo de Dios el dolor de la humanidad, del inocente, del que sufre como consecuencia del pecado de los otros. Él, que no tenía pecado, terminó siendo reo de muerte pero salió victorioso en la resurrección. La teología es una disciplina iluminadora, es fundamental para la vida de fe, pero no puede caer en el simplismo de las respuestas académicas ni estar desencarnada de la realidad. Por ello la teología necesariamente debe ir acompañada de actos concretos y, en el caso particular del dolor, de actos de solidaridad. Creo que la solidaridad hace concretas las respuestas teológicas. Leyendo el hermoso relato de la poeta Piedad Bonett titulado “Lo que no tiene nombre” donde hace una especie de catarsis espiritual tras la muerte de su joven hijo, sentí vergüenza ajena con estas líneas, cuando la autora cuenta el momento del funeral: “El sacerdote, un hombre joven que queriendo parecer simpático y desenvuelto me ha hecho bromas insulsas y extemporáneas antes del oficio, repite vaguedades y lugares comunes sobre Daniel, y a la hora de la homilía cuenta anécdotas triviales que aspiran a parecer sabias…” Entonces me pregunto: como sacerdote, pero sobre todo como ser humano ¿he sabido llegar al corazón del que sufre? Cuando celebro unas exequias ¿tengo buen trato hacia los dolientes? Cuando alguien siente dolor ¿Cuáles son mis palabras de consuelo? ¿He caído en la trivialidad de quien ve el dolor como algo normal? ¿Soy indiferente ante el mal que sufren los demás? Para intentar en algo explicar el dolor humano, sobre todo el de los niños, cuando unos padres me preguntan por qué murió su niño recién nacido, por qué fue abusada su pequeña, por qué su hijo sufre matoneo, etc. lo primero que hago es pedirles que hagamos un momento de oración; breve, espontáneo, pero sincero. “Señor, danos tu paz, que sepamos entender este momento de la vida y tengamos mirada amplia para saber lo que quieres de nosotros, valorar más lo que tenemos, corregir nuestros equívocos. Danos tu paz, Señor”. Un momento de silencio, un abrazo, una palabra de consuelo y de ánimo. Luego la escolástica; porque la solidaridad es la mejor respuesta al dolor. P. Raúl Ortiz Toro Docente del Seminario Mayor San José de Popayán rotoro30@gmail.com