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Opinión

Sáb 5 Mayo 2018

La clave está en el amor

Por: Mons. Omar Mejía Giraldo - Continuamos hoy con la lectura del capítulo 15 de San Juan, este texto es el corazón del testamento de Jesús. Desde el capítulo 13 al 17, Jesús, el Señor, está dando las últimas instrucciones a sus discípulos. En este tiempo de pascua leemos el evangelio en clave de despedida, se acerca la solemnidad de la ascensión del Señor a la gloria celestial. Antes de marcharse, el Señor instruye a sus discípulos, sobre lo central y más importante para un discípulo suyo. La clave está en el amor. Jesús, el Señor, el Hijo de Dios, no hace un discurso o una poesía sobre el amor. El texto es más bien una sinfonía perfecta de lo que es y experimenta Jesús. Él es el amado del Padre: “Éste es mi Hijo amado, en Él me complazco” (Mt 3,17). Jesús es el amado desde siempre y para siempre. Con el amor que Él ha recibido del Padre es como Él los ha amado durante su ministerio público: “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Juan 13,1-ss). Jesús, el Señor, está dando su vida paso a paso: “El buen pastor da la vida por sus ovejas” (Jn 10,1-ss). Jesús, el Señor, da la vida definitivamente en la pasión, misterio que tiene su culmen en la cruz y en la resurrección (Cf Jn 18-20). La clave está en el amor. Como lo hemos venido contemplando en los evangelios de los domingos anteriores, Jesús, el Señor, se identifica frente a sus discípulos con el “Yo soy”… Hoy su identidad es con el amor. La fuerza de su actuar viene del amor que Él recibe del Padre, con ese mismo amor ha amado a sus discípulos y es el mismo amor que les pide, por eso les dice: Ámense; Jesús, el Señor, está hablando con un imperativo categórico: Ámense. Para el discípulo el “amor” no es opcional, es un imperativo que define la esencia de su “estar” en y con Jesús. Si los discípulos quieren vivir en la dinámica del amor deben amarse como el Padre ama al hijo y deben amarse como Jesús los ha amado a ellos. La clave está en el amor. Para el cristiano el amor no puede ser un simple sentimiento, para el cristiano el amor es una opción libre y voluntaria, pero responsable y comprometedora. El amor de Dios es eterno, estable, duradero, permanente. Dios no nos ama, porque nosotros seamos buenos, no. Dios nos ama porque su esencia es el amor. “Dios es amor” (1 Jn 4,8). La dinámica de la historia de salvación es la dinámica del amor. Por amor Dios ha tomado la iniciativa de elegirse un pueblo para sí y desde este pueblo hacer difusivo su amor a la humanidad. La alianza que Dios hace con los líderes del pueblo son alianzas de amor, alianzas de amistad (Cf La vida de Abraham, Moisés, los profetas…). La Palabra de Dios dice de Moisés que era el “amigo de Dios”. Jesús, el Señor, le dice a sus apóstoles: “Ya no les llamo servidores, porque un servidor no sabe lo que hace su patrón. Los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que aprendí de mi Padre.” Con el amigo se comparte la plenitud del ser, con el amigo no hay secretos, con el amigo existe el grado sumo de confianza. En la amistad están implicados dos corazones que se abren de par en par. Por eso la necesidad del respeto, la fidelidad y la responsabilidad en la amistad. El amor sin éstas tres características no es amor, es una caricatura del amor. La clave está en el amor. Hermanos, la clave está en el amor de Dios, Él nos amó primero. Si el amor en mi vocación no es estable y duradero es porque ha fallado el fundamento, porque ha fallado el amor primero. Un edificio se cae cuando fallan los cimientos. Así es el amor humano, éste falla cuando no alimentamos el amor de Dios en nuestras vidas y en nuestras relaciones fraternas. Para que nuestra consagración sacerdotal, religiosa, matrimonial…, sea estable y duradera, necesitamos experimentar el amor de Dios y por lo tanto, necesitamos permanecer en su amor. Permanezcan en mi amor, dice Jesús, como yo permanezco en el amor del Padre. La clave está en el amor. ¿Y cómo permanecer en el amor de Jesús? Sencillo. Hagamos una analogía con nuestra vida cotidiana: amistad que no se alimenta con el diálogo, las visitas, las comunicaciones…, es una amistad que se va debilitando y llega el momento en que definitivamente se agota, se enferma y se muere. Para alimentar la amistad con el Señor, es necesario: Orar, meditar, leer la Palabra, perdonar, sanar las heridas, corregirnos…; es necesario además, dar buenos frutos y esos se manifiestan en la alegría, el servicio, en el amor mutuo. No basta decir Señor, Señor, es necesario obrar de acuerdo al mandato del Señor: “Ámense los unos a los otros: esto es lo que les mando.” La clave está en el amor. Hermanos, insisto, el amor no es un sentimiento, el amor es una opción y como cristianos es un imperativo categórico. Si no nos amamos no tenemos el derecho a llamarnos cristianos. El siglo XXI será el siglo del amor cristiano o el cristianismo se acabará. La verdad definitiva y esperanzadora de la Palabra de Dios es “que Jesús nos ama, esto es lo más importante que debemos saber”. Por favor, aprendamos una cosa: el amor de Dios es inmenso, intenso y total, es libre, generoso y transformador. ¡Qué bueno sería que así fuera nuestro amor! Esa es la meta, esa tiene que ser la ilusión, la lucha, el trabajo cotidiano. Nada más frustrante que entregar toda una vida y luego darse cuenta que todo era una ilusión pasajera, una mentira, una falsedad. La clave está en el amor. Queridos sacerdotes, estimados padres de familia, muy apreciados maestros, líderes sociales, políticos, empresarios…, nuestra meta es el amor. Al final de la jornada seremos juzgados en el amor. Cuando lleguemos a la eternidad nuestro buen Padre Dios, no nos preguntará por nuestros títulos y por nuestras chequeras, nos preguntará y nos juzgará por la intensidad, la profundidad, la sinceridad y la responsabilidad en el amor. No seamos ilusos, no digamos esa frase tan tonta: “sin amor también se vive.” Eso es mentira, porque somos lo que somos, por el amor de Dios. Si no fuera por el amor de Dios no existiríamos, no podríamos caminar, sonreír, amar, jugar… La clave está en el amor. No nos detengamos tanto a llorar sobre la leche derramada. La fuerza interior de nuestra vida no puede estar en los fracasos de nuestro amor. No importa que hayamos sido rechazados (as), no importa que hayamos sufrido; nuestro corazón nos ha dolido muchas veces, sí; pero lo más importante es que hoy sabemos que Dios nos ama. La clave de la vida presente está en saber perdonar y sanar nuestro pasado. Hoy es hoy y hoy somos conscientes que desde siempre y para siempre Dios nos está amando y su amor es para siempre. Haya pasado lo que haya pasado, pase lo que pase, el amor de Dios no se muda, nunca cambia, su esencia es el amor. + Omar Mejía Giraldo Obispo de Florencia Juan 15,9-17 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Como el Padre me amó, así también los he amado yo: permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo he cumplido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho todas estas cosas para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea completa. Este es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por sus amigos, y son ustedes mis amigos si cumplen lo que les mando. Ya no les llamo servidores, porque un servidor no sabe lo que hace su patrón. Los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que aprendí de mi Padre. Ustedes no me eligieron a mí; he sido yo quien los eligió a ustedes y los preparé para que vayan y den fruto, y ese fruto permanezca. Así es como el Padre les concederá todo lo que le pidan en mi Nombre. El mundo odia a Jesús y a los suyos. Ámense los unos a los otros: esto es lo que les mando. Tarea Leer, meditar, orar 1 Cor 13.

Jue 3 Mayo 2018

Necesitamos héroes que luchen contra el hambre

Por: P. Daniel Saldarriaga Molina - A lo largo de estos 17 años que llevamos como Banco de Alimentos de Bogotá, hemos hecho experiencia de que la buena voluntad debe ser un ejercicio que vaya más allá de las buenas y nobles ideas, porque son precisamente las acciones las que pueden tener un impacto en la vida de los demás, las que son gestoras de cambio y transformación para generar nuevas realidades, como en nuestra labor de entregar 14.011 toneladas de productos en el 2017 para socorrer a más de 313.000 personas en estado de vulnerabilidad que necesitan de muchos héroes luchando ¡Juntos contra el Hambre! Esto ha sido posible porque hemos sido afortunados al contar con aliados como la academia, el sector público y privado, que nos han permitido llegar a más de 1.129 organizaciones sociales. Contamos con más de 3.200 voluntarios el año pasado, quienes aportaron a la titánica labor de donar de su tiempo sin esperar nada a cambio, solo con la gran satisfacción de servir y hacer el bien, haciéndolo bien, para que más niños, jóvenes, adultos mayores y familias puedan pasar a un mejor nivel. Aun así, estamos en una tarea que cada vez necesita de más manos, tiempo, recursos y conocimiento; por lo que necesitamos de más empresas y personas que confíen en nosotros como un puente para unir a los que quieren servir; un ejemplo de esto son empresas como Nestlé y Unilever, que han hecho esfuerzos para ir más allá de la donación de alimentos, ayudándonos con nuestros cuartos fríos. Así mismo, están vinculadas 32 universidades que aportan a los programas de formación, fortaleciendo nuestra ayuda para no solo llegar con productos, sino para que esta obra que como fundación pertenece a la Arquidiócesis de Bogotá tenga sabor a evangelio, como nos lo pide el señor cardenal Rubén Salazar Gómez. Hoy en día, también estamos ‘sembrando esperanza’ de la mano de los agricultores y comerciantes, otros héroes en la lucha contra el hambre, a través del Programa de Recuperación de Excedentes Agrícolas, Prea y del Centro de Acopio en Corabastos ‘Alimenta más, desperdicia menos’. Tenemos el reto para el 2018 de mover más de 17.000 toneladas de productos, de ampliar nuestra cobertura y de contar con un 10 % o 12 % más de voluntarios. Canalizar todos estos esfuerzos y ampliar su alcance no es una tarea fácil. Tenemos otros proyectos en cuanto a la infraestructura que son difíciles de sortear, por la planeación e inversión que demandan; es el caso de ofrecer productos congelados. Para convertir este sueño en realidad, estamos en la búsqueda de una unidad de congelación. En el Banco de Alimentos nos hemos planteado tener una segunda bodega en la que se pueda ampliar el tipo de productos que se brindan a las comunidades, como aquellos de primera necesidad y aseo; este nuevo proyecto, de 1.500 m2, también albergará nuevos espacios para la formación y para el desarrollo de actividades. Por todas estas acciones, para cambiar y mejorar la vida de aquellos que padecen hambre, necesitamos de su ayuda en relación con esta realidad del hambre que no debería de existir; lo invitamos a que se sume a esta noble causa, de nuestra lucha ¡Juntos contra el Hambre!, y conozca más de nuestra labor visitando nuestra página www.bancodealimentos.org.co. Estamos convencidos que hay más esfuerzos que se pueden hacer y que pueden canalizarse, no queremos ayudar a conservar el número de pobres, sino llevarlos a un nuevo nivel de vida en el que puedan superar sus dificultades; por lo que necesitamos más héroes que protagonicen alimentar la felicidad de aquellos que han perdido la esperanza en vivir mejor; serán los que nos permitan llegar a cambiar las realidades de tantos que se encuentran “descartados, desplazados, víctimas de la injusticia y la violencia”, tal como nos recomienda a reconocerlos, el Papa Francisco. PADRE DANIEL SALDARRIAGA MOLINA *Director Ejecutivo del Banco de Alimentos de Bogotá

Mié 2 Mayo 2018

La Evangelización en los llanos orientales de Colombia

Por: Mons. Francisco Antonio Ceballos Escobar - La evangelización en los Llanos Orientales de Colombia data de mediados del siglo XVII cuando Jesuitas y Franciscanos, movidos por el ardor misionero de sus familias religiosas, se establecieron en estas inhóspitas tierras bendecidas por Dios con caudalosos ríos, extensas sabanas naturales y tupidas selvas vírgenes. Más tarde, al ser expulsados los Jesuitas de la Nueva Granada, llegaron los Agustinos y los Capuchinos. En los albores del siglo XX, Monfortianos y Javerianos de Yarumal, se establecieron en la Orinoquía, y al fenecer el siglo los redentoristas asumieron parte de lo que fuera la Prefectura Apostólica del Vichada. También la vida religiosa femenina jugó un papel importante en la evangelización de estas tierras: Salesianas, Lauritas, Dominicas de la Presentación, hermanas de la Sabiduría, Vicentinas, Teresitas, etc. En su afán por anunciar el Evangelio en los más recónditos lugares de los Llanos Orientales y del piedemonte llanero, muchos misioneros y misioneras “perdieron su vida”; algunos fueron sacrificados por indígenas; otros mordidos por serpientes o devorados por fieras salvajes; hubo quienes no pudieron resistir las enfermedades tropicales o se ahogaron en los turbulentos y caudalosos ríos. La semilla del Evangelio sembrada en el corazón de indígenas, raizales y colonos, y regadas con el sudor de los misioneros, dieron fruto. Hoy encontramos muchos hombres y mujeres con una acendrada fe en Dios y una profunda devoción a la Santísima Virgen María; personas caritativas, hospitalarias y cumplidoras de la palabra empeñada. La costumbre de “echar el agua” a los niños, aún se practica entre sus pobladores, como manifestación de su compromiso de seguir a Cristo y pertenecer a la Iglesia Cristiana Católica. No obstante, entre algunos católicos reconocemos antivalores como machismo, alcoholismo, violencia doméstica, narcotráfico, corrupción, escasa participación en la eucaristía y sincretismo religioso. En la misión de los Llanos Orientales, además del anuncio explícito de la Palabra de Dios, se ha predicado el Evangelio de la caridad desde los mismísimos comienzos de la evangelización, pues bien han entendido los misioneros que entre evangelización, promoción humana y social hay una íntima conexión. Por eso construyeron escuelas, centros de salud, internados, comedores y asilos; abrieron caminos, enseñaron el arte de la ganadería y la agricultura, como también trajeron los instrumentos musicales como el arpa, el cuatro, el requinto y los capachos, con los cuales llaneros y colonos alegran sus “parrandos” a lo largo y ancho de la sabana. Hoy las pastorales sociales vienen desarrollando, entre colonos, raizales e indígenas, una labor de formación en derechos, en educación para la paz y la convivencia, en atención a las víctimas del conflicto y en promoción de programas de desarrollo socio económico. Es que, como escribe el Papa Francisco: “El servicio de la caridad es también una dimensión constitutiva de la Iglesia y expresión irrenunciable de su propia esencia” (EG 179). Un signo claro de madurez en la evangelización de los Llanos Orientales es el surgimiento y consolidación de iglesias particulares como: la Arquidiócesis de Villavicencio; las diócesis de Granada, San José del Guaviare, Yopal y Arauca; y los Vicariatos Apostólicos de Trinidad, Mitú, Puerto Inírida, Puerto Carreño y Puerto Gaitán. La evangelización en la Orinoquía, en esta hora de la historia, presenta grandes desafíos, tales como: la transmisión generacional de la fe cristiana; el éxodo de muchos bautizados hacia otras comunidades de fe; la inculturación del Evangelio en las comunidades indígenas; la atención a los niños y a los jóvenes; el cuidado y defensa de la vida y del medio ambiente; la formación de los dirigentes, la atención a las víctimas y victimarios que dejó la violencia, la inmigración de venezolanos, etc. Desafíos que se deben afrontar con audacia misionera y aguante apostólico, pues la evangelización tiene mucho de paciencia. En esta misión se conoce de pobreza y se trabaja con lo poco que se tiene. Aunque escasean los recursos humanos, económicos y materiales, sobra en los evangelizadores la confianza en el Dios Providente. De algo se está seguro, no hace falta Dios en esta tierra, pues antes de que llegaran los misioneros el Espíritu ya se les había adelantado. Por aquí las semillas del Verbo se descubren por doquier; por eso seguimos anunciando la “Alegría del Evangelio” de manera ordinaria y extraordinaria; y cuando no es posible hacerlo de manera expresa, se hace con el testimonio callado de una vida entregada y sacrificada al servicio de Dios y de los pobres. Las palabras y el testimonio del Papa Francisco, en su recordada visita a Colombia, y de manera especial a Villavicencio, nos anima a seguir anunciando la Buena Nueva de la salvación, pues somos conscientes de que el Evangelio aún no ha logrado permear la cultura de estos pueblos de la patria. Qué bueno que las iglesias particulares y comunidades religiosas sigan considerando a estas tierras como lugar de misión para que con generosidad compartan las bendiciones que han recibido de Dios, de tal manera que no pierdan su vocación y la oportunidad de ser Iglesias evangelizadas y evangelizadoras. + Mons. Francisco Antonio Ceballos Escobar Obispo Vicariato Apostólico de Puerto Carreño

Lun 30 Abr 2018

“La clase media de la santidad”

Por: Luis José Rueda Aparicio - Vivo en medio de trabajadores hombres y mujeres, de diversas razas, algunos son jóvenes aprendices otros son mayores, unos con la esperanza de una jubilación otros sin esa posibilidad, algunos son clasificados como trabajadores formales otros son llamados informales. Son hombres y mujeres que se ganan el pan de cada día con el trabajo que realizan. Me asombro viendo la diversidad de labores que el ser humano realiza, veo en ellas la prolongación de la obra creadora de Dios Padre. El tallador de madera que hace una obra en el taller de su casa, la enfermera que sutura una herida, el conductor del auto bus, la tejedora que elabora una ruana, el hornero del pan, la vendedora de rosas, el reciclador, la trabajadora doméstica, el cultivador de café, el empleado de la fábrica de cemento, la presentadora de noticias. El Papa Francisco en su Exhortación Apostólica titulada “Alegraos y regocijaos”, nos recuerda que todos estamos llamados a la santidad, y que el trabajo de cada día es el instrumento y el lugar donde hombres y mujeres podemos vivir la santidad. Nos dice el Papa Francisco: “Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: a los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante. Esa es muchas veces la santidad «de la puerta de al lado», de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios, o, para usar otra expresión, la clase media de la santidad”. No. 7 Cuando las personas descubrimos que el trabajo nos santifica, entonces todo lo que hacemos se convierte en una ofrenda agradable a Dios, nos disponemos a mejorar cada día, a tratar a los compañeros de trabajo con responsabilidad y fraternidad. La búsqueda de la santidad en el trabajo de cada día, le da unidad y sentido a todo lo que hacemos, nos renueva en la motivación para recomenzar las tareas aunque sean duras y nos quita la tentación de pensar que lo más importante del trabajo es la parte económica. Con motivo del día primero de Mayo, en el cual celebramos a San José Obrero, quiero concluir este breve mensaje con la oración que nos propone la Liturgia de la Iglesia: “Dios nuestro, creador del universo, que has establecido que el hombre coopere con su trabajo al perfeccionamiento de tu obra, haz que, guiados por el ejemplo de San José y ayudados por sus plegarias, realicemos las tareas que nos asignas y alcancemos las recompensas que nos prometes”. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén + Luis José Rueda Aparicio Obispo de Montelíbano – Córdoba

Vie 27 Abr 2018

¡Colombia, déjate reconciliar por Dios!

Por: MonseñorElkin Fernando Álvarez Botero: Los obispos de Colombia, reunidos en noviembre de 2017 para profundizar el mensaje que el Santo Padre nos dejó en su Visita Apostólica a nuestro país, quisimos invitar a la realización de una jornada dedicada especialmente a orar por la reconciliación entre los colombianos. Propusimos que ésta tuviera lugar en la misma fecha de la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. Celebraremos, por tanto, la primera jornada este jueves 3 de mayo de 2018, recordando el gran encuentro de oración por la reconciliación nacional, presidido por el Santo Padre Francisco en Villavicencio. En esa ocasión el Papa nos hizo este urgente llamado: “¡Colombia, abre tu corazón de pueblo de Dios, déjate reconciliar! Colombianos, no tengan miedo a pedir y ofrecer el perdón. No se resistan a la reconciliación para acercarse, reencontrarse como hermanos y superar las enemistades. Es hora de sanar heridas…”. Para celebrar este 1er Día Nacional por la Reconciliación, el Secretariado Permanente del Episcopado (SPEC) ha puesto a disposición diversas herramientas y subsidios pastorales, incluido un esquema para el rezo de los mil Jesús, bella devoción que, desde antiguo, hace parte de la práctica religiosa de nuestro pueblo. Sin embargo, como lo pedía San Pablo a la comunidad de Corinto y como nos exhortó el Papa, el principal propósito de esta jornada es que nos dejemos reconciliar por Dios. ¿Cómo lo logramos? Aquí les propongo cuatro claves: Tenemos necesidad de reconciliación: convenzámonos, inspirados por el Espíritu Santo, de que la reconciliación con Dios, con los hermanos, con nosotros mismos y con la naturaleza es el sendero que debemos recorrer para alcanzar la paz. No nos cansemos de orar por la reconciliación: necesitamos pedir la reconciliación y la paz de nuestro país, pues son un don que nos viene solo de Jesucristo, que dio su vida en la Cruz para sanar nuestras heridas y para derribar el muro que nos separaba, el odio. Conviene que el 3 de mayo dediquemos un mayor tiempo a la oración, ojalá ante el Santísimo expuesto; acudamos a Cristo porque Él es nuestra paz (cf. Ef. 2,14). Hagamos un compromiso serio de reconciliación: se trata de erradicar de nuestra vida personal y comunitaria todo aquello que nos divide y nos separa, que nos lleva a la violencia y a la muerte. La reconciliación que pedimos a Dios tenemos que vivirla en nuestros círculos familiares, en las escuelas, en los lugares de trabajo. Hay que poner freno a la agresividad e intolerancia que destruyen las relaciones y nos enfrentan con nuestros hermanos. Reconciliarse implica limar diferencias y reconocer que los odios y rencores no nos dejan vivir bien. En fin, el compromiso es ir al encuentro del otro, renunciando a las venganzas y permitiendo que la gracia de Dios nos dé la fuerza para el perdón. Cultivemos, cuidemos y promovamos los valores que nos disponen a vivir la reconciliación: el diálogo, el compartir, la solidaridad, la comprensión, la paciencia y, ante todo, la caridad que nos permite ir al encuentro de los más pobres y necesitados, con el mismo amor que Cristo nos enseñó desde la cruz. Sin duda, a todos nos han quedado en la mente y el corazón la imagen y las palabras del Papa Francisco orando frente a la imagen del Cristo negro de Bojayá, el 7 de septiembre de 2017. En esta jornada de oración estamos invitados a contemplar, con idéntica actitud a la del Santo Padre, al Señor en la Cruz y a rogarle que su amor y misericordia nos impulsen a ser constructores de reconciliación y paz, allí donde tanto mal han causado los odios y resentimientos.

Jue 26 Abr 2018

Marcha por la vida

Por. Mons. Ricardo Tobón Restrepo - La defensa de la vida es fundamental para el futuro de la humanidad. La gran batalla que se viene librando en las últimas cuatro décadas busca proclamar la dignidad inviolable de toda persona humana, en cualquier momento de su desarrollo o en cualesquiera de sus circunstancias particulares. La Iglesia Católica ha asumido siempre esta causa como un servicio fundamental a la justicia social y como un apoyo a los más débiles y oprimidos. La batalla contra la destrucción de la familia, el aborto, la eutanasia, las diversas formas de maltratar la vida, las actitudes que desconocen la dignidad y la misión de la mujer, ha sido ampliamente ilustrada por el Magisterio, porque es la frontera decisiva de nuestro tiempo. El Papa Francisco, en su reciente exhortación apostólica, ha vuelto con fuerza sobre este tema diciendo: “La defensa del inocente que no ha nacido, por ejemplo, debe ser clara, firme y apasionada, porque allí está en juego la dignidad de la vida humana, siempre sagrada, y lo exige el amor a cada persona más allá de su desarrollo. Pero igualmente sagrada es la vida de los pobres que ya han nacido, que se debaten en la miseria, el abandono, la postergación, la trata de personas, la eutanasia encubierta en los enfermos y ancianos privados de atención, las nuevas formas de esclavitud, y en toda forma de descarte” (Gaudete et exultate, 101). San Juan Pablo II, por su parte, nos hacía ver nuestra grave responsabilidad personal: “Estamos ante un enorme y dramático choque entre el bien y el mal, la muerte y la vida, la ‘cultura de la muerte’ y la ‘cultura de la vida’. Estamos no sólo ‘ante’, sino necesariamente ‘en medio’ de ese conflicto: todos nos vemos implicados y obligados a participar, con la responsabilidad ineludible de elegir incondicionalmente a favor de la vida…Es urgente una movilización general de las conciencias y un común esfuerzo ético, para poner en práctica una gran estrategia en favor de la vida. Todos juntos debemos construir una nueva cultura de la vida” (Evangelium Vitae, 28). Sin embargo, no obstante estas enseñanzas y esfuerzos, vemos con honda preocupación cómo se multiplican en el país diversas acciones contra la vida humana: promoción del crimen del aborto, asesinatos, personas destruidas que no logran encontrar sentido y esperanza en su existencia y, últimamente, la reglamentación que ha hecho el Gobierno de la eutanasia para niños y adolescentes, aun contra las clamorosas manifestaciones del pueblo colombiano. La Conferencia Episcopal advirtió: “Promover la eutanasia es sumarle más muertes a las muertes que ya hemos sufrido; no alcanzaremos la paz si continuamos atentando contra la vida” (Comunicado, 20.3.2018). Por tanto, nos vamos a unir todos a la XII Marcha Nacional por la Vida, que tendrá lugar el próximo 5 de mayo. En Medellín, habrá una gran concentración en el Parque Bolívar a partir de las 10.00 a.m. Luego, a las 12.00 m., celebraremos la Eucaristía en la Catedral. Así queremos manifestar nuestro compromiso con el anuncio del Evangelio de la Vida, defender el principio firme y no negociable de que la vida es un don de Dios del que nosotros no podemos disponer, y elevar nuestra oración para que cesen todos los atentados contra la vida humana y se garantice este derecho fundamental e inviolable. Que nos mueva a todos a participar en esta marcha la enseñanza del Papa Francisco cuando nos ha dicho que un ser humano es un fin en sí mismo y nunca un medio para resolver otras dificultades. Si esta convicción cae, no quedan fundamentos sólidos y permanentes para defender los demás derechos humanos, que siempre estarían sometidos a conveniencias circunstanciales de los poderosos de turno (Evangelium Gaudium, 213). + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Vie 20 Abr 2018

Un mensaje para los jóvenes

Por: Mons. Gonzalo Restrepo Restrepo - Los jóvenes son la mayor reserva de un país. En los jóvenes se encuentra el futuro de todos los desarrollos y progresos del país. La cultura, la ciencia, las instituciones sociales, la familia, las creencias y las manifestaciones culturales, nuestra idiosincrasia, nuestras costumbres, la manera de relacionarnos y hasta el lenguaje, depende en buena medida de los jóvenes. Por eso, tenemos que cultivar la juventud. Tenemos que apoyar a nuestros jóvenes, permitirles que tengan alas para volar, mente amplia y clara para discernir y voluntades muy definidas y fuertes para decidir. Las semillas que sembremos en los jóvenes no se perderán. Lo importante es que siempre estas semillas encuentren el cariño, la compañía y el calor humano de quienes caminamos con ellos. Estar al lado de los jóvenes es un privilegio. Uno se rejuvenece, uno siente la energía de ellos y se entusiasma, uno vuelve otra vez a tener la espontaneidad perdida. Con los jóvenes uno es capaz de arriesgarse, de seguir adelante a pesar de las caídas y las dificultades. Los jóvenes nos enseñan a perdonar y reconciliarnos, a vivir no tanto del pasado ni del futuro, sino del presente. La juventud es un tesoro que hay que cultivar y conservar. No se pierde la juventud con el pasar de los años, sino cuando dejamos que nuestro corazón, nuestra sensibilidad, nuestros sentimientos, se envejezcan, se vuelvan sin sentido ni sabor, pierdan su lozanía y humanidad. Los jóvenes son descomplicados y casi siempre informales. Tienen un sentido crítico y de análisis muy agudo y, en ocasiones, llegan a la incomprensión y a la exigencia exagerada. Quieren que todas las cosas se resuelvan “ya”, no dan espera, tienen el sentido de hacer las cosas inmediatamente y muy directamente, sin intermediarios. Son explosivos. Están llenos de energía y siempre están activos. Si valoráramos los jóvenes en su punto justo, si los acompañáramos más, si les mostráramos más caminos, si los entusiasmáramos más con nuestra vida y nuestro testimonio, si descubriéramos sus valores, si dialogáramos más con ellos, si les diéramos más responsabilidades, si confiáramos más en ellos, si pensáramos más en el futuro de nuestras familias, de nuestra cultura y de nuestra sociedad, entonces, estaríamos cosechando los mejores frutos para el futuro. Y ustedes jóvenes no pierdan sus días y su tiempo en ocupaciones sin sentido. El estudio, la cultura, las buenas relaciones, el deporte, la familia, el noviazgo, los amigos y las amigas, las diversiones, sus encarretes y sus hobbies, son valores muy grandes que ustedes deben aprovechar y hacer crecer en todo sentido. Jóvenes, ustedes son los responsables del mañana de nuestra sociedad y nuestro país. No pierdan el tiempo porque jamás lo podrán recuperar. Adelante. + Gonzalo Restrepo Restrepo Arzobispo de Manizales

Mié 18 Abr 2018

El rostro más bello de la Iglesia

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - El Papa Francisco acaba de entregarnos la exhortación apostólica “Gaudete et exultate”. Con ella busca “hacer resonar una vez más el llamado a la santidad, procurando encarnarlo en el contexto actual, con sus riesgos, desafíos y oportunidades” (n.2). Lo primero que deberíamos preguntarnos es por qué el Papa vuelve a un tema propuesto con fuerza por el Concilio Vaticano II y en varias ocasiones retomado por sus predecesores. Pienso que el Señor nos quiere decir que lo más importante y urgente en este momento de la Iglesia es la vida espiritual; no nos podemos quedar en la reforma de las estructuras, en las celebraciones rituales, en las actividades exteriores. La emergencia que vivimos es de espíritu. La enseñanza del Santo Padre se estructura en cinco capítulos. En el primero, nos expone la llamada a la santidad que es para todos y busca hacernos más humanos. El segundo es una descripción de “dos sutiles enemigos de la santidad”: el gnosticismo y el pelagianismo. Después, en el capítulo siguiente, responde, a partir del camino de las bienaventuranzas, cómo debe ser un verdadero cristiano. En el cuarto se refiere a algunas características de la santidad en el mundo actual y a algunos riesgos de la cultura de hoy. El último capítulo explica que la vida cristiana es un combate permanente, que requiere valentía para resistir y que nos permite hacer fiesta cada vez que Dios vence en nuestra vida. El Papa explica cómo la santidad, en último término, es Cristo amando en nosotros, porque el designio del Padre es Cristo y nosotros en él. Citando al Papa Benedicto dice: “la santidad se mide por la estatura que Cristo alcanza en nosotros, por el modo como, con la fuerza del Espíritu Santo, modelamos toda nuestra vida según la suya”. Por tanto: “cada santo es un mensaje que el Espíritu Santo toma de la riqueza de Jesucristo y regala a su pueblo” (n.21). Y más adelante desea que logremos reconocer cuál es el mensaje de Jesús que Dios quiere decir al mundo con la vida de cada uno de nosotros (n.24). Así se ve que santidad y misión se encuentran; “no es que la vida tenga una misión, sino que es misión” (n.27). La exhortación advierte también sobre los enemigos y peligros de la santidad. El gnosticismo que confía al conocimiento la salvación, identificando la santidad por la capacidad de comprender determinadas doctrinas, sin la dimensión de la caridad (n.36-46). El pelagianismo pone la salvación en las obras y lleva a pensar que somos superiores a los demás porque se observan determinadas normas o se tiene un cierto estilo católico (n.49). El dualismo, en cualquier forma, que contrapone la vida contemplativa a la vida actica o el compromiso social con la espiritualidad; esto lleva a enfermar el alma. Igualmente, se refiere a la maledicencia y a la exclusión de los pobres, los migrantes y los débiles. El Papa nos deja una serie grande de reflexiones, de llamamientos, de exhortaciones para trabajar la santidad en medio del combate de la vida. Nos dice que no es una propuesta para elegidos y para héroes sino para todos y la aterriza en la vida cotidiana. Nos indica cómo en la Iglesia tenemos los recursos para hacer posible esta gracia en nosotros. Creo que Dios nos está pidiendo a todos, sacerdotes, religiosos y laicos, que nos decidamos a ser santos; no se trata de un lujo, sino de una necesidad en esta hora de la Iglesia y del mundo. Es el momento de hacer arder de veras la llama de nuestro Bautismo. Porque la santidad es el rostro más bello de la Iglesia y la única tristeza es no ser santos. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín