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Opinión

Vie 3 Nov 2017

Ecología con ética

Por: Mons. Ismael Rueda Sierra - Con sobrada razón, el Papa Francisco, sin dudas, se ha convertido en adalid de la defensa del medio ambiente. A partir de argumentos y convicciones con carga de profundidad, pues va más allá de cualquier interés ideológico, político o técnico, que no desconoce, ubica su llamado en una dimensión ética, respaldada en el humanismo cristiano, así como en una escala de valores que permite ubicar la cuestión ecológica en el lugar que corresponde, en cuanto favorable siempre a la dignidad humana y su desarrollo integral. Lo hace con humildad, sin querer “sentar cátedra” porque, como es su costumbre, escucha de buen grado, diferentes concepciones y enfoques en el manejo del medio ambiente, para llevar al discernimiento necesario en esta materia que cada vez toma mayor importancia en el mundo de hoy y que ya constituye fuente permanente de conflicto social y cultural. Su Carta Encíclica “Laudato Si” por su contenido sabio y pertinente, en una ruta que, para el honesto buscador de soluciones concretas a problemas de esta naturaleza, resulta ser luz para ver y criterio para actuar, en el momento de proponer o de tomar decisiones que afectan al medio ambiente sobre todo cuando se hace necesario conciliar lo técnico con lo ético. Este aporte del Santo Padre ayuda a crear una sólida cultura ecológica, pues de lo contrario, como él mismo lo manifiesta, ésta “no se puede reducir a una serie de respuestas urgentes y parciales a los problemas que van apareciendo en torno a la degradación del ambiente, el agotamiento de las reservas naturales y a la contaminación”. Y ella debe tomar la forma de “una mirada distinta, un pensamiento, una política, un programa educativo, un estilo de vida y una espiritualidad que conformen una resistencia ante el avance del paradigma tecnocrático” (cf. L.S. #111). Basta fijarnos en el capítulo tercero de la encíclica, donde plantea la raíz humana de la crisis ecológica actual, más allá de los síntomas en los que se manifiesta, para concentrarse, como Él lo sugiere, en el modelo tecnocrático predominante y en el puesto que ocupa la persona humana y su acción en el mundo. Este ejercicio no desconoce los avances tecnológicos y científicos que han abierto enormes posibilidades en favor de la humanidad, en la medida en que éstos son producto de la creatividad humana, regalo de Dios, los cuales, bien aplicados, han contribuido a entregar alternativas favorables para un desarrollo sostenible. Pero el problema se sitúa en el mal uso de la libertad, utilizando el poder cada vez más creciente, con la ausencia de una ética sólida y una espiritualidad que regulen el recto ejercicio de decisiones que favorezcan la dignidad y el bien integral de las personas, con detrimento especialmente de los pobres y excluidos, que al final son quienes más sufren las consecuencias. Concluimos, de esta reflexión, que la ética debe predominar sobre la técnica a la hora de resolver los problemas que se derivan de la intervención en el medio ambiente, llámese de carácter minero, forestal, de expansión urbana o de cualquier otra índole. Sin olvidar que el agua es parte integrante del derecho a la vida. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga

Jue 26 Oct 2017

El primer paso: No resistirnos a la reconciliación

Por: Mons. Luis Adriano Piedrahita Sandoval - Tenemos todavía frescas las palabras del Santo Padre invitándonos a la reconciliación y al perdón: “Quisiera, como hermano y como padre, decir: “Colombia, abre tu corazón de pueblo de Dios, déjate reconciliar. No le temas ni a la verdad ni a la justicia. Queridos colombianos: No tengan miedo a pedir y ofrecer el perdón. No se resistan a la reconciliación para acercarse, reencontrarse como hermanos y superar las enemistades. Es hora de sanar heridas, de tender puentes, de limar diferencias. Es la ahora para desactivar los odios, y renunciar a las venganzas, y abrirse a la convivencia basada en la justicia, en la verdad y en la creación de una verdadera cultura del encuentro fraterno. Que podamos habitar en armonía y fraternidad, como desea el Señor. Pidámosle ser constructores de paz, que allá donde haya odio y resentimiento, pongamos amor y misericordia” (Palabras en el parque de las Malocas de Villavicencio en el gran encuentro de oración por la reconciliación nacional). Ante los anhelos de paz que abrigamos y las dificultades que se encuentran en el camino, sería bueno que tuviéramos muy presentes las palabras del Papa, y nos sirvieran de estímulo en dar el primer paso hacia la construcción de un país reconciliado y en paz. Sabemos que la paz es el fruto y el resultado de muchas cosas, como nos lo ha recordado permanente el magisterio de la Iglesia: La Paz depende del reconocimiento como hermanos que nos tengamos, de la reconciliación, del respeto a la vida humana desde el momento de su concepción hasta su muerte natural, de la sinceridad y la verdad, del respeto a la libertad ( la libertad de los demás y del manejo responsable que cada uno hace de su propia libertad), del diálogo, de la solidaridad, especialmente con los más pobres y necesitados, del respeto a la naturaleza, de la defensa de la familia, de la justicia ( del respeto a la dignidad y a los derechos de los demás y de la distribución equitativa de la riqueza), del perdón, de la protección a los niños, del respeto a la conciencia de cada hombre, etc. Y todos esos caminos hacia la paz solo pueden nacer del corazón del hombre, del corazón de cada uno de nosotros, de corazones renovados, serenos, mansos, humildes, comprensivos, misericordiosos, capaces de amar con un amor verdadero, corazones en paz con Dios y consigo mismos. Y desde allí, desde nuestro interior nos hemos de sentir llamados a hacer gestos de paz, acciones de paz, en todas las circunstancias en las que se desenvuelve nuestra existencia humana: en nuestros hogares, haciendo de ellos lugares verdaderos de comunión, en nuestro sitio de trabajo, de estudio, de convivencia social, construyendo relaciones impregnadas de respeto, de fraternidad, de solidaridad humana, de espíritu de servicio, de tolerancia. No hay que olvidar que la construcción de la paz es un precepto del Señor para sus discípulos: “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mt 5,9). + Luis Adriano Piedrahita Sandoval Obispo de Santa Marta

Mar 24 Oct 2017

Permanecer

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - Quisiera, también hoy, hacer eco a la Visita del Papa Francisco a Colombia reflexionando sobre algunos aspectos de su mensaje en el Centro La Macarena de Medellín. Tomando como punto de referencia la alegoría de la vid y los sarmientos que encontramos en el Evangelio (Jn 15,1ss) e invocando el ambiente de intimidad del cenáculo, el Santo Padre nos ha dicho que la verdadera vocación es permanecer unidos a Cristo y señaló, como dice el Documento de Aparecida, que “conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo” (n. 29). Luego, ha explicado que “permanecer no significa solamente estar, sino que indica mantener una relación vital, existencial, de absoluta necesidad; es vivir y crecer en unión fecunda con Jesús, fuente de vida eterna. Permanecer en Jesús no puede ser una actitud meramente pasiva o un simple abandono sin consecuencias en la vida cotidiana”. Un mensaje fundamental hoy cuando debemos superar el momento difícil que vivimos de una grave confrontación histórica y cultural entre el Evangelio y el mundo. El Papa nos propone tres modos concretos de este permanecer: tocar la humanidad de Jesús, contemplar su divinidad y vivir en la alegría. Recojamos algunos elementos de esta rica alocución, que no es posible agotar en un breve artículo. Es necesario permanecer en Jesús, ante todo, tocando la humanidad de Cristo. Esto significa contemplar la realidad con la mirada y los sentimientos de Jesús, no como un juez sino como buen samaritano; reconocer los valores del pueblo con el que se camina, así como sus heridas y pecados; descubrir y conmoverse ante el sufrimiento silencioso y las necesidades de las personas, sobre todo, cuando éstas se encuentran avasalladas por la injusticia, la pobreza deshumana, la indiferencia o la acción perversa de la corrupción y la violencia. Permanecer es manifestar, con los gestos y las palabras de Jesús, alegría y generosidad en la entrega y el servicio, sobre todo a los más pequeños, rechazando con fuerza la tentación de dar todo por perdido, de acomodarnos o de volvernos solamente administradores de desgracias. En segundo lugar, se permanece en Jesús contemplando su divinidad. Esto implica despertar y mantener la admiración por el estudio que acrecienta el conocimiento de Cristo. Para ello hay que privilegiar el encuentro con la Sagrada Escritura, particularmente con el Evangelio, donde Cristo nos habla, nos revela su amor incondicional al Padre, nos contagia la alegría que brota de la obediencia a su voluntad y el servicio a los hermanos. Debe ser un estudio “que nos ayude a interpretar la realidad con los ojos de Dios, que no sea un estudio evasivo de los aconteceres de nuestro pueblo, que tampoco vaya al vaivén de modas o ideologías”. Contemplar la divinidad de Jesús es también hacer de la oración parte fundamental de nuestra vida, pues ella nos libera del lastre de la mundanidad, nos enseña a vivir de manera gozosa, a crecer en libertad, a ponernos en las manos de Dios para realizar su voluntad. Finalmente, hay que permanecer en Cristo para vivir en la alegría, para que su alegría esté en nosotros. Entonces, no seremos discípulos tristes y apóstoles amargados, sino que reflejaremos y daremos a otros la alegría verdadera, el gozo pleno que nadie nos puede quitar, difundiremos la esperanza de la vida nueva que Cristo nos ha traído. “Dios no nos quiere sumidos en el cansancio que viene de las actividades mal vividas, sin una espiritualidad que haga feliz nuestra vida y aun nuestras fatigas. Nuestra alegría contagiosa tiene que ser el primer testimonio de la cercanía y del amor de Dios. Somos verdaderos dispensadores de la gracia de Dios cuando trasparentamos la alegría del encuentro con Él”. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Jue 19 Oct 2017

“La paz esté con ustedes”

Por: Leonardo Gómez Serna O.P. - Con estas palabras de Cristo Resucitado a sus discípulos nos saludó el papa Francisco a los obispos de Colombia, y añadió: “vengo para anunciar a Cristo y para cumplir en su nombre un itinerario de paz y reconciliación”. El cometido principal de su visita era el de animarnos en la búsqueda de la reconciliación y la paz. Prácticamente en todos sus mensajes el Papa hizo alusión a ese tema. Refiriéndonos en concreto al mensaje a los obispos su insistencia va en esa línea: “Colombia tiene necesidad de ustedes para conocerse en su verdadero rostro cargado de esperanza a pesar de sus imperfecciones, para perdonarse recíprocamente no obstante las heridas no del todo cicatrizadas, para creer que se puede hacer otro camino aun cuando la inercia empuje a repetir los mismos errores, para tener el coraje de superar cuanto la pueda volver miserable a pesar de sus tesoros… ¡anímense! Siento ese deber, transmitirles mis ganas de darles ánimo. Los animo, pues, a no cansarse (…) hospédense en la humildad de su gente (...) Cristo es la Palabra de reconciliación, escrita en sus corazones y tienen la fuerza de poder pronunciarla no solamente en los púlpitos, sino más bien en el corazón de las personas”. Estas palabras nos llegan al alma para reemprender nuestra misión apostólica de paz. Tenemos que trabajar con nuestro pueblo en la reconciliación y la paz, reconociendo que esta es obra de Dios con el concurso nuestro y de nuestro pueblo. Hace falta volver con nuevo empeño a nuestros diálogos pastorales y exigir, sin miedo a las autoridades, mayor equidad y desarrollo integral para nuestras gentes y comunidades. Tenemos que prestar nuestro concurso en el acompañamiento a los procesos de paz que están ya caminando; no tener miedo a hablar proféticamente como lo hicieron nuestros mártires beatificados en Villavicencio y seguir orando al Príncipe de la Paz por medio del Rosario. ”Colombia no puede darse a sí misma la verdadera renovación a la que aspira, sino que esta viene concedida desde lo alto. Supliquémosla al Señor, pues, por medio de la Virgen del Rosario de Chiquinquirá”. Además de este tema central, el Papa nos presentó algunas inquietudes que lleva en su corazón de pastor: la familia y la vida, los jóvenes, los sacerdotes, las vocaciones, los laicos, la formación. Nos conmovió a todos su actitud humilde y generosa, una invitación a no tener miedo de tocar la carne del cuerpo de Cristo. Al darle gracias a Dios por la visita apostólica del Santo Padre, le pedimos, por medio de la Virgen, poner en práctica su mensaje. DESTACADO “Tenemos que trabajar con nuestro pueblo en la reconciliación y la paz”, Francisco +Leonardo Gómez Serna O.P. Obispo emérito de Magangué Tomado de: Revista Vida Nueva

Mar 17 Oct 2017

El tiempo de Dios

Por: Mons. Mauricio Vélez García - El ritmo de la vida cotidiana se ha hecho frenético para todos. Las ocupaciones, las tareas y las responsabilidades diarias, nos han ido robando la paz interior y nos han puesto en contravía de una buena calidad de vida y de un oxigenarnos espiritualmente. Me parece escuchar en todo momento las palabras de El Maestro: "Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada" (Lc. 10, 41 - 42). Cuando se nos dificulta priorizar los tiempos de Dios, comenzamos a llenar nuestros espacios con los compromisos materiales, con lo objetivo y tangible que acaparan nuestro sentir y pensar, pero que, en realidad, podemos aplazar sin ninguna consecuencia. Estamos llamados a comprender que los tiempos de Dios están por encima de las cosas, y estas, jamás, podrán estar por encima de Dios. En nuestro ambiente familiar y social, el tiempo, cada vez, es más reducido, y en consecuencia, el que tenemos reservado para Dios es pobre y empequeñecido. Es la hora de comprender que si tenemos tiempo para Dios, este nos será recompensado y santificado con el que el Señor nos dedica amorosa y permanentemente. El tiempo es un signo fundamental del amor de Dios; un don tan preciado que se nos hace necesario valorar y optimizar sin preferir los aconteceres de nuestra vida diaria. Cuando tenemos tiempo para Dios, nos damos cuenta de inmediato, de que Dios es una realidad en nuestra vida; empezamos a comprender lo maravilloso que es sentir su presencia, tener la certeza de que Él tiene tiempo para todos y se ocupa amorosamente de nuestra historia, se sumerge en nuestra realidad y nos lleva, con su pedagogía del amor, al arte de vivir bien y caminar hacia la felicidad. El Papa Francisco nos lo ha presentado como la cercanía y el encuentro: “Cercanía y encuentro son los instrumentos de Dios, que en Cristo, se ha acercado y nos ha encontrado siempre”. Dejarnos encontrar por Dios equivale a escucharlo con atención y entregarle todo nuestro ser, para que esa escucha sea fructífera y haga la diferencia en todo lo que somos; para que entendamos y aceptemos que estamos ante un Dios real, concreto, que existe, que ha entrado en nuestra historia y está presente en todo. Si queremos experimentar lo que significa Dios, debemos familiarizarnos con la vida de Jesús y con su Evangelio, esto es, abandonarnos con amor y fe, con esperanza y confianza, a los tiempos de Dios. Ello optimizará nuestros tiempos, a veces tan pobres y tan áridos. ¡Qué importante es para nuestra vida saber involucrarnos en el tiempo de Dios y abandonarnos en él! De esa manera sabremos comunicar, decir lo que hemos visto y oído en ese encuentro de fe y de amor; lo que hemos experimentado en nuestro interior y lo que hemos sido capaces de cambiar en nuestro proyecto de vida. Esta experiencia de fe servirá para que todos comprendamos que el tiempo de Dios es necesario en el mundo, y decisivo para su tranquilidad y su tan anhelada paz. Es una manera de involucrar toda nuestra existencia en la gran obra de la fe y superar todo lo que nos impide la escucha de Dios: el individualismo, el egoísmo, las indiferencias y el materialismo. Hagamos una pausa y pensemos, ¿cuánto de nuestro tiempo es para Dios? + Mauricio Vélez García Obispo auxiliar de Medellín

Lun 9 Oct 2017

Segundo paso, paso adelante

Por: Mons. Ismael Rueda Sierra - Aún está contenida en el corazón, la mente y la retina la Visita Apostólica del Papa Francisco a Colombia. Días de maravillosa experiencia espiritual y evangelizadora, presidida por el Sucesor de Pedro y dirigida a la conciencia personal y colectiva de un pueblo en camino, en búsqueda de paz y reconciliación. Bien lo anunció así el pontífice en el mensaje previo que hiciera de su viaje a Colombia: “Iré como peregrino de esperanza y de paz, para celebrar con ustedes la fe en nuestro Señor y también para aprender de vuestra caridad y vuestra constancia en busca de la paz y la armonía”. Nos queda ahora, habiendo sido invitados a dar el primer paso, seguir adelante con el impulso espiritual que hemos recibido para dar un segundo paso que ha de ser, un paso adelante y otros sucesivos, diríamos interminables, para construir, inspirados en el evangelio, sostenidos por el amor de Dios y comprometidos en la agenda de todos los días con todas las personas, la paz por el perdón y la reconciliación. Son muchos los signos, expresiones, actitudes y sabias palabras las que hemos recibido. Unas han calado más profundamente, como su cercanía y espontaneidad en el encuentro con las personas, su carisma de empatía espiritual para con todos y aquellas palabras en varias ocasiones repetidas y que han hecho tanto eco como “no se dejen robar la alegría ni la esperanza“, que resonaran con especial énfasis en el mundo juvenil. Pero si quisiéramos resumir o condensar el fondo de sus mensajes, diríamos que todos aquellos aluden principalmente a la necesaria construcción de una “cultura del encuentro” para asegurar una verdadera cultura de paz. En efecto, propiciar el encuentro es lo contrario a construir muros de división y separación que dañan las fundamentales relaciones que dignifican la vida humana y por tanto también la cultura de los pueblos, a saber: el encuentro y la relación con Dios, como el primero y que da sentido a todo; el encuentro con las demás personas, sin distinciones, como miembros de la misma familia y por tanto, como hermanos; el encuentro consigo mismo, que se hace mucho más claro, evidente y que confirma la conciencia de su propia dignidad e identidad como persona, con fundamento en los dos encuentros anteriores y finalmente, con insistencia especial del Santo Padre, el encuentro con la naturaleza o la creación para su manejo responsable y solidario en bien del desarrollo humano integral. El Santo Padre, por el conocimiento que ha tenido de la misma situación de Colombia, nos hace tomar conciencia de todos los “desencuentros” que han dañado precisamente la armonía y la convivencia entre todos nosotros colombianos y que por tanto, conseguir la paz requiere retomar por la reconciliación y el perdón, entre otros recursos, que exigen en primer lugar, restablecer la comunión con Dios, el acercamiento a pesar de tantas heridas del camino, con los diferentes actores que han intervenido de diversos modos en la vida del país, con el propósito de dar el primer paso para salir de un círculo vicioso de estancamiento y repetición generado por violencias y divisiones. Asimismo frente a las situaciones de degradación y desconocimiento del valor de cada uno, de pérdida del respeto a la vida humana, a su dignidad, que afecta la autoestima y alta conciencia de sí mismo, invita al perdón como medio para recuperar la verdadera identidad. Y finalmente, advertir tantos desencuentros con la naturaleza rica en bio- diversidad, cargada de posibilidades como en ninguna otra parte del mundo, tal como lo es la riqueza de nuestros mares, ríos selvas y montañas, para que su cuidado y adecuada utilización, especialmente al servicio de los pobres, ayude a definir también en términos de equidad y justa administración de esos bienes para todos, la casa común de la familia y hogar al que pertenecemos y en el que tenemos que convivir y aceptarnos como verdaderos hermanos. Tarea grande que estamos invitados a asumir. Gracias Santo Padre por dar con nosotros este primer paso. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga

Sáb 7 Oct 2017

Grandísima responsabilidad

Por: Mons. Omar de Jesús Mejía -EvangelioMateo 21, 33-43 -Continúa la Palabra de Dios ofreciéndonos una parábola más en la cual Jesús, el Maestro y Señor se dirige a los dirigentes del pueblo: a las autoridades religiosas, civiles y académicas. Igual que a todos, también ellos están invitados a vivir la experiencia del Reino; “Jesús el Señor, ha venido a traer vida y vida en abundancia”. Para hacer parte del Reino ofrecido por Jesús y para recibir su vida en abundancia, se necesita: Negarse a sí mismo, cargar la cruz y seguirlo. El evangelio de hoy es un reclamo fuerte que Jesús manifiesta a los dirigentes porque, se han querido adueñar de la viña, han querido establecerse como los dueños y les recuerda que no son más que simples administradores y no amos y señores de la viña. El dueño de la viña es Dios. El dueño de todo es Él. A la humanidad le corresponde dar cuenta de su administración. Él envía a sus siervos a recoger sus frutos y la respuesta es violencia: a unos apalean, a otros amarran, a otros les lanzan piedras y aún llegan incluso al asesinato. La violencia llega hasta tal extremo que matan a su propio Hijo, con el afán de apropiarse de la hacienda. Cualquier parecido con la realidad de nuestra historia, ¿sería mera coincidencia? La verdad es que la historia nos pone de manifiesto: odios, guerras, asesinatos, agresividad, violencia y todo finalmente se da por la avaricia que el maligno ha sembrado en el corazón del hombre. Basta recordar la historia de Caín y Abel. Miremos la realidad de hoy y sigue pasando lo mismo: Abortos, suicidios, destrucción de la vida, abandono de niños y ancianos, despreocupación por los demás, hambre, guerras, ambiciones, avaricia; abandono de hijos, esposos, esposas… Dios sigue actuando en nuestra historia y nos pide que le demos cuenta de los frutos que estamos dando. Tengamos presente una cosa hermanos: sin la gracia de Dios no seremos capaces de dar ningún fruto significativo. Dios viene todos los días a nuestra viña y nos pide que le informemos de nuestra administración. Apropiémonos del texto y hagámonos unas preguntas muy personales: ¿Yo “N”, cómo estoy administrando mi vida, mi familia, mis amigos, mi sacerdocio, mi matrimonio, mi salud, mi vocación, mi trabajo…? ¿Cuál es el don más precioso que Dios me ha regalado? ¿Qué don debo cuidar con mayor esmero? Hermanos no pensemos que para todo tiene una respuesta la técnica o la tecnología. A problemas humanos demos soluciones humanas; a dificultades espirituales demos soluciones espirituales. ¿Por qué todo lo queremos solucionar con dinero? Las realidades esenciales de la vida, tienen solución en el único que ES, en quien debe ser para nosotros la “Piedra angular”, es decir, en Dios. Recordemos hermanos: sin Dios somos nada, en Dios lo somos todo. El evangelio de hoy nos recuerda que la salvación es don de Dios y es incluyente; Dios no discrimina a nadie, pero también enseña que el privilegio del don de Dios no se entrega sin “grandísima responsabilidad” de nuestra parte. Dice San Agustín: “Dios que te creo sin ti, no te salvará sin ti.” Cuando realmente Jesús, el Señor, es nuestra “piedra angular,” cuando de verdad Él es el centro de nuestra vida damos frutos de fraternidad y de solidaridad. La Palabra de Dios continuamente nos está invitando a ver al otro como un don que se me entrega con grandísima responsabilidad para que cuidemos de él. Pienso por ejemplo en la tarea del Papa, del obispo, del sacerdote, de los esposos, de los formadores, de los maestros, de los empresarios… Lo que somos y lo que Dios nos ha dado es para que lo compartamos, no para que nos apropiemos de la obra creadora de Dios y mucho menos para que la destruyamos. El evangelio nos convoca a ejercer nuestro “poder” como don de Dios y con mucha responsabilidad de nuestra parte. El poder existe para que nos gocemos de hacer el bien. El evangelio nos invita también a cuidar de la creación como el gran don que Dios ha puesto en nuestras manos para que la cuidemos con honestidad y responsabilidad. Nos decía el Papa a los obispos de Colombia y a través de nosotros a todos los colombianos: “Un pensamiento quisiera dirigir a los desafíos de la Iglesia en la Amazonia, región de la cual con razón están orgullosos, porque es parte esencial de la maravillosa biodiversidad de este País. La Amazonia es para todos nosotros una prueba decisiva para verificar si nuestra sociedad, casi siempre reducida al materialismo y pragmatismo, está en grado de custodiar lo que ha recibido gratuitamente, no para desvalijarlo, sino para hacerlo fecundo. Pienso, sobre todo, en la arcana sabiduría de los pueblos indígenas amazónicos y me pregunto si somos aún capaces de aprender de ellos la sacralidad de la vida, el respeto por la naturaleza, la conciencia de que no solamente la razón instrumental es suficiente para colmar la vida del hombre y responder a sus más inquietantes interrogantes.” Síntesis: EL PODER ES UN DON QUE DEBEMOS EJERCER CON GRADÍSIMA RESPONSABILIDAD. + Omar de Jesús Mejía Giraldo Obispo de Florencia

Vie 6 Oct 2017

Tips pastorales católicos

Por: Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - No deja de ser significativo constatar cómo la semilla de la religión católica salió a flote cuando recibimos al papa Francisco en Colombia. Hay una serie de elementos constitutivos del catolicismo que, consciente o inconscientemente, aparecen en momentos fuertes de la vida del creyente. Una misma profesión de fe, la acogida y vivencia de todos los sacramentos y el respeto y seguimiento del régimen eclesiástico, hacen que el creyente esté en comunión con la Iglesia católica. Son evidentes y necesarios también, el amor a la Eucaristía, la devoción mariana, el respeto y sentimientos de filiación y afecto al Papa, sea quien sea, en este caso, el Papa Francisco. Fue muy difícil que alguien en Colombia, por convicción o por simple curiosidad, no hubiera seguido algún momento de la visita del Romano Pontífice. Cómo no agradecer aquí a todos los medios de comunicación que lograron finalmente entender el sentimiento religioso de un pueblo, que sin temor alguno, salió a las calles, colmó escenarios y elevó incesantes plegarias a Dios por el buen éxito de la visita del Papa. Lo que viene es más complejo. La emoción de la visita no se puede quedar en un sentimiento que puede resultar pasajero. La visita del Papa tiene que ayudarnos a iniciar algo nuevo. Un antes y un después de la visita, tiene que ser la consecuencia de un esfuerzo tan grande en favor nuestro, como el que hizo Papa, anciano en años (81), pero joven en espíritu y vitalidad. Los católicos, que experimentamos el amor que Dios tiene a su Iglesia, es decir a nosotros, no podemos seguir siendo los mismos. Ser católicos de verdad, animados por el mensaje del Papa, significa que asumamos el reto de vivir con coherencia nuestra fe, que no nos de miedo salir a callejear esa misma fe y que con la fuerza que viene de lo alto, seamos los artesanos de la paz y de la reconciliación en un país que requiere de grandes dosis de esperanza. Si en Cali acogimos al Papa en nuestros corazones, su palabra deberá ser la guía de nuestro caminar. Con orgullo, pero a la vez con humildad, nos sentimos de verdad católicos. Al Papa agradecemos sus orientaciones, sus enseñanzas, sus reclamos, sus signos de cercanía y de amor. Sentimos que el Papa cumplió radicalmente el objetivo de su viaje: “He venido hasta aquí justamente para confirmarlos en la fe y en la esperanza del Evangelio: manténganse firmes y libres en Cristo, firmes y libres en Cristo, porque toda firmeza en Cristo nos da libertad, de modo que lo reflejen en todo lo que hagan. Asuman con todas sus fuerzas el seguimiento de Jesús, conózcanlo, déjense convocar e instruir por Él, búsquenlo en la oración y déjense buscar por él en la oración, anúncienlo con la mayor alegría posible” (Homilía en Medellín). +Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo Auxiliar de Cali