Mar 4 Ago 2015
Noticia 1975
"¿Es Cristo el centro de mi vida? ¿Pongo verdaderamente a Cristo en el centro de mi vida? Porque existe siempre la tentación de pensar que estamos nosotros en el centro. Y cuando un jesuita se pone él mismo en el centro, y no a Cristo, se equivoca. En la primera lectura Moisés repite con insistencia al pueblo que ame al Señor, que camine por sus sendas, ‘pues Él es tu vida' (cf. Dt. 30, 16.20)", expresó el Pontífice.
A esta centralidad de Jesús, corresponde la centralidad de la Iglesia: "Son dos fuegos que no se pueden separar: yo no puedo seguir a Cristo más que en la Iglesia y con la Iglesia. (...) Servir a Cristo es amar a esta Iglesia concreta, y servirla con generosidad y espíritu de obediencia".
Para vivir esta doble centralidad, el Papa propone el ejemplo del Apóstol Pablo, que vivió una experiencia similar a la de San Ignacio de Loyola.
"El Apóstol, en la segunda lectura que hemos escuchado, escribe: me esfuerzo por correr hacia la perfección de Cristo porque también «yo he sido alcanzado por Cristo» (Flp. 3, 12). Para Pablo sucedió en el camino de Damasco; para Ignacio en su casa de Loyola; pero el punto fundamental es común: dejarse conquistar por Cristo. Yo busco a Jesús, yo sirvo a Jesús porque Él me ha buscado antes, porque he sido conquistado por Él: y éste es el núcleo de nuestra experiencia", dijo el Papa.
Es un encontrar a Jesús que nos mueve a entregarnos a Jesús y a preguntarnos "con verdad y sinceridad: ¿Qué he hecho por Cristo? ¿Qué hago por Cristo? ¿Qué debo hacer por Cristo? (cf. EE, 53)".