Lun 28 Dic 2015
El niño Dios es artífice de la Paz
Acerquémonos al Banquete que el Señor nos sirve en la Mesa de su Palabra, para acoger la bendición dada a la humanidad en su Hijo, Palabra eterna del Padre, que ha entrado en el mundo por obra del Espíritu en María, Madre de Dios y Madre de todos los hombres. Este pequeño niño que contemplan los pastores en la gruta de Belén, es el artífice de la paz verdadera y duradera.
Lecturas
[icon class='fa fa-play' link=''] Primera Lectura: Números 6,22-27[/icon]
[icon class='fa fa-play' link=''] Salmo de respuesta: 67(66),2-3.5.6+8[/icon]
[icon class='fa fa-play' link=''] Segunda Lectura: Gálatas 4,4-7[/icon]
[icon class='fa fa-play' link=''] Evangelio: Lucas 2,16-21[/icon]
[icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO BÍBLICO[/icon]
Llegamos a este día para proclamar nuestra fe en Aquel que es verdadero Dios y verdadero hombre. Él es la bendición del Padre para toda la humanidad, que se ha realizado con la entrada del Verbo eterno en este mundo, tramite la maternidad de María y que, al igual que los pastores, nosotros somos invitados a acercarnos hasta Él para adorarlo como a nuestro Salvador.
Los sacerdotes de la antigua alianza, alentados por Moisés, han proclamado: “el Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor”; así mismo proclama la Iglesia y hoy venidos adorarlo, porque todo los anuncios han llegado a plenitud en el pesebre, allí la Buena Nueva nos es presentada por una Madre y un padre, como “el niño acostado en el pesebre”. Contemplarle, llena la existencia de estos humildes hombres de un gozo desbordante, confirmándoles que lo dicho por los mensajeros divinos es verdad. Dios no miente, no se margina de la vida de los que ama, sobre ellos derrama con desbordante bondad su favor.
Pablo nos resume toda esta verdad en una confesión que en su sencillez refleja una profunda densidad: “cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer”. Así testimonia que lo acontecido en el pesebre es obra divina, haciéndonos ver como parte del diseño salvador la Encarnación del Verbo y la maternidad de María. En una y otra acción resplandece la bendición divina, para que todos nosotros fuésemos rescatados y viniéramos a ser “hijos por adopción”, capacitándonos para proclamar en fuerza del Espíritu, que Dios es nuestro Padre.
[icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO SITUACIONAL[/icon]
El regocijo de la Iglesia por el don otorgado nos hace estallar en cánticos de alabanza y reconocimiento de la gloria divina. No se trata de una fiesta entre muchas, es la Fiesta con mayúscula, el Sol de la Justicia brilla reluciente en el hoy de nuestra historia. Ha venido al mundo nuestra paz y reconciliación, a pesar de nuestro pecado, Dios ha fijado su mirada en nosotros y nos ha bendecido, tomando nuestra carne en el seno virginal de la Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra.
En este año de la misericordia, la pacificación es el fruto de la intervención divina, que no quiere a sus hijos viviendo lejos del abrazo paternal del amor, por eso se nos invita a llegar con confianza a Aquel que se ha compadecido de nuestros extravíos, de nuestras miserias, de nuestras pobrezas. No quiere ser el Dios distante, frío, indiferente, pues tiene un corazón que se conmueve ante la desnudes que origina en nosotros el pecado y, nos recoge entre sus manos para sanar nuestras heridas, fortalecer nuestra fragilidad, acompañar nuestra camino.
La paz es don divino y esfuerzo humano, ha indicado en reiteradas ocasiones nuestra Madre la Iglesia, ella viene de la contemplación del misterio divino, de la admiración ante su obra, para desembocar en una entrega generosa de nuestro ser. María se extasía ante el recién nacido y, solo atina, guardar todo en su corazón. Esta actitud contemplativa de María antes que quietud, es respuesta de compromiso, adquiriendo fuerza aquellas palabras proclamadas por la Virgen al momento de la anunciación: “hágase en mí según tu palabra”.
[icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO CELEBRATIVO[/icon]
Celebrar este día de la Maternidad divina de María, esta jornada mundial de oración por la paz, este inicio del año civil, es ser invitados a clamar la bendición divina del Padre sobre el mundo, trabajando con denodado empeño en la tarea evangelizadora en el seno de nuestras comunidades, para que muchos ante tan alegre noticia –como los pastores– vayan presurosos al encuentro de Jesús, fuente de la paz verdadera.
Hemos dado un paso del 2015 al 2016 por pura gracia, por bendición de Dios, otorgándosenos así una nueva oportunidad para la gracia de Dios, que nos esforcemos por vivir de tal manera que nosotros mismos seamos bendición para los demás, prolongación de la bendición dada en el Hijo eterno, en María –Madre nuestra-, en esta Eucaristía: fiesta de la vida de los hijos del Padre, memoria de las acciones salvíficas y alimento para fortalecer a todos los que alegrándonos con la llegada del Verbo al mundo, nos comprometemos a ser servidores de la vida, de la misericordia, del amor, de la justicia y de la paz.
El Papa Francisco propone en su mensaje para esta Jornada de Oración por la Paz, transitar el camino que nos lleve a salir de nosotros mismos, de nuestros instalamientos y comodidades, en definitiva a salir de nuestros egoísmos para ir al encuentro del hermano. De allí que ofrece rasgos de este camino, cuales son: “la maduración de una cultura de la legalidad, de la educación al diálogo y a la cooperación”, indicando que son “formas fundamentales de reacción constructiva” ante las múltiples cuestiones que afligen a la humanidad.
Decirnos hoy, feliz año nuevo, es comprometernos con estas actitudes que indica el Papa y con muchas otras que testimonian nuestra condición de hijos de Dios, hermanos de Jesucristo, bendecidos con la maternidad de María.
[icon class='fa fa-play' link=''] Recomendaciones prácticas[/icon]
Hacer notar el carácter festivo de la celebración con los cantos, la disposición del lugar, alguna ornamentación a la imagen de María y una ofrenda con destinación a los pobres para subrayar la reconciliación y la paz.
Celebrar con dignidad, para que el celebrar del mundo no absorba la grandeza del misterio que se nos brinda y termine por ocultarlo ante nuestros ojos.
Jornada Mundial de Oración por la paz. Convendría tener presente el mensaje del Santo Padre para esta Jornada.
Recordar que el próximo domingo, 3 de enero, es la solemnidad de La Epifanía del Señor. Tiene Misa de la Vigilia (sábado 2 en la tarde) y Misa del día.
Apertura de la Puerta Santa de la Basílica de Santa María la Mayor