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Opinión

Vie 29 Nov 2019

Frente situación gravemente compleja

Por: Mons. Libardo Ramírez Gómez - Las situaciones que se van presentando en el mundo, y en cada una de las naciones, se van dando periódicamente dentro de grave complejidad. Algunas, por gravísimos, hechos explican claramente su surgimiento, otras son tejidas hábilmente por ánimos de crear dificultades que emproblemen a sus adversarios y que abran paso a personales ambiciones. Desde que existen los humanos en la tierra, se han tenido envidias, odios y crímenes como el de Caín y discordias a muerte como entre los hijos de Isaac o de Jacob, o entre ungidos Reyes como Saúl y David. Esto ha llevado a que la historia del mundo esté también jalonada por conflictos y conflagraciones mundiales como las dos terribles guerras del Siglo XX. En nuestros países hemos tenido momentos de grandes enfrentamientos como el de los aborígenes y conquistadores, entre españoles y criollos, y entre los mismos conmilitones de la gran lucha por la independencia. Estos últimos enfrentados por odios cultivados por recelos y lucha por imponer ideales contrarios, con atentados contra sus vidas como frente al propio Libertador y Padre de la Patria. Guerras fratricidas hemos tenido por ambición de predominios personales o banderías políticas en los 200 años de Independencia, con esfuerzos por lograr la paz, ya con apabullamiento de adversarios, ya con nobles entendimientos por el bien general, unos con sólidas bases otros sin ellas dejando brecha abierta para nuevos conflictos. A todo escala se han tenido hechos de clara motivación para guerras y para clamor de cambios de Gobierno, como las vanidosas y demenciales ambiciones de Napoleón o de Hitler, y, entre nosotros, con desbordamientos dictatoriales de un Cipriano Mosquera y un Rafael Reyes, o un Rojas Pinilla. Ahora, echando mirada serena y objetiva a la situación actual de Colombia, hay que reconocer qué hay graves deficiencias en cuanto a respuestas efectivas en muchos frentes, algo que se ha venido acrecentando y que se está haciendo resaltar y sentir al vivo al pueblo colombiano, pero no bravísimas causas como las que motivaron las tensionadas revoluciones, hizo que se realizaran las grandes manifestaciones del 21 pasado, ejemplarmente cumplidas, lamentablemente con no veraces aseveraciones, y, más lamentable aún aprovechadas por extremistas con ímpetu vandálico que empañaron la recta intención de protestas iniciales. Estamos en momento que exige reflexión a conciencia, de cómo aunar las buenas voluntades, superando simples emociones e interminables recriminaciones, con personas de sentido patriótico de todos los sectores de opinión, formar bloque compacto que tome decisiones para salvar la democracia al estilo de la “Conversación Nacional” a que está invitando el Presidente. Él ha podido cometer errores como el querer enmarcarlo todo en su sano pero utópico propósito de no conseguir adeptos con halagos sino con razones, quien, plegándose un poco, está invitando a una responsable y verdadera salvación nacional, en dialogo abierto a toda la opinión pública para no avanzar al caos que unos pocos propician. A grandes momentos, grandes hombres y mujeres que invocando a Dios, eviten el derrumbamiento de nuestra Nación, capaces de generosos y patrióticos aportes para el salvamento nacional. Obispo Emérito de Garzón Email: monlibardoramirez@hotmail.com

Mar 26 Nov 2019

La Casa Común

Por: Mons. Ismael Rueda Sierra - Es una expresión cada vez más familiar, actualizada después de la encíclica “Laudato Si” del Papa Francisco. Hablamos pues, de nuestra tierra, la “madre tierra”, con toda su riqueza de aguas y minerales, plantas y animales, en admirable diversidad, que hacen un conjunto armónico y un escenario para conservar, proteger y promover la vida. Así el medio ambiente se ha convertido en un imponderable que no puede ser ignorado y menos aún, deteriorado, como concurre en el discernimiento de ecologistas, políticos, científicos, de movimientos sociales y sin lugar a dudas, también en los argumentos religiosos o teológicos. En efecto, en la reflexión teológica podemos hablar del “orden de la creación” que juntamente con el “orden de la redención” y el “orden de la santificación”, se unen armónicamente para que acontezca el plan de Dios Creador, Redentor y Santificador, en favor nada menos que de la persona humana. Del hombre, afirma el Concilio Vaticano II, que es la “única criatura terrestre a quien Dios ha amado por sí misma” (G.S. 22), en razón de haber sido creado a imagen y semejanza suya, de donde deriva su original y esencial dignidad. Por tanto, las demás criaturas son “amadas” por el Creador, por su referencia y relación con el ser humano. Aparece entonces, por una parte, el “ambiente humano” y por otra, el “ambiente natural” (Casa Común), que son inseparables. Precisamente el papa Francisco, en la citada encíclica, afirma que “el ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos, y no podremos afrontar adecuadamente la degradación ambiental si no prestamos atención a causas que tienen que ver con la degradación humana y social. De hecho, el deterioro del ambiente y el de la sociedad afectan de un modo especial a los más débiles del planeta” (L.S. 48). Precisa considerar, desde la reflexión y compromiso que la Iglesia o la antropología cristiana procura en relación con los problemas del medio ambiente o de la casa común, para ayudar en la campaña de su cuidado contra su despiadado deterioro, que “una correcta concepción del medio ambiente, si por una parte no puede reducir utilitariamente la naturaleza a un mero objeto de manipulación y explotación, tampoco debe absolutizarla y colocarla, en dignidad, por encima de la misma persona humana” (Compendio de Doctrina Social,# 463). Esta tendencia explica por qué algunas corrientes ecologistas hablan indistintamente de los derechos del hombre juntamente con los “derechos” de los animales o de los ríos o de los árboles. Es por tanto necesario hablar más bien en términos de “responsabilidad” grande y grave, intransferible, por parte del hombre, en relación con todos los bienes naturales, porque de su cuidado va a depender la misma suerte presente y futura de la vida humana. Para descender en nuestra reflexión a las situaciones concretas de las disputas ecológicas universales, regionales o locales - también inseparables - es necesario reiterar, por ejemplo, que cuando buscamos preservar las selvas o las montañas o nuestros páramos, como es el caso en los Santanderes del Páramo de Santurbán, es porque está en juego, además de clima y ecosistemas, fundamentalmente la producción y suministro de agua, cuya provisión forma parte del derecho a la vida. No es que se quiera por ello desconocer el papel propio que tiene el aprovechamiento de los recursos naturales aplicando la tecnología, así sea de avanzada o “de punta”, sino porque hay un requerimiento ético que precede a tal uso y es el bien primordial de la vida humana. En Santander por ejemplo se ha acuñado un slogan, en relación con los proyectos de extracción minera: “podemos vivir sin oro, pero no sin agua”. De modo que lo ético prima sobre lo técnico, o sea sobre el bien superior y primario, presente y futuro, de la persona humana y su vida, por encima de otros intereses. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga

Lun 18 Nov 2019

La Basílica de Nuestra Señora de Chiquinquirá en San Luis de Cúcuta

Por: Mons. Víctor Manuel Ochoa Cadavid - La bondad del Papa Francisco y su constante cuidado por la Iglesia que peregrina en Cúcuta, puerto de la esperanza para tantos hermanos, y casa de comunión y de evangelización, nos ofrece ahora un signo de especial afecto: El Título de Basílica Menor para una Iglesia muy nuestra, la Casa de la Virgen de Chiquinquirá, la Kacika, fue proclamado el 7 de octubre de 2019, con una Carta Apostólica, el Breve Pontificio, firmado por el Cardenal Robert Sarah en nombre del Santo Padre. La palabra “basílica” proviene del latín basílica, que deriva del griego basiliké que significa “casa real”. En los tiempos del Imperio Romano, las basílicas eran edificios desde donde se ejercía la justicia o se administraba la sociedad en nombre del Emperador. Cuando cesaron las persecuciones, cuando la libertad religiosa, primero, y luego las distintas concesiones imperiales abrieron al culto cristiano algunos espléndidos espacios, el título de Basílica le fue dado no solo al lugar sino a la experiencia de reconocer que el Señor resucitado, glorificado y reinante es el verdadero Señor, al que celebran los creyentes reuniéndose en su nombre, escuchando su Palabra, viviendo la comunión. La Kacika, título tan popular, define la presencia y el amor de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá por sus hijos aquí en esta tierra bendita en la que, la protección de nuestra Señora recibe como respuesta el amor fervoroso de sus hijos que la han engalanado con detalles de fe y de piedad y le han edificado una casa que ahora se llama Basílica no sólo porque allí es honrado el único Señor y Rey, sino porque el pueblo santo, pueblo de reyes, puede encontrarse con su Reina, La Señora de Casa, la Madre bondadosa que desde remotos tiempos es faro de luz y de esperanza para su gozosos hijos. Ahora la Basílica debe ser un centro de evangelización en el que se siga proclamando la fe, en la que el Magisterio del Papa sea luz para el camino espiritual, en la que los distintos servicios apostólicos nos recuerden que somos una Iglesia dinámica, una familia que, aún en medio de las no pocas contingencias de la historia, sigue caminando en la fe y en la esperanza, sigue proclamando el Reino de Jesucristo, la gloria de la Trinidad, la amorosa intercesión de la Madre del Salvador. Las Basílicas Menores se distinguen con unos signos: Un escudo de que pende una campanita, recordándonos que el Sello del Papa, las llaves que Jesús le confió a San Pedro, siguen abriendo no sólo las puertas del Reino, sino también las puertas del corazón solidario y fraterno en el que todos encuentren paz y alegría. También se pone en las Basílicas una ‘Umbrela’, una especie de gran quitasol, que en sus colores oro y rojo indica la unión de gloria y caridad con las que la Iglesia cubre amorosamente la vida de sus hijos y la protege y cobija con la amorosa bendición de Dios. En las Basílicas ha de celebrase siempre el culto con especial dignidad, es decir, se ha de vivir la liturgia como expresión de la fe y revelación armoniosa de la vida eclesial que congrega, evangeliza, glorifica y sirve con amor fecundo y con gozosa alegría todo el amor de Dios. En Norte de Santander es la primera Iglesia que recibe este título, pero el título no sólo dice que la Iglesia de san Luis es la Casa del Rey, sino que todo el Pueblo de Reyes que allí se congrega, es una familia de hermanos que tiene en La Reina Chiquinquireña de Cúcuta, la dulce madre que lidera y acompaña el camino de todos. + Víctor Manuel Ochoa Cadavid Obispo de la Diócesis de Cúcuta

Mié 13 Nov 2019

Ante fiera tozudez abortista

Por: Mons. Libardo Ramírez Gómez - Causa extrañeza, a algunos, que siga habiendo un “debate sin fin” (El Tiempo 27-10-19), en torno al “aborto legal”, cuando en realidad ese debate quedó abierto desde el día, para unos “memorable” para otros “lamentable”, cuando la Corte Constitucional (10-05-06), dio la Sentencia 355, considerando este asunto como “un tema de salud”, y, en tres casos determinados, “despenalizó” el delito del aborto. En querer imponer la opinión de unos pocos, y en forma sesgada, está el origen de este debate, pues no se habló en la Sentencia de “legalizar”, pero se ha querido darle esa dimensión, y la misma Corte pasó luego acrecentar diferencias al hablar de que de allí ha surgido, como un “derecho de la mujer”, pedir que se mate al hijo de sus entrañas. Además, recientemente, se ha pretendido, de parte de la misma Corte, exigir al Ejecutivo hacer reglamentación del aborto como si fuera un “derecho de la mujer”, que se puede practicar hasta los últimos días del embarazo, y que, prácticamente, los galenos no puedan presentar “objeción de conciencia”, algo tan claramente reconocido por nuestra Constitución (Art. 11), y por códigos civiles. Como graduado en Derecho Canónico, estudioso de legislaciones de distintos países, Presidente por 12 años del Tribunal Eclesiástico Nacional, defensor del derecho natural al sagrado derecho de la vida, siento que, para bien de nuestro País, debo pronunciarme en este nuevo momento álgido. Es que de parte de la misma Corte Constitucional se pretende obligar al Presidente de la República, y colaboradores del Ramo de Salud, a dar reglamentaciones que no les corresponden, con detalles que pisotean aspectos de derecho natural que reclama el respeto a la vida, primer derecho de los seres humanos. Es de advertir que desde el 2006 venimos repitiendo que, estamos ante reclamos no solamente de carácter religioso, sino acordes con Tratados de Derechos Humanos, y gran número de científicos, sosteniendo la preciosa realidad de la dignidad y derechos de la persona humana desde su concepción, a pocas horas de ser engendrado, hasta su muerte natural. Es de destacar cómo, en nuestros días, hay gran sensibilidad por seres vivos de la naturaleza, las plantas, las aves, los toros, y los niños ya nacidos (postnatal), pero en relación los no nacidos (prenatal), tan débiles e indefensos, qué inclemencia, al contraponerlos a sus madres, a quienes quieren dar el derecho de exterminarlos, al considerarlos como un estorbo a sus libertades. Es que los tres casos despenalizados pueden ser fácilmente extendidos a número infinito, pues hay posibilidad de alegar causas con gran facilidad. Que hubo “violación”, cómo se puede contradecir su afirmación si las relaciones íntimas son de ordinario sin testigos; en caso de “peligro de la salud y vida de la madre”, con qué amplitud se puede alegar, al tener en cuenta que todo embarazo trae serio peligro; ante la “deformación del niño en crecimiento uterino”, antes que matarlo hay múltiples medios de su mejoramiento, con médicos especialistas en ello, y, siendo, por lo demás, esos niños ya nacidos, centro de amor y cuidado de hogares con sentimientos naturales humanitarios. Existe, además, el hecho de que, apenas dada la referida Sentencia de la Corte de despenalización en los casos mencionados, dictó el Ministerio de Salud la Reglamentación 444 que fue demandada por destacados Juristas, y fue declarada nula por el Consejo de Estado (15-03-13), por incompetencia de ese Ministerio para emanarla. Se precisó, en ese momento, que es al Parlamento a quien le correspondería, si lo estima correcto hacerlo, dar una determinación al respecto, pero si éste se niega por estimarlo inconveniente, no hay camino constitucional para que en este orden de cosas se proceda a dar orden al Ejecutivo para realizar este acto. Sería ilegal que el Presidente, o cualquier funcionario que reciba esa orden, la cumpliera, pues estaría realizando algo ilícito y nulo. De un Presidente que, con valor, y exponiendo su prestigio, pensó que, “a conciencia”, debía hacer objeciones a la legislación sobre la JEP, se espera que, en este caso, al menos igualmente grave, objete esa orden inconstitucional que ha recibido y se niegue a cumplirla. En el caso del aborto es de rememorar la actitud de gran valor cívico del Rey Balduino, de Bélgica, que prefirió renunciar a esa dignidad, con peligro de no ser restituido de su cargo (05-04-90), antes que rubricar algo en contra de la ley natural, para que otro, si lo estimaba procedente, firmara lo aprobado en el Parlamento. + Libardo Ramírez Gómez Obispo Emérito de Garzón Email: monlibardoramirez@hotmail.com

Jue 7 Nov 2019

Defendamos la vida humana

Por: Mons. Víctor Manuel Ochoa Cadavid - «Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses te tenía consagrado» (Jeremías 1, 5). La vida humana es sagrada siempre, toda, en todas partes, para todos. Aparece nuevamente en el horizonte de nuestra comunidad el delicado tema de la VIDA HUMANA. Se ha presentado por parte del Ministerio de Salud y Protección Social, el proyecto de una resolución sobre la “Interrupción Voluntaria del Embarazo” -que no es otra cosa que el aborto- en Colombia, mostrado antes de su firma a la comunidad. También en el Congreso se ha expuesto y aprobado en primer debate, un proyecto de ley que reglamenta la eutanasia, que no es otra cosa que un atentado a la vida humana. Se pone pues ante nuestros ojos un delicadísimo tema, el irrespeto y el ataque a la vida humana desde sus primeros momentos de existencia -la concepción- hasta su término natural con la muerte. La humanidad, sobre todo en las últimas décadas, tiene una rara tendencia al desprecio de la vida. Esta es una constante que ha ido creciendo progresivamente. También entre nosotros, se ha abierto esta puerta con algunas sentencias de la Corte Constitucional, despenalizando el aborto y abriendo la puerta para su realización. Justamente cuando los adelantos de la ciencia han descubierto la admirable maravilla de la vida humana en todas sus facetas, se genera un movimiento que ataca y destruye la grandeza de la existencia humana, que niega el derecho natural a la vida, que atenta contra los que empiezan o contra los que, por una u otra razón, están ante el drama de la muerte, pretendiendo legislar y normativizar acerca de un derecho inalienable e indeclinable como es el de la existencia. Es oportuno que nosotros, como católicos, reflexionemos profundamente sobre este tema, que es fundamental y toca lo más sagrado de la existencia humana. Todos, tendríamos que entrar profundamente en el misterio de la vida, de sus fundamentos y realidades, en la dimensión de profundo valor que posee y, sobre todo, entrar claramente en su defensa. Se está tocando lo más fundamental de cuanto el hombre tiene, como regalo del Creador. La esencia misma de la fe, la misma naturaleza humana nos pide defender la vida en su totalidad. En la Sagrada Escritura encontramos claramente el precepto de Dios: “No matarás” (Éxodo 20, 13). El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña: “La vida humana ha de ser tenida como sagrada, porque desde su inicio es fruto de la acción creadora de Dios y permanece siempre en una especial relación con el Creador, su único fin. Sólo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta su término; nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente” (Número 2258). Los primeros cristianos, desde los primeros años, entraron claramente a defender la vida humana, respetando este don de Dios. Incluso, en la primera literatura cristiana, al comenzar la predicación del Evangelio, se nos ofrecen ejemplos de esta defensa autorizada de la vida en su origen mismo. En los dos primeros siglos encontramos esta enseñanza: «No matarás el embrión mediante el aborto, no darás muerte al recién nacido» (Didajé, 2, 2; cf. Epistula Pseudo Barnabae, 19, 5; Epistula ad Diognetum 5, 5; Tertuliano, Apologeticum, 9, 8). Estas referencias no son únicamente una erudición, nos muestran que la lucha por la vida y su defensa hacen parte de la doctrina misma de los Santos Padres. Nos extraña profundamente que el mismo Estado, en sus autoridades del poder ejecutivo y del legislativo, tome estas decisiones que atentan contra la persona humana. Es claro que nuestra Constitución, respeta claramente la vida (Artículo 11 de la Constitución) el mismo que argumenta ampliamente la defensa de la vida, que en muchísimos apartes de la Constitución se defiende la existencia humana. Es doloroso, y creo que contra el espíritu de la misma y de los constituyentes, que se vaya abriendo la puerta a un verdadero crimen agravado por la plena convicción que dicen tener quienes proponen la destrucción de la vida, argumentando que la vida puede ser interrumpida, tanto en el momento mismo del nacimiento, como terminarla antes de su término natural. La gravedad del deseo de reglamentar lo que en mala hora fue aprobado por personas que, sobrepasando los límites de la autoridad, permitieron la práctica del aborto, instruyendo sin cansancio sobre la necesidad de generar leyes en las que se termina abusando de la propia libertad, de la libertad de los demás, de la libertad de la criatura que se está formando y que está en estado absoluto de indefensión. La Iglesia, Madre solícita, tiene el deber y la obligación de enseñar y actuar, por lo que nos enseña en la ‘Instrucción Donum Vitae’: “Cuando una ley positiva priva a una categoría de seres humanos de la protección que el ordenamiento civil les debe, el Estado niega la igualdad de todos ante la ley. Cuando el Estado no pone su poder al servicio de los derechos de todo ciudadano, y particularmente de quien es más débil, se quebrantan los fundamentos mismos del Estado de derecho [...] El respeto y la protección que se han de garantizar, desde su misma concepción, a quien debe nacer, exige que la ley prevea sanciones penales apropiadas para toda deliberada violación de sus derechos” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Donum Vitae 3). Por ello, los estados no pueden, por principio, negar el común criterio de defensa de la vida, legislando acerca de cómo suprimirla, extinguirla, suspenderla, negarla. Las leyes emanadas en tal sentido, incluso las propuestas que permitirían el Aborto, son intrínsecamente lesivas de la dignidad humana, ya que no pueden destruir lo que dicen defender, ni negar el derecho a vivir especialmente a los más vulnerables. El ABORTO, incluso si le cambian el nombre o definición a esta acción inhumana, es un homicidio en toda su realidad, agravado porque se comete contra quien no se puede defender y porque una legislación que va contra el principio fundamental de la vida, contra la vida misma, no es humana y pierde todo el sentido de su autoridad al propiciar la muerte, el dolor, la negación de la vida misma. La EUTANASIA, el suicidio asistido, es un atentado a la vida humana, una negación del derecho fundamental a la vida, que tiene cada persona y que es inviolable. Con estas decisiones se está destruyendo y atacando algo que es fundamental para los derechos de la persona humana, su derecho fundamental a la vida y a la existencia. No dejemos de pensar en la belleza de la persona humana, en la ternura de un niño, en la bondad y alta carga ética de valor de la vida humana. Somos hoy muy sensibles a los derechos de la persona humana, decimos todos defenderlos y promoverlos. Empeñémonos todos en la defensa de la vida humana en todos los momentos de su existencia. En esta edición de LA VERDAD encontrarán algunos elementos que entran claramente en estos temas, concretamente la Carta que la Conferencia Episcopal de Colombia ha escrito al Señor Ministro de Salud, sobre este delicado argumento. Gritemos y manifestemos claramente nuestra posición, con un ¡SÍ A LA VIDA! + Víctor Manuel Ochoa Cadavid Obispo de la Diócesis de Cúcuta

Vie 1 Nov 2019

Imperativos morales del servidor público

Mons. Juan Carlos Cárdenas Toro -El pueblo colombiano acaba de elegir a sus nuevos gobernadores, alcaldes, diputados y concejales. Teniendo en cuenta las palabras del Concilio Vaticano II, en el sentido de que “nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en el corazón de la Iglesia” (Cf. Constitución Gaudium et spes, n. 1), quisiera plantear respetuosamente y de modo especial a los nuevos servidores públicos, que se reconocen hijos de la Iglesia Católica, algunos imperativos éticos y morales que es necesario tener en cuenta con la misión que se disponen a asumir en nombre de sus electores. El servidor público ha de buscar soluciones a los problemas de su pueblo Si bien, las necesidades del pueblo son reconocidas en las campañas políticas y a ellas se acuden para “prometer” respuestas tan diversas, son muchos los ciudadanos que se lamentan porque, una vez elegidos, los gobernantes parecen distanciarse del sentir real de sus conciudadanos. Por ello, vale la pena recordar a quienes acaban de recibir el mandato popular, que “no deben olvidar o subestimar la dimensión moral de su representación”. El servidor público debe mantener viva en su memoria que “comparte el destino de su pueblo” y hacer de sus angustias también las suyas para buscar encontrar honestamente respuestas y soluciones (Cf. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI), n. 410). Si los ciudadanos están bien, los gobernantes estarán bien. El título más honroso de los ciudadanos elegidos para ocupar cargos públicos es el de “servidor”, palabra de profunda raíz cristiana que es necesario levantar en la esfera pública; un servicio vivido con paciencia, modestia, moderación, caridad y generosidad. El servidor público ha de ser correcto, no corrupto Una grave deformación de los sistemas de gobierno, ayer y hoy es el de la corrupción. Se trata de un modus operandi que “traiciona los principios de la moral y las normas de la justicia moral”, dejando gravemente comprometida la estabilidad del Estado y la sana relación entre gobernantes y gobernados (Cf. DSI, n. 411). Por ello, el servidor público, y muy especialmente el que se reconoce discípulo de Jesús, debe sentir en su conciencia el fuerte llamado a la coherencia, a la pulcritud en el obrar y al decidido compromiso por el ejercicio de un gobierno transparente, serio, y delicado en la administración de los recursos públicos. No puede haber mejor rédito para el servidor público, nada puede ser un tesoro mayor, que el apoyo de sus ciudadanos que ven recompensado su voto de confianza, traducido en una gestión pública que genera mejores condiciones de vida para todos, con especial predilección por los más necesitados. El servidor público ha de dar prevalencia al bien común sobre los intereses particulares Finalmente, es tan bien una voz general entre los ciudadanos que quienes son elegidos parecen obedecer más a proyectos particulares de ciertas personas o grupos, que responder al sagrado bienestar de todos. Sobre el particular, el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia recuerda que la administración pública debe estar ordenada a hacer cumplir este imperativo moral de garantizar el bien de todos los ciudadanos. Para ello advierte que la “burocratización excesiva” y el “funcionalismo impersonal” son dos sombras que pueden oscurecer el cumplimiento de los fines propios de la gestión pública. Por el contrario, los servidores públicos están llamados a transformar las dependencias de lo público en verdaderas instancias de “ayuda al ciudadano”, tendiendo puentes que acerquen a los gobernados con sus gobernantes y no levantando muros que hacen más complejos los caminos para encontrar soluciones a las grandes problemáticas sociales. De esta manera, sea esta la ocasión para invitar a dar esperanza de que es posible superar los viejos vicios que paralizan y postran a la comunidad, para establecer verdaderas políticas públicas coherentes que, superando las posturas personalistas y egoístas, pongan primero la dignidad humana de los ciudadanos y su bienestar. Mons. Juan Carlos Cárdenas Toro Obispo Auxiliar Cali - Secretario General del Celam

Mar 29 Oct 2019

Jóvenes a menos-precio

Mons. Ismael Rueda Sierra - Con no poca sorpresa, en la búsqueda de salirle al paso a la tendencia del aumento del desempleo en el país, de acuerdo con las últimas estadísticas, un grupo de empresarios, propusieron emplear jóvenes menores de 25 años, pagando solamente el 75% del salario mínimo mensual vigente. Para algunos pudo sonar viable, pensando simplemente en números o balances económicos a primera vista favorables. Pero como es natural, si se aplica lo que todo proyecto social debería buscar para construir relaciones justas y equitativas entre los ciudadanos de diferente condición, en favor del desarrollo humano integral y de la dignidad de todas las personas, produce desconcierto y normales reacciones de cuestionamiento. A estas alturas de la conciencia y avance que ha habido en la valoración que tienen las generaciones nuevas, pensando en el presente y en el futuro, reconociendo su enorme potencial humano, con el deseo profundo de aportar capacidades, conocimientos frescos, creatividad y las mejores condiciones para el emprendimiento, como representan los y las jóvenes actualmente, resultan bastante extrañas tales propuestas. Se insiste hoy, con sobrada razón, que la formación, educación y capacitación para la vida y el trabajo constituyen la base necesaria para asegurar las necesarias transformaciones sociales y culturales. Este empeño, justo y necesario, quedaría frustrado si en el momento en el que justamente estos ciudadanos están en la disposición de entregar lo mejor de sí en favor de la construcción de la sociedad, se les cotiza por lo bajo, no únicamente negándoles lo justo de un salario inicial mínimo, sino que, de paso, se convierte en un “menos-precio” a su identidad y valía. El trabajo humano no solamente procede de la persona sino está también esencialmente orientado al bien de ella. Si pensamos, por decir lo menos, en la relación que debe haber por ejemplo entre trabajo y capital, aquél no se puede considerar como simple mercancía, para reducir al trabajador a un mero instrumento de producción, pues desnaturaliza la esencia del trabajo y lo priva de su finalidad profundamente humana: “La persona es la medida de la dignidad del trabajo” (Cfr. Juan Pablo II,L.E.6). Por otra parte, existe un derecho a la justa remuneración pues “La remuneración es el instrumento más importante para practicar la justicia en las relaciones laborales” (Id.19). El Papa Francisco, que tanto interés ha puesto en el mundo de los jóvenes, les dijo en Panamá en una de sus intervenciones en la Jornada Mundial de la Juventud-2019, “Ustedes son el ahora de Dios”, expresión con la cual tituló también el capítulo tercero de su Exhortación Apostólica “Cristo Vive”, que recoge el discernimiento del Sínodo sobre los jóvenes, realizado el año anterior en Roma. Lo cual quiere decir, que ellos no son simplemente una esperanza para el futuro sino que son ya, los protagonistas del presente. Por responsabilidad corresponde a la sociedad y al Estado, a las empresas y demás instituciones, el trato justo y equitativo al mundo juvenil. Con mi fraterno saludo. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga

Mar 22 Oct 2019

El voto de los católicos

Mons. Víctor Manuel Ochoa Cadavid - Estamos a las puertas de un momento muy importante en la vida de nuestra comunidad: Las elecciones a los cargos de las autoridades locales, aquellos que tienen la responsabilidad directa del entorno cercano a nuestras comunidades. Seremos llamados a expresar nuestra elección en los próximos días, y es necesario entrar a reflexionar sobre la gran responsabilidad que tenemos al escoger a quienes tienen que cuidar y gestionar los recursos de la comunidad. Deseo presentar en estas sencillas reflexiones, algunos elementos para los lectores de LA VERDAD, que susciten una profunda lectura de esta realidad social que nos toca. Con las elecciones entramos en el ejercicio de la democracia, el sistema político que hemos elegido para nuestra expresión como estado; por el voto, elegimos a algunos que tienen que administrar y buscar el bien de todos. En nuestra comunidad, los gobernantes deben buscar el desarrollo humano integral, un compromiso con las realidades superiores que animan nuestra sociedad, pero que se concretizan en las necesidades de los hombres y mujeres de nuestra comunidad. Como ciudadanos, pero también como cristianos, seguidores de Jesús y de su Evangelio, tenemos que asumir con mucha responsabilidad este momento decisivo. En la democracia, algunos son encargados por la comunidad de velar por los derechos y los deberes de todos. La democracia es también participación, fortaleciendo formas y modos en los cuales se lleve a que todos los ciudadanos participen con su aporte, y con el cumplimiento de las normas y leyes entregando su valioso aporte a la vida del entorno en el cual vivimos, ayudando a que todos tengan lo necesario y fundamental para su existencia. Esa decisión que tomamos con las elecciones, deben ser libres, garantizando que este proceso elija a los mejores, a aquellos que por sus valores y capacidades respondan a todas las necesidades. No debe ser sólo una elección basada en agrupamiento de ideas o de principios políticos, siguiendo solo una bandera o una persona. Deben manifestarse principios y elementos superiores en esta elección, repasando ideas, propuestas, programas de acción y de gobierno. Esta elección no puede estar marcada por beneficios políticos, por dádivas o cosas que creen una corrupción de la escogencia que hacen los ciudadanos. Tendríamos que superar esta forma de buscar la expresión del voto por los miembros de nuestra comunidad. Debemos extirpar toda forma de pago o de intercambio por el voto, además de ser un delito, rompe con los altos principios éticos de este delicado momento de la comunidad. La elección de los mejores, es el principio, tener claramente marcada la verificación que los ciudadanos deben realizar en el tiempo. Los responsables del Gobierno deben rendir cuentas de forma clara y constante a todos, incluso aquellos que no han votado por ellos. Algunos principios deben estar siempre presentes: quien administra la realidad de los bienes públicos tiene que mostrar que su obrar y acción son correctos y responden a la construcción de un ideal social. Al momento de expresar nuestra voluntad en las urnas, debemos tener en cuenta que la acción de los gobernantes tiene que defender temas y principios que para nosotros los cristianos son fundamentales: • La defensa de la vida humana (desde su concepción en el primer instante de la fecundación, hasta el término natural de su fin), esto comporta claramente un NO al aborto y a la eutanasia, a los experimentos médicos en el campo de la vida humana. • La defensa de la familia humana (constituida por un hombre y una mujer, abierta a la vida, con acceso a los bienes fundamentales para su realización en la vivienda, la justa remuneración, la educación). • La educación y acceso a los bienes que como cristianos defendemos en la doctrina social de la Iglesia, la libertad religiosa y el respeto de los espacios para los que somos creyentes (en todas las condiciones religiosas y de vida espiritual). • Que todos puedan participar de los beneficios de la salud, sus desarrollos y medicamentos; comenzando con los más pobres. • Los gobernantes tienen también que procurar la ejecución de los recursos públicos con total eficiencia y honestidad, buscando el bien común en obras que sirvan a todos y no a unos pocos o a segmentos de una determinada comunidad. • Deben igualmente garantizar que todos los miembros de la comunidad reciban los bienes y beneficios sociales, especialmente los que por razones históricas o los complejos momentos de nuestra Patria, están excluidos de ellos. Es la búsqueda del ejercicio de la justicia social (Números 81, 82). Estos principios y elementos están muy bien expuestos en el Compendio de la doctrina social de la Iglesia, publicado por mandato de San Juan Pablo II en 2004 (números 408 y siguientes). Es necesaria la participación de todos con una afluencia masiva a las urnas, así garantizamos que exista verdaderamente una representación de todos en la elección de nuestros gobernantes. Un voto necesario, pero que también tiene que ser respetado y acompañado con gran honestidad por las autoridades responsables de su registro y conteo. Nuestro país, Colombia, vive una polarización política desde hace muchos decenios. Es justo que en las elecciones y en la lectura de las realidades políticas (que comporta la lectura de hechos económicos, sociales, de derecho y justicia), se garantice el derecho de la agrupación de ideas y de líneas de acción (partidos políticos), pero debe tenerse en cuenta también la búsqueda del bien común y de la construcción del desarrollo humano integral. Existen bienes superiores que tenemos que buscar con urgencia: el bien de todos, la paz, el orden y la adecuada aplicación de las leyes, la reconciliación y la reparación de los derechos de las víctimas de la violencia, la verdad (en todos los espacios) para construir sólidamente el futuro. Los discursos y las palabras del Papa FRANCISCO en su visita apostólica a Colombia, son un precioso tesoro que tenemos que repasar cada vez más, buscando su profunda enseñanza. El servicio político en el Gobierno y la representación que se ejerce, tiene una importante tarea y horizonte: BUSCAR EL BIEN COMÚN, donde se ayude a todos. San Juan Pablo II, hablando de los fieles laicos, nos dio algunas características para este servicio en la comunidad política: la paciencia, la modestia, la moderación, la caridad, la generosidad (Carta Apostólica Christifidelis laici, n. 42). De frente a nosotros, en nuestra comunidad concreta, tenemos grandes retos y grandes problemas en el horizonte, no podemos alejarnos de ellos y no tenerlos en cuenta a la hora de expresar nuestra voluntad en las urnas: la emigración y retorno de tantos a esta región, la pobreza en nuestras periferias, la falta de empleo y de oportunidades para muchos, la pérdida de valores cristianos y de fe, la corrupción, la violencia e irrespeto de la vida humana -don sagrado de Dios-, la falta de vivienda digna y de oportunidades. A la hora de emitir nuestro voto, pensemos en la alta responsabilidad de todos. Cada voto es importante y necesario, debe ser animado por principios de altos principios del bien común. Un voto que debe ser animado no por intereses de parte o por beneficios materiales debe contribuir al beneficio de todos, y al desarrollo de una comunidad en forma integral. Nos asista Dios, con su Espíritu Santo en esta elección al expresar nuestra voluntad escogiendo los gobernantes que necesitamos. + Víctor Manuel Ochoa Cadavid Obispo Diócesis de Cúcuta