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“Uno sigue siendo el ser humano pequeño, frágil, que sufre, que se equivoca”: Mons. Rueda Aparicio
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Antes de viajar a Roma para ser creado cardenal de la Iglesia Católica Universal por el papa Francisco el próximo sábado 30 de septiembre, en una conversación tan sencilla como su esencia misma, monseñor Luis José Rueda Aparicio, compartió detalles de su historia de vida con el equipo de comunicaciones de la Conferencia Episcopal de Colombia, organismo que preside desde el año 2021.
“La cuestión es que cuando lo eligen a uno cardenal, generalmente la figura es muy superficial. Miran desde afuera, se les olvida que los miembros de la Iglesia somos seres humanos de carne y hueso, que nacimos en una familia”, inicia afirmando el prelado.
Durante la conversación, el arzobispo santandereano narró detalles que hasta hoy han sido poco conocidos públicamente. Algunos muy íntimos, otros, familiares y los demás, asociados a su camino pastoral. Todos dan cuenta de cómo ha influido su origen humilde, el ejemplo y amor de su familia, lo que ha aprendido de sus hermanos en la fe, las realidades de las tres jurisdicciones eclesiásticas que ha pastoreado y sus convicciones éticas y sociales, en quien es hoy.
“A la Iglesia le debo todo”
Con convicción y gratitud profunda monseñor Luis José, bautizado a los 15 días de nacido, como sus otros 11 hermanos, afirma que a la Iglesia le debe todo. Sin embargo, hace una precisión: “A la Iglesia pueblo de Dios, no a la Iglesia solamente “jerarquía”. Porque cuando se habla de la Iglesia unos piensan en los obispos, en el Papa, en los sacerdotes, y se les olvida que papá y mamá, que los hermanos laicos, que los casados, que los sobrinos, las sobrinas, son Iglesia”.
El primado de Colombia cuenta, por ejemplo, que gracias a Dios, a través de uno de los sacerdotes de su tierra natal, para quien su padre trabajó en la construcción de un templo, él y su familia, lograron tener casa propia.
“¿Cuál es la historia? En San Gil, hasta 1950, solamente había una parroquia. Pero en esa década ya empezó San Gil a crecer un poquito más, entonces el obispo de ese tiempo dice: “Nos toca crear otra parroquia” y un donante dice “yo”, y donó un terreno y otro donante donó otro terreno. Entonces el párroco de ese tiempo se ve en el dilema de no rechazar a los dos donantes y los dos lotes buenos para ser parroquia”, cuenta el pastor.
“Optó por uno y se la jugó por otra medida”-continúa explicando-, “dijo entonces al otro donante: “Allá en el lote que nos donó, no vamos a construir el templo, pero vamos a construir siete casas. En el templo duraron más de cinco años construyendo el templo y mi papá, que trabajaba en construcción, Luis Emilio, trabajó todos los años””.
Cuenta después que sorpresivamente y con una especie de “responsabilidad social eclesial”, el sacerdote terminó asignándoles con escritura cada una de esas casas a siete de los trabajadores que permanecieron siempre en la obra. “Por eso tenemos casa propia”, puntualiza monseñor. Casa que aún conservan como patrimonio familiar, que visita y en la que comparte con los suyos cada vez que su ministerio se lo permite.
Sobre su infancia, hay detalles muy especiales en el relato. “Los vecinos del barrio, los que me conocen en San Gil saben que no era un ángel, que era normal, tampoco era un vago porque trabajábamos mucho, pero pero éramos normales, sin pretender santidades que no existen. Pero algo sí era muy importante: todo los domingos, misa y comunión”, comenta monseñor.
Uno de los 21 nuevos cardenales que tendrá próximamente la Iglesia, el hijo de Luis Emilio y Socorro, junto a sus hermanos y como seguramente muchos otros de su época, llegaba a acuerdos con su padre para participar de la Eucaristía dominical: “Llegó la adolescencia y nosotros le negociábamos a mi papá: no vamos a la misa de diez porque nos corta la mañana, no vamos en la noche porque en la noche es mejor ir con las amigas. Entonces más bien, madrugamos a Misa y salimos de eso. Era la forma de decirle a mi papá y él decía “listo entonces, pero van a misa y comulgan. Y esa era nuestra tarea”.
Ese adolescente también experimentó su vida afectiva. Vivió desde el inicio del bachillerato y durante seis años, una relación muy especial con Nancy, una joven a la que quiso mucho y con quien compartía, entre otros, su gusto por jugar ping pong durante largas horas. Además, es seguidor del fútbol (hincha del Atlético Bucaramanga, por cierto), aprendió de construcción gracias a su padre y de metalistería gracias a su colegio, derramó lágrimas durante su servicio militar obligatorio del que fue “rescatado” por su madre en La Guajira y más adelante, se vinculó al laboratorio de una cementera.
“Yo pasaba de la empresa la casa por un templo donde está el cementerio de San Gil y yo entraba a rezar un ratico con mi uniforme, con mi overol y yo veía al Cristo, era un Cristo crucificado, pero con los ojos abiertos. Hasta ahora entiendo que era un Cristo agonizante, no estaba muerto, no es un Cristo con los ojos abiertos. Yo decía: pero, ¿Él está muerto o está vivo? Porque tiene los ojos abiertos. Y me impresionaba mucho y eso se me fue metiendo, hasta que un día le dije a ella: yo quiero ser sacerdote”.
A monseñor Rueda le costó entender su vocación por esa “extraña” manera en que sintió el llamado a los 19 años de edad. En aquella época hasta llegó a pensar que ingresar al seminario podía ser una especie de traición a Nancy, con quien seguía compartiendo; también a su familia, pues él aportaba para el sostenimiento de su casa, ya su padre estaba enfermo, irse limitaba por completo sus posibilidades de seguirlo haciendo.
Tomar la decisión de iniciar su vida sacerdotal fue una reto, pero lograr que le creyeran y poder ingresar al Seminario Conciliar San Carlos de San Gil, significó uno mayor. Aunque su padre lo había animado a dar el primer paso para empezar ese camino, advirtiéndole que debía hacerlo bien, varias pruebas se le cruzaron en él, entre ellas, lograr que algún sacerdote le diera una especie de “carta de recomendación”.
“Yo quiero ser sacerdote. ¿Pero eso cómo es, señor obispo?”
“Yo quiero ser sacerdote. ¿Pero eso cómo es, señor obispo? ¿Entonces él se rió, me atendió, era una persona muy seria, muy respetuoso y me dijo Usted tiene novia? Yo dije Sí, le digo que sí. Me dice váyase, no sé cómo será eso. ¿Y yo le dije no, así como tal, no? Y entonces él me dijo: Es bueno que consiga una amiga, que usted experimente su afectividad, que interactúe con ella. Salí aburrido de ese diálogo, debí haberle dicho la verdad a monseñor Víctor”, cuenta, con cierta emotividad, el hoy presidente del episcopado colombiano, al referirse a su primera conversación con monseñor Victor López Forero, el arzobispo emérito de Bucaramanga, en ese tiempo…,quien precisamente el pasado 23 de septiembre partió a la casa del Señor.
Aunque finalmente consiguió esa carta con el capellán del Colegio Nacional San José de Guanentá Integrado de San Gil, uno de los cinco por los que pasó porque, coincidencialmente, los cerraban o se trasladaba. Él mismo cuenta que no fue realmente activo a nivel de vida parroquial. Aunque la Misa de los domingos y el rezo del Santo Rosario en su hogar, eran sagrados, no fue de participar activamente en comunidades ni grupos. De hecho, recuerda que en esa exploración, una de las primeras cosas que hizo fue ir a una convivencia vocacional y no le gustó.
“Uno aprende a ser cura con la gente”
Finalmente monseñor Luis José ingresó al seminario, disfrutó de su proceso y tras terminarlo, a los 27 años de edad, fue enviado por monseñor Leonardo Gómez Serna, a una parroquia rural en una localidad llamada Albania que en ese tiempo pertenecía a la Diócesis de Socorro y San Gil y estaba ubicada a siete horas de San Gil.
“Quiero advertirle que de allí se han retirado cuatro sacerdotes por distintos motivos. Uno por el alcoholismo, otro porque se enredó con una dama, pero yo confío en usted y está listo”, le dijo monseñor Gómez Serna al Luis José Rueda de aquella época, aún inexperto, que jamás llegó si quiera a sospechar la misión que el Santo Padre le encomendaría hoy. “Y me di cuenta de una cosa que uno en el seminario aprende la teoría, pero que uno aprende a ser cura con la gente”, agregó con firmeza el cardenal electo.
Hoy, 33 años después de ordenado, recuerda con cariño pero también con cierta sorpresa su camino episcopal. Tres jurisdicciones pastoreadas en regiones muy distintas, un periodo en la presidencia del episcopado que terminará en julio del 2024 junto a sus hermanos monseñor Omar Alberto Sánchez Cubillos y Luis Manuel Alí Herrera, vicepresidente y secretario general de la Conferencia, respectivamente. Ademas, una gran cantidad y diversidad de lugares y personas que ha podido conocer, desde los más humildes y necesitados, hasta las personalidades más destacadas de la vida social y política del país.
“Yo pensé que los obispos eran de familias ricas”
Aunque significó una alegría muy grande para sus coterráneos, la noticia de que el papa Benedicto XVI lo había nombrado obispo de la Diócesis de Montelíbano fue toda una sorpresa, no solo para él sino también para su familia.
“El día que avisaron que iba a ser obispo yo ya sabía, pero toca guardarlo en secreto. Y uno está ahí, como con “el entre pecho y espalda”, con ese secreto. Cuando ya se supo, hubo mucha alegría en la familia y en San Gil. Solo en la tarde pude ir a comer con mi madre y le dije, Y ella dijo: “Yo pensé que los obispos eran de familias ricas”. Fue la expresión que nunca se me olvida”, narró monseñor.
El prelado partió hacia esta Iglesia particular en Córdoba, región que no conocía, en la que tuvo que acompañar durante seis años a las comunidades en medio de complejos retos del contexto social por cuenta de situaciones asociadas al conflicto armado, pero a la que quiso mucho.
“Yo aprendí a ser obispo con los sacerdotes”
“Estando allá, cambia la ruta porque renuncia Benedicto y nombran a Francisco, y Francisco me pasó a Popayán y yo llegué a ser Arzobispo de Popayán. Eso es una cosa muy grande, pero uno sigue siendo el ser humano pequeño, el ser humano frágil, el ser humano que sufre, que se equivoca”, afirma monseñor.
Al conocer y celebrar la Eucaristía en todas sus parroquias, monseñor Luis José se enamoró del Cauca, de su gente, su cultura y su geografía. Sin embargo, no había cumplido los dos años aún y es notificado en mayo de 2018, a través de monseñor Luis Mariano Montemayor, nuncio apostólico en Colombia durante esta época, que el Santo Padre lo había nombrado arzobispo de Bogotá.
“¡No puede ser! ¿Suceder a monseñor Rubén Salazar Gómez? ¡Esas son palabras con mayúscula sostenida!”
La capital, tan grande y diversa, recibió en junio de 2020 a monseñor Luis José, en plena época de confinamiento obligatorio por la pandemia del COVID-19. Los retos de esa época y la responsabilidad tan enorme que sentía en ese nuevo encargo eran inmensos.
Su misión en Bogotá y, al tiempo, la tarea de presidir el episcopado colombiano, le han permitido al arzobispo hacer llegar un mensaje más directo a diferentes actores y sectores frente a sus preocupaciones por las realidades que vive hoy el país. Su insistencia en la defensa de la vida y en la necesidad de construir la reconciliación y la paz, desde la justicia, el amor y el respeto por los derechos humanos, han sido permanentes.
“Y aprendí a conocer Bogotá y a amarla, y a darme cuenta de que Bogotá no es lo que otros piensan desde fuera. Algunos dicen Bogotá tiene dos partes el sur y el norte, falso, Bogotá tiene una multiplicidad. En el norte hay periferias existenciales, en el sur hay belleza, riquezas, hay de todo”, afirma monseñor Rueda, al tiempo que recuerda su gusto por haberse podido acercar e involucrar con la realidad de los habitantes de calle.
“Como dice el Papa, yo he cometido muchos pecados, pero yo he sido misericordiado por el Señor”.
Enterarse de la noticia de su designación como Cardenal el pasado 9 de julio, fue más inesperada aún. La semana previa había finalizado la asamblea plenaria del episcopado y justamente, un día antes, la Iglesia colombiana iniciaba su luto por la partida de monseñor Elkin Fernando Álvarez Botero, obispo de Santa Rosa de Osos.
Esa noticia, que llegó para el país como un bálsamo de esperanza, pareciera aún increíble para monseñor Rueda Aparicio. “El Papa me mandó una carta muy bonita, una carta privada personal donde me anima, donde me dice: “Ahora entra al Colegio Cardenalicio” y lo que eso significa en clave de servicio, en clave de unidad con el Papa, con el sucesor de Pedro y de martirio. Y por eso debe estar dispuesto”, expresa con actitud de obediencia el arzobispo de Bogotá.
Luis José Rueda Aparicio, no solo el del nuevo título que recibirá en la Santa Sede, sino el ser humano, el hijo, el hermano, el tío, el primo, el amigo, narra que mirar hacia atrás, le da la oportunidad de darse cuenta cómo su vida se la ha ido transformando el Señor. Termina su relato afirmando que más allá de las pruebas, ama a Dios, a la Iglesia y al país y está dispuesto a entregar su vida.
Vea la entrevista completa aquí:
Vie 5 Dic 2025
Disponible la guía litúrgica oficial para celebrar la clausura del Año Jubilar en las Iglesias particulares de Colombia
El Departamento de Liturgia de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) da a conocer la 'Guía Litúrgica para el Rito de Clausura del Año Jubilar 2025', un documento oficial destinado a orientar a obispos, presbíteros y equipos pastorales en la celebración solemne que marcará el cierre de este tiempo especial de gracia convocado por el Papa Francisco.La guía, disponible para descargar en formato PDF, reúne información general, disposiciones establecidas por la Santa Sede y el rito completo de la Eucaristía que se celebrará en todas las Iglesias particulares del país el domingo 28 de diciembre, fiesta litúrgica de la Sagrada Familia de Jesús, María y José, fecha definida en la bula Spes non confundit para la clausura del Año Jubilar.Una celebración única en cada diócesisEl documento señala que la clausura debe celebrarse de manera solemne y estacional, con la Eucaristía presidida por el obispo diocesano en la catedral, madre de todas las iglesias de la jurisdicciones. En los casos en que exista concatedral, también podrá celebrarse allí con un delegado del obispo. Se precisa que esta celebración de clausura no puede trasladarse a otros templos, parroquias o santuarios.El Departamento de Liturgia subraya allí la importancia de garantizar la participación amplia de los fieles, de modo que este acto se convierta en un motivo de acción de gracias y renovación de la vida cristiana después del camino espiritual recorrido durante el Jubileo.Aspectos centrales del ritoLa guía explica paso a paso el rito de clausura, incluyendo moniciones, textos, gestos y recomendaciones para vivir la celebración en profunda unidad eclesial. Entre los elementos destacados se encuentran:- La centralidad de la cruz jubilar, que debe ser solemnemente dispuesta y adornada para la celebración.- La oración universal, que recoge las súplicas de la Iglesia por las familias, los más vulnerables, la paz del país y la misión evangelizadora.- La presentación de los dones, en la que se invita a mantener gestos concretos de caridad hacia los pobres como expresión del espíritu jubilar.- La comunión bajo las dos especies, cuando sea pastoralmente posible, para resaltar el signo pleno del banquete eucarístico.- El canto de acción de gracias, que puede incluir el tradicional Te Deum.- La bendición solemne, preparada especialmente para este momento de cierre del Año Santo.Vea el documento a continuación:
Vie 5 Dic 2025
Antes crisis humanitaria, el Cauca lanzará un SOS humano y luminoso por la paz este 7 de diciembre
Ante el agravamiento de la crisis humanitaria, el Cauca emitirá un clamor colectivo este domingo 7 de diciembre. La Arquidiócesis de Popayán, en unión con administraciones municipales, cabildos indígenas, consejos comunitarios afrodescendientes y organizaciones sociales, convoca para este 7 de diciembre el “Día Blanco por la Paz del Cauca”, una acción ciudadana masiva que busca visibilizar la emergencia y exigir protección para la vida.La jornada se centrará en dos actos simbólicos. A las 10:00 a.m., en puntos estratégicos (parques principales) de cerca de 20 municipios, cientos de personas formarán con sus cuerpos las letras “SOS Cauca", creando una imagen aérea contundente de auxilio. Al anochecer, el llamado se volverá íntimo: cada hogar encenderá una vela o luz blanca como símbolo de esperanza y protección familiar.Un mensaje ciudadano para Colombia y el mundoAunque está animado por la Iglesia, el “Día Blanco por la Paz” será una acción principalmente comunitaria. No representa solo una alerta, sino una afirmación de la vida y del tejido social que resisten: un “SOS humano, comunitario y luminoso” que busca interpelar al país y al mundo sobre la urgencia de proteger a habitantes y sus territorios.Un llamado pastoral a romper la indiferenciaEl arzobispo de Popayán, monseñor Omar Sánchez Cubillos, describió el sentido urgente de esta movilización. “Hay momentos en la vida en que necesitamos gritar, pedir auxilio, decir socorro”, afirmó.Su convocatoria es un llamado a la unidad trascendente: “Sintámonos todos parte de este departamento, hermanos entre sí”. El objetivo de esta movilización también es, según sus palabras, “romper la indiferencia” y encontrar “la motivación de sentir compromiso en la construcción de paz”.Un “grito” simbólico ante una crisis que sigue cobrando vidasEste SOS responde a la grave situación documentada por la Defensoría del Pueblo en un informe presentado el pasado mes octubre,“Cauca: Voces que resisten”, que califica la coyuntura como “la continuidad de una grave crisis humanitaria”. El informe reporta para el último año 18 masacres (69 víctimas) y más de 800 homicidios, hechos que identifica como mecanismos de intimidación para forzar desplazamientos. La entidad mantiene cerca de 30 alertas tempranas activas en el departamento, advirtiendo sobre riesgos extremos para comunidades étnicas, líderes sociales y la población civil en general.Una semilla que ya echó raíces: el anticipo de Santander de QuilichaoEl clamor ya comenzó a resonar. Este 3 de diciembre, la Alcaldía, la Iglesia y la comunidad del municipio de Santander de Quilichao realizaron un lanzamiento anticipado, enviando un mensaje firme: “Es momento de que el Gobierno Nacional ponga su mirada en nuestro territorio con inversión social y una agenda clara de paz". Desde allí se exigió a los actores armados: “Respetar a la población civil, que no puede seguir siendo víctima de una guerra que no le pertenece”.Vea a continuación el mensaje del Arzobispo de Popayán:
Jue 4 Dic 2025
Papa León XIV nombra Vicario Apostólico de Leticia: Pbro. John Mario Mesa Palacio
El Papa León XIV nombró al padre John Mario Mesa Palacio, sacerdote de la Diócesis de Santa Rosa de Osos, como nuevo Vicario Apostólico de Leticia. El padre Mesa, quien desde enero de 2025 se desempeñaba como Director del Departamento de Lugares Eclesiales para la Vivencia de la Comunión de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC), había sido también designado por los obispos como animador del Equipo Sinodal Nacional. Ahora sucederá a monseñor José de Jesús Quintero Díaz, quien desde el año 2001 venía pastoreando el Vicariato.Trayectoria del nuevo obispoSe trata de un sacerdote con más de tres décadas de ministerio. La trayectoria de su servicio revela un liderazgo versátil y un profundo compromiso con la formación y la pastoral comunitaria.- Formación y ordenación: Nacido el 8 de junio de 1966 en el municipio de Belmira (Antioquia). Realizó sus estudios de Filosofía y Teología en el Seminario Diocesano "Santo Tomás de Aquino" de Santa Rosa de Osos y obtuvo una Licenciatura en Filosofía y Educación Religiosa en la Fundación Universitaria Católica del Norte de la misma ciudad. Fue ordenado sacerdote el 23 de noviembre de 1993.- Trayectoria pastoral: Su servicio ha cubierto diversos ámbitos de la vida diocesana. Fue rector del Seminario Diocesano "Santo Tomás de Aquino" entre 2020 y 2022, y anteriormente se desempeñó como vicario de pastoral de la diócesis. Tuvo una amplia experiencia como párroco en municipios antioqueños como Vegachí, Yarumal y Donmatías, y dirigió el Equipo Nacional del Servicio de Animación Comunitaria (SEDAC) de 2010 a 2015.- Servicio nacional: Desde enero de 2025, dirigía el Departamento de Lugares Eclesiales para la Vivencia de la Comunión de la CEC, donde, según una entrevista, su enfoque era "articular y fortalecer la vivencia de la comunión eclesial y la sinodalidad como un 'caminar juntos'".Un desafío misionero en la AmazoníaEl Vicariato Apostólico de Leticia es una jurisdicción territorial de carácter misionero. A diferencia de un obispo diocesano, el Vicario Apostólico ejerce su autoridad como representante directo del Papa. Su historia está marcada por importantes momentos como:- Origen Capuchino: La evangelización del territorio fue confiada a los Frailes Menores Capuchinos de la Provincia de Cataluña en 1904. La Prefectura Apostólica de Leticia se creó el 8 de febrero de 1951, siendo monseñor Marceliano Eduardo Canyes Santacana su primer Prefecto.- Vinculación con Santa Rosa de Osos: Desde 1989, la administración del territorio fue encomendada a la Diócesis de Santa Rosa de Osos, lo que establece el vínculo histórico se servicio y colaboración entre ambas jurisdicciones eclesiásticas.- Creación como Vicariato: Fue elevado a Vicariato Apostólico el 23 de octubre del año 2000. El 7 de abril de 2001, el Nuncio Apostólico de aquel entonces, monseñor Beniamino Stella, proclamó la erección canónica y dio posesión a su primer Vicario Apostólico, monseñor José de Jesús Quintero Díaz.Contexto y relevancia del nombramientoEste nombramiento ocurre en un contexto eclesial que sigue buscando caminos hacia la sinodalidad convocada por el Papa Francisco. Precisamente, el padre Mesa fue designado hace menos de un año para un cargo nacional en la CEC, dedicado a fomentar esta visión comunitaria. Desde entonces, expresó que su trabajo no se limitaba a estructuras físicas, sino que involucraba "a las personas, es decir, a las comunidades que las conforman". Desafío que, posiblemente, inspirará ahora su misión episcopal en la Iglesia en la Amazonía colombiana.
Mar 2 Dic 2025
Conferencia Episcopal presenta la segunda edición de ‘Actualidad Teológica’ con artículos investigativos que responden a desafíos sociales y eclesiales
La Comisión de Doctrina y el Departamento de Doctrina de la Conferencia Episcopal de Colombia presentan la segunda edición del boletín Actualidad Teológica, una iniciativa que busca promover el diálogo entre la teología y los desafíos actuales de la sociedad.Esta entrega reúne siete artículos presentados durante el Coloquio Internacional de Estudiantes y Profesores de Teología, realizado el 22 y 23 de octubre de 2025, en la Universidad Santo Tomás de Aquino, en Bogotá, en articulación con TeoRed, la Red de Facultades de Teología del país.Cuatro de los artículos fueron escritos por docentes de distintas facultades de teología y tres por estudiantes de pregrado y posgrado de diferentes universidades del país.Dignidad de la creación y desafíos éticosEl boletín abre con el artículo Dignidad Animal en la Revelación Bíblica: Un desafío actual, escrito por Kelly Alejandra Tejada Espinosa, estudiante de la Fundación Universitaria Seminario Teológico Bautista. La autora plantea una revisión ética desde la fe frente al trato dado hoy a los animales, partiendo de la Escritura. En su texto, afirma que “la conexión bíblica con los animales provee elementos teológicos que sostienen la dignidad y el valor como criaturas de Dios”, por lo que propone avanzar hacia “un veganismo flexible como praxis en concordancia ética, sin sugerir el veganismo como fin en sí mismo sino como resultado del discipulado y la mayordomía” (gestión responsable de recursos).Complementando esta reflexión ecológica, el artículo Fe y Medioambiente: La respuesta de la Iglesia Católica desde su Doctrina Social, de Jenny Katherine Jiménez Cuesta (Universidad San Buenaventura), destaca que la Iglesia es un actor con autoridad moral en la transformación de la relación humana con el planeta. Su investigación subraya que el desarrollo del magisterio en esta materia ofrece “una acción comprometida, concertada y sostenida en el tiempo” basada en la ecología integral.Teología, cuidado y espiritualidad liberadoraEn clave social, el aporte de María Alejandra Alvarado Navarrete (docente de la Universidad Santo Tomás y de la Pontificia Universidad Javeriana), titulado Teología y salud: Desafíos para la construcción del cuidado y la consolidación de la esperanza en las mujeres que sufren, analiza la experiencia espiritual de mujeres cuidadoras de familiares dependientes de sustancias psicoactivas. El estudio revela que “la fe aparece como espacio de ambivalencia, pero también como posibilidad emancipadora”, al poder convertirse en un motor de protección y dignificación de quienes acompañan procesos de adicción en sus hogares.Diálogo interreligioso y diversidad eclesialEl sacerdote jesuita José Yamid Castiblanco, docente de la Pontificia Universidad Javeriana, presenta El documento sobre fraternidad humana: impacto y desafíos para el diálogo interreligioso, donde profundiza en el texto firmado en 2019 por el papa Francisco y el gran imán Ahmed Al-Tayeb. A su juicio, este documento es “una semilla de esperanza, un signo profético para la paz y la convivencia en un mundo plural”.En ese mismo horizonte, Estiven Valencia Marín (UTP – UCP) reflexiona sobre la pluralidad al interior y fuera de la Iglesia en Apertura ecclesiæ mundum. Allí sostiene que la diversidad de sensibilidades debe asumirse como “una apuesta de la misma Iglesia Católica para la construcción de una sociedad cada vez más justa y solidaria”.Aportes desde la historia y la cultura bíblicaEl docente Alejandro de Jesús García Durán (Unicervantes) revisa críticamente la figura de Arrio en La reivindicación de Arrio. El “mito” del archihereje creado por la ortodoxia, destacando que la imagen del teólogo alejandrino debe ser leída “de manera más serena e imparcial”, a la luz de nuevas investigaciones patrísticas que buscan situarlo en su propio contexto histórico.Cierra esta edición de Actualidad Teológica, el artículo titulado Uso de lo “bíblico” como adjetivo: hermenéutica cultural y bíblica en dos casos contemporáneos, de Fabián Rico Virgüez (profesor de la Universidad Santo Tomás y de la Uniminuto), quien analiza el uso del término “bíblico” en contextos seculares como la música y el deporte. El autor plantea la necesidad de un “desplazamiento epistemológico” para comprender cómo la cultura “reapropia y resignifica lo bíblico” sin referencia directa a la autoridad religiosa.