Lun 22 Ene 2018
Jesús con sus palabras, testimonia la autoridad que le viene del Padre
Primera lectura: Dt 18,15-20
Salmo Sal 95(94),1-2.6-7ab. 7c-9
Segunda lectura: 1Co 7,32-35
Evangelio: Mc 1,21-28
Introducción
La Palabra de Dios que se nos ofrece para este domingo, sugiere tres temas que pueden orientar la reflexión: 1. La elección del profeta que comunica la Palabra de Dios, libre de contaminarse con otros dioses e ideas que confunden y desvían al pueblo. 2. El hombre y mujer que se consagran a Dios pueden hacerlo en la libertad de dedicarse tiempo completo al servicio del Señor, o sentirse divididos frente a los deberes con el mundo. 3. La autoridad de Jesús quien, con gestos y palabras, expulsa al demonio inmundo que se encuentra dentro de la sinagoga y que lo reconoce como el santo de Dios.
¿Qué dice la Sagrada Escritura?
En la primera lectura del Libro del Deuteronomio, Yahveh Dios habla a través de Moisés al pueblo de Israel sobre las disposiciones de quienes han de ejercer la vocación profética. Dios pondrá sus palabras en la boca del profeta y le comunicará sus mandatos. Dios juzgará al profeta por su obediencia en la comunicación de su palabra al pueblo, pero si el profeta no es fiel a sus palabras y se desvía hablando en nombre de otros dioses, será reo de muerte.
El apóstol San Pablo recomienda y forma a la comunidad de Corinto en la libertad de preocupaciones del mundo para servir al Señor en santidad de cuerpo y espíritu, procurando el trato digno y asiduo con el Señor sin división. Distingue entre el hombre y la mujer casados o no casados, pues, quien está casado está dividido, ya que se preocupa de las cosas del mundo; mientras, quien no está casado es más libre de estas preocupaciones para servir al Señor. Todo bautizado es un profeta, que discerniendo su vocación dedica su tiempo al servicio del Señor sin ataduras, ni compromisos con las cosas del mundo que lo dividen, distraen y le quitan tiempo para dedicarse a las cosas del Señor.
En el Evangelio, Jesús llega a Cafarnaúm con los apóstoles y comienza a enseñar el sábado. En la sinagoga hay un hombre de espíritu inmundo que lo reconoce como el Santo de Dios. Cuando Jesús expulsa el espíritu inmundo del hombre; la gente estupefacta y sorprendida percibe en Él, una doctrina nueva, expuesta con autoridad: Manda los espíritus inmundos y le obedecen. Jesucristo, El Profeta por antonomasia, sorprende porque su autoridad es totalmente coherente entre lo que dice (palabras) y lo que hace (gestos).
¿Qué me dice la Sagrada Escritura?
La Palabra de Dios interroga nuestra vocación como sacerdotes, profetas, religiosos, religiosas, laicos, esposos, esposas y laicos en la misión de anunciar y denunciar la verdad a nuestro pueblo. Advierte sobre la necesidad de no acomodarnos a la Palabra de Dios porque ya hemos sido consagrados, o porque participamos frecuentemente de los sacramentos o acudimos regularmente al templo. No creer que, por ser sacerdotes, religiosos, o consagrados, ya tenemos garantizada la salvación. Aún dentro de la misma Iglesia y en el mismo templo podemos estar poseídos del espíritu del mal, pues este, también acude al templo y reconoce la presencia de Dios. Igualmente, la Palabra nos advierte sobre las doctrinas atractivas y mundanas que nos pueden confundir y alejar de la recta doctrina. Hay que permanecer fiel al Dios único y verdadero, manifestado en su Hijo Jesucristo.
La autoridad con que nosotros hablamos debe proceder de la humildad y caridad en el servicio a los demás, las palabras convencen, pero el testimonio arrastra. La autoridad, es la coherencia de una vida que testimonia a Jesucristo, más que con nuestras palabras, con la vida ofrecida en servicio a los demás, especialmente a los enfermos, pobres y más vulnerables de nuestra sociedad.
¿Qué me sugiera la Palabra que debo decirle a la comunidad?
No todo quien va al templo tiene garantizada la salvación, pues los espíritus inmundos también acuden a las celebraciones litúrgicas, van a misa, comulgan y reconocen a Dios. Cuidado con sentirnos seguros de nosotros mismos; pretender medir nuestra conversión por los actos externos, el número de obras de caridad o creer que la gracia de Dios la podemos adquirir o comprar mediante la fuerza del mérito propio. Hay que evitar el espíritu mundano que nos lleva a caer en la falsedad, la hipocresía y la doblez de corazón, creyéndonos justificados.
Igualmente, la Palabra invita a renovar nuestro compromiso profético adquirido en el bautismo, que nos advierte sobre el cuidado de no emigrar hacia dioses falsos que engañan y nos separan de la recta doctrina de la salvación. La sociedad moderna está llena de sutiles y variadas formas de espíritus inmundos, de ofertas esotéricas, sectas y nuevos movimientos religiosos, que tergiversan la recta enseñanza de la Iglesia y nos pueden desviar hacia caminos tortuosos de engaño y perdición. Hay que cultivar nuestra formación en la fe, mediante la catequesis, la fe, el amor y el servicio en nuestros grupos y comunidades parroquiales. Frente a las dudas e incertidumbres que siembran otros en nuestros corazones, no asustarse, reflexionar, orar, buscar al sacerdote o la comunidad que me puede orientar, explicar y llevar hacia la auténtica y correcta comprensión de la Palabra, de la Iglesia y su magisterio.
La Palabra de Dios de este domingo, nos invita a vivir al servicio de la palabra de Dios y de la Iglesia, de acuerdo con la vocación a la que hemos sido llamados como casados, consagrados, sacerdotes o laicos. Ejerciendo todos la dimensión real, profética y sacerdotal que hemos recibido en el bautismo.
En las palabras que el Papa Francisco dirigió durante el encuentro con sacerdotes, religiosos, consagrados, consagradas, seminaristas y sus familias, resaltamos varias ideas que van en coherencia con la temática que nos invita a reflexionar la Palabra de Dios en este domingo: “Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo, el gozo de evangelizar”… “Las vocaciones de especial consagración mueren cuando se quieren nutrir de honores, cuando están impulsadas por la búsqueda de una tranquilidad personal y de promoción social, cuando la motivación es ¨subir de categoría¨, apegarse a intereses materiales, que llegan incluso a la torpeza del afán de lucro” ... “Con los gestos y palabras de Jesús, que expresan amor a los cercanos y búsqueda de los alejados; ternura y firmeza en la denuncia del pecado y el anuncio del Evangelio… ¿cuántas veces escuchamos hombres y mujeres consagrados que parece que, en vez de administrar gozo, alegría, crecimiento, vida, administran desgracias, y se la pasan lamentándose de las desgracias de este mundo? Es la esterilidad, de quien es incapaz de tocar la carne sufriente de Jesús”. (Encuentro con sacerdotes, religiosos, consagrados seminaristas y sus familias, Coliseo La Macarena, Medellín, 9 de septiembre de 2017).
¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión?
La presencia de Jesucristo en la sinagoga sorprende por la autoridad con que ejerce su palabra y la coherencia con que actúa. Al paso de Jesucristo por nuestras vidas, no debemos ser indiferentes, sino que nos debe ayudar a construir el mundo, dando la prioridad a Él, y creciendo en el servicio a los demás de acuerdo con nuestra vocación de consagrados.
El encuentro con Jesucristo vivo, hace que sus gestos y palabras estimulen nuestra misión y el servicio a los demás con caridad y verdad, para ayudar en la sanación de tantas formas inadecuadas de fe que nos pueden perder y confundir en el camino que conducen a la auténtica salvación, aun estando dentro de la Iglesia.
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