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Opinión

Mar 20 Feb 2018

El voto de todos es importante y necesario

Por: Mons. Víctor Manuel Ochoa Cadavid - En nuestro País, tenemos una tradición de respeto y de participación democrática que pese a sus grandes limitaciones nos permite contribuir en las decisiones referidas al gobierno y a la elección de los gobernantes. Toda democracia debe fomentar la participación para fortalecer, defender, informar escuchar a todos los ciudadanos. Esta es la doctrina social de la Iglesia, que nos quiere enseñar acerca de nuestro empeño en la sociedad como católicos (Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, n. 190b). En poco menos de un mes estaremos llamados a dar nuestro voto, para la elección de los órganos legislativos, los cuales han estado en muchos cuestionamientos en los últimos tiempos. Como católicos, no podemos permanecer distantes y pasivos de frente a unas importantes decisiones, en la que está marcado y proyectado el futuro de Colombia, nuestra Patria. Nuestro voto tiene que ser un voto responsable, que tome cada una de las propuestas de quienes se postulan para entrar a definir todo el ordenamiento legislativo de Colombia. También comenzará la definición de quienes aspiran a la Presidencia de la República. El Presidente, ocupa una carga pública en la cual tiene que trabajar por los altos intereses de todos los colombianos, velar por su seguridad, por su trabajo, por los medios y recursos necesarios para la educación y la salud. Las modernas ideas políticas pretenden que los gobernantes tomen seriamente las necesidades y realidades sociales de cada uno de los miembros del Estado. La participación de todos debe medir propuestas, indicaciones, elementos con los cuales pretende servirse a Colombia y los intereses de cada uno de los asociados. La Conferencia Episcopal de Colombia ha publicado un Mensaje en el que nos “invita a involucrarnos en el proceso electoral”, derrotando la indiferencia y comprometiéndonos. Comprendiendo que el voto es “un derecho inalienable y un deber fundamental”. Como católicos tenemos que revisar también los temas que se refieren al respeto de la vida humana, de los valores fundamentales del hombre a los cuales no puede renunciarse, la educación en valores y contenidos superiores para los hijos, la defensa de la Institución familiar (entendiendo la familia como una comunidad de vida sacramental entre un hombre y una mujer). Este discernimiento tiene que estar llamado a identificar precisamente esos valores morales necesarios a consolidar la vida social (Compendio…, n. 568). Es una invitación a elegir los valores fundamentales. La Conferencia Episcopal de Colombia nos invita a un “voto responsable” donde podamos elegir y examinar a cada uno de los candidatos para buscar soluciones a fondo a nuestra Patria, Colombia. En esta campaña hemos podido observar cómo se presentan situaciones y hechos que se han apartado de principios éticos y de respeto, donde se pretende, en muchas situaciones, descalificar al adversario y, con muchos medios, obtener el beneplácito de los ciudadanos. Hemos tenido también en algunos momentos la posibilidad de reflexionar sobre la Paz y su futuro, la forma de llegar a ella serenamente y el diálogo que debe prevalecer siempre, como horizonte para alcanzar la PAZ; las propuestas para educación, salud, infraestructura, políticas agrarias. En el respeto de la decisión que cada uno debe tomar en el respeto de su conciencia y de sus propias reflexiones, es necesario que tengamos en cuenta la situación de nuestra región, el Nororiente de Colombia, la frontera, que vive una profunda crisis social reflejo de cuanto sucede en Venezuela. Uno de los fenómenos más preocupantes que ha salido a la luz y se ha fortalecido, a lo largo de las últimas elecciones, es el tema de la abstención, muchos, muchos han preferido no participar en la elección con su voto. Otros lo han hecho en blanco, como lo establece la Constitución, como vía democrática. Es necesario participar responsablemente, sin que el voto sea comprado o vendido descaradamente. El Compendio de la Doctrina social de la Iglesia dice: “La participación en la vida comunitaria no es solamente una de las mayores aspiraciones del ciudadano, llamado a ejercer libre y responsablemente el propio papel cívico con y para los demás, sino también uno de los pilares de todos los ordenamientos democráticos” (Pacem in Terris) (n. 190). El voto de cada uno de los ciudadanos es necesario, importante, legítimo. Pidamos a Dios que ilumine un voto responsable de cada uno de nosotros, que con la ayuda de Dios podamos escoger un gobernante que solidifique nuestra patria, fortalezca y ayude la vida de los más pobres, defienda la vida, acompañe a los pobres y campesinos en sus legítimas aspiraciones. Que con suficiente tiempo reflexionemos y participemos en la democracia que se nos ofrece. ¡Alabado sea Jesucristo! + Victor Manuel Ochoa Cadavid Obispo de Cúcuta

Lun 19 Feb 2018

Cuaresma se escribe con C

Por: Mons. Juan Carlos Cárdenas Toro - Con el Miércoles de Ceniza, hemos iniciado una vez más el itinerario cuaresmal. En orden a no dejar pasar de largo este Tiempo de Gracia, quisiera proponer algunas palabras que pueden ser como señales orientadoras en este camino y que nos conducen en la ruta correcta a la vida nueva en Jesús, muerto y resucitado por nosotros. Con C de Conversión La primera de estas señales es apenas obvia. La Cuaresma es un camino para salir de lo que nos aparta de Dios, para dirigirnos, en un proceso de transformación, hacia un estilo de vida de acuerdo al Evangelio. Precisamente esto es la conversión: un proceso de cambio, apoyado por la Gracia de Dios; dejar las situaciones de pecado, de esclavitudes, para empezar a caminar hacia una vida movida por el amor, la misericordia, la santidad, con palabras y con hechos. “No podemos quedarnos parados”, decía el Papa Francisco al despedirse de Colombia el 10 de septiembre de 2017. La vida cristiana es constante movimiento, revisión de vida, nunca conformarse. Es dar la pelea todos los días por avanzar hacia el ideal que nos propone el Maestro. Aprovechemos la Cuaresma para corregir la ruta, para romper el conformismo y caminar hacia Jesús. Con C de Confesión En la Cuaresma se insiste en la importancia de los sacramentos y especialmente la Confesión. Cada sacramento es una acción a través de la cual el Señor ofrece su salvación. En la Penitencia, la misericordia de Dios, su perdón y purificación, llegan al creyente liberándolo de las cadenas a las que lo somete el pecado y entregándole una nueva oportunidad. El “yo te absuelvo” es la sentencia que el mismísimo Jesús dirige al pecador por boca del sacerdote; una sentencia que no es condenatoria sino liberadora, salvadora. La Sagrada Escritura, dice: «si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha y lo libra de sus angustias» (Salmo 34, 7). Hoy se apela a la relación personal con el Señor, para justificar el desistimiento de la vida sacramental. Vale la pena recordar que es a través de estas acciones (sacramentos) que Jesús ha querido dispensar su salvación a todos los que lo buscan. La Iglesia es la dispensadora de la obra de Jesús: no dejemos de buscarlo allí. No nos consolemos pensando que con un gesto subjetivo todo se soluciona; Él nos ofrece su perdón de esta manera tan concreta; no desaprovechemos la ocasión y acudamos a la confesión. Para hacerlo bien demos estos pasos: examen de conciencia, dolor sincero por haber fallado, propósito de no volver a faltarle a Dios, confesión de boca y reparación con obras de las faltas cometidas. El alivio y la fuerza sobrenatural que allí recibimos no lo pueden expresar las palabras: hay que vivirlo. Con C de Comunión La Cuaresma es un tiempo especial para recuperar el valor de sentirnos parte de una comunidad. Al hablar de comunión no nos referimos sólo a la eucarística (Ese es un punto muy importante), sino al hecho de entender que la vida cristiana es plena y madura cuando se asume que no somos individuos desconectados, aislados sino que formamos parte de un cuerpo, de una familia, que se llama Iglesia. El individualismo es una seria amenaza para la vida cristiana; no seremos verdaderos discípulos de Jesús mientras nos encerremos en la cómoda autorreferencialidad. El discipulado cristiano por esencia es abierto, proyectado a los demás. El camino cristiano no lo hacemos solitarios: vamos juntos, ayudándonos unos a otros para mantenernos en movimiento y no quedarnos rezagados en este viaje hacia Dios. Aprovechemos los momentos que la parroquia nos dé para fortalecer la dimensión comunitaria de nuestra fe: participemos en las celebraciones litúrgicas, los encuentros de oración, las prácticas devocionales, las reuniones de formación, y tantos otros espacios. Nos daremos cuenta de que no estamos solos en la lucha y que con otros el camino se hace más llevadero. Con C de Compartir Uno de los aspectos centrales de la Cuaresma es el llamado a la caridad. «En esto conocerán que son mis discípulos: en que se aman los unos a los otros» (Juan 13, 35). El ayuno, las privaciones tan propias de este tiempo, no tienen sentido alguno si no nos llevan a compartir con quienes padecen de las cosas básicas para tener una vida digna. Ayuno no es cambiar un alimento por otro tal vez más exquisito. Este tipo de práctica cumple una doble finalidad: refrenarnos, es decir, entender que no todo lo que queremos lo debemos tener o hacer, no caer esclavos de la sociedad de consumo que nos hace comprar hasta lo que no necesitamos. Pero por otro lado, nos ayuda a pensar en quienes padecen, de manera permanente, la privación de lo más elemental; mas no nos quedamos ahí, sino que salimos de nosotros para hacer algo por ellos. Este compartir entonces se vuelve obras de misericordia, servicio, apoyo a los que tienen hambre, a los que lloran, a los que no tienen un techo que los cobije; a los enfermos y tantas otras maneras deshunanizantes de marginación y sufrimiento. Si logramos salir de las burbujas de la indiferencia en las que nos solemos refugiar, y damos el paso para hacer algo muy concreto por los más necesitados, nuestra vida cristiana estará alcanzando su madurez y adquirirá su mejor sentido y belleza. Descubriremos la alegría de vivir para servir. Feliz y fructífera Cuaresma. + Juan Carlos Cárdenas Toro Obispo Auxiliar de Cali

Sáb 17 Feb 2018

La identidad de los hijos de Dios

Por: Monseñor Omar Mejía Giraldo - San Marcos escribe su evangelio fundamentalmente para darnos a conocer la identidad de Jesús, el Hijo de Dios, el Salvador. Todo el texto de San Marcos es en el fondo la radiografía perfecta de la figura de Jesús. El escritor sagrado pretende que pongamos la mirada únicamente en Jesús, el Señor, su amor, su salvador. Marcos quiere compartir la experiencia de amor que él ha vivido a partir del momento en que conoció a Jesús, su Señor. Con todo esto, Marcos conoce el impulso y la fuerza del mal, que en la Sagrada Escritura se ve personalizada en el Satán, quien como dice el texto de Job, tiene la osadía de presentarse junto con los hijos de Dios (Jb 1,6; 2,1; 38,7). Marcos sabe que es en el corazón mismo de la persona, de la familia, de la comunidad…, donde se siembra y se camufla el Satán, con el objetivo de ser el adversario del mismo Dios y de las intenciones y las obras buenas que quieran emprender los hijos de Dios, por eso se incuba al interior de ellos (2 Sam 19,23; 1 Re 5,18; 11,14. 23.25). El Satán es el acusador y por eso es el que está continuamente sembrando cizaña con el fin de dividir para que no se de la unidad entre los hijos de Dios (Sal 109,6; 1 Cro 21,1). El Satán es tan terco y le interesa tanto sembrar la división, que incluso al mismo Jesús, el Señor, se atrevió a tentarlo. La misión de Jesús es presentar la identidad del Padre, mantener la unidad entre Dios y los hombres, y la unidad entre los hijos de Dios. Jesús debe conducir la humanidad al Reino de Dios, por eso, continuamente está en diálogo con su Padre. Precisamente el Satán aprovecha la oportunidad del desierto, que es signo de cansancio, de esterilidad, de sequedad, para lanzar su propuesta, que finalmente no es otra que desalentar o desanimar a Jesús frente a la misión tan compleja y retadora que posee. El Satán pretende convencer a Jesús que sembrar la unidad entre los hijos de Dios es imposible. Traigamos la imagen del Satán a las escenas prácticas de nuestra vida, pensemos por ejemplo en nuestras relaciones: conmigo mismo, con la familia, con los compañeros de trabajo, con la pareja, con la comunidad…, ¿cuáles son los instrumentos más peligrosos que utiliza el Satán, para mantenernos divididos?, sencillo: la ira, la pereza, la crítica, los celos, el resentimiento, el odio; si no puede con ninguno de éstos instrumentos trae el desanimo o desaliento. Se da por el cansancio (imaginémonos a Jesús en el desierto, su cansancio), por las crisis personales, familiares, de pareja y sociales. Pensemos en el desaliento de la actualidad…; contemplemos un ejemplo práctico: el desorden moral de la actualidad, estamos desalentados por asesinatos, robos, corrupción, violaciones, infanticidios, homicidios, suicidios, insultos, micrográfico, señalamientos en las redes sociales… Frente a rodo esto ¿qué podemos hacer o qué estamos haciendo?, después de las noticias terribles del momento salen nuestros candidatos a curules… a decir: pena de muerte, cadena perpetua, no seamos ingenuos, vivimos en una sociedad de doble moral. Queridos candidatos hagan propuestas serias de educación a la niñez y a la juventud…, inviertan bien los recursos en formaciones serías que eduquen en virtudes y valores…; pongo un ejemplo: no repartamos más condones, eduquemos para la castidad…; no hagamos más leyes contra la corrupción, el mal está en el corazón del hombre, volvamos a educar para la honestidad desde el hogar y volvamos a las cátedras de educación en virtudes y valores en nuestras instituciones educativas, en las redes sociales y medios de comunicación… El Satán nos engaña haciéndonos sentir importantes para que cuando nos demos cuenta que solos no podemos, entonces venga el desaliento o el desanimo y no encontremos salida y así comencemos a señalarnos los unos contra los otros. ¿Cuál es el camino hermanos?, sencillísimo: Volver la mirada a Dios, contemplar la vida de Jesús, acercarnos al Hijo de Dios, convertirnos, aprender del evangelio, mantener la esperanza, continuo discernimiento … Tenemos que orar más para amar más; no podemos perder la confianza en Dios y desde luego entre nosotros. En el Caquetá tenemos que luchar por la unidad institucional, para poder enfrentar los grandes desafíos y retos del momento actual, solos no podemos, aislados no llegamos a ninguna parte. Cada uno luchando por su propia imagen, termina en el desaliento y en el desanimo, acaba por perder la esperanza. ¿Cómo es posible que esté en crisis una institución tan importante como el hospital María Inmaculada, quiénes tendrán intereses secundarios? Unidad, unidad…; si en nuestras familias y en nuestras instituciones no vivimos la unidad, la región se queda sin futuro. Para que Colombia salga de la crisis que vivimos en la actualidad necesitamos pedirle a Dios el don de la unidad, tenemos que orar más, meditar más para hacer opciones rectas y honestas el día de dar nuestro voto. No permitamos que el Satán nos divida y nos haga perder el norte. Jesús vence las tentaciones del maligno, con Él todos, durante nuestra vida y de manera especial en la cuaresma, estamos invitados a fortalecernos en tres virtudes, valores o actitudes: Oración, ayuno, caridad, a través de éstas virtudes nos encontramos con Jesús y Él nos dará la fortaleza necesaria para vencer el maligno. Como sociedad tenemos que asumir el presente con honestidad y rectitud de corazón, no podemos permitir que el Satán siembre cizaña entre nosotros. Si queremos construir una sociedad fraterna y que sea casa para todos y no sólo para unos cuantos privilegiados, debemos rechazar las mil tentaciones que el Satán todos los días siembra en lo profundo de nuestros corazones y en el centro de nuestras relaciones familiares e institucionales. Ánimo, si se puede, porque para Dios nada es imposible, con la fuerza de lo alto todo es posible (Cfr Lc 1,37). + Omar Mejía Giraldo Obispo de Florencia Marcos 1, 12-15 En aquel tiempo el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas y los ángeles le servían. Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios; decía: Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed la Buena Noticia. Tarea: Ahora mismo, pensemos en tres propósitos para la presente cuaresma y durante la semana, tratemos de ponerlos en práctica.

Vie 16 Feb 2018

Bienaventurados los que trabajan por la paz (Mt 5, 9)

Por: Ismael José González Guzmán - Somos muchos los colombianos que durante años crecimos en medio de esa cultura violenta que sembró la guerra y los distintos conflictos sociales. No tuvimos la oportunidad de experimentar una cultura de paz, porque no fuimos formados para ella. Sin embargo, hoy que tenemos la posibilidad de construir una historia diferente en Colombia: ¿Nos negaremos a vivir en paz?, ¿vamos a perpetuarle a las próximas generaciones ese discurso de odio, resentimiento y venganza que heredamos de la violencia? O por el contrario, ¿estaremos en la capacidad de abrir el corazón y dejarnos reconciliar? El papa Francisco en su visita al país, nos recordó que todo esfuerzo de paz sin un compromiso sincero de reconciliación siempre será un fracaso (cf. Misa en Villavicencio, septiembre 8 de 2017). No es posible convivir en paz sin hacer nada con aquello que corrompe la vida y atenta contra ella. La paz se construye día a día, en la instauración de un orden querido por Dios, que comporta una justicia más perfecta entre los hombres. En definitiva, una paz que no surja como fruto del desarrollo integral de todos, tampoco tendrá futuro y siempre será semilla de nuevos conflictos y de variadas formas de violencia (Evangelii Gaudium, 219). En medio de esta iniciativa por avivar una cultura de paz, la política juega un papel fundamental, porque se necesitan leyes justas que puedan garantizar la armonía y ayudar a superar los conflictos que han desgarrado al país por décadas; leyes que no nazcan de la exigencia pragmática de ordenar la sociedad sino del deseo de resolver las causas estructurales de la pobreza que generan exclusión y violencia. Sólo así se sana una enfermedad que vuelve frágil e indigna a la sociedad y siempre la deja a las puertas de nuevas crisis. No olvidemos que la inequidad es la raíz de los males sociales (cf. Evangelii Gaudium, 202). Bajo esta realidad, el Episcopado colombiano nos invitó en diciembre de 2017, a dar “un nuevo paso” hacia la construcción de un país que sea patria y casa para todos, recordándonos que Colombia necesita la participación de todos para abrirse al futuro con esperanza. Particularmente en estos comicios electorales que se avecinan. Grosso modo, los Obispos nos invitaron a: 1) Involucrarnos en el proceso electoral, para derrotar la indiferencia y el abstencionismo; 2) Reforzar con el voto el comportamiento ético de nuestra sociedad y a acabar con la corrupción; 3) Exigir campañas transparentes y que favorezcan la unidad; 4) Analizar cuidadosamente la trayectoria y las propuestas de los candidatos; 5) Pensar en las necesidades más urgentes de nuestra nación; 6) Elegir a quienes les duela la realidad de los colombianos; y 7) Asegurar el país sobre valores fundamentales y proteger su institucionalidad. Más allá de nuestras diferencias, –como nos dijo el papa Francisco– todos somos parte de algo grande que nos une y nos trasciende; somos parte de este maravilloso País. No permitamos que la historia de desigualdad social, corrupción y violencia, se siga repitiendo. Gracias a esto, tenemos una Colombia escondida detrás de las montañas, que sufre por la ausencia del Estado, que no cuenta con oportunidades y que día a día, en medio de condiciones de precariedad, lucha por sobrevivir. Estos son los frutos que nos ha dejado la clase politiquera del país, aquella que reemplaza la vocación de servicio y la paz, por la avidez del dinero, dejándonos como herencia un estado profundo de inequidad. Aprovechemos esta cuaresma y preparémonos con la oración, el ayuno y las obras de caridad, no sólo para vivir plenamente la pascua, sino también, para discernir y votar por aquellos que, su quehacer político esté inspirado en los valores del evangelio. Es decir, que trabajen por la justicia, la paz, la reconciliación, el perdón, que defiendan la vida y la familia, entre otras cosas. No olvidemos que, si queremos construir esa cultura de paz, debemos tener voluntad para dar urgentemente un paso en la dirección que propone esta reflexión. Ismael José González Guzmán Director Ejecutivo del Centro Estratégico de Investigación, Discernimiento y Proyección Pastoral Conferencia Episcopal de Colombia ismaelgonzalez@cec.org.co Twitter: @ismagonzalez / @cenestrategico

Mié 14 Feb 2018

Parroquia y situación nacional

Por: Mons. Libardo Ramírez Gómez - Temas de la reciente Asamblea de la Conferencia Episcopal de Colombia (5 al 9-02-18), fueron “Parroquia en el corazón de la Nueva Evangelización”, y “mirada a la actual situación nacional”. Se reflexionó sobre esa institución eclesial, con origen en los mismos inicios de la Iglesia, que ha sido piedra estructural en su organización, en todas las épocas anclada en la situación circundante en un país, llamada a dar valioso aporte a su vida nacional. Fueron días de trabajo intenso del Episcopado, en búsqueda de ideas motoras de una pastoral eficaz, que encauce labores concretas que lleven a los mejores resultados. Se echó una mirada sobre el nombre mismo de “parroquia”, y su historial a lo largo de los siglos, como “casa del pueblo”. Jesús, cumplida su misión de entregar lo básico de su Buena Nueva, una vez ofrecido al Padre su propio sacrificio con la subsiguiente Resurrección, al despedirse de sus Apóstoles los envío a llevar adelante la obra iniciada por Él, y llevar su enseñanza “a todas las naciones” (Mc. 16,15), les dio grandes poderes (Lc. 10,16 y 22,19 Jn. 20,23), pero, en lo organizativo, solo estableció el primado de Simón al quien llamó “Pedro”, constituyéndolo como “piedra” sobre la cual edifica su Iglesia, y le confía las llaves de la dirección de ella (Mt.16, 18-19). Al despedirse, el Señor, ordena a los Apóstoles volver a Jerusalén, y, allí, recibir al Espíritu Santo que les iría iluminando detalles organizativos (Hech. 1,7-8). Cumplida esa gran promesa, en Pentecostés, los directivos de la Iglesia, con Pedro a la cabeza, fueron dando pasos en el servicio de los pobres (Hech.6), y dan prescripciones a los fieles que se van organizando en pequeñas comunidades (Hech. 2,42-47 y 4,32-35). A través de los siglos, la Iglesia fue organizándose en lo territorial según las necesidades y asistencia del Espíritu Santo. Fue así como, surge la figura de la “parroquia”, más de lleno hacia el Siglo IV, como parte de una Diócesis encomendada a un Presbítero. Más definida aún quedó en tiempo de Carlo Magno (742-814), y, en la época del feudalismo, vino a adquirir el estilo de “feudo”, con desfiguración de su objetivo espiritual y pastoral. En medio del mismo ambiente feudal de Europa hubo edificantes pastores de almas, dedicados a las tareas propias de un Párroco, atento a sus fieles como ovejas puestas bajo su cuidado. Después vinieron órdenes como las dadas en el Concilio de Trento de crear parroquias con funciones bien definidas. En el primer Código de Derecho Canónico (1917), quedó definido el lineamiento de una parroquia, y en el Código actual (de 1983), aparece su figura con el sentido de “comunidad eclesial” destinada a agrupar a los fieles, prestándoles servicios espirituales, en ambiente comunitario. Se pidió dejar el sentido de “beneficio” para explotación del Párroco, por el más pastoral de “servicio” al pueblo de Dios. Los Papas de los últimos decenios han dado señalamiento de parroquia ideal “en salida” y no encerrada (Papa Francisco), que sean de verdad “casa del pueblo”, fontana de bondades inspiradas en el Mandamiento del Amor (Jn. 13,34). Hubo, en la Asamblea, profundización en magistrales exposiciones de prestantes Prelados, y dialogo abierto sobre procesos de avances parroquiales de actualización para servir a la Colombia de hoy en los aspectos que le son propios, con proyección hacia lo social, lo económico y político, con reclamo del deber ciudadano de participación, en forma consciente y libre, en próximos comicios electorales. Lo anterior inspiró el Mensaje final, con llamado a corregir, a la luz del Evangelio, tantas fallas que le impiden el progreso y la paz. Que la parroquia, debidamente renovada, cumpla su misión, y se corrijan desfiguraciones, para que contribuya a un mundo más amable y fraterno, como “casa para familia humana”. Libardo Ramírez Gómez E-mail: monlibardoramirez@hotmail.com

Mar 6 Feb 2018

Pa que se acabe la vaina

Por: Mons. Fabián Marulanda López - El análisis de la realidad colombiana ha dejado de ser exclusividad de sociólogos, economistas y politólogos, para ser asumido también por una nueva generación de escritores y novelistas. La novedad que éstos han introducido es hacerlo desde una óptica histórica, respondiendo básicamente a dos cuestiones: ¿por qué somos así? y ¿cómo hemos llegado a ser lo que somos? En otras palabras: ¿por qué hemos llegado, a diferencia de otros pueblos, a situaciones tan extremas y prolongadas de violencia, de rebeldía, de conflicto, de insatisfacción y de rechazo de unos a otros. Tal es el caso de William Ospina, joven escritor tolimense, autor de novelas históricas como Ursúa, el País de la canela y la serpiente sin ojos, (trilogía sobre el descubrimiento y los viajes al Amazonas en el S. XVI), quien ahora nos sorprende con una nueva obra: “Pa que se acabe la vaina”, ensayo crítico en el que trata de encontrar a los culpables de nuestros males actuales. El autor señala culpas y responsabilidades a diestra y siniestra; no se escapan los Padres de la Patria, los militares, los gobernantes, los jueces y legisladores; tampoco los Presidentes de la República y las instituciones fiscalizadoras. Y por supuesto, no se escapa tampoco la Iglesia Católica, cuya historia ha corrido pareja con la historia del país. En la letanía de señalamientos que, a juicio del escritor, determinaron a la larga parte de nuestros males, aparecen los siguientes: - La educación clerical desde el inicio mismo de la República. - El oscurantismo y las arbitrariedades de la Inquisición - La discriminación de los hijos de uniones no bendecidas. - La alianza del poder eclesiástico con los poderes del mundo. - La satanización del pensamiento liberal. - La perpetuación de la Edad Media más tenebrosa que en cualquier otro lugar del continente. “Basta recordar, escribe, que hace apenas un cuarto de siglo quienes querían contraer matrimonio civil tenían que ir a los países vecinos, porque en Colombia el único matrimonio con validez era el católico” - Los privilegios que mantuvo la Iglesia hasta la Constitución del 91. - Siendo que la obra no tiene una intención polémica, hay que admitir que la mayoría de estos señalamientos se dieron no sólo en Colombia sino también en otros países de América Latina que, no obstante, no han corrido con la mala suerte de Colombia. Pero si hemos de ser justos, hay que admitir que hoy son situaciones superadas: de buena o de mala gana, la Iglesia renunció a los privilegios del régimen concordatario, aceptó la separación de la Iglesia y del Estado, marcó distancia de los partidos políticos, entregó la Educación contratada, acogió los hijos de parejas unidas por lo civil o en unión libre (algunos han llegado incluso al sacerdocio). Así la Iglesia se siente hoy libre para proclamar la Verdad sobre la vida, la Paz y la reconciliación entre los colombianos. Y por si esto fuera poco, tenemos al frente de la Iglesia al Papa Francisco, una verdadera bendición de Dios, que nos motiva, con su mensaje y su ejemplo, a abrir las puertas para acoger a los pobres, a los pecadores y a los marginados de la sociedad; para atraer en vez de rechazar y para ir al encuentro de quienes tienen otras creencias u otras ideologías. Todos estamos de acuerdo en que el País tiene que cambiar y que en el empeño de construir un País nuevo son muchas las cosas que hay que dejar atrás; estamos frene a un país que se cansó de tantos males juntos: guerrilla, paramilitares, narcotráfico, violencia, desprecio de la vida, corrupción, injusticia, pobreza. La solución será obra de todos: hay muchas cosas por perdonar y olvidar y muchas por hacer. No vale entablar polémicas, pues el mismo derecho tendrían todos los aludidos en la obra. Más bien, tomémoslo al estilo vallenato: “Yo tengo un reca¨ o grosero para Lorenzo Miguel: él me trató de embustero y más embustero es él. Lo lleva él o me lo llevo yo, pa que se acabe la vaina”. + Fabián Marulanda López Obispo Emérito de Florencia

Jue 1 Feb 2018

En medio de la desinformación

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - Resultan muy oportunas las recientes palabras del Papa Francisco, pronunciadas con motivo del la fiesta de San Francisco de Sales, patrono de los periodistas, denunciando la alteración de la verdad y la lógica de la desinformación, que llamó, bíblicamente, “la lógica de la serpiente”, citando el pasaje del Génesis 3,1-15. Se trata de la estrategia de la serpiente astuta, capaz de camuflarse en todas partes y morder. La primera “falsificación de la verdad” o “falsas noticias” (fake news), en los albores de la humanidad bíblica, fue la distorsión de la verdad que hizo la serpiente ante Eva, induciéndola al drama de la desinformación: “desacreditar al otro, presentarlo como enemigo, hasta llegar a la demonización que favorece los conflictos”. Esta estrategia de falsear la verdad y, a partir de ahí, manipular al otro con la mentira “disfrazada de verdad”, llevó a las trágicas consecuencias del pecado, que se concretizaron luego en el primer fratricidio (Génesis 4), y en otras innumerables formas de mal contra Dios, el prójimo, la sociedad y la creación. La primera tergiversación de la verdad, la de la “lógica de la serpiente”, debe ponernos en guardia ante la oleada de la desinformación, sutilmente engañosa y con mecanismos refinados, que ahora cuenta con un potente elemento detonador: el uso manipulador de las redes sociales y de las lógicas que garantizan su funcionamiento. “De modo que los contenidos, a pesar de carecer de fundamento, obtienen una visibilidad tal, que incluso los desmentidos oficiales difícilmente consiguen contener los daños que producen”. “Ninguna desinformación es inocua; por el contrario, fiarse de lo que es falso produce consecuencias nefastas”. Por ello, “NADIE PUEDE EXIMIRSE DE LA RESPONSABILIDAD DE HACER FRENTE A ESTAS FALSEDADES”, añade Francisco. Su llamado adquiere un inmenso valor para esta humanidad de la globalización y de las redes de difusión más sofisticadas, afectada por la ya, comúnmente denominada, “época de la posverdad”. El Papa nos invita a identificar estas estrategias, a desenmascararlas y a prevenirlas, a “no convertirnos en actores involuntarios de la difusión de opiniones sectarias e infundadas”. Pero, sobre todo, a contar con “el mejor antídoto contra las falsedades”, que no son las estrategias, sino las personas que viven una relación personalizada, en la que no es el eco a las redes, chismes y calumnias del “se dice de ti”, sino lo que realmente se sabe por trato personal, por la experiencia y el testimonio compartido entre quienes tratan a la persona o saben de los hechos. “Por sus frutos se conocerá a las personas”, por el cimiento en la roca y su solidez inconmovible ante las pruebas, por su capacidad de servir y guiar a otros a la luz, de asumir la autocrítica, de practicar la corrección y sanar a otros. “Porque de lo que rebosa el corazón habla su boca” o, como señala San Pablo, “en lo que uno peca, de eso murmura sobre los otros”. Son criterios evangélicos para poner en práctica el discernimiento. (Leer Lucas 6,39-49). “La verdad no se alcanza, realmente, cuando se impone como algo extrínseco e impersonal; en cambio brota de relaciones libres entre las personas, en la escucha recíproca”, añade el Santo Padre. Con estas reflexiones, apoyadas en la enseñanza pontificia, invito a todos a afrontar también el clima de falsedad, calumnia y difamación que pretenden crear algunos, en redes sociales y medios manipulados, con el maligno interés de hacer daño a personas concretas o a las instituciones. Al mismo tiempo, nos sirvan para afrontar la coyuntura pre-electoral y adversa a la paz con verdad, justicia social y justicia reconciliadora. La desinformación y la mentira abierta, o disfrazada de verdad, están a la orden del día y se han tomado redes e invadido muchas mentes y voluntades desprevenidas. + Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Lun 29 Ene 2018

Caminemos juntos por los caminos del perdón, la reconciliación y la paz

Por: Mons. Luis Felipe Sánchez Aponte - A pesar de las incertidumbres y dificultades que se tienen durante la etapa del post acuerdo y la falta de signos contundentes para proseguir los diálogos con el ELN, nunca podemos perder la Esperanza de que sí es posible construir entre todos y sobre las bases del Evangelio la “Civilización del amor”, sueño tan anhelado por el papa Pablo VI. San Juan Pablo II en su visita a Colombia nos invitaba a construir una sociedad que lleve el sello de los valores cristianos como el más fuerte factor de cohesión social y la garantía de un futuro en paz. Una sociedad que camine hacia la paz, recorriendo los caminos del perdón y la reconciliación. Una sociedad en la que sean tutelados y preservados los derechos fundamentales de la persona. El Papa Francisco nos invitó a reconciliarnos con Dios, con los colombianos y con la creación. “La reconciliación no es una palabra abstracta. Reconciliarse es abrir una puerta a todas y cada una de las personas que han vivido la dramática realidad del conflicto. Cuando las víctimas vencen la atención de la venganza, se convierten en los protagonistas más creíbles de los procesos de construcción de paz”. La reconciliación es un encuentro entre hermanos dispuestos a superar la atención del egoísmo. Es el fruto de sentimientos fuertes, nobles y generosos que conducen a instaurar una convivencia fundada sobre el respeto a los demás y a los valores propios de cada sociedad civil. La Reconciliación que se consolida con el aporte de todos permite construir el futuro y hace crecer la Esperanza. Lo ha dicho claramente el Papa Francisco: “Todo esfuerzo de paz sin un compromiso sincero de reconciliación siempre será un fracaso”. Nuestra fe como católicos nos ha de comprometer desde cada una de nuestras regiones a un compromiso muy concreto y muy real con el país. Nuestra Fe viva y Esperanza, puesta en Jesucristo Príncipe de la paz, es la respuesta a todas las angustias que vive Colombia. Frente a una mentalidad de desconfianza, desánimo, desespero, indiferencias y pesimismo, como personas maduras en la fe agarrémonos de la fuerza del Resucitado quien con el poder de su Amor, nos lleva al perdón, la reconciliación y la paz. Como católicos tenemos más convicciones para exigir respuestas a los fenómenos de la injusticia, el desempleo y el desplazamiento. Levantemos muy en alto nuestro clamor en defensa de los pobres, de los que mueren por falta de atención médica, de los que no tienen vivienda. Clamemos por el respeto a la vida de cada persona desde el momento de su concepción hasta el último momento de su vida. Miremos todos en la misma dirección de la justicia, el bien común y el desarrollo humano integral tal como lo enseñó Pablo VI: “El desarrollo es el nuevo nombre de la paz”. Colombia nos necesita a todos: No podemos dejar perder esta gran oportunidad. Dejemos a un lado los intereses egoístas de las personas o de partidos políticos. Es necesario seguir clamando a los cuatro vientos que la paz es posible y que todos tenemos el compromiso de ser artesanos de la paz. Pongamos a trabajar todos los recursos de nuestra fe para la reconstrucción de una auténtica Colombia en Paz. Recordemos, finalmente, que el Papa Francisco nos ha recordado el compromiso de la reconciliación personal y comunitaria. Él nos ha invitado para que todos “seamos hombres y mujeres reconciliados para reconciliar”. “Cristo es la palabra de reconciliación escrita en nuestros corazones. Palabra con capacidad de llegar a todos los corazones. La única Palabra capaz de derrotar la cínica soberbia de los corazones egoístas. Intensifiquemos la oración. La paz de Colombia, no puede darse a sí misma, decía el Papa Francisco. La paz es un don de Dios, viene de lo alto y hay que pedirla de rodillas y mirando al cielo. No podemos quedarnos parados. Salgamos al encuentro del hermano anunciando la paz. “Que hermosos son sobre los montes los pies del Mensajero que anuncia la Paz” (Is 52,7). + Luis Felipe Sánchez Aponte Obispo de Chiquinquirá