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Opinión

Mié 6 Sep 2017

¿Con olor a oveja?

Por; Manuel Hernando Vega León, Pbro -La llegada del Papa Francisco a Colombia, nos llena de alegría y trae a la memoria de muchos, lo importante e histórica que es la vivista del sucesor del Apóstol Pedro a un país. Algunos, ya mayores, recuerdan con cariño y devoción la visita del hoy beato Pablo VI, primer Papa en visitar nuestra patria y el continente latinoamericano. Un grupo significativo de sacerdotes del país recuerdan el jueves 22 de agosto de 1968, día de su ordenación sacerdotal, en la sede del congreso eucarístico internacional, y no pocos, recordamos con gran cariño, en 1986, la visita de San Juan Pablo II, que nos impactó con sus gestos de bondad y santidad, motivando muchos corazones al seguimiento de la persona de Jesús. En el mes de septiembre del 2017, tendremos la oportunidad de vivir unos días de gracia, el mundo entero estará siguiendo la noticia de la visita del papa a Colombia, nos convertiremos en el centro de la cristiandad por unos días, los mensajes del Santo Padre, que con seguridad serán cortos, profundos y encarnados, harán noticia. Muchas de sus expresiones se convertirán en lema, en ideas clave para nuestra tarea pastoral, en motivaciones acertadas para la vida de la Iglesia, sus ministros y el pueblo santo de Dios. Me lleno de curiosidad por saber ¿Qué nos va a decir? ¿Qué mensaje le trae a los obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados y seminaristas del país? ¿Qué impresión tiene de la Iglesia colombiana? ¿Qué nos va a pedir? En su magisterio el Papa Francisco ha acuñado expresiones que evidencian su sentir de pastor de la Iglesia universal, su amor por el Evangelio y el cuidado de sus pastores. El jueves santo del año 2013 en la homilía hizo esta afirmación “esto os pido: sed pastores con «olor a oveja», que eso se note” Por simple que parezca esta frase, su contenido no lo es, su mensaje trasciende el lenguaje meramente pastoril y nos pone de frente a la tarea que tenemos quienes hemos recibido el don del ministerio ordenado: “sed pastores con olor a oveja”. Para profundizar mejor en el contenido de esta expresión “con olor a oveja…” quiero citar algunas locuciones de los últimos pontífices, pronunciadas en nuestro contexto social e histórico, que creo oportunas en esta breve nota. Manuel Hernando Vega León, Pbro Director departamento de ministerios ordenados y vida consagrada Seguir leyendo

Mar 5 Sep 2017

Francisco, un profeta en un tiempo de crisis

Por Monseñor Juan Carlos Ramírez Rojas: En la liturgia de la Palabra del domingo XXII del tiempo ordinario, se proclamó el texto del profeta Jeremías 20,7: “¡Me sedujiste Señor, yme dejé seducir! Fuiste más fuerte que yo, y me venciste”. El ministerio del citado profeta, se desarrolla en tiempos de crisis, su llamado a ser mensajero de Dios, acontece en el tiempo del reinado de Josías, rey reconocido por su dedicación a la reforma y restauración religiosa del pueblo. Al morir el rey, el pueblo se ve abocado a una época de inestabilidad que finalizará con la destrucción del Templo y de la ciudad de Jerusalén y que irá acompañada de la deportación de parte de la población a Babilonia en tiempos del rey Sedecías. El profeta seducido por el amor de Dios, no rechaza la misión de anunciar la paz y exhortar al pueblo a volver a Dios. Indudablemente que las circunstancias de lugar y el contexto histórico del ministerio profético de Jeremías, difieren del ministerio del Papa Francisco y cualquier intento de comparación exige prudencia. Sin embargo, es innegable que los acercan dos aspectos que motivan la reflexión: Los dos, se dejaron seducir por el Señor y a los dos les correspondió clamar por la verdad, la libertad y los derechos de los pueblos en tiempos de crisis. El país se ha preparado para recibir al Pastor de la Diócesis de Roma y de la Iglesia universal; en él, contemplamos el principio y fundamento de la unidad y comunión de la Iglesia. Es él, quien desvela una crisis mundial con su magisterio, exhortando a enfrentar una nueva realidad marcada por momentos agudos de inestabilidad, que no deben ser analizados solamente desde perspectivas sociológicas, sino que requieren un “discernimiento evangélico” (EG 50). Esta crisis, que en nuestro caso –Colombia- tiene pluralidad de matices y está enmarcada en una geopolítica, hace pensar que el mensaje profético de Francisco, en su visita apostólica, marcará el sendero del “discernimiento evangélico y exhortará a una siempre vigilante capacidad de estudiar los signos de los tiempos” (EG 51). La crisis mundial que tiene réplicas en el país y que se encuentra con las estructuras del conflicto interno, se ve materializada en desempleo, en un sistema educativo que forma consumidores de trabajo y no creativos empresarios; en un sistema económico excluyente e inequitativo cuyo fruto es la “cultura del descarte” (EG 53); una ausencia creciente del Estado en las regiones, una crisis que ha dejado destrucción, dolor y sufrimiento en miles de víctimas presentes en las regiones del país; hay hambre, desnutrición fruto de la politización del sistema de salud, hay una “profunda crisis antropológica que niega la primacía del ser humano, una economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente humano (EG 55). El país vive un momento álgido de polarización, hay un profundo deseo de paz y reconciliación generalizado, pero se perciben narrativas contrarias frente a los métodos adoptados para encontrar acuerdos de convivencia pacífica. “A todo ello se añade una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta, que han asumido dimensiones mundiales” (EG 56), y que el humo del conflicto escondía las profundas raíces que el fenómeno de la corrupción tiene en la institucionalidad del Estado y que en lugar de disminuir parece que van en aumento un día detrás de otro. Por si todo ello no fuese suficiente, hay un problema de dimensiones globales difícilmente medible, como son todos los aspectos que se relacionan con el ecosistema: calentamiento global, lluvia ácida, desforestación, pérdida de biodiversidad, la minería legal e ilegal, la ausencia de una ética ecológica (LS 13). El país tiene sed de reconciliación, perdón y paz. Sed que debe saciarse con el diálogo político honesto sin excluir un diálogo pastoral; con una promoción humana integral, de manera especial para los pobres y oprimidos; con un sistema judicial no politizado y con una política no judicializada. Vivimos en un país que necesita un mensaje de esperanza. Un mensaje que por otro lado se encuentra en la Palabra de Dios. Un mensaje que está a nuestro alcance y que tenemos el inmenso privilegio de poder ver, escuchar y compartir en la persona del Papa Francisco, que se ha dejado seducir por el Señor y sabe que “la alegría del evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús” (EG 1). Seamos claros, el mensaje que el Papa Francisco viene a transmitir de parte del Señor, no es ni fácil ni accidental. Se trata de un mensaje que nos va a confrontar y que para algunos puede ser incomodo e incluso, impopular. Como Jeremías, nos hará memoria de las raíces de los diversos conflictos que vivimos, tal vez tendremos que reconocer que hemos obrado mal, que en la búsqueda de falsas libertades nos hemos alejado de Dios; que hemos desvirtuado la grandeza de ser hermanos y puede suceder que el Papa, como dice el Señor, tiene que dirigirse a un pueblo que “tiene ojos y no ve, tiene oídos y no oye” Jr 5,21. Pero Francisco ha decido salir a nuestro encuentro, seducido por el amor de Dios, y a pesar que algunos se resistan a su presencia y mensaje, nos hará sentir con su testimonio de Pastor que Dios no se olvida de Colombia, que sale a nuestro encuentro porque nos ama y porque nos ama nos interpela y exhorta a Dar el primer paso, para volver a Dios y celebrar nuestra fe, para que restauremos la verdadera justicia, para que renunciemos a las falsas seguridades que dan las armas, para que nos reencontremos como nación, para que seamos discípulos misioneros, artesanos de la paz; para “vernos y tratarnos como hermanos” y juntos construir algo nuevo en bien de todos los colombianos. ¡Bienvenido a Colombia, Papa Francisco! Mons. Juan Carlos Ramírez Rojas Ecónomo-Director Financiero CEC

Lun 4 Sep 2017

Bienvenido Papa Francisco a Colombia

Nuestro pueblo católico está feliz con la visita del Papa. Los corazones están dispuestos y los oídos atentos para escuchar su mensaje confirmándonos en la fe. Desde la primera noticia de la posibilidad de su visita, se comenzó a sentir ese movimiento que toca las fibras más íntimas del alma cuando se presiente algo muy deseado y amado. Ciertamente es para la Iglesia Católica y para Colombia motivo de alegría y esperanza que se verán colmados por su generosa presencia y entrega, para pastorear el pueblo de Dios que peregrina en nuestra amada Colombia. Bienvenido el sucesor del Apóstol Pedro a quien Cristo constituyó cabeza visible de su Iglesia y dio el poder de enseñar, santificar y poseer las llaves. Esperamos que su palabra penetre nuestro Espíritu, que sin duda será aliento de vida para poder afrontar con fe valerosa, fuerte esperanza y caridad generosa los muchos desafíos que nos aquejan. El comité teológico de la vista nos dice: “Hemos iluminado este camino de preparación desde la imagen de la siembra, como realidad que implica disposición del terreno, cuidado, dedicación y perseverancia para alcanzar excelentes frutos, porque la transformación personal y social será posible si la entendemos de esa manera: como una siembra que implica compromiso individual y continuidad en los procesos para construir sociedades verdaderamente humanas”. Desde esta Provincia eclesiástica conformada por siete diócesis de los departamentos del Cauca, Nariño y Putumayo damos la bienvenida al papa Francisco, estamos orando a Dios para que bendiga y acompañe siempre al sembrador que viene a sembrar en nuestro pueblo la semilla siempre buena del evangelio. Muchos peregrinos se harán presentes no obstante las distancias, porque desean traer la gran alegría y esperanza que las enseñanzas del Papa depositan en los corazones abiertos a la voz del Pastor. Nos preparamos con la oración, la súplica ferviente y confiada al Señor para guíe los pasos del Pastor universal de la Iglesia, para que a nosotros nos disponga la mente y el corazón para escuchar sus palabras. Nos preparamos también para que encuentre una Colombia bella pero con muchas manchas y arrugas que es necesario rejuvenecer con el rocío fresco del evangelio. La palabra del Pastor universal confirma en la fe a los obispos que ha puesto al frente de las diócesis, a los sacerdotes y diáconos sus más cercanos y queridos colaboradores, junto con las religiosas y religiosos. Los laicos fieles miembros, en movimientos, grupos apostólicos, familias y apostolados, todos comprometidos apóstoles de la pastoral, que en los más variados campos del quehacer humano, están haciendo brillar la luz de Cristo depositada en sus vidas desde el bautismo, fortalecida con los sacramentos y comprometidos de lleno en la transformación de las realidades temporales adversas al evangelio. La Virgen María que, en sus distintas manifestaciones en todos los pueblos y de manera especial en Colombia, desde tiempos iniciales de la evangelización, ha demostrado su maternal protección, y nos insiste en la conversión y la oración, sea más escuchada. Ella también indica la fórmula precisa para ser buenos discípulos de su amado Hijo Jesucristo “Hagan lo que Él les diga”(Jn2,5).

Jue 31 Ago 2017

Una oportunidad para Colombia

Por: P. Juan Álvaro Zapata Torres - El papa Francisco, como sucesor de San Pedro, Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia universal, visita a Colombia para animarnos y confirmarnos en la fe (cf. Lucas 22, 32), guiarnos como el pastor orienta a sus ovejas hacia los mejores pastos (cf. Salmo 23), y ayudarnos en las necesidades y dificultades que tiene nuestro país, por medio de su magisterio y discernimiento. Por tanto, el Santo Padre viene a darnos una palabra en el Espíritu, que sin duda será aliento de vida para afrontar, con fe, esperanza y caridad, los muchos desafíos que tenemos. Por esta razón, consideramos que esta visita apostólica será un momento de bendición, alegría y esperanza para todo el país. En consecuencia, esta visita del papa Francisco a Colombia, en el mes de septiembre, no será entendida y vivida como un evento sino como una oportunidad, para todos los colombianos, de reflexionar sobre nuestra realidad y comprometernos a dar el primer paso para hacer realidad la transformación que todos anhelamos. Esta oportunidad, por una parte, ha de ayudarnos a tomar conciencia de que los colombianos somos personas trabajadoras, emprendedoras y acogedoras, manifestado permanentemente de muchas formas: en la dedicación que cientos de hombres y mujeres colocan en sus responsabilidades y trabajos, en la creatividad para salir adelante con sus familias, y en la capacidad de afrontar los retos de la vida y responder a ellos de forma honesta, así como en la alegría que manifestamos en diversas circunstancias y acontecimientos nacionales, revelando la esperanza y nobleza de nuestro corazón. Estas y muchas más características nos hacen ser un país colmado de personas buenas, responsables, comprometidas con los otros, justas y honestas. Por otra parte, desafortunadamente durante décadas hemos tenido que sufrir hechos de violencia que nos han producido fracturas profundas, miserias, injusticias y mayores retos para todos los colombianos. Estos hechos son la causa de que, en muchos ambientes, hayamos perdido la confianza en nosotros mismos, en los demás y en nuestro país. No nos miramos con ojos de misericordia sino, por el contrario, insistimos en nuestros fracasos y recordamos los proyectos de reformas institucionales que se han malogrado. A causa de estas realidades, los colombianos aprendimos a convivir con la violencia. Durante mucho tiempo la aceptamos y la justificamos. El dolor se hizo parte de nuestra historia y permitimos que permeara el corazón de millones de ciudadanos. Así mismo, generó que nos separáramos como nación, que nos sentáramos en diferentes orillas y nos olvidáramos del dialogo y de la escucha al prójimo. Fue por eso que terminamos vistiéndonos con diversos colores, rótulos y marcas sociales, que nos hicieron enemigos y sembraron en lo más profundo de nuestro ser el sentimiento de la desesperanza, alimentado por las huellas del dolor y el odio. Todos estos sentimientos, que nos han llevado a irrespetarnos y a violentar la dignidad humana, el valor de la vida y la confianza mutua, nos han hecho un gran daño. Esta violencia nos robó la posibilidad de soñar con un país diferente, un país en paz. Por esta razón, la visita del Santo Padre debe ser vista como la de un “padre que consuela e ilumina”, que con su voz profética bendice a su pueblo y lo invita a gestos concretos de reconciliación, perdón y misericordia; un Pastor que nos exhorta a ser artesanos de la paz que Jesús nos regala, para construir juntos la nueva patria que todos soñamos y que queremos dejar a las futuras generaciones. Cabe insistir que la visita del papa Francisco es “un punto de partida para comenzar algo nuevo”, sin dejar de mirar atrás, con memoria agradecida, lo que hemos construido como pueblo que cree en Cristo Jesús. Por eso, esta oportunidad la hemos de vivir como nos lo dice el profeta Isaías 43, 19: “Yo estoy por hacer algo nuevo: ya está germinando, ¿no se dan cuenta? Sí, pondré un camino en el desierto y ríos en la estepa”. Para alcanzar este algo nuevo es necesario que cada uno se comprometa, con su propia existencia, a construir con palabras y acciones concretas una nueva realidad. Es por eso que el lema de esta visita es: Demos el primer paso para comenzar con Cristo algo nuevo en bien de todos los colombianos. Dar el primer paso significa que cada uno está invitado a reconocer y entender el sufrimiento de otros; a perdonar a quienes nos han herido; a sanar nuestros corazones; a volvernos a encontrar como colombianos; a descubrir el país que se esconde detrás de las montañas; a construir la nación que siempre hemos soñado. En definitiva, a “primerear”, como dice el papa Francisco, es decir, tomar la delantera y dar ejemplo. Llegó la hora de cada colombiano dé su primer paso, para que con Cristo construyamos el algo nuevo para Colombia. Y Usted ¿Cuál va a ser su primer paso a favor del país? P. Juan Álvaro Zapata Torres Secretario adjunto de la Conferencia Episcopal de Colombia

Mar 29 Ago 2017

¡Bienvenido Santo Padre Francisco!

Por: Mons. Ismael Rueda Sierra - Consideramos una verdadera gracia la presencia del Papa Francisco en Colombia. Todos nos alegramos y le damos la bienvenida al Sucesor de Pedro, en “salida misionera”, como suele Él decirlo. Visitará nuestra propia realidad eclesial, cultural y social, para iluminarla proféticamente desde el Evangelio y señalar caminos de esperanza, reconciliación y paz. Pero ante estos acontecimientos, conviene resaltar lo que significa para nosotros, especialmente los creyentes, la persona del Papa, como sucesor de Pedro y Vicario de Cristo en la tierra, por cuanto él viene en primer lugar, a confirmarnos en la fe recibida del Señor, en el contexto de la historia concreta que estamos viviendo. El pasado domingo XXI del tiempo litúrgico, proclamamos y meditamos un privilegiado texto del evangelista Mateo (Mt 16,33-20) que nos permite conocer de primera mano, por parte del mismo Señor, la altísima misión confiada a Pedro y a sus sucesores, una vez el Apóstol, ante la pregunta del Señor “vosotros quien decís que soy yo”, afirmó sin titubeos, por inspiración del Padre: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Una auténtica y precisa confesión de fe. En efecto, la Iglesia en su discernimiento, desarrolla a partir del hecho narrado y compartido como experiencia vital de fe por la comunidad apostólica de los doce y sus sucesores, con Pedro a la cabeza, con la vivencia del Pueblo de Dios peregrino en la historia, un Magisterio que profundiza, explica y busca aplicar en la práctica personal y comunitaria lo que viene desde entonces. El catecismo de la Iglesia Católica, resume esto diciendo “Así como, por disposición del Señor, San Pedro y los demás apóstoles forman un único colegio apostólico, por análogas razones están unidos entre sí el Romano Pontífice, sucesor de Pedro, y los obispos, sucesores de los apóstoles” (cf. # 880). Pedro es la roca sobre la que el Señor quiere construir la Iglesia, en la que Cristo es la piedra angular, confiándole también una misión específica y una potestad, significada en la entrega de las llaves del reino de los cielos y la función de atar y desatar, es decir, de decidir en su nombre lo que atañe al bien supremo en la conducción y pastoreo del Pueblo de Dios que le ha confiado, como Pastor de toda la Iglesia y Vicario de Cristo. Él no lo hace sólo, sino presidiendo a todos los obispos o Colegio episcopal, en comunión con Él, expresando así también, la unidad en la diversidad del Pueblo de Dios presente y peregrino en las diversas partes de la tierra. Por todas estas razones y explicaciones de nuestra fe en relación con el Santo Padre y su ministerio apostólico, tenemos la oportunidad de vivir con mayor intensidad y sentido, esta visita del Papa Francisco, con la experiencia de su cercanía como es tan característico en Él, sus gestos y palabras incidentes que especialmente nos hacen mirar hacia los pobres y excluidos, en apertura fraterna, con conocimiento bien informado de nuestra realidad y en actitud misionera. Su mensaje sobre la vida, la reconciliación y la paz, el valor singular de las vocaciones de consagración de la vida en la Iglesia y la responsabilidad frente a los derechos humanos, como ejes centrales de sus intervenciones proféticas, esperamos todos, caigan en buena tierra, como la semilla del Evangelio, en espera de los mejores frutos. ¡Bienvenido Santo Padre! Con mi fraterno saludo para todos. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga

Lun 28 Ago 2017

El Papa y lo social

Por Monseñor Héctor Fabio Henao Gaviria: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?" Él les responderá: "Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo" ((Mt 25, 41-45). Esta frase del Evangelio muestra la dimensión profunda de la misericordia y su implicación en la vida de la fe. Ser cristiano exige vivir con alegría el llamado a servir a los más necesitados. Como consecuencia, el pensamiento social de la Iglesia está profundamente relacionado con el anuncio de “la alegría del Evangelio”, tal como lo explica el Papa Francisco en la Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium” que se publicó el 24 de noviembre del 2013. Con su testimonio de vida, con sus mensajes, con sus actitudes el Papa ha mostrado una forma de hacer realidad esta profunda enseñanza del Evangelio, En cada uno de sus viajes apostólicos los más pobres han encontrado un puesto privilegiado, se ha acercado a ellos y les ha hecho sentir el amor misericordioso de Dios. Su contacto con los enfermos, con los encarcelados, con los migrantes ha sido el mejor mensaje para nuestra sociedad. La convicción de que el Señor está en medio de los pobres hace que se unan evangelización y promoción humana. “Desde el corazón del Evangelio reconocemos la íntima conexión que existe entre evangelización y promoción humana” E.G. 178. Para hacer realidad esta enseñanza del Evangelio, el Papa Francisco invita a asumir la cultura del encuentro que supera la indiferencia ante los que sufren y que hace posible el reconocimiento de la dignidad de cada persona humana. Esta cultura nos remite al hecho de que para hacer transformaciones sociales y hacer el mundo más acorde con el plan de Dios se requiere el reconocimiento de la dignidad de cada ser humano sin diferencias. «Estamos acostumbrados a una cultura de la indiferencia y tenemos que trabajar y pedir la gracia de realizar una cultura del encuentro. De este encuentro fecundo, este encuentro que restituya a cada persona su propia dignidad de hijo de Dios, la dignidad del viviente. Estamos acostumbrados a esta indiferencia, cuando vemos las calamidades de este mundo o las cosas pequeñas: ‘qué pena, pobre gente, cuánto sufre’… y seguimos de largo. El encuentro. Si no miro – no basta ver, no, hay que mirar – si no me detengo, si no miro, si no toco, si no hablo, no puedo hacer un encuentro y no puedo ayudar a hacer una cultura del encuentro». Así decía el Papa Francisco durante una homilía el 13 de septiembre del año pasado. La cultura del encuentro es, por otra parte, la mejor forma de hacer realidad la comunión entre los seres humanos por medio del dialogo. De hecho, el Papa Francisco ha estado comprometido con los esfuerzos que se hacen en el mundo por construir puentes para el diálogo en medio de situaciones particularmente difíciles. La visita a Tierra Santa fue una excelente oportunidad para acercar a los líderes de las tres grandes culturas y religiones en el mundo, a quienes después los veíamos en el Vaticano haciendo un gesto de muy profundo significado como fue la siembra de un árbol bajo el mensaje de sembrar algo conjuntamente a pesar de las diferencias. En la concepción que tiene el Papa Francisco de la relación entre el Evangelio y las realidades sociales, la comunión y el diálogo tienen roles muy profundos, ambos ayudan a caminar en el reconocimiento de la dignidad de cada persona. El Papa presenta esta cultura bajo una perspectiva en la que el motor dinamizador son los procesos de largo aliento, por ello dice que el tiempo es superior al espacio. Siempre queremos crear espacios pero el diálogo y el encuentro requieren tiempo, proceso. Al lado de ello se requiere voluntad y capacidad de ir más allá de lo que nos divide, lo cual hace que el Santo Padre lance un segundo principio según el cual la unidad es superior al conflicto. Ante un mundo profundamente fracturado, polarizado e incapaz de diálogo, un mundo cuyas dinámicas están centradas en el mercado y no en la persona humana, un mundo movido por dinámicas individualistas de consumo y poder, el Papa insiste en que debe recuperarse el sentido de la responsabilidad que tenemos con la sociedad, con nosotros mismos y con la creación. La Encíclica Laudato Si nos plantea una expresión central en la cultura del encuentro: descubrir y definir una forma de relación con la creación que sea responsable de la casa común. Hemos olvidado que la creación se nos entrega para cuidarla. Cultura del encuentro y cultura del cuidado van de la mano, no son dos formas diferentes de posicionarse. La cultura del cuidado se centra en el valor del bien común y en la obligación que tenemos de asumir toda la diversidad y riqueza de la creación para que cada ser humano pase “de condiciones menos humanas a condiciones más humanas” como decía hace 50 años el Papa Paulo VI en la Encíclica Populorum Progressio. Cuando se piensa en términos de bien común el enfoque esta no en la destrucción o el uso ilimitado de los bienes de la creación sino en su cuidado. Ciertamente hemos querido usar y consumir ilimitadamente bienes que son limitados. Desde esta perspectiva el Papa Francisco recuerda el principio según el cual el todo es superior a las partes. El todo, la creación es superior y requiere el cuidado de cada uno de nosotros. Cuando se tiene una visión fragmentada, en la que lo importante son las ambiciones personales, la tentación es caer en una cultura del descarte, una cultura del desperdicio, en la cual todo se usa para tirarlo sin pensar en sus consecuencias. Cuando se tiene una visión de la totalidad, de la creación, se actúa desde la convicción de que cada uno de los bienes de la creación tiene un destino universal, se nos ha sido dado para que sirviera a la casa común. Ha habido una larga trayectoria de reflexión de la Iglesia sobre la creación y los problemas ambientales que ha sido recogida por el Papa Francisco quien ha querido llamar la atención sobre los peligros que enfrenta el mundo y la sobrevivencia de la humanidad por un modelo irresponsable que se ha instalado por siglos. Pero el Papa quiere advertir que no se trata solo de ideas o teorías, sino que enfrentamos problemas serios y de hecho hace referencia a situaciones muy concretas que muestran el impacto de esa cultura del descarte en el medio ambiente y en la vida de las comunidades. Con un lenguaje profundo, que se expresa en forma sencilla, nos recuerda que la realidad es superior a la idea, es decir que el debate y las decisiones que se toman no provienen de percepciones abstractas sino de realidades que hoy tienen ya un impacto importante en el mundo. Uno de los problemas que más ha marcado los mensajes del Santo Padre es la situación de exclusión en la que viven muchos migrantes en el mundo. El Papa fue al encuentro de ellos en el sur de Italia, y desde allí lanzó un mensaje sobre el hecho de que somos una sola familia humana. Pero no son los únicos gestos. Ha habido una preocupación constante por los habitantes de la calle, por los que no tienen techo y en el mismo Vaticano ha acondicionado la forma de atender sus necesidades y de acogerlos. El Papa Francisco ciertamente ha hecho cercano el amor misericordioso de Dios a los que lo necesitan y se ha convertido en Pastor y heraldo de la Misericordia.

Jue 24 Ago 2017

¿Quién fue el Mártir de Armero?

Por: P. Jorge Enrique Bustamante Mora - Los datos aquí compartidos del futuro beato colombiano, Mártir de Armero, están tomados de los diversos folletos escritos sobre él y especialmente la biografía escrita por el Padre jesuita, Daniel Restrepo, y que lleva por título El Mártir de Armero, la vida y el sacrificio del padre Pedro María Ramírez Ramos, que tiene el valor de haber sido escrita a tan solo 4 años de los hechos gloriosos de su martirio y después de una rica y profunda investigación. Nuestro personaje, nació en el hogar de don Ramón Ramírez y doña Isabel Ramos, el 23 de octubre de 1899, en el municipio de la Plata Huila, a las afueras del pueblo en una hacienda llamada “Zapatero”; cuando sus padres hacia poco habían celebrado su quinto aniversario de casados (2 de Junio de 1894); es el cuarto hijo de siete: Susana, Julia, Luis Antonio, Nuestro beato, Eliécer, Pablo Emilio y Leonardo. Susana, la primera, murió de meses de nacida, por lo cual algunos autores hablan de seis hijos. El beato cuenta con otros numerosos hermanos nacidos en el primer matrimonio de su padre con doña Candelaria García. Fue bautizado con el nombre de PEDRO MARÍA, al otro día de su nacimiento, el 24 de octubre. Quedó huérfano de padre a los diez años, 3 de noviembre de 1909. Su madre celebró su pascua el 19 de febrero de 1943, un poco más de 5 años antes de la palma gloriosa de Pedro María; al dejarla en la tumba, expresó: “Pronto vendré a acompañarte madre mía”; palabras que encontraron un cierto cumplimiento, pues efectivamente fue sepultado en la tumba de al lado el 7 de mayo de 1948, casi al mes de haber vivido el martirio. Veamos algunos datos de nuestro mártir, la vida a grandes saltos entre el bautismo y su pascua. Nació en un hogar y familia de profunda vivencia de la fe católica, que contó con la bendición de dos hijos llamados a la gracia del sacerdocio, Pedro María y el menor, Leonardo, “el mártir y el jesuita”. A la fecha de su llamada a la Casa del Padre contaba con varios sobrinos en formación sacerdotal, algunos en la compañía de Jesús, jesuitas, y uno con los salesianos. De los cuales, tres hijos de su hermano Pablo Emilio. Sus estudios elementales los realizó en la escuela pública de La Plata; a los doce años entró al Seminario Menor de la Mesa de Elías (hoy Elías), donde realizó sus estudios de secundaria junto con su hermano Luis Antonio; ingresó, luego, al Seminario Mayor de Garzón el 4 de octubre de 1915, que a ese tiempo funcionaba con el calendario “tipo europeo” iniciando octubre y finalizando en julio, adelantó aquí estudios de filosofía y teología retirándose por voluntad propia en 1920, con la intención clara de discernir mejor su llamada y respuesta a la vocación sacerdotal, al respecto, su director espiritual el padre Víctor Félix Silva anota: “se retiró para probar bien su vocación por todos los medios posibles”. De 1920 a 1928, cuando retomó sus estudios eclesiásticos, vivió la experiencia del trabajo. Al inicio de este tiempo, por menos de dos años fue secretario y director del coro parroquial en Anolaima Cundinamarca, donde era párroco el padre Pedro María Rodríguez Andrade, huilense y quien después será el segundo obispo de Ibagué, bajo cuyo episcopado vivió su vida sacerdotal nuestro mártir. Luego se dedicó al magisterio: desde 1922 se desempeñó como profesor de “secundaria” en el colegio donde había estudiado, Seminario Menor de La Mesa de Elías; más tarde fue nombrado Director de la Escuela Urbana de San Mateo –hoy Rivera; luego con el mismo cargo pasó a la Escuela Urbana de Colombia – Huila; de este último lugar fue trasladado como Director de la Escuela de Alpujarra – Tolima, aquí combinó fructíferamente su responsabilidad con la colaboración en la vida parroquial; allí lo encontró su “amigo y anterior superior”, en esta ocasión ya obispo, Mons. Pedro María Rodríguez Andrade, quien lo invitó a continuar sus estudios para responder al llamado sacerdotal. Retomó su preparación al sacerdocio en 1928, ingresando al Seminario Mayor María Inmaculada, en la ciudad de Ibagué, al habitar en este magnífico lugar expresaba con efusividad: “Vengo a entregarme totalmente a Dios”. Fue ordenado sacerdote el 21 de junio de 1931. Ejerció su sacerdocio en cuatro parroquias de la diócesis de Ibagué Tolima: durante tres años, Vicario cooperador en Chaparral (1931-1934); párroco de Cunday por 9 años (1934-1943); después de estas dos parroquias en el sur del Tolima lo esperan dos en las tierras del norte: Párroco de El Fresno en un espacio de tres años (1943-1946); y finalmente casi dos años, párroco de Armero (1946-1948) donde lo alcanzó el amor definitivo de Dios. El sábado 10 de abril de 1948, hacia las 4:40 p.m. en la esquina de la plaza de Armero germinaba la palma victoriosa del Martirio; el suelo se tiñó de rojo con la sangre del mártir, que en su grito agónico como últimas palabras, y no habiendo pronunciado ninguna maldición, dijo: “¡Padre, perdónalos!, ¡Todo por Cristo!”

Mar 22 Ago 2017

Nueva ocasión para impulsar la evangelización

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - Dentro de pocos días tendremos con nosotros al Papa Francisco. Es Pedro quien viene a confirmarnos en la fe, a reforzar la unidad y a invitarnos a lanzar las redes. La Visita Apostólica del Santo Padre no es un espectáculo sino un acontecimiento de salvación, que debe hacernos sentir la alegría del Evangelio y la fuerza del Espíritu para anunciar lo que Dios va haciendo entre nosotros. Por tanto, debemos conducir todo para que sea una nueva oportunidad de comprometernos a vivir como auténticos discípulos de Cristo y como mensajeros de la vida en plenitud que él nos trajo. No podemos negar que en los últimos años ha crecido la descristianización de las personas y de la sociedad. La Iglesia viene constatando la necesidad acuciante de una nueva forma de realizar la misión. Desde el Concilio Vaticano II, pasando por el magisterio de los últimos Papas, hasta llegar a la reflexión pastoral que se ha hecho en América Latina, todo apunta a la urgencia de una nueva evangelización en la que nos jugamos la vitalidad y el futuro de la Iglesia. En ese sentido hablan Evangelii Nuntiandi de Pablo VI, Redemptoris Missio de Juan Pablo II, Evangelii Gaudium de Francisco. Aparecida nos puso en estado de misión. Pero una cosa son los grandes documentos y los proyectos que se hacen desde arriba y otra muy distinta lo que se vive a nivel de personas y parroquias, donde no siempre logran concretarse nuevos modos de vivir y anunciar el Evangelio. Hay una serie de factores que impiden un cambio radical de mentalidad y de acción pastoral para lograr lo esencial: volvernos discípulos misioneros de Jesús y transformar desde adentro los criterios y la vida de la humanidad. Sin pretender hacer una lista completa, quiero señalar algunos elementos concretos que nos pueden ayudar a dar pasos en una evangelización nueva y eficaz. 1. Es necesario comenzar siempre por el primer anuncio. Sin él la catequesis no tiene sentido y no se acepta. El kerigma que toca el corazón es indispensable para abrirse a la fe y a la conversión y para iniciar consciente y responsablemente un camino de formación en la fe. 2. Hay que asumir ya nuevas formas de vivir y expresar la fe. La pastoral de conservación es para una sociedad cristiana; por lógica, no sirve para una sociedad descristianizada. Podemos estar desperdiciando el tiempo y las fuerzas en una estructura inoperante. 3. Urge aprender a formar e integrar nuevos evangelizadores. Hay buena voluntad, pero nos vamos quedando los mismos que, agotados por el trabajo y repitiendo lo mismo, no podemos lograr algo distinto. Mientras tanto, la comunidad se debilita. 4. Es muy importante construir y propagar buenos modelos. Si vivimos radicalmente el Evangelio, si damos liderazgo a los laicos y si respondemos a las necesidades de hoy, surgen experiencias de vida cristiana que por sí mismas crecen y se multiplican. 5. Es bueno suscitar un deseo de lo nuevo. Cuando se impone el miedo a lo desconocido y la sospecha frente a lo que no sea “lo de siempre”, no damos el primer paso hacia un nuevo planteamiento en la forma de vivir para Dios y para los demás, siguiendo a Cristo. 6. Es definitivo abrirnos al Espíritu Santo. El Espíritu es quien nos conduce en una relación filial con Dios, nos da testimonio de Jesús, crea comunidad y le da poder a toda nuestra acción evangelizadora. Si le obedecemos, él pone en nosotros vida, unidad, sabiduría y fortaleza apostólica. Los tiempos de cambio cultural y social son los mejores para hacer vida el Evangelio, porque en el Evangelio se ofrece la respuesta a todo lo que no sabemos y necesitamos. La Visita del Papa es una ocasión para reencontrar y asumir la importancia de la nueva evangelización como misión propia y urgente de la Iglesia en el momento que vivimos. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín