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Opinión

Lun 5 Jun 2017

Año Jubilar de Fátima – Las indulgencias

Por: Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - Dice el Catecismo de la Iglesia Católica que “la indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados, en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia (…) Todo fiel puede lucrar para sí mismo o aplicar por los difuntos, a manera de sufragio, las indulgencias” (n. 1471). Este es el nuevo regalo que el Papa Francisco ha hecho a la Iglesia con ocasión del centenario de las apariciones de la Virgen en Fátima. El Papa autorizó que no solo se beneficiaran de este don los peregrinos que asistieran al Santuario de Fátima, sino también “los fieles piadosos que visiten con devoción una imagen de Nuestra Señora de Fátima expuesta solemnemente a la veneración pública en cualquier templo, oratorio o lugar adecuado, en los días del aniversario de las apariciones (día 13 de cada mes desde mayo a octubre de 2017), y ahí participen devotamente en alguna celebración u oración en honor a la Virgen María, recen la oración del Padre nuestro, reciten el símbolo de la fe (Credo) e invoquen a Nuestra Señora de Fátima”. Pero ¿para qué sirven las indulgencias? Un ejemplo ayuda a entender: cuando una persona sufre una cortada, los médicos curan la herida pero queda la cicatriz. Luego existen medicamentos o intervenciones estéticas, que buscan limpiar la cicatriz. Así, cuando una persona comete un pecado, Dios, a través del sacerdote, le perdona el pecado, pero queda la cicatriz por las consecuencias lógicas del pecado cometido. La indulgencia pretende limpiar la cicatriz, por la autoridad que el Señor le confirió, siempre que el fiel cumpa los requisitos que la Iglesia considera necesarios: “Para obtener la indulgencia plenaria, los fieles, verdaderamente penitentes y animados de caridad, deben cumplir ritualmente las siguientes condiciones: confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del Santo Padre”. Durante el año santo de la misericordia, fueron muchas las ocasiones en que se pudieron ganar las indulgencias, ahora, con motivo de la aparición de la Virgen en Fátima, se tendrá la posibilidad de beneficiarse de ese don. Que los corazones y las voluntades de muchos, estén dispuestos a vivir plenamente la alegría de sentirse amados por Dios, salvados por Cristo, y reconocidos como hijos por la Virgen Madre. +Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo Auxiliar

Vie 2 Jun 2017

Todos por la familia

Por: Mons. Víctor Manuel Ochoa Cadavid - El mes de junio es una fecha especial, porque está dedicado a la familia, queremos poner en las manos de cada uno de ustedes un instrumento para hacer crecer y fortalecer la familia que es el centro de nuestra comunidad, un espacio creado por Dios para transmitir la vida, fortalecer y hacer crecer la vida humana, educar y hacer vigorosos a los hijos y, especialmente transmitir el don de la fe. En la realidad que vivimos, en nuestra sociedad, se siente la fuerza de una batalla sin cuartel contra una de las instituciones más bellas de la humanidad: La Familia. De muchas maneras y por muchas personas se ha querido disminuir y menospreciar el valor de la familia humana. Incluso, algunos, desean y pretenden desnaturalizar lo que la familia es, una comunidad formada por un hombre y una mujer, que en el sacramento del matrimonio, se convierte en el espacio de transmisión de la vida y espacio de comunión intima entre la pareja para amarse y vivir este espacio de “amor y responsabilidad” con la bella expresión de San Juan Pablo II. La familia es una institución querida y bendecida por Dios, ella es una síntesis de realidades admirables: Hogar, Escuela, Iglesia doméstica. En primer lugar, es en la familia donde se transmite la vida, ese don maravilloso de Dios, que entrega al hombre y a la mujer el don precioso de transmitir la vida. De procrear, con el amor, con la ternura y con la comunión de la sexualidad, “formando un solo cuerpo”, la vida humana. Es también en la familia donde se aprenden de modo definitivo los valores y las virtudes, es allí donde se graban de modo indeleble los principios y los fundamentos de toda cultura. Somos herederos de una profunda cultura de la familia, que por ideologías, pensamientos y doctrinas foráneas hemos derrumbado en nuestra sociedad. El Papa Emérito Benedicto XVI decía una vez a las familias en Valencia, España: “Junto con la transmisión de la fe y del amor del Señor, una de las tareas más grandes de la familia es la de formar personas libres y responsables. …Si estos ven que sus padres —y en general los adultos que les rodean— viven la vida con alegría y entusiasmo, incluso a pesar de las dificultades, crecerá en ellos más fácilmente ese gozo profundo de vivir que les ayudará a superar con acierto los posibles obstáculos y contrariedades que conlleva la vida humana. Además, cuando la familia no se cierra en sí misma, los hijos van aprendiendo que toda persona es digna de ser amada, y que hay una fraternidad fundamental universal entre todos los seres humanos” Es la hora de hacer opciones definitivas y estables por lo que nos dará fuerza y aliento para la vida. La Familia es, definitivamente, el campo en el que hay mayor urgencia de acciones, pues desde allí se va construyendo el futuro de toda la sociedad. La Constitución de la República de Colombia, dice que ella es “el núcleo fundamental de la sociedad” y además dice que “El Estado y la sociedad garantizan la protección integral de la familia” (Constitución, artículo 42). A veces parecería que quienes interpretan estos textos no respetan su profundo sentido y normatividad. Meditemos en lo que decíamos antes, tres elementos que nos ayudan a comprender y potenciar el valor de nuestras familias. Familia Hogar: En la antigua Roma, se conservaba en el ingreso de cada casa (Domus) el fuego sagrado, se llamaba “hogar” y representaba el lugar y las personas que allí vivían. El hogar es pues fuego, calor, comunión, espacio para compartir. Es en este espacio en el que la vida misma nace y se desarrolla de manera natural. En este espacio deben aparecer de modo visible, los sentimientos más puros, la humanidad más viva, la comunión de corazones y de experiencias que permita que cada hogar sea un núcleo indestructible en el que se sienten las verdaderas manifestaciones del afecto, las más sinceras relaciones entre las personas, los vínculos indestructibles que hacen posible un tejido social íntegro, firme y fiel. Por ello es urgente que nos formemos todos en la alegría de ser familia, de ser hijos agradecidos, hermanos fieles y. según el estado propio de cada uno saber ser padre y madre, hijo y hermano a la luz del mandato divino del amor. Familia Escuela: Si allí, humanamente, el hombre y la mujer, los hijos, aprenden a caminar, con mayor razón hemos de formar padres que sean maestros, así como es lícito esperar maestros que sean padres en cada hogar, en cada espacio familiar. Se enseña con el ejemplo, ya lo decía el Papa Emérito, haciendo que las lecciones de la vida sean testimonios de responsabilidad, de generosidad, de actitudes y aptitudes que se desarrollan en espacios libres de violencia y de confusión. Cuánto necesitamos que los hogares formen y eduquen a los niños y jóvenes, de ello depende nuestro futuro. Familia Iglesia Doméstica: Es una verdad innegable: a Dios le conocimos en la familia. La revelación de Dios ocurre en el espacio en el que se le aprende a amar y respetar, en donde surgen las primeras plegarias confiadas, donde se aprende a reconocer en la creación la obra maravillosa del Dios siempre fiel, donde unas manos maternales nos enseñaron a juntar las nuestras para confiar a Dios la vida entera. La familia es escuela de oración, es catequesis viva que sólo será posible, si hacemos del hogar, como decía bellamente la canción “un templo sagrado donde se comulga con hostias de amor” y donde el creyente se siente en pequeña comunidad que aprende a alabar, a agradecer, a suplicar y a ofrecer la vida. Centremos toda nuestra atención en la familia, como la joya más preciosa de nuestra comunidad y de nuestra realidad social, con la esperanza de fortalecerla y así fortalecer los valores materiales y espirituales de nuestra comunidad. Empeñémonos todos en construir la familia, en fortalecerla, en abrir espacios para su crecimiento y su desarrollo. El Estado, como lo hacen ya muchos países del primer mundo tiene que fortalecer la familia, ayudarla, potenciarla. ¡Alabado sea Jesucristo! + Víctor Manuel Ochoa Cadavid Obispo de la Diócesis de Cúcuta

Jue 1 Jun 2017

¿Aparecida desaparecida?

Escrito por: P. Raúl Ortiz Toro - Nos estamos quedando cortos en la celebración de los diez primeros años de la V Conferencia Episcopal Latinoamericana llevada a cabo en Aparecida, Brasil, en mayo de 2007. Por celebración no entiendo una reunión o congregación multitudinaria de ningún tipo, aunque pueda ser necesaria para visibilizar el acontecimiento como lo fue, por ejemplo, el Encuentro Nacional de Iniciación Cristiana que organizó el Centro Pastoral para la Evangelización y la Fe de la CEC en días pasados. Me refiero, más bien, a que nos hemos quedado cortos en la vivencia del espíritu de conversión pastoral que debe acompañar nuestra acción apostólica y que aún nos cuesta trabajo asumir del todo. En primer lugar, Aparecida es un documento sobre un modo concreto de actividad pastoral que toca el nervio de la evangelización en América Latina: la renovación estructural y pedagógica de la misión. “Discípulos misioneros” es un lugar teológico con cara de evidencia y desafío y es un buen resumen del reto asumido. Por ello, puede ser que me equivoque, pero me aventuro a pensar que el numeral central de Aparecida es el 226 en el que los obispos nos piden implementar y/o reforzar cuatro ejes en la Iglesia: Experiencia religiosa, Vivencia comunitaria, Formación bíblico-doctrinal y Compromiso misionero de toda la comunidad. Me gustaría saber que las Iglesias Particulares (arquidiócesis, diócesis, vicariatos y prefecturas) de América Latina, al finalizar este año, implementaron un sistema concienzudo y verídico de evaluación en torno a estos cuatro ejes. Porque una década es un periodo sensato para haber implementado y empezar a ver realizado un programa como el propuesto por Aparecida. No nos pase lo del párroco que no comienza actividad pastoral decidida durante el primer año porque “está conociendo la realidad”. El tiempo pasa y cuando ya siente conocerla está ad portas del traslado. Nos hace falta una evaluación concienzuda que parta desde la parroquia como “comunidad de comunidades” en torno a estos cuatro ejes: que nos digamos la verdad si hemos hecho lo suficiente: ¿Qué hemos hecho y estamos haciendo para ofrecer a los fieles un verdadero encuentro con Jesucristo? (y su consiguiente pregunta: ¿Los sacerdotes ya tuvimos un encuentro decidido y personal con Jesucristo?). Segundo, ¿los procesos de Nueva Evangelización han sido efectivos? ¿Cómo se nota esa efectividad en la vida parroquial? ¿Cuántas pequeñas comunidades han nacido, crecido y muerto? (El gran reto es evitar la pastoral cosmética donde solo aparecen parroquias perfectas con innumerables cifras: ¡Veinte comunidades! ¿De cuántos integrantes cada una? ¡Dos!). La sensatez nos debe llevar a reconocer que estamos viviendo una desaceleración de los ritmos, el entusiasmo y la participación en los procesos de Nueva Evangelización (¿Podría llamarse una crisis de los sistemas?): ¿Qué ha pasado? ¿Hemos evaluado ese fenómeno? Tercero, ¿Me intereso, como laico, en la formación bíblico-doctrinal? ¿Me comprometo, como sacerdote, en la formación de mis fieles? Y cabrían muchas más preguntas desde la preparación de la homilía hasta el papel de la Palabra de Dios en los procesos de conversión y la solidez doctrinal del laico y del sacerdote. Y, finalmente, cuarto eje: ¿Mi tarea misionera es proselitismo? ¿Es testimonio? ¿Es convicción de la comunicación de un estilo de vida renovado? Auguro que Aparecida no esté desaparecida en los planes de pastoral efectivos de cada parroquia y diócesis. Subrayo “efectivos”, porque en los planes “teóricos” tenemos hermosos tratados de cómo hacer las cosas, pero en la realidad práctica, vuelvo y repito, nos hemos quedado cortos. P. Raúl Ortiz Toro Docente del Seminario Mayor San José de Popayán rotoro30@gmail.com

Lun 22 Mayo 2017

¿Familia?

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo – Las Naciones Unidas aprobaron en 1993 que el 15 de mayo de cada año se celebrara el Día Internacional de la Familia. La finalidad de esta decisión era crear una mayor conciencia sobre las cuestiones relacionadas con la familia e invitar a las naciones a hacer frente, mediante la aplicación de diversas medidas e iniciativas, a los problemas y desafíos que vive esta institución fundamental de la sociedad. Era un reconocimiento a la familia como unidad básica para la educación, la construcción de la sociedad y el desarrollo integral y sostenible de los pueblos. Infortunadamente, en los últimos años la familia se ha visto amenazada. En primer lugar, por un estilo de vida marcado por el materialismo, el hedonismo y el erotismo que le está robando la identidad, la paz y la armonía; por eso, disminuyen los matrimonios, no hay interés en la procreación, se han vuelto frecuentes la infidelidad y los divorcios, se han multiplicado los delitos sexuales y los abortos. Por otra parte, arrecian los ataques ideológicos contra la familia; para favorecer diversos intereses se pretende desvirtuar el género natural masculino y femenino y substituirlo por una opción individual y subjetiva. Se quiere poner en la sombra la familia natural y hacer entrar “nuevas formas” de familia con todos los derechos y todos los reconocimientos sociales. En ese contexto, podemos situar la reciente propuesta de convocar un referendo para impedir que se apruebe la adopción por parte de parejas homosexuales. Es clara la buena intención de la propuesta; pero, implícitamente puede aceptar graves errores: conceder que la adopción es un derecho de las parejas y no de los niños, ideologizar el enfrentamiento entre mayorías y minorías, autorizar que la verdad y los principios esenciales se deciden por votación. La Iglesia Católica ha sido siempre la gran defensora de la familia y hoy, sin irrespetar los derechos de ninguno en particular, continúa proponiendo la grandeza, la importancia y la belleza de la familia natural, basada en el matrimonio, como comunión de vida y amor fiel e indisoluble entre el varón y la mujer, abierta a la fecundidad. La Iglesia sabe que destruir la familia, uno de los valores más importantes de la humanidad, pone en peligro la maduración y felicidad de cada persona, la educación y formación de la sociedad, la estabilidad y la misma supervivencia del género humano. Por eso, renuevo el llamado a todos los evangelizadores a presentar la naturaleza y la misión de la familia como aparece en el proyecto de Dios, invito a todos los dirigentes y especialmente a los católicos que tienen posiciones desde donde se define la vida social a defender la familia en el campo cultural y político al menos en los términos que es reconocida por la Constitución Política de Colombia; invito a todos los fieles católicos a amar sus familias y a dedicarse con fe y con empeño a construirlas cada día conscientes de que son el mejor e indispensable ambiente para la plena realización humana. En esta hora en la que los conceptos se han vuelto confusos, la ideología de género hace diversas metástasis, los derechos y necesidades fundamentales de las familias son ignorados y hasta contravenidos por leyes, la realidad del matrimonio y la sexualidad no se afrontan con paz y naturalidad, la esquizofrenia social atropella a las mayorías para defender a las minorías olvidando incluso que la primera minoría es la familia, los católicos no podemos dejarle la suerte de la familia a las pasiones, a la sociedad de consumo, al resentimiento de ciertos grupos y a visiones recortadas de la persona y de la vida. No olvidemos que entre la descomposición social y la descomposición de la familia hay un círculo vicioso. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Dom 14 Mayo 2017

Dios escoge a los pequeños para confundir a los poderosos

Por: Mons. Édgar de Jesús García Gil - A finales del mes de enero un grupo de siete obispos de Colombia fuimos invitados a Lisboa Portugal para participar en un foro internacional sobre “Iglesia, democracia y economía”. Como preámbulo a esta reunión fuimos llevados a Fátima para participar de una breve peregrinación mariana con motivo de los cien años de la aparición de la Virgen María a tres niños pastorcitos que vivían en la región. Cuando estuvimos en Ajustrel, población donde vivían las familias de los niños Lucia de Jesús dos Santos (10 años), Francisco (9 años) y Jacinta (7 años) Marto caí en la cuenta de cómo Dios siempre tiene preferencia por los pequeños para revelarles mensajes importantes. Además el hecho de ser pastorcitos me confirmó que su tarea de cuidar los rebaños de sus familias es también una preferencia de Dios por todos los que somos llamados a cuidar a los demás como pastores. No recordaba o mejor no sabía que un año antes de las seis apariciones de la Virgen en el año 1917 el ángel de Portugal o ángel de la Paz se les apareció a estos niños pastorcitos durante tres veces para prepararlos al encuentro con la santísima Virgen María. Luego fuimos llevados a Cova de Iría en Fátima al lugar de las seis apariciones de la Virgen María desde el 13 de mayo al 13 de octubre del año 1917, tiempo en el cual Europa sufría los rigores de la primera guerra mundial. Nosotros que éramos unos 70 obispos de todo el mundo católico concelebramos en uno de las capillas laterales. Indudablemente María acoge a todos sus hijos en este lugar con especial ternura. Después del almuerzo fuimos a la capilla de las Apariciones que está en el lado derecho de la explanada de los peregrinos. En este lugar rezamos a coro los misterios dolorosos del santo rosario por la paz del mundo como lo pide la Santísima Virgen María. Junto a nosotros estaban los peregrinos de todo el mundo compartiendo esta bella y tradicional devoción mariana que ha brotado de una sana tradición bíblica. En esta revelación privada María confirma lo que Jesús ya nos había enseñado en el evangelio. Orar por la paz del mundo, por la conversión de los pecadores y ofrecer nuestras penitencias como reparación por los pecados propios y de la humanidad. La virgen se presentó a los niños con estas palabras: Yo soy el corazón inmaculado de María. “¿Qué quiere decir esto? Que el corazón abierto a Dios, purificado por la contemplación de Dios, es más fuerte que los fusiles y que cualquier tipo de arma. El fiat de María, la palabra de su corazón, ha cambiado la historia del mundo, porque ella ha introducido en el mundo al Salvador, porque gracias a este « sí » Dios pudo hacerse hombre en nuestro mundo y así permanece ahora y para siempre. El maligno tiene poder en este mundo, lo vemos y lo experimentamos continuamente; él tiene poder porque nuestra libertad se deja alejar continuamente de Dios. Pero desde que Dios mismo tiene un corazón humano y de ese modo ha dirigido la libertad del hombre hacia el bien, hacia Dios, la libertad hacia el mal ya no tiene la última palabra. Desde aquel momento cobran todo su valor las palabras de Jesús: « padeceréis tribulaciones en el mundo, pero tened confianza; yo he vencido al mundo » (Jn 16,33). Cardenal Ratzinger. “La vida de Lucia, Francisco y Jacinta, pequeños pastores de Fátima, es una historia de gracia y de misericordia. En estos niños se contrasta el poder mundano de los soberbios y de los poderosos con la realidad de los pequeños que Dios escoge para ser fermento y transformación de la humanidad” Papa Francisco. + Edgar de Jesús García Gil Obispo de Palmira

Jue 11 Mayo 2017

Fátima: las profecías no son inmutables

Por: P. Raúl Ortiz Toro - 13 de mayo de 1917. Lo que hoy es la gran plaza o explanada frente al templo de Nuestra Señora de Fátima, en la ensenada llamada Cova da Iria – Portugal, era en aquel momento un gran potrero para sacar a pastar las ovejas. Los tres primos pastores, Lucía (10 años), Francisco (9 años) y Jacinta (7 años), habían tenido desde 1916 algunas visiones del Ángel de la Paz, como se le conocería después, que les había enseñado a orar y a ofrecer pequeños sacrificios a Dios. Mientras tanto, Europa se debatía en la Primera Guerra Mundial (1914-1919) y Rusia tendría a finales de 1917 la revolución leninista que derrocó el régimen zarista e instauró el socialismo. El futuro no era nada halagüeño. “Yo vengo del cielo” escucharon los niños que la mujer vestida de blanco les respondió ante la pregunta de Lucía sobre su procedencia. Los niños habían estado rezando el rosario de una manera muy “infantil”; en efecto, Lucía años después en su diario anotaba que eran más bien balbuceos de oración. “Digan el rosario todos los días para traer la paz al mundo y el final de la guerra”, fue la recomendación que la dulce mujer “vestida de sol” les dejó antes de partir. De allí siguieron otras cinco visiones: el 13 de junio ya había un grupo de curiosos; al mes siguiente, 13 de julio, la dulce Señora les reveló un secreto en tres partes que debían guardar hasta que llegara el momento. La primeras dos partes del secreto fueron reveladas en 1941 cuando Lucía, que había entrado al convento para hacerse religiosa, escribió su diario por obediencia al obispo de Leiria. Sus dos primos habían muerto tan solo un par de años después de las apariciones, entre 1919 y 1920, y ella era la guardiana del secreto: la primera parte era la visión del infierno y la segunda era la profecía sobre el papel que jugaría Rusia en el orden mundial antirreligioso y el modo como caería finalmente. La tercera parte del secreto no fue publicada en el diario por la delicadeza del asunto y el obispo prefirió enviársela al Papa Pío XII quien la resguardó en el Vaticano hasta que la reveló el Papa Juan Pablo II a través de su secretario de Estado, el cardenal Angelo Sodano, el 13 de mayo de 2000: en esta parte del secreto se hablaba del terrible asesinato de un obispo vestido de blanco: el Papa. El Papa Wojtyla asumió con seguridad que se trataba de él pues el 13 de mayo de 1994, recordando el atentado sufrido el 13 de mayo de 1981, afirmó: “fue una mano materna la que guio la trayectoria de la bala y el Papa agonizante se detuvo en el umbral de la muerte”. Es ya famosa la interpretación que de esa parte del secreto hizo el entonces Cardenal Joseph Ratzinger, futuro Benedicto XVI, poniendo muy bien en su contexto lo que representa una profecía, quitándole el significado de inmutabilidad. Vale la pena consultar ese texto que aquí no es posible transcribir pero que empieza explicando la diferencia entre revelaciones públicas y privadas, luego presenta una estructura antropológica de las revelaciones privadas y finalmente lanza una interpretación de la tercera parte del secreto para concluir: “Que 'una mano materna' haya desviado la bala mortal [de Ali Agca contra el Papa Juan Pablo II] muestra sólo una vez más que no existe un destino inmutable, que la fe y la oración son poderosas, que pueden influir en la historia y, que al final, la oración es más fuerte que las balas, la fe más potente que las divisiones". Muchas personas aún siguen hablando del secreto de Fátima como si todavía no hubiera salido a la luz y muchos incluso atemorizan a las personas con ello, ignorando que ya fue revelado en su totalidad. Vale la pena documentarnos al respecto y saber que por encima de cualquier anuncio profético siempre estará la mano misericordiosa de Dios; por ello no aceptemos aquellas profecías que ponen a la Virgen como anunciadora de desgracias. Leamos más bien el evangelio de María, que es el silencio de la oración y la escucha de la Palabra. P. Raúl Ortiz Toro Docente del Seminario Mayor San José de Popayán rotoro30@gmail.com

Mié 10 Mayo 2017

Un 1° de mayo único en el mundo

Por: Iván Antonio Marín López - Desde el 1° de mayo de 1945 se realiza en Popayán una de las procesiones más nutridas de esta ciudad: La subida del Amo Ecce Homo, patrono del obrerismo católico popayanejo y de la ciudad. Mientras a lo largo y ancho del mundo el 1 de mayo tiene un contexto de marchas reivindicativas con ocasión del Día Internacional del Trabajo, en Popayán se vive la excepción de la regla: Una multitud de fieles que puede llegar a sumar cincuenta mil, sin lugar a exageraciones, es la protagonista de este día. En Popayán, ciudad tradicionalmente católica del sur occidente colombiano, desde hace 300 años se lleva a cabo la procesión de “subida” de la imagen del Señor Jesucristo en su advocación del Santo Ecce Homo, patrono de la ciudad. Aunque la ciudad, desde su fundación, fue puesta bajo el patrocinio de Nuestra Señora de la Asunción, pues el 15 de agosto de 1537 fue celebrada la primera Misa, sin embargo la devoción al Santo Ecce Homo se difundió en los albores del siglo XVIII y paulatinamente empezó a ser considerado como patrono de Popayán. La imagen tallada en madera se remonta al año 1680 y desde 1717 es venerada en el Santuario de Belén, en la colina homónima que domina la ciudad. Una semana antes del 1 de mayo se lleva a cabo la procesión de “bajada” de la imagen desde el Santuario de Belén hasta el templo parroquial de San Francisco, en el centro histórico, en la cual las mujeres ejercen su protagonismo pues son las encargadas de alumbrar durante la procesión nocturna. Por su parte, el 1 de mayo es el día en el que los hombres se encargan de la procesión diurna, que se llama de “subida”. En este año 2017 Monseñor Iván Marín, arzobispo de Popayán, presidió la multitudinaria eucaristía y la procesión que a pesar de la lluvia siguió su curso normal hasta la colina de Belén. A Jesucristo el Señor en este día del trabajo la región del Cauca entrega su acción de gracias siendo un distintivo de su profunda religiosidad. + Iván Antonio Marín López Arzobispo de Popayán

Vie 5 Mayo 2017

Fátima: A rescatar la niñez

Por: Darío de Jesús Monsalve Mejía - Han pasado 100 años desde la primera aparición de La Virgen María a los tres pastorcitos de Fátima, el 13 de mayo de 1917. Los 13 de cada mes, hasta octubre, la cita se repitió. Dos niñas, Lucia de 10 años y Jacinta de 7, y un niño, Francisco, de 9 añitos, hermanito de Jacinta, que ahora serán declarados santos por un Papa llamado también Francisco, son la "humanidad" que escoge María para manifestarse a la Iglesia y a una convulsionada población mundial. Tres menores de edad, pobres, campesinos, asustados del mundo en el que estaban viviendo su niñez, azotado por la Primera Guerra Mundial, por la revolución "bolchevique" comunista, por las guerras civiles. "Tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo Unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna"(Juan 3,16). María se aparece una y otra vez, aquí y allá, a los pequeños e insignificantes de la tierra, para recordarle a las generaciones humanas este amor misericordioso, salvador y liberador de la muerte y de sus trampas, como las guerras. Seis apariciones en cinco (5) meses, que concluyen con una asamblea de más de 40 mil personas, reunidas en torno a los niños videntes, testigos de señales cósmicas, históricas y naturales, como el llamado "milagro del sol", el final de la primera guerra, los "secretos de Fátima", entre otras. Cien años después, el cuadro de la humanidad es de pronóstico reservado: hay ambiente de tercera guerra mundial; la tierra hierve con el cambio climático; la revolución sexual y tecnológica degeneran la cultura en lo inmediato y sin futuro; en fin, los niños y niñas tienen menos oportunidad de existir, de sobrevivir al aborto, a la exclusión social, al abuso, violación y violencias contra ellos. Crímenes horripilantes contra pequeñitos, conductas de pedofilia que destrozan la confianza en clérigos y en adultos que tendrían que proteger a la niñez, son, en estos tiempos nuestros, lo contrario al mensaje de Fátima, a la enseñanza de María sobre la niñez. Porque María, en Fátima de Portugal, escoge a estas almas sencillas, tiernas y unidas en la lúdica de la vida campesina y pastoril, como sus anfitriones en la tierra, sus interlocutores, sus mensajeros, los pregoneros de su afán por la humanidad, por la Iglesia, por los que repudian a Dios, por los que "no creen, no adoran a Dios, no esperan, no aman". Lo infantil es asumido por María para manifestar las cosas más serias, los asuntos más delicados, las llamadas más universales. TENEMOS QUE APRENDER MUCHO DE LOS NIÑOS Y NIÑAS. Tenemos que respetarlos sagradamente, amarlos tiernamente, protegerlos con absoluta garantía, escucharlos con total interés, darle crédito a sus verdades. El misterio de Fátima tendría qué iluminar un camino de recuperación de la niñez por parte de la sociedad, el Estado, la familia y la misma institución eclesial, hoy estigmatizada por la vergüenza irreparable de tantos clérigos pedófilos y disolutos sexuales, corruptores de menores y usurpadores de la potestad religiosa para engañar a quienes depositan en ellos su confianza. Volver a la niñez, de la mano de María, de la mujer en la Iglesia, y a través de los papás y familias, aparece como el camino pastoral a seguir. Cultivar la fe y el testimonio de los niños y niñas, sigue siendo un desafío de confianza y credibilidad, que los Pastores católicos, las familias creyentes, las comunidades parroquiales y las instituciones educativas católicas, debemos asumir en conjunto. Es un camino surcado de espinas, cargado con el costo de crímenes cometidos, de perdón pedido, de acompañamiento humilde a víctimas, de prevención firme y real, constante y efectiva, de ofensa, manipulaciones y linchamiento mediáticos, de demandas y codicias económicas contra la institución eclesiástica. Un camino que la Iglesia empezó a liderar en el mundo y que asumiremos con decisión en Cali, convencidos de que hará a la Iglesia más laical, más de esposos y familias, con más participación apostólica de la mujer, con mayor fuerza del mensaje evangélico sobre la vida y el amor, su expresión en la sexualidad, su obra de paz, de inclusión y de unidad social. La Iglesia de Cali espera en estos CINCO MESES DEL CENTENARIO DE FÁTIMA, de mayo a octubre 2017, cristalizar la obra de respuesta, prevención y acompañamiento a "NIÑOS Y NIÑAS ABUSADOS: COMPROMISO DE EDUCACION Y REHABILITACIÓN" (NACER). Será un espacio para unir fuerzas eclesiales, sociales y de familias, en la lucha por la recuperación de la niñez abusada y de los espacios libres y seguros frente a la pederastia y violencia contra la niñez. El Centenario de Fátima, en su bello Santuario del barrio Granada, tendrá el centro de peregrinación y para lucrar la INDULGENCIA PLENARIA que el Papa Francisco concederá en este Año Jubilar de FÁTIMA. Pediremos a la Santa Sede que nuestro Santuario de Fátima sea elevado a Basílica Menor, convirtiéndolo en referente de esta advocación Mariana y de este compromiso eclesial con LOS PASTORCITOS DE FÁTIMA, con la niñez reivindicada. Como lo enseñó el Ángel de Portugal a los pastorcitos, recemos cada día: "Dios mío, yo creo en Ti, yo Te adoro, yo espero en Ti, yo Te amo. Te pido perdón por los que no creen, no te adoran, no esperan en Ti, no te aman". Sea este un tiempo en el que el mensaje de Fátima, el de María y la niñez, el de la paz del mundo, la conversión de los pecadores, la penitencia y reparación por los daños y crímenes hechos, la oración constante, sobre todo del Santo Rosario, ayuden a Colombia y al mundo a reencontrar la senda del futuro posible y viable, la senda de la esperanza. Amén. + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali