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Auméntanos la fe
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Por Mons. Omar de Jesús Mejía Giraldo - Es necesario recordar que estamos meditando el tema del discipulado en el evangelio de San Lucas. Jesús va camino a Jerusalén y ahora se encuentra más próximo a la ciudad capital. Los discípulos han compartido con Él su camino y han participado de todas sus enseñanzas; unas dirigidas a cada uno en particular, otras a todos ellos, constituyéndolos en comunidad. Además ha enseñado a la multitud y no han faltado las enseñanzas para los saduceos, fariseos, maestros de la ley, sacerdotes, niños, jóvenes…, en fin, es de notar que el mensaje de Jesús es abierto; a todos, todos, ha invitado al Reino de Dios, a todos ha invitado a la conversión.
El domingo anterior la lección fundamentalmente iba dirigida a los fariseos, a quienes con cariño invitaba a que fueran también sus discípulos, pero la gran mayoría de ellos vivían anclados al pasado y apegados a la ley. Hoy la lección es al grupo de los doce, a los que Jesús está preparando para que sean sus “líderes espirituales”. El capítulo 17 tiene un cumulo de enseñanzas que las podemos sintetizar en cinco: Cuidado con el escandalo, el perdón, la fe, la humildad y la gratitud.
El texto que acabamos de escuchar, de las enseñanzas mencionas, nos ofrece dos de ellas: “fe y humildad”. Se trata de dos condiciones indispensables para quien de verdad, verdad pretenda ser discípulo del Señor. La lección sobre la grandeza e importancia de la fe y la humildad para el líder espiritual parte de una petición: “los Apóstoles dijeron al Señor: Auméntanos la fe”. Los apóstoles han convivido de cerca con el Señor, han visto su obra realizada, pero también han contemplado sus criticas, sus sufrimientos, sus persecuciones, sus preocupaciones…, por eso, se dan cuenta que ser discípulos, asumir la responsabilidad de ser líderes espirituales sin fe es imposible. “Todo es posible para quien tiene fe”.
Los discípulos pretenden que el Señor les aumente la fe, ellos están pensando en clave “cuantitativa” y Jesús les responde en clave “cualitativa”. Les dice: “Si tuvieran fe como un granito de mostaza”. No se trata de una fe en cantidad abundante, el Señor les habla de una fe sencilla, simple, confiada absolutamente en la providencia. Una persona de fe es esencialmente alguien que se ata, que se adhiere totalmente al otro, es un ser que se fía absolutamente en el otro. La fe no es estática, es una realidad dinámica. En la fe se establece un lazo de unión con Dios, no simplemente para ubicarse en sitio seguro, para estar protegidos, sino para dejarse llevar, dejarse conducir.
La persona de fe se confía en Dios, en vistas a un camino. Se es creyente para caminar con el Señor y desde el camino con el Señor, se cree para caminar con los hermanos. La fe no es un simple acto individual, la fe es comunitaria. La fe nos ayuda en comunidad a evitar los escándalos, nos da la gracia para vivir el don del perdón. La fe nos mantiene anclados en la tierra, pero con la mirada en el cielo. La fe nos permite reconocernos frágiles y pecadores y por lo tanto humildes, porque reconocemos que sin Dios nada somos. La fe nos da la gracia de vivir siempre agradecidos; pero también nos da la fortaleza para reconocernos servidores por gracia y no por interés: “Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer”.
Jesús le dice a los apóstoles y hoy a nosotros que la fe crece proporcionalmente a nuestro interés por evitar los escándalos. La fe crece en cuanto nos entreguemos a Dios y a los hermanos. La fe crece en la medida que nos gastemos por el Reino y por los hermanos. Cuanto más generosidad hay en el “líder espiritual” más se crece en la fe. La comunidad avanza en la fe proporcionalmente a la entrega generosa de todos sus miembros. Por eso hermanos, hay que evitar el escandalo del pecado, del chisme, de los comentarios mal intencionados, hay que evitar el estar despedazándonos entre nosotros. Comunidad que se destroza así misma es comunidad antropófaga; es comunidad pecadora y aunque diga tener fe, se encuentra muy lejos del Señor.
Cuidado hermanos, cuidado, con la destrucción entre nosotros; por favor: fe, esperanza, optimismo, caridad… Pongámosle atención a las palabras que san Pablo dirige a su discípulo Timoteo, son palabras para nosotros hoy: “Dios no ha dado un espíritu de energía, amor y buen juicio”. Si Dios nos ha dado amor y buen juicio, pongámoslo al servicio de los hermanos.
Espíritu de energía, amor y buen juicio, es lo que necesitamos hermanos para crecer en la fe. Por eso les propongo una reflexión sencilla, en clave positiva sobre la fe:
- La fe es un don de Dios y por lo tanto hay que pedirla. Digamos con frecuencia, ojalá muchas veces al día: ¡Señor auméntanos la fe! Si Señor, auméntanos la fe cuando se nos presentan dificultades en nuestra convivencia como presbiterio, como esposos, como hermanos, como vecinos, como acción comunal, como empresa… ¡Señor, auméntanos la fe!, cuando todo parece imposible, cuando nos sentimos incapaces, cuando nos desesperamos frente al pecado del hermano. Señor, aumenta la fe de las madres cuando creen que todo está perdido, cuando se acaban las esperanzas con su hijo drogadicto… Señor auméntanos la fe cuando hay dudas entre nosotros… Señor, auméntanos la fe…
- La fe es una amorosa fidelidad que transforma la vida del creyente y que lleva al creyente a transformar la realidad que le rodea, haciéndola conforme a la voluntad de Dios. La fe se mueve por amor, nunca por interés, y el amor es un motor que nos lleva a la acción, al compromiso, a la lucha por el Reino.
- La fe es un camino de maduración, al estilo del granito de mostaza, es la más pequeña de las semillas, pero crece hasta convertirse en un bello arbusto, que sirve para albergar pájaros y produce frutos. Esa es la actitud hermanos, la fe no es confort, la fe a veces es dolor y sufrimiento. La semilla se esconde en la tierra y luego brota, la planta nace pequeñísima, pero crece y da fruto, así es la fe, hay momentos necesarios que debe estar concentrada al interior del ser, para un encuentro personal con el Señor, pero hay momentos que debe acoger a muchos, para sentir que se es comunidad. La fe al igual que la buena semilla, debe producir frutos; por eso, la fe se comparte, la fe se da gratuitamente. La fe nos debe impulsar a la misión. Es mejor gastarse dándose que oxidarse quieto. Quien no se entrega, quien no se da, termina encerrado envenenándose con su propio “dióxido de carbono”. La clave para crecer en la fe es darse, salir, compartir, ir…
- La fe es una inmensa fuerza que permite vencerlo todo. Con la fe nos hacemos poderosos, podemos aguantar lo que parece imponderable. Solamente con la fuerza de la fe podemos vencer el poder destructor del mal. Solo desde el poder misericordioso de la fe en Dios somos capaces de perdonarnos.
- La fe es un modo de existencia, no un lenguaje mental o verbal, pero cuando se quiere explicar no hay otro modo que recurrir al lenguaje.
- La fe es una actitud personal, una postura de la totalidad del hombre. Una opción fundamental y radical porque en ella se fundamental todas las manifestaciones de la vida del creyente. La persona creyente todo, absolutamente todo su obrar es desde la fe. “La fe es mirar la vida con los ojos de Dios”. La fe es obrar todo desde Dios, para Dios y para bien de los hermanos.
- La fe es también una actitud comunitaria. Es imposible vivir la fe en soledad; por eso, la fe se vive en la parroquia, en el sector, en la vereda, en el grupo de oración, en el movimiento… Comunidad cerrada no es de fe. La persona que se encierra, la comunidad que se encierra, termina confundiendo fe con manifestaciones supersticiosas, con hechicería, con magia, con religiosidad…
- La fe es carismática. La persona de fe y la comunidad de fe es abierta y disponible a los demás… Quien vive desde la fe sabe que todos en la iglesia tenemos nuestro puesto, lo importante es servir y hacerlo todo con fe.
- La fe es tener la seguridad de que Dios se preocupa de nosotros y que podemos confiar en su presencia y en su ayuda. Quien confía absolutamente en Dios se sale del plano de la ley , del premio y del mérito, para entrar en el contexto del amor y la confianza. Por eso, cuando perdemos la fe empezamos a multiplicar las leyes. Cuando se pierde la confianza en la relación de pareja y en nuestras relaciones fraternas comenzamos a crear leyes. Si de verdad, verdad viviéramos desde la fe, no necesitaríamos tantas leyes…
- La fe es voluntad de superar las dificultades, es triunfo sobre el mal, no por el valor humano, sino por el poder de Dios. La persona de fe nunca es fatalista, jamás está derrotada. La persona de fe posee una profunda esperanza, porque sabe que puede vencer el mal a fuerza de bien, el odio a fuerza de amor. No se nos olvide hermanos que para crecer en la fe necesitamos confianza absoluta en el Señor. Por eso digamos una vez más: ¡Señor, auméntanos la fe!
Tareas para esta semana:
- Digamos muchas veces al día: ¡Señor, auméntanos la fe! Pidámosle a Dios una fe viva. Necesitamos todos los días crecer en la fe. Profundicemos la fe mediante la oración, la lectura de la Palabra, participemos en la vida de la Iglesia. Por favor participemos de la Eucaristía, de los ejercicios espirituales, los movimientos grupos apostólicos, grupos de oración. Pero sobre todo, seamos conscientes de lo siguiente: la fe que no se cultiva todos los días mediante un trato cercano y profundo con Dios, mediante la oración es una fe que acaba por morirse. ¡Señor, auméntanos la fe!
- Continuemos leyendo el libro del eclesiástico.
Monseñor Omar de Jesús Mejía Giraldo
Obispo de Florencia
Mar 18 Nov 2025
La vocación del cristiano es sanar las heridas del prójimo
Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve - En este día celebramos la jornada mundial de los pobres, que tiene como propósito sensibili-zar a todos los cristianos, para vivir la caridad como el fruto maduro de la fe en Jesucristo y de la esperanza en Él, que no defrauda. La caridad es la puerta de entrada al cielo a participar de la gloria de Dios: “vengan benditos de mi Padre, tomen posesión del reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber; era un extraño, y me hospedaron; estaba desnudo, y me vistieron; enfermo y me visitaron; en la cárcel, y fueron a verme” (Mt 25, 34 - 36); concluyendo que cada vez que un cristiano hace esto por un hermano necesitado, lo está haciendo por el mismo Jesucristo y por esta razón es llamado a participar de las moradas eternas en la presencia de Dios.La vocación del cristiano es sanar las heridas del prójimo, es mirar el dolor, el sufrimiento, la enfermedad y la herida del otro que está tirado en el camino y tenderle una mirada de amor, como manifestación del amor que viene de Dios. Jesús lo enseña en la parábola del buen samaritano, cuando le responde al experto en la ley que le pregunta quién es el prójimo (Cf. Lc 10, 30 - 36), invitándolo a hacer otro tanto haciéndose prójimo del que sufre sin preguntar por su identidad política, social o religiosa. Así lo indicó el Papa Francisco en Fratelli Tutti: “la propuesta es la de hacerse presentes ante el que necesita ayuda, sin importar si es parte del propio círculo de pertenencia. En este caso, el samaritano fue quien se hizo prójimo del judío herido” (FT 81), invitándonos a todos a hacernos prójimos y a “dejar de lado toda diferencia y, ante el sufrimiento, volvernos cercanos a cualquiera” (Ibid). Esto es lo que enseña Jesús sobre la caridad y lo reitera en el evangelio diciendo: “vete y haz tú lo mismo” (Lc 10, 37), así lo ha retomado el Papa León XIV en el mensaje para la jornada de los pobres para este año: “todos estamos llamados a crear nuevos signos de esperanza que testimonien la caridad cristiana, como lo hicieron muchos santos y santas de todas las épocas”.Vivir la caridad cristiana no es un aprendizaje que se recibe en las academias donde se llena el cerebro de la ciencia humana, sino que es fruto de la fe en Dios que nos enseña a amar al prójimo con el corazón de Jesús, sin cálculos humanos, reconociendo al mismo Jesucristo en todos los que sufren, tal como nos lo ha enseñado en el Evangelio al hablar de la ayuda que damos a los demás (Cf. Mt 25, 31 - 46), descubriendo que “para los cristianos, las palabras de Jesús implican reconocer al mismo Cristo en cada hermano abandonado o excluido, porque quien cree puede llegar a reconocer que Dios ama a cada ser humano con un amor infinito y que con ello le confiere una dignidad infinita” (FT 85), dignidad que nosotros en la vivencia de la caridad le reconocemos y le devolvemos en el nombre del Señor.De esta manera, entendemos que el cristiano tiene vocación a la caridad porque está en unión íntima con Dios, que lo mueve desde dentro a ser un instrumento en sus manos para realizar su obra con los que están caídos en el camino de la vida. La caridad nace de un cristiano contemplativo, que se pone de rodillas frente al Señor y allí encuentra la motivación más profunda para volverse prójimo del que sufre. El Papa Francisco expresó esta verdad cuando dijo: “la altura espiritual de una vida humana está marcada por el amor, que es ‘el criterio para la decisión definitiva sobre la valoración positiva o negativa de la vida humana’. Todos los creyentes necesita¬mos reconocer esto: lo primero es el amor, lo que nunca debe estar en riesgo es el amor, el mayor peligro es no amar (Cf. 1Cor 13, 1- 13)” (FT 92). Concluyendo así que la caridad es el fruto maduro de un cristiano que tiene un camino de perfección cristiana muy fortalecido, porque se relaciona con Dios a través de la oración y se mantiene en la gracia y en la paz del Señor; por eso, la transmite a los que están en su entorno a través de la ayuda a los más pobres y necesitados, mediante el ejercicio sincero y desinteresado de la caridad.Todos estamos clamando hoy por la paz en el mundo, pero tenemos que entender que la paz es un don de Dios que brota de la caridad y desde la caridad que es amor de entrega total puede lograr que el corazón del hombre se sane, para que pueda transformar la sociedad. La caridad como expresión más alta de la fe y la esperanza, en un creyente que vive en gracia, transforma el entorno en el que vive, ya que “la caridad, con su dinamismo universal, puede construir un mundo nuevo, porque no es un sentimiento estéril, sino la mejor manera de lograr caminos eficaces de desarrollo para todos” (FT 183). De tal manera, que la caridad no es solamente el centro y la corona de todas las virtudes, sino que es también “el corazón de toda vida social sana y abierta” (FT 184).Al celebrar en este día la jornada mundial de los pobres, desde las parroquias y familias estamos llamados a tener gestos de caridad para con los más necesitados, pero no podemos quedarnos en una jornada de este domingo, sino que tenemos que entender que la vocación del cristiano es la caridad, que significa agacharse para sanar las heridas del prójimo. Fieles al mandato del Señor: sean mis testigos, busquen la santidad, hagámoslo desde la vivencia de la caridad, como vocación del cristiano a mirar al que sufre con los ojos de Jesús. Que la Santísima Virgen María, madre de la caridad y el Glorioso Patriarca San José custodien la fe y esperanza en nosotros, que produce el fruto maduro de la caridad que nos abre las puertas del Reino de los cielos.En unión de oraciones,reciban mi bendición.+José Libardo Garcés MonsalveObispo de la Diócesis de Cúcuta
Mar 18 Nov 2025
Hasta que la muerte nos una más
Por Mons. Miguel Fernando González Mariño - “Tú me amarás, yo te amaré, hasta que la muerte nos una más”, dice la hermosa canción de la hermana Glenda sobre ese misterio del amor humano que se “diviniza” con la presencia del Espíritu Santo en los esposos cuando están unidos por el sacramento del matrimonio. A primera vista parece contradecir el “hasta que la muerte los separe”, que se apoya en Mateo 19,6 donde el mismo Jesús expresa el plan Divino original sobre la unidad y la indisolubilidad matrimonial: “lo que Dios ha unido no lo separe el hombre”.En el mes de Noviembre la Iglesia nos invita a tener más presente nuestra vida pasajera en este mundo, nuestra realidad transitoria y por tanto la preparación para la vida eterna. Pensar que la muerte libera al esposo de la esposa o a ella de él, se ha prestado para infinidad de chistes, que nos distraen del verdadero sentido de la vocación al amor a que hemos sido llamados todos los humanos. Aclara aún más esta consideración sobre la terminación del matrimonio a causa de la muerte la enseñanza de Jesús que afirma que en la resurrección no se casarán ni ellas, ni ellos, sino que serán en el cielo como ángeles (Cf Mt 22,30).Escribe un buen autor (tal vez San Agustín...) que “la amistad que se olvida es una amistad que nunca existió”, para decir que el auténtico amor nunca se termina, sino que, por el contrario, como enseñó el Papa Francisco en Amoris laetitia, el amor humano siempre es “perfectible”. Esto, en contra de la idea popular de que el amor de los novios es el ideal y que con el tiempo se gasta y desvanece. En realidad, con la gracia de Dios, el amor (auténtico) tiene la vocación a una permanente perfección. Siendo así, ¿por qué se va a acabar repentinamente con la muerte? Lo que ocurre es que ese amor que los consagró como esposos es tan verdadero, que lo que busca es la santificación del cónyuge, su bien no solo en esta vida sino en la eterna. El amor conyugal lo que busca es la santificación del otro, que sea feliz para siempre. Además, en ese empeño sincero vivido como vocación, el que ama también se perfecciona y se santifica.En resumen, los dos cónyuges buscan la misma meta, quieren llegar juntos al cielo y no solo ellos sino con sus hijos y su descendencia. Así funciona la Iglesia y por eso la familia es la célula vital inicial. Entonces el viudo/la viuda puede contraer nuevas nupcias si ve que hace parte de su camino de santidad y puede suceder, como en tantos casos a lo largo de la historia, que se conforme un nuevo hogar en el que también se busca sinceramente vivir como familia que da testimonio de fe y esperanza. En la eternidad, donde ya no se necesita la unión conyugal para que subsista la humanidad, gozarán los frutos de esta escuela de amor en que nos encontramos en esta vida terrena.Es muy preocupante saber que por ignorancia o por indiferencia sobre estas preciosas verdades de nuestra fe en torno al valor santificador del matrimonio, alrededor del 70% de los hogares católicos en Colombia vivan en unión libre (cifra que algo varía según las regiones). Los pastores y maestros tenemos parte de culpa en esta ignorancia y tibieza de nuestros fieles. La falta de una verdadera catequesis que les permita desde niños tener una visión apropiada de la familia y el matrimonio, la falta de catequesis entre los jóvenes, la poca promoción de parejas de esposos para que se formen y apoyen la pastoral familiar parroquial, son entre otras, las causas de esta grave situación. En nuestro ENCUENTRO NACIONAL DE PASTORAL FAMILIAR que celebramos en Pereira del 23 al 25 del pasado mes de octubre, avanzamos en el estudio y modos de implementación de los Itinerarios Catecumenales Matrimoniales que nos dejó el Papa Francisco como un medio práctico de asumir Amoris laetitia en la vida pastoral. Es esperanzador ver que sí hay avances en esta tarea. Es una labor ardua, pero vale la pena. Se vio la urgente necesidad de seguir formando parejas de esposos que sean competentes en la acogida, acompañamiento y testimonio de vida, para que en verdad animen e iluminen las parejas que desean casarse. Pongamos todos los medios para que nuestros jóvenes llamados a vivir la vocación matrimonial encuentren en sus parroquias el ambiente propicio para encontrarse con Dios y tengan la alegría de comprobar que Dios los conoce y los ama y cuenta con ellos para que sean felices haciendo felices a quienes los aman, HASTA QUE LA MUERTE LOS UNA MÁS. +Miguel Fernando González MariñoObispo de El EspinalPresidente de la Comisión Episcopal de Matrimonio y Familia
Mar 11 Nov 2025
A cuarenta años de la tragedia: San Juan Pablo II en Armero
Por: Mons. Fabián Marulanda López, obispo emérito de Florencia.En la retina de los colombianos quedó muy grabada la imagen del Papa Juan Pablo II, arrodillado ante la cruz de cemento que se levantó en el lugar donde antes existió la "ciudad blanca" de Armero. Aquí se hace realidad aquello de que "una imagen vale más que mil palabras".Cuarenta años después de la tragedia de Armero y 39 de la visita del Santo Padre, pocas cosas han cambiado en la geografía de aquel lugar desolado; la fotografía del Papa que le dio la vuelta al mundo, sigue recordando a los damnificados de la tragedia la figura y el mensaje de este santo hombre de Dios que nos visitó el día 6 de julio de 1986.Allí llegó en la mañana de ese domingo, acompañado de una reducida comitiva y pronunció una conmovedora oración antes de pasar a Lérida donde encontró a los miles de hombres y mujeres que sobrevivieron a la tragedia ocasionada por la erupción del volcán Nevado del Ruiz.Quienes esperábamos al Papa ese día, escuchamos su oración en medio de un silencio que sólo el viento se atrevía a romper.Oración del Papa Juan Pablo II"Padre, rico en misericordia, consuela el dolor de tantas familias, enjuga las lágrimas de tantos hermanos, protege la soledad de tantos huérfanos. Infunde a todos ánimo y esperanza para que el dolor se cambie en gozo y la muerte, por la fe, sea germen de vida nueva.Haz que, mediante la solidaridad, el trabajo y el tesón de las gentes de esta tierra, surja, como de entre las cenizas una nueva ciudad de hijos tuyos y hermanos, donde reine la fraternidad, se renueven las familias, se llenen de pan las mesas y de cantos los hogares y los campos.Bendice esta Cruz alzada aquí como signo de nuestra redención, baluarte de esperanza, símbolo de muerte y de vida, de dolor y de gozo."El viento agitaba los cabellos del Papa que caminaba erguido en aquel valle de tristezas, como un profeta que desafiaba el miedo y el dolor para hablar de resurrección y de esperanza.Mientras tanto, en la explanada de Lérida lo aguardaba la multitud. Y en medio de esa multitud, los damnificados que sobrevivieron a la avalancha de piedra y lodo, pero que quedaron marcados por el horroroso recuerdo de aquella noche infernal.Hoy, me parece ver el rostro de los miles de personas venidas de Ibagué y de los pueblos del norte del Tolima que lo esperaron con un fervor que erizaba la piel.La llegada del Papa fue acogida con pañuelos blancos y gritos de alegría. A pesar del fuerte calor, la gente se agolpaba para verlo más de cerca y participó con entusiasmo en la solemne Eucaristía. En su homilía, el Santo Padre se refirió nuevamente a la tragedia:"La catástrofe que el volcán Nevado del Ruiz provocó en Armero, conmovió profundamente mi corazón”He venido para sembrar en vuestros corazones de creyentes palabras de esperanza.Quisiera llegar con mi condolencia y afecto a cada uno de vuestros hogares.En la visita que acabo de efectuar a Armero he querido orar por los difuntos para que Dios les conceda el descanso eterno. También deseo orar por vosotros, damnificados y familiares de las víctimas, para que Dios os dé comprensión y amor, abriendo vuestras vidas a la perspectiva de un futuro mejor."En este año se cumplen cuarenta años de la histórica visita del Papa. Sus mensajes y sus gestos proféticos siguen iluminando a quienes mantenemos viva la esperanza de que Colombia pueda un día encontrar la Paz y transitar los caminos de la civilización del amor.En relación con Armero, vale la pena recordar que inicialmente esta visita no estaba incluida en el itinerario oficial que seguiría el Santo Padre, pues su encuentro con los damnificados de la tragedia debía realizarse sólo en la ciudad de Chinchiná. ¿La razón? existía el temor de que el Nevado del Ruiz, todavía activo, produjera un nuevo evento como el del 13 de noviembre de 1985 y los organizadores no querían correr con semejante riesgo.Pero dio la casualidad de que el Presidente Belisario Betancur convocó a los Gobernadores y Obispos de los lugares que visitaría el Santo Padre, a una reunión de trabajo en la Casa de Nariño. Se trataba de informar cómo se estaba preparando la visita en cada uno de los lugares previamente fijados por la Comisión Preparatoria. El compromiso para el país era muy grande y no se quería dejar de prever ningún detalle.El Arzobispo de Ibagué, Monseñor José Joaquín Flórez Hernández, debido a problemas de salud, me delegó para asistir en su reemplazo. Y cuando todos los gobernadores rindieron su informe, me arriesgué a pedir la palabra y a solicitar con el alma y el corazón, que se diera a los damnificados de Armero la posibilidad de ver al Papa; este sería el mayor consuelo para quienes todavía lloraban la pérdida de su ciudad y de sus familias. Para nadie como ellos podían ser de tanto alivio la presencia y el mensaje del Santo Padre.La petición fue acogida por el señor Presidente quien al día siguiente dio las instrucciones del caso para incluir esta nueva etapa en el itinerario de la visita.Lo que vino después, lo recuerdan bien los colombianos que fueron testigos de los hechos y también quienes han leído la historia de aquellos siete días blancos en los que San Juan Pablo II peregrinó con la Paz de Cristo por los caminos de Colombia.
Lun 10 Nov 2025
El Espiritismo
Por Mons. Ricardo Tobón Restrepo - El ser humano, como lo percibe en su propia naturaleza y lo demuestra la historia, siente una tendencia hacia lo misterioso y una atracción por experiencias extrañas y ocultas. El espiritismo moderno se basa en esa realidad y se inspira en prácticas antiguas. A partir del siglo XIX fue tomando las diferentes formas y expresiones con las que se presenta hoy. Las principales tesis en las que se sustenta son las siguientes: la posibilidad y conveniencia de tener comunicación con entidades espirituales desencarnadas, la creencia en la reencarnación, la convicción de la pluralidad de mundos habitados, la identificación entre lo natural y lo sobrenatural y entre la religión y la ciencia.Por tanto, el espiritismo sostiene que, mediante personas dotadas de una naturaleza particularmente sensible, es posible una comunicación con los muertos, cuyos espíritus según su grado de evolución habitan diversos mundos. Promueve para ello reuniones en las que los “médium”, después de determinadas invocaciones, dicen recibir mensajes de los espíritus a través de ruidos, voces, escritos o apariciones. En sus rituales mezclan elementos cristianos, supersticiosos y de brujería. Es así como usan imágenes, amuletos, sahumerios, agua bendita, rezos. Es lamentable, por ejemplo, que para estas prácticas se venga utilizando abusivamente la figura de San José Gregorio Hernández.La más grave expresión de la adivinación es precisamente ésta de la necromancia o espiritismo, es decir, recurrir a los espíritus de los muertos para a través de ellos desvelar el futuro o cualquier otro aspecto de la vida. En esto los grupos espiritistas siguen el pensamiento de Allan Kardec o de otros autores que desarrollan doctrinas que no son aceptables desde la fe cristiana. Por ejemplo, no creen en un Dios personal, sino más bien en un concepto panteísta, que unifica a Dios con el conjunto de todas las cosas; al aceptar la reencarnación niegan la obra redentora de Cristo y piensan que todo funciona en el universo por una causa automática.Entre los fenómenos espiritistas o parapsicológicos, que a veces se dan en estas sesiones, se enumeran: el magnetismo o influjo de la energía vital sobre otros cuerpos, la telepatía o proyección a distancia de una influencia sugestiva por medio de la mente, el sueño hipnótico durante el cual la persona responde preguntas con aparente conocimiento de cosas ocultas, la levitación de objetos ligeros bajo el ascendiente del médium, el movimiento de objetos en la ouija o tablero alfabético, la escritura automática, etc. En cada caso debe estudiarse el origen de estos fenómenos, que ciertamente no son producidos por espíritus, sino por cierto magnetismo de las personas o por trucos engañosos.Algunos de estos fenómenos pertenecen al ámbito de la parapsicología y, por tanto, al dominio de la ciencia, aunque siguen siendo de difícil explicación; a veces presentan un cierto halo de misterio que suscita interrogantes sobre la realidad de la vida y de la muerte. Generalmente, se utilizan con fines ambiguos, falsamente religiosos, incluso con propósitos comerciales o de dominio de las personas. Interactúan con estos tipos de adivinación diferentes grupos esotéricos u ocultistas de origen antiguo o reciente, que siempre presumen poder “abrir una puerta” para hacer entrar en el conocimiento de verdades ocultas y adquirir poderes espirituales especiales.Esta práctica de los médium y de los participantes de invocar las almas de los difuntos en sesiones espiritistas introduce una forma de alienación del presente y produce una mistificación de la fe en el más allá. Por tanto, esto genera confusión, miedo y aun ciertas enfermedades mentales en algunas personas; causa, especialmente en los jóvenes, grandes equivocaciones y no pocas veces con consecuencias preocupantes a nivel moral. Es evidente, por tanto, que estas prácticas son inaceptables. En lugar del sentido religioso, de la búsqueda de Dios y de la participación en la vida sacramental, introducen comportamientos incompatibles con la verdad de la fe cristiana.Desde el Antiguo Testamento se condena con severidad esta práctica: No vayan donde nigromantes ni adivinos… ni evoquen muertos… Todo el que practique estas cosas expresa una abominación hacia Dios (cf Dt 18,9-13). Yo soy el Señor, el único Dios de Ustedes (Lev 19,31; Jer 27,9; 29,8; Is 44,25). En el tiempo de los Apóstoles se advierte que al desviarse de la verdadera doctrina se cae en fábulas o se queda a merced de falsos profetas (2 Tim 4,3-4; 1 Jn 4,1). Sólo el conocer y el vivir el Evangelio nos libra de estas formas de neopaganismo, que engañan, desubican de la realidad, traen situaciones preocupantes a nivel psíquico y, sobre todo, alejan de Dios, única fuente de la verdad y de la vida.+ Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín