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Antecedentes de la Carta Apostólica Desiderio Desideravi
Tags: carta apostólica desiderio desideravi motu propio traditionies custodes ecclesia dei smmorm pontificm Iglesia

El 29 de junio del año 2022 el papa Francisco regaló a la Iglesia un texto dedicado a la liturgia. Se trata de la Carta Apostólica Desiderio Desideravi[1], sobre la formación litúrgica del Pueblo de Dios, que desarrolla los resultados de la plenaria de febrero de 2019 del Dicasterio del Culto Divino y sigue al motu proprio Traditionis Custodes, reafirmando la importancia de la comunión eclesial en torno al rito surgido de la reforma litúrgica postconciliar.
La Carta Apostólica es el punto de llegada de un proceso que tuvo sus orígenes en la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II, a raíz del desacato del arzobispo de Dakar (Senegal), Monseñor Marcel Lefebvre (+ 1991) de los acuerdos aprobados por los padres conciliares y férreo defensor de la vieja ortodoxia, idea que lo impulsó a fundar, en 1968, la Fraternidad Sacerdotal San Pío X. Suspendido a divinis en 1976 por el Vaticano, Monseñor Lefevre, continuó ordenando sacerdotes y obispos partidarios de su ideario, por lo que fue excomulgado definitivamente en 1988, por el papa Juan Pablo II.
1. Quattuor Abhinc Annus
Juan Pablo II, deseando ayudar a este grupo y demás partidarios del rito de la misa anterior a la reforma, concedió el indulto Quattuor Abhinc Annus[2], en forma de instrucción publicada por la Congregación del Culto Divino, el 3 de octubre de 1984. La instrucción llega cuatro años después de una consulta de la Santa Sede a los obispos “sobre el modo en el cual los presbíteros y los fieles en sus diócesis, adoptaron el Misal promulgado por el papa Pablo VI; las dificultades sobrevinientes a la aplicación de la reforma litúrgica, y las resistencias que hubiere que superar”[3] . Para hacer uso de este indulto, se debía guardar las siguientes condiciones: “debe constar sin ambigüedades que tales sacerdotes y fieles no tienen parte con los que dudan de la legitimidad y rectitud doctrinal del Misal Romano promulgado por el Romano Pontífice Pablo VI en 1970”; “esa celebración sólo será útil para los grupos que la pidieron; en las iglesias y oratorios que el Obispo diocesano señalare (no así en templos parroquiales, a no ser que el Obispo lo conceda para casos extraordinarios)”; “en los días y condiciones que el mismo Obispo estableciera por costumbre o por una eventualidad, deberán celebrar siguiendo el Misal del año 1962 y en latín; no deberán mezclar los ritos y los textos de ambos Misales”; “cada Obispo reportará a esta Congregación sobre las concesiones que otorgue, y al culminarse el año de la concesión del presente indulto, dará cuenta de los resultados obtenidos con su aplicación”[4].
2. Carta Apostólica Ecclesia Dei
Más adelante, el Pontífice, como signo de la solicitud del Padre común para con todos sus hijos, expidió la Carta Apostólica Ecclesia Dei[5], dada en forma de motu proprio, el 2 de julio de 1988, y constituyó la Pontificia Comisión Ecclesia Dei, “con la tarea de colaborar con los obispos, con los dicasterios de la Curia Romana y con los ambientes interesados, para facilitar la plena comunión eclesial de los sacerdotes, seminaristas, comunidades, religiosos o religiosas, que hasta ahora estaban ligados de distintas formas a la Fraternidad fundada por el arzobispo Lefebvre y que deseen permanecer unidos al Sucesor de Pedro en la Iglesia católica, conservando sus tradiciones espirituales y litúrgicas”[6]. En su escrito, además, el Papa, exhortó a los obispos a utilizar amplia y generosamente esta facultad en favor de los fieles que lo solicitasen.
3. Carta Apostólica Summorum Pontificum y Carta Con grande fiducia
En la misma línea de solicitud pastoral, el papa Benedicto XVI, el 7 de julio de 2007, publicó la Carta Apostólica Summorum Pontificum[7], dada en forma de motu proprio, y amplió y actualizó la indicación general del motu proprio Ecclesia Dei, sobre la posibilidad de utilizar el Missale Romanum de 1962, con normas más precisas y detalladas. En dicha carta, el Papa, estableció la distinción entre dos formas del mismo rito romano: una forma llamada “ordinaria”, que se refiere a los textos litúrgicos del Misal Romano revisados siguiendo las indicaciones del Concilio Vaticano II, y una forma denominada “extraordinaria”, que corresponde a la liturgia que regía antes del aggiornamento litúrgico. En la carta a los obispos que acompaña al motu proprio[8], Benedicto XVI precisaba muy bien que su decisión de hacer coexistir los dos misales no tenía solamente por objeto satisfacer el deseo de ciertos grupos de fieles adherentes a las formas litúrgicas anteriores al Concilio Vaticano II, sino también permitir el mutuo enriquecimiento de las dos formas del mismo rito romano, es decir, no sólo hacer posible su coexistencia pacífica sino también posibilitar su perfeccionamiento, subrayando los mejores elementos que los caracterizan. A propósito de esto escribía que “las dos formas de uso del rito romano pueden enriquecerse recíprocamente: se podrá y se deberá incluir en el antiguo misal a los nuevos santos y algunos de los nuevos prefacios [... ]. En la celebración de la Misa según el misal de Pablo VI se podrá manifestar, de un modo más enérgico que lo que se ha hecho hasta el presente, esa sacralidad que atrae a numerosas personas hacia la forma antigua del rito romano”[9]. Por tanto, las condiciones para el uso del misal de 1962 establecidas en los documentos anteriores Quattuor abhinc annis y Ecclesia Dei, fueron sustituidas por las siguientes:
En las misas celebradas sin pueblo, “todo sacerdote católico de rito latino, tanto secular como religioso (idóneo y sin impedimento jurídico), puede utilizar tanto el Misal Romano editado por el beato Papa Juan XXIII en 1962 como el Misal Romano promulgado por el Papa Pablo VI en 1970, en cualquier día, exceptuado el Triduo Sacro…, no necesita permiso alguno” (art. 2); “las comunidades de los Institutos de vida consagrada y de las Sociedades de vida apostólica, tanto de derecho pontificio como diocesano; los fieles que lo pidan voluntariamente”; puede tener lugar en día ferial; los domingos y las festividades” (art. 3); “el párroco,, puede conceder la licencia para usar el ritual precedente en la administración de los sacramentos del Bautismo, del Matrimonio, de la Penitencia y de la Unción de Enfermos, si lo requiere el bien de las almas” (art. 5, 3; 9, 1 ); “a los ordinarios se concede la facultad de celebrar el sacramento de la Confirmación usando el precedente Pontifical Romano” (art. 9, 2); “el ordinario del lugar, si lo considera oportuno, puede erigir una parroquia personal según la norma del canon 518 para las celebraciones con la forma antigua del rito romano” (art. 10)[10].
4. Carta Apostólica Ecclesiae unitatem
En este camino de acercamiento de la Santa Sede a la Fraternidad San Pío X, el Pontífice, publicó la Carta Apostólica en forma de motu proprio Ecclesiae unitatem[11], el 2 de julio de 2009, en la que reformó la estructura de la Comisión Ecclesia Dei, uniéndola de manera estrecha a la Congregación para la doctrina de la fe y retiró “la pena de excomunión a los cuatro obispos ordenados sin mandato pontificio por el arzobispo Lefebvre en 1988: Bernard Fellay, Bernard Tissier de Mallerais, Richard Williamson y Alfonso de Galarreta”[12]. Con esa decisión, el Pontífice, “quiso suprimir un impedimento que podía impedir la apertura de una puerta al diálogo e invitar así a los obispos y a la Fraternidad San Pío X a volver al camino de la comunión plena con la Iglesia”[13].
La renuncia del papa Benedicto XVI, el 28 de febrero de 2013, y los vientos de reforma del nuevo pontífice, el papa Francisco, suscitaron resistencia en algunos sectores de la Iglesia. En Colombia, el rostro visible de ésta resistencia fue el catedrático José Galat Noumer (+2019), presidente de la Universidad “La Gran Colombia”, quien cuestionó la legitimidad del papa Francisco en varias ocasiones por su canal de televisión Teleamiga, por lo que la Conferencia Episcopal consideró que Teleamiga no podría ser considerado un canal católico y pidió a sacerdotes, religiosos y laicos a retirar el apoyo a ese canal, el 25 de julio del año 2017[14].
5 Carta apostólica sobre la Comisión Pontificia Ecclesia Dei
Con la misma intencionalidad pastoral y de comunión eclesial de sus predecesores, el Papa Francisco, suprimió la Comisión pontificia Ecclesia Dei, el 19 de enero de 2019, y pasó sus tareas a la Congregación para la Doctrina de la Fe, considerando que en la actualidad han cambiado las condiciones que llevaron al santo Pontífice Juan Pablo II al establecimiento de dicha Comisión[15]. Luego, a los dos años siguientes, y después de una consulta amplia al episcopado, el Pontífice, promulgó la Carta Apostólica Traditionis Custodes, sobre el uso de la liturgia romana antes de la reforma de 1970, el 16 de julio de 2021[16], y cerró el camino a la “forma extraordinaria” de la misa. Los resultados lamentaron que una cosa hecha para ayudar pastoralmente a quienes habían vivido una experiencia anterior, se fuera transformando en ideología. Es entonces, cuando el Papa, reconoce la necesidad de normas claras para quienes no habían vivido esa experiencia y buscan los ritos tridentinos por moda, por mero gusto, sin saber latín y por tanto sin saber lo que están orando[17]. Sin embargo, el Papa, no prohibió la celebración de la Misa tridentina, sino que dispuso que cada obispo la supervise y apruebe.
6. Carta Apostólica Traditionis Custodes
En esa Carta, el Pontífice, estableció que: “los libros litúrgicos promulgados por los santos Pontífices Pablo VI y Juan Pablo II, en conformidad con los decretos del Concilio Vaticano II, son la única expresión de la lex orandi del Rito Romano” (art. 1); “al obispo diocesano, le corresponde la regulación de las celebraciones litúrgicas en su propia diócesis. Por tanto, es de su exclusiva competencia autorizar el uso del Missale Romanum de 1962 en la diócesis, siguiendo las orientaciones de la Sede Apostólica” (art. 2); “los presbíteros ordenados después de la publicación del presente Motu proprio, que quieran celebrar con el Missale Romanum de 1962, deberán presentar una solicitud formal al obispo diocesano, que consultará a la Sede Apostólica antes de conceder la autorización” (art. 4)[18].
Esta situación de personas que no tienen muy claro qué están orando o el sentido de determinados ritos fue la motivación del Pontífice para urgir una formación litúrgica seria y vital, en su Carta Apostólica Desiderio Desideravi[19].
¿Cómo se manifiesta el fenómeno del tradicionalismo en su Iglesia particular?
P. Jairo de Jesús Ramírez Ramírez
Director del Departamento de Liturgia del SPEC
[1] Francisco. Desiderio Desideravi, sobre la formación litúrgica del pueblo de Dios (29/06/2022). Madrid: BAC-documentos, 2022.
[2] Sagrada Congregación para el Culto Divino. “Indulto para usar el Misal Romano de 1962”. En: Acta Apostolicae Sedis (AAS), 76 (1984), pp. 1088-1089.
[3] Ibíd.
[4] Ibíd.
[5] Juan Pablo II. Carta Apostolica “Ecclesia Dei” en forma de motu proprio (2 de julio de 1988). En: AAS 80 [1988] 1498; cf. L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 10 de julio de 1988, p. 24).
[6] Ibíd.
[7] Benedicto XVI. Carta Apostólica Summorum Pontificum (7 de julio de 2007). En: AAS 99 [2007], pp. 777-781.
[8] Benedicto XVI. Carta Con grande fiducia (7 de julio de 2007), en AAS, 99 (2007), pp. 795-799.
[9] Ibíd.
[10] Ibíd.
[11] Benedicto XVI. Carta Apostólica en forma de motu proprio Ecclesiae Unitatem (2 de julio de 2009).
[12] Ibíd.
[13] Ibíd.
[14] Cfr. Conferencia Episcopal de Colombia. Comunicado n. 002 (25 de julio de 2017). En: https://www.cec.org.co/sites/default/files/2017%20ComTeleamiga.pdf, consultado el 19 de octubre de 2022.
[15] Cfr. Francisco. Carta apostólica en forma de motu sobre la comisión pontificia “Ecclesia Dei”, (17 de enero de 2019).
[16] Francisco. Carta Apostólica Traditionis Custodes, sobre el uso de la liturgia romana antes de la reforma de 1970 (16 de julio de 2002).
[17] Cfr. Tadeo Albarracín. Antecedentes de la Carta Desiderio Desideravi, en: https://elcatolicismo.com.co/iglesia-hoy/formacion/los-antecedentes-de-la-carta-apostolica-desiderio-desideravi, consultado el 1 de octubre de 2022.
[18] Ibid.
[19] Francisco. Desiderio Desideravi, Op., cit.



Pascua y año litúrgico
Lun 7 Abr 2025

Proteger y defender la familia
Jue 27 Mar 2025


Mar 11 Mar 2025
San José, modelo de santidad por la obediencia a la Voluntad de Dios
Mons. José Libardo Garcés Monsalve- Celebramos el próximo 19 de marzo la solemnidad de San José, patrono de la Iglesia universal de nuestra Diócesis y de varias instituciones de nuestra Iglesia Particular. Ese día viviremos la Eucaristía con el jubileo del Seminario Mayor y Menor. Es una oportunidad para reflexionar sobre las virtudes de San José, que vamos descubriendo cada vez que nos adentramos en su misión de custodio de María y del Niño Jesús. Aquí consideramos a San José como modelo de santidad por la obediencia a la voluntad de Dios, ya que escuchó lo que Dios le pedía y en silencio y con corazón limpio y disponible obedeció al plan de Dios.Hoy la obediencia es una virtud poco común en la sociedad, porque cada uno quiere defender su autonomía y su deseo de prevalecer con sus propios planes y proyectos. San José obediente a la voluntad de Dios enseña a entregar la vida, aunque no se entienda el alcance de la misión y de lo que Dios pide. Así lo expresa la Palabra de Dios: “El nacimiento de Jesús, el Mesías, fue así: su madre María estaba prometida a José y, antes de vivir juntos, resultó que esperaba un hijo por la acción del Espíritu Santo. José su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió separarse de ella en secreto” (Mt 1, 18 - 19), manifestando aquí la incertidumbre en la que entró San José, pero con la serenidad que proviene de una vida interior contemplativa, pudo escuchar la voz de Dios.Cuando San José tiene todo decidido y su plan organizado, Dios le pide que entregue su vida a su voluntad, “Después de tomar esta decisión, el ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas aceptar a María como tu esposa, pues el hijo que espera viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados. Cuando José se despertó del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había mandado” (Mt 1, 20 - 24), sin entender obedeció a Dios en actitud contemplativa, orante y silenciosa.En la Palabra de Dios encontramos a San José como el hombre que no habla, sino que obedece. Con su obediencia lleva adelante las promesas de Dios que garantizan la llegada del Salvador al mundo para liberarnos de la esclavitud del pecado. San José habló más con el silencio que con las palabras, él aceptó la misión que Dios le confió y la cumplió totalmente en una actitud de obediencia sin límites. San José el hombre de la fe y de la obediencia, es modelo en nuestro camino de vida cristiana, que exige de nuestra parte hacer y amar la voluntad de Dios.San José con fe firme nos enseña a escuchar la voz de Dios, con la disposición de la obediencia a su voluntad, con docilidad a su Palabra. La misión que se le confiaba no era fácil de entender en el momento, sin embargo, con la simplicidad de su vida interior, supo contemplar al Señor y obedecer sus mandatos desde una vida silenciosa. Al respecto San Juan Pablo II en Redemptoris Custos (Custodio del Redentor) afirma: “El clima de silencio que acompaña a todo cuanto concierne a la figura de José se extiende también a su trabajo de carpintero en su casa de Nazaret. Se trata de un silencio que revela de manera especial el perfil interior de esta figura. Los Evangelios hablan exclusivamente de lo que José ‘hizo’, pero permite descubrir en estas ‘acciones’, envueltas en el silencio, un clima de profunda contemplación del misterio de Dios” (RC 25).La contemplación del misterio de Dios en una actitud silenciosa, refleja en la obediencia a la voluntad de Dios, la limpieza de la vida interior que solamente tiene lugar para las cosas del Señor, reflejando con ello que la gracia de Dios está por encima de cualquier proyecto humano. Desde el primado de la Gracia de Dios y de la vida interior, San José enseña la sumisión a Dios, como disponibilidad para dedicar la vida de tiempo completo a la misión que el Señor confía, logrando hacer su voluntad, desde el ejercicio piadoso y devoto a las cosas del Padre Celestial, que ocupaban el tiempo del Niño Jesús, desde que estaba en el templo en medio de los doctores de la ley escuchándolos y haciéndoles preguntas (Cf. Lc 2, 46-49).San José modelo de santidad por la obediencia a la voluntad de Dios, nos enseña a vivir la Fe sin buscar protagonismos, a vivir la Esperanza con la confianza puesta en Dios aún en los momentos de dolor, a saber, estar como María al pie de la Cruz esperando la promesa de la salvación, y a vivir en cada momento la Caridad como amor total a Dios y al prójimo en una entrega de total donación a la voluntad de Dios.La Iglesia siempre ha mirado a María y a José como modelos y patronos, reconociendo que ellos, no sólo merecieron el honor de ser llamados a formar la familia en la que el Salvador del mundo quiso nacer, sino que son el signo del creyente que se santifica obedeciendo a la voluntad de Dios. Que la contemplación de la figura de San José nos ayude a todos nosotros a ponernos en camino, dejando que la palabra de Dios sea nuestra luz, para que así, encendido nuestro corazón por ella (Cf. Lc 24, 32), podamos ser auténticos discípulos misioneros de Jesús, cumpliendo con el mandato misionero que nos pide: Sean mis testigos, por todos los confines de la tierra.En unión de oraciones, reciban mi bendición.+José Libardo Garcés MonsalveObispo de la Diócesis de Cúcuta

Lun 3 Mar 2025
Bautismo y Cuaresma
Por Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - El 5 de marzo damos inicio al tiempo litúrgico de la Cuaresma. Como bien se sabe, son 40 días de preparación para la gran solemnidad de la Pascua, a través de la oración, la penitencia y la limosna.Este año coincide con el Jubileo de la Esperanza. En este sentido, las actividades jubilares están en íntima consonancia con el propósito de la Cuaresma, que nos invita a tener la valentía de la conversión de corazón, desde lo profundo de nuestro ser.Sin embargo, desde tiempos inmemoriales, la Cuaresma tiene una dimensión bautismal, que es la que le da sentido a este tiempo de gracia. Durante la Cuaresma, los catecúmenos terminaban su preparación para ser admitidos y bautizados en la noche santa de la Pascua; y los pecadores, tenían -y la siguen teniendo- la oportunidad de reorientar sus vidas y recibir el perdón de sus pecados y poder participar plenamente en la pascua en comunidad.Por eso mismo, abordar el tema del bautismo en este contexto, es necesario y más cuando se vuelve urgente que volvamos todos al amor primero, al bautismo.La XVI Asamblea general ordinaria del Sínodo de Obispos, por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión, que se realizó el mes de octubre de 2024, abordó de una manera especial el tema del bautismo como base importante de la dimensión sinodal del pueblo de Dios, que en nuestro caso, resulta providencial, puesto que en nuestras líneas pastorales hemos puesto en primer lugar el bautismo como el sacramento que estamos llamados a valorar en su justa dimensión, pues los cristianos debemos vivir con coherencia el bautismo recibido.Me permito destacar apartes de la primera parte de las conclusiones que tiene como título “El corazón de la sinodalidad. Llamados por el Espíritu a la conversión”. Aquí se destaca la aproximación a la Iglesia, entendida como pueblo de Dios sacramento de unidad, en donde se afirma que del bautismo brota la identidad del Pueblo de Dios y se realiza la llamada a la santidad y el envío a la misión (cfr. n.15). Luego, en los números 21 a 28, aborda el tema de las raíces sacramentales del pueblo de Dios. Aquí transcribo lo siguiente:24. “No es posible comprender plenamente el Bautismo sino dentro de la Iniciación cristiana, es decir, el itinerario a través del cual el Señor, por el ministerio de la Iglesia y el don del Espíritu, nos introduce en la fe pascual y en la comunión trinitaria y eclesial. Este itinerario conoce una importante variedad de formas, según la edad en la que se emprende, los diferentes acentos propios de las tradiciones orientales y occidentales, y las especificidades de cada Iglesia local. La iniciación nos pone en contacto con una gran variedad de vocaciones y ministerios eclesiales … (sic).25. Dentro del itinerario de la iniciación cristiana, el sacramento de la Confirmación enriquece la vida de los creyentes con una particular efusión del Espíritu con miras al testimonio. El Espíritu que llenó a Jesús (cf. Lc 4,1), que lo ungió́ y lo envió́ a anunciar el Evangelio (cf. Lc 4,18), es el mismo Espíritu que se derrama sobre los creyentes como sello de pertenencia a Dios y como unción que santifica. Por eso la Confirmación, que hace presente la gracia de Pentecostés en la vida del bautizado y de la comunidad, es un don de gran valor para renovar el prodigio de una Iglesia movida por el fuego de la misión, que tiene el valor de salir a los caminos del mundo y la capacidad de hacerse comprender por todos los pueblos y culturas… (sic).26. La celebración de la Eucaristía, especialmente el domingo, es la primera y fundamental forma en la que el Pueblo santo de Dios se encuentra y reúne. Por medio de la celebración eucarística, “se significa y se realiza la unidad de la Iglesia” (UR 2). En la “participación plena, consciente y activa” (SC 14) de todos los fieles, en la presencia de los diversos ministerios y en la presidencia del obispo o presbítero, se hace visible la comunidad cristiana, en la que se realiza una corresponsabilidad diferenciada de todos para la misión. Por eso la Iglesia, Cuerpo de Cristo, aprende de la Eucaristía a articular unidad y pluralidad: unidad de la Iglesia y multiplicidad de asambleas eucarísticas; unidad del misterio sacramental y variedad de tradiciones litúrgicas; unidad de la celebración y diversidad de vocaciones, carismas y ministerios. Nada muestra mejor que la Eucaristía que la armonía creada por el Espíritu no es uniformidad y que todo don eclesial está destinado a la edificación común. Cada celebración de la Eucaristía es también expresión del deseo y de la llamada a la unidad de todos los bautizados, que todavía no es plena y visible. Donde no es posible la celebración dominical de la Eucaristía, la comunidad, deseándola, se reúne en torno a la celebración de la Palabra, donde Cristo sigue estando presente” … (sic).Invito pues a los sacerdotes, diáconos, catequistas y fieles en general, a reflexionar en el valor del bautismo recibido, a evaluar la forma como han asumido sus compromisos, y la manera como el itinerario de formación sacramental, que lleve al crecimiento y madurez de la fe cristiana, se está llevando a cabo. Nuestro propósito es propiciar procesos que permitan adentrarse más y mejor el corazón mismo del Señor y de la Iglesia. Buena Cuaresma bautismal para todos.+Luis Fernando Rodríguez VelásquezArzobispo de Cali

Mié 26 Feb 2025
“El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones” (Rom 5, 5)
Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve- Nos encontramos próximos a iniciar el tiempo de cuaresma con el miércoles de ceniza el próximo 5 de marzo, con una invitación concreta a transformar nuestra vida en Cristo, con el llamado del Señor en su Palabra: “Conviértete y Cree en el Evangelio” (Mc 1, 15), que consiste en reorientar la vida hacia Dios y renovar la FE en la buena noticia del Reino de Dios, recordándonos la necesidad de conversión y penitencia que en el tiempo de cuaresma y particularmente en este año jubilar, tenemos que reforzar para purificar nuestra conciencia del mal y el pecado y totalmente purificados recibir la gracia de Dios que nos perdona y nos reconstruye interiormente porque “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones” (Rom 5, 20).Para reconocer el pecado personal es necesario estar muy cerca de Dios, para poder sentir el dolor por el rechazo a Él por el mal que hace nido en el corazón, descubriendo con el pecado la gran pérdida de la gracia. Así lo expresa el Catecismo de la Iglesia Católica: “El pecado está presente en la historia del hombre: sería vano intentar ignorarlo o dar a esta oscura realidad otros nombres. Para intentar comprender lo que es el pecado, es preciso en primer lugar reconocer el vínculo profundo del hombre con Dios, porque fuera de esta relación, el mal del pecado no es desenmascarado en su verdadera identidad de rechazo y oposición a Dios, aunque continúe pesando sobre la vida del hombre y sobre la historia” (CCE 386).Cuanto más cerca estamos de Dios más podemos sentir el desastre y las heridas que causa el pecado en la vida personal, sin embargo, tenemos la posibilidad en Jesucristo Nuestro Señor de recuperarnos, recibiendo su perdón misericordioso tal como lo hizo con la mujer adúltera cuando le dijo: “Tampoco yo te condeno. Puedes irte, pero no vuelvas a pecar” (Jn 8, 11), indicando con ello que el ser humano pecador no quedó abandonado por Dios, al contrario, como Padre misericordioso siempre va en busca de la oveja perdida. Así lo expresa el Catecismo de la Iglesia Católica: “Tras la caída, el hombre no fue abandonado por Dios. Al contrario, Dios lo llama (Cf Gn 3, 9) y le anuncia de modo misterioso la victoria sobre el mal y el levantamiento de su caída (Cf Gn 3,15)” (CCE410), porque “Donde abundó el pecado, sobre abundó la gracia” (Rm5,20) y en la bendición del Cirio Pascual en la noche santa de la Pascua reconocemos “el amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones” (Rom 5, 5), cuando cantamos “¡Oh feliz culpa que mereció tal y tan grande Redentor!”.Frente a la realidad del pecado que nos agobia y destruye, tenemos la certeza que es la gracia salvadora de Dios para con toda la humanidad que se nos ha ofrecido desde el madero de la Cruz, donde Jesús entregó su vida en rescate por todos, la que nos purifica y esto es posible por el amor de Dios que es infinito y que Él permanentemente derrama en nuestros corazones. De tal manera que en Jesucristo no todo está perdido, tenemos la esperanza de ser perdonados, que es la certeza que la gracia de Dios sobreabunda en nuestras vidas. De esta realidad nosotros somos testigos y tenemos la misión de anunciarlo a los demás, siendo instrumentos de la misericordia del Padre.El mundo, nuestra región y también muchas de nuestras familias se están destruyendo por causa del pecado. Muchos desesperados en las angustias y tragedias que causa el mal, siguen buscando una salida sin Dios. Desde la Fe damos testimonio que sin Dios es imposible una solución, por eso es hora de volver al Señor, haciendo resonar en el corazón las palabras que escucharemos el miércoles de ceniza y durante este año jubilar: “Conviértete y cree en el Evangelio” (Mc 1, 15), tomando conciencia que: “Ya no pesa, por tanto, condenación alguna sobre los que viven en Cristo Jesús, porque la ley del Espíritu vivificador me ha liberado por medio de Cristo Jesús de la ley del pecado y de la muerte” (Rm 8, 1-2), porque Cristo murió para que nosotros fuéramos perdonados y que en nuestra vida sobreabundara la gracia.La certeza del perdón en Cristo la tenemos que renovar permanentemente en nuestra vida. Todos somos pecadores, pero lo que se espera de todos los cristianos es que no permanezcamos en situación de pecado, sino que frente al pecado busquemos el recurso de la gracia mediante el sacramento de la confesión, que nos reconstruye interiormente y nos devuelve la gracia de Dios.Aprovechemos este año jubilar para revisar nuestra vida en ambiente de oración contemplativa y recibamos las gracias que nos trae el jubileo, para seguir en nuestra vida perdonados, reconciliados y en paz. Que esta cuaresma que estamos prontos a iniciar sea un tiempo para recibir “el amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones” (Rom 5, 5), donde dejemos que sobreabunde la gracia de Dios en nuestras vidas, para reafirmar nuestra respuesta de Fe, Esperanza y Caridad a la llamada que Dios nos hace a la conversión y a la Santidad, escuchando y leyendo el mensaje del Señor, meditándolo y creyendo en su Palabra y con ello convertir nuestra vida en Cristo para decir con San Pablo: “Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,20) y poder cumplir con el mandato del Señor: Sean mis testigos.En este camino espiritual contamos con la protección maternal de la Santísima Virgen María y la custodia del Glorioso Patriarca San José, quienes escucharon la Palabra de Dios y entregaron su vida para hacer su voluntad, viviendo siempre en la gracia de Dios.En unión de oraciones, reciban mi bendición.+José Libardo Garcés MonsalveObispo de la Diócesis de Cúcuta

Lun 24 Feb 2025
Homilía ordenación episcopal monseñor Alexander Matiz Atencio
Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - “Con la mirada fija en Jesús, el que inicia y perfecciona nuestra fe” (Hb, 12, 2); con la mirada fija en el Cristo milagroso que preside esta basílica, los invito a contemplar el misterio del amor de Dios que nuevamente se desparrama sobre esta Iglesia diocesana de Buga al concederle un nuevo obispo en la persona del presbítero Alexander Matiz Atencio.Recordamos agradecidos y oramos por quienes han sido sus antecesores, hoy, de manera especial por Mons. José Roberto Ospina Leongómez, quien después de más de 12 años de servicio entrega el cayado de pastor de Buga al nuevo obispo, con la tranquilidad del deber cumplido, para la gloria de Dios y el bien de la Iglesia. A monseñor José Roberto lo saludamos y le expresamos nuestra sincera y ferviente gratitud por su generosa entrega a la Iglesia colombiana y de Buga en sus 21 añosde vida episcopal.Hoy la Diócesis de Buga está alegre. Celebra la dedicación de su iglesia catedral y la consagración de la diócesis al patrocinio de San Pedro.La celebración litúrgica de hoy, la Cátedra de San Pedro, es fiesta en Buga, y lo será todavía más, porque en este día su Obispo es consagrado y asume con alegría la misión de ser su padre, amigo y pastor.La diócesis de Buga acoge un presbítero ordenado en la Arquidiócesis de Cali, quese alegra de entregarles un servidor fiel, solidario, amante y servidor de los pobres. Como su arzobispo y ahora su metropolitano, me llena de júbilo y honor poder imponerle las manos, y con mis hermanos obispos, elevar al Pastor de los pastores nuestra oración por el buen éxito de la misión que el Señor, a través del papa Francisco, le ha confiado.Mi saludo y gratitud al señor Nuncio, moseñor Paolo Rudelli por la reiterada confianza que ha tenido en la Provincia eclesiástica de Cali, al llamar recientemente a tres de sus hijos al episcopado en nombre del Papa.Gracias, señor Nuncio por su cercanía y presencia entre nosotros. En esta fiesta de la Cátedra de san Pedro, le pido el favor de hacer llegar al Santo Padre el amor que este pueblo le tiene, así como nuestra oración por su ministerio apostólico y susalud.Todos conocemos diversas facetas de la vida de San Pedro. Todos sabemos cómo a pesar de haberse reconocido pecador, el Señor lo llama; le cambia el nombre de Simón por Cefas (piedra); lo acompaña, comprende y educa en los distintos momentos de su vida; lo va puliendo y formando desde dentro; se le da a conocer y hace posible que en él actúe el poder de Dios, y le ayuda a caer en la cuenta que el conocimiento que va teniendo de su naturaleza divina, al reconocerlo como “el Mesías, el Hijo de Dios vivo”, le es revelado por el Padre que está en el cielo (cfr. Mt. 16, 16 – 17).Así, Jesús lo va transformando de pescador de peces en pescador de hombres; lo va llenando de su fortaleza para que al final se identifique tanto con él, que su triple profesión de amor se hizo testimonio de vida crucificado por ese mismo amor en Roma.Y a lo largo del camino, el pescador y analfabeta Pedro se fue llenando de la sabiduría que viene de lo alto. No solo ejercía el liderato entre los apóstoles y discípulos, sino que los orientaba con su palabra y ejemplo.Si bien es cierto que la fiesta de la Cátedra de San Pedro nos remite a la misión que el Papa tiene de guiar y enseñar al pueblo santo de Dios, y por eso oramos con sincero corazón por el papa Francisco, sucesor de Pedro en nuestros días, también es cierto que esta fiesta nos permite reconocer en el apóstol Pedro y en los sucesores de los apóstoles a los hombres elegidos por el mismo Cristo paraconstituirlos en la roca firme sobre la que se edifica la iglesia de ayer, hoy y mañana. Y en esta misión estamos los obispos. Y para esta misión has sido llamado, apreciado monseñor Alexander.El rito de ordenación recoge la múltiple y variada misión que debe realizar el obispo. Al responder libremente a las preguntas del interrogatorio inicial, el candidato asume el reto de hacer posible que el Reino de Dios, inaugurado por Cristo, se siga expandiendo en el mundo.Es por esto que, dentro de poco, te voy a preguntar, entre otras cosas, si quieres edificar la Iglesia, Cuerpo de Cristo y permanecer en su unidad con el Orden de los Obispos bajo la autoridad del sucesor de Pedro; si Quieres obedecer fielmente al sucesor de Pedro, y si quieres cuidar del pueblo santo de Dios y dirigirlo por el camino de la salvación con amor de padre. En estas tres preguntas encontramos la centralidad de la misión episcopal.Con amor de padre estás siendo llamado a acompañar a tus hijos para que conozcan a Jesucristo, y con Él, hagan posible que el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, se siga edificando en todos los rincones de tu jurisdicción. Me viene ahora a la mente la promesa de Yahvé al pueblo de Israel a través del profeta Jeremías: “Les daré pastores conforme a mi corazón, que los aparecerán con ciencia y con sabiduría” (Jr. 3,15). Esa promesa se sigue cumpliendo también hoy, aquí en Buga. Es muy significativo que la palabra edificar aparezca en el rito. Ya el apóstol Pablo también dirá que “por la gracia que Dios me ha concedido, yo, como hábil arquitecto, puse los cimientos, pero otro continúa la construcción” (1Cor, 3, 10). Dentro de tus saberes, apreciado Alexander, fuera de los estudios eclesiásticos, eres también arquitecto. Entiendes de sobra lo que significa edificar sobre bases firmes, antisísmicas, se diría hoy. Qué bueno que, en tu misión en Buga, y como obispo al servicio de la Iglesia en Colombia, seas hábil arquitecto, al estilo de Pablo, para que la comunidad que se te confía, pueda resistir los embates de las tormentas o de los sismos que pretenden impedir la construcción de la obra de la fe de la Iglesia o destruirla.La Diócesis de Buga, con la siembra hecha por tus antecesores, tiene bases sólidas; haz que sean realmente antisísmicas a través de la evangelización centrada en la persona de Jesús, animando a tus hijos y colaboradores a perseverar en la fe, aun en medio de la prueba.Para lograr este objetivo, ten presente en todo momento lo que el apóstol Pedro te ha dicho hoy: “Apacienta el rebaño de Dios que te ha sido confiado; vela por él, de buena gana, como quiere Dios; no a la fuerza ni por un interés mezquino, sino con abnegación; no como dueño de aquellos que están a tu cuidado, sino siendo de corazón ejemplo para el rebaño” (1Pe. 5, 2 – 3).En las conclusiones del Sínodo sobre la sinodalidad del 2024, se dice que “la tarea del Obispo es presidir una Iglesia local, como principio visible de unidad en su interior y vínculo de comunión con todas las Iglesias” (n. 69) y que “el servicio del obispo se realiza en, con y para la comunidad, realizado a través de la proclamación de la Palabra, la presidencia de la celebración de la Eucaristía y de los demás sacramentos (n. 70).Apreciado Alexander. Los retos que tiene la Iglesia son enormes y, por tanto, los desafíos del obispo son inmensos. Trabajar por la sinodalidad, fomentar la santidad del rebaño y allanar el camino al cielo, resumen algunos de los aspectos que se espera del obispo de hoy. Por eso mismo, tu lema “Todo lo puedo en aquel que me conforta (Filp. 4,13) tiene pleno sentido porque será el Señor quien realmente haga posible que el edificio crezca. Ten presente en todo momento lo que dijimos con el salmista: “Aunque camine por cañadas oscuras nada temo, porque tú vas conmigo”. Apreciado Alexander: confía, espera y ama.Recibes le ordenación episcopal también en el marco del año santo, cuando el Papa nos ha exhortado a ser peregrinos de la esperanza. Que tu servicio episcopal esté macado por la esperanza que no defrauda (Rom. 5,5), que sirva de aliento y consolación para tus hijos.En el emocionante y espiritual ambiente orante que estamos viviendo en esta basílica, permítanme terminar esta reflexión compartiendo un hermoso soneto - oración, que encontré en una placa ubicada en el exterior de la basílica, junto a la antigua ermita, escrito por el poeta Jorge Robledo Ortiz, que se intitula El Cristo milagroso. A este Cristo encomendamos tu ministerio, a este Cristo inmolado por amor, imploramos el don de la paz y la reconciliación para el Valle del Cauca y el mundo entero.“Este Cristo a los odios enclavado; este Cristo en plegaria suspendido; esteCristo desnudo de pecado, pero en ingratitudes florecido.Este Cristo de dudas coronado; este Cristo de amor desprotegido; este Cristoen los ojos apagado, pero para el perdón siempre encendido.Este Cristo de barro americano; este Cristo de nieve entre el pantano; esteCristo con sed y hambre de paz.Es el guardián del corazón de Buga, el Cristo de la ermita que madruga aencender el amor de la heredad”.Nuestra Señora de las Victorias te ayude a recibir la corona de gloria que no semarchita. Amén.+Luis Fernando Rodríguez VelásquezArzobispo de Cali