SISTEMA INFORMATIVO
Caminando hacia el Encuentro Mundial de las familias
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Por: Mons. Marco Antonio Merchán Ladino - En el contexto de la fiesta de San Juan Pablo II, aquel santo abanderado de la pastoral familiar, y precisamente en el día del agente de pastoral familiar, Como presidente de la comisión episcopal de familia, presento mi saludo muy especial y fraterno, unido a mi felicitación por ser ustedes los designados por Dios para que sean los agentes de pastoral familiar en este momento histórico que vivimos. Mi saludo a cada uno de los Señores Obispos, a los sacerdotes miembros de la comisión nacional, a cada una de las familias y de los laicos comprometidos en esta preciosa tarea que nos empeña a trabajar por resaltar la belleza del matrimonio y de la familia y por defender a nuestras familias de los tantos ataques de las que son objeto en la actualidad. Que el Señor bendiga, sus vidas, los esfuerzos y sacrificios que el cumplimiento fiel de esta misión, conlleva, pero estamos convencidos que valen la pena, en realidad todo aquello que se haga en bien de la familia, del matrimonio y de la defensa de la vida siempre valdrá la pena, no importan los sacrificios que se tengan que afrontar.
Estamos ya en el contexto de preparación del encuentro mundial de familias que como bien sabemos, por querer del Santo Padre, tendrá lugar al mismo tiempo en Roma, como sede principal, y en cada diócesis, del 22 al 26 de junio de 2022 bajo el lema: “El amor familiar: vocación y camino de santidad”. Como ha subrayado el Santo Padre, se desarrollará de forma inédita y multicéntrica, con iniciativas locales en las diócesis de todo el mundo, similares a las que tendrán lugar simultáneamente en Roma, con lo que se favorece la implicación de las comunidades diocesanas de toda la Iglesia universal. Con esto, cada diócesis podrá, o mejor tendrá que ser el centro de un encuentro local para sus propias familias y comunidades, con el fin de que todos se sientan protagonistas.
En Roma, durante estos tres días, se celebrará: el Festival de las Familias y el Congreso Teológico-Pastoral, en el Aula Pablo VI; y una solemne Eucaristía presidida por el Santo Padre y que tendrá lugar en la Plaza de San Pedro. En particular, se espera que participen algunos delegados de las conferencias episcopales y de los movimientos internacionales comprometidos con la pastoral familiar. Pero el querer del Santo Padre es que, al mismo tiempo, en cada una de las diócesis, los obispos puedan actuar a nivel local, organizando iniciativas similares, partiendo del tema del Encuentro y utilizando los símbolos que la Iglesia ha ya predispuesto como son (el logotipo, la oración, el himno y la imagen).
El Papa Francisco nos ha recordado que, en los Encuentros anteriores, la mayoría de las familias se quedaban en casa y se percibía el Encuentro como una realidad lejana, a lo sumo seguida por televisión, y normalmente desconocida para la mayoría de las familias”. “Esta vez en cambio, seguirá una modalidad inédita: será una oportunidad para realizar un evento mundial capaz de involucrar a todas las familias que quieran sentirse parte de la comunidad eclesial”. Esto porque en realidad las familias son y están llamadas a ser parte esencial, célula básica, columna y fundamento de la Iglesia
El Santo Padre nos pide y nos anima a todos como miembros de la Iglesia ser “dinámicos, activos y creativos para organizarse con las familias, en sintonía con lo que se celebrará en Roma”. “Es una oportunidad maravillosa para dedicarnos con entusiasmo a la pastoral familiar: ¿quiénes?: los esposos, las familias y nosotros los pastores, Obispos y sacerdotes, siempre en clave de sinodalidad que es el contexto en el cual debemos movernos.
El Cardenal Farrell Prefecto del Dicasterio Vaticano para los Laicos, la Familia y la Vida nos hace ver que “No debemos ver esta modalidad inédita y multicéntrica como un límite. Al contrario, será una preciosa oportunidad, para hacer que las familias de cada diócesis se vinculen, se encuentren y participen”. Además, “las familias no pueden ser vistas como si fueran un terreno de irrigar que solo reciben pasivamente discursos, enseñanzas e iniciativas pastorales desde ‘el alto’, sino que son la semilla que puede (y agrego, que debe) fecundar el mundo, son ellos los evangelizadores, pues más que los discursos abstractos, ellos son los verdaderamente llamados a testimoniar al mundo la belleza del mundo familiar”. Esto como vemos, coincide con la propuesta del caminar juntos, camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio, camino que es propio de su naturaleza y de su misión: Obispos, sacerdotes, religiosos, laicos, familias, profesionales, etc. caminar juntos, que es el camino propio de la sinodalidad que estamos redescubriendo en toda su profundidad e iniciando en cada diócesis desde el pasado domingo.
Debemos ver entonces esta propuesta y aprovecharla como “una oportunidad preciosa y única para reiniciar la pastoral familiar con renovado impulso misionero y creatividad, a partir de las indicaciones que nos da el Santo Padre en la exhortación Amoris Laetitia, es decir, con la implicación de los esposos, las familias y los pastores juntos”, como comentaba el también cardenal vicario para la diócesis de Roma, Angelo De Donatis.
Logotipo
Considero que el logotipo del evento, promovido por el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida y organizado por la Diócesis de Roma, nos presenta todo un programa de pastoral para las familias y para nuestras realidades de la pastoral diocesana.
Permítanme resaltar los elementos de este logotipo, ya por todos ustedes muy bien conocido:
- La forma elíptica, que recuerda el columnario de Bernini de la Plaza de San Pedro, hace referencia a su significado original, que es el abrazo acogedor e inclusivo de la Madre Iglesia de Roma y su Obispo dirigido a todos los hombres y mujeres de todos los tiempos.
- Las figuras humanas que se encuentran bajo la cúpula, representan al marido, la mujer, los hijos, los abuelos, los nietos, los enfermos. Se trata de evocar la imagen de la Iglesia como “familia de familias” propuesta por Amoris Laetitia (AL 87) en la que “el amor vivido en las familias es una fuerza constante para la vida de la Iglesia” (AL 88).
- La cruz de Cristo que se alza hacia el cielo y los muros que protegen, son sostenidos por las familias, pues son ellas auténticas piedras vivas de la construcción eclesial.
- En el lado izquierdo, en la delgada línea de la columnata, se observa la presencia de una familia en la misma posición que las estatuas de los santos colocadas en las columnas de la plaza. Éstos nos recuerdan que la vocación a la santidad es una meta posible para todos en la vida ordinaria.
- La familia de la izquierda, que aparece detrás de la línea de la columnata, indica también a todas las familias no católicas, alejadas de la fe y ajenas a la Iglesia, que miran desde fuera el acontecimiento eclesial que está teniendo lugar. La comunidad eclesial siempre las ha mirado atentamente, subraya la explicación oficial.
- El dinamismo de las figuras que se mueven hacia la derecha. Se mueven hacia el exterior. Son familias en salida, testigos de una Iglesia no autorreferencial. Van en busca de otras familias para intentar acercarse a ellas y compartir con ellas la experiencia de la misericordia de Dios.
Resumiendo:
- Hay una propuesta clara para la Iglesia, imagen del Padre misericordioso, y para cada uno de nosotros, llamados a abrazar, a acoger, a incluir a todos, pues todos somos llamados a la salvación, ninguno puede ser excluido o considerado como irrecuperable.
- La Iglesia está llamada a ser una familia, conformada por todas las familias, y cada una de las familias a su vez, está llamada a dar con su amor, fuerza y vigor a la gran familia que es la Iglesia, y a recibir de a Iglesia todo lo necesario para su salvación; es una retroalimentación recíproca.
- Las familias están llamadas también a ser piedras vivas, y a sostener a la Iglesia en este momento difícil que atravesamos; el Señor hace a cada familia, la misma llamada que hizo a San Francisco de Asís: Ven a reconstruir, a revigorizar, ven a sostener la Iglesia.
- La vocación al amor familiar, es definitivamente una llamada a buscar la santidad, meta última de todo nuestro peregrinar. El fin del matrimonio es la santidad de los dos cónyuges, junto a sus hijos, esto no lo podemos olvidar nunca, sucede a menudo que hasta en los cursos prematrimoniales se nos olvida hablar de la santidad como la meta última del proyecto de vida matrimonial.
- Los no católicos, los alejados de la fe, los ajenos a la Iglesia, también son llamados a la salvación, de manera que la pastoral familiar debe abrir los espacios de participación de acuerdo a la situación que estén viviendo y de acuerdo a las posibilidades, que siempre serán muchas en la Iglesia.
- Finalmente, la misión que nos urge a todos y que nace de la experiencia de comunión y de participación propia de la sinodalidad.
Esta propuesta contrasta con la realidad que nos hacía ver Mons. Mauricio Vélez en el pasado encuentro con la comisión nacional:
- La creciente violencia intrafamiliar
- La crisis económica,
- La falta de solidaridad y de comunión familiar
- Los procesos de descristianización y la baja nupcialidad.
De manera que el horizonte para nuestra misión es demasiado grande, y que trabajo por hacer tenemos y bastante…
ORACION POR EL X ENCUENTRO MUNDIAL DE FAMILIAS
El amor familiar: vocación y camino de santidad
Padre Santo, estamos aquí ante Ti para alabarte y agradecerte el gran don de la familia. Te pedimos por las familias consagradas en el sacramento del matrimonio, para que redescubran cada día la gracia recibida y, como pequeñas Iglesias domésticas, sepan dar testimonio de tu Presencia y del amor con el que Cristo ama a la Iglesia.
Te pedimos por las familias que pasan por dificultades y sufrimientos, por enfermedad, o aprietos que sólo Tú conoces: Sostenlas y hazlas conscientes del camino de santificación al que las llamas, para que puedan experimentar Tu infinita misericordia y encontrar nuevas formas de crecer en el amor.
Te pedimos por los niños y los jóvenes, para que puedan encontrarte y responder con alegría a la vocación que has pensado para ellos; por los padres y los abuelos, para que sean conscientes de que son signo de la paternidad y maternidad de Dios en el cuidado de los niños que, en la carne y en el espíritu, Tú les encomiendas; y por la experiencia de fraternidad que la familia puede dar al mundo.
Señor, haz que cada familia pueda vivir su propia vocación a la santidad en la Iglesia como una llamada a ser protagonista de la evangelización, al servicio de la vida y de la paz, en comunión con los sacerdotes y todo estado de vida. Bendice el Encuentro Mundial de las Familias. Amén
+ Marco Antonio Merchán Ladino
Obispo de Vélez - Santander



“¡Es Verdad, el Señor ha Resucitado!” (Lc 24, 34)
Jue 24 Abr 2025

Pascua y año litúrgico
Lun 7 Abr 2025


Jue 27 Mar 2025
Proteger y defender la familia
Por Mons. Ramón Alberto Rolón Güepsa - “Después que ellos se retiraron, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle.»Él se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto; y estuvo allí hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera el oráculo del Señor por medio del profeta: «De Egipto llamé a mi hijo». (Mateo 2,13-15) Desde el nacimiento del niño Jesús, la familia de Nazaret sufrió persecución, injusticia e incomprensión por parte de quienes le ven como competencia y siguen los lineamientos y normativas del rey judío, pretenden acabar con Él.La levadura de Herodes, enemigo de la fe, sigue hoy persiguiendo y hostigando a la familia tal como el Señor la instituyó desde el principio. Se intenta minar la concepción cristiana de la familia, desorientándola con ideologías que distorsionan su más sana visión. Por ejemplo, la ideología de género desarticula y divide, poniendo en riesgo el futuro de la humanidad. El mandato primordial «Crezcan y multiplíquense» queda sujeto al vaivén de interpretaciones humanas. Ya se observa cómo la población envejece y los nacimientos son cada vez menos; nuestros jardines escolares y escuelas tienen menos alumnos. Esto debe ponernos en alerta.Por otra parte, la posición abortista sigue cobrando la vida de inocentes, avalada por legislaciones de tinte ideológico que agravan la crisis de nuestra humanidad.Nuestro cometido, como miembros de la familia cristiana, es defenderla de estos ataques de sabor herodiano. Debe ser un compromiso de fe. Es necesario escuchar la voz de Dios, como lo hizo José con la Sagrada Familia, y apartarnos de todo lo que pueda atentar contra ella. Debemos seguir la voz del Señor, confiar en su Palabra para preservar y hacer realidad su plan.Hoy deben resonar las palabras de Jesús en el Evangelio de Mateo: «¿No han leído que el Creador, desde el comienzo, los hizo varón y hembra, y que dijo: por eso el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre» (Mateo 19, 4-6).Es necesario hacer una alianza santa para preservar la familia de ataques, muchas veces sutiles, disfrazados de bien para confundir. Es un llamado a todos los que siguen los pasos del Maestro divino, para hacer resplandecer el Evangelio de la familia, defender la verdad sobre ella y comprometernos en la defensa de nuestra fe. La familia es la Iglesia doméstica donde crece y se fortalece la fe.¿Qué deberíamos hacer?1. Reconocer la obra de Dios en la familia y aceptarla en nuestras vidas. Esto implica asumir la misión encomendada con valentía y determinación. La Sagrada Familia fue llamada de Egipto para dar testimonio en medio del pueblo de Israel, ocupado por el régimen romano. Es tiempo de ocupar los espacios invadidos por ideologías extrañas y llenarlos con la verdad de Dios y el testimonio de nuestra fe. Debemos vivir con parresía la fe que confesamos y nos salva.2. Valorar la familia como llamada a la santidad en el sacramento del matrimonio. Es necesario recuperar la vida espiritual de la familia como Iglesia doméstica, para recibir las gracias necesarias y permanecer en el camino de fe, fidelidad y amor a Cristo. En el matrimonio se consagra el amor sagrado, haciéndolo puro y santo, proyectado a la prole y llamado a santificar a los hijos.3. Convertir la familia en una verdadera familia de Dios. Debemos trabajar constantemente para liberarla del pecado y colocarla en el corazón de Dios. En el Génesis, Noé y su familia fueron salvados del diluvio porque obedecieron la voz de Dios. Hoy, el Señor nos invita a subir a la barca de su Iglesia y reconstruir nuestra familia. Dios no nos abandona; siempre nos da una nueva oportunidad. «Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia» (Romanos 5,20). Cristo ha vencido el pecado y nos llama a la victoria sobre el mal. Nada está perdido si confiamos y esperamos en Él.4. Recuperar la dignidad de la familia en cada uno de sus miembros. La paternidad debe asumirse con responsabilidad, amor y gracia, teniendo como referente a San José, padre adoptivo de Jesús, y a Dios Padre, quien nos protege con amor misericordioso. La maternidad encuentra su más alta representación en María, Virgen y Madre por bondad de Dios. Cada mujer tiene en María el modelo a seguir para asumir su gran misión de madre y asegurar el futuro de la humanidad. En Cristo, tenemos el ejemplo preclaro de los hijos: obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.5. Orar por y con la familia. La familia debe abrirse a Dios y cumplir su misión siguiendo el ejemplo de la Sagrada Familia de Nazaret. Poner en manos de Dios nuestra familia para que Él nos dé la fuerza y la luz necesarias para defenderla como su don y regalo.Dios Padre Todopoderoso bendiga nuestras familias, las guíe y las proteja de todo mal. Reciba nuestro acto de gratitud por habernos dado una familia donde recibimos la vida, el amor, el sustento y el reconocimiento, para seguir realizando su plan.Dios bendiga nuestras familias.Mons. Ramón Alberto Rolón GüepsaObispo de MonteríaMiembro de la Comisión Episcopal de Matrimonio y Familia

Mar 11 Mar 2025
San José, modelo de santidad por la obediencia a la Voluntad de Dios
Mons. José Libardo Garcés Monsalve- Celebramos el próximo 19 de marzo la solemnidad de San José, patrono de la Iglesia universal de nuestra Diócesis y de varias instituciones de nuestra Iglesia Particular. Ese día viviremos la Eucaristía con el jubileo del Seminario Mayor y Menor. Es una oportunidad para reflexionar sobre las virtudes de San José, que vamos descubriendo cada vez que nos adentramos en su misión de custodio de María y del Niño Jesús. Aquí consideramos a San José como modelo de santidad por la obediencia a la voluntad de Dios, ya que escuchó lo que Dios le pedía y en silencio y con corazón limpio y disponible obedeció al plan de Dios.Hoy la obediencia es una virtud poco común en la sociedad, porque cada uno quiere defender su autonomía y su deseo de prevalecer con sus propios planes y proyectos. San José obediente a la voluntad de Dios enseña a entregar la vida, aunque no se entienda el alcance de la misión y de lo que Dios pide. Así lo expresa la Palabra de Dios: “El nacimiento de Jesús, el Mesías, fue así: su madre María estaba prometida a José y, antes de vivir juntos, resultó que esperaba un hijo por la acción del Espíritu Santo. José su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió separarse de ella en secreto” (Mt 1, 18 - 19), manifestando aquí la incertidumbre en la que entró San José, pero con la serenidad que proviene de una vida interior contemplativa, pudo escuchar la voz de Dios.Cuando San José tiene todo decidido y su plan organizado, Dios le pide que entregue su vida a su voluntad, “Después de tomar esta decisión, el ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas aceptar a María como tu esposa, pues el hijo que espera viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados. Cuando José se despertó del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había mandado” (Mt 1, 20 - 24), sin entender obedeció a Dios en actitud contemplativa, orante y silenciosa.En la Palabra de Dios encontramos a San José como el hombre que no habla, sino que obedece. Con su obediencia lleva adelante las promesas de Dios que garantizan la llegada del Salvador al mundo para liberarnos de la esclavitud del pecado. San José habló más con el silencio que con las palabras, él aceptó la misión que Dios le confió y la cumplió totalmente en una actitud de obediencia sin límites. San José el hombre de la fe y de la obediencia, es modelo en nuestro camino de vida cristiana, que exige de nuestra parte hacer y amar la voluntad de Dios.San José con fe firme nos enseña a escuchar la voz de Dios, con la disposición de la obediencia a su voluntad, con docilidad a su Palabra. La misión que se le confiaba no era fácil de entender en el momento, sin embargo, con la simplicidad de su vida interior, supo contemplar al Señor y obedecer sus mandatos desde una vida silenciosa. Al respecto San Juan Pablo II en Redemptoris Custos (Custodio del Redentor) afirma: “El clima de silencio que acompaña a todo cuanto concierne a la figura de José se extiende también a su trabajo de carpintero en su casa de Nazaret. Se trata de un silencio que revela de manera especial el perfil interior de esta figura. Los Evangelios hablan exclusivamente de lo que José ‘hizo’, pero permite descubrir en estas ‘acciones’, envueltas en el silencio, un clima de profunda contemplación del misterio de Dios” (RC 25).La contemplación del misterio de Dios en una actitud silenciosa, refleja en la obediencia a la voluntad de Dios, la limpieza de la vida interior que solamente tiene lugar para las cosas del Señor, reflejando con ello que la gracia de Dios está por encima de cualquier proyecto humano. Desde el primado de la Gracia de Dios y de la vida interior, San José enseña la sumisión a Dios, como disponibilidad para dedicar la vida de tiempo completo a la misión que el Señor confía, logrando hacer su voluntad, desde el ejercicio piadoso y devoto a las cosas del Padre Celestial, que ocupaban el tiempo del Niño Jesús, desde que estaba en el templo en medio de los doctores de la ley escuchándolos y haciéndoles preguntas (Cf. Lc 2, 46-49).San José modelo de santidad por la obediencia a la voluntad de Dios, nos enseña a vivir la Fe sin buscar protagonismos, a vivir la Esperanza con la confianza puesta en Dios aún en los momentos de dolor, a saber, estar como María al pie de la Cruz esperando la promesa de la salvación, y a vivir en cada momento la Caridad como amor total a Dios y al prójimo en una entrega de total donación a la voluntad de Dios.La Iglesia siempre ha mirado a María y a José como modelos y patronos, reconociendo que ellos, no sólo merecieron el honor de ser llamados a formar la familia en la que el Salvador del mundo quiso nacer, sino que son el signo del creyente que se santifica obedeciendo a la voluntad de Dios. Que la contemplación de la figura de San José nos ayude a todos nosotros a ponernos en camino, dejando que la palabra de Dios sea nuestra luz, para que así, encendido nuestro corazón por ella (Cf. Lc 24, 32), podamos ser auténticos discípulos misioneros de Jesús, cumpliendo con el mandato misionero que nos pide: Sean mis testigos, por todos los confines de la tierra.En unión de oraciones, reciban mi bendición.+José Libardo Garcés MonsalveObispo de la Diócesis de Cúcuta

Lun 3 Mar 2025
Bautismo y Cuaresma
Por Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - El 5 de marzo damos inicio al tiempo litúrgico de la Cuaresma. Como bien se sabe, son 40 días de preparación para la gran solemnidad de la Pascua, a través de la oración, la penitencia y la limosna.Este año coincide con el Jubileo de la Esperanza. En este sentido, las actividades jubilares están en íntima consonancia con el propósito de la Cuaresma, que nos invita a tener la valentía de la conversión de corazón, desde lo profundo de nuestro ser.Sin embargo, desde tiempos inmemoriales, la Cuaresma tiene una dimensión bautismal, que es la que le da sentido a este tiempo de gracia. Durante la Cuaresma, los catecúmenos terminaban su preparación para ser admitidos y bautizados en la noche santa de la Pascua; y los pecadores, tenían -y la siguen teniendo- la oportunidad de reorientar sus vidas y recibir el perdón de sus pecados y poder participar plenamente en la pascua en comunidad.Por eso mismo, abordar el tema del bautismo en este contexto, es necesario y más cuando se vuelve urgente que volvamos todos al amor primero, al bautismo.La XVI Asamblea general ordinaria del Sínodo de Obispos, por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión, que se realizó el mes de octubre de 2024, abordó de una manera especial el tema del bautismo como base importante de la dimensión sinodal del pueblo de Dios, que en nuestro caso, resulta providencial, puesto que en nuestras líneas pastorales hemos puesto en primer lugar el bautismo como el sacramento que estamos llamados a valorar en su justa dimensión, pues los cristianos debemos vivir con coherencia el bautismo recibido.Me permito destacar apartes de la primera parte de las conclusiones que tiene como título “El corazón de la sinodalidad. Llamados por el Espíritu a la conversión”. Aquí se destaca la aproximación a la Iglesia, entendida como pueblo de Dios sacramento de unidad, en donde se afirma que del bautismo brota la identidad del Pueblo de Dios y se realiza la llamada a la santidad y el envío a la misión (cfr. n.15). Luego, en los números 21 a 28, aborda el tema de las raíces sacramentales del pueblo de Dios. Aquí transcribo lo siguiente:24. “No es posible comprender plenamente el Bautismo sino dentro de la Iniciación cristiana, es decir, el itinerario a través del cual el Señor, por el ministerio de la Iglesia y el don del Espíritu, nos introduce en la fe pascual y en la comunión trinitaria y eclesial. Este itinerario conoce una importante variedad de formas, según la edad en la que se emprende, los diferentes acentos propios de las tradiciones orientales y occidentales, y las especificidades de cada Iglesia local. La iniciación nos pone en contacto con una gran variedad de vocaciones y ministerios eclesiales … (sic).25. Dentro del itinerario de la iniciación cristiana, el sacramento de la Confirmación enriquece la vida de los creyentes con una particular efusión del Espíritu con miras al testimonio. El Espíritu que llenó a Jesús (cf. Lc 4,1), que lo ungió́ y lo envió́ a anunciar el Evangelio (cf. Lc 4,18), es el mismo Espíritu que se derrama sobre los creyentes como sello de pertenencia a Dios y como unción que santifica. Por eso la Confirmación, que hace presente la gracia de Pentecostés en la vida del bautizado y de la comunidad, es un don de gran valor para renovar el prodigio de una Iglesia movida por el fuego de la misión, que tiene el valor de salir a los caminos del mundo y la capacidad de hacerse comprender por todos los pueblos y culturas… (sic).26. La celebración de la Eucaristía, especialmente el domingo, es la primera y fundamental forma en la que el Pueblo santo de Dios se encuentra y reúne. Por medio de la celebración eucarística, “se significa y se realiza la unidad de la Iglesia” (UR 2). En la “participación plena, consciente y activa” (SC 14) de todos los fieles, en la presencia de los diversos ministerios y en la presidencia del obispo o presbítero, se hace visible la comunidad cristiana, en la que se realiza una corresponsabilidad diferenciada de todos para la misión. Por eso la Iglesia, Cuerpo de Cristo, aprende de la Eucaristía a articular unidad y pluralidad: unidad de la Iglesia y multiplicidad de asambleas eucarísticas; unidad del misterio sacramental y variedad de tradiciones litúrgicas; unidad de la celebración y diversidad de vocaciones, carismas y ministerios. Nada muestra mejor que la Eucaristía que la armonía creada por el Espíritu no es uniformidad y que todo don eclesial está destinado a la edificación común. Cada celebración de la Eucaristía es también expresión del deseo y de la llamada a la unidad de todos los bautizados, que todavía no es plena y visible. Donde no es posible la celebración dominical de la Eucaristía, la comunidad, deseándola, se reúne en torno a la celebración de la Palabra, donde Cristo sigue estando presente” … (sic).Invito pues a los sacerdotes, diáconos, catequistas y fieles en general, a reflexionar en el valor del bautismo recibido, a evaluar la forma como han asumido sus compromisos, y la manera como el itinerario de formación sacramental, que lleve al crecimiento y madurez de la fe cristiana, se está llevando a cabo. Nuestro propósito es propiciar procesos que permitan adentrarse más y mejor el corazón mismo del Señor y de la Iglesia. Buena Cuaresma bautismal para todos.+Luis Fernando Rodríguez VelásquezArzobispo de Cali

Mié 26 Feb 2025
“El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones” (Rom 5, 5)
Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve- Nos encontramos próximos a iniciar el tiempo de cuaresma con el miércoles de ceniza el próximo 5 de marzo, con una invitación concreta a transformar nuestra vida en Cristo, con el llamado del Señor en su Palabra: “Conviértete y Cree en el Evangelio” (Mc 1, 15), que consiste en reorientar la vida hacia Dios y renovar la FE en la buena noticia del Reino de Dios, recordándonos la necesidad de conversión y penitencia que en el tiempo de cuaresma y particularmente en este año jubilar, tenemos que reforzar para purificar nuestra conciencia del mal y el pecado y totalmente purificados recibir la gracia de Dios que nos perdona y nos reconstruye interiormente porque “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones” (Rom 5, 20).Para reconocer el pecado personal es necesario estar muy cerca de Dios, para poder sentir el dolor por el rechazo a Él por el mal que hace nido en el corazón, descubriendo con el pecado la gran pérdida de la gracia. Así lo expresa el Catecismo de la Iglesia Católica: “El pecado está presente en la historia del hombre: sería vano intentar ignorarlo o dar a esta oscura realidad otros nombres. Para intentar comprender lo que es el pecado, es preciso en primer lugar reconocer el vínculo profundo del hombre con Dios, porque fuera de esta relación, el mal del pecado no es desenmascarado en su verdadera identidad de rechazo y oposición a Dios, aunque continúe pesando sobre la vida del hombre y sobre la historia” (CCE 386).Cuanto más cerca estamos de Dios más podemos sentir el desastre y las heridas que causa el pecado en la vida personal, sin embargo, tenemos la posibilidad en Jesucristo Nuestro Señor de recuperarnos, recibiendo su perdón misericordioso tal como lo hizo con la mujer adúltera cuando le dijo: “Tampoco yo te condeno. Puedes irte, pero no vuelvas a pecar” (Jn 8, 11), indicando con ello que el ser humano pecador no quedó abandonado por Dios, al contrario, como Padre misericordioso siempre va en busca de la oveja perdida. Así lo expresa el Catecismo de la Iglesia Católica: “Tras la caída, el hombre no fue abandonado por Dios. Al contrario, Dios lo llama (Cf Gn 3, 9) y le anuncia de modo misterioso la victoria sobre el mal y el levantamiento de su caída (Cf Gn 3,15)” (CCE410), porque “Donde abundó el pecado, sobre abundó la gracia” (Rm5,20) y en la bendición del Cirio Pascual en la noche santa de la Pascua reconocemos “el amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones” (Rom 5, 5), cuando cantamos “¡Oh feliz culpa que mereció tal y tan grande Redentor!”.Frente a la realidad del pecado que nos agobia y destruye, tenemos la certeza que es la gracia salvadora de Dios para con toda la humanidad que se nos ha ofrecido desde el madero de la Cruz, donde Jesús entregó su vida en rescate por todos, la que nos purifica y esto es posible por el amor de Dios que es infinito y que Él permanentemente derrama en nuestros corazones. De tal manera que en Jesucristo no todo está perdido, tenemos la esperanza de ser perdonados, que es la certeza que la gracia de Dios sobreabunda en nuestras vidas. De esta realidad nosotros somos testigos y tenemos la misión de anunciarlo a los demás, siendo instrumentos de la misericordia del Padre.El mundo, nuestra región y también muchas de nuestras familias se están destruyendo por causa del pecado. Muchos desesperados en las angustias y tragedias que causa el mal, siguen buscando una salida sin Dios. Desde la Fe damos testimonio que sin Dios es imposible una solución, por eso es hora de volver al Señor, haciendo resonar en el corazón las palabras que escucharemos el miércoles de ceniza y durante este año jubilar: “Conviértete y cree en el Evangelio” (Mc 1, 15), tomando conciencia que: “Ya no pesa, por tanto, condenación alguna sobre los que viven en Cristo Jesús, porque la ley del Espíritu vivificador me ha liberado por medio de Cristo Jesús de la ley del pecado y de la muerte” (Rm 8, 1-2), porque Cristo murió para que nosotros fuéramos perdonados y que en nuestra vida sobreabundara la gracia.La certeza del perdón en Cristo la tenemos que renovar permanentemente en nuestra vida. Todos somos pecadores, pero lo que se espera de todos los cristianos es que no permanezcamos en situación de pecado, sino que frente al pecado busquemos el recurso de la gracia mediante el sacramento de la confesión, que nos reconstruye interiormente y nos devuelve la gracia de Dios.Aprovechemos este año jubilar para revisar nuestra vida en ambiente de oración contemplativa y recibamos las gracias que nos trae el jubileo, para seguir en nuestra vida perdonados, reconciliados y en paz. Que esta cuaresma que estamos prontos a iniciar sea un tiempo para recibir “el amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones” (Rom 5, 5), donde dejemos que sobreabunde la gracia de Dios en nuestras vidas, para reafirmar nuestra respuesta de Fe, Esperanza y Caridad a la llamada que Dios nos hace a la conversión y a la Santidad, escuchando y leyendo el mensaje del Señor, meditándolo y creyendo en su Palabra y con ello convertir nuestra vida en Cristo para decir con San Pablo: “Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,20) y poder cumplir con el mandato del Señor: Sean mis testigos.En este camino espiritual contamos con la protección maternal de la Santísima Virgen María y la custodia del Glorioso Patriarca San José, quienes escucharon la Palabra de Dios y entregaron su vida para hacer su voluntad, viviendo siempre en la gracia de Dios.En unión de oraciones, reciban mi bendición.+José Libardo Garcés MonsalveObispo de la Diócesis de Cúcuta